Siempre tú / Ani Santillán

#comedia, #juvenil, #romance

SINOPSIS:

Rosalie “Rosie” Morgan, una romántica empedernida, ha perdido la fe en el amor tras una ruptura. Al hacer una lista del chico perfecto, se reencuentra con Logan, un antiguo amor. Sin embargo, su primo Ford, su compañero de proyecto, complica las cosas y la sumerge en un caos. Rosie debe confrontar sus expectativas y descubrir que el amor puede ser diferente a lo que siempre soñó.

Capítulo 1

  Lo odio. Odio su cara horrorosa parecida a la de un gremlin, odio la forma en la que hace esa estúpida mueca con su boca, odio su sarcasmo rápido y la forma en la que me mira como si fuese el ser más apestoso del mundo. También odio que a su círculo de amigos le parezca un chico buena onda cuando en realidad es la persona más antipática que hay. Lo odio.

  Detesto a Ford Lawrence.

  Esa es la cuarta vez en lo que va de la mañana que lo pienso. Y el hecho de que compartamos algunas clases no lo hace más sencillo, no cuando por su culpa el profesor te da un sermón a mitad de la lectura de cómo respetar a quienes sí les interesa saber sobre la historia de los medios de comunicación y su aporte a la vida moderna. Tuve que tragarme una serie de maldiciones a la vez que sentía su mirada divertida quemando mi espalda. Lo único que estaba haciendo era pedirle mis notas de la clase pasada a la persona que me las pidió ayer, y casualmente él se sienta a su lado. Aprovecha cada momento que tiene para hacerme pasar vergüenza.

  Esta definitivamente no es mi semana. Estoy atiborrada en tareas, los primeros exámenes del año nuevo se acercan, el brownie que había guardado en mi bolso para más tarde se llenó de hormigas porque lo dejé un segundo sobre el césped mientras charlaba con unos conocidos antes de entrar a clase, y por si eso fuera poco, descubrí que Sander me engañó durante las vacaciones de invierno mientras me fui a casa por las fiestas.

  Aún no comprendo cómo es que la gente hace eso. ¿No es más fácil terminar y encontrar a alguien nuevo en lugar de machacar las esperanzas de la otra persona? Nunca voy a entenderlo, ni quiero hacerlo. Estoy harta de los chicos y sus formas de actuar estando en una relación. No hay respeto, no hay entendimiento ¿Qué pasó con ese amor meloso del que muchos hablan? Esas historias plasmadas en las estúpidas películas, el amor que mis abuelos compartieron por casi cincuenta años antes de perecer en el tiempo. 

  Puras patrañas

  El amor verdadero no existe, debería renunciar a todo eso y conseguirme una tortuga.

  Camino de prisa hasta el dormitorio y me arrojo a la cama con la cara sobre la almohada para luego gritar con todas mis fuerzas. Diablos, lo necesitaba. Permanezco un rato en esa posición hasta que me siento ahogada y tomo asiento sobre el colchón respirando profundo unas cuantas veces.

  Mi mirada se centra en la esquina del escritorio, el que está hecho un desastre y agrego una nota mental para organizarlo luego. Cuando me sienta menos mal.

  La puerta de mi habitación compartida se abre y la imagen de Elsa, mi compañera, se atraviesa en mi campo de visión.

  –Te ves como la mierda.– Sigo sin mirarla pero apuesto a que está juzgándome con esos grandes ojos negros detrás de esos lentes de marco rosa que siempre usa. 

  –Gracias.

  Toma sus airpods y los guarda en el bolsillo. –¿Mal día?

  –Perdí la cuenta de cuántos tuve desde que inició el mes.

  Niega y suspira sonoramente. –Llevamos solo unas palabras y ya me estás deprimiendo.– Agarra su bolso y coloca unos libros junto a una de sus libretas. –Voy a estar en la biblioteca toda la tarde, tengo mucho por hacer, ¿debería preocuparme por qué te tires desde esa ventana?

  Cierro los ojos un instante e intento concentrarme en mi respiración. Debería hacerle caso a mamá y empezar a meditar. –Aún no.

  –Te traeré un par de chocolates de la máquina expendedora cuando vuelva.– Ese comentario logra que salga de mi ensoñación y la miro agradecida.

  –Elsa, te quiero mucho.

  Ajusta sus lentes. –Solo aguanta estos últimos meses y después serás libre de libros aburridos, fechas límite y Ford Lawrence.– La simple mención de ese nombre hace que en mi rostro se trasforme una mueca de disgusto. –Claro que luego tendrás que enfrentarte a una vida de desempleo, luego un trabajo penoso y gente detestable dónde sea que vayas pero no es momento de pensar en eso.– 

  Sonrío y le doy pulgares arriba. –Me acabas de levantar el ánimo, te lo agradezco, puede que no sea tan malo.

  Se dirige a la puerta pero antes de abrirla voltea hacia mí. –No te olvides que este fin de semana vamos a ir en busca de tu vestido para la boda de tu hermano.

  –Suenas a mi madre,– me quejo, –¿por qué simplemente no uso el que tengo para su fiesta de compromiso?– Mataría dos pájaros de un tiro y no tendría que gastar de más.

  –Porque no puedes llevar ese vestido dos veces, tu madre te desheredaría.

  Aprieto los labios antes de volver a hablar. –Escucha, ¿podemos dejarlo para luego? Tengo que entregar un ensayo para psicología social el lunes y no se me ocurre nada que llegue a las diez mil palabras.– 

  Es una excusa estúpida porque no siento presión por el ensayo. Al menos no por ahora. Pero si es perfecta para librarme de algo que no quiero hacer por el momento. No es que esté muy emocionada por ir en busca de ese bendito vestido.

  –Bien, solo dime cuando estés libre o irás sola.

  Asiento de inmediato. –Gracias.

  –Si, ya.

. . .

  La hoja en blanco que me muestra la pantalla de mi computadora se está burlando de mí, ha estado así durante la última hora y no encuentro inspiración ni siquiera para el título. Tomo un lápiz de color rojo y empiezo a dibujar corazones en mi libreta de ideas, esperando que así mi cerebro se relaje un poco de tanta presión. Sin embargo, unos cuantos corazones más tarde, me encuentro escribiendo todos los defectos de Sander uno abajo del otro para sentirme un poco mejor de ya no estar con él.

  Orgulloso.

  Poco positivo.

  Pretencioso

  Le gusta comer carne con un vaso de leche a las dos de la madrugada. Asqueroso.

  Descubrí eso durante la fiesta de cumpleaños de su hermana, cuando lo encontré en la cocina devorando un filete frío con un gran vaso de leche a un lado. Dijo que esa clase de mezcla le hace bien cuando toma demasiado. 

  Detesta los pingüinos. ¿Quién detesta los pingüinos? Son tan lindos.

  No se dio cuenta cuando corté mi pelo más arriba de mis hombros –y antes  lo tenía hasta la cintura.

  Dice que mis orejas son muy grandes para mi rostro y, aunque sean de tamaño normal, ha creado en mí un especie de trauma.

  Quiere mudarse a Nebraska una vez que se gradúe y yo no quiero hacerlo.

  Se me ocurren tantas cosas más pero en lugar de continuar escribiendo, arranco la hoja y la arrojo al basurero semi lleno junto a mí. Miro el papel siguiente y esta vez escribo lo que me gustaría que fuera.

  Que tenga unos ojos encantadores y una sonrisa brillante.

  Con un sentido del humor que no me haga querer golpearlo.

  Respetuoso aun cuando esté enojado.

  Que quiera bailar conmigo bajo la lluvia sin importarle pescar un resfriado luego. 

  Que le guste mis orejas y el resto de mí.

  Que tome en consideración mis opiniones.

  Que tenga sueños propios y los comparta. (Sander nunca lo hace, piensa que desnudar el alma es una cursilería propia de las películas)

  Que piense que soy tan única y especial que no sienta la necesidad de engañarme con alguien más durante el verano.

  Leo es último y lo tacho antes de secar la lágrima que cae por mi mejilla.

  Creí que estábamos bien. Íbamos camino a cumplir el año y medio como novios oficiales –porque antes no éramos más que unos amigos con derecho a roce, hasta que un día llegó al campus con una rosa y me propuso ser su novia. 

  En ese momento me sentí la persona más feliz del mundo. Sander es el chico popular, integrante del equipo de fútbol de la universidad de Tempe, –los rivales de nuestro equipo de fútbol– mi mente de adolescente que se crió con esos expectativos de ‘el chico popular se fijó en mí’ fue todo en lo que pensé cuando caminaba sosteniendo su mano siempre que conducía casi dos horas para venir a verme cada fin de semana. Me encantaba la idea de que me había elegido a mí.

  Por supuesto, no todas las historias de amor terminan bien y esta no fue la excepción. Sander es un imbécil. La etapa de luna de miel se terminó unos meses después de oficializar la relación y es ahí cuando me di cuenta que nunca terminas de conocer a una persona. Es una lástima que el fuese horrendo por dentro aun teniendo una cara tan linda.

  A dos días de terminar el festejo de año nuevo, recibí un mensaje anónimo con fotos de Sander besando a otra chica en una fiesta en Nueva York. Por supuesto, en el momento sólo pensé que era un mal entendido y me decía a mí misma que no era él en la foto. Luego me acordé que la casa de sus padres de Sander –donde se suponía iba a pasar sus vacaciones, queda cerca del bar donde fue la fiesta. 

  Se suponía que pasaríamos juntos el día de año nuevo pero canceló diciendo que los vuelos se habían suspendido. Vaya forma de sacar algo bueno de esa situación. Se suponía que iba a pasar por mi casa para saludar a mis padres y pasar un tiempo de calidad con su supuesta novia –yo, para luego conducir juntos de vuelta al campus. 

  Se suponía que lo haría, pero no. 

  Si fue a mi casa el día siguiente. Supongo que se sentía mal por la diversión que había tenido. Llegó con flores, chocolates y dijo que tendríamos un viaje divertido de regreso.

  No fue así.

  Lo confronté apenas mis padres salieron al supermercado. Le dije que me negara todo, que estaba bien pero no lo hizo. No lo negó. Capté el momento exacto en el que sus ojos vieron las fotos. Mi instinto de periodista sintió la necesidad de averiguarlo todo pero con esa simple mirada lo supe de inmediato.

  Le dije que se fuera mientras mis padres aun no llegaban y que volvería a la universidad por mí cuenta.

  Lo peor no fue la traición en sí –que si fue horrendo, lo peor fue que lo tomara con tanta calma, como si no fuese la gran cosa. Ni siquiera intentó arreglar su error, sólo tomó sus llaves y se fue sin dar vuelta atrás.

  Le lloré como tres días y luego decidí que ese chico no merecía mis lágrimas. Decidí que lo que resta de mi último año sería increíble y que él no iba a arruinármelo. 

  Suspiro, tomo uno de los chocolates que Elsa me trajo hace unas horas y lo abro con cuidado de no despertarla. Ya pasa de la 1am y debe estar despierta en cuatro horas. Me coloco los auriculares y la ruidosa melodía de First Date de Blink 182 se reproduce con el único propósito de darme una dosis de energía para escribir aunque sea un par de párrafos antes de darme por vencida por esta noche.

. . .

  El café se siente como una droga cuando no duermes lo que deberías y vaya que soy una ávida bebedora de él. Anoche escribí la mitad del ensayo y me siento muy orgullosa de mí misma, lo que equivale a una felicidad momentánea que planeo aprovechar.

  Una vez más, camino sin mirar al frente, y una vez más, embisto a alguien que venía del lado contrario. Mi mano se aferra a mi bebida y por primera vez en mucho tiempo no lo arrojo en la ropa de una pobre alma. Trastabillo hacia atrás pero soy atajada por unas manos rápidas. Levanto la mirada hacia el frente y me encuentro con los ojos más encantadores que haya visto en toda mi vida –sin contar los de mi perro Toby. Esos ojos celestes son definitivamente los más hermosos del universo.

  Unos que se me hacen familiares. 

  –¿Estás bien?– Pregunta el chico pero lo único que sale de mi boca es un sonido extraño desde mi garganta.

  –Si,– digo finalmente luego de darme una bofetada interna. –Lo siento, no vi por dónde iba.–  

  –Sin dramas,– sonríe. Me da una sonrisa de un millón de dólares. Los ojos encantadores y la sonrisa de un príncipe de Disney. Él podría ser el mismísimo Eric de La Sirenita si tuviera el pelo negro. Pero esa sonrisa luego cae al ponerse un poco más serio. –Tú,– me señala. Ay no, ¿acaso tengo algo en la cara? Estoy segura que lavé mi rostro antes de salir. ¿Hice algo de lo que debería arrepentirme eternamente? –¿Rosalie? ¿Rosalie Morgan?

  Parpadeo varias veces antes de asentir.

  –Si,– respondo insegura. –Lo siento ¿nos hemos visto antes?–

  El chico sonríe nuevamente y coloca una mano sobre su pecho. –Soy Logan, Logan Mitchel, del campamento.–

  Me toma un momento captar de quien está hablando.

  Este chico no puede ser Logan Mitchel, porque Logan tenía el pelo más oscuro y no lo recordaba tan alto, claro que éramos unos niños pero, ¿Logan? 

  ¿Mi Logan? Claro que él nunca supo que le decía así. Nadie nunca lo supo porque era mi secreto y una de las razones por las que esperaba con ansias que llegue el verano.

  –¿Logan del campamento?– Repito. –El que separaba los caramelos rosa para mí.– Cada verano que comenzaba el campamento, nos entregaban una bolsa de dulces el primer día a modo de bienvenida. El hermano de una de las dueñas del lugar tenía una fábrica de caramelos y enviaba una carga especial para el campamento. 

  Los caramelos rosa de frambuesa eran los que más amaba y Logan separaba los suyos y me los entregaba luego de que le dijera que eran mis favoritos.

  Su boca se estira aún más. –Lo recuerdas.

  –¿Qué…?– Balbuceo. –¿Qué haces aquí?

  No puedo evitar deslizar mi mirada por todo él. Han pasado… ¿Qué? ¿Diez años desde la última vez que lo vi? Lo recordaba un niño bastante simpático y guapo, los años definitivamente le sentaron bien.

  –Con mamá llegamos al acuerdo de que me cambiaría a aquí al terminar los dos primeros años de universidad en Australia,– explica y ahí es cuando todo cae en su lugar. 

  –Te fuiste a Australia.– Afirma con la cabeza. Recuerdo la gran decepción que tuve ese año cuando Logan no volvió al campamento, por un momento pensé que no quería volver o tal vez ese año había pasado de su visita, pero los siguientes dos años fue lo mismo. Mi corazón quedó destruido porque había planeado pasar toda nuestra estadía ahí juntos, o al menos lo suficiente como para que se enamore de mí y que fuéramos felices toda la vida.

  Mi mente de niña lo había pensado en todo.

  –Si, fue algo muy difícil en ese entonces,– dice, –mi padrastro fue trasladado a Sidney y fuimos con él. No tuve tiempo de despedirme de ti.

  Si tan solo supiera que lloré por él. ¿Pensará que soy patética si le digo eso?

  –Entonces es por eso que no volviste al año siguiente,– murmuro. –No puedo creer que seas tú, te ves diferente.

  –Mucho más guapo e increíble, lo sé.– Ahí está esa mueca que solía hacer con su ojo. No llega a ser un guiño pero si lo suficiente como para que parezca uno. –Sol, arena y surf tienen sus ventajas, me hacen ver con más onda.– Hace una pausa, estirando su mano para correr unos mechones de cabello que caen sobre mis ojos. Espero que mi organismo no me delate y haga que mis mejillas hiervan y se pongan rojas. –Sin embargo tú no cambiaste mucho, salvo que ahora tienes más pecas que antes, esas que siempre me gustaron.– Le gustaban mis pecas. Ya Rosie, cálmate. Tienes veintiuno, no trece. –Es una gran coincidencia que nos encontremos aquí.

  Amo al universo, si antes no lo dije ahora sí.

  –Ya lo creo.– Miro un papel en su mano. –Te veías perdido, ¿puedo ayudarte con algo?

  Suspira de alivio.

  –Si, ¡mi salvadora al fin!– Exclama. –¿Puedes decirme dónde está el edificio de admisión? La persona que debía ayudarme me dejó completamente en el olvido,– expresa con sarcasmo. 

  ¿Quién dejaría a este chico soñado y con encantador acento australiano en el olvido? Oh no, espero que no se trate de alguna novia o interés amoroso, no podría digerir eso tan pronto.

  –Es extraño que un estudiante entre a mitad de año académico,– digo pensándolo por un segundo.

  Logan afirma con la cabeza. –Extraño pero no imposible. Sólo espero poder ponerme al corriente de todo.

  Le doy un golpe suave con mi codo. –Si necesitas ayuda sabes dónde encontrarme.– Señalo el camino. –Es por allá. Voy cerca de ahí, caminemos juntos.

  Al menos este es el golpe de suerte que he estado pidiendo desde todo el drama con Sander, ah, maldito Sander.

  –Sería increíble,– suspira con alivio.

  Lidero el paso, de repente me siento entusiasmada.

  Recorremos unos tramos del camino pero antes de llegar a nuestro destino, no escucho la bicicleta que viene detrás de mí hasta que Logan me atrae a su pecho, rondándome con sus brazos. –Oh,– es lo único que logro decir antes de comprender lo que acaba de pasar. Tampoco tengo prisa por separarme de él, huele bien, como a cítricos mezclados con champú. 

  Debería dejar de olfatearlo.

  –¡Ten cuidado, podrías haberla lastimado!– Exclama el chico junto a mí.

  Aprieto sus brazos y me doy un paso hacia atrás. –Gracias.

  –Lindos aros,– dice e inconscientemente acomodo mi cabello de forma que tape gran parte de mis orejas. –Me recuerda a los que hace mi hermana pequeña, está en su faceta de artesana. Deberías mostrarlos con orgullo.– Algo en ese comentario me hace sentir demasiado bien.

  Sin pensarlo, sigue tachando puntos en mi lista. ¿Tal vez cuando la escribí inconscientemente pensé en él? No es posible, no habría pensado en él de no haberlo visto. Logan es como un fantasma de mi pasado, uno muy lindo al que vale la pena enfrentar.

  –Tal vez luego,– murmuro antes de suspirar. –Tienes una hermana, eso es fantástico.– Su buen ánimo se realza. Parece ser un buen tema de conversación para después, debería tomarlo en cuenta.

  –Si, Lyla.– Por la forma en la que sus ojos brillan al decir su nombre puedo asegurar lo importante que es para él. –Empezó el sexto grado y ya quiere independizarse. Tiene mucho más carácter y es más inteligente de lo que pensamos, cuando menos nos demos cuenta creará una corporación multinacional.–

  Río ante ese comentario y detengo mis pasos con lentitud.

  –Es aquí,– señalo el edificio a unos metros de nosotros. Logan lo mira y vuelve hacia mí observándome con esos bellos ojos de él. Azules como el mar más nítido. Como extrañaba esos ojos.

  –Agradezco mucho tu ayuda, Rosie.– Dios, mi nombre se escucha demasiado bien con ese acento. ¿Debería pedirle que lo repita o eso sería muy raro? –Espero que nos volvamos a ver luego, bueno,– hunde sus hombros, –vamos a compartir territorio así que nos veremos por ahí.–

  Yo también lo espero.

  –Estaré aquí por el resto del año,– digo sintiéndome muy estúpida. Logan me da un saludo de despedida con la mano y camina hacia las escaleras de la entrada.

  –¿Por qué le estás haciendo ojitos a mi primo?– Escucho detrás de mí. El rostro de Ford aparece en mi campo de visión y debo parpadear unas cuantas veces para que mi cerebro vuelva a funcionar. 

  –¿Qué?

  Con una mano en el asa de su mochila, levanta un dedo señalando al australiano que acabo de conocer. –Mi primo,– repite antes de correr hacia él. –¡Logan!–

  El rubio se gira, le da una mirada de reproche y logro escuchar –Ford, gracias por recordar que hoy llegaba.

  No es posible que haya olvidado este pequeño detalle. Estaba tan embelesada y entusiasmada por volver a verlo que no recordaba que compartían casi un trece por ciento de los mismos genes.

Capítulo 2

  Golpeo la flecha hacia abajo en el teclado, completamente absorta a mi búsqueda online. Empecé en un sitio llamado tumejoregalo.com y terminé en una página de objetos vintage de segunda mano. La pregunta aquí es, ¿qué tan felices estarían mis padres con un florero de $2 en forma de tetera? Sé que yo estaría muy feliz. Añadido al carrito

  –¿Qué estás buscando?– Elsa se arroja en la cama después de lo que pareció ser un largo día. 

  –Un regalo de cumpleaños para mamá.– Una esponja en forma de gato. A mamá le gusta lavar platos. Añadido al carrito.

  –¿Cuándo era?

  Mis ojos permanecen en la pantalla. –En poco menos de un mes. Se lo enviaré por correo junto a una linda tarjeta.

  –Quiero ver que le das de regalo a tu hermano cuando se case.

  Me quejo en voz alta. –No me recuerdes eso.– ¿Cómo voy a hacer para verlo durante su cena de compromiso?

  Las cosas con Jackson no están del todo bien y esa bendita cena solo será una tortura más en mi vida por la que no quiero pasar.

  La oigo levantarse y caminar hacia mí. –¿Y tienes algo?

  –Si lo tuviera no estaría tan estresada,– afirmo. –Soy pésima dando regalos.

  –No es cierto, eres genial.

  Le regalo una media sonrisa. –Lo sé, quería escucharlo.– Me gusta dar regalos. Me gusta ver a la persona, a quien va destinado, sonreír y emocionarse. Me gusta hacer feliz a los demás. –Sólo que ahora no estoy teniendo mucha inspiración.

  –¿Qué le gusta?– Mi cerebro está tan desorientado que no logro encontrar una respuesta exacta.

  –Los sets de velas son lindos, ¿no?– Pregunto con la esperanza de que me dijera que es una excelente opción y aliviar esa preocupación.

  –¿Por qué mejor no le das calcetines?– Esa no es una mala idea.

  Suspiro y coloco mi cabeza sobre el teclado de la computadora.

  –¿Por qué estás nerviosa?– Pregunta mi compañera de cuarto.

  La miro entrecerrando mis ojos. –No estoy nerviosa.

  –Si lo estás.– Señala con un dedo debajo del escritorio. –Mueves tu pie como si estuvieras ansiosa por algo. ¿Volviste a ver a ese chico australiano?

  El rostro del chico aparece en mi cabeza y no puedo evitar sonreír. –Se llama Logan y no es australiano.– Lo pienso por un instante. –No, espera, debe tener doble nacionalidad,– me corrijo. –Y si, lo vi esta mañana antes de su clase y cuando nos encontramos en la máquina expendedora.

  –Tienes que presentármelo, fue tu primer amor, eso es muy tierno.– He cansado a Elsa todo el día de ayer desde que me lo encontré en el patio. Sé que mis cosas no le interesan de la forma en que a mí pero es bastante buena fingiendo y aún más buena escuchando. Ella es la que lee libros, pero yo soy la que crea fantasías, culpo a las películas de princesas por dejar mis expectativas en el amor tan altas. Creo que estoy arruinada. 

  –El problema es que su primo estaba con él, siempre está con él.– Ni siquiera tuve tiempo de hablar a solas con Logan porque Ford estuvo en el medio todo el rato. Dijo que su primo debía causar una buena impresión y no lo haría si yo estoy colgada de su brazo todo el rato. Luego Ford y yo tuvimos una pequeña discusión –como siempre–, sobre impresiones y lo poco que me importa su opinión. Después de eso lo llevó lejos de mí porque quería enseñarle la cancha de atrás. Puras mentiras.

  –Ah, el contratiempo llamado Ford.

  Froto mi rostro con las manos, completamente abatida. –De todas las personas de este país, de los cientos de estudiantes de esta universidad justamente tenía que estar emparentado con él.

  –Ya sabes lo que dicen, cuanto más grande es el obstáculo, más gloria hay en superarlo.

  Elsa ama las frases y dichos famosos. Siempre tiene uno para el momento. La conocí una hora después de llegar al campus por primera vez. El lugar es tan grande que terminé perdiéndome junto a mis padres, por suerte, no éramos los únicos que necesitábamos ayuda. Elsa y su padre también buscaban con desesperación la habitación que marcaba el papel. Al darnos cuenta que ambas estábamos en el mismo, nos propusimos a buscar a nuestra jefa de edificio –la cual brillaba por su ausencia– y cuando finalmente encontramos el cuarto me di cuenta que tal vez no sería tan malo tener una compañera. 

  Mi mayor miedo era estar emparejada con alguien que me detestara o con quien no lograría llevarme bien ni aunque lo intentara con desesperación.

  Elsa ama los libros, las frases poéticas, las palabras en sí. También ama salir y divertirse, usualmente ella es la que me saca del cuarto. Pero lo que más me gusta de ella es que, al igual que yo, tiene un estilo individual, personal, no le importa lo que digan los demás y es tan leal como un perro. Lo supe cuando perdí un anillo en el parque en un día de tormenta. 

  Era un anillo muy especial para mí y me negué a irme hasta encontrarlo. Elsa llegó minutos más tarde con un paraguas y se puso a buscarlo conmigo, revolviendo lodo y pasando frío hasta que dimos con la dichosa joya. Casi no me conocía y aun así me ayudó. Terminamos enfermas al día siguiente pero dijo que valió la pena porque no quería ir a clases.

  Y Elsa ama ir a clases.

. . .

  –Como recordarán, antes de las vacaciones de invierno hablé de un proyecto importante de dos partes, ambas serán complementarias,– comenta el profesor de Práctica, el Sr. Wilson. –El primer borrador se entrega a principios de febrero y no falta mucho para eso así que espero que tengan unas cuantas ideas hasta ahora. También dije que la tarea será un trabajo grupal. Subí las parejas a la página del campus, busquen esta asignatura y luego en el apartado Prácticos.

  Anota las palabras claves de todo lo que dice en la pizarra detrás de él y me apresuro a hacer lo mismo. No quiero olvidarme de nada, más aun cuando soy buena para hacerlo.

  –Quiero que creen un trabajo libre, que sea digno de ser publicado en el artículo digital de fin de año.– Mira a todos sobre sus gafas de marco fino. –Una buena redacción, buen diseño, buenas imágenes que complementen el texto. Lo quiero todo.– Enfatiza eso último como una orden que no hay que pasar por alto. –Ahora…vamos a la página veinticinco, ¿alguien terminó de analizar el texto?–

  Siento un golpe en mi hombro y no tengo que voltear para saber que se trata de él. –Préstame un lápiz.

  –No,– susurro abriendo mi libro.

  –No seas mala, perdí el mío.

  Hundo mis hombros. –No es mi problema.

  Lo oigo suspirar y luego, –no Rosalie, no puedo darte la tarea…– Dice en voz alta llamando la atención de los alumnos más cercanos. Le arrojo un lápiz antes de que continúe.

  –Eres un inmaduro,– me quejo entre dientes dándole la mejor de mis miradas de amenaza.

  Me da una gran sonrisa antes de empezar a escribir. –Es tan divertido y fácil molestarte.–

  El profesor se aclara la garganta y me giro de inmediato. –¿Todo bien ahí atrás?–

  –Si, Sr. Wilson,– respondo de inmediato.

  El hombre me mira por unos segundos. –En ese caso ¿Por qué no empieza usted, Srta. Morgan?– Me anima sin darme otra opción. –Comience a leer sus anotaciones.

  Salgo de clases sintiéndome completamente drenada. El Sr. Wilson no nos da un respiro cuando se trata de trabajar con nuestros libros.

  Frente a mí, veo a Logan hablando con su querido primo y alcanzo a escuchar parte de su conversación.

  –Cami acaba de darme la dirección,– comenta el rubio, –dijo que llegáramos pasando de las doce.–

  –Bien,– replica Ford. 

  Los ojos de su primo se desplazan hacia mí y sonríe.

  –Hola Rosie, ¿vendrás a la fiesta de Cami? Según escuché, suelen ser buenas.– Ah, la dichosa fiesta de Camila Plumm. Hay una cada año a modo de bienvenida para el último tramo del año y una excusa para celebrar su cumpleaños en grande.

  –No…– digo pero soy interrumpida de inmediato por mi némesis.

  –Rosie no tiene tiempo para fiestas,– comenta a modo de burla.

  –…me la perdería por nada del mundo,– termino mi frase. 

  Logan me da un gesto animado. –¡Genial!, ¿quieres que vayamos juntos? Como en los viejos tiempos,– dice refiriéndose a los tres. No es que era invitada a ir con ellos durante el campamento, en realidad yo buscaba alguna excusa para acompañarlos porque quería estar cerca de Logan. Era horriblemente pesada, ahora es cuando me doy cuenta de ello.

–Sí,– respondo de inmediato.

  –No,– dice Ford al unísono conmigo.

  Logan mira entre ambos y suspira dándole una palmadita en el hombro a su compañía.

  –Entonces iré con ella,– comenta. No voy a decir que no sentí cosquillas en mi estómago porque definitivamente fue así. Los ojos de Logan son tan profundos que hipnotizan, podría mirarlos todo el día y no me cansaría. –Tú puedes vernos en la fiesta,– anuncia mirando a Ford de reojo.

  –¿Desde cuándo te agrada más que yo?

  El australiano le da una mirada pícara. –Siempre me agradó más que tú. Es una chica linda, chica linda mata a primo desvergonzado.

  –¿Primo desvergonzado?

  Logan posa uno de sus brazos sobre mis hombros y me lleva lejos de Ford.

  –Será una buena oportunidad para ponernos al día, estoy seguro que hay mucho para hablar y Ford dijo que ahora te gustaba bailar,– ¿lo hizo?

  –No soy buena en eso,– admito sin mirarlo. La sensación de su brazo a mí alrededor me está nublando el juicio, ¿Por qué me comporto como una adolescente tímida e inexperta?

  –Qué bueno,– dice, –yo tampoco, podríamos dar pena juntos en la pista.

  Muerdo mi labio inferior de una forma muy sutil. –Sólo si estás dispuesto a avergonzarte de por vida.–

  –No parece importarte a ti.

  –No me importa,– aseguro.

  Se aleja de mí, enfrentándome y me da una sonrisa deslumbrante.

  –Por eso me has gustado siempre, Rosie.– Bien, eso es bueno. Le gusto. ¡¿Le gusto?! –¿Te veo luego?–

  Muevo mi cabeza de arriba hacia abajo antes de aclarar la garganta. –Claro.

  Ahora debo ir a una fiesta a la que no planeaba asistir, genial. ¿Acaso Elsa está de ánimo para ir conmigo?

. . .

  La música es fuerte, tanto que los vidrios de las ventanas tiemblan con cada golpe de la canción electrónica. Es una versión remix de Bad Habits de Ed Sheeran que parece mantener a todos muy contentos. La noche está un poco fresca, mis piernas desnudas están sufriendo y pienso de inmediato que debería haber usado mis viejos jeans en lugar del jardinero de jean con pollera que llevo sobre mi sweater tejido a rayas coloridas. 

  –¿Por qué tardaron tanto?– Ford se encuentra apoyado contra su auto. Logan insistió en acompañarnos a Elsa y a mí con la excusa de ser un caballero. No me importa si lo dijo en serio o no, compartí el asiento trasero de un taxi con un australiano que huele como el cielo con ese perfume tan propio de él.

  –Mi culpa,– dice mi amiga. –No encontraba mi teléfono. ¿Alguien quiere una cerveza? Voy por una.

  Mira hacia nosotros.

  –Paso,– declino sin duda caminando hacia el porche de entrada, –quiero comida.–

  La presencia de Alice en el frente de la casa, acompañada de otras personas, nos recibe y no tarda más que unos segundos en voltear a vernos.

  –Chicos, que bueno que llegaron.– Alice se acerca a nosotros, ignorando a Elsa y a mí por completo. Como siempre. Antes era una chica genial, amigable, pero un día simplemente cambió y nos empezó a ver como una molestia. 

  Corre directamente hacia Ford y besa su mejilla antes de agarrarse de su brazo como una garrapata. Empujo a Elsa y caminamos directo hacia la cocina, evadiendo a las personas que se encuentran distribuidas por todo el lugar. Lo bueno de haber venido varias veces aquí es que sabemos dónde está cada espacio, una gran ventaja cuando hay mucha gente o por si algo sucede.

  Cami, la dueña de la casa, nos ve desde el otro lado de la pista y nos da un saludo levantando su mano antes de continuar charlando con sus amigos. Tiene suerte al vivir cerca del campus pero a su vez sé que no es de su agrado. Cami quería irse a estudiar fuera del país pero por problemas familiares no pudo hacerlo, de lo contrario se hubiera sentido muy culpable si las cosas pasaban a mayores. No sé mucho del tema porque nunca lo contó abiertamente pero sé que está relacionado a su padre y algún tipo de enfermedad. 

  –¿Cuál es el plan para esta noche?– Pregunta Elsa abriendo una lata de cerveza.

  Me recargo sobre la isla de mármol negro. –Ir con la corriente.

  Nos gusta saber lo que podríamos hacer durante las fiestas para no perder el rastro de la otra. Lo aprendimos a la mala luego de una terrible experiencia en una fiesta durante nuestro primer año donde perdí a Elsa mientras bailaba. Llamé a su número con desesperación luego de que no contestaba las primeras veces. Era en la casa de uno de nuestros compañeros, la busqué por la planta baja, luego subí a los cuartos y baños pero nada. Cuando por fin di con ella, estaba afuera, en la acera llorando desconsolada porque alguien quiso llevarla en su auto a la fuerza.

  Desde ese momento siempre mantengo un ojo sobre ella sin que se dé cuenta. Dice que el episodio está más que superado pero me doy cuenta que aún le afecta cuando me manda uno que otro mensaje con su ubicación, sólo por si acaso.

  –Divertirnos un poco,– abro una bolsa de frituras y me llevo unas cuantas a la boca, –lo necesito con desesperación.

  Elsa deja la lata sobre la mesa y suelta un pequeño eructo que me hace reír.

  –Necesito ir al baño,– dice, –ahora regreso.

  Le regalo uno de mis suspiros –Te dije que fueras antes de salir.

  –Lo siento, ma, guárdame esto,– me pasa su bebida y corre saliendo de la habitación dejándome sola con otros chicos más que están haciendo de las suyas.

–¡Rosie!– La voz ruidosa de Cami me sobresalta, –qué bueno que decidiste venir.– La chica de pelo corto y oscuro se aproxima para darme un breve abrazo.

  –Si, Elsa estaba emocionada,– miento. En realidad puede que la haya obligado a venir conmigo porque dijo que la noche estaba demasiado fría para salir. No es cierto. No está tan fría, pero esa es la excusa que utiliza cuando prefiere quedarse en cama a hibernar todo el fin de semana como un oso. Luego de unos cuantos ruegos, decidió aceptar para no escucharme más.

  Esta noche lo único que planeo es tener un tiempo a solas con Logan, conocerlo mejor, ya que su primo ha estado en el medio desde que llegó. 

  –Me crucé con ella hace un rato, dijo que estabas aquí.– Mira la bolsa de frituras en mi mano. –Necesito algo de esto ahora mismo.

  –Toda tuya.– Se la doy sin pensar.

  Toma unas cuantas y voltea a verme. –Escucha, supe que tú y Sander terminaron.

  Oh no, aquí vamos.

  –¿Ah sí?– Intento borrar la incomodidad en mi rostro pero no creo tener éxito.

  –Si, escribió en el chat del grupo de mi hermano.– Por supuesto. El hermano de Cami es compañero de equipo de Sander y uno de sus amigos, sabía que iba a enterarse de alguna forma sólo que no esperé que hiciera de nuestra separación algo tan público como escribirlo en un chat de grupo.

  –¿Qué dijo?– No sé por qué pregunto, no quiero saberlo.

  Aprieta sus labios. –No vale la pena repetirlo.

  Entonces es algo malo. Muy malo.

  Un suspiro involuntario sale de mi boca, ahora más que incomodidad tengo un gran malestar en mi estómago. –Conociéndolo, seguro se regodeó de su hazaña,– bufo colocando todo mi peso sobre la isla de mármol. –Me engañó con otra chica.

  –Maldito imbécil.

  Camilla es una chica imparcial en estos asuntos. Es amiga de Alice pero también de muchos otros, incluyéndome, por eso sé que su reacción es honesta. Es una buena chica.

–Olvídalo. No quiero hablar de eso ni darle tanta atención,– aseguro tomando la bolsa de comida de las manos de Cami.

  –Es que…quería decirte algo, antes de que lo descubras por ti misma.– La observo en silencio pero duda.

  –¿Qué?

  –Está aquí.–

  Volteo hacia la sala y vuelvo mi atención a Cami. –Aquí… ¿aquí?– Pregunto. 

  Asiente con lentitud. –Lo siento, Rosie, no sabía que vendría, mi hermano debe haberlo invitado sin avisarme.

  Tomo una respiración y niego. –No te preocupes.

  –Rosie, de verdad lo siento,– se disculpa nuevamente. –Intentaré arreglar para que se vaya.

  La detengo antes de que se vaya y pongo mis manos sobre su hombro. –No lo hagas. No me importa, no va a afectarme como él espera,– expreso. Aunque siento que estoy hablándome a mí misma. –Soy mucho más madura que eso.– ¿Lo soy?

  –¿Segura?

  Asiento una vez. –Cien por ciento segura.– Cien menos noventa y tres. Sólo estoy un siete por ciento segura que no voy a llorar en un rincón, el otro noventa y tres corresponde a una posible crisis emocional. Tal vez esta sea una de esas pruebas que la vida te pone en el camino para ayudarte a crecer, el problema es que no quiero crecer tan pronto.

  Aún me mira poco convencida pero termina aceptando. –Bien, si necesitas algo dime.

  –Gracias.

  Espero a que me deje sola y me dirijo hacia el marco que separa la cocina de la sala. Barro la mirada por todo el lugar hasta que doy con él.

Su rostro aparece frente a mí como una molesta luz blanca irritando mis ojos. Sander está sentado en uno de los sillones con una chica sobre sus piernas, riendo y abrazándolo. Y no es cualquier chica, es la misma de las fotos, a quien prefirió en mi lugar.

  ¿Qué hace ella aquí? 

  No me doy cuenta el momento en el que me termino la cerveza de Elsa y alzo una nueva. No permitas que te afecte, eres mejor que eso. Me repito a mí misma cerrando los ojos.

  Un par de minutos más tarde, Elsa aparece a mí lado.

   –¿Estás bien?– Me mira con atención.

  –Sí. Afirmativo,– hablo con rapidez levantando mi pulgar. 

  Mira hacia la sala. –No lo parece.

  –Estoy bien. Quiero bailar.– Tomo su brazo y la arrastro hacia la pista sin mediar otra palabra.

  Me muevo al ritmo de Nonsense de Sabrina Carpenter hasta que me encuentro con los ojos de Logan. Ford le dice algo pero él no parece escucharlo, en su lugar me sonríe. ¿Debería hacerle una seña para que me acompañe? ¿Debería arrojarle un zapato a Ford para que se aleje de él?

  Todas esas preguntas quedan en segundo plano cuando algo más capta mi atención. 

  Uno de los chicos encuentra divertido agitar una lata de soda y la abre apuntando a sus amigos, rociándolos mientras ríen. Esa acción actúa como efecto dominó entre ellos y algunos empiezan a hacer lo mismo, con mi mala suerte de que termino siendo uno de los objetivos y termino con soda en mi cara y la parte superior de mi ropa.

  –Rosie, mierda.– Joe se acerca intentando no reírse. –Lo siento.

  Los demás continúan sin percatarse de nada y Elsa grita detrás de mí. –¡¿Pueden dejar de hacer eso?!– Eso llama la atención de varios y yo sólo quiero huir de la escena. –Vamos,– dice mi amiga, –te acompaño al baño.

  Caminamos esquivando personas hasta que damos con alguien de frente. Una chica, la chica.

  –Ten cuidado,– dice con un poco de molestia en su rostro pero no le hago caso porque mis ojos están en otra persona.

  –¿Rosalie?– El chico me mira con sorpresa, al parecer no sabía que estaba aquí hasta ahora. Lo que daría por saber en qué está pensando.

  –No estoy de humor,– murmuro pasando por su lado pero soy interceptada por Alice. 

  –Rosalie, ¿No tienes algo que decirle a Sander?– Sé lo que quiere hacer, quiere quebrarme, ponerme en ridículo. Lo que parece no entender hasta ahora es que yo siempre hago el ridículo y ya estoy acostumbrada a eso. Es como un súper poder. –Luego de que te haya destruido, tratándote como a una pérdida de tiempo, tendrías que defenderte.– Da un paso adelante levantando un teléfono, haciéndolo bailar en mi cara. –Los mensajes no mienten.

  Elsa aparta el aparato y me lleva con ella. –Vamos Rosie.

  Cuando termino de limpiarme le digo a Elsa que quiero estar un tiempo a solas. Evito la mirada de algunos y agarro una botella de la cocina, llevándola conmigo hacia el patio de atrás. 

  Tengo ganas de gritar pero no lo hago, en su lugar busco el lugar más aislado del jardín, –aquel donde no haya parejitas– y me dirijo hacia allí.

  Tomo asiento en la hamaca de tela que cuelga entre unos soportes de madera y bebo un largo trago del fuerte líquido. Dije que no iba a afectarme pero ¿cómo no hacerlo? Hasta hace tres meses estábamos bien, al menos yo lo estaba, completamente ignorante de sus andanzas. Mi corazón se siente pesado y tengo que parpadear varias veces cuando siento las lágrimas agrupándose para salir. 

  Me pierdo en las estrellas en el cielo por lo que creo es una eternidad antes de que un pequeño mareo me atrape. Tal vez sea porque estoy meciéndome mientras miro hacia arriba. ¿Estoy ebria ya? Eso espero.

  Vaya comienzo del último año. Lo único que logra consolarme es el hecho de que sólo debo sobrevivir unos meses antes de largarme de aquí.

  –¿Disfrutando de tu propia fiesta, Morgan?

  Tal vez si pretendo que no lo veo y escucho se vaya por donde vino.

  Pero no. En su lugar, Ford toma asiento a mi lado quedando brazo con brazo debido a la superficie incómoda sobre la que estamos sentados. Vuelvo a tomar de la botella que ahora está un poco menos de la mitad y suspiro.

  –¿Puedo?– Pregunta señalando la botella. Se la doy sin pensarlo mucho. Toma un trago y se queja. –¿Qué demonios es esto?

  –No tengo idea, pero aún sigo viva, no debe ser algo tan malo.– Respiro profundo y me concentro en un punto fijo. El árbol junto a la piscina.

  –Ese fue un buen espectáculo.– Ahora tengo nauseas.

  Le doy una sonrisa lánguida. –Ser el alma de la fiesta está cansándome,– admito intentando ocultar el dolor en mi voz. Ojalá Ford no estuviera aquí, odio esta vergüenza que estoy sintiendo en este momento. No quiero que ningún conocido me vea así. Tan expuesta y vulnerable, tan estúpida. –Al menos hay más material para ti y los demás que quieran tener algo en mi contra.

  –Ese tipo es un imbécil.

  Eso no me hace sentir mejor. 

–No puedo creer que llegué a querer a alguien así,– me reprocho a mí misma.

  Ford bufa por lo bajo y medita por un momento antes de hablar. –A veces no elegimos a quien queremos,– dice. –Solo pasa.–

  Le doy otro trago a la botella culpando al ardor que el líquido deja en mi garganta por mis ojos aguados. 

  –Puedes decirlo,– murmuro luego de soltar un pequeño eructo. ¿Acaso puedo ser un desastre mayor? Lo único que agradezco es que Logan no esté aquí para verme sumergir en mi propia miseria.

  ¿Dónde estará? Seguramente escuchando todo lo que Alice debe estar diciendo sobre mí. Bebo aún más apretando mis ojos para soportar el ardor que baja por mi garganta.

  –¿Decirte qué?– Pregunta Ford.

  –Te lo dije,– respondo imitando el tono de su voz antes de voltear a verlo. –Me lo advertiste ¿recuerdas?

  Fue en segundo año, poco tiempo después de que la noticia de Sander y yo se corriera por el campus. Fui un poco popular un tiempo… por asociación, pero toda esa atención empezó a aburrirme. Rosie saliendo con el capitán del equipo de nuestra universidad rival. Un día mientras leía unos apuntes en la biblioteca, Ford se acercó y me dijo que no debería salir con Sander porque no tiene buena fama. Yo no conocía esa fama de la que hablaba y cuando se lo pregunté me dijo que lo conocía desde hace tiempo porque solían ir a jugar basketball en un club cerca del campus a comienzos del primer año de universidad.

  Le dije que se perdiera y que no quería hablar con él sobre el tema.

  Vaya que me arrepiento de eso. Me arrepiento tanto el no haberlo escuchado. Claro que en ese momento no iba a hacerle caso, no al chico con el que siempre me enfrento por cualquier cosa. ¿Por qué habría de seguir sus consejos cuando no me caía bien?

  –Dijiste que alguien como él no me convenía. Tenías razón.

  –Por más que me gustaría hacerlo, no es el momento.– Tal vez haya sido mi tono, o lo deprimente que debo verme –borracha y triste, no creo que haya algo más deprimente que eso, pero algo debe de haber conmovido a Ford para que no me lo refriegue en la cara. 

  También es una escena patética. Yo tendría pena de mí misma.

  Juego con la botella antes de notar algo. –¿Qué te pasó en la mano?– Inquiero observando sus nudillos lastimados.

  Mueve sus dedos mientras pretende examinarla. –Golpeé una pared sin querer.

  Lo miro un tanto adormilada para luego alcanzar la mano y observarla de cerca. 

  –¿Golpeaste una pared?– Repito sus palabras. –¿Alguien te creyó eso?

  Ford sonríe sin mirarme y aparta su mano de la mía.

  –Casi lo haces.

  Estoy por decir algo más cuando Logan aparece luciendo preocupado.

  –Rosie, te estuve buscando por todas partes. No ayuda que sea una casa tan grande– Se queja corriendo hacia nosotros. –¿Estás bien?– Me pregunta antes de mirar a su primo. –Ten, ponte hielo,– dice dándole una toalla con cubos de agua congelada dentro.

  –Estoy bien,– responde Ford pero hace lo que le dice.

  Logan posa sus ojos en mí y suaviza la voz doblando sus rodillas para quedar casi a mi altura. –¿Quieres que nos vayamos a casa?

  Miro el lunar que tiene bajo uno de sus ojos. Mis mejillas se sienten muy calientes, probablemente parezca un payaso con la cara pintada de rojo.

  –Quiero una hamburguesa,– digo sin dar vueltas. Mataría por una en este preciso momento.

  Veo a Logan dudar y éste mira a Ford. –¿Deberíamos conseguirle una?–

  El chico a mi lado niega de inmediato decidiendo por mí. –Vomitará en cualquier momento,– asegura pero no le cuestiono nada porque creo que tiene razón. De nuevo. Dos veces en una noche sería un récord para él y no quiero admitirlo por lo que me quedo en silencio. –Será mejor que la llevemos a su dormitorio.– Ford se levanta de la hamaca con cuidado de no moverla mucho para evitar que el mareo dentro de mí sea aun peor. –¿Dónde está Elsa?–

  Logan señala hacia la casa. –En el frente, le dije que nos esperara ahí.– Da un paso hacia mí y extiende su mano. –Ven,– dice ayudándome a ponerme de pie pero trastabillo un poco y mi peso ahora es sostenido por él.

  Me detengo unos segundos, mirando su rostro y sonrío. –Tienes unos ojos hermosos,– susurro. Ese pequeño comentario hace sonreír al chico.

  –Tú también.

  Ford se aclara la garganta y golpea el hombro de su primo. –Vamos Romeo.

Capítulo 3

  –…y me dijo que debía conseguir nuevos pisos, ¿puedes creer eso, Rosie? ¿Conseguir nuevos pisos? Qué estupidez.– Escucho las quejas de mi madre a través del teléfono. Al principio quería contactarme a modo de video llamada pero no le iba a contestar sintiéndome como un zombi en etapa terminal. Ella odia que beba, me lo dijo muchas veces y trato de mantenerlo al mínimo. Tampoco es que me la pase borracha siempre, no lo hago, tampoco me agrada pero anoche fue una excepción con la que no contaba.

  No contaba con ver a Sander de esa forma y sintiéndome completamente vulnerable hacia él sin ser posible defenderme a mí misma. Podría haberle dicho cosas, podría haberme descargado pero fue tanta la impresión de verlo que mi mente se nubló y detesto cuando eso sucede.

  Froto mi entrecejo con un dedo, como si eso fuera a calmar este dolor de cabeza mágicamente. –¿Y el punto de todo esto es…?

  –Preguntarte si traerás a alguien para la fiesta de compromiso, estoy haciendo la lista.– Ah, esa bendita fiesta.

  Tomo una respiración profunda. –¿Qué tiene que ver el piso con esto?

  Mamá hace un ruido de exasperación. –Debo limpiarlos, pulirlos y dejarlos tan brillantes como pueda para que tu tía me tenga envidia. ¿No pusiste atención a todo lo que te dije?– Reprocha. Incluso a través del teléfono puedo ver su rostro arrugado y su brazo cruzado a través del estómago como siempre hace cuando algo la molesta.

  –Sí, claro,– respondo ahogando un bostezo.

  Una corta pausa se produce a través de la línea. –¿Qué te sucede? Te escuchas rara, ¿debo enviar a tu padre a buscarte?

  Suspiro. –No, déjalo en paz, estoy bien.– Intento cambiar el tono de mi voz para pasar su detector de mentiras pero es casi imposible hacerlo.

  –No parece, soy tu madre no puedes mentirme.

  Me quejo en voz alta llevándome una mano a la frente. –¿Puedes hablar un poco más bajo? Mi cabeza duele.

  –Ah.– Parece entenderlo todo. –Te divertiste anoche, ¿verdad?

  Bufo antes de negar. –Si, fue muy divertido.

  –Espero que no tanto.

  –No, ¡qué va!– Exclamo corriendo un poco la cortina para que la luz no sea tan fuerte. –Escucha ma, pensaré lo del más uno y te lo haré saber más temprano que tarde.– Camino por la habitación vacía. Estoy segura que Elsa está en la biblioteca, dice que le gusta ir temprano porque no hay tanta gente un sábado a las siete.

  –Bien, pero no pretendas olvidarte, te estaré presionando esta semana,– advierte y sé con seguridad que así lo hará. Siempre lo hace hasta conseguir lo que quiere.

  –Aham, los quiero,– me despido.

  –¡George!– Grita llamando a mi padre y debo separar el teléfono de mi oído por el volumen. –¡Dice adiós!– Escucho la voz de mi padre a lo lejos y luego un saludo compartido de ambos. –¡Te queremos, hija! Cuídate.

. . .

  Apenas salgo del edificio de dormitorios me encuentro con Logan, sentado sobre uno de los bancos cercanos. En el momento en que sus ojos se cruzan con los míos, el chico sonríe y se levanta de inmediato caminando hacia mi encuentro. 

  Levanta una pequeña bolsa de plástico con una botella dentro. –¿Qué es esto?– Pregunto acomodando los lentes de sol que tomé prestado de Elsa, sin que ella lo sepa.

  –Me dijeron que ayuda con la resaca,– responde cruzando los brazos sobre su pecho.

  –Gracias.– Aclaro la garganta. –Por esto y por traerme al dormitorio anoche.

  Niega despacio. –Deberías agradecerle a Ford, defendió tu honor anoche.

  –¿Lo hizo?– La mención de Ford en una frase referida a mi honor va a ser siempre un gran tema de conversación.

  –Deberías haber visto como golpeo a ese sujeto.– Suelta una risita. –Tuve que detenerlo antes de que todo termine en un gran desastre.

  Supuse que algo así había pasado pero ahora que escucho la confirmación no deja de sorprenderme. Creo que es la primera vez que ha hecho algo así por mí. Es la primera vez que alguien golpea a alguien más por mí y no sé cómo sentirme al respecto.

–Ford no parece el tipo de persona que hace eso.

  –No lo hace,– asegura. –Pero ese sujeto empezó a decir cosas, se notaba bastante ebrio, le advertí que se callara y luego Ford salió detrás de mí y le dio un puñetazo.– Se detiene un segundo. –Aunque, entre nosotros, se lo merecía,– explica colocándose de tal manera que el sol no dé directamente a mi rostro.

  –¿Puedes olvidar todo lo que pasó anoche?– Eso sale casi como un ruego. –No debiste presenciar eso.

  Frunce el ceño, mostrándome su descontento. –¿Por qué lo dices? Estoy molesto, no planeo olvidarme de la cara de ese tipo.– Tiene que dejar de decir cosas así, mi corazón no deja de correr. –¿Estás libre ahora?

  Asiento. –Sí, quería caminar un rato, tomar aire.

  –¿Te importa si te acompaño?– Le doy una sonrisa afirmando que la idea me agrada de verdad.

  –Vamos.

. . .

  –Siempre quise ver un koala, ¡son tan lindos!– Exclamo con emoción. He visto tantos documentales de esos pequeños animalitos y en cada uno de ellos no puedo evitar anhelar el abrazarlos con fuerza.  

  –Por desgracia, donde vivo no hay muchos pero si te vas más al norte puedes encontrar un refugio con cientos de ellos.– Paseamos por el parque cercano al campus, el día es hermoso, la compañía es genial, no puedo quejarme sólo quiero evitar pensar en esa fiesta. Subo por un reborde de ladrillos que separan el camino de un área floral, tengo la costumbre de hacerlo desde niña y Logan toma mi mano cuando ve que tambaleo. Su toque hace que mi estómago se vuelva un remolino.

  –Australia suena fantástico,– admito.

  –Lo es, deberías visitarme en algún momento, sé que a mi madre le encantará verte de nuevo. Aun se acuerda de ti y otros niños.– Ese comentario provoca que las mariposas dentro de mí enloquezcan. ¿Su madre aún me recuerda? Sólo la vi unas cuantas veces cuando iba a dejar a los chicos, también cuando nos debíamos marchar. Nunca pensé que realmente se acordara de mí aun cuando había pensado muchas veces en pedirle la mano de su hijo. 

  Absurdo. 

  –Sería genial.– Intento no sonar tan afectada cuando en realidad sólo quiero saltar a sus brazos y gritar ¡sí! a todo.

  Al bajar de esos ladrillos, me percato que su mano no suelta la mía y no voy a ser la primera en hacerlo. Tal vez no se dio cuenta, debería hacer lo mismo.

  –Así que, ¿de qué tanto me perdí?– Vuelve hablar.

  Lo pienso por un momento. –¿Recuerdas a ese niño del campamento?, ¿Tommy?– asiente, –ahora es un cantante en Broadway.–

  –No es cierto,– me mira con sorpresa. –¿El mismo Tommy que solía comer tierra y odiaba los escenarios?–

  Sonrío con gracia. –Increíble lo que pueden hacer unos años.–

  Su teléfono suena y su mano se separa de la mía dejando un pequeño vacío. Mira la pantalla un segundo y lo vuelve a guardar.

  –¿Todo bien?

  Afirma. –No te preocupes sólo es Ford, quiere saber dónde dejé su cargador de celular.

  ¿Cómo es que aún sin estar presente lo está? 

  Frunzo los labios. –¿Qué hay de Ford? ¿Hace mucho no lo veías?

  –Poco más de dos años,– responde. –Las cosas se complican cuando vives al otro lado del mundo. Tengo a casi toda mi familia aquí y fue algo estresante separarme así de ellos siendo un niño,– explica antes de soltar un suspiro casi imperceptible. Voltea a mirarme y me da un pequeño guiño. –Pero pienso pasar mucho tiempo con él antes de que se vaya, al menos para que no vuelva a olvidarse de su primo favorito.

  –¿Irse?

  –Al terminar la universidad,– informa. –Dijo que planea viajar por el mundo tomando fotografías, conseguir un trabajo independiente.

  Eso suena mucho a Ford. No creo que sea de las personas que son felices trabajando en una oficina. Sin embargo, no voy a admitir que ese es uno de los tantos sueños que he tenido desde siempre. Viajar y conocer personas nuevas, culturas, aprender de todo y todos.

  –Eso suena bien.

   –Su padre no está muy feliz sobre eso, cree que puedo hacerle cambiar de opinión.– 

  –¿Te pidió que lo hicieras?– Inquiero, Logan asiente. –Buena suerte, es la persona más cabeza dura que conozco, además de mí.

   –Si, sé que es una batalla perdida,– sonríe. –¿Qué hay de ti? ¿Ya sabes lo que vas a hacer al terminar el año?

  Me he hecho esa pregunta muchas veces sin embargo, aún no tengo una respuesta exacta. –Para ser honesta, no,– contesto. –Decidí que quiero disfrutar de este año sin preocuparme mucho por el futuro, luego podré pensar en eso.

  –¿Tienes en mente en qué vas a gastar tu tiempo?– Su mirada pícara me hace reír.

  Lo pienso por un momento y respondo. –Aventuras espontáneas.

  –Me gusta cómo suena eso.– Me detiene colocándose en mi camino y levanta su dedo anular. –Aventura espontánea número uno, sal conmigo.

  Mi cerebro acaba de congelarse. 

  Como esa sensación de aturdimiento que el cuerpo experimenta luego de que una bomba explote no muy lejos de ti. Logan acaba de tirar una bomba frente a mí.

  –¿Salir contigo?– Repito.

  He soñado con este momento muchas veces de niña. Con él acercándose a mí con un gigantesco ramo de rosas pidiéndome ir a comer helado. 

  –No he tenido mucho tiempo para hacerlo, la fiesta de anoche fue una de las pocas excepciones,– dice provocando que la vergüenza reaparezca en mí. Aún no puedo creer que Logan conoció al patán de Sander. –Más allá de eso, he estado ocupado con las clases y no puedo pedirle a mi primo que me dé un súper tour por la ciudad, tiene sus cosas para hacer y para ser honesto,– se acerca como si fuese a contar un secreto, –necesito salir con alguien más aparte de él. Con urgencia.

  Levanto una ceja, cuestionándolo. –¿Qué te hace creer que yo no estoy ocupada también?

  –¿Lo estás?– Se aparta un poco.

  Lo rodeo, caminando por su lado. –Sí,– hago un pequeño silencio, –pero puedo despejar algunas cosas de mi agenda por alguien que lo necesita con desesperación, como un viejo amigo.

  Logan me mira con entusiasmo. –¿Qué te parece el próximo viernes?

  Asiento intentando contener la gran sonrisa que amenaza con salir.

. . .

  La notificación del Sr. Wilson en la página para el proyecto llegó hace unos momentos y estoy a punto de conocer a la persona con quien estaré compartiendo las próximas semanas. Mi único pensamiento en este momento es en pasar esta materia, sea quien sea espero que trabaje y no se la dé porque haga todo yo. Aunque no me molestaría, como una fiel capricorniana siento la necesidad de hacerlo todo a mi manera sabiendo que cualquier otra persona sólo estorbaría.

  Tamborileo los dedos sobre el escritorio mientras la página se carga. Estudiantes continúan entrando y saliendo de la biblioteca, a tal punto en el que para esta hora de la tarde se encuentra llena de gente por todas partes. Podría haber ido a mi cuarto pero la ansiedad por saberlo me ha estado matando desde que mi celular sonó con el mensaje y no soy una persona paciente.

  Mi teléfono suena con una notificación entrante pero no le hago caso porque la página me lleva al sitio donde están los nombres de todos los alumnos. Busco el mío y justo a su lado está…

  –¡No es posible!– Grito llamando la atención de todos. 

  . . .

–Permíteme.– Logan abre la puerta de la cafetería por mí y podría tachar el punto de caballeroso en mi lista. Por supuesto que lo es, siempre ha tenido ese perfil de respetuoso y servicial aunque para ser honesta, no creí que continuara siendo ese niño. Las personas tienden a cambiar cuando crecen y el miedo de que Logan me decepcione en algún momento aún está presente por lo que voy a hacer lo que siempre hago en situaciones así: mantener mis expectativas bajas, de esa manera no me ilusiono y evito llorar luego.

  –Gracias.

  Tomamos una de las mesas junto a la ventana. –Me dijeron que este lugar es muy bueno, ¿puedes confirmarlo?

  –Lo confirmo.

  Mira a su alrededor buscando a alguien que nos atienda. –¿Tienen un menú vegetariano?– Me pregunta.

  –Sí.– Rebusco en el pequeño libro plastificado con las especialidades del lugar y marco una de las páginas, –aquí tienes.

  Sonríe a modo de agradecimiento. –Esto es genial, se me estaba haciendo difícil encontrar uno de estos por estos barrios.

  Hago un sonido con mi garganta.

  –Veo que tu primo se encargó muy bien de ti,– digo sin pensar.

  Logan ríe por lo bajo. –Puede parecer que está conmigo todo el tiempo pero en realidad siempre está con sus cosas.

  –Qué gran compañero,– respondo con sarcasmo.

  –Lo es cuando quiere.– Me observa por un momento. –No puedo creer que estés en tu último año.

  Yo tampoco, no es que me tenía mucha confianza.

  –Sí, creo que ya estoy lista para salir de aquí. ¿Qué hay de ti?– Pregunto mientras juego con una servilleta.

  –Me gradúo el próximo año con suerte, al principio la idea era venir a esta universidad con Ford, pero mi madre quería que me quedara en la local,– explica. –Hicimos un trato en el que cumpliría dos años allá y luego pediría el traslado hacia aquí.

  –Suenas a que estabas desesperado por irte.

  Mueve su cabeza afirmando.

  –Lo estaba. No es que no me guste mi ciudad, pero sentía la necesidad de buscar mi propio camino, nuevas experiencias. Mis tíos están aquí, Ford es un chico responsable y mamá se sentía segura con eso.

  La familia de Ford vive en la misma ciudad que yo, salvo que su casa está del otro lado del territorio. Por más que vengamos del mismo lugar, nunca nos hemos cruzado con frecuencia, no íbamos a la misma escuela ni teníamos los mismos amigos o hobbies donde coincidir más que el verano. Lo cual es excelente porque el verano era más que suficiente para aguantarlo. 

  –¿Y te sientes a gusto?

  –Mucho,– asegura, –creo que me estoy adaptando bastante rápido. Aunque aún se me hace difícil conducir por el lado contrario.

  La campanilla sobre la puerta de la cafetería  suena y capto a una pareja entrando, la chica tiene un cabello increíble y un labial rojo que le sienta muy bien y ese chico tiene el mismo rostro de Ford. 

  No, no se parece, es Ford. 

  Y está con una chica. Una que no es Alice o alguien que conozca.

  Tomo el menú y me escondo detrás pretendiendo que estoy poniendo mucho énfasis en elegir la opción correcta. Una chica se acerca para tomar nuestras órdenes y ni siquiera me acuerdo que es lo que pido por estar mirando hacia la mesa de la esquina.

  –…creo que eso es a lo que se refieren, ¿no crees?– La voz de Logan me hace volver a él.

  –¿Qué?– Ahora me siento fatal. ¿Qué tal si se siente incómodo porque no le estoy poniendo atención por estar mirando a su primo? ¿Por qué estoy mirando a su primo? Loga es el único primo al que debería estar mirando.

  –¿Estás bien?– Inquiere con intriga. Balbuceo un poco y mueve sus ojos hacia la dirección en la que mi atención estaba puesta. –Oh, no sabía que vendría aquí,– murmura.

  –No sabía que tenía una cita esta noche.– En el mismo lugar que nosotros.

  Señala con la cabeza. –Es una cita a ciegas, su compañero de cuarto le estuvo molestando para que saliera con esta chica y para callarlo aceptó.

  –¿Sabía que vendríamos aquí?

  Niega de inmediato. –No lo creo, no hablamos de eso.

  Tomo un largo trago de mi bebida.

  –Me dijiste que tu hermano se casa,– habla. 

  Mi atención vuelve a mí acompañante. –Si, con su novia extranjera. Se conocieron a los dieciocho y ocho años más tarde aquí siguen. Dijo una vez que era el amor de su vida.

  –¿Qué tan especial es eso?

  –¿Hace cuánto no ves a tu familia de aquí?– Siento la gran necesidad de cambiar de tema.

  –No pude venir para las fiestas, hubo una tormenta horrible y los vuelos se cancelaron. Además, se me complicaba por mi trabajo de verano, así que ha pasado algún tiempo.

  La risa ruidosa de la acompañante de Ford resuena por el lugar. Parece estar pasándolo muy bien.

  –¿Eres cercana a tu hermano?– Pregunta Logan. –Nunca he podido conocerlo pero creo que hablaste de el en el campamento.

  Pienso mis palabras con cuidado. Bueno lo éramos, es decir, Jackson era mi mejor amigo hasta que luego no lo fue más.

  –Es mi hermano,– respondo distraída, –pero más allá de compartir el mismo tipo de sangre nos hemos distanciado un poco.

  Su rostro se contrae. –Lamento escuchar eso.

  –Gracias.

  No pasa mucho hasta que la mesera vuelve con unos platos.

  –Aquí tienen chicos,– sonríe antes de irse nuevamente. 

  –¿Yo pedí esto?– La hamburguesa con dos raciones de papas están sobre la bandeja frente a mí y lucen increíbles como siempre. Amo la comida de este lugar.

  –Agregué una porción extra de papas,– comenta, –te veías distraída y Ford me dijo que te gustan las papas.

  De acuerdo, ¿qué?

  –¿Hablaste con Ford de mí?– ¿Qué más le habrá dicho sobre mí?

  –Le dije que iríamos a comer y me dijo que me asegurara de tener papas extra, parece que te conoce muy bien.

  –Sí.

  Miro hacia su mesa y él ya me estaba mirando. Corre su mirada con lentitud, como si no le importara que lo haya atrapado. Es demasiado seguro de sí mismo.

  La cena se basa en conversaciones típicas para conocer a la otra persona, preguntas genéricas como ¿Cuál es tu película favorita? ¿Qué tipo de planta serías si el medio ambiente no estuviera en un declive amenazante? ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Logan es un chico increíble, de esos difíciles de encontrar que tienen todo lo que volvería loca a una chica. Carisma, sentido del humor, un lado sensible, una risa contagiosa y el poder de hacerte sentir cómoda aun estando en silencio pero, por alguna razón, nada de eso sirvió para evitar que mi atención estuviera en la mesa diagonal a nosotros.

  Ford y esa chica se la pasaron hablando durante toda la velada. Rieron mucho, sonrieron mucho y eso provocó un malestar en mi interior. Puede que sea el hecho de que me siento cohibida por él y no puedo sentirme completamente tranquila estando con su primo. Es como si tu padre estuviera sentado al fondo del lugar mientras tienes tu primera cita. 

  De vez en cuando lanzó miradas furtivas hacia aquí pero pretendí no darme cuenta.

  Más tarde, la chica del fondo se levanta y se dirige al baño dejando a su cita completamente solo.

  –Tu celular ha estado sonando un largo tiempo,– advierto en voz alta mirando a mi acompañante. –Parece que alguien está desesperado.

  Percibo un leve sonrojo en sus mejillas debido a la vergüenza antes de mirar la pantalla de su teléfono y luego me lo muestra para leer un gran JASON en rojo.

  –Es mi compañero de cuarto,– explica, –lo siento, he estado ignorando las llamadas, debería apagarlo.–

  Lo detengo y señalo su teléfono.

  –Puedes contestarle, debe ser algo importante para que insista tanto.

  Duda un poco pero termina preguntando, –¿Segura?– Asiento. –Ahora vuelvo.– Se pone de pie encaminándose hacia la salida. –¿Jason? ¿Qué sucede?

  Mi mirada se enfoca en la terrible fotografía publicitaria de un local de ropa en el que su lema principal es no dejes para mañana lo que puedas comprar hoy. Si tan solo supieran que con los precios en los que las prendas de ahí cotizan nadie tendría una oportunidad de comprar algo. 

  –Hola compañera.

  –¿Podemos pretender que no vamos a trabajar juntos hasta el lunes?

  –Apuesto a que estás emocionada, como en los viejos tiempos.

  Ford y yo fuimos seleccionados para liberar las ranas que los niños atraparon en una de las actividades del campamento. Ford me puso una rana dentro de la remera y ese fue el comienzo de una horrible fobia hacia ellas.

  –¿Tienes una rana escondida en tu bolsillo?

  –¿Quieres que consiga una?

  –Si no fuese porque Logan dijo que no sabías que estaríamos aquí esta noche creería que me estas acechando.– Clavo mis ojos en la puerta de entrada, por donde salió mi acompañante hace unos minutos.

  –¿Hablando de mí?– Ford toma el asiento de Logan, frente a mí, ostentando una gran sonrisa en su rostro. –Eso me hace sentir importante,– añade.

  Suspiro. –¿No deberías esperar a tu cita? Podría caerle mal si te encuentra conversando con alguien más.

  Toma una de las papas fritas de mi plato. –Melissa no parece de las celosas.

  –Melissa,– repito por lo bajo soltando una corta risa sin gracia.

  Logan se aproxima hacia nosotros y me doy cuenta que algo parece estar molestándolo.

  –¿Todo bien?– Pregunto.

  –Lo lamento Rosie, el idiota de Jason casi incendia el cuarto con un cigarrillo, tengo que ir a ver los daños y si Chuck lo atrapa va a matarlo.– Chuck es quien controla los dormitorios en el edificio de chicos, junto a otra persona.

  Ford ríe un poco. –Deberías dejarlo a su merced para que aprenda la lección.– Por una vez estoy de acuerdo con él.

  –Créeme que si arruinó algo de mis cosas, Chuck será la menor de sus preocupaciones.– El chico está serio, yo también lo estaría. Jason es conocido como una persona despreocupada a la que poco le importan las cosas. Si arruinara algo de mí propiedad terminaría muy mal. –De verdad siento terminar la noche así, déjame llevarte de vuelta y te prometo una próxima salida mucho mejor.– No puedo evitar derretirme ante su tono avergonzado y lastimero. Si hay algo que este chico posee son expresiones que te hacen querer abrazarlo con cariño o besarlo con desesperación. 

  Fácilmente podría hacer ambas sin problema.

  –Ve, estoy perfectamente bien,– aseguro, –de verdad no tienes que preocuparte por nada.–

  Logan golpea el hombro de su primo. –Ford, acompáñala.

  El chico me mira y niego con rapidez. –Prefiero caminar conmigo misma, gracias.

  Ford me sonríe y apoya su espalda en el respaldo de la silla. –Ella es la jefa aquí, no puedo ir en contra.– Sé que solo está molestándome, jamás ha respetado mis decisiones o espacio personal y no empezará ahora.

  –Solo terminaré esto y me iré,– comento mirando el resto de comida en mi plato. 

  El rubio me mira abatido. –Me siento realmente mal.

  –Y yo me voy a sentir mejor cuando me digas que tu compañero no se volvió un pirómano.– Ese comentario logra sacarle una sonrisa. Se acerca hacia mí y besa mi mejilla permitiéndome sentir su perfume aún más de cerca.

  –Te llamo luego,– dice antes de pasar por el mostrador para luego irse.

  Ford se encuentra mirándome con una expresión que no logro descifrar pero antes de que él pudiera decir algo miro a mi derecha. –Tu cita volvió,– aviso, –no la dejes sola.

  Una vez que termino mi hamburguesa y de que la mesera me dijera que Logan pagó por toda la comida, le envío un mensaje para regañarlo por no dejarme pagar mi parte seguido por un ‘buenas noches’. Salgo de la cafetería y emprendo mi camino hacia el campus, el que por fortuna no está tan lejos porque no soy una gran fanática de caminar sola por la noche. 

  Escucho unas pisadas detrás de mí y tomo el bolso con fuerza pensando hacia donde voy a golpear primero. La persona detrás de mí se acerca y automáticamente mi cuerpo se pone en modo alerta dispuesto a defenderse.

  –Soy yo, no te asustes,– escucho antes de darme vuelta.

  –¡¿Qué haces aquí?!– Exclamo con enfado.

  –¿De verdad pensaste que iba a dejar que te fueras sola? Soy un caballero.– Ford camina hasta colocarse a mi lado. Miro detrás de nosotros.

  –¿Dónde está Melissa?– Pregunto. –¿La abandonaste?

  Niega poniendo sus manos en los bolsillos. –No la abandoné, sus amigos aparecieron y se fue con ellos a un club.

  Hago un ruido con mi garganta. –¿Prefirió irse con sus amigos y me usas de excusa para no quedarte solo?– Lo miro con intriga. –Auch Lawrence ¿tan mal estuviste?

  No dice nada, sólo se limita a sonreír y caminar.

  –¿Sabes de lo que aún no hablamos?– Dice al cabo de unos minutos.

  –¿El cómo la contaminación del aire nos está matando?

  –El hecho de que salgas con mi primo,– lo miro de reojo. –¿No crees que tal vez me sienta incómodo por eso?

  Suspiro sonoramente. –No me importa cómo te sientas…y no salgo con tu primo.–

  Aún. 

  –Pero quieres.– Puede que.

  –Sólo estábamos poniéndonos al día.

  Un grupo de chicos pasa junto a nosotros riendo y tarareando una canción de rap que no conozco. –¿Aún sigues con tu enamoramiento de niña?– Pregunta obteniendo mi completa atención.

  –¿De qué estás hablando?– Intento no sonar muy intensa.

  –Ya sabes, tú y Logan, esa nota que le escribiste al finalizar el verano y nunca se la enviaste.– 

  Frunzo el ceño recordando esa carta que escribí en un papel rosa lleno de stickers de flores porque creí que se veía increíble. –Es imposible. Esa nota estaba en mí diar...– me detengo y tomo su brazo. –¡¿Leíste mí diario?!

  La sonrisa que recibo de su parte me lo confirma todo. Quiero golpear esa cara.

  –Solo unas páginas,– admite, –en mí defensa lo olvidaste en la cafetería, ¿Qué tal si lo encontraba alguien más?–

  Me siento mortificada intentando recordar las cosas que narraba en ese pequeño cuaderno. –¡Hubiera preferido eso!

  Niega y acerca su rostro hacia el mío. –Ha pasado mucho tiempo, hay que dejarlo en el pasado.–

  Lo empujo hacia atrás y continúo caminando. –Solo espero que no haya escrito algo horriblemente vergonzoso.

  –Viniendo de ti, todo lo es.

. . .

  Apenas llegamos a mi edificio de habitaciones la voz de Ford me detiene de irme. –¿Qué debería decir en lugar de Logan?– Lo miro confundida.

  –¿A qué te refieres?

  –¿Qué debería decirte Logan al final de una cita?– Vuelve a hablar antes de pretender pensar en sus próximas palabras. –Veamos… ¿Me divertí mucho? ¿Eres hermosa aunque comes como un camionero?– Levanta una mano, –sin, ofender a los camioneros. ¡Oh!– Chasquea los dedos antes de recitar con un terrible acento australiano, –me gustaría que volvamos a hacer esto, la pasé increíblemente bien.–

  Me lleva un gran esfuerzo el no sonreír en este momento. –Eres terrible con los acentos, ya cállate.– Doy media vuelta y subo las escaleras hasta la puerta de entrada.

  –No te resistas, muchos dicen que mi voz es uno de mis mejores atributos.– Escucho detrás de mí.

  Le doy una mirada de costado. –¿Quiero saber los otros?

  –¿Estás coqueteando conmigo, Morgan?– Suelto un sonido de molestia.

  –Lárgate.

Capítulo 4

  Mis pies golpean el piso, mi cuerpo se siente pesado, mis brazos cuelgan y yo hago el intento de no desmayarme.

  –Espera. –alargo el brazo hacia Elsa quien corre sin problema al frente de mí, –creo que voy a morir.  Se da la vuelta trotando hacia atrás como si lo hubiera hecho toda la vida.

  ¿Por qué accedí a esto? El deporte nunca fue mi fuerte. ¿Recitar un poema de dos hojas de memoria? Puedo hacerlo. ¿Cambiarle el neumático a un auto? Papá me enseñó. ¿Hackear la computadora del rector? No es imposible –no es que alguna vez lo haya hecho– pero, ¿correr cinco kilómetros bajo el sol de la tarde? No lo creo.

  –Sólo un kilómetro más, Rosie,– me anima, –¡vamos sé que puedes hacerlo!– Toma mi mano y me lleva unos cuantos metros hasta que me suelto y empiezo a caminar hasta detenerme y caer al piso. Elsa regresa hasta mí, corriendo en su lugar para no perder el ritmo.

  –Mis piernas se sienten como gelatinas y todo quema, incluso si parpadeo,– digo colocando una mano sobre mis ojos, cubriéndolos del sol. –Sólo vete y déjame ver el cielo por última vez antes de que la oscuridad me lleve.

  Escucho su risa.

  –Y me dices dramática a mí.– Mira el resto de la pista de atletismo. –Deberías sacar esa tensión que cargas de alguna forma y esto es grandioso.

  –Prefiero morir,– respondo bajo mi aliento.

  –Aun no puedo creer que de todos esos estudiantes, Ford haya sido designado como tu compañero de proyecto.– Suelta una carcajada burlona. –El universo te odia.

  –¿Puedes callarte?– Cubro mis ojos con el antebrazo. –Ya me siento lo suficientemente miserable como para agregarle más cosas al asunto.– La oigo dando saltitos.

  –Vendré por ti cuando cruce la línea,– asegura para segundos alejarse de mí.

  Muevo una mano despidiéndome. –Tómate tu tiempo,– murmuro sin importarme si lo escuchó o no.

  Tal vez debería haber usado protector solar.

  Alrededor de unos minutos más tarde, siento una presencia para nada bienvenida junto a mí.

  –¿Practicando ser un obstáculo en la carrera del jueves?– La voz de Ford me pone aún más molesta. No hemos hablado desde la fiesta, hace como cuatro días.

  Bufo con  fuerza. –¿Por qué siempre me encuentras en mi peor momento?

  Niega aplastando sus labios. –Porque tengo un radar especial.

  Suspiro y vuelvo a cerrar los ojos. –Vete, déjame en paz.– Por un momento creo que se fue pero siento como algo toca mi brazo y me giro con brusquedad viendo a Ford recostado junto a mí. –¿Qué haces?

  Imitando mi acción previa, cierra los ojos a la vez que dice, –mi madre se queja a veces de que no recibo la cantidad suficiente de sol.

  Parpadeo un par de veces.

  –Pero tu piel no es tan blanca.

  Ford sonríe sin mostrar los dientes. –Esa es mi respuesta siempre.

  –La mía dice que si continúo exponiéndome al sol tendré más pecas,– comento sintiendo como de a poco, el calor de los rayos ultravioleta no pegan tanto como antes. Está atardeciendo y no queda mucho para que aparezca la primera imagen de la luna.

  –Es cierto.

  Giro mi cabeza para mirarlo. –Elsa cree que salir a correr es una actividad divertida para despejar la mente.– Ford copia mi movimiento quedando frente a frente. Por supuesto no le digo que él es uno de los causantes de mi estrés últimamente, seguro ya está al tanto de eso. 

  –¿Cuál es tu tipo de actividad? –Pregunta.

  –Lo que sea menos esto.

 . . .

  Ford tuvo la idea de venir a uno de los salones recreativos del centro para distraer a Logan del hecho que Jason quemó una de sus remeras favoritas. Luego el rubio nos invitó a nosotras y al nuevo amigo de Elsa, un chico con el que estuvo hablando durante el verano y con quien ha estado pasando mucho tiempo juntos. Su nombre es Roy y es simpático, o al menos eso es lo que muestra. 

  Evito los juegos de arcade a medida que caminamos y me dirijo a la máquina para sacar premios. Es una de mis favoritas.

  –¿Cuáles son las posibilidades de que saques algo de ahí?– Pregunta Logan a mi lado.

  No lo miro pero sonrío confiada. –Siempre gano algo.– No quiero presumir pero si hay algo en lo que soy buena es en estas cosas inútiles pero desafiantes –aun no decido si eso es algo bueno o no. Los pequeños animalitos de peluches se mezclan con otros objetos como pelotas de plástico con sorpresas dentro o unas figuras de acción de Marvel. Mi atención se coloca de inmediato en una pequeña vaca rosa a unos centímetros de la garra de metal. Está arriba, en una buena posición y demasiado fácil para ser tomada sin que caiga.

  –Pruébalo,– dice colocándose a mi lado. Su perfume me invade de inmediato y necesito un par de segundos para concentrarme. Introduzco un billete de un dólar y respiro profundo antes de mover el controlador con cuidado y planeación olvidándome de todo a mí alrededor. 

  Apenas la vaca está dentro de la garra, la atraigo hacia mí controlando que mi pulso no tiemble y ¡Bingo! Tomo mí premio, victoriosa, y se lo tiendo.

  –Considéralo tu regalo de bienvenida.

  Logan coloca una mano sobre su pecho luciendo falsamente emocionado. –¿Cómo supiste que me gustan conejos azules?– Le guiño un ojo siguiendo su juego y compartimos una sonrisa.

  –Su cursilería está matando el ambiente,– escucho junto a nosotros.

  –Estás celoso porque tú no tienes un premio,– se burla su primo.

  Ford hace un sonido con su garganta. –Puedo conseguir uno yo mismo, pero es más divertido cuando hay competencia,– comenta antes de darme una mirada. –Te reto a un juego.– Sus ojos viajan detrás de mí cuando dice eso. Señala los pequeños aros de basketball y sonríe dirigiéndose hacia allí con determinación. Lo sigo sin tanta emoción. –Quien enceste más de estas, gana,– dice arrojándome una pequeña pelota de goma.

  –¿Cuál es el castigo para el perdedor

Piensa por un momento. Eso sí me pone nerviosa porque viniendo de él puede ser cualquier cosa. –Si gano, tendrás que subirte a una silla y cantar la canción del campamento frente a todos.– ¿Lo ven? Es como si eligiera lo más vergonzoso que puede haber y tirármelo en medio de los ojos. –Y...

  Elijo la caseta de la izquierda y junto las pelotas en mi lugar.

  –¿Qué?– Le doy un vistazo de lado. –¿Qué más quieres?

  –Serás mi esclava por veinticuatro horas.– Eso sí que no. No pienso serlo, ¿quién sabe las cosas que podría obligarme a hacer por un estúpido juego?

  –¿Un día?– Intento no mostrar desconfianza en mí misma pero él lo nota, por supuesto que lo hace.

  –¿Tienes miedo?

  Aprieto los dientes y le doy una sonrisa. –Bien. Pero si yo gano, las condiciones son las mismas para ti.–

  Se coloca en su posición sosteniendo una de las pequeñas pelotas de basketball.

  –Te gustaría verme avergonzado, ¿Verdad?– Sí, necesito un descanso urgente de ser siempre yo el centro de todas las escenas de comedia por aquí.

  Hundo mis hombros y me preparo una vez que Ford toca el botón de la máquina para iniciar la competencia. –Qué puedo decirte, la idea de ti siento mi mula de carga suena increíble.–

  Siento unos brazos alrededor de mi cintura. Logan empieza a darme indicaciones mientras la pantalla de los puntajes se carga y no puedo evitar sentir el cómo mis mejillas van a delatarme en cualquier momento. –Dobla tu codo así, tus rodillas, y mantente firme.– Una vez que me deja como un maniquí recién arreglado se acerca a mi oído. –Buena suerte,– susurra antes de alejarse. Mis ojos van hacia Elsa quien debe darse media vuelta para poder reír sin ser demasiado evidente. 

  Apenas suena la chicharra, tanto Ford como yo empezamos con lo nuestro. Creo que mi motivación es la imagen de Ford haciendo básicamente todo lo que le diga. 

  Mis puntos suben con cada encestada, acabo de descubrir que soy buena en esto aunque en realidad sólo soy buena actuando bajo presión y en este momento me siento muy presionada.

  Los segundos están a punto de terminar pero de un momento a otro, uno de los adolescentes que están molestando a un lado, es empujado por otro golpeando su espalda contra mi caseta provocando que la pequeña pantalla en la parte superior empiece a alterarse.

  –¡No!

  El tiempo se acaba y su marcador ahora me supera por dos. 

  –Gané, Morgan.– Ni siquiera volteo a mirarlo, sólo me quedo ahí parada intentando respirar profundamente para calmar mis ganas de arrojar la pelota en mis manos hacia ese grupo de chicos.

  Cuando la sensación de aplicar la violencia se esfuma, pongo mi atención en Ford. –No fui yo, fue el juego y esos idiotas, exijo una revancha.

  Niega mostrando una sonrisa victoriosa en su rostro.

  –No lo creo.– Se acerca y susurra en mi oído. –Admite que perdiste y prepárate para el espectáculo.– 

  Logan pasa un brazo por mis hombros alejándome de su primo. –Estuviste genial.–

  –No lo suficiente,– me lamento.

  –Pero todos aquí sabemos que hiciste pedazos a Ford, al menos ten eso en cuenta, que tu ego no decaiga,– me guiña un ojo y señala una mesa. –Quiero un batido, ¿alguien más?–

  –¿Los pagarás tú?– Pregunta Elsa.

  Logan sonríe. –Claro.

  –Entonces sí, y una dona.

. . .

  –Vamos, Morgan, sé que aún la recuerdas,– se burla el chico una vez que estamos en nuestra mesa. El lugar está lo suficientemente lleno como para hundirme por completo y no volver a pisar este lugar por un largo tiempo.

  –Para ser sincera, quiero escuchar esa canción,– admite Elsa tomando un pedazo de su comida.

  –No ayudas,– digo entre dientes.

  –Lo cierto es que de verdad la extraño, Rosie.– Logan palmea mi espalda antes de sentarse.

  Ford permanece de pie a mi lado y puedo sentir sus ganas por verme avergonzada hasta el punto de cambiar de color. Debería haberme quedado a correr esos kilómetros con Elsa, realmente lo desearía.

  –Hola a todos,– dice el chico levantando su voz y llamando la atención de los que se encuentran más cerca. Oh Dios. –Para animar su tarde,– toma mis hombros, –mi amiga aquí no puede esperar a enseñarles una canción que la emociona cada vez que la recuerda y espera causar el mismo efecto en ustedes.– Voy a matarlo mientras duerme, voy a arrojar una bomba de olor en su baño, voy a hacer su vida miserable. –Demostrémosle nuestro afecto.

  Algunos sonríen, a otros no les importa la situación y continúan comiendo. Sólo unos cuantos aplauden sólo porque mis amigos lo hacen.

  –Lúcete, esto irá a Youtube.– Lo escucho reír detrás de mí.

  –Cállate.

  Tomo una respiración profunda y me subo a una silla.

  –Soy una niña de campamento y esta canción es para todos ustedes.– Aclaro mi garganta y empiezo a entonar, lo mejor que puedo, la estúpida melodía que escuchaba cada verano.

  El sol brilla y las puertas se abren

  Es momento de disfrutar con nuestros amigos

  La mejor función del verano va a empezar

  Recordemos por siempre el momento en que volvimos

  Muchos juegos por jugar y cosas que crear

  Muchas memorias por hacer

  Muchas canciones que cantar 

  Muchas risas por oír y deseos que cumplir

  ¡Digan hola a su viejo amigo el campamento Wookhill!

  Hago una reverencia y doy un salto hasta el piso.

  Los niños que están presentes aplauden con gracia al igual que sus padres. No estoy segura si se ríen de mí o si de verdad lo disfrutaron, sea lo que sea, quiero salir de ahí.

  –¿Te sientes feliz ahora?– Pregunto dándole la mejor mirada de odio que tengo.

  Ford asiente satisfecho. –Mucho, amo esa canción,– asegura. –Felicidades, completaste la primera parte de tu condena, te espero mañana fuera de mí edificio a las 7am

  –¿Por qué?– Gruño.

  –Porque caminarás conmigo a clase y mis libros son un poco pesados,– contesta con obviedad antes de mirar a mi plato. –Destruyes tu dona, ten cuidado.

  Mi mano involuntariamente acaba de aplastar mi dulce.

  Bufo en voz alta y tomo mi bolso.

  –Hablando de libros, aquí están los apuntes que me pediste,– le digo a Logan sacando mi carpeta con escritos y copias perfectamente organizadas. –Espero que te ayuden.– Logan había estado hablando de lo difícil que fue ponerse al día con todo y me ofrecí para prestarle algunas de las cosas que me ayudaron.

  –Gracias, deséame suerte.

  Yo soy la que va a necesitar suerte y mucha paciencia.

Capítulo 5

  Necesito mi primer café del día, apresúrate.

  Eso es lo que decía el mensaje que Ford me envió hace media hora. Realmente no puedo creer estar haciendo esto, podría simplemente mandarlo a la mierda y seguir con mi vida pero dentro de mí sé que no va a dejármelo tan fácil y me hará sufrir hasta que cumpla con la apuesta. Tampoco soy de las que renuncian y mi orgullo es tan grande que no voy a darle con el gusto de verme hundirme en mis propias decisiones.

  Ni hablar.

  Corro hacia su habitación encontrándome con algunas miradas curiosas. No es que sea un gran secreto el que no nos llevamos muy bien, es más, hace un año tuvimos un altercado aquí mismo por una broma que nos hizo a Elsa y a mí con sus amigos durante la primera semana de clases. Una que involucraba espuma de afeitar, cucarachas y bocinas. No quiero recordarlo. Lo cierto es que sabía exactamente quien había sido el autor y vine a confrontarlo.

  Esa noche ambos tuvimos problemas, él por esa payasada y yo por entrar al edificio de chicos después del horario establecido. 

  Y ahora le estoy trayendo café y un bollo de crema. ¿Qué tan raro se ve eso?

  Golpeo la puerta con insistencia hasta que Ford me abre. Su torso desnudo es lo primero que me recibe. No es un secreto que Ford se ejercita y vaya que lo hace bien pero soy más inteligente que esto y sé que si no aparto mi mirada de su cuerpo va a molestarme de por vida con eso.

  –Creí que ibas a desistir.– Su tono sorprendido sale a la vista pero luego me regala una sonrisa lánguida.

  Muerdo mi lengua para evitar contestarle que esta mañana le di muchas veces al asunto y pensé en abandonar esta locura. –Soy una persona responsable y eso implica hacer cosas que considero inútiles para un fin determinado.– ¿El fin? Controlar mi paciencia y entablar una relación profesional entre nosotros. Si hay tensión en el equipo el trabajo no se hace de forma correcta y mi calificación final depende también de él.

  –El cuál es…

  –Pasar esta semana sin volverme loca,– respondo con frialdad.

  Pasa una mano por su pelo y me abre la puerta para pasar. Es la primera vez que entro a su cuarto y me sorprende que su compañero sea el más desordenado. –No seas tan exagerada.

  No es difícil saber cuál es el rincón de Ford. Hay cientos de fotografías pegadas a una tabla de corcho colgada, su escritorio tiene muestras de imágenes del tamaño de un cuaderno de apuntes y hay dos cámaras junto a su computadora. La cama está casi arreglada y salvo por unos calcetines en su mesa de luz, ese sector parece más habitable que el lado opuesto. Sé que Quentin, su compañero, se especializa en ingeniería y le urge tomar una clase de organización, especialmente por la cantidad de envoltorios de frituras y galletas que tiene bajo su cama.

  –Ten.– Levanto la bolsa de papel en mi mano y el vaso de cartón aún caliente. 

  –Ya desayuné,– contesta antes de colocarse la camiseta que estaba sobre el respaldo de una silla.  

  Me quedo observando sus acciones antes de hablar. –¿Estás bromeando? Porque puedo hacerte tragar todo este vaso de una sola vez.– Y no hablo sólo en sentido figurado.

  –No me agrada mucho ese sabor de café, puedes tenerlo.

  Encargó y cito, un latte de caramelo salado con dos de azúcar y salsa de chocolate. Cuando leí ese mensaje no pude imaginar que alguien como él querría una bebida así, ni siquiera yo tomo una bebida así.

  –¿Por qué me dijiste que lo comprara si no ibas a tomarlo?– Tranquila, no querrás estresarte, apenas empieza el día.

  –Se nos hace tarde.– Toma su mochila y unos cuantos libros que yacían en un cajón del escritorio. –Seguramente no desayunaste porque te quedaste dormida, yo que tu aprovecharía.– Apunta hacia la comida y abre la puerta para que salga primero.

  Entrecierro los ojos y me acerco a él. –¿Cómo sabes que me quedé dormida? ¿Acaso pusiste cámaras en mi cuarto, tu psicópata?

  Aprieta los labios de manera divertida. –Tal vez.– Hace una seña con su cabeza hacia afuera y salgo de su cuarto seguido por él. –Siempre te quedas dormida los jueves porque es la clase más temprano de la semana y tú no eres una persona mañanera,– escucho.

  Estoy a punto de contestarle pero me tiende unos cuadernos.

  –Lleva esto, me duele el brazo.– Se adelanta y me las arreglo para cargar con todo.

  –¿Por cargar con tus malas decisiones?

  –¿Te despertaste respondona?– Pregunta sin mirar atrás.

  Acorto la distancia entre nosotros para caminar a su lado. –Voy a hacer tu semana insufrible.–

  –Eres como uno de esos duendecillos malignos.– Pellizca mi nariz. –Suenas como una bestia pero eres una bolsa de algodón.

  –Se dice bola de algodón,– corrijo con impaciencia.

  Niega. –Tú eres una bolsa, artificial y mala para el medio ambiente.

  –No tengo nada artificial a diferencia de tu ex,– contraataco refiriéndome a Alice. Sólo sé que sus labios no son naturales.

  –Ah, la carta de la ex.– Suelta una risa y algo en mi cabeza obtiene su atención. –Tienes una hoja,– golpea la supuesta hoja pero en realidad creo que sólo quería molestarme.

  –No me toques.

  –¿Ya decidiste que tema usaremos para el proyecto?– Cambia de tema.

  –¿Lo decidiste tú?– Tomo un sorbo de la bebida ahora un poco menos caliente y admito que es mejor de lo que imaginé.

  –Podemos fotografiar personas en la calle y que nos cuenten sus historias,– dice distraídamente. 

  –Eso es muy común,– descarto la idea de inmediato. 

  –¿Qué propones?– Me mira de reojo antes de que sus ojos caigan sobre la imagen de un paisaje en tonos rosados saliendo de uno de mis cuadernos. –¿Qué es eso?– Toma la fotografía y la analiza con su ojo de fotógrafo.

  –Mi hermano me envió una foto de Francia, dijo que este es su lugar favorito,– explico. Jackson me envió una postal por e-mail. Me escribe siempre que puede, pero aún no me he atrevido a contestarle. –Me gustaron los colores así que la imprimí y la guardé.

  –Eso es.– Me mira. –Lugares favoritos.

  –¿Quieres fotografiar lugares?– Pregunto incrédula.

  –No sólo lugares,– dice de inmediato, –nuestros lugares favoritos, con nuestras historias.– Está muy orgulloso de esa idea, puedo notarlo.

  –Estás haciendo de este proyecto algo muy personal.

  Chasquea su lengua. –Eso es lo que el Sr. Wilson busca. Siempre habla de experiencias propias, le gusta que los resultados de nuestros trabajos sean un reflejo de nuestras experiencias.–

  Continúo debatiendo si eso es algo bueno.

  –Pero no te gusta fotografiar lugares.– Ford se limita a los retratos, he visto muchas de sus fotografías y todas eran sólo de personas.

  –No son mis favoritos,– admite, –pero podría acostumbrarme.

  –Bien, empezaremos este fin de semana.– Mientras más rápido empecemos esto más rápido lo tendremos listo.

. . .

  Termino de garabatear el borrador para el proyecto del Sr. Wilson y busco mi libreta para empezar a escribir mi lista de lugares favoritos. He estado pensando mucho en ello y en la limitación que tendremos de lugares. ¿Serán sólo los de esta ciudad? ¿Incluiremos los que están cerca de nuestros hogares? ¿Cuáles son los que puedo mostrarle a Ford sin sentirme avergonzada de que se burle luego?

  –Esto es demasiado estrés,– murmuro. Ojeo la libreta, pasando por la lista de defectos de Sander pero me doy cuenta de algo, la lista del chico perfecto no está aquí y yo la dejé aquí. ¿Verdad? ¿La tiré sin darme cuenta?

  Desde ese momento han pasado algunas personas por este cuarto ya sea para saludar, pedir algo o estudiar, ¿y si alguna de ellas la tomó o la vio?

  –¿Dónde está?– Busco en el basurero, en mis cuadernos, debajo de la cama pero no la encuentro. No puede sólo desaparecer por sí misma.

  –¿Qué buscas?– Pregunta Elsa entrando a la habitación.

  –¿Viste un papel celeste por aquí?– Continúo revisando todo el lugar.

  Lo piensa un segundo. –No lo creo, ¿es importante?

  ¿Un papel que tiene anotaciones un poco personales? Sí. Creo que sí.

  –Algo.

  –Vaciamos el cubo de basura hace unos días, puede que lo hayas tirado sin darte cuenta,– dice. Suspiro y asiento intentando convencerme de esa idea.

  –Puede ser.– Si fue así entonces no tengo que preocuparme, a estas instancias ya es parte del montón de basura que el camión recoge varias veces por semana.

  Sólo Dios sabrá. Mi teléfono empieza a sonar sorprendiéndome por completo y debido a eso golpeo mi cadera con el escritorio.

  –¿¡Qué!?– Respondo.

  –¿Rosie? Lo siento, ¿llamo en mal momento?– La suave voz de Logan provoca que la bestia en mi interior se apacigüe al instante. 

  –¡No! Por supuesto que no,– aseguro antes de sonreír. –Hola Logan, ¿todo bien?

  –Si, sólo quería decirte que aprobé el ensayo gracias a tus notas y quiero compensártelo.– Tomo asiento en mi cama. –¿Qué te parece desayunar juntos mañana? Yo invito.– Mi corazón da un giro de felicidad.

  –Eso sería…– Una vibración en mi oído corta mi respuesta y, de reojo, veo una notificación en la pantalla cuando aparto el aparato. –Espera, tengo un mensaje,– anuncio.

  Ven a la biblioteca. Ford es tan oportuno.

  Ignoro la distracción y vuelvo a mi conversación con Logan. –Si, me encantaría.

  –Genial, ¿paso por tu edificio antes de tu clase de mañana?– Pregunta.

  –Estaré esperándote,– aprieto mis labios con emoción antes de recibir otro mensaje.

  Ahora.

  –¡Nos vemos mañana!– Exclamo antes de colgar y soltar un sonido de rabia. Dejo el teléfono sobre el escritorio y me coloco la gorra que cuelga de mi perchero al igual que una chaqueta. 

  –¿Dónde vas?– Inquiere mi compañera.

  –El rey escorpión llama,– murmuro. –Regreso en un rato.

  Voy a golpearlo por hacerme salir a estas horas de la noche con la temperatura bajando.

  Veo su silueta cerca del tablón de anuncios públicos. –¿Qué quieres?

  –Olvidé mi computadora adentro,– dice con tranquilidad. 

  Frunzo el ceño. –¿Quién olvida su computadora?

  Ignora mi pregunta. –Ve por ella.

  Lo miro para saber si habla en serio y suelto una risita. –Estás bromeando, ¿verdad? Está cerrada.– El cartel en la puerta es la prueba de ello. 

  –Lo sé, pero necesito esa computadora y eres mi sirvienta. Sirve.– Aprieto los puños, sólo quedan cuatro días más y seré libre. Ford es tan molesto, los últimos días le traje diez cafés, corrí su silla más de catorce veces, llevé sus libros cuando tenía tiempo, incluso tuve que alabarlo frente a su equipo de fotografía porque no creían que siento admiración por Ford. Aparentemente eso fue lo que les dijo, y me obligó a pretender que es mi ídolo.

  Tuve que lavarme la boca cinco veces después de eso.

  –No voy a irrumpir en la biblioteca de la universidad,– reprocho alterada. El allanamiento es una línea que no pienso cruzar. –Habla con Cyrus,– digo refiriéndome al celador.

  Niega. –Cyrus se fue hace mucho, no hay nadie.

  –Entonces espera hasta mañana.– Me doy media vuelta para volver a mi dormitorio pero lo impide tomándome del brazo.

  –La biblioteca abre a las ocho y tengo que terminar mi trabajo de la primera clase,– insiste.

  –Qué mal.

. . .

  –¿Cómo es posible que esté haciendo esto?– Murmuro para mí misma. –Maldición,– bufo moviendo la pinza para pelo que tenía en mi bolsillo. He encontrado cosas más extrañas en ese escondite. –Si esto llega a tener una alarma voy a golpearte y dejarte aquí inconsciente.

  –Apresúrate,– ordena junto a mí.

  Suspiro y aparto un mechón de mi pelo antes de mirarlo. Estoy sudando de los nervios. –¿Por qué me obligas a hacer esto?

  –Sabes forzar puertas,– contesta. –¿O acaso olvidaste lo del auditorio?– Mis mejillas se calientan y agradezco que no haya tanta luz o me molestará por eso también.

  –Eso no cuenta.

  Hace casi dos años olvidé algo dentro del auditorio, un papel muy importante en forma de una larga carta a Sander confesándole mi amor y temía que alguien pudiera encontrarla. No había nadie cerca, la puerta estaba cerrada y, sintiendo gran desesperación, no tuve otra mejor idea que forzar la puerta para entrar y luego salir como si nada hubiera pasado. Una cámara de seguridad alertó de un movimiento extraño y fui atrapada por el recto de la universidad. Sólo me dio una advertencia pero dijo que la próxima vez le dijera a alguien.

  Lo cierto es que el hombre que se encarga de acondicionar el salón no iba a llegar hasta el día siguiente y sentía gran vergüenza de que lo hallara primero. 

  –Todo cuenta,– retruca.

  El sonido de un click me da alivio y me separo con rapidez, dispuesta a huir de la escena del crimen. –Listo. Me largo.–

  Una vez más, Ford se interpone en mi camino y señala el interior del edificio con l cabeza. –Ve por ella.

  –Puedes hacerlo tú mismo, ya está abierto.– No logro decir nada más porque abre la puerta y me empuja hacia adentro. Voy a matarlo.

  –¿Dónde diablos dejaste esa computadora, Ford?– Susurro mientras busco con desesperación en los mesones y los escritorios del cuarto de atrás. Esta biblioteca es lo suficientemente grande como para llevarme un tiempo prudencial lograr dar con el bendito aparato. Camino apresurada en la oscuridad cuando siento que alguien me sujeta por atrás. –¡Ah!– suelto un grito pero una mano tapa mi boca. Al darme cuenta que se trata de Ford, lo aparto de un golpe. –¿Qué haces aquí?

  –Cyrus volvió,– responde.

  Paso una mano por mi frente. –Te dije que volvería. Ve a explicarle la situación.

  Niega de inmediato. –No puedo tener otra sanción.

  –Mal por ti.

  –Te condenarán también si se enteran de quien abrió esa cerradura,– murmura en voz baja. Odio que tenga la razón. El sonido de una puerta abriéndose hace que nos callemos.

  –¡¿Quién está ahí?!– La inconfundible voz profunda de Cyrus hace eco en todo el lugar.

  Ford hace una seña para dirigirnos hacia otra parte de la biblioteca pero no lo sigo. Al darse cuenta de eso, vuelve a mi lado. –¿Qué haces?– Inquiere con desesperación.

  –El pánico me paraliza,– admito.

  El chico toma mi mano y me lleva con él. –Vamos.

  Corremos hacia una de las mesas junto a la pared y nos escondemos debajo de ella, colocando las sillas frente a nosotros para evitar ser vistos.

  –Esperaremos a que se vaya y buscamos otra salida,– comenta el chico en voz baja.

  –Más te vale que esa tarea valga toda la materia,– replico cuestionando todo lo que acaba de suceder.

. . .

  Siento como mi cabeza golpea algo duro y abro los ojos al instante. Me toma unos segundos conectar todos los puntos y darme cuenta que no me encuentro en mi cama, estoy en el piso con mis piernas adoloridas al igual que mi cuello y espalda y Ford está a mi lado completamente desmayado. Sin pretenderlo, me quedo unos segundos mirándolo mientras lo envidio en voz baja por tener unas pestañas tan increíbles. 

  Maldición, nos quedamos dormidos en la biblioteca. Busco con la mirada el reloj en la pared, ocho cincuenta y dos. Oh no, la Sra. Mitman llegará en cualquier momento y si nos ve aquí estaremos en un terrible aprieto.

  –Ford, arriba.– Lo sacudo pero, al ver que no responde, golpeo su mejilla. –¡Despierta!

  –Diablos,– se queja antes de mirar a su alrededor y darse cuenta que estamos en un gran problema. 

  –Hay que irnos ahora,– insisto.

  –¿Cómo?– Cuestiona aun un tanto adormilado.

  Lo miro de reojo. –Tú eres el criminal aquí, dímelo tú.

  La bibliotecaria entra al lugar y comienza a ordenarlo todo para un nuevo día. Levanta sus ojos y recorre todo el sitio como si presintiera que algo no está bien haciéndome contener el aliento.

  –Cuando ingresen más personas salimos y será como si hubiéramos estado aquí sólo unos minutos,– susurra Ford intentando calmarme.

  –No puedes burlar a la Sra. Mitman, esa mujer tiene poderes de bruja,– contesto usando el mismo tono.

  El chico bufa y apenas empiezan a entrar algunos estudiantes se pone de pie escudándose con los estantes que tenemos cerca. Lo sigo y lo detengo cuando comienza a alejarse de mí. –¿Olvidas el poder que mi carisma puede llegar a tener?– Pregunta dándome una mirada relajada. –Quédate entre esas estanterías,– señala hacia los muebles que están más cerca de la puerta de emergencia. –Te haré una señal para que salgas de aquí cuando sea el momento.

  –¡Espera! ¿Cuál es la señal?– Exclamo pero Ford ya está muy lejos como para escucharme. Haciendo lo que dijo, me escabullo cual ninja silencioso y me dirijo a las estanterías de la sección de matemáticas. Nunca hay tanto movimiento allí a esta hora de la mañana, usualmente los que llegan temprano son los de psicología o literatura.

  La puerta por donde entramos se encuentra ligeramente abierta y deduzco cuanto tiempo me llevará cruzar la porción del salón para llegar hacia ella sin parecer sospechosa de algo. 

  Ford llega hacia la bibliotecaria y comienza a hablarle. La mujer lo observa con inquietud, seguramente no se esperaba ver a alguien como Ford tan temprano aquí. Su expresión decae un poco y luego sonríe con gusto por algo que el chico de espaldas hacia mí dijo. Segundos más tarde, veo su mano moverse detrás de él, creo que esa es la señal.

  Emprendo mi fuga manteniéndome un poco agachada, Ford señala detrás de la mujer dándome la vía libre para salir corriendo. Una vez que salgo del lugar, el alivio cae sobre mí como un baldazo de agua en un día caluroso, pero eso no dura mucho cuando Cyrus aparece frente a mí.

  –Buenos días,– sonrío con la mejor inocencia que pueda fingir.

  Ladea ligeramente la cabeza y entrecierra los ojos. –¿Por qué usaste la puerta de servicio?

  Gran pregunta.

  Dudo un poco y tomo mi camiseta, sacudiéndola mientras respiro profundo. –Porque me estaba faltando el aire,– respondo actuando como si me sintiera realmente mal. –Las clases me están haciendo pasar un mal rato y estoy muy frustrada porque una tarea no me está saliendo como creía y tuve que correr fuera o probablemente me desmayaría ahí,– hablo con rapidez. –¿Sabes lo horrenda que es la clase de política? Lo peor, es como si no entendiera nada y me voy a volver loca.– Exagero eso ultimo y me agarro de la pared.

  –Deberías ir a la enfermería, ¿quieres que te acompañe?– Su preocupación ahora es evidente. Eres buena, Rosie.

  –No, está bien, sólo voy a caminar un rato,– lo tranquilizo levantando una mano. No debería venir tan temprano a la biblioteca, tengo que dormir más,– bufo y comienzo a alejarme de él. –El último año es estresante. ¡Nos vemos Cyrus!

  Cuando estoy fuera de su radar, corro los últimos metros hasta mi residencia pero veo a un muchacho bastante familiar sentado en las escaleras.

  –¡Logan!– Maldición, olvidé que hoy lo vería. –Lo siento, creí que llegaría antes para ducharme, salí a correr.– –No llevé mi teléfono.

  –¿Correr? Creí que lo odiabas.

  –Intento cambiar eso, ¿sabes? Como una resolución de año nuevo,– me detengo cuando me doy cuenta que apenas estamos en octubre. –Adelantada,– añado.

  –Si quieres podemos salir otro día.

  –No, déjame que me cambie y bajo en dos minutos. ¡Sólo dos minutos!– Repito antes de apresurarme a la habitación.

. . .

  –Parece que no dormiste muy bien anoche,– dice el chico cuando ve que bostezo por décima vez en los minutos que llevamos hablando.

  –No, fue horrible,– confieso. –Es un alivio que mañana sea viernes, necesito que el fin de semana llegue ya.– Podré dormir un poco antes de pensar donde empezaremos con la tarea.

  –Hablando de eso, ¿puedo pedirte un favor?– Sus intensos ojos no me permiten decirle que no.

  –Lo que sea.

  Juega con su taza, ¿acaso está nervioso? –¿Puedes recomendarme algún lugar donde salir?

  Abro y cierro la boca unas cuantas veces antes de contestar. –Usualmente a los chicos les gusta ir a los bares del centro, o a los go carts, o a beber en el puerto,– respondo asumiendo que quiere divertirse con sus amigos, dijo que quería apartarse un poco de su primo y tener amigos por sí mismo, supongo que esto es bueno. Mientras Ford esté lejos es más probable a que pueda acercarme a él sin sus constantes interrupciones.  

  –Genial,– sonríe, –de verdad quiero que esta cita sea una buena así que debería esforzarme por que sea divertida.

  –Claro, si quieres puedo…– me detengo. –¿Cita?

  Asiente entusiasmado. –Saldré con Harriet, bueno, aun no se lo pido pero lo voy a hacer,– comenta con rapidez. –Va en mi clase de sociología, hemos estado estudiando juntos los últimos días.–

  –¡Eso es genial!– Finjo mi emoción. –Ella es…genial.

  –Lo es,– responde de inmediato. –Esto es tan bueno, no podría hablar con Ford sobre estas cosas porque últimamente no me escucha está en otro planeta.

  Me las arreglo para contestar aun cuando estoy sorprendida por su confesión. –Debe ser por nuestro proyecto, queremos hacerlo bien.

  Logan me sonríe y toma mi mano sobre la mesa. –Realmente me agrada tener a alguien con quien hablar sobre cualquier cosa. Me siento muy cómodo estando contigo lo cual es raro dado que no nos hemos visto en mucho tiempo.

  Finjo una sonrisa aún más grande.

  –Supongo que estamos destinados a estar juntos,– bromeo para no sentirme tan mal.

  –Si alguna vez te vuelve a interesar alguien, me gustaría saber a quién debo vigilar.

  Me interesabas tú.

  –No, desde Sander prefiero volar sola.

  Apenas escucha ese nombre su rostro cambia por completo a uno serio. –Estoy tan furioso con ese idiota. Es como si le hubiera roto el corazón a mi hermanita.

  Vaya. ¿Hermanita? ¿Acaso puedo caer más bajo que esto? Me considera una hermana, eso sí que no lo vi venir. Tomo un buen trago de mi café y finjo una sonrisa por tercera vez.

  –Créeme que es historia pasada.– Un sonido sale de mi teléfono, es mi alarma, avisándome que mi clase empieza en veinte minutos. –Debería irme, tengo una larga mañana por delante.

  –Claro.– Se levanta conmigo y deja un billete de propina. –Tenemos que hacer esto más a menudo, es aburrido desayunar solo y Ford no es tan buena compañía, lo único que hace es editar fotos.–

  Prefiero eso a que el chico que me gusta me lance directamente a la sisterzone. 

. . .

  –¿Vas a pasar el resto de la noche mirando el techo luciendo devastada por completo?– Escucho a Elsa. 

  –Ese es el plan.– Desde que salí de esa cafetería, mi buen humor se esfumó por completo. Es cierto que no debería ser tan dramática por el asunto, es decir, Logan estuvo en mis pensamientos por unos años cuando era más joven y luego simplemente dejé de recordarlo hasta que apareció en mi camino. Así que, ¿por qué me afecta tanto?

  –¿Y qué si no le gustas? Supéralo y encuentra a alguien mejor.

  Debería escucharla, es la voz de la razón. Por primera vez debería hacerle caso.

  –Me llamó su hermanita,– repito. –Hubiera preferido que dijera que sus padres estaban en contra de nuestra relación o que su religión no lo deja estar conmigo.

  –Sí, eso es un poco lamentable,– admite antes de arrojarme mi chaqueta. –Ponte esto.

  Ruedo sobre el colchón con pesar. –¿Por qué?

  –Vamos a un lugar especial.– Su definición de lugar especial me pone un poco nerviosa. Podría ser un laboratorio con bichos en frascos o una playa nudista. Así de impredecible es ella. 

  –No tengo ánimos de ir a ningún lado.

  Chasquea la lengua. –Te agradará, lo prometo.

  Alrededor de media hora más tarde nos encontramos en un callejón cerca del supermercado chino.

  –¿Planeas que me asalten para tener otra cosa en qué pensar?– Eso le saca una sonrisa a mi amiga.

  –Si hubiera querido eso, te hubiera dejado en la estación de trenes.– No puedo ir en contra de eso.

  Caminamos hacia una puerta con un cartel de neón de varios colores, un tanto dañado, arriba de ella.

  Sin esperar abre la puerta y me empuja dentro. –Bienvenida a mi lugar favorito.

  El sitio nos recibe con música fuerte y golpes provenientes de varios lugares. Hay grafitis en las paredes y cualquier otra superficie al azar. El aroma que percibo es a madera vieja combinada con uno de esos perfumes que usas para que el cuarto huela mejor. También está un poco más cálido que afuera. La parte de atrás se puede ver por una gran ventana de vidrio. 

  –¿Un lugar con jaulas?– Pregunto obteniendo un vistazo de algunas de ellas. Son grandes llegando hasta el techo y no están hechas de barrotes, son más como pequeños cuartos, algunas con vidrios y otras con madera. –¿Me estoy perdiendo de algo?

  Elsa sonríe dirigiéndose hacia un mostrador donde se encuentra un hombre sentado, leyendo una revista y escuchando música a través de unos auriculares grandes. –Son Cuartos de Ira,– dice. –Pagas para romper cosas, es increíble lo mucho que ayuda a pensar,– explica antes de golpear la mesada para llamar la atención del hombre.

  –¡Elsa!– Salta de su asiento y deja la revista a un lado. –Me preguntaba cuando volverías,

  –Tuve unas semanas ocupadas,– responde, –ella es mi compañera Rosie.

  Estrecho su mano un tanto dubitativa. –Rosie, ¿primera vez?

  –¿Rompiendo cosas? No,– admito. –Pero si mi primera vez en un lugar como este.

  –Te gustará, es más divertido que ir a terapia,– guiña un ojo para luego sacar una llave con el número dos. –¿El sector de siempre?– Pregunta abriendo una libreta.

  –Cárgalo a mi cuenta,– responde mi amiga. El hombre anota unas cosas y salta sobre el mostrador. Síganme,– ordena mientras pasamos hacia la parte de atrás. 

  –¿Vienes seguido?– Susurro.

  Elsa solo sonríe y lidera el camino. –Vamos.

  El chico llamado Sean nos dio unos trajes y máscaras de protección y ahora nos encontramos en un lugar lleno de electrodomésticos o cosas al azar como botellas y cerámicas de todas formas.

  –Elige tu arma,– dice Elsa sosteniendo un bate de beisbol en una mano y un fierro en la otra. Elijo el bate sólo porque tengo miedo de mi misma con un metal en la mano. –Ahora golpea.

  –¿Sólo eso?– La miro con curiosidad.

  Da un salto y ríe. –¡Sí! Golpéalo como si fuera la cara de Sander.

  Maniac de Conan Gray se escucha de fondo y busco mi primer objetivo, un florero de vidrio grueso. Recuerdo la fiesta de Cami y esos mensajes que Sander compartió con sus amigos y puedo sentir como la rabia dentro de mí empieza a crecer. Respiro hondo antes de ponerme en posición y soltar el primer golpe. 

  El florero se rompe en mil pedazos y un golpe de adrenalina recorre mi cuerpo. Elsa se aproxima y me dirige a una vieja computadora en el suelo. Sin esperar a que lo diga, golpeo la pantalla con todas mis fuerzas. Elsa se une a mí siendo dos chicas gritando, saltando, descargando toda nuestra ira en pedazos de chatarra. Arrojamos platos contra la pared, bailamos con el ritmo de la música y cuando no queda más para destruir, caemos al piso con un increíble sentimiento de paz. 

  Abrazo a Elsa y ella me devuelve el gesto.

  –Gracias por esto.– Siento como el sudor cae por mi frente y el cómo esta noche podré dormir plácidamente.

  –Te dije que te gustaría.

  –Le pediré a Sean que cree una cuenta a mi nombre.

Capítulo 6

  Golpeo mi cabeza contra el tablón de anuncios y me quedo ahí, inmóvil por un momento, sopesando mis elecciones de vida.

  –Te ves patética, ¿te sientes así?– No hace falta mirarlo para saber que está juzgándome como siempre. Puedo sentir la presencia de Ford incluso a kilómetros de distancia, es como un sensor que se activa cuando aparece en el radar. Tantos años de conocerlo es tanto una maldición como una ventaja, sé los lugares que suele frecuentar para no ir.

  –Todo el tiempo,– respondo en un suspiro. Volteo hacia un lado y lo veo comer unas gomitas de una bolsa plástica. Ama esas cosas, siempre me burlo que tendrá caries si continúa comiéndolas, pero su dentadura está tan sana que da envidia. Lo sé porque presumió de eso hace un año cuando se lo dije.

  –¿Por qué no sigues tu camino como los demás y me dejas en paz?

  Se lleva una gomita a la boca. –Porque soy una buena persona.

  –Sí, claro,– bufo antes de emprender mi camino hacia los dormitorios.

  –¿Qué sucede?– Se posiciona a mi lado, caminando junto a mí.

  Lo miro por unos segundos, cuestionando sus intenciones. –¿Por qué te contaría mis problemas justamente a ti?

  Sonríe de lado. –Porque estamos trabajando juntos,– responde, –creí que te sentías un poco más cercana a mí.

  Suelto una risa sin gracia. –Eso no está nada cerca a lo que siento por ti realmente.

  Se coloca frente a mí caminando hacia atrás y abre sus brazos. –Entonces pruébame.

  Niego mirando detrás de él. El que no mire por donde camina me está poniendo nerviosa. –Te vas a burlar.

  –¿No lo hago siempre ya? Creí que eras inmune a mí.– Hago un sonido con mi garganta y me detengo, colocando las manos en mis caderas y respirando profundo para hacerle ver lo incómoda que me siento.

  –Vamos, Morgan,– me anima, –tu miseria es como mi néctar diario, no me niegues eso.– Lo cierto es que no sé por qué termino sintiendo la necesidad de decírselo. Tal vez porque quiero que me deje en paz.

  –Reprobé mi examen de conducir, de nuevo.– Énfasis en de nuevo.

  Su rostro se contrae y ahora quiero golpearlo para que deje de sonreír. –¿Reprobaste?

  –¡No te rías! Ya me siento demasiado mal,– me quejo pasando de largo, dejándolo atrás. Sin embargo, no logro deshacerme de él.

  –Los exámenes con el Sr. Richer son demasiado fáciles,– comenta. –He visto a chicos más despistados aprobarlo a la primera.

  –Gracias,– le lanzo una mirada de molestia, –eso me hace sentir aún mejor.

  –¿Qué pasó?– Suspiro nuevamente.

  –Soy buena en todo menos estacionar en paralelo, es la parte más complicada.

  Hace una pausa de unos segundos y tomo eso como que la conversación se terminó por lo que me adelanto pero vuelve a hablar. –¿Tienes clase ahora?– Pregunta. Me doy vuelta con lentitud, quedando frente a él.

  –No hasta la tarde.

  Ford asiente hace una seña con su cabeza. –Vamos.

  –¿Dónde?– Da un paso hacia adelante y me toma del brazo, empujándome a caminar con él.

  –No hables y sígueme.

  Minutos más tarde nos encontramos cerca del campo de fútbol, más específicamente en el aparcamiento de ese lugar.

  –¿Qué hacemos en el estacionamiento del campus?– Pregunto mirando a nuestro alrededor. El lugar está vacío de personas salvo el equipo de atletismo en la pista a unos metros de nosotros y los jugadores de futbol entrenando para el próximo juego. –¿Vas a continuar burlándote de mí mientras me enseñas tu auto y todo lo que no puedo hacer?

  Ford me observa un segundo y me lanza unas llaves, las de su auto. Sonríe sin mostrar los dientes y abre sus brazos.

  –Bienvenida a la escuela de estacionamiento de Ford Lawrence,– exclama lo suficientemente algo como para escucharlo sólo yo.

  –¿Estás loco?

  Acomoda su mochila. –Soy muy bueno estacionando, mejor que bueno.– Se dirige directamente hacia el viejo Chevrolet Astra color negro del 98 que tan bien conserva y espera del lado del copiloto. –¿Te vas a quedar ahí o vas a abrirme la puerta?–

  Me acerco con evidente duda. –¿Me estás confiando tu auto? Eso sí es algo nuevo.– Camino hacia la puerta del conductor pero antes de abrir la puerta lo miro por encima del techo. –¿Qué quieres?

  Entrecierra los ojos. –¿De qué hablas?

  –Favor con favor se paga,– recito a Elsa. –¿Qué ganas tú con ayudarme?

  Ford suelta una risita mirando a su alrededor y coloca sus brazos sobre el techo del auto.

  –¿No puedo ayudarte y ya sin parecer sospechoso?– Niego de inmediato.

  –Nunca has hecho algo así por mí, y últimamente cobras tus favores, así que dime, ¿qué quieres?

  El chico me mira unos segundos y suspira.

  –Necesito que alguien corrija mi redacción para la próxima semana.– Ah, por supuesto que sí.

  –Lo sabía.– Le saco el seguro al auto y me siento frente al volante. Esta es la segunda vez que me subo a este vehículo. La primera vez fue hace casi dos años cuando el autobús para la salida que organizó el grupo de segundo canceló a último momento y tuvimos que dividirnos en unos cuantos autos de los estudiantes de aquí. Aunque me resistí, Elsa me empujó a subir al auto de Ford porque los demás ya estaban casi llenos y a Ford no le importaba llevarnos junto a dos de sus amigos.

  Fue un viaje realmente incómodo donde mi némesis decidió contar historias embarazosas del campamento, como el día en que caí al lago durante un juego y terminé con algas en mi pantalón. Fue asqueroso.

  –Sé que eres buena en gramática y ortografía,– dice Ford a mi lado mientras se coloca el cinturón de seguridad, –así que, te enseño a estacionar y tú detectas algún error en mi escritura como una máquina, ¿hecho?– Asiento sin decir nada. –El Sr. Richer estará tomando examen de nuevo mañana, puede que tengas una oportunidad.

  –Bien.– Una vez que ajusto mi cinturón y controlo que los espejos estén bien, enciendo el auto.

  –Sal de este lugar y lo estacionarás justo allá,– señala un buen sitio al frente donde casi no hay vehículos. –Empezaremos con lugares espaciosos.

  Me dirijo a ese lugar conteniendo el aliento.

  –Enciende las balizas, colócate junto al auto de adelante,– indica, –ahora gira las llantas todo lo que puedas hacia el lado contrario del lugar de estacionamiento,– escuchando cada orden, intento seguirlo con calma. –Cuida tus puntos ciegos, verifica los espejos.

  Gracias a Dios no hay nadie cerca a quien pueda atropellar por accidente.

  –Da reversa y alinea el espejo con el parachoques de ese auto,– habla sin prisa, esperando a que ejecute cada pauta. –Ahora endereza el volante y retrocede, despacio, vas bien,– me anima, pero termino fallando cuando el auto no está ni cerca de estacionarse como es debido. Sabía que no iba a poder en el primer intento pero no deja de ser frustrante. Sin embargo, la paciencia de Ford me pone más tranquila. –Vuelve de nuevo,– sugiere.

  –Esto es imposible.– Vuelvo a la posición inicial.

  –No te estreses, no estás dando una prueba de vida o muerte,– murmura. –¿Te sentirías mejor si pongo música?

  Claro que sí. El silencio entre ambos no es algo a lo que esté acostumbrada aún. –Eso creo.

  Ford enciende la radio y la coloca en un volumen bajo, para que no me desconcentre. La suave melodía de Shiny Happy People de R.E.M inunda el ambiente.

  –Bien, hazlo de nuevo,– mueve la cabeza mientras sus dedos tamborilean al ritmo de la música, asentada sobre el marco del vidrio, –tomate tu tiempo. Retrocede de a poco,– muevo el auto con cuidado, –ahora gira el volante hacia el otro lado.

  Repito mis acciones anteriores y apenas detengo el auto me doy cuenta de algo.

  –¿Acabo de estacionar en paralelo?– Estoy tan sorprendida que mis manos no sueltan el volante.

  –Yep, en un lugar muy grande.– Ford se baja del auto observando que todo esté en orden y vuelve a subirse, –para el siguiente nivel necesitamos uno más chico porque las medidas durante la prueba son mucho menores.

  Sabía eso pero tenía la esperanza de que las cosas cambiaran en un día.

  –Maldición,– murmuro por lo bajo. 

  Levanta una mano y me señala al otro lado del campo de deportes. –Sal del campus, busquemos otro lugar.–

  Mis ojos viajan a su rostro con urgencia. –¿Quieres que salga a la calle?

  Asiente varias veces. –La parte de atrás no es muy concurrida, estarás bien, es un buen lugar para practicar,– empuja mi brazo con suavidad, –vamos.

  Después de lo que fueron casi dos horas estacionando el auto en lugares al azar que se desocupaban, puedo decir que mi confianza subió de una manera milagrosa. ¿Quién diría que Ford fuese tan buen maestro?

  –Bien Morgan, estaciona entre esos conos.

  Mis manos están sudando. Esta es la parte final de la prueba y temo que todo mi buen trabajo anterior se vea eclipsado por esta estúpida parte.

  –Está bien.– Tranquila, me digo en silencio.

  Recuerdo cada indicación que Ford me dio ayer, las repasé toda la noche mientras terminaba una tarea para mis clases. Una vez que considero que está todo hecho, el Sr. Richer baja del auto, mira alrededor de este y escribe un par de cosas en la carpeta. 

  A unos metros, veo a Ford observando con atención la escena, tiene sus brazos cruzados y se ve tranquilo, contagiándome ese sentimiento. No es una prueba de vida o muerte, si no es hoy puedo volver a intentarlo, no es el fin del mundo.

  Unos golpes en la ventana me despiertan de la meditación a la que entré.

  –Puedes salir, Morgan.– Abro la puerta con rapidez, sintiendo un leve temblor en mis manos. El hombre se acerca a mí y arranca un papel de su libreta. Sin sonreír dice, –lleva esto a la mesa de administración,– indica. –Felicidades, fue un buen trabajo.

  Me toma unos segundos en reaccionar. Bajo la mirada y veo su firma con un gran aprobado al lado.

  –Gracias Sr. Richer,– hablo casi sin aliento.

  Sin mediar más palabras, espero hasta que el hombre se aleja para así correr hacia Ford y abrazarlo. No se lo esperaba para nada, tampoco yo me esperaba hacer algo así pero ya que. Al principio parece sorprenderse pero luego siento su fuerte agarre alrededor de mi cintura, levantándome un poco en el aire. La emoción es tan grande que no siento repugnancia teniéndolo tan cerca.

  –¡Lo hice!– Exclamo, –no puedo creer que lo hice.– Miro el papel otra vez y doy unos saltitos de la victoria.

  –Ahora puedes salir a la calle,– comenta el chico con una sonrisa de orgullo. 

  –Poco a poco Lawrence, poco a poco.– Tomo una respiración profunda y miro a Ford. –Gracias, de verdad.

  Asiente apretando sus labios.

  –Me tienes que dejar ver la foto de tu registro.

  Mi rostro se vuelve serio. –Ni hablar.

  Ford cruza sus brazos. –Te enviaré mi redacción esta noche, trabaja rápido.– Le hago señas con una mano mientras empiezo a dirigirme a la oficina de administración.

  –Estoy tan feliz que no voy a discutirte nada, ¡voy a sacar mi registro!

. . .

  Cuando finalmente termino con el trabajo de Ford, cierro la computadora y me voy directo al colchón, quejándome sobre la almohada.

  –¿Qué estabas haciendo?– Pregunta Elsa en la cama al otro lado del cuarto. 

  Con ayuda de mis brazos, me giro hacia un lado para darle la cara. Está con sus audífonos leyendo uno de los últimos libros que compró. –Acabo de enviarle la corrección de su redacción a Ford, ese chico tiene muchos horrores de gramática,– explico.

  Elsa rompe en una risita. –¿De qué hablas? Ford es muy bueno en eso.

  Frunzo el ceño desestimando por completo lo que acaba de decir.

  –No es cierto, lo vi con mis propios ojos,– señalo la computadora.

  Mi compañera deja el libro a un lado. –Ford es quien ayuda a veces a quienes tienen problema con eso, yo incluida,– enfatiza eso último. –¿Recuerdas cuando tenía que hacer ese ensayo horrendo para historia de la civilización? No quería pedir tu ayuda porque estabas muy ocupada,– explica, –él me vio peleando con el papel en la biblioteca y saqué una nota excelente.

  Recuerdo esa nota y lo mucho que festejamos ese fin de semana porque era un trabajo importante.

  –Entonces, ¿por qué me lo pidió?

  Elsa lo piensa por un segundo.

  –Dijiste que te estaba ayudando con el registro de conducir,– asiento, –tal vez quería que no te sintieras incómoda por ayudarte y en cambio pidió el mismo favor de ti. Tiendes a ser muy cabezota a veces.– Acomoda sus gafas. –Estás sonriendo.

  Congelo mi rostro dándome cuenta de eso.

  –No lo estoy.

  Elsa me mira con picardía. –Si lo estabas. Ford es lindo.

  Aclaro la garganta y me preparo para dormir. –No lo había pensado.

  –¿Cómo van las cosas con su primo?– Esponjo mis almohadas y me estiro.

  –Bien.

  –No suenas muy convencida,– habla.

  Es cierto. No lo estoy tanto como debería. –Aún estoy peleando con mi enamoramiento unilateral.–

  La oigo suspirar. –Tal vez sea una señal del universo.– La miro de lado. –Debe estar gritándote que no es el indicado.

  Aprieto los labios. –Tal vez.– Coloco un almohadón sobre mi cara y suelto un quejido de frustración. –Mi vida amorosa es terrible, debería convertirme en monja o buda.

  –La cabeza rapada se te vería excelente, podrás presumir tus ojos.

  Separo el almohadón de mi rostro. –¿Tú dices?– Lo pienso un momento. –¿Y si logro enamorarlo antes que Harriet?

  Elsa chasquea su lengua. –¿Dónde quedó la idea de ser buda?

  –Es decir, conozco más a Logan de lo que ella lo hace,– comento ignorando su pregunta.

  –¿Que no han estado incomunicados por unos diez años? Puede que haya cambiado.–

  Muevo mi mano en el aire restándole importancia. –Eso no es inconveniente, simplemente debo pasar más tiempo con él y terminará cayendo por mi brillante personalidad.

  –Porque hasta ahora te ha estado funcionando muy bien,– murmura colocándose sus auriculares.

  –Estás haciendo un pésimo trabajo como amiga.

  –¿Qué planeas?– Se lleva un caramelo de miel a la boca.

  –Lo invitaré al partido de fútbol, a Logan le gusta.– O al menos le gustaba, espero que siga pensando lo mismo.

  –Pero tú lo odias.

  –Pequeños detalles,– contesto de inmediato. –Debo pedírselo antes de que él se lo pida a Harriet.–

  –Esto va a ser tan interesante.

Capítulo 7

  Pateo la máquina expendedora porque acaba de tragarse mi dólar y no me da mi comida. Una profesora pasa cerca de mí y me da una mirada de advertencia, no se supone que me comporte así pero apuesto a que ella haría lo mismo. Miro mi barra de cereal de miel a través del vidrio y pienso que si introduzco mi brazo por la ranura por donde sale el producto tal vez llegue a tocar el empaque con mis dedos…no mejor rompo el vidrio y ya. De todos modos ha estado fallando hace tiempo, este será un aviso para que finalmente se decidan a arreglarla.

  –¿Problemas?– Logan aparece a mi lado, luciendo increíble como siempre. El pañuelo atado en su cabeza de tal manera que el pelo no caiga sobre sus ojos le sienta muy bien al igual que su barba apenas a la vista.

  –No quiere darme lo que me pertenece.

  Golpea un sector del metal con su mano y la cosa mágicamente escupe mi pedido.

  –¿Te importa si Ford nos ve allá esta noche?– Pregunta Logan tendiéndome la barra de cereal. –Estará tomando fotografías del equipo para la revista.

  Con Elsa iremos al partido de esta noche donde nuestra universidad estará jugando. No soy fanática del fútbol pero al menos es mejor que estar encerrada con esta ola de calor imprevista. Elsa me dijo que invitó a Logan para asegurarse de que no decidiera retractarme a último momento –como hice ya algunas veces en el pasa. Cabe aclarar que cada una de esas ocasiones estuvieron respaldadas por motivos muy buenos, como el inicio de mi período o el esperar a que llegue un paquete muy importante de alguna compra online que hice a las cuatro de la madrugada.

  –Claro, no hay problema,– respondo entre dientes. 

  –Genial, voy tarde, ¡te veo luego!– Se aleja dándome un saludo con su mano.

  –Si, a ti y a tu primo,– me quejo antes de apretar mis labios. –No es como que no lo estoy viendo todos los días en cada momento,– murmuro en voz baja. 

. . .

  No tengo idea de fútbol, sólo salto cuando los demás lo hacen, aplaudo cuando todos a mí alrededor lo hacen, sé cómo seguir el marcador y que nuestros jugadores son los que tienen los colores de nuestra universidad, rojo y blanco. Más allá de eso, no tengo ningún otro conocimiento y no me importa. El ambiente es divertido, animado, y la comida es genial, es en lo único que debo enfocarme además de Logan. 

  A lo lejos y cerca de la banca de nuestros jugadores, Ford se mueve como todo un profesional. Sé que dijo que le gusta la fotografía, estudia algo relacionado a eso, pero la felicidad y concentración que se plasma en su rostro entre cada toma es algo digno de apreciar. 

  Como dice mi madre, no hay nada más lindo que ver a alguien haciendo lo que ama.

  Acerca su rostro al mío para hablar en mi oído. –Nuestra defensa necesita mucho trabajo,– comenta con los ojos en el juego.

  Lo miro unos segundos antes de afirmar. –Si, la defensa.– Termino mi perrito caliente y tomo un largo sorbo de mi botella de agua.

  –Iré por otro refresco,– dice Logan antes de ponerse de pie. –¿Te traigo uno?

  Muevo mi cabeza en negación. –Estoy bien, gracias.

  Voltea al otro lado. –¿Elsa?

  Mi amiga levanta su vaso. –Aún tengo un poco.

  Logan vuelve su mirada hacia mí. –Ahora regreso.– Pero a los segundos voltea hacia mí y saca algo de su bolsillo. –Lo olvidé, conseguí esto para ti.– Me tiende una bolsa transparente. 

  Observo los caramelos color rosa dentro y sonrío inconscientemente.

  –¿Te estás aburriendo?– Pregunta Elsa una vez que Logan está fuera de vista.

  –No tanto,– respondo mirando a nuestros jugadores. No soy experta en el asunto pero están jugando del asco.

–Iremos a comer con Logan una vez que termine todo,– dice cuando el árbitro cobra una falta a nuestro favor. –Voy a pretender que me duele el estómago y tengo que correr a la residencia.–

  La miro con curiosidad. –¿Cuándo quedaron en eso?

  –Cuando fuiste al baño.

  Mis ojos observan los alrededores pero terminan en alguien en especial.

  Ford se gira, tomando algunas fotos de las tribunas, del equipo de animadoras, de los carteles y todo lo demás. Parece estar divirtiéndose mucho.

  –¿Qué hay del primo?– Inquiero sabiendo que vendrá con nosotros.

  –¿Quieres que le vomite encima así te doy unos minutos para escapar?– La idea es repugnante pero inteligente. De todas maneras la desestimo al instante.

  –Ford no es tan fácil de burlar.

  Elsa lo piensa un instante. –Entonces le diré que quiero una foto con cada jugador dentro del campo. Incluso los del otro equipo.

  –No me acercaría a ellos si pierden,– digo refiriéndome a los nuestros. –No se ven muy contentos y no aceptarán fotos.

  –Tengo mis tácticas.

  Vuelvo a observar a Ford, está tomando fotos del público rival, quienes están demasiado emocionados.

  Luego la lente se dirige hacia nuestro sector. El chico baja la cámara lo suficiente como para poder ver sus ojos y levanta una mano. Está saludando, tardo un segundo en procesar la situación y levanto la mía para devolverle el saludo pero de inmediato me doy cuenta que no va dirigido a mí, sino a las personas detrás de mí, a sus amigos que gritan su nombre y llaman su atención.

  Coloco mi mano en la cabeza pretendiendo acomodar mi peinado y giro mi rostro para que no vea el leve rubor en mis mejillas. Sin embargo, creo que capto una sonrisa de su parte antes de voltearse al campo nuevamente.

  La Sra. Barrett camina cerca de las tribunas. Tal vez esta sea la única oportunidad que tenga de pedirle una extensión para mi trabajo de comunicación política. Estuve tan ocupada con las tutorías a las que me asignó que aún me queda un poco más para termina. Sólo necesito un día más. 

  Bajo con cuidado diciéndole a Elsa que cuide mi lugar y corro hacia la mujer.

  –Buenas noches, Sra. Barrett.

  La Sra. Bennett deja de mirar el campo por un segundo y me sonríe. –Rosalie, me alegra verte, ¿disfrutas del juego?– Sus ojos vuelven al evento que se desarrolla frente a nosotras, –sé que yo sí, no es un secreto que amo este deporte.

  Y por supuesto no tiene que ver con el hecho de que haya estado enamorada del nuevo entrenador desde el año pasado. 

  Aclaro la garganta. –Si, es muy divertido.– Junto las manos frente a mí jugando con ellas. –Ya que está aquí, ¿puedo hacerle una consulta?

  Sin mirarme, asiente mientras hace gestos cuando nuestro jugador pierde el balón. –Claro, dime.–

  –Con respecto a la tarea que asignó la semana pasada, aquella sobre la cobertura de los medios de comunicación, ¿sería posible si lo entrego el jueves en lugar de mañana?– A este punto mi petición suena más a una súplica que a una simple solicitud. –Es que voy un poquito atrasada.– Énfasis en poquito.

  Me estoy arrepintiendo de haber venido, debería estar en la biblioteca o en mi cuarto escribiendo, pero no. Logan me preguntó si quería venir con él y no iba a decirle que no, especialmente cuando se ofreció a pagar por la comida. Elsa nos acompañó porque no tenía nada más que hacer pero prometió quedarse lejos de nosotros. 

  Voltea hacia mí y suspira. –El plazo es el mismo para todos, Rosalie, lo sabes.– Si al menos no me hubiera puesto a enseñarle a John a cómo hacer resúmenes no estaríamos hablando sobre esto. Aunque me subirá tres puntos por eso. –No sería justo para tus compañeros.

  –Lo sé, Sra. Barrett pero las últimas tutorías me robaron mucho tiempo, no se lo pediría si no estuviera desesperada.

  Tal vez vio algo en mi rostro. Puede haber sido el ruego en mis ojos, o el cómo mi boca se curva como si diera la pauta de que empezaría a llorar en cualquier momento si no acepta mi demanda.

  Frunce sus labios y se acomoda el cabello dorado que está atado en una cola alta. El sonido del silbato del árbitro nos sobresalta. –Te diré algo,– hace una corta pausa, –si me presentas una página más de las que pedí, te daré hasta el jueves al mediodía para enviármelo.

  Diablos, ahora tendré que pensar qué más incluir para llegar a eso, pero el término parafrasear puede ser muy útil si lo utilizo bien.

–Lo acepto. Gracias, Sra. Barrett.– Mueve una mano y vuelve su atención al campo. Me alejo de ella festejando mi victoria cuando una chica pasa corriendo y choca contra mí, derramando un poco de su bebida. –Oh, lo siento,– me disculpo. Ella ni siquiera me mira y sigue corriendo. –Vaya modales,– me quejo en voz baja.

  –¡Eso es equipo!– Escucho detrás de mí y logro ver a la mascota del equipo, el gato montés, –si como los famosos Wildcats de High School Musical–  dirigiéndose en mi dirección para pasar directo a los vestuarios pero termina resbalándose con el líquido en el piso que la chica arrojó hace un momento. La persona dentro del disfraz resbala de tal manera que cae con su peso completo de espaldas, recibiendo un fuerte golpe. –¡Ah!

  –Mierda,– me apresuro a revisarlo. –¿Estás bien?

  Mueve su mano. –Mi espalda,– se queja con voz ahogada.

  Tomo su cabeza y hago fuerza para moverla. –Deberíamos sacarte esto.– Logro dejar su rostro libre y veo que Daryl no se encuentra muy bien, retorciéndose levemente.

  Un hombre se acerca corriendo. Lo reconozco como uno de los que acompañan al entrenador Froyd y el que se encarga del sector donde está la piscina de natación. 

  –¿Qué sucedió?– Mira al chico y luego posa sus ojos en mí. Parece enojado. –¿Fuiste tú?–

  Niego con rapidez. –No.

  –No veo a nadie más aquí que a ti.– ¿Me está culpando solo porque estoy en la escena del crimen sin tener pruebas? ¿Acaso tengo un vaso o una botella conmigo que me delate?

  –Sería un pésimo detective,– murmuro.

  Daryl vuelve a quejarse. –¿Qué tienes, chico?– Pregunta el hombre con preocupación. –¿Puedes levantarte?

  El chico asiente. –Sí. Pero no creo que pueda bailar.– Una vez que Daryl se encuentra de pie, lo trasladamos hacia el vestuario de la mascota. ¿Eso realmente existe? Con pena, ayudo al hombre a sacar a Daryl del disfraz dejándolo solo en una camiseta sin mangas y un bóxer.

  –Maldición,– dice el hombre, pensando en qué hacer. Estoy a punto de salir del lugar cuando me llama la atención. –Tú, chica de la soda.– Volteo lentamente. –¿Eres claustrofóbica?–

  Niego. –No que yo sepa.– 

  El hombre toma la cabeza de un intento de gato y me la arroja, haciéndome perder un poco el equilibrio para evitar que caiga al suelo.

  –Toda tuya.– Miro la cabeza y luego hacia él.

  Parpadeo unas cuantas veces. –¿Qué?

  –¡Felicidades!– Exclama, –eres la nueva mascota por esta noche.

  Cuando finalmente caigo en lo que acaba de decir, mis manos empiezan a sudar. El hombre camina fuera del vestuario dirigiéndose a la enfermería y lo sigo muy de cerca.

  –No, no, no, no puedo hacer esto,– hablo detrás de él. –No tengo idea de lo que hace una mascota.–

  Mueve sus manos. –Solo baila y anima al equipo, están perdiendo estrepitosamente ahí afuera, nada podría ser peor,– se queja.

  –Bueno, eso no es mi culpa.– Me lanza una mirada para que me calle. –¿No tienen algún suplente de mascota?

  Se detiene y me mira como si estuviera loca. –No, ¿por qué lo tendríamos?

  –Ah, no lo sé, ¿por si algo así pasa?– respondo intentando no sonar tan sarcástica.

  Cruza sus brazos. –Si no hubieras tirado tu soda nunca habría pasado.

  –¡Ya le dije que yo no fui!– Exclamo con desesperación.

  Me señala con un dedo. –Te encontré en la escena del crimen, ahora deja de quejarte y ponte el traje.– Comienza a caminar nuevamente. –Los estudiantes pueden ser atroces si quieren.– Alcanzo a escucharlo murmurar.

  Bajo la mirada a la cabeza apestosa en mis manos y vuelvo a preguntarme una segunda vez si era buena idea el haber venido. 

  ¿Qué se supone que haga ahora?

  Salgo fuera de los vestuarios cargando el pesado y caliente traje. La auxiliar de deportes me ayudó a colocármelo, dándome miradas con gracia cada una que otra vez. Sí, todo esto es ridículo, no hay otra forma de llamarlo.

  Recuerdo las palabras que mamá me dijo una vez cuando tenía que participar en una obra escolar que no quería. Si muestro confianza y buena energía, nada puede ir mal.

  Sólo espero que sea cierto.

  Camino hacia el borde de la cancha, donde se encuentran los suplentes, entrenadores, el equipo de animadores y demás personas con trabajos específicos.

  Siento la atenta mirada de muchos aunque no pueda verlos con claridad y me doy una palmadita imaginaria. 

  –¿Vas a hacer algo o qué?– Pregunta uno de los animadores, golpeando mi hombro tan fuerte que me hace da un paso hacia adelante.

  Asiento sosteniendo mi cabeza para que no se mueva. Los jugadores se están preparando para volver al juego y sé que es momento de la mascota. 

  Es hora del show.

  La música empieza a sonar  y comienzo a moverme con incomodidad. Al menos nadie sabe que estoy aquí dentro, de lo contrario esto sería un tormento. Hay un límite de vergüenzas que puedo tener en una semana, esto ya lo sobrepasa.

  Bailar. Piensa. En lo único que puedo pensar es en el baile del robot que hago con papá siempre que escuchamos alguna canción divertida, juntos. Empiezo con mis brazos, haciendo ángulos rectos y luego sigo con las piernas. Soy un robot.

  Poco a poco empiezo a tomar confianza, recuerdo algunos pasos de Michael Jackson que puedo emplear y continúo moviéndome de manera que la mascota siga siendo simpática a los ojos de los demás. Me acerco al equipo de animación y bailo con ellos, luego escucho como nuestra tribuna empieza a corear el nombre de nuestra universidad mientras vitorean. Creo que estamos por hacer un punto. O touchdown, como sea que le llamen.

  Nuestros jugadores hacen una jugada increíble que no entendí pero terminan saltando de felicidad y eso me da la esperanza de que esto solo puede mejorar.

  Realizo todos los pasos famosos que recuerdo, el aspersor, el watch me nae nae, el running man, etc. No voy a admitirlo en voz alta pero esto es divertido.

  Intento animar nuestra tribuna haciendo la ola, es algo que hacen en muchos eventos deportivos. Las personas, ahora de un mejor ánimo luego de la anotada para –nombre de la universidad,– se unen a mí con entusiasmo.

  Tal vez esto de ser mascota no sea tan malo como pensé. Pero todo lo bueno dura poco. En mi afán de seguir saltando, me enredo con los grandes pies de este gato y caigo hacia un lado quedando boca abajo.

  El gran traje me impide levantarme y mi cabeza está por salirse. Por favor que eso no pase. Si me muevo se va a despegar de mi cuerpo por lo que quedo tendida en el suelo como un peso muerto.

  A que sería una buena noticia para mañana. Ya me imagino el encabezado de la página cuatro del periódico universitario ‘Mascota se desmaya en pleno juego’. Solo debería conseguir unas cuantas fotografías y podría redactar una gran noticia desde el punto de vista de alguien más. 

  No pasan más de dos minutos antes de que alguien tome uno de mis brazos y me ayude a ponerme de pie. Mi cabeza de prominente se balancea pero la persona la sostiene antes de caerse y mi cara queda aún en el anonimato.

  –¿Estás bien?– Observo por los ojos traslúcidos y veo a Ford.

  Por supuesto que es él.

  No digo nada solo levanto mis pulgares y corro lejos completando mi actuación hasta que el bendito juego termina y nosotros ganamos por escasos puntos.

  Maldición, estoy sudando. No puedo ir con los chicos luciendo así, van a pensar que una nube llovió encima de mí, o podría decirles que accidentalmente rompí un caño del baño y quedé empapada.

  Suspiro y veo mi reflejo. Estoy roja y traspirada, como si hubiera hecho cardio la última hora, mi madre estaría orgullosa, siempre dijo que sería una buena animadora si me lo proponía. Ahora sé que eso no va a pasar. Salgo del baño cargando el gran traje que una de las profesoras de gimnasia me ayudó a quitarme y paso por un escaparate con objetos y ropa de nuestro equipo que no se vendió afuera. No les importará si tomo una remera y una gorra.

  Corro a cambiarme y paso directo al vestidor donde el traje debe estar. O al menos eso me dejó muy en claro el hombre que me obligó a ponérmelo.

  Cuando me propongo a salir, escucho dos voces conocidas en el pasillo hacia los baños. Son Ford y Alice.

–¿Me dirás que prefieres ir con ellos a venir conmigo?– Cuestiona ella. –Pensé que ya habíamos pasado al siguiente nivel.

  Desde mi lugar no puedo ver el rostro de Ford pero su tono es neutral, carente de emoción. –Nunca te dije eso.

  Alice hace una pequeña pausa y cruza sus brazos. –¿Vas a decirme ya qué traes con Morgan?– Oh no, cuando mencionan tu nombre en una discusión entre parejas no es nada bueno. ¿Ford está saliendo con ella y no lo sabía? Ahora me va a odiar aún más, puede que arroje sapos a mi cuarto o me empuje cerca de una fuente. –Me has cancelado planes y creo que es por ella, ¿estoy equivocada?

  Ford no responde a la pregunta, en su lugar se acomoda el bolso donde carga su cámara.

  –Tengo que irme Alice.– Tiene la intención de salir pero ella lo detiene con un brazo, girándolo de tal manera que ahora puedo ver su perfil.

  –¿Si sabes que le gusta tu primo?– Suelta una risita. –Parecía un perrito faldero cuando llegó, prácticamente era su sombra. Aún lo sigue siendo. No le interesas.

  Debería dejar de hacer eso. ¿Estaré incomodando a Logan? Es como si su aparición me hubiera devuelto las hormonas de una preadolescente con el chico que le encanta.

  –¿Entonces por qué estás tan preocupada?– Inquiere Ford con calma.

  –Rosalie Morgan no está a tu altura.– ¿Disculpa? Debería haber conservado esa cabeza de gato para lanzársela.

  Ese comentario hace que el chico se vea más serio, incluso más de lo que ya se encontraba. –¿Qué se supone que significa eso?

  La chica duda unos segundos antes de hablar. –Es rara,– dice, –si hubieras escuchado esa estúpida historia de cuento de hadas en segundo años, wow.– Tuve una gran calificación y mi ensayo comparativo de las historias de amor actuales con las que se muestran en los diferentes medios de difusión fue increíble. Que haya añadido una o dos, o tal vez más ejemplos y deseos personales no lo hace tan malo. 

  –Se une a todas esas marchas y el año pasado durante la obra a beneficencia, ¿recuerdas cuando salió corriendo para vomitar?– Se burla. –Había comido como tres hamburguesas antes en el concurso de comida, ¡fue un desastre!– En mí defensa, era por una causa benéfica, y lo volvería a hacer. –A lo que voy es que es un saco de pena andante. La mejor decisión que tuve fue alejarme de ella, en especial sabiendo lo que pasó con Sander.– Eso sí se siente como un puñal en el pecho. –Arruinará tu reputación.

  Ford sonríe vagamente. –¿Acaso tengo una?

  –Aun tienes un lugar en nuestro grupo, a los chicos todavía les agradas.– No recuerdo el por qué se alejó del que era su grupo de amigos antes de conseguirse el que tiene ahora. Pero para ser honesta, los de ahora me parecen mucho mejores que los que solía tener. Menos pretenciosos, más divertidos, menos molestos y más simpáticos. De esos con los que no tienes que esforzarte para caerles bien o tener el miedo constante de que te juzgarán no importa lo que hagas. 

  El chico asiente. –No tengo interés pero gracias.– De nuevo hace el amague de irse pero Alice vuelve a detenerlo.

  –Tú y tu primo deberían pensar mejor con quien pasan su tiempo.

  Eso parece ser la gota que colma el vaso de Ford porque se aparta del agarre de la chica.

  –¿Sabes que es lo que creo?– Ella lo mira con atención, –que estás tan celosa de ella que lo único que te hace sentir mejor es criticarla.

  La sonrisa cargada de gracia y desagrado de su parte me incomoda. –¿Por qué estaría celosa?

  –Su promedio es excelente, su confianza es mucho más estable que la tuya, está rodeada de amigos verdaderos y es mucho más feliz siendo ella misma que pretendiendo ser alguien más sólo para encajar, enumera sin detenerse. ¿Ford me está defendiendo? Eso es algo nuevo.

  –¡Ford!– Grita con evidente descontento pero el chico no se detiene ahí.

  –Antes eras una gran chica, pero cuando encontraste nuevos amigos también encontraste una nueva personalidad.– ¡Eso!

  Alice lo mira con cinismo antes de responder a su ataque. –No te olvides que tú también fuiste uno de ellos.

  Ford asiente un par de veces. –Y qué bueno que me di cuenta de eso. Ten una buena noche.

  Cuando Alice sale corriendo para el lado opuesto a él, me apresuro en volver con los chicos para que Ford no me encuentre y se dé cuenta que estuve escuchando toda su conversación. Me hará la vida imposible.

  –¿Estás bien?– Pregunta Elsa apenas me ve. Su cara de preocupación es como la de una madre. –Te perdiste el final del juego, te llamé pero no contestabas, me asustaste.– Logan llega hacia nosotras para escuchar cualquiera sea mi excusa para no regresar a mi asiento.

  –Estoy bien, lo siento,– me disculpo con ambos antes de levantar mi teléfono. –Se quedó sin batería así que lo cargué un poco.– Lo cierto es que realmente no tiene mucha batería y decidí apagarlo por ese motivo, así que es sólo la mitad de una mentira piadosa.

  Logan señala mi nuevo atuendo. –¿Tenías eso antes?– Pregunta acomodando mi gorra.

  –Quería apoyar al equipo ya que no vi cuando ganaron,– le doy mi mejor sonrisa inocente, –siempre tuve fe en ellos.

  Cuando Ford se aproxima a nosotros me da un golpecito en el hombro.

–Gran partido, ¿verdad Morgan?– Asiento.

  –Si, nuestro equipo es grande,– levanto los puños en señal de ánimo.

  –Iremos a la cafetería a celebrar,– habla Logan. –Algunos de los chicos vendrán con nosotros ¿vienes Ford?– Miro a Elsa quien está a punto de poner en marcha su plan pero niego mi cabeza con sutileza.

  –Tengo que correr a la residencia,– digo con rapidez notando el cambio en la expresión de Logan. ¿Acaso quería que fuera? No puedo evitar emocionarme por eso. Tal vez la respuesta a todo sea hacerme la difícil. –Tengo que terminar la tarea para la Sra. Barrett, me dio unas horas más para enviarlo.

  Ese bendito trabajo.

  –Yo paso por ahí,– interrumpe Ford de inmediato, –mi auto está allá, puedo llevarte.–

  Niego. –Estoy bien.

  Logan se acerca a mí. –Ve con él, te llevaré un muffin de los que te gustan y un café doble para mantenerte despierta toda la noche.– ¿Cómo es que mis sentidos se nublan cada vez que se dirige hacia mí? 

  –Gracias.– Termino aceptando y parto hacia el estacionamiento.

. . .

  Apenas subo a su auto y me coloco el cinturón de seguridad, Ford enciende el motor y rompe el silencio.

  –Espero que sacarte ese disfraz no haya sido tan difícil,– dice.

  Muevo la cabeza, negando con rapidez. –No, la Srta. Colbey me ayud…– Me detengo a mí misma cuando me doy cuenta de lo que acaba de decir. Lo observo con sorpresa a lo que le me responde con una sonrisa de no soy tan fácil de engañar. –¿Cómo supiste que era yo?–

  Enciende la radio justo cuando Gimme Shelter de los Rolling Stones está en sus versos finales. –Esos pasos son tu marca registrada.– Lo observo con más atención. Entonces sí ha estado viéndome mientras bailo. Que espeluznante. –¿Quiero saber cómo es que llegaste a ese punto?

  –No,– respondo rotundamente. 

  Eso provoca una risa de su parte. –Si te hace sentir mejor, fuiste mejor que Daryl, para ser una principiante.

  El rubor en mis mejillas se intensifica. ¿Acaso va a haber un momento en el que no sienta algún tipo de vergüenza siempre que estoy con él? –Si, sólo voy a saborear el momento y no volver a hablar de esto nunca más.

  Más tarde esa noche y mientras Elsa duerme, oigo como alguien desliza algo por debajo de la puerta. Mi único ruego es que no sea de esas cartas que envía un psicópata con letras cortadas de revistas. Recojo el sobre y saco una foto impresa con una nota que dice 

  Mi foto favorita de ti. 

  F.

  Soy yo con el traje de ese gato montés saltando con los brazos en el aire como una porrista. Es una gran imagen.

  Y sí, estoy sonriendo como si este fuese el mejor regalo que recibí en un buen tiempo.

  Probablemente lo sea.

Capítulo 8

  –Tu cabello huele increíble.– Logan aparece detrás de mí mientras camino hacia el edificio sur.

  –Gracias, Elsa me prestó una crema para peinar,– respondo intentando ignorar el hecho de que ahora es él quien olfatea mi cabello.  

  Toma un sorbo de su bebida con gas. –¿Escuchaste sobre la fiesta de San Valentín?

  Le doy una mirada de lado. –¿La que planean hacer ilegalmente? Sí.

  Este año la fiesta será en un almacén abandonado lo suficientemente grande como para hacer una gran celebración. Fue idea de una de las amigas de Alice quien vive por la adrenalina. La mayoría quería algo nuevo y no lo típico de alquilar un salón o ir a la casa de alguien así que llegaron a un gran acuerdo.

  El sitio está en medio de la nada. No hay posibilidades de ser atrapados sin que alguien llame a la policía y den la ubicación exacta así que estamos seguros. Creo. Un grupo de estudiantes se ofreció a dejar el lugar en condiciones para esa noche y me alegra saber que los participantes son chicos con una buena cuenta bancaria dispuestos a gastar en decoración, comida y hasta contrataron a una banda para tocar.

  –Será mi primer gran fiesta desde que llegué a esta ciudad,– dice entusiasmado. Tal vez podría aprovechar esa noche, pretender estar borracha y confesarle lo que siento. Luego haré como que no lo recuerdo pero sabré qué es lo que piensa sobre eso.

  Sé que dijo que podría ser su hermanita pero eso puede cambiar, ¿verdad?

  Me golpeo a mí misma, es la idea más estúpida que se me pudo ocurrir.

  Logan se detiene a mitad del camino y se coloca frente a mí. –Deberíamos ir para allá,– señala detrás de mí. Me gira y me empuja en esa dirección pero pongo resistencia.

  –Pero mi clase es de ese lado,– aclaro.

  Continúa llevándome con él. –Podemos darle vuelta al edificio, me urge caminar un poco, siento que no he estado ejercitándome tanto.

   Suelto una risita y niego zafándome de su agarre. –Y en mi caso, me he ejercitado más de lo que suelo hacer,– comento.

  –¡Rosie!– La voz de un chico se lleva mi atención y  lo veo a unos metros de nosotros.

  –¿Sander?– Pregunto confundida. –¿Qué haces aquí?

  Hace unos pasos hacia mí despeinando su cabello. –¿Podemos hablar?

  El rubio no lo piensa un segundo y se coloca frente a mí como si fuese un escudo.

  –Ella no tiene nada que hablar contigo.

  –Este no es tu asunto.– El tono de Sander es autoritario.

  Casi puedo escuchar los huesos del puño de Logan tronando mientras aprieta su mano. –Todo lo que se trate de Rosie es mi asunto, especialmente si se refiere a alguien como tú.

  Sander da un paso hacia adelante. –¿Alguien como yo?

  –Malditos que piensan que pueden hacer lo que quieran con las chicas.– El rubio lo empuja hacia atrás y advierto que esto pueda terminar mal por lo que me entrometo.

  –Logan, basta.– Lo detengo colocando una mano sobre su pecho y con cuidado lo aparto de mi lado. –Estoy bien,– le aseguro antes de mirar a Sander y dirigirme hacia otra dirección seguida por él.

  Paro cerca de un árbol y cruzo los brazos.

  –¿Qué quieres?

  Suspira. –Sé que no tengo derecho a pedirte esto pero no tengo a nadie más para hablar.– Suena un tanto deprimido pero no pretendo que eso me afecte. 

  –Creí que tu nueva novia era excelente para darte atención.– Eso sale de mi boca sin pensarlo. –Y no, perdiste cualquier tipo de derecho luego de desecharme como basura.– Quiero que sepa que sigo enojada y que eso no va a cambiar.

  Al escuchar mis palabras duda en seguir hablando pero eventualmente lo hace.

  –Rosie, es mi abuela.

  Cualquier expresión de desprecio en mi rostro se esfuma en un segundo.

  –¿Qué con ella?– Pregunto ahora en un tono más suave.

  –El tratamiento no está funcionando.– Eso me temía. –No hay nada más por hacer.

  Rita, la abuela de Sander es una de las personas más increíbles y amables que conozco. La primera vez que la vi fue en el cumpleaños de Sander. Viajó desde Iowa para verlo y trajo varios regalos con ella. Él no se lo esperaba y apenas la vio, fue como si volviera a ser un niño. La relación de Sander con ella es realmente fuerte y hermosa y no puedo imaginarme como debe estar sintiéndose ahora. Rita sufre de cáncer de pulmón avanzado. Estuvo en remisión pero volvió mucho más fuerte, le dieron muchos tratamientos pero los médicos sabían por dentro que este día llegaría.

  Mi corazón se estruja. –¿Es definitivo?– El chico asiente compungido. –Debe haber otro médico, otro hospital que tenga una opinión diferente.

  Sander me da una media sonrisa de consuelo. –Lo intentamos todo, simplemente ya no solución. No le dan más de dos semanas.

  –Lo lamento,– susurro antes de darle un sentido abrazo. –¿Hay algo que pueda hacer?– Me separo de él. Por un segundo se siente como si el tiempo no hubiera pasado y aun estuviéramos juntos sólo que mi corazón está lo suficientemente roto como para traerme de vuelta a la realidad al cabo de unos segundos.

  –¿Puedes acompañarme al hospital?– Pregunta un tanto nervioso. –No he ido desde que dijeron lo del tratamiento, tengo miedo.

  Viéndolo en esta situación no es más que un chico asustado y la creciente pena por él se instala en mi pecho. –Claro, iré cuando quieras.

–Gracias Rosie, de verdad.– Me observa por un momento haciendo que me sienta un poco incómoda al respecto. –Sé que no merezco tu atención después de lo que hice pero…

  –Está bien,– interrumpo. –Enfócate en tu abuela.

  Escuchamos como alguien se aclara la garganta. –Tu tiempo se terminó,– indica Logan apartándome de él y colocándose delante de mí.

  Sander me mira sobre el hombro del muchacho. –Te llamaré luego.– Sin decir nada más, se aleja de nosotros. 

  Ese comentario no pasa inadvertido para Logan quien gira hacia mí. –¿Por qué va a llamarte?–

  –Es un asunto privado.

  Suspira y niega. –Rosie ese tipo…

  –Sé lo que hizo,– lo corto de inmediato, –pero nada de esto significa que quiero volver con él,– asevero.

  Tarda en aceptarlo pero termina cediendo ante mi mirada calma. –Si te molesta, dímelo.

  . . .

  –¿Qué ves a través del lente?– Pregunto mientras observo a Ford haciendo su trabajo. Nos encontramos en una terraza bastante alta y solitaria en medio del centro. Dijo que este lugar está en su lista.

  –Cosas,– responde sin pensarlo.

  Bufo. –Hablo en serio.

  Despega su vista del lente y me da una mirada de lado. –No te conformas con respuestas simples.

  –Es que, es como si te perdieras cuando tienes una cámara frente ti.– Doy una vuelta por el lugar mirando todo lo que se encuentra bajo nosotros. No soy una gran fanática de las alturas pero tampoco me da miedo, incluso el ambiente aquí se siente bastante tranquilo. Si alguien pusiera unas cuantas luces flotantes, unos sillones y una pequeña fogata sería un gran espacio para pasar una noche con amigos. El edificio es puramente departamental pero es un lugar bastante concurrido por Ford para realizar sus trabajos, lo que le da un pase libre a la azotea.

  –¿No es así como funciona la pasión por algo o alguien?– Lo escucho. Se detiene por un momento lo que me hace voltear a verlo. Sus ojos están sobre el cielo y luego se mueven alrededor antes de terminar en los míos. –Veo las cosas desde un punto de vista diferente. Veo lo que quiero ver, y muestro lo que a mí me parece merecedor de ser mostrado.

  Eso provoca que una sonrisa se forme en mi rostro. –Esa es una respuesta mejor.

  Vuelve a lo suyo pero continúa hablando. –Cuando mi hermano murió, lo único que me quedaron de él fueron fotos. Ahí entendí lo importante que es una imagen para evocar memorias. Espero que cuando alguien vea una imagen conocida, o se encuentre a si mismo ahí, el recuerdo de ese momento vuelva a su mente y cree algún tipo de emoción,– hace una corta pausa. –El arte provoca emoción.

  –Por eso fotografías personas,– murmuro en voz alta.

  –Las personas tienen mucho para decir,– añade. –¿Por qué comunicación social?– Me doy cuenta que esa pregunta va dirigida hacia mí.

  No dudo en mi respuesta. –Quiero escribir sobre personas.– Camino hacia la cornisa. –Vi un anuncio en las noticias, una mujer sostenía un cartel con el nombre de una mujer y su fotografía. Hablaba de su hermana, una médica de campo que salvó una gran cantidad de gente durante un terrible aluvión en Asia antes de fallecer y nunca fue reconocida por ello. Quiero contar sus historias, quiero que el mundo los vea y se den cuenta que hay gente increíble ahí afuera haciendo cosas increíbles.

  –Parece que ambos queremos contar historias a nuestra manera.– Volteo hacia él y asiento. 

  –Así que… ¿este es uno de los lugares en tu lista?– Digo rompiendo el contacto visual. –Cuéntame de él.

  –Vine a este lugar durante todo mi primer año. Fue la primera vez que me sentía lejos de mi familia, que salía de la ciudad donde crecí, y me sentía algo perdido.– No me atrevo a interrumpirlo. –Así que busqué un lugar donde me sintiera contenido y alejado de todo. El primer día que subí aquí había una familia celebrando un cumpleaños, justo allá.– Señala un restaurante cercano. –El cumpleaños Will era al día siguiente y tomé eso como una señal.

  –Eso es lo más personal que te he escuchado decir.– No he escuchado mucho de su hermano y el hecho de que quiera contarlo ya es una victoria porque Ford no suele hablar de él, al menos eso es lo que Logan me dijo.

  –Si lo usas en mi contra me vengaré.– Sé que será así. –Sander estuvo rondando el campus,– cambia de tema.

  Suelto un suspiro. –Lo sé, vino a verme. Necesitaba un favor.

  Me lanza una mirada de incredulidad. –¿Quería pedirte un favor?– Repite con gracia. –¿Aún hablas con él?– No, que va. 

  –Me escribió muchas veces pero nunca respondí. Borré su número pero me lo sé de memoria, ¿qué tan patético es eso?

  Levanta una esquina de su boca. –¿De verdad quieres que te lo responda?

   –¿Debería bloquearlo?– Elsa dijo que lo haga.

  –¿Te sentirás mejor después de hacerlo?

  –Puede que.

  –Entonces hazlo,– comenta. –Bien, tengo algunas buenas,– dice guardando su cámara en el bolso. –¿Tienes tu lista?

  –Sí.

  El primer punto en la lista es el jardín de una capilla que encontré cuando me perdí mientras me dirigía al centro comercial también durante mi primer año aquí. Creí que sería un buen lugar para pensar qué hacer antes de volverme loca porque ya estaba lo suficientemente nerviosa.

  Apenas llegamos me dirijo hacia la puerta que da a la parte de atrás de la capilla. –¿Cuál es la historia de este lugar?– Inquiere Ford buscando un buen lugar para fotografiar.

  –En ese banco de allí había una chica llorando,– comento una vez que llegamos al centro del lugar donde se extiende un camino empedrado rodeado de flores y árboles coloridos. –Sostenía su teléfono cerca del oído y por un instante pensé que algo malo había pasado pero no. Estaba hablando con su padre y ella lloraba de felicidad diciéndole que consiguió el trabajo de sus sueños.

  Sonrío al recordarlo. 

  –No recuerdo cuanto tiempo me quedé aquí pero compartí su felicidad a tal extremo que me puse a llorar también.– Decir eso me avergüenza un poco pero no es un secreto que soy una persona altamente sensible hacia cualquier cosa. –Cuando me descubrió viéndola lo único que hizo fue mirarme con curiosidad antes de soltar una carcajada que seguí sin dudar.– Escucho los clicks de la cámara así que continúo. –Fue raro, pero me sentí muy feliz en ese momento por alguien que nunca conocí. En ese entonces esperaba que este lugar haya sido testigo de muchos de esos momentos felices.– Me pregunto quién dejó este jardín así de bonito. –Sé que suelen celebrarse bodas aquí, así que supongo que sí.–

  –¿No es algo magnifico?– Giro hacia Ford cuando escucho su voz.

  –¿El qué?

  –La vulnerabilidad hacia algo que nos conmueve.

Capítulo 9

Observo en el espejo mí reflejo retocando la peluca colorada sobre mi cabeza. Esta cosa es tan incómoda pero no puedo ser Julianne Potter sin su icónica cabellera rojiza. He visto la boda de mi mejor amigo más veces de las que puedo recordar y sin duda creo mi traje gris conseguido en una tienda de alquiler a último momento se luce increíblemente.

  Quien organizó la fiesta, tuvo la fantástica idea de que los invitados se disfracen de un personaje de comedias románticas conocidas pero la única regla que no se debe romper es la de llevar una máscara.

Elsa está vestida como Amélie Poulain. Ha tenido ese disfraz por semanas durmiendo en su closet y finalmente va a ver la luz de la luna esta noche. 

  –¿Estás lista?– Pregunta mi amiga tomando su bolso. –Quiero llegar antes de que se llene demasiado o será difícil encontrar un lugar en la barra.

  Compruebo que mi peluca va a resistir por el resto de la noche y volteo a verla. –¿Planeas quedarte ahí toda la noche?

  Hunde sus hombros. –Al menos hasta que tenga ganas de ir al baño.

  Tomo mi teléfono y lo guardo en el bolsillo. El hecho de que elegí este vestuario en partículas es por los bolsillos. Es tan genial no tener que llevar un bolso conmigo cuando puedo guardar cosas en los bolsillos del saco y del pantalón. –¿Cómo vas con los lentes de contacto?

  Suspira con pesar. –Los detesto pero todo sea por el bien de un disfraz bien hecho.

  –Amélie se verá genial con esa máscara rosa que conseguiste,– admito con una sonrisa.

  Elsa me da una mirada de emoción. –Lo sé, los brillantes le dan el toque especial.– Mueve la cabeza y levanta sus manos. –Ya, no pienso seguir tocando mis ojos. ¿Tienes la dirección?

  –Sí.– Tomo el teléfono y reviso el mensaje que me envió Jeremy hace unos días.

  Elsa cierra la puerta detrás de nosotras una vez que salimos al pasillo. –¿No deberíamos estar nerviosas porque la fiesta es en un lugar abandonado?

  Lo cierto es que al principio no estuvimos muy seguras con la idea pero es nuestro último año y Elsa insistió en que deberíamos vivir todas las experiencias de universitarios antes de salir al mundo y eso incluye vivir al límite de ser atrapados por la policía.

  –¿Qué pasó con todo eso de sólo se vive una vez y este es nuestro último año antes de salir a la realidad de la vida empleadora?– Repito esas líneas imitando su voz. 

  –Solo digo estupideces en el momento.

  Antes de bajar las escaleras la detengo. –¿Quieres que nos quedemos aquí?

  Niega de inmediato. –No, quiero divertirme. El taxi está afuera, vamos.

  Salimos de nuestro edificio y caminamos entre algunos estudiantes, algunos de ellos dispuestos a quedarse aquí y otros dispuestos a pasar una noche entretenida.

  –Me alegra que no seamos las únicas disfrazadas o eso sería muy embarazoso,– comenta Elsa mirando los disfraces de los jóvenes que pasamos. –Ahí viene tu príncipe,– señala con la cabeza a un lado de nosotras.

  –¿Qué?– Dirijo mi mirada en esa dirección y en efecto, me encuentro con dos rostros conocidos. –Oh no.

  –Rosie, Elsa, ¡se ven increíbles!– La cálida voz de Logan atraviesa mi cabeza y mi ánimo se levanta un poco más.

  –Gracias, fue mi idea,– responde mi compañera de cuarto antes de mirarlos con ojo de crítica y asentir. –¿Jack Dawson? Me impresionas, creí que te disfrazarías de algún personaje animado irritante.– 

  Logan podría ser un gran reemplazo de Leo Di Caprio en una nueva adaptación de Titanic si así lo quisiera. Su cabello está peinado cuidadosamente como el personaje y los tirantes en su vestuario le quedan bastante bien.

  –¿Las llevo?– Pregunta Logan.

  –Elsa llamó a un taxi,– contesto, –nos está esperando. ¿No se supone que tu primo debería estar pegado a ti?

  –Nos verá allá.– El rubio levanta una mano. –Esperen aquí,– dice antes de correr hacia el vehículo estacionado en el frente. Le dice unas cosas y regresa hacia aquí.

–Vamos,– exclama Logan. –Ahora si se van conmigo,– comenta mientras veo como el taxi se va calle abajo. Elsa se separa para contestar una llamada y Logan se posiciona junto a mí. Puedo sentir su perfume fuerte y embriagante y realmente quiero abrazarlo para oler como él por el resto de la noche. –Esos lentes te quedan muy bien.

  Levanto una esquina de mi boca. –Y tu atuendo de Jack definitivamente se robará las miradas. Hace que tus ojos se vean más brillantes.

  –¿Estás coqueteando conmigo Rosie?– Inquiere con una ceja levantada. –Porque me gusta.– Dios, si tan solo lo dijera en serio y no estuviera pensando en Harriet.

. . .

  La fiesta es en una vieja bodega abandonada en medio de la nada. En lugar de una comedia romántica, es el sitio perfecto para una película de terror, solo espero que no termine como una. La música resuena fuerte hasta aquí afuera y ya hay varias personas tanto afuera como adentro. Nos colocamos nuestras máscaras y caminamos en dirección al gran portón de entrada.

  –Tengan cuidado, alguien vomitó ahí,– dice un chico pasando junto a nosotros.

  –Qué asco,– se queja Elsa antes de darle unos golpecitos a mi brazo. –Ahí está Nick.– Nick es el chico a quien le da tutorías y es de un año anterior al nuestro. Es un poco rebelde pero le agrada Elsa por lo que no la hace pasar un mal rato, la mayoría de las veces. 

  –Ve con él,– la animo.

  –No voy a dejarte sola.

  Es obvio que quiere ir, no lo ha dicho abiertamente pero sé que le gusta y mucho.

  –No estará sola,– interrumpe Logan pasando un brazo por mis hombros. –Tendré un ojo sobre ella.

  –¿Por qué hablas como si fueras mi niñero?– Le doy una mirada de reproche. –Puedo estar perfectamente bien por mí misma. Y ahora, voy por algo de tomar.– Me alejo lo más rápido de él y me sitúo en la barra. Pido un daiquiri de durazno y me relajo un poco mirando a mí alrededor. El lugar está repleto, Mom’s Old Hatchback de LVLY suenan desde los parlantes y el ánimo es joven y descontrolado.

  –Incluso tu compañera de cuarto tiene una cita y tú estás aquí, luciendo terrible con esa peluca barata.– Escucho a mi lado y no tengo que voltear para saber de quíen se trata. –Veo que Sander realmente te arruinó.

  De todas las personas que podría encontrar esta noche, Alice no estaba en mis planes.

  –Sí, supongo que me abrió los ojos para alejarme de personas que no valen la pena, como su grupo de amigos.– Le doy un largo sorbo a mi bebida. –Pero estoy segura que no viniste hasta aquí solo para decirme eso.

  Sonríe con suficiencia. –Eres inteligente.– Da un paso hacia mí. –Aléjate de Ford.– Su mirada es como un gran cartel de advertencia con luces de neón. 

  –Bueno,– murmuro, –teniendo en cuenta que estamos atados con un proyecto hasta su entrega, creo que eso va a ser imposible.

  Es lo único que nos mantiene atados y quiero sacar una nota excelente.

  –Quiero dejarte algo en claro, Ford aun pertenece a nuestro grupo…

  –¿Y crees que te lo robé?– La interrumpo al instante. –¿Es por eso que me detestas tanto?– Ni siquiera espero que conteste. –Deberías estar enojada con él, de todas formas es el quien parece querer estar conmigo.– Abro mi boca fingiendo sorpresa. –No me digas que estás celosa.

Eso parece tocar una fibra sensible. ¡Jackpot!

  Ríe histéricamente. –¿De quién? ¿De ti?– Me mira de pies a cabeza. –¿Cuándo te hiciste tan egocéntrica Rosalie?

  –Desde que me di cuenta cuanto lugar ocupo en tu cabeza. A mí no me importas pero parece que yo si ya que están tan al pendiente de lo que hago o con quien estoy.– Una melodía conocida inunda el ambiente. –Oh, ¿escuchas eso?– La pista cambia a Get Him Back de Olivia Rodrigo y no puedo evitar emocionarme aunque en realidad sólo quiero una excusa para salir corriendo. –¡Amo esa canción!– Exclamo antes de tomar lo que resta de mi copa y empiezo a caminar lejos de ella. –¡Disfruta la fiesta!–

  Maldición, esa bebida estaba fuerte.

  Canto a todo pulmón en la pista bailando con extraños luciendo máscaras hasta que un brazo me sostiene y giro para notar a Logan junto a mí. Ambos continuamos divirtiéndonos hasta que en un raro intercambio, el chico se acerca a mí y me besa.

  Logan me está besando. Logan me está besando. Por Dios, esto es tan extraño. ¿Por qué es tan extraño?

  El beso dura más de lo que puedo recordar y al separarnos me doy cuenta que no sé qué decir y solo camino lejos de él. Quería besarlo, por supuesto que sí, pero fue tan sorpresivo que no logro decidir si me gustó o no.

  –¡Rosie, espera!– Me sigue y toma mi brazo para que voltee a verlo. –Lo siento, no pretendía ofenderte.– Su máscara ya no está en su rostro y hago lo mismo con la mía.

  –¿Por qué me besaste?– Prgeunto confundida. –Dijiste que te gustaba Harriet.– Logan no contesta de inmediato pero advierto una mirada sobre nosotros. Harriet está cerca de los baños y no parece nada feliz. Entonces todo cae como un balde de agua helada sobre mi cabeza. –¿Me besaste para que ella lo viera?– Inquiero esperando que me diga que no y que solo estoy paranoica pero la cierto es que acabo de terminar una relación con un idiota que me lastimó y ahora pongo atención en cosas que antes no.

  –Rosie…– De nuevo, no lo niega y la imagen de Sander cuando le pregunté sobre la fotografía viene a mi mente.

  –Me estás usando para darle celos.– Eso ya no es una pregunta, es un hecho. Niego lentamente. –Dices que no abalas la actitud de Sander pero actúas igual que él.

  No lo dejo responder porque me alejo antes de escuchar unos gritos y ver como algunos de los presentes corren en distintas direcciones.

  –Diablos, alguien se metió con la policía, vinieron a clausurar la fiesta,– exclama uno de los estudiantes alertando a sus amigos. –¡Es un desastre ahí afuera!

  Cuando la multitud a mi alrededor empieza a acorralarme miro hacia todas partes con la intención de encontrar a mi amiga. –¡Elsa!– Grito sobre la música sin éxito hasta que un brazo se aferra al mío. Ford está junto a mí e intenta que salgamos del tumulto. 

  –¡Morgan! Vamos.– Su agarre ahora cambia y toma mi mano pero me detengo mirando hacia atrás.

  –Tengo que encontrar a Elsa,– digo nerviosa.

  –Está con Logan,– responde Ford antes de continuar con su camino. –Lo vi cerca de los baños y le hice señas para que se la lleve con él, le envié un mensaje para que se lleve mi auto, él tiene las llaves,– comenta llevándome hacia una de las puertas de atrás que dan al prado abandonado y lleno de maleza seca que rodea el área. 

  –¿Qué vamos a hacer nosotros?– Si Logan se lleva el auto nosotros estamos varados aquí.

  –Ya pensaré en algo, vamos por allá.– Por suerte, la maleza es lo suficientemente alta como para escondernos si nos agachamos y el hecho de que esté más oscuro para esta parte es alentador para escapar sin mayores problemas.

  Unos sonidos a lo lejos me ponen alerta de inmediato y por poco tropiezo con mis pies.

  –¿Esos fueron tiros?– Pregunto con mi voz en todo agudo por el miedo.

  –¿Quieres apresurarte?– Ordena Ford con su mano aun firme y entrelazada a la mía.

  –¡No quiero morir!

  –¡No vas a morir!– Responde antes de soltar una risita por lo bajo.

  –¡No te rías!– Ordeno. –¿Sabes dónde vamos?

  Niega. –Lo suficientemente lejos como para que la policía no nos encuentre.

  –Eso sonó a algo que un criminal diría.– Primero la biblioteca y ahora esto. Estoy tentando a mi suerte y no va a pasar mucho hasta que mi expediente delictivo tenga puntos a tener en cuenta.

  No puedo ver por donde piso hasta que siento un tirón en mi pie y me tropiezo.

  –¡Espera! Mi pie se atoró en algo,– exclamo hacia el chico quien de inmediato se arrodilla para liberar mi calzado. 

  –No te muevas,– reprocha mientras intento zafarme por mi cuenta. Cuando mi pie queda completamente liberado nos disponemos a continuar.

  –¿Qué hacen aquí?– Una voz nos sobresalta tanto que terminamos gritando.

  –Mierda,– se queja Ford. El chico se ríe y sigue su camino lejos de nosotros.

  –¿Está borracho?– Pregunto aun con el corazón en la garganta por la impresión.

  –Si, así parece.– Mira a lo lejos y vuelve a tomar mi mano para seguir alejándonos. –Vamos.– A unos cuantos metros, se encuentra una pequeña cafetería y creo que Ford piensa lo mismo que yo porque asiente de inmediato. Corremos hacia allí escuchando las sirenas de fondo lo que nos da a entender que aún podrían encontrarnos y detenernos. 

  Uno de los móviles policiales parece acercarse entonces el chico toma nuestras máscaras, las arroja en el basurero más cercano y también se deshace de mi peluca perfectamente colocada. 

  Estamos completamente solos en este lugar de no ser por la camarera que veo a través de la ventana del negocio pero no llegamos a entrar porque vemos a un oficial acercándose. 

  –No me golpees,– dice Ford.

  –¿Por q…?– No logro terminar la pregunta porque en ese mismo instante Ford me besa. 

  Es un beso casto pero no puedo evitar pensar en lo obvio. Ford me está besando. Ford. ¿Acaso el universo se está riendo de mí ahora? 

  El chico se separa apenas de mí y susurra aun con sus labios cerca de los míos. –Sigue el juego.–

  Se aleja de mí y ponemos atención en el oficial que está llegando. 

  –¿Han estado aquí todo este tiempo?– Pregunta el hombre mirando entre nosotros, sus ojos descienden a nuestra ropa y realmente agradezco que sean lo más normales posibles y que no se me haya ocurrido disfrazarme de Sandy Olsson con su vestuario del final de la película Grease.

  –Si, ¿podemos ayudarle?– Dice Ford sosteniendo mi cintura con una mano.

  –Tuvimos una llamado sobre una fiesta en un lugar privado, el viejo almacén de la fábrica,– señala detrás de él. –Allanar propiedad privada es un delito grave.– 

  El chico junto a mí asiente de inmediato. –Vi algo cuando veníamos hacia aquí pero no tenemos más conocimiento sobre eso,– miente, –estamos celebrando San Valentín, tenemos cosas más importantes que hacer.– Escucho como dice eso último de manera insinuante. Suelto una risita y lo abrazo.

  –Aquí nos conocimos,– añado pellizcando un sector de su espalda. Ford reacciona dando un saltito pero lo cubre con otra corta risa.

  El hombre nos observa como si no nos creyera y vaya que está en lo cierto. –¿Alguien puede corroborar esa historia?

  Mierda.

  La puerta de la cafetería se abre. –Yo puedo,– escuchamos la voz de una mujer. –Son mis clientes favoritos. Y le sugiero que no se meta con ellos, oficial, son buenos chicos.– Se acerca a nosotros y cambia su atención al chico a mi lado. –Ford, ¿lo de siempre?

  Ford asiente y le da una pequeña sonrisa colocando una mano sobre su hombro de forma amistosa. –Sí, Rowen, estaremos ahí en un momento, gracias.– La mujer se aparta y camina de vuelta al local. –¿Necesita algo más oficial?– Dios, espero que no. –Aún tenemos una larga noche por delante.– De nuevo ese tono. El hombre va a pensar cualquier cosa.

  Niega. –Sigan con lo suyo, diviértanse.

  Antes de que Ford pueda decir algo, salto en su lugar. –Gracias, tenga linda noche.– Empujo al chico hacia dentro con la intención de terminar este teatro de una vez y por todas.

  La calidez del lugar contrasta con el fresco de la noche y el ambiente parece ser completamente nuevo. La suave melodía de Sleeping With The Past de Elton John llena el lugar con buena energía.

  –¿Qué hiciste ahora?– Pregunta la mujer con un fuerte acento de Nueva Orleans.

  –Nada,– responde Ford acercándose a la barra. –Me conoces,– le da un guiño y la mujer bufa.

  –¿Me estoy perdiendo de algo?– Interrumpo mirando a ambos.

  –Ella es Rowen, la ayudé una vez con su auto y me invitó una comida,– explica el muchacho. –He venido aquí algunos fines de semana.

  –¿Noche loca?– Me mira Rowen.

  Suelto un largo suspiro. –Definitivamente.

Su mirada cambia a Ford quien se mueve detrás de mí buscando un lugar donde sentarse. –Por fin me traes una novia, ya me cansaba de verte solo,– habla lo suficientemente alto para ser escuchada por él.

  –No soy su novia,– aclaro de inmediato.

  –¿Amiga con derechos?– Se corrige. Niego. –Los vi besándose.

  Aprieto los dientes. –Eso no estaba planeado para nada.– Mis labios aun queman y mi cabeza repite esa escena una y otra vez.

  –Me gusta tu traje.

  Sonrío pensando en que debo lavarlo antes de devolverlo porque tiene el peso de la ley encima y cadillos en los dobladillos del pantalón por el recorrido entre la maleza. –Gracias, ¿esa eres tú con Elton John?– Pregunto cuando veo una fotografía colgada en la pared detrás de ella. Su gran sonrisa es la estrella de la imagen.

  Sus ojos se iluminan. –Sí, lo vi en el aeropuerto hace unos años y le pedí una fotografía.– Mira su rostro con ensoñación. –Amo a ese hombre.– Gira de vuelta hacia mí. –Siéntate, les traeré una rebanada del pastel del día.

  Doy unos pasos hacia atrás pero no hago lo que pide, en su lugar, me dirijo hacia la ventana y observo hacia la distancia, cerciorándome de que nadie esté afuera esperando a que salgamos para esposarnos y llevarnos en un patrullero. 

  –¿Quieres relajarte?– Escucho la voz de Ford. –No van a venir por nosotros.

  Dejo salir una fuerte respiración, parecida a los dragones cuando sueltan humo por sus fosas nasales, y lo miro. –¿Por qué siempre que estoy contigo temo por mi integridad?

  Sonríe con satisfacción. –Creo que lo que quieres decir es que hago tu vida un poco más interesante.

  Ignoro eso. –Voy al baño.– Rowen señala hacia la izquierda con su cabeza indicándome el camino. 

  Lavo mis manos y siento el zumbido del teléfono en mi bolsillo. Me apresuro en contestar y la voz desesperada de Elsa llega a mi oído. –¿Dónde están? ¿Están bien?

  –Sí, estamos bien,– contesto. –¿Llegaron al campus?

  –No, estamos dando vueltas. Dinos dónde están y vamos para ahí.– ¿Ver a Logan después de todo lo que pasó? Bien.

  Luego de darle las indicaciones me concentro en el reflejo en el espejo y mi mirada cae inconscientemente sobre mis labios. ¿Por qué esta noche tuvieron que besarme ambos? ¿Qué debería hacer? ¿Pretender que nada sucedió y limitarme a comer el pastel en silencio mientras medito la situación?

  –¿Todo bien?– Pregunta Ford cuando aparezco de vuelta. Asiento sentándome frente a él y tomando una buena porción de pastel de zanahoria.

  –Vienen hacia aquí,– respondo con la boca llena y el silencio vuelve a situarse entre nosotros.

  –No le des vuelta al asunto,– dice al cabo de unos segundos.

  Levanto la mirada del plato hacia él. –¿Qué?

  –Ese beso sólo fue para salvar tu integridad.– Espero que mis mejillas no decidan teñirse de rojo.

  –No estaba pensando en eso.– Sí, lo estaba.

  –Lo has estado pensando desde que pasó.– Sí, lo estaba.

  Entrecierro los ojos hacia él. –Te das mucho crédito ¿verdad? Tal vez estaba pensando en el hecho que tu primo me besó antes de que todo se volviera una locura.– Su rostro cambia por un segundo antes de levantar una esquina de su boca. Pero esa expresión burlista ya no está en sus facciones.

  –Conseguiste lo que querías,– dice.

  Aclaro la garganta. –Dejemos de hablar de eso, ¿bien? Me duele la cabeza.

  La puerta de entrada se abre de repente sobresaltándonos. –¡Rosie!– Elsa corre hacia mí y me da un fuerte abrazo. –Qué bueno que pudieron salir,– mira hacia Ford.  –¿Tuvieron algún problema?–

  –Para nada,– responde el chico con una sonrisa.

  El camino de vuelta a la universidad fue silencioso a excepción de la radio y sus clásicos ochenteros como Go Your Own Way de Fleetwood Mac. Me concentro en la melodía y trato con todas mis fuerzas de no mirar hacia el espejo retrovisor temiendo encontrar la mirada de Ford en ella, tampoco quiero captar un vistazo de su primo. Ni siquiera espero a Elsa cuando abro la puerta del auto y prácticamente salto fuera de él. 

  Creo que fue demasiada humillación por una noche.

Capítulo 10

  Camino con pesar hacia mi habitación sintiéndome como un pesado saco de papas avergonzado y molesto. La noche anterior sigue reproduciéndose en mi cabeza y lo único que deseo es que esta horrible sensación se evapore de mi estómago. 

  ¿Cómo pudo hacer eso? Logan no es una persona que saque ventaja de esta forma o al menos esperaba que no. Apenas levanto la vista del suelo me encuentro con el chico en cuestión sentado en las escaleras. Su rostro denota pena pero seguramente no más que el mío. Se pone de pie en el instante en que nota mi presencia y quisiera que la tierra me tragara ahora mismo y me escupiera en el Caribe, lejos de él y de cualquier otra persona. 

  En especial de Ford.

  Ni siquiera se lo dije a Elsa cuando llegamos anoche, sigo sin poder procesarlo, ella solo cree que estaba asustada por el momento y no quería hablar de ello.

  Logan aparece frente a mí y mi primer impulso es salir corriendo. –Rosie, ¿podemos hablar?– 

  Tomo una respiración profunda y lo enfrento. –¿Qué quieres?

  –Disculparme,– contesta de inmediato. –Lo que hice no estuvo bien, fui un completo patán y te prometo que no lo hice a propósito es sólo que me dejé llevar, fue un impulso estúpido.– Ese discurso sale con rapidez y sin equivocarse en ninguna palabra.

  –Sí, bastante,– le doy la razón sin pensar. 

  Da un paso hacia adelante y se agacha un poco para mirarme a los ojos. –Por favor perdóname, lo que menos quiero es hacerte daño.

  –Podrías haberme advertido.– No es que de esa manera hubiera dolido menos pero al menos sabía que esperar y me habría preparado.

  –Nunca quise usarte para eso.

  –Pero lo hiciste.– Sus facciones decaen y me tiende una bolsa de papel. –¿Qué es eso?

  –Tus donas favoritas.

  Lo miro incrédula. –¿Estás chantajeándome con donas?– No es que sea una mala idea pero de igual forma me ofende.

  Detrás de su espalda, saca una rosa roja con su aroma tan usual. –¿Podrías darle una segunda oportunidad a este pobre infeliz?– Sólo le hace falta arrodillarse frente a mí. Observo a los estudiantes que pasan junto a nosotros y me siento un tanto incómoda. 

  Niego. –Dale esa rosa a Harriet.

  Logan toma mi mano y coloca la rosa en ella. –La única que va a recibir una rosa es mi Rosie.

  No puede decir esas cosas y esperar que no caiga. Maldito.

  . . .

–¿Qué es eso?– Pregunto mirando con desconfianza la jaula que yace en la mesa de luz de Elsa.

  –Un hurón,– contesta buscando algo en los cajones de su escritorio.

  –No es un hurón, es una rata,– corrijo. –Una rata gigante.

  Oigo a Elsa bufar. –No, es un hurón.

  –Tiene un sombrero,– comento mirando el sombrero negro de copa que está atado a su pequeña y peluda cabeza.

  –Sí, no se lo quites porque le gusta tenerlo.

  Despego la mirada del animal y miro a la chica. –¿Qué hace un hurón aquí? Sabes que no se permiten mascotas, tendremos problemas si Claire lo ve.

  –Entonces mejor que no lo haga.– Ese comentario suena más a una advertencia que a un pedido. –Mi hermana estaba de pasada, necesita que cuide de su mascota hasta mañana, sólo será una noche,– explica. –Y estará en su linda jaula por lo que no causará ningún problema.

  –¿Lo prometes?– Inquiero con duda.

  Elsa me da una sonrisa cansada. –Si, Rosie. Lo prometo. ¿Verdad Jones?– Se dirige al animal.

  –¿Se llama Jones?

  –Si, Indiana Jones,– responde. –Mi hermana está obsesionada con esa película. ¿Saldrás esta noche?

  Giro en mi silla de escritorio. –¿Una noche de semana cuando tengo muchas cosas para hacer? Mmm, veremos.

  Mi compañera me da una mirada de lado antes de tomar su teléfono. –No hace falta el sarcasmo. ¿Puedo pedirte un minúsculo favor?

  –Claro.

  –¿Podrías vigilarlo mientras voy a recoger un libro en la residencia de Michael? Lo necesito para terminar mi trabajo para mañana y aún no me lo ha devuelto.

  Suelto un sonido de mi garganta haciéndole saber que no estoy muy segura.

  –¿No hará nada verdad?– Pregunto.

  Elsa suelta una larga respiración. –No. Ya te dije, mientras esté en su jaula todo estará bien.

  –¿Y si no está ahí?– Mis ojos vuelven al animal quien se encuentra jugando con una pequeña pelota.

  No lo dice de inmediato pero puedo ver una sonrisa escondida en la cara de Elsa. –Tiende a escapar.

  Chasqueo la lengua. –Lindo.

  La chica se dirige a la puerta pero se detiene antes de abrirla. –Otra cosa, si sales del cuarto al baño o a conseguir algo de comer, por favor procura no demorarte tanto, no le gusta estar solo y se deprime.

  Este animal necesita demasiada dedicación. –¿Cómo hace tu hermana?– Cuestiono. –¿Acaso lo lleva a sus clases y fiestas?

  Elsa asiente. –Te sorprendería las cosas que Jones ha visto.– Agarra su llave antes de salir al pasillo. –Prometo no tardar tanto.

  –Si, ya. Yo me encargo de la rata.

. . .

  Tecleo en la computadora cuando mi celular empieza a sonar. Ni siquiera miro el nombre cuando lo llevo a mi oído.

  –¿Diga?

  –¿Estás libre?– La voz de Logan hace que detenga mi acción. –Conseguí algo de información sobre la ingeniera que me nombraste, podría ayudarte para tu ensayo.

  Le conté sobre mi trabajo para sociología y que quería basarme en la vida de una ingeniera cuyo campo se basa en la mecatronica y que ayudó en la construcción de una máquina que hace prótesis de todo tipo para personas con menos recursos usando los materiales reciclables que obtuvo del océano.

  –Eso es increíble, Logan, de verdad.– El chico ha estado toda la semana intentando ser el mejor hombre que puede. Supongo que aún se siente culpable por lo que hizo y yo sigo un tanto traicionada pero trato de superarlo.

  –¿Te parece vernos en la biblioteca?

  Lo pienso por un instante recordando al hurón. –Claro, estaré ahí en cinco minutos.– Tomo la jaula y le hablo directamente al bichito. –Bien, Jones, tendremos un corto viaje a la biblioteca y volveremos en un momento, tal vez antes que tu tía.

  Tomo mi llave y cubro la jaula con una manta para evitar que alguien vea al animal. Camino con cuidado pero al llega a la esquina, unas chicas del equipo de baloncesto chocan contra mí.

  –¡Lo siento!– Dice la Lexa mientras se apresura a su cuarto.

  –Algo dentro de la jaula se remueve y siento como el peso de antes ahora se aligeró. Escucho un ruido y veo a Jones corriendo por el pasillo.

  La puerta de la jaula se abrió y ahora el animal escapó.

  –¡Oh no! ¡Jones!– Exclamo en voz baja mirando hacia todos lados por si hay alguien más presente que pueda delatarme. –Demonios, ¡ven aquí!– Corro detrás de él. –¡No, no, no!

  Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi pantalón y lo tomo con torpeza.

  –¿Hola?– El animal zigzaguea intentando entrar por alguna puerta abierta. 

  –¿Logan?– Pregunto sin prestar atención.

  –Lamento decepcionarte, Morgan.– Me doy cuenta que se trata de su primo.

  –¿Qué haces con su teléfono?– Hablo manipulando la jaula en mi mano cómo puedo.

  –Estoy en su cuarto, lo dejó cargando y salió a tu encuentro,– explica.

  La jaula golpea mi pierna y siento el dolor instantáneo formándose cerca de mi rodilla. –Mierda,– me quejo en voz alta.

  –¿Todo bien?– Pregunta el chico.

  Suspiro. –Sí, olvídalo, ¿puedes buscarlo y decirle que voy a demorarme un poco más?– El hurón logra su cometido y se escabulle por una puerta sin seguro. –¡Jones!– Grito sin darme cuenta.

  –¿Qué pasa, Morgan?

  –Tengo que colgar, la estúpida rata se metió al baño,– aviso.

  –¿Rata?– Repite pero cuelgo de inmediato y guardo el dispositivo antes de entrar al cuarto.

  –Jones, por favor, ven conmigo,– susurro buscándolo por todas partes. –Prometo que seré una buena cuidadora y no te volveré a llamar rata nunca jamás.– Continúo hablando. –¡¿Dónde estás?!– Exclamo con impaciencia antes de ver al animal pasar por mi lado para salir nuevamente al pasillo. Me enfoco en atraparlo y cuando lo hago escucho la voz inconfundible de la jefa de dormitorios. –Claire,– susurro. –¡Ven aquí!– Tomo al animal y me adentro a mi cuarto sintiendo sus pisadas acercarse. Cuando noto que no tengo tiempo de meterlo en la jaula, agarro el cesto de ropa y lo escondo bajo de él.

  –Rosalie ¿puedo pasar?– Intento controlar mis respiraciones.

  –Si,– respondo. –Hola Claire, ¿todo bien?– Sonrío.

  Su mirada viaja por todo el cuarto. –Eso quiero preguntártelo a ti.– Pone su atención en mí. –Me dijeron que te escucharon gritar.

  –Ah, ¡sí!– Respondo de inmediato. –Me corté con la tijera, soy terriblemente torpe y odio la sangre,– escondo mi mano derecha pretendiendo estar adolorida. Por la esquina de mi ojo veo el cesto sacudiéndose un poco y pongo un pie sobre él antes de que Claire se dé cuenta.

  Entrecierra sus ojos. –¿Segura estás bien? ¿Necesitas algo?

  Niego varias veces. –No, sólo me pondré a estudiar el resto de la noche, pero gracias.–

  Asiente poco convencida. –Bien, estoy en mi cuarto si me necesitas.

  –Gracias,– sonrío agradecida y espero a que cierre la puerta para correr hacia ella y poner el seguro. 

  Luego vuelvo al cesto y lo aparto para atrapar a Jones.

  –Ven aquí, ¡rata malvada!– Exclamo mientras corre hacia todos lados pero en un impulso de saltar sobre el escritorio, el animal sale despedido por la ventana. –¡No!

  –El hurón acaba de saltar,– digo para mí misma con nerviosismo. ¿Qué voy a decirle a Elsa? –Oh no, ¿sigues ahí?– Grito acercándome a la ventana. –No puedo creer que esté hablando con un animal,– me reprimo.

  –Sí, ¡estoy aquí!– Escucho. 

  –¿Hurón?– Pregunto con torpeza antes de ver a Ford parado afuera. –¿Lawrence? ¿Qué haces aquí?–

  Jones intenta escapar pero el chico se las arregla para mantenerlo en su agarre. –Me siento incómodo gritando a tu ventana con un animal desconocido en mis brazos,– comenta.

  –Ahora bajo, retenlo ahí,– le hago una seña con la mano antes de correr hacia la entrada del edificio.

  Me apresuro a su encuentro cargando la jaula. –Diablos, Morgan, venía para aquí y este animal saltó a mi cabeza. Tienes suerte de que aun esté vivo o tendrías muchos problemas,– dice refiriéndose a él. Morir por un animal cayendo sobre tu cabeza no es común pero tampoco imposible.

  –¿Por qué venías hacia aquí?– El hurón es más escurridizo de lo que pensamos porque cada vez que queremos meterlo en la jaula sube por el brazo de Ford.

  –Te escuché desesperada,– dice, –quería estar en primera fila para tu próximo movimiento.–

  –Estás castigado por el resto de la noche.– Miro directo a Jones antes de tomarlo pero no sale como esperaba porque el animal empieza a morder mis dedos. –Auch ¡no me muerdas!– Mi mano lo suelta sin querer y el pequeño diablillo vuelve a escapar. –¡No, ven aquí!

  Ford corre detrás de mí sosteniendo la jaula. –¿Por qué tienes un hurón con sombrero?– Pregunta. 

  –No es mío, es de la hermana de Elsa.

  –Eres una pésima niñera.– Maldición, nunca voy a volver a aceptar cuidar a otro animal de este tipo.

  –Lo sé.– Intento seguir el rastro de Jones mientras pasa por medio de todos los estudiantes que encuentra por su camino. –¡Por ahí!– Exclamo cuando veo que se dirige hacia unos arbustos. A la distancia, me encuentro con mi amiga hablando con Michael. –Si Elsa me ve sabrá que algo anda mal,– me agacho para evitar ser vista.

  –Algo anda mal,– afirme Ford imitando mi postura.

  –Cállate y ayúdame a encontrarlo,– agudizo mi vista para intentar dar con él. Ford me da un golpe en el hombro y señala hacia un lado.

  –Se dirige a la piscina de natación,– advierte y salimos corriendo detrás de él. –¿Los hurones nadan?– Pregunta al pasar.

  –¿Cómo voy a saberlo?– Contesto entrando al edificio. El equipo de natación debe haber terminado hace poco, las competencias están en proceso y el grupo de divide para entrenar en varios horarios. –Por favor no saltes,– murmuro por lo bajo.

  El animal corre por el borde de la piscina y en un intento de atraparlo para evitar que caiga al agua, soy yo quien termina dándose un buen baño. Salgo a la superficie dando chapoteos con mis manos y escucho a alguien más zambullirse. Unas manos se posan sobre mi cintura y giro encontrándome a Ford.

  –¿Por qué saltaste?– Lo increpo apartándolo de mí.

  –¡Creo que es obvio!– Exclama. ¿Ford aún piensa que no sé nadar? ¿Se tiró para ayudarme?

  Suspiro. –Aprendí a nadar, no quería volver a casi ahogarme como aquella vez.

  Niega con la cabeza pero me da una sonrisa leve. –Bien hecho.

El sonido del animal me alerta que sigue aquí y lo veo corriendo por el otro lado del lugar, cerca de los vestidores.

  –¡Jones!– Grito señalándolo.

  Ford se acerca al borde de la piscina y veo como se impulsa con sus brazos para subir. Diablos, ¿desde cuándo tiene esos músculos? Corre detrás del animal hasta que finalmente lo atrapa y para paz de todos, lo guarda dentro de la jaula. Me desplazo hacia la escalera y subo con cuidado. 

  Ford camina hacia mí y deja la jaula a mis pies. Nos miramos por unos segundos sin saber qué decir hasta que rompemos en una carcajada conjunta. 

  –Realmente es una aventura estar contigo,– comenta Ford mientras retira un mechón de cabello mojado de su rostro.

  Y de alguna forma me consuela que él también sea parte de eso.

Capítulo 11

La abuela de Sander falleció ayer en la mañana. El velorio acaba de terminar y me siento realmente drenada de energía. Contuve a Sander en todo momento, incluso sus padres me agradecieron por asistir y para mi sorpresa, no sabían que habíamos terminado porque nunca se los dijo. Opté por no develar la verdad porque no necesitaban más noticias pero realmente estoy molesta.

  Camino por el campus de vuelta a mi habitación mientras contesto un mensaje pero choco contra alguien.

  –¿Quieres fijarte por dónde vas?– Suspiro antes de mirarla. –Acabas de arruinar mi camisa.– Alice intenta limpiar la mancha de chocolate de su ropa pero está enojada.

  –Si la lavas ahora quedará como nueva,– comento antes de volver a lo mío.

  –Hay algo que quería preguntarte hace mucho,– dice haciéndome detener. –¿Te diviertes juntando chicos?– La miro sin entender. –Primero Sander, luego el chico nuevo y Ford,– sonríe acercándose a mí y sin esperar ni un segundo, coloca el pastelillo que cargaba sobre mi blusa, ensuciándola. –Irte de aquí en el auto de tu ex es un acto muy bajo sabiendo lo que hizo.–

  Voy a golpearla. Si no me detienen ahora voy a hacerlo y estoy en contra de la violencia.

  –No tengo por qué contestarte nada,– respondo entre dientes tratando de calmar mi pulso.

  Me empuja con un dedo. –Todo lo que se relacione con Ford me importa.

  Le doy una sonrisa de lado. –Creo que tienes una pequeña obsesión con él, no es para nada saludable,– informo.

  Alice empuja mis hombros haciéndome dar un paso hacia atrás. –¿Y tú no tuviste demasiado con ser la basura de alguien más?

  –¿Qué demonios te hice para que me trates así?– Exclamo tomando sus manos para evitar que vuelva a golpearme.

  –Tu simple presencia me enerva.– Si esta chica pudiera quemarme con una mirada, en este momento sería un malvavisco derretido y oscuro.

  –Qué bueno que en unas semanas no volveremos a vernos.– La chica se zafa de mi agarre pero antes de que pudiera intentar algo más, alguien se entromete.

  –El hecho de que a Ford no le intereses románticamente no significa que puedas culparla a ella.– Logan ahora está frente a mí actuando como mi guardaespaldas, de nuevo.

  –No es asunto tuyo,– advierte la chica.

  –Todo lo que se relacione con Ford me importa.– Repite las mismas palabras de Alice y eso basta para que ella haga un berrinche y se vaya. A mi lado hay una piedra, si se la arrojo a los pies no sería tan malo.

  –No la escuches, está celosa,– murmura el chico empujando mi espalda con su mano para caminar junto a él.

  –¿De mí?– Es difícil creerlo cuando ella cree que todos tienen celos de ella.

  Logan asiente. –Digamos que mi primo no le da a Alice la atención que ella quiere.

  Bufo. –Nunca supe por qué se separaron, es decir, durante los primeros dos años su grupo era irrompible,– comento. –Hacían casi todo juntos. Incluso Alice y Ford estaban saliendo.

  Recuerdo cuando Alice empezó a presumir de su nuevo novio hablando en voz alta durante una clase de estudio. Esa era su forma de informar sin hacerlo tan obvio. Claro que la idea sólo era procurar que todos lo sepamos. 

  –Lo hicieron, por unos meses,– aclara, –luego Ford se dio cuenta que no eran la clase de personas con las que quería relacionarse.– Lo miro de costado. –Me habló mucho de ello,– continúa. –Sus conductas no eran algo que le agradaba,– habla refiriéndose a Tony, Paul y Alice. Eran como el grupo con el que no querrías cruzarte porque sus ataques burlistas eran los peores.

  –Dicen que Paul fue quien trajo droga al campus y accidentalmente la dejó en el laboratorio para jugar una broma,– murmuro recordando ese día. Un profesor y un alumno terminaron intoxicados. –Él lo negó. Hasta llamó al abogado de su familia para apoyarlo.– Paul tuvo suerte de que su madre tuviera los contactos adecuados para salir de ese problema. 

  –Y Alice no es una chica simpática que digamos,– dice el chico. –Las constantes críticas sobre los demás provocó que Ford se aleje de ella.

  –¿Y ella me odia por eso?– Pregunto incrédula.

  –Escuché que Ford te defendió de algo que ella dijo cuando empezaste a salir con ese idiota. Supongo que no le cayó bien.–

  Suelto un largo suspiro. –Esa chica necesita calmarse.

  Toma una barra de cereal de su bolsillo y me la entrega. –Para ti,– me guiña un ojo sabiendo cuanto me gustan las barras de yogurt de fresa. –Te veo más tarde. Tengo clases.

  . . .

Ford camina delante de mí mientras bajamos al sótano del campus. El cuarto oscuro que utilizan los estudiantes de fotografía está aquí y el lugar no puede ser más tétrico.

  –Alguien debería iluminar un poco mejor este sitio,– me quejo luego de pasar junto a unas cuantas telarañas.

  –Bueno, creo que querían que la morgue fuese un lugar tenebroso, lo lograron.

  Casi tropiezo al escuchar eso. –¿La qué?

  –¿Morgue?– Me mira de lado antes de sonreír. –¿No sabías que solían usar este sótano como una morgue?– Mi expresión de asombro le da la respuesta. –El hospital a unas calles de aquí rentó el lugar por un tiempo hasta que construyeron la suya.

  Suelto una larga respiración. –Cuando creí que esto no podía ponerse peor,– murmuro mirando a mi alrededor.

  El pasillo no es tan extenso pero así lo parece por la poca luz. Hay algunas sillas desparramadas, cajas, y muchas arañas en diferentes áreas. 

  –Si tienes miedo puedes abrazarme.

  –En tus sueños,– murmuro antes de sorprenderme con un sonido seco. Por instinto, doy un paso hacia Ford. –¿Qué fue eso?

  El chico ríe por lo bajo y señala una ventanilla medio abierta al final del pasillo. –Es una ventana que se abre con el viento, nada va a salir a asustarte.

  La puerta del cuarto se abre de repente y ambos saltamos hacia atrás. Mi corazón late tan rápido que temo que pueda perforar mi pecho como un taladro.

  –¿Qué hay Ford? Los veo luego.– Mike camina entre nosotros con gran pasividad mientras sostiene una carpeta con una mano y se coloca unas gafas oscuras con la otra. 

  –¿Puedes hacer esto rápido así nos vamos?– Inquiero ansiosa.

  Chasquea la lengua. –El arte no se apresura.– El lugar estaría en completa oscuridad de no ser por las molestas luces rojas que hacen de la habitación aún más lúgubre. 

  –Aun no entiendo cómo sigue funcionando un lugar así, ¿no se supone que con la tecnología actual es más fácil imprimir fotos?– Miro su espalda mientras hace su trabajo con paciencia. No tengo idea de qué se trata pero luce como un profesional. Me pregunto cuanto tiempo se dedicó a esto, pero sé que verdaderamente le apasiona. 

  –La cámara que utilicé para mi proyecto personal es algo antigua, me gustan estas clases de impresiones,– explica.

  Cruzo mis brazos y suelto una sonora respiración. –Tú eres el experto aquí, ¿para qué me trajiste?–

  A estas horas podría estar viendo una película desde mi teléfono o hablando con Logan.

  –Apoyo moral.

  Bufo. –¿Para revelar unas fotografías? Admite que sólo tienes miedo de estar aquí por ti mismo y ya.–

  Gira lo suficiente para darme un vistazo. –Eres mi compañera, debes aprender de mi parte del trabajo así como yo te acompaño a la biblioteca.

  –Yo no te pido que lo hagas, tú te invitas solo,– corrijo. 

  –Shh, el maestro está trabajando,– me calla y se enfoca en que todo esté bien.

  Estoy empezando a sudar en este sitio. –¿Cuánto tiempo tardan en rebelarse?

  –Usualmente menos de diez minutos.

  Muerdo mi labio pasando la mirada por las imágenes colgadas de una soga. –¿Qué haremos en todo ese tiempo? ¿Te canto una canción?– Pregunto con sarcasmo intentando no tocar nada.

  –Eso es en lo último que piensa alguien cuando le preguntan eso.– Trato de ignorar eso y me dirijo a un armario de metal gastado.

  –¿Qué guardan ahí?– Cuestiono con curiosidad.

  –¿Evitándome Morgan?– Por Dios, sí.

  Algo se mueve detrás de una caja y doy un grito cuando veo de qué se trata. –¡Ah! ¡Una rana!– Doy saltitos en mi lugar de la impresión. Es una rana gigante. –¿Qué hace una rana aquí?– Exclamo temerosa.

  Escucho los pasos de Ford dirigiéndose hacia mí. –El laboratorio está a unas puertas, debe haberse escapado.

  –¡Sácala de aquí, saca ese animal!

  Sin pensarlo, salto sobre Ford colocando ambas piernas alrededor de su cintura y mis brazos rodeando su cuello. Mientras esté lo más alejada del suelo voy a estar bien. Ford ríe y siento las vibraciones de su pecho antes de que sus manos me sostengan con fuerza.

  –Odio las ranas, las odio, pero no la mates, las respeto pero las odio,– repito con rapidez.

  Escucho como mueve unas cosas. –Ya se fue.

  –Sácala de aquí.– Ford camina aún conmigo en sus brazos y mueve unos cajones tirados a un costado con su pie empujándola hacia otra habitación por el hueco que se encuentra cerca del suelo. Una vez que bloquea el agujero, miro hacia abajo analizando el espacio y, procurando que no haya otra sorpresa, volteo de vuelta hacia Ford. El chico ya se encontraba mirándome y nuestros rostros están a una pulgada de tocarse, si el aire era pesado antes ahora es un maldito sauna. 

  Mi mente viaja a la noche en que me besó y no puedo evitar sentir calo en mis mejillas.

  –Esta es otra forma de pasar el tiempo,– susurra. 

  Golpeo su pecho. –Todo es tu culpa, antes no les tenía miedo.

  Nos miramos por unos segundos antes de saltar lejos de él. Acomodo mi camiseta y señalo las fotos.

  –Encárgate de eso,– señalo la mesa del fondo donde estaba trabajando, –no voy a estar aquí más tiempo.

  El chico hace lo que le ordeno. –Escuché que Alice te dio un mal rato esta mañana.–

  Suspiro con molestia. –No quiero hablar de tu amiguita. No merece mi interés.–

  –No es mi amiga,– aclara.

  –¿Ex amiga? ¿Ex novia?– Modifico mi respuesta. –Sea lo que sea me dejó muy en claro que debo alejarme de ti y que en verdad me odia.

  Observo el rostro del chico y si no lo entendiera mejor, parece sentirse culpable. Las palabras de Logan concuerdan con lo que Ford hizo aquella noche del juego cuando habló por mí y puso a Alice en su lugar.

  –Hablaré con ella,– dice pero niego al instante.

  –No, déjalo, no quiero más problemas.– Me da miedo que venga con ganas de usarme como un saco de golpes o despierte con algo pegado a mi cabello.

  –Supe que Sander pasó por ti.

  Juego con mis manos. –El funeral de su abuela se llevó a cabo, me pidió que lo acompañara.

  Me mira sobre su hombro. –Cualquier otra chica lo hubiera mandado a la mierda.

  Lo sé. –Iba a hacerlo, pero esa mujer me agradaba.

  Realmente era una buena mujer quien las pocas veces que la vi me recibió con mucho cariño.

  –¿Estás bien?– Me pregunta.

  –Sí.–

  Pero si no salgo de aquí ahora mismo voy a volverme loca, en especial porque no puedo dejar de pensar en la sensación de Ford tan cerca de mí.

Capítulo 12

  Veo a Logan mientras mira a Harriet leyendo un libro. Esta escena es tan patética. Desde la noche de San Valentín el chico ha intentado hablar con ella pero simplemente se aleja de él. Harriet es demasiado introvertida y a veces le cuesta ser sociable. 

  Logan suspira antes de tomar un sorbo de refresco.

  No puedo seguir mirando esto. Olvidemos el tema de Logan, está tan encantado con ella que yo sólo seré un obstáculo en esto y lo que menos quiero ahora es eso. No voy a obligarlo a que me quiera, estoy cansada de demandar amor.

  Diablos, eso suena incluso más triste de lo que pensé.

  Camino directo hacia Harriet pero a una distancia cercana finjo tropezar y me llevo su bolso conmigo.

  Muchas de sus cosas salen volando, como bolígrafos, libros, cuadernos y hasta una caja con caramelos.

  –¡Ah!– Sostengo mi rodilla como si doliera. Sé que voy a terminar con un raspón pero se curará en unos días.

  –¡Rosie! ¿Estás bien?– La voz de Logan no tarda en hacerse escuchar y sonrío a escondidas.

  –Si,– arrugo mi rostro y miro a la chica que se acaba de acercar. –Lo siento Harriet, me tropecé con mis propios pies.– Miro al suelo y a sus cosas regadas por todas partes. –Espero no haber roto nada.– 

  La chica sonríe con timidez y niega. –Descuida, no llevo nada frágil,– asegura. –¿Puedes levantarte?– Me ayudan entre ambos.

  –Sí, estoy bien,– repito.

  –¿Quieres que te acompañe a tu cuarto?– Inquiere Logan pero niego de inmediato.

  –¿Por qué no ayudas a Harriet?– Señalo con mi cabeza. –Asegúrate de que todo esté en orden, debo irme, llego tarde a una tutoría,– comento. –De nuevo, lo siento mucho.– La chica me mira y se despide con calma.

  Camino lejos de ellos, me escondo detrás de un cartel y observo como ambos empiezan a hablar. El carisma de Logan logra atraparla por completo y solo espero que le explique que lo de la otra noche no fue más que un error.

  –¿Qué haces?– La voz de mi compañera de cuarto me hace saltar.

  Volteo hacia ella y le reprocho con la mirada. –Me asustaste.

  Se acerca hacia mí y mira en dirección a donde mis ojos estaban. –¿Estás mirando lo que no puedes tener?– 

  Hago un sonido de molestia haciéndola reír.

  –Peor. Acabo de jugar mi papel como cupido.

  Harriet está riendo por algo que Logan dice y estoy segura que acaba de contarle uno de sus chistes sobre Australia. Ha estado diciendo mucho sobre eso desde que llegó.

  –Mírate, madurando.– Me da unas palmaditas en la espalda luciendo orgullosa y decido retirarme con la frente en alto y la idea de que mi enamoramiento debe quedarse atrás, en esos diarios antiguos de mi juventud.

  No soy madura, solo estoy trabajando en mi fuerza de voluntad para no saltar sobre Logan y reclamarlo como mío.

  . . .

Unos golpes arruinan por completo mi sueño. No es divertido tener el sueño ligero, a veces desearía ser Elsa y tener su determinación para dormir tan plácidamente. Abro los ojos cuando escucho otro sonido y miro la ventana. Me quedo en mi posición hasta que veo algo golpeando el vidrio una vez más. Me levanto de la cama de un salto y me aproximo al vidrio, otro pequeño objeto vuela hacia él. Diablos, si esto sigue así podríamos tener problemas.

  –¿Qué demonios es eso?– Murmuro abriendo la ventana y el objeto ahora golpea uno de mis hombros. –Auch

  –¡Morgan!– Me asomo para ver a Ford sonriendo con unas cuantas piedritas en su mano.

  –¿Ford?– Por un momento creo que es una de mis tantas pesadillas. –¿Qué es esto?

  Se coloca en pose con una mano en el pecho y empieza a recitar un viejo soneto de Shakespeare. ¡Niega a tu padre y rehúsa a tu madre! ¡O jura que me amas y yo dejaré de ser un Capuleto!–

  –¡Todo en esa oración está mal!– Exclamo lo suficientemente alto como para que escuche.

  –Claro.– Se da cuenta de su error y suelta una risita. –Es lo otro, lo del sol y los rayos,– balbucea.

  –¿Estás ebrio?– Cuestiono. –Por supuesto que lo estás,– me contesto a mí misma, –de otra forma no estarías haciendo esto,– murmuro.

  –¡Con los rayos mata a la luna enferma y envidiosa, porque tu mi amada, eres más bella!– Continúa con su pésimo teatro.

  –¡¿Qué está mal contigo?!

  Abre los brazos. –Siempre hablas de que quieres un Romeo,– grita. –Tienes suerte, soy mucho más apuesto que él y tengo más sentido de la lógica. Yo sí hubiera esperado cinco minutos más antes de clavarme esa daga.

  –¡Shh!– Lo callo, a estas alturas Claire debe tener un ojo fuera de la ventana. –Ahora bajo, ¡quédate ahí!– Ordeno y me apresuro en colocarme las pantuflas para correr con el mayor de los cuidados de no ser atrapada.

  Ford se encuentra mascullando una canción de Coldplay con una melodía dudosa y apenas me ve grita mi nombre.

  Troto hacia él y golpeo su brazo. –¡Idiota!– Miro hacia todas partes, hay algunos jóvenes rezagados que rondan por el campus pero ninguno nos presta atención. 

  –Lindo pijama,– dice mirando mi ropa vieja. Se supone que nadie más además de Elsa debería verla.

  –Cállate y vamos.– Comienzo a arrastrarlo conmigo pero se detiene a medio camino.

  –¿Dónde me llevas?– Se queja.

  –A tu cuarto.

  Niega de inmediato. –No quiero ir ahí todavía, ¡la noche es joven como yo!– Grita eso último sin importarle el ser escuchado.

  –Shh, vas a despertar a todos,– lo reprendo.

  Acerca su rostro al mío y puedo oler el alcohol en todo su esplendor. Me pregunto cuanto bebió. –No todos duermen, es la universidad, nadie lo hace,– susurra. Lo empujo hacia un banco cercano y lo obligo a sentarse.

  –Tú no sueles beber, ¿qué te pasa?– Lo reprendo.

  Niega de nuevo. –Lo hice en honor a Will. Honrando la causa de su muerte.– Arrastra las palabras pero habla bastante claro. –La diferencia es que yo no soy tan estúpido para manejar luego,– escupe cada palabra con cierta angustia. –¿Puedes creerlo?– Me mira. –¿Puedes creer lo que hizo?– Repite antes de soltar una risa con amargura. –¡El que me dijo que siempre tuviera cuidado no siguió su propio asqueroso consejo!– Exclama en voz alta.

  –Ford,– susurro colocando una mano sobre su espalda.

  –Se emborrachó tanto que se metió en una pelea,– cuenta. –Le encontraron una gran cantidad de alcohol en la sangre. Su cara estaba tan hinchada por los golpes que un amigo lo reconoció por el tatuaje en la parte interna de su muñeca.– Muestra su mano y acaricia el lugar exacto de piel. –Era uno de esos símbolos en sanscrito,– aclara. –Respirar.

  No me atrevo a interrumpirlo porque sé que tiene mucho para decir y este puede que sea el único momento en que pueda soltarse con libertad.

  –Recuerdo que pasaba sus dedos por él como si tuviese algún poder mágico cuando se estresaba,– su expresión es la de un niño herido. Es la primera vez que quiero abrazarlo con fuerza y decirle que todo va a estar bien. Suelta una respiración larga. –Al parecer él fue quien encaró a ese chico y a su grupo, sus amigos dicen que Will no parecía el mismo.–

  No puedo imaginarme lo que debe haber sido recibir esa noticia. Recuerdo al pequeño Ford del campamento y mi corazón llora por él.

  –Lo odio tanto por abandonarme,– su voz ahora se encoje. –Mis padres no son los mismos desde entonces. Qué egoísta,– se queja. –¿Sabes que es lo peor?– Me mira. –Que aun guardo su foto y la veo más tiempo del que debería porque es la única forma de no olvidarme de su rostro. Ya olvidé su voz, no quiero olvidarme de cómo lucía.– Pasa una mano por su rostro con frustración. –Lo odio, pero no quiero olvidarlo.–

  –Es porque prefieres guardar lo bueno, por eso no quieres olvidarlo,– lo consuelo. –Porque recuerdas cosas buenas de él y sabes lo importante que aún es para ti.–

  Suspira. –Desearía que todo fuese como antes,– confiesa en voz baja.

  –Desearía que tu corazón no estuviera tan roto.

  Sus ojos se suavizan y coloca mi mano sobre su pecho haciendo que sienta sus fuertes latidos. –Ya no lo está. Lo arreglaste,– esa pequeña confesión hace que mi corazón ahora se vuelva un poco loco.

  Suelto una risita. –De verdad estás ebrio.– 

  –Nos quedemos aquí un rato más,– suplica.  

  Dejo que pose su cabeza sobre mi hombro mientras acaricia su espalda y, de alguna forma, espero amortiguar ese dolor por un instante.

  –No vuelvas a arrojar piedras a las ventanas, si rompes una estarás frito.– Lo oigo reír.

  –Creí que era romántico,– murmura.

  –¿Por qué necesitas ser romántico?

  Ford no dice nada y descubro que se ha quedado dormido. 

Capítulo 13

  Despierto con un brazo dormido, mucho calor y no puedo moverme porque estoy aprisionada a algo. Abro los ojos alarmada y mi corazón empieza a latir con rapidez cuando me encuentro el rostro de Ford a centímetros del mío y durmiendo con gusto. 

  Demonios. Estoy en su cuarto. Elsa va a matarme si no me encuentra en mi cama y sin dejarle un mensaje. A veces se preocupa demasiado.

  Me remuevo incómoda intentando separarme pero él me atrae más. Intento nuevamente esta vez con éxito pero termino cayendo sentada en el piso. Escucho una risa detrás de mí y veo a Ely, el compañero de cuarto de Ford.

  Me sobresalto tomando un almohadón y cubro mi cara. –Me preguntaba cuando ibas a despertar y volverte loca,– oigo.

  –¿Cómo fue que me quedé dormida?– Pregunto en voz alta.

  Ely come de una bolsa de papas. –Lo trajiste y se cayó encima de ti, luego no te dejaba ir y te quedaste dormida.

  Imágenes de la noche anterior me golpean de repente.

  –Eres más pesado de lo que pensé,– me quejo mientras cargo parte de su peso por la escalera. Si mi espalda duele en la mañana será su culpa.

  Esconde su rostro en mi pelo. –Debo crear músculos por si luego debo cargarte a ti,– murmura.

  –¿Acabas de decirme gorda?– Le lanzo una mirada acusatoria. –Aún estamos en la escalera, puedo empujarte sin problemas,– advierto.

  Una vez que llegamos a su cuarto, me apresuro en sacar  la llave que lleva en su bolsillo. Al menos se dignó de llevarla con él o de lo contrario estaría durmiendo en el pasillo.

  –Cuidado donde tocas,– dice antes de soltar una risita. Empujo la puerta y Ford se tropieza con la pila de ropa que se encuentra cerca de él.

  Bufo. –¿Quieres ver por dónde vas? Despertarás a tu compañero.–

  Hace un sonido con su garganta. –A Ely nada lo despierta, salvo el tono de llamada de su madre. Está loca y se pone peor si no le responde,– balbucea.

  Lo empujo a su cama y me lleva con él haciendo que mi mejilla choque contra su nariz.

  –Suéltame,– susurro manteniendo mis manos a mis lados. 

  –Nunca.– Coloca sus brazos a mí alrededor y evita que pueda ponerme de pie.

  Me sacudo con violencia pero eso solo hace que me apriete más fuerte contra él. –Eres tan molesto,– gruño. –Déjame ir, tengo que dormir o me dormiré en clases.

  Su aliento golpea mi mejilla. –Duerme aquí, te necesito por si quiere vomitar.

  –¿Quieres usarme como una recogedora de vómito?– Inquiero disgustada.

  –Sí, ahora duerme.

  Luego de eso recuerdo que sólo caí dormida del cansancio.

  –¿Fuiste testigo de todo eso?– Pregunto esperando a que me dijera que no y que solo lo imaginó.

  Asiente. –Son muy ruidosos,– se burla.

Miro hacia la ventana y la luz del día me hace cuestionarme algo. Mierda. Ahora, ¿cómo voy a salir de aquí sin que los demás piensen cualquier cosa?

  Mis ojos van directo al chico aun dormido y le lanzo el almohadón que está en mis manos. –¡Despierta!–

  Ford pega un salto y mira hacia todos lados con confusión antes de verme directamente. –¿Qué haces aquí?

   –Levántate y ayúdame a escabullirme o voy a torturarte de por vida,– amenazo poniéndome de pie para mirar por la puerta. El corredor está lleno de estudiantes. Miro el reloj en la mesa de luz de Ford. 8:16 am. Si me apresuro puedo llegar a la clase de las 9:00.

  –Mi cabeza me está matando,– se lamenta.

  –Sí, pero anoche estabas muy feliz,– ataco. Tomo el teléfono de Ford y se lo arrojo. –Llama a Logan y piensen en una solución.

  Veinte minutos más tarde, Logan me carga sobre su hombro cubierta con una sábana oscura mientras Ford carga la parte de arriba de un muñeco de práctica para primeros auxilios que pidió prestado de uno de los chicos que estudia medicina.

  –Nada que ver muchachos, el centro de medicina necesita ayuda para mover unas cosas,– anuncia orgulloso.

  –No lo hagas tan evidente,– murmuro entre dientes.

. . .

  –¿Pasaste la noche con Ford?– Elsa se ríe sentada en su cama. Mantengo mi cara contra la almohada intentando ocultar mi vergüenza. Sólo espero que Ely no haya abierto la boca y que ahora no sea un chisme más recorriendo el campus.

  –Sólo fui una buena persona y lo acompañé hasta su cuarto,– aclaro con molestia.

  La chica me arroja uno de sus almohadones. –Tengo curiosidad de saber cómo es Ford en estado de ebriedad. Creo que nunca lo he visto beber.

  Separo mi rostro de la cama y la miro. –Porque no lo hace…hacía,– corrijo sentándome sobre el colchón. –Ayer fue el aniversario de la muerte de su hermano,– comento.

  El rostro de Elsa cae un poco. –No lo sabía.

  –Yo tampoco,– suspiro. –Nunca dijo nada sobre eso. Supongo que es de las personas que prefieren mantener cosas en secreto y lo entiendo.– Recuerdo sus ojos cargados pero no dejó salir ni una lágrima. –Estaba muy mal,– añado. –Es la primera vez que lo veo así. Es decir, los años pasados parecía disimularlo bien o no le prestaba tanta atención.–

  La chica asiente de acuerdo conmigo pero decide cambiar el tema de inmediato y me da una mirada con picardía.

  –Hablemos del hecho que vino a buscarte exclusivamente a ti.– Paso. –¿Y esa declaración de amor al estilo Shakespeare? ¿Quién diría que Ford Lawrence tenía ese lado romántico?

  Frunzo mi ceño hacia ella.

  –¿Cómo sabes eso? ¿Estabas despierta?– Cuestiono.

  –Quería saber qué más haría,– sonríe. –El primer golpe me despertó pero me daba flojera salir a ver de qué se trataba.–

  Suelto un largo suspiro.

  –¿Pasó algo?– Curiosea.

  –Sólo habló de cosas,– me limito a contestar.

  –Ah, veo que vas a guardar sus secretos.– De todas formas no son asuntos míos como para contarlos. –Tu madre te ha llamado esta mañana, le dije que saliste a correr.

  Le doy una mirada de ¿en serio? –Prácticamente le dijiste que estoy haciendo algo sospechoso porque sabe que nunca corro.– Paso una mano por mi frente. –¿Qué quería?

  –Asegurarse de que aun irías este fin de semana.

  Gruño. –Se lo confirmé todas las veces que me llamó durante los últimos días.

  Creo que recibí más llamadas de ella durante ese tiempo que desde que empecé la universidad.

  –¿Acaso puedes culparla?– Me acusa con la mirada. –Si fuese por ti huirías a la primer oportunidad.– Eso no…está tan lejos de la realidad.

  –Ya compré un vestido no voy a tirar ese dinero.– Llevo mi mirada a la bolsa negra colgada fuera del armario.

  –Te verás tan lindo con él, ¿Qué hay de tu acompañante? ¿Se lo pediste a Logan?

  Hago una pequeña pausa antes de contestar. –No. No voy a ir con nadie y tendré que escuchar a mi familia hablando sobre eso.

  –¿Por qué no le pediste que te acompañara?– Insiste.

  Lo cierto es que no lo sé, sólo no me sentía cómoda.

  –Porque está ocupado y no quiero crear un gran drama de esto,– respondo. –Sólo iré, felicitaré a la feliz pareja y volveré. Hecho.

  Elsa me mira fijamente. –Eres tan extraña. Hace unas semanas hablabas de lo mucho que te gustaría que vaya.

  –Ya no soy la misma desde entonces,– le doy una sonrisa falsa. –Y no necesito a nadie para ir, enfrentaré mis problemas por mí misma, como una niña grande.

  Mi amiga se levanta de su asiento y camina hacia mí para agarrar mis mejillas. –Que linda niña grande,– se burla antes de golpear mi pierna. –Ahora ayúdame a ordenar este chiquero, creo que vi cucarachas anoche.– Me da un vistazo rápido. –Y no me refiero a Ford.

Capítulo 14

Termino de cerrar la valija y tomo asiento sobre mi cama mirando la hora en la pantalla del teléfono. Son pasadas las tres de la tarde, si corro hacia la terminal de autobuses tal vez llegue en diez minutos, dejándome el suficiente tiempo para hacer todo antes de subir al vehículo y así llegar a casa para cuando esté por comenzar la pequeña fiesta.

  Logan me llamó esta mañana disculpándose porque sus alergias se pusieron peor durante este último tiempo y le dije que se quedara a descansar, me sentiría miserable viéndolo de esa forma en una fiesta así que mi +1 se quedará sólo en la tarjeta. De todas formas le avisé a mi madre que iría sola, no es que sea una gran novedad.

  Me despedí de Elsa antes de que saliera para su última clase del día y le prometí llamarla cuando llegue. Tomo mi equipaje y camino hacia la puerta pero al abrirla veo a Ford del otro lado.

  –¿Qué haces aquí?– Pregunto con sorpresa.

  –Pasaba por aquí,– responde hundiendo sus hombros.

  Entrecierro los ojos. –Mentiroso.

  –Logan dijo que vas a salir este fin de semana.

  Levanto una ceja. –Si, ¿Y?

  Cruza sus brazos sobre el pecho. –Y quiero saber dónde se va mi compañera cuando puede estar trabajando en su parte del proyecto.– ¿Es en serio? No tengo tiempo para estas cosas.

  Le lanzo una mirada ofendida. –¿Piensas que soy de esas personas que dejan todo para el último momento o que ponen cualquier excusa para no hacerlo?

  –¿Lo eres?

  –¡No!– Exclamo con molestia. Intento pasar por su lado pero se interpone en mi camino.

  –Bien, entonces, ¿Dónde vas?– Insiste.

  Tengo paciencia, puedo soportar varias cosas si regulo mi respiración y pienso cosas buenas pero en este momento todo eso no va a funcionar.  –No es tu asunto.– Vuelvo a dar un paso hacia adelante pero de nuevo me detiene de continuar mi camino.

  –Lo es si te pasa algo,– habla, –debo saber que decirle al Sr. Wilson el lunes cuando no te presentes para dar los avances.– Voy a golpearlo si no se mueve.

  Bufo sonoramente. –Tengo la estúpida fiesta de compromiso de mí hermano, ¿Vas a estar en contra de que vaya? Habla con ellos,– lo aliento. –Puedo quedarme aquí sin problemas.

  Es más, estaría haciéndome un gran favor porque lo que menos quiero hacer en este momento es en participar de ese evento. ¿Por qué no directamente le marcó a mamá y le paso el teléfono a Ford para que haga el trabajo sucio por mí? 

  –No suenas muy feliz,– dice.

  No lo estoy.

  –Que mi cara no te engañe, estoy entusiasmada.

  Mira mi valija  y luego de vuelta a mí. –¿Te vas en autobús?

  Decido que responderle va a hacer más rápido este intercambio sin sentido. –Sí. Reservé un lugar hace una semana y si no llego en 20 minutos a la estación se lo darán a otra persona así que muévete,– explico como si estuviera hablando con un niño.

  –¿Dónde es la fiesta?

  Lo miro unos segundos antes de contestar. –En casa de mis padres, a cuatro horas de aquí.– Sin esperar, toma mi equipaje y empieza a caminar por el pasillo. –¡¿Qué haces?!– Grito detrás de él tratando de agarrar mis cosas pero me esquiva. –Tengo que irme,– reitero.

  –Yo te llevo.

  Ese comentario provoca que me detenga.

  –¿Qué?– Ford me observa antes dar unos pasos más.

  –Yo te llevo a la casa de tus padres,– repite. –Tendrás tiempo para lavarte la cara antes de salir y será más rápido que un autobús.

  ¿Lavarme la cara? Ya lo hice, incluso me maquillé. ¿Acaso me veo mal?

  –Olvídalo, no te necesito para llegar hasta ahí,– aclaro. El chico se detiene y gira dándome una sonrisa leve.

  –Lo sé.

  Me cruzo de brazos desconfiando de este acto de amabilidad inesperado. Debe haber alguna trampa. –¿Por qué lo harías?

  Parece pensar sus palabras por un momento. –Porque necesito salir de aquí, siento que mi inspiración es nula y tengo que trabajar en mi maqueta para fotografía creativa,– expresa. 

  No puedo evitar mirarlo incrédula. –¿Ir a casa de mis padres te dará la inspiración que buscas?– Aquí huele a pescado podrido.

  –Puede que sí,– responde antes de volver a hablar. –Además, puede que tengamos algún lugar favorito que mostrar, todos ganamos.

  No voy a llevar a Ford a mi lugar favorito de mi infancia, se va a burlar de mí. –Olvídalo, no.

  –¿Por qué? ¿Tienes miedo de viajar conmigo en un auto por cuatro horas?– Su mirada desafiante me molesta.

  –Si,– afirmo de inmediato, –cada palabra en esa oración grita no lo hagas.

  Suelta un largo suspiro y asiente. –Te diré qué, te llevo, te dejo, me voy a dar una vuelta y vuelvo cuando estés lista para irte,– comenta. –Tengo un nuevo rollo para gastar y me gusta caminar

  Aprieto los labios.

  –Planeaba cambiarme en el baño del autobús,– murmuro. Elsa se enfadaría mucho si escuchara eso. Nos costó mucho encontrar una prenda que me agrade, le agrade y que sea cómoda, funcional y pueda volver a usar en otra ocasión. No pensaba gastar dinero en algo que no volvería a lucir.

  –Te cambiarás en alguna estación de servicio que encontremos, no le des tanta vuelta al asunto,– dice cansado de mis excusas. –Te espero en el estacionamiento en cinco minutos, tenemos que pasar por víveres antes de irnos. Asegúrate de ir al baño, no quiero sorpresas.

. . .

   –Así que, ¿tu hermano se casa?– Pregunta tamborileando el volante con los dedos.

  Continúo mirando por la ventana. –¿Estás intentando sacarme conversación porque te sientes incómodo o porque de verdad quieres saberlo?

  –¿Desde cuándo te volviste tan directa?– Escucho imaginándome una sonrisa en su rostro.

  –Siempre lo he sido,– aclaro.

  –Me interesa saber por qué no querías ir,– responde a mi pregunta y le doy un vistazo. –¿Qué? ¿No confías en tu compañero de proyecto?

  Para nada.

  –Es sólo una estúpida fiesta,– aseguro. 

  Hace un sonido de afirmación. –¿Situación difícil?

  –Es complicado,– admito luego de pensarlo.

  –Puede que no, pero tú lo haces parecer así,– comenta y eso me hace sentir aún más molesta.

  –¿Vas a ser mi psicólogo el resto del camino?– Cuestiono antes de subirle a la radio e intento concentrarme en la melodía de Brokenhearted de Karmi para evitar continuar con una charla sin sentido. 

  En realidad he estado de malas desde que me desperté con un mensaje de mi madre diciéndome que ellos se quedarán a dormir en casa lo que significa que tendré que convivir con la pareja feliz por más tiempo del que pensaba. Prefiero guardar silencio en estos momentos a decir algo de lo que pueda arrepentirme después.

  Cuando nos encontramos finalmente en la ciudad, Ford se estaciona en una estación de servicio como había dicho con anterioridad y yo me tomo mi tiempo para cambiarme. Al terminar, miro mi reflejo en el espejo sucio y practico mis sonrisas para cuando vea a mi familia.

  Será una larga noche. 

  Salgo fuera y camino hacia el auto pero me detengo cuando Ford me observa en silencio.

  Frunzo el ceño. –¿Qué?

  –Nada,– responde al instante.

  Bufo y bajo mi mirada hacia el vestido. Tiene un top con escote cuadrado, la espalda un poco descubierta y la falda un tanto acampada me permite andar con comodidad. Incluso busqué tacones en color crudo para que combine con el color rosa viejo de la tela. –¿Este vestido me hace lucir horrenda?– Niego. –Sabía que debía elegir el verde.

  Ford sonríe. –El rosa es tu color.

  Suspiro. –Parezco un algodón de nieve.

  Ríe por lo bajo. –Me gustan los algodones de nieve.– Abre la puerta del conductor y saca una pequeña cajita. –Los encontré cuando Logan me obligó a acompañarlo a buscar una camisa.– Me tiende el objeto y al abrirlo me encuentro con un par de aretes básicos y pequeños en forma de argollas pero con un detalle de brillos muy sutil. –Creí que te gustarían,– dice. –Te gustan las cosas que brillan.– 

  No puedo decirle nada porque se aleja sin esperar una respuesta. 

  –Tengo lo suficiente para recargar energías en el viaje de vuelta,– anuncia. Sin dudar, me acerco al espejo retrovisor y me coloco las joyas. Son tan preciosos. –Pero antes de irnos, déjame tomar unas fotos de allá,– señala detrás de mí. –El atardecer se ve hermoso.

  –Oh sí, reamente lo hace.– Los tonos morados, rosas y naranjas se funden de una forma tan agradable. Soy una gran fanática de los diferentes estados que tiene el cielo y los atardeceres son sin duda uno de los espectáculos más bellos. –¿Tienes todo?

  –Ya lo creo.– Baja la cámara y me da un vistazo. –Sabía que iban a quedarte bien, soy impresionante,– se alaba a sí mismo. 

  –Gracias, de verdad me gustan,– admito.

  Pasa por mi lado y me da un golpecito con su brazo. –Vamos.

  –¿Puedo conducir los últimos kilómetros?– Inquiero esperanzada.

  –No lo sé, ¿puedes?– Me arroja las llaves.

  Las sostengo victoriosa sobre mi pecho y corro hacia el lado del conductor. –Por supuesto.

  Enciendo el motor y Ford se apresura a ponerse el cinturón de seguridad. –¿Debería empezar a rezar?

  –Sólo por si acaso,– bromeo.

. . .

  Apenas el auto se estaciona frente a la casa azul oscuro, la puerta se abre de un solo empujón sin darme tiempo de preparar mi entrada.

  –¡Ya está aquí! ¡George, tu hija llegó!– Los gritos de mi madre alertan a todo el vecindario y Ford se limita a reír.

  –Oh no,– murmuro en voz baja antes de bajarme del auto.

  Corre hacia mí, me abraza con fuerza y luego se separa para mirarme de pies a cabeza. –Te ves hermosa, elegiste muy bien.– Elsa se complacerá al escuchar que mi madre aprueba su gusto de moda.

  –Me has sacando un peso de encima,– digo antes de suspirar.

  Mira detrás de mí y ladea la cabeza. –¿Quién es él?

  –Nadie.– Intento tapar a Ford con mi cuerpo pero mi madre me aparta de un empujón.

  –No seas grosera,– reprocha. –¡Hola!

  El chico pretende estrechar la mano de mi madre pero ella se lanza hacia sus brazos. –Buenas noches, Sra. Morgan,– dice antes de dirigirse a mi padre. –Sr. Morgan.– Mi padre asiente hacia él.

  Mamá se gira y modula qué lindo antes de volver toda su atención a Ford. –¿Cómo estás querido? ¿Vinieron juntos desde el campus? ¿Eres su cita de esta noche?– Me mira, –¿Él es tu más uno?

  Son tantas preguntas de una vez que no sé quién debe responder a qué.

  –No…– digo antes de ser interrumpida por mi acompañante. 

  –Sí, me ofrecí a acompañar a Rose.

  Mamá abre la boca emocionada. –Rosie, ¡es estupendo!– Su reacción es de orgullo. No se esperaba que realmente apareciera con alguien.

  –Él ya se iba,– aclaro dándole a Ford una mirada de advertencia.

  Mamá se me adelanta y desestima mi comentario. –Tonterías, pasa hijo, hay comida, buena música y personas geniales.

  –No es posible,– susurro pasando una mano por mi cabello.

  La mujer lo mira con atención. –Tienes una cara que se me hace conocida. George, ¿No sé te hace conocido?– Le pregunta a mi padre quien se ajusta los lentes y lo analiza en detalle.

  –Te pareces a ese chico de la propaganda de bicicletas,– habla.

  Mamá niega de inmediato. –No, no. ¿No eres familiar de Mark el panadero?

  –No que yo sepa,– responde Ford.

  Bufo sonoramente y me entrometo. –Es Ford Lawrence, del campamento al que solía asistir antes de sentirme lo suficientemente madura como para volver,– comento para que no sigan con su juego de adivinanzas.

  –Ah, el niño Lawrence.– La expresión de papá se torna seria. –¿Tú eres quien empujó a Rosie al lago?–

  El chico me mira con una ceja levantada antes de responder a mi padre.

  –En realidad, yo fui quien saltó para salvarla,– esclarece. –Sabía que no había aprendido a nadar aún. Quién la empujó fue Benji Thompson. No puedo creer que todo este tiempo me tuvieron como el malo.–

  Papá le sonríe y palmea su hombro. –En ese caso, eres más que bienvenido,– exclama con entusiasmo mirando entre ambos. –Ahora que sé que él fue quien te ayudó puede considerarse parte del clan Morgan.–

  –Ford tenía cosas que hacer.

  –¿De verdad?– Inquiere mi padre.

  –Puedo hacerlas después,– asegura el chico.

  –Ese no era el plan,– murmuro entre dientes.

  Mi madre vuelve a hablar. –George puede prestarte un saco, no es un evento muy formal, no te preocupes.

  –Eso no será necesario.– Ford se aparta de ellos caminando hacia el auto. –Casualmente tengo un traje dentro del maletero.– Mi rostro se transforma en una gran incógnita mientras lo veo sacar una bolsa negra para trajes.

  –Eso es genial,– dice mamá con una gran sonrisa, –Los esperamos adentro, ¿bien?– Se distrae mirando hacia un auto que pasa cerca. –¡Hola Margaret!– Exclama saludando a la conductora antes de entrar a casa junto con papá.

  Me aproximo hacia Ford. –¿Qué estás tramando?

  –Has estado quejándote de esta noche por días, Morgan, sé que no estás en buenos término con tu hermano y supuse que iba a ser una noche incómoda para ti.– Me da una mirada fugaz caminando hacia la puerta de entrada. –Necesitas un secuas que te cubra si las cosas se ponen feas y mi primo no pudo hacerlo.

  Lo detengo a medio camino. –¿Lo de las fotos fue una excusa?

  No lo niega. –No ibas a dejarme venir de lo contrario y ambos sabemos que eres increíblemente orgullosa como para admitir que necesitas un respiro.

  No voy a contradecirlo porque la realidad es que estoy terriblemente aliviada. He estado todo el día de ayer mentalizándome en cómo ser invisible, o practicando las sonrisas falsas que estaré mostrando esta noche. Dios, odio ese tipo de sonrisas, mis mejillas han estado doliendo por horas.

  –Y no, no espero nada a cambio,– añade de inmediato como si lo estuviera pensando. –Es una fiesta, me gustan las fiestas y traje esto.– Señala la cámara que cuelga alrededor de su cuello. –Estaré ocupado toda la noche capturando momentos vergonzosos de todos los presentes.

  –¿Puedes mostrarme eso luego?

  –Serás la primera,– afirma con la cabeza dándome un guiño. –¿Estás lista?

  Asiento esperando que esta noche termine pronto.

Capítulo 15

  –Ah, ¡Rosie! Llegaste. Nos estábamos preguntando si veríamos a nuestra querida sobrina antes de irnos.– Tío Eddy me recibe con un abrazo y el fuerte aroma de su perfume cítrico me ahoga.

  Camino hacia mi prima Emma y bajo la mirada a su estómago. –Esa panza está por explotar,– exclamo saludando a mi futuro sobrino. Sólo quedan un par de semanas para conocerlo y todos estamos emocionados por tener un bebé en la familia. Está claro que será el nuevo mimado del grupo.

  –Ya quiero que este bebé salga de aquí,– dice con cansancio y emoción. –Te ves hermosa.

  –Gracias.

  –Y vino con un acompañante,– dice el tío Eddy mirando detrás de mí.

  –Soy Ford, es un placer.– Saluda el chico.

  Mi prima Emma lo mira con curiosidad. –Estaba segura que tu novio se llamaba Sander.– Cierto, olvidé contarles ese detalle.

  Le doy una sonrisa forzada. –No lo tengo novio y él es solo mi chófer por esta ocasión.

  –Ouch,– responde Ford colocando una mano sobre su pecho, –esa no es forma de tratar a un viejo amigo.–

  Tío Eddy palmea su hombro. –Ven Ford, ¿te gusta la comida india? Emma quiso hacer una fiesta diferente,– comenta mientras se lo lleva a la mesa donde todos los platos están dispuestos para la consumición libre. 

  Salgo al patio donde se encuentran la mayoría de mis familiares y por los próximos minutos me la paso saludando y agradeciendo sus cumplidos. Debería haber grabado un audio para así repetirlo y no tomarme el trabajo de responder siempre lo mismo.

  –Rosie.– La voz de uno de los protagonistas de la noche me sorprende y volteo para ver a mi hermano por primera vez en un tiempo.

  –Jackson.

  Me regala una sonrisa cálida. –Realmente esperaba que vinieras.– Está usando un traje. Jackson nunca usó trajes, ni siquiera para su graduación de secundaria.

  –Si, bueno, no es como si hubiera tenido una opción.

Estoy segura que mis padres hubieran conducido hacia el campus y me habrían atado para traerme como su regalo de compromiso.

  Una hermosa chica con bucles dorados peinados en un moño despeinado y grandes ojos azules se acerca a nosotros luego de que mi hermano la llamara. –Ella es Viviane,– la presenta.

  –Finalmente te conozco,– dice la joven con emoción para luego abrazarme. No me esperaba este gesto por lo que solo palmeo su espalda unas cuantas veces hasta que me suelta.

  –Es un placer conocerte también,– respondo. Su vestido blanco al estilo Marilyn Monroe es una preciosura.

  –Jackson me habló tanto de ti,– confiesa, –y eres más hermosa de lo que me imaginaba.– No sé cómo responder a eso y agradezco que a Ford se le ocurriera interrumpir en ese preciso momento.

  –Soy Ford,– estrecha su mano con la de mi hermano.

  –Hola Ford,– lo mira con una expresión simpática. –¿Viniste con mi hermana?

  El chico asiente de inmediato y pasa su brazo por mis hombros. –Soy su más uno.

  –Que guapo,– me sonríe Viviane.

  –Felicidades por su compromiso,– dice Ford antes de mirarme. –Necesito algo de beber, ¿vamos?– Inquiere poniendo eso como excusa y respiro complacida ante eso.

  Al cabo de unos minutos, mi hermano llama la atención de todos sosteniendo una copa en su mano.

  –Creo que ya estamos todos,– comienza. –Quiero agradecerles a todos por acompañarnos en esta noche tan especial para ambos, realmente me alegra volver a verlos a todos.– Mantiene su mano alrededor de la cintura de su prometida y dirige su mirada hacia ella. –Viv, espero que consideres a mi familia como tuya. Estoy tan feliz de compartir esta nueva aventura contigo y aprecio que me hayas elegido a mí de entre tantos pretendientes.– Se escuchan unas cuantas risas antes de que siga hablando. –No puedo esperar a llamarte mi esposa y pasar el resto de mi vida contigo.– Puedo escuchar a mi madre suspirar desde donde estoy. Jackson le da un beso en la mejilla y se dirige a nosotros. –Espero que disfruten esta noche tanto como nosotros.– Sus ojos caen sobre los míos, –y gracias nuevamente por estar presentes.

  Parpadeo unas cuantas veces y me aferro a la copa que Ford acaba de entregarme.

  –¡Por Viv y Jack!– Exclama mi padre y todos repetimos lo mismo. 

Mi tío Fred toma el micrófono de karaoke que mis primos trajeron para hacer la fiesta más divertida. Ahora quiero invitar a la futura pareja casada a tener su pre primer baile.–

  –¿No es eso de mala suerte?– Pregunta mi madre.

  –No si yo lo digo,– contesta.

  Observo como Jackson toma la mano de Viviane y la arrastra hacia el centro del jardín para comenzar a moverse al ritmo de una versión acústica de Kiss Me de Sixpence None The Richer. Siento una punzada en mi pecho y respiro hondo. Mi hermano se ve diferente, su barba está un poco más larga y su cabello bien peinado con gel no deja a la vista ni uno de sus rulos naturales. Sus ojos verdes brillan más que esas luces colgadas y no había visto esa sonrisa en mucho tiempo.

  De alguna forma es como si me hubiera perdido tanto de su vida que frente a mí parece casi un desconocido.

  –No vas a ponerte a llorar, ¿o sí?– Oigo al chico a mi lado.

  Sonrío apenas sin mirarlo y niego pero puede que lo haga en cualquier momento, cuando nadie me esté viendo.

  Mi hermano le susurra algo a Viv, ella ríe y lo besa sin dejar de bailar. Y así continúan hasta que la canción termina.

  –Eso es todo, ¡déjenlo para la noche de bodas!– Grita mi primo Kyle. –Ahora a lo que vinimos, ¡es hora de la diversión!– 

  El tío Peter empuja un carrito de madera y los presentes no tardan en acercarse a él.

–¡Ya conocen las reglas!– Dice. –Tomen todos su objeto de preferencia y arrójenlo luego de pedir un deseo en honor a los homenajeados,– da las instrucciones con claridad.

  –¿Tu familia es griega?– Inquiere Ford mirando la escena con curiosidad.

  Niego con la cabeza. –No, pero es una tradición. Desde que la Tía Louisa hace alfarería, tío Peter tuvo la idea de traer sus piezas defectuosas para divertirnos un poco,– explico. –Eso se convirtió en una tradición en fiestas importantes y nos gusta creer que trae buena suerte,– digo antes de tomar una pequeña fuente con grietas en un costado.

  –Ven Ford, ¡elige tu pieza y pide un deseo!– Anima el tío Peter.

  –Me agrada, mucho más que Sander,– confiesa Emma por lo bajo mientras mira al chico participar con diversión. 

  A mí también.

  –Deberías invitarlo para la boda también,– me da un golpecito con su codo.

  Bufo. –Enfócate en tener a tu hijo.

  Me mira pretendiendo estar ofendida. –La vida amorosa de mi prima también es interesante.–

  Cada quien completa la tradición rompiendo su pieza de cerámica y pedimos deseos en silencio esperando que algún día se cumplan.

  ¿Mi deseo? Que Jackson tenga la vida que siempre quiso.

  Segundos más tarde, chorros de agua provenientes del césped a nuestro alrededor comienzan a mojar todo a su alcance.

  –¡George!– Grita mi madre. –¡Te dije que apagaras los aspersores!– Golpea a mi padre y él empieza a dirigirse hacia el mecanismo de control.

  –¡Protejan a la novia!– Exclama mi pequeño primo Frankie corriendo hacia ella con un paraguas roto que encontró cerca del cobertizo. 

  –Diablos,– susurro. 

. . .

Más tarde, seco mi cabello con una toalla mientras camino hacia Ford quien se encuentra mirando por la ventana de la sala. –Lamento si te hicieron sentir incómodo, suelen ser algo imprudentes.–

  El chico gira hacia mí y me sonríe.

  –A mí me parecieron geniales,– admite. –No todos los días conoces a un hombre que se enfrentó a un huracán y vive para contarlo,– dice refiriéndose al tío Peter y sus anécdotas.

  –No pensarás de la misma forma cuando te lo cuente cada vez que te vea.

  Me da una mirada pícara. –¿Me estás diciendo que quieres que venga más seguido? Ese es un gran paso, Morgan, aún no escucho una declaración de tu parte.

  Estoy a punto de responder cuando mamá aparece con unas mudas de ropa para ambos. Insistieron en que era demasiado tarde para volvernos en auto y convencieron a Ford de quedarse en la habitación libre. Claro que no les tomó mucho esfuerzo porque aceptó de inmediato. 

  –Tienes suerte de que la habitación de invitados esté limpia,– habla mamá. –Le dije a tu padre que nos aseguráramos de eso, uno nunca sabe cuándo puede caer un lindo chico solicitándola.–

  –Dijiste que lo hiciste para invitar a tu hermana,– dice mi padre saliendo de la cocina.

  –También.

  Lo guío hacia la habitación del fondo que está justamente al lado de la mía y le entrego ropa para que se cambie. Aunque debo admitir que su traje mojado y su pelo revoltoso es una nueva imagen de Ford que nunca creí ver y por la que nunca creí sentirme atraída.

  –Es ropa de mi hermano,– comento. –Son casi del mismo tamaño así que te quedará bien...creo.

  Se apoya contra la pared. –Apuesto a que nunca pensaste en que estaría durmiendo en tu casa.

  –No, ni en mis más horribles pesadillas.

  Giro para dirigirme a mi habitación.

  –Ya sabes dónde está el baño, este es mi cuarto por si me necesitas,– señalo. –No me necesites.

  Me da una sonrisa de lado. –Tu hospitalidad es conmovedora.

. . .

  Coloco todos los productos que necesito para mi rutina de noche y por el espejo veo el reflejo de un rostro.

  –¡Ah!– Grito volteándome hacia ese lugar. Puedo escuchar la risa de Ford sobre los fuertes latidos de mi corazón.

  –¿Qué? ¿Qué hiciste?– Cuestiono acercándome a él.

  –Sólo saqué un cuadro, esto ya estaba aquí,– contesta con inocencia.

  ¿Cómo llegó un hueco a mi pared? –Mamá tiene que dar muchas explicaciones. Pon el cuadro donde estaba,– ordeno dándome cuenta que alguien colocó un cuadro de un lado y del otro para disimular este desastre.

  –¿Y tener la oportunidad de ver tu habitación? Ni loco.

  Levanto el cuadro que Ford tiró desde el otro lado. –Adiós.– Lo cuelgo y vuelve a caer porque continúa empujándolo como un gato molesto. –¡Deja de hacer eso!

  –Entonces déjalo libre,– contesta. 

  –Eres insufrible,– murmuro. –Voy a cambiarme, no veas.

  Elijo el lugar más alejado de la pared y de su visión.

  –¿Por qué habría de hacerlo?– Escucho que pregunta.

  –Porque apuesto a que está en tu lista de cosas por hacer.

  –Sí, soy muy predecible.

  Minutos más tarde cuando finalmente todo está en orden y estoy a punto de quedarme dormida, la voz del chico desde el cuarto de al lado me desconcentra de mi objetivo.

  –Morgan,– susurra.

  –¿Qué?– Respondo quejosa.

  –Si pudieras ser una comida, ¿Qué serías?

  Frunzo el ceño. –¿Qué?

  –¿Qué tipo de comida serías si reencarnaras en una?– Repite con paciencia.

  Bufo con cansancio. –No creo que funcione así.

  –Sólo contesta,– demanda.

  –Un gran plato de brócoli,– respondo con lo primero que se me viene a la cabeza.

  –¿Por qué?

  Lo medito un segundo. –Porque de esa forma tengo menos posibilidades de ser comida por alguien y podría vivir un poco más de tiempo.

  Hace un sonido de aprobación. –Bien pensado. Pero ¿Y si un vegano hambriento o un amante del brócoli te encuentra?

  –Entonces sería mí fin,– murmuro. –¿Qué hay de ti?

  –Uno de esos chicles de las máquinas expendedoras. Son coloridos, regordetes y soy la adoración de los niños que les ruegan a sus padres por uno.– Eso es tan estúpido.

  –¿Quieres ser mordido por unos dientes de niño?– Cuestiono.

  –Sí. ¿Suena raro?

  –Demasiado.– No puedo evitarlo y suelto una risita por lo bajo.

  –¿Te estás riendo?– Escucho.

  –No,– respondo. –¿No puedes dormir?

  Lo oigo suspirar. –Lo intento pero sigues hablando.

  –Tu empezaste,– le recrimino.

  –Y tú no te callas.

  Se produce un silencio cómodo entre ambos y decido ser yo quien lo rompa con algo que ha estado en mi cabeza todo el día.

  –El cementerio donde está tu hermano está cerca de aquí, ¿No es así?– Pregunto. –¿Es por eso que querías venir conmigo?

  No responde de inmediato. Se toma su tiempo y por un instante temo que no quiera contestar pero termina haciéndolo. –No he venido en un largo tiempo.

  Recuerdo su noche de borrachera e imagino lo difícil que debe ser todo esto para él.

  –¿Vas a ir mañana?– Indago tratando de no ser tan irrespetuosa. 

  Duda. –No lo sé.

  Muerdo mi labio con nerviosismo. –¿Quieres que vaya contigo?

  Otro silencio corto. –No lo sé.

  Juego con mis manos por un instante y vuelvo a hablar.

  –Te tatúas el nombre de tu ex en medio del pecho pero luego te arrepientes y quieres cubrirlo. El tatuador te da cinco segundos para decidir con qué diseño vas a cubrirlo y tienes que llevarlo por el resto de tu vida. ¿Qué eliges?

  –A Pikachu,– su contestación es rápida y eso me saca una sonrisa.

  –Esa es una gran respuesta,– afirmo.

  –¿Tú?– 

  Miro el techo rosa de mi cuarto. –Jamás sería tan tonta como para tatuarme el nombre de un novio, aseguro.

  Lo escucho refunfuñar. –¿Aún si ese novio es el amor de tu vida?

  Río. –Aun así.

  –Creí que eras de las románticas empedernidas que aman ese tipo de cosas.

  Suspiro. –Lo soy pero tengo un límite.

  Ford se queda en silencio por unos instantes. –¿Crees que Logan es ese chico perfecto?

  Lo pienso un momento. –Nadie es perfecto,– sentencio.

  Cierro mis ojos creyendo que la conversación termina ahí pero vuelvo a escuchar la voz de Ford. –Me gustaría que me acompañaras.

  Sonrío una vez más. –Bien.

. . .

  El cementerio está a casi dos horas de distancia en auto. Todo el viaje fue silencioso pero no un silencio incómodo, fue un silencio reconfortante mezclado con melancolía. Me pasé todo el tiempo eligiendo música para evitar que Ford hablara, creo que en secreto eso le agradó pues no tenía ganas de conversar.

  Me pregunto qué está sintiendo ahora. 

  Me quedo a un margen de distancia para darle privacidad.

  Ford está de pie frente a la piedra blanquecina ahora con evidentes manchas por el paso del tiempo. Recuerdo el día en que recibió esa noticia. 

  Lo citaron a la oficina durante la noche, lo sé porque yo estaba fuera de mi cabaña debido al calor. Vi cuando salió del lugar, estaba llorando mientras era contenido por dos instructoras. Quería acercarme para preguntar qué pasaba pero me limité a mirar. Ford no era de mis personas favoritas pero el verlo de esa manera hizo que mi corazón se hundiera en mi pecho. A la mañana siguiente me fui hasta su cabaña mientras todos los demás dormían y lo busqué a través de la ventana. 

  La directora del campamento me atrapó husmeando y me llevó a un lado para darme el discurso de respetar la privacidad de los demás. Cuando terminó, le dije cuál era mi intención y su rostro cayó de inmediato. Me dijo que Ford se había ido en la madrugada con una de las instructoras para encontrarse con su familia. 

  Esa fue la última vez que fue al campamento. No volvió los siguientes dos años y terminé encontrándolo en una feria de ciencias en la que competíamos con nuestras respectivas escuelas. Se acordó de mí, y su actitud continuó siendo la misma, molesta, como si fuese su víctima favorita. Luego lo encontré en la universidad, como si no tuviese más cosas en qué pensar, la vida me sorprende poniéndolo en algunas de mis clases, compartiendo el mismo campus, eventos y aire.

  Es como si estuviéramos destinados a encontrarnos.

  En la entrada del cementerio hay un pequeño puesto de flores, me apresuro en comprar un lirio amarillo cuyo significado siempre me agradó, simboliza la gratitud, la felicidad y el amor.

  Una vez que lo veo alejarse, sé que es mi turno. Troto los últimos pasos hasta la piedra y dejo la flor en la tierra.

  Ford me mira por un instante.

  –La mayoría de las flores son blancas,– explico distraídamente. –Me gusta el color. Se ve mejor así.–

  El chico se queda en silencio por un instante y temo haber sobrepasado algún límite pero cuando volteo lo encuentro sonriendo con timidez. –¿Quieres pasar por la casa de tus padres una última vez?– Pregunta.

  –No, ya me despedí de todos.– Emprendemos nuestra vuelta hacia el vehículo. –¿Cómo era él?– Curioseo refiriéndome a su hermano. –Lo vi una cuantas veces de lejos, cuando tus padres iban a dejarte al campamento.–

  Ford se toma un momento pensando en su respuesta. –Era muy positivo, encontraba una solución para todo.– Me mira de lado. –¿Sabes la cantidad de juguetes que rompí y terminó arreglando con cosas que encontraba?– Sonríe al recordarlo. –También era diligente, ayudaba mucho en casa, a quien sea que lo necesitaba, y era muy aplicado en todo.

  –Suena a un gran chico.

  –Le habrías agradado,– dice al pasar. –¿Qué hay de ti y tu hermano?– –¿Cuál fue el causa de la tensión entre ustedes?

  –Eligió irse y dejó de llamarme, escribirme, aun cuando yo persistía el simplemente decidió pretender que estaba solo.– –Supongo que fue su época de rebeldía.

  –¿Por qué lo hizo?

  –Papá intentaba controlar su vida de cierta forma, es el primogénito y se esperaba mucho de él. Al menos para mi padre era así porque el pasó por lo mismo con su abuelo. Traumas generacionales.

  –Tuvieron un fuerte intercambio de ideas y eso fue todo. Jackson se fue a la semana, decidido a vivir por sí mismo y se aisló de todos, yo incluida.

  –Me sentí abandonada por mi propio hermano, fue duro.

  –¿Ha intentado arreglarlo?

  –Sí, antes de que entrada a la universidad me empezó a llamar cada día, mandarme mensajes, correos electrónicos. Hasta me mandaba cartas y postales de los lugares a los que iba.– –Nunca le contesté, trataba de entender qué pasaba por su mente y el lugar en el que yo estaba en su vida.– –Fueron cinco años de no saber nada de él salvo mensajes de vez en cuando diciendo que estaba bien. Mamá se volvió loca y papá cambió su forma de ser por ese asunto, no totalmente pero entendió que no quería pasar por algo así de nuevo.

  –No quiero ser impetuoso pero no esperes a que no esté para intentar arreglarlo.

Capítulo 16

  Acabamos de dejar la ciudad atrás para dirigirnos a un área rural. Los paisajes son hermosos y las vacas que encuentro por el camino me hacen querer adoptar una.

  –¿Elegiste el campo como un punto en tu lista? No me lo esperaba.

  –Hace un tiempo vine aquí con mi clase, la Sra. Richards quería hacer un especie de trabajo de campo y nos alentó a capturar cosas que nos pareciera importante jugando con los estilos,– explica. –Una serpiente me picó y todos corrieron a ayudarme, fueros las tres horas más agonizantes que había tenido.–

  –¿Tu lugar favorito es uno donde casi mueres?– ¿Qué tan bizarro suena eso?

  –¿Sabías que cuando sientes que estás a punto de morir te pones a pensar en todas las cosas que te gustaría haber hecho o cambiar cosas que creías inalterables o que solo dejabas a un lado?– Dice con los ojos en el camino. –A partir de ese momento empecé a pensar con mayor claridad, me alejé de quien no le aportaba nada bueno a mi vida y me di cuenta de que quería pelear por lo que de verdad me importaba.– Entonces es por eso que dejó el grupo de Alice y los chicos.

  Me inclino hacia la ventana y siento la brisa. Mi mirada se enfoca en las noves tímidas que aparecen lentamente. –Esa es una buena reflexión,– reconozco.

  Llegamos a una granja bastante encantadora y saltamos fuera del vehículo.

  El hombre que se encuentra en el porche regando unas plantas nos da un vistazo y se acerca. –¿Puedo ayudarlos?

  Ford lo saluda con educación. –Somos universitarios, estamos trabajando en un proyecto de fotografía y me gustaría tomar algunas de este lugar si es posible.

  El hombre de barba blanca asiente no muy seguro de entender por qué elegiríamos su granja para esto pero lo acepta. –Claro, mis hombres están trabajando ahí atrás,– señala. –Si planeas sacar fotos de ellos procura hacerlo rápido porque se distraen y no trabajan.

  Todos compartimos una risa y le agradecemos antes de divagar sin rumbo. 

  –Este lugar sería increíble para un día de campo,– balbuceo para mí misma. –Traería una manta, mucha comida y me quedaría para ver las estrellas por las noches.

  –Eso sonó tan vergonzosamente soso,– dice Ford no muy lejos de mí.

  Bufo. –Es mi fantasía, no te entrometas.

  Luego de pasar un largo rato hablando con los locales, nos invitaron unos buñuelos caseros y decidimos dar una última vuelta antes de marcharnos. Con el estrés de los estudios y la vida social, debo admitir que estas horas en completa tranquilidad ayudaron bastante a que recargue energías para afrontar una nueva semana.

  Las nubes que antes apenas se podían ver ahora cubren el cielo por completo y no creo que falte mucho para que se desate una tormenta.

  –¿Estás lista para irnos?– Pregunta el chico interrumpiendo mis pensamientos.

  –Sí.

Unos truenos se hacen presentes y unos segundos más tarde la lluvia empieza a caer con fuerza. Ford me hace señas para dirigirnos al auto pero mientras corremos no puedo evitar caerme en medio de un pozo lleno de agua y lodo. Ahí va mi tierno conjunto de día de campo. Ford gira y me observa, conteniendo una risa.

  –¡Deja de burlarte y ayúdame!– Exclamo resbalándome.

  Extiende su mano hacia mí pero en lugar de hacer fuerza para ponerme de pie, hago fuerza para tirarlo a mi lado. Su expresión de sorpresa pronto se ve cambiada por una traviesa. No lo piensa dos veces cuando toma un poco de tierra mojada y lo arroja cerca de mi cuello. Hago lo mismo salpicando su cara y en pocos segundos somos un desastre. 

  Tomo impulso para salir corriendo pero a Ford le toma solo unos segundos atraparme haciéndome girar en el aire. Reímos, jugamos, casi como si bailáramos bajo la tormenta y mi mente no puede evitar comparar este momento como esas escenas de películas que veo siempre que me siento agobiada. Puedo incluso escuchar la música de fondo aun cuando el único sonido que nos rodea es el de la lluvia golpeando el suelo, el techo del auto y los truenos de vez en cuando.

  De niña había soñado con un instante así, sin ser forzado o incómodo. Este momento es perfecto. El sonido de su risa, sus brazos rodeándome para evitar que escape y continúe lanzándole lodo. Su cabello mojado cayendo sobre su rostro, la diversión en sus ojos. 

  Mi corazón empieza a acelerarse en el momento junto en que ambos quedamos enfrentados, a escasos centímetros el uno del otro. Levanta una mano para apartar unos mechones que se desprendieron del agarre de mi coleta. 

  –Rosaline,– susurra. Es la primera vez que me llama por mi nombre y no mi apellido. Dios, creo que es la primera vez que mi nombre suena realmente bien saliendo de la boca de alguien más. 

  Su rostro baja hacia el mío pero en el momento en que sus labios están a punto de tocar los míos, un fuerte trueno me hace saltar hacia atrás.

  Con las mejillas sonrosadas y mi cuerpo caliente me aparto de él.

  –Deberíamos irnos,– comento casi sin aliento, –puede que se ponga peor en el camino si tardamos más.–

  Me propongo a caminar hacia el auto pero toma mi brazo y finalmente sucede.

  Ford me besa.

  De nuevo.

  Pero esta vez bajo la lluvia.

  Y como si fuese la primera vez que lo hace.

Me besa como Reese Whiterspoon besa a Josh Lucas en Sweet Home Alabama. O Ryan Gosling a Rachel McAdams en The Notebook. 

  Paso mis manos por su cuello acercándolo mientras sus manos se aferran a mi cintura abrazándome con fuerza. Puedo saborear las gotas saladas de la lluvia y el contraste dulce de su lengua chocando contra la mía. Sus labios son suaves y las mordidas sutiles que le da a los míos me está volviendo loca. 

  Jamás en mi vida pensé que Ford besaría así.

  Jamás en mi vida pensé que Ford me besaría.

  Elsa va a refregarme esto en la cara por mucho tiempo.

  Ford se separa con delicadeza y lentitud, sopesando cada segundo de este momento. Levanta sus ojos hacia mí y me sonríe. –Ya puedes borrar eso de tu lista.

  Parpadeo un par de veces. –¿Qué?

  –La lista de una romántica empedernida.– Mira hacia el cielo y al ver que la lluvia cae con más fuerza me lleva hacia el auto con prisa. –Espera aquí, ahora regreso.

  Tomo una respiración profunda mientras digiero lo que acaba de pasar.

  El sonido de su teléfono me alerta y sin querer veo uno de los mensajes que aparecen en la pantalla. Es de Logan.

Ten cuidado, hay una alerta de tormentas en esa zona.

  Sonrío al ver la preocupación de Logan pero luego leo el comienzo del mensaje anterior y esa sonrisa cae de inmediato.

  ¿Llevaste a Rosie a dónde te dije? Aún… 

  Abro el mensaje y continúo leyendo.

  ¿Llevaste a Rosie a dónde te dije? Aún no me contestas y temo que te hayas desviado para hacer lo que quieres, como siempre.

  Te dije que llevarla a casa de sus padres iba a funcionar.

  No es posible.

Capítulo 17

Veo a Ford acercándose al vehículo y dejo el celular donde estaba. –Me prestaron unas toallas,– me tiende una. –Dijeron que podíamos quedarnos aquí hasta que pasara pero no estamos muy lejos del campus y la tormenta está bajando, ¿estás bien?

  Parpadeo aun confundida. –Creo que me estoy enfermando.

  Lleva una mano a mi frente y compara mi temperatura con la suya. –Estás un poco caliente, será mejor que nos vayamos ya así puede cambiarte de ropa.– Una vez que devuelve las toallas y regresa, rodea el auto y sube al asiento del piloto. –¿Quieres escuchar música?

  –Claro.

  El viaje de regreso fue tan incómodo que siento que necesito dormir un par de días para poder superarlo. Usé la excusa de que mi garganta estaba doliendo para evitar hablar y me dediqué a escuchar la radio.

  Ford me ayuda a bajar del vehículo y caminamos hacia nuestros cuartos.

  –Rosie, ¿podemos hablar sobre...?

  –Luego, ¿sí?– Lo corto de inmediato. –Iré a tomarme algo para el dolor de cabeza y a descansar un poco, fue un día agitado.

  Ford me observa por un segundo pero asiente sin cuestionarme. –Claro, buenas noches.

. . .

  Busco el libro con desesperación entre el gran desorden que mi escritorio enfrenta por la época de exámenes finales. Lo busco por todas partes con el deseo de que aparezca aquí y que todo lo que me estoy imaginando solo sea un estúpido pensamiento debido a mis inseguridades.

  –No sabía que habías vuelto ya,– dice Elsa abriendo la puerta. –¿Qué te sucede? Estás empapada, te enfermaras.

  Cuando encuentro el dichoso libro que le presté a Logan al inicio del semestre, comienzo a ojearlo con desesperación Ahora estoy segura de que estaba ahí y me maldigo en voz baja. Logan tiene mí lista.

  –Rosie, ¿Qué sucede?– Me gira hacia ella y veo preocupación en su rostro.

  –El libro de historia,– murmuro.

  Le da un vistazo y vuelve hacia mí. –¿Qué pasa con él? ¿No es el tuyo?

  –No,– niego varias veces con la cabeza, –la hoja estaba en mi libro de historia. Creo que Logan la leyó.–

  Sé que no comprende a lo que me refiero. –¿Esa hoja es tan importante? ¿Qué escribiste? ¿Tu testamento?

  –No,– digo alejándome de ella. –En esa hoja escribí algo muy estúpido. Una noche estaba muy mal luego de todo lo que pasó con Sander y escribí una tonta lista donde nombraba todo lo que me gustaría que tenga mi pareja perfecta y todas las cosas lindas y empalagosas que me gustaría que haga por mí,– explico tratando de que Elsa siga la historia.

  –Ok,– responde no muy convecida.

  –Y Logan debe tenerla. Sé que la tiene.

  Elsa se acerca e intenta tranquilizarme. –Es solo un juego, se lo explicas luego.

  –No,– reprocho. –Últimamente Ford ha sido muy lindo conmigo, y ha hecho cosas que nunca había hecho por mí, como si hubiera dado un cambio de ciento ochenta grados. Como si buscara hacer todas las cosas que me gustan.

  Mientras más lo digo más me cuestiono estos últimos meses.

  –A ver si lo entiendo, ¿Piensas que Ford se burló de ti con esa lista haciendo todo lo que escribiste?– Habla mi amiga.

  Suspiro. –No exactamente lo que escribí pero sí.

  –¿Crees que Ford sea capaz de eso?– Cuestiona pero no estoy muy segura de la respuesta. Quiero creer que no.

  –Se ha burlado de mí en cada oportunidad que tuvo, me molestó hasta en las cosas más pequeñas, esto era una gran oportunidad para reírse en mí cara,– hablo con desconcierto porque luego recuerdo de las veces que me defendió sin que se lo pidiera y sin que yo lo sepa…pero esos mensajes. –Vi los mensajes de Logan él en su teléfono,– comento.

  Frunce el ceño. –¿Husmeaste en su teléfono?

  –No, vi el mensaje en la pantalla de pasada,– respondo de inmediato. –Y luego sí vi los otros, pero porque no tenía contraseña y tenía mucha curiosidad,– me defiendo. –Incluso Ford hizo referencia a mi lista de romántica empedernida luego de besarme.

  Levanta sus manos completamente impactada. –¿Ford te besó?

  –Bajo la lluvia,– afirmo. –Mientras sonaba Taylor Swift en mi cabeza.

  Su boca está abierta por la sorpresa y toma asiento en su cama. –Mierda. ¿Qué vas a hacer?

  Suelto una larga respiración. –Tengo miedo de que todo lo que me estoy imaginando sea verdad.

  –¿Y si no lo es?

  La miro. –¿Cómo explicarías esos mensajes con Logan donde hablan de mí y los lugares donde fuimos?–

  Muerde una de sus uñas. –Todo debe tener una explicación.

  Estornudo.

  Elsa chasquea su lengua. –Te dije que ibas a enfermarte. Ve a tomar una ducha y ponte algo seco.–

. . .

Apenas la profesora de narrativa nos dio la nota de los ensayos finales salí huyendo del aula con la excusa de que Elsa necesitaba mi ayuda desesperada porque está en el baño público de nuestro edificio y no hay papel.

  Siempre hay papel, y ella no está ahí pero necesitaba salir. No he hablado con Ford como lo pidió aquella noche y la semana de exámenes fue perfecta para evitarlo pero la semana terminó y ahora necesito una nueva táctica.

  Lo cierto es que quiero hablar con él, pedir explicaciones pero aún necesito ensayar qué decirle o auto convencerme de que puedo hablar sin llorar.

  El fin de semana no tarda en llegar, y mi teléfono aún tiene sus mensajes sin leer. Soy una idiota. Debería ir a su cuarto y enfrentarlo como una persona madura.

  –¿Vas a pasar tu noche de sábado encerrada?– Pregunta Elsa eligiendo el pañuelo que llevará esta noche. –Acabamos de terminar la época de exámenes, hay fiestas en todas partes.–

  –No quiero ir a una fiesta,– me quejo mirando un video de cocina en mi teléfono.

  La escucho suspirar. –¿Quieres que me quede y veamos películas malas para criticarlas hasta más no poder?

  Niego. –No, ve a ser feliz.– La despido con una mano.

  –Eres deprimente.

  –Gracias.

  Antes de salir por la puerta se gira hacia mí. –Puede que no sea así y solo estás haciéndote mal por nada,– dice. –No has hablado con él desde que volvieron de esa granja. ¿No crees que ya es hora de dejar de correr?– Le doy una mirada seria. –Estaré en lo de Lindy por si quieres venir, la casa de su hermano,– añade, –esa que está a una calle de la tintorería.

  –Bien.– Una vez que se va, aumento el volumen escuchando a Alanis Morissette cantando Ironic y me sumerjo en mi propia miseria. Tal vez Elsa tiene razón y no debería sacar conclusiones apresuradas. Posiblemente Ford no tiene nada que ver en esto y lo estoy culpando por nada. 

  Me levanto de la cama y me dirijo hacia el dormitorio de Ford con la esperanza de tener una charla civilizada.

  Toco la puerta y soy recibida por su compañero. –Hola.

  –Hola,– miro detrás de él. –Por lo que veo Ford no está aquí.

  Niega tomando su chaqueta. –Se fue a comprar algo de comer, planea quedarse aquí toda la noche. Puedes esperarlo adentro, yo voy de salida.

  –Gracias.

  Cuando finalmente me quedo sola no puedo evitar sentirme nerviosa. El lado de Ely está un poco más desordenado que el de Ford. La ropa arrugada sobre la cama de Ely contrasta con la cama casi hecha de Ford. Camino hacia el escritorio de la izquierda, aquel donde hace una cámara en medio de una caótica superficie con fotos al azar, libros y cuadernos llenos de escritos. Mis ojos pasan por el par de porta retratos que se encuentran a un lado. En uno, hay una foto de toda la familia de Ford junto a un lindo perro de raza Collie. En el otro, Ford está junto a su hermano mayor, solo los dos el día del cuatro de Julio. Lo sé por sus atuendos y por el vistazo al desfile que se celebra detrás de ellos. 

  El sonido de alumnos tocando unas cornetas de plástico celebrando el fin del semestre me asustan tanto que termino empujando el pequeño bote de basura que se encuentra junto al escritorio.

  Con rapidez, empiezo a guardar todo donde estaba pero en el proceso me encuentro con un papel celeste arrugado en un bollo. Lo tomo y lo abro sintiendo como la decepción me llena de a poco. Es mi lista. La puerta se abre y me levanto de golpe encontrándome con Ford cargando una bolsa de víveres.

  –Rosie, ¿Qué haces aquí?– Pregunta. No sé si está feliz de verme o quiere que me vaya en este instante.

  –Vine a buscarte.

  Baja su mirada detrás de mí. –¿Estabas revisando mis cosas?

  –No yo... empujé tu bote de basura sin querer, estaba arreglando todo, Ely me dijo que estaba bien si te esperaba aquí.– Arrugo la nota en mi mano.

  –¿Qué necesitas?– Deja la bolsa sobre su cama.

  –Hablar.– Me siento tan estúpida en este momento.

  Ford suelta una risa amarga. –Me has estado evitando todos estos días y ¿ahora quieres hablar?– Me mira consternado. –¿Qué sucedió? ¿Te asusté de alguna forma? ¿Fue ese beso?

  ¿Cómo le digo que fue el beso más mágico que tuve en mi vida?

  –¿Por qué tienes esto?– Levanto el papel hacia él.

  Lo mira un segundo. –¿Qué es eso?

  Aprieto los dientes. –Esto es una lista que escribí hace unos meses. Una donde escribí cosas personales que nadie debía leer pero ¿ahora la tienes tú?– No responde.  –Todo lo que pasó, la forma en la que me trataste, ¿todo esto es por esto?– Arrojo el papel hacia él. –¿Estabas jugando conmigo como siempre haces?

  –Wow,– me detiene. –Alto ahí, esa lista no tiene nada que ver con lo que pasó los últimos días,– asegura.

  –¿De verdad? Por qué tu actitud conmigo ha cambiado demasiado.– Acuso. –Y esto estaba entre tus cosas, ¿me vas a decir que no la leíste? ¿Qué no te pareció gracioso?

  Aprieta su mandíbula y sonríe. –Admito que al principio fue gracioso, ya nadie hace eso.

  Lo enfrento. –¿Ahora entiendes por qué lo hice? Es más fácil imaginarme a alguien que evitar las decepciones reales,– lo digo pensando en Sander y en un antiguo novio de secundaria que estuvo conmigo por una apuesta.

  Mi historial amoroso es realmente un asco. 

  –Si así es como piensas entonces te quedarás sola por el resto de tu vida intentando encontrar a quien cumpla con todas tus expectativas.– Su tono es serio y odio que tenga razón.

  –¡Que así sea!– Exclamo. –Prefiero mi propia compañía a una que solo existe para pisotearme cada vez que ve una oportunidad.

  Lo ha hecho desde que éramos niños, no me sorprendería que aun tenga esa idea en mente.

  –¿Así es como piensas de mí?– Inquiere cambiando su expresión por completo. Creo que me estoy pasando de la raya pero estoy tan enfadada que no logro controlar a mi boca.

  –Ha sido así siempre,– aseguro. –Si tuvieras otra intención podrías haber cambiado pero no lo hiciste.–

  –Si, el último mes solo pretendí ser un idiota cursi,– se burla. –La única forma de acercarme a ti y que hicieras el trabajo sin enojarte.– Da un paso hacia mí. –Creo que ese es tu problema, esperas mucho de las personas y solo vas a lograr que pasen encima de tí.

  Bueno, eso sí fue un golpe bajo.

  Suspiro. –Tienes razón. Soy un desastre.

. . .

  Salgo del edifico de administración y una voz masculina llama mi nombre. –¡Rosie!

  Ni siquiera volteo a verlo y camino más rápido. –Estoy ocupada.

  Trota hasta situarse frente a mí cortando mi paso. –Necesito hablar contigo.– Me mira con ojos suplicantes. –Por favor.

  –No tenemos nada que hablar.

  Logan se enteró que sé todo sobre él y su primo. Puede que Ford se lo haya dicho.

  –Si lo tenemos,– insiste. –Ahora.

  –¿Qué quieres?– Contesto con amargura.

  –Ford no tuvo nada que ver con la nota. Fui yo.

  Lo observo con atención. –¿Qué?

  –Yo la encontré, yo la leí,– afirma. –A Ford le gustas pero no sabía cómo acercarse a ti, creí que sería una buena idea si le daba algunas pistas de las cosas que habías escrito y tal vez así pudieras apreciar más esos momentos con él y creer...

  –¿Creer que era cosa del destino?– ¿Qué tan estúpido suena eso?

  Esperen. ¿A Ford le gusto?

  –Pero Ford no me hizo caso, lo hizo siempre a su manera,– bufa. –Él no tenía idea de la lista hasta que se la mostré hace unos días, después de que llegaran de la granja. Se enojó conmigo y ni siquiera le dio un vistazo, la arrojó a la basura y no volvió a tocar el tema, hasta ahora.– Mi respiración ahora es agitada y no puedo creer lo que estoy escuchando. ¿Logan fue el causante de todo esto? –Su actitud ha sido una mierda todo el día, lo enfrenté y vi la nota extendida en su escritorio. Ely me dijo que fuiste al cuarto así que asumí que la viste.– Aprieto mis labios. –Si quieres enojarte con alguien hazlo conmigo, solo estaba intentando ayudar a mi primo.–

  –Lo que hiciste no estuvo bien, eso era algo privado,– murmuro.

  –Lo sé, lo siento tanto Rosie. De verdad.– Se disculpa. Se ha disculpado muchas conmigo veces desde que llegó a la ciudad. –No quería que esto terminara así pero Ford es un imbécil. Se iba a llevar este enamoramiento a la tumba aun así no paraba de hablar de ti y eso me volvía loco. Tenía que hacer algo.–

  –¿Enamoramiento?– Repito intentando acostumbrarme a eso.

  –De verdad le gustas,– asegura para luego sacar un papel de su bolsillo. –No dejes que algo que hice lo arruine todo.– Me tiende mi lista.

  No respondo por lo que vuelve a hablar, esta vez con más calma.

  –¿Una última aventura espontánea antes de que dejes de hablarme por siempre?– Me da una pequeña sonrisa cabizbaja. –Estará tomando fotografías la última semana en el festival de Pascuas, por favor habla con él.

Capítulo 18

Mi última parada es el preciado campamento. El campamento Wookhill se encuentra a ciento treinta kilómetros desde el campus y a unos setenta y ocho saliendo de la ciudad. El autobús me dejó a unos metros y tengo unas cuatro horas hasta que el siguiente pase para regresar.

  Decidí venir sola, no es que Ford me hubiera acompañado de todas formas. No hemos hablado desde nuestra discusión y ninguno ha tomado la iniciativa de soltar la primera palabra. Camino hacia la entrada y me coloco bajo el cartel de entrada. 

  ¿Debería llamarlo? Ni siquiera sé por qué estoy pensando en él. 

  –¿Puedo ayudarte?– Una mujer se acerca luciendo un lindo sombrero de jardinería.

  –Soy Rosalie Morgan, llamé hace unos días para avisar que vendría por un proyecto de periodismo,– anuncio.

  Le toma un segundo recordarlo. –Oh, sí, hablaste con mi compañero.– Asiento. –Entonces, ¿en qué consiste tu proyecto?

  Visitar lugares favoritos con un chico, ignorando que nuestra relación se volvió un tornado salvaje. 

  –Solo sacaré unas cuantas fotografías y escribiré sobre el lugar. Solía venir aquí cada verano y no podía dejarlo fuera.

  Su sonrisa se hace más grande. –Bueno, tienes suerte que no hay muchas personas aún pero nos estamos preparando para la nueva temporada.– Puedo ver que hay varios materiales de construcción y cosas que están llegando como esas sillas de madera apiladas a un lado del depósito. –Eres libre de pasear y si necesitas algo puedes encontrarme en la cabaña de administración.

  –Gracias.

  Mis fotografías son un desastre. Puedo salvar una o dos de las cincuenta que tomé pero no se verán igual de prolijas que las demás, espero que el Sr. Wilson no nos baje puntaje por ese pequeño detalle.

  Encuentro un lugar junto al lago y tomo asiento en un tronco caído. Había olvidado lo pintoresco que era este sitio. El sonido de las aves, la brisa, los árboles, las canoas flotando junto al pequeño muelle, todo eso junto al atardecer viniente forman la toma perfecta. Saco unas cuantas fotografías y reviso si tengo todo antes de irme. Repasando la galería de mi teléfono, me encuentro con las imágenes del compromiso de Jackson que mamá me envió la semana pasada.

  Mi familia luce bastante bien, como una gran familia feliz. Hay una en particular que capta mi atención, es una donde aparezco con Ford, ninguno está al tanto de la cámara y parece como si nos estuviéramos divirtiendo mientras arrasamos con la mesa de dulces. Su sonrisa me hace sonreír inconscientemente. Recuerdo lo agradecida que estuve con él por acompañarme, de lo contrario me hubiera pasado la velada en la cocina o el baño sin ganas de hablar con nadie hasta que mi madre me llamara para obligarme a aparecer en las fotos.

  ¿Por qué tuvieron que arruinarlo todo? Nota para mí misma, no tener expectativas en las personas, sólo te golpearán cuando los tengas en una vitrina para romper tus ilusiones.

  Paso a la siguiente imagen y es una de Jackson y yo. El resentimiento que le guardo está empezando a pesar mucho y lo cierto es que cuando lo vi en casa me di cuenta lo mucho que extrañaba a mi hermano. También descubrí lo verdaderamente enamorado que está de Viviane. Es decir, ella es increíble. No sólo es simpática y me da buenas vibras sino que es amable, divertida, y tiene carácter lo que la hace perfecta para mi hermano porque a veces suele ser difícil de tratar, aunque por lo que escuché, está mejorando.

  Cierro los ojos unos segundos y respiro profundamente.

  Las palabras de Ford revolotean en mi cabeza.: No esperes a que no esté para intentar arreglarlo.

Giro el teléfono en mi mano antes de buscar su contacto y, con la poca valentía que me queda, marco su número.

  Contesta al segundo tono y mi nerviosismo crece aún más.

  –¿Hola?– Su voz me tranquiliza de cierto modo pero me toma unos segundos antes de decir algo.

  –Jackson,– mi respuesta no es más que un susurro.

  Debe haberlo sorprendido porque tarda en seguir la conversación. –¿Rosie? Hola. ¿Estás bien?

  –¿Aún siguen aquí?– Pregunto. –Mamá dijo que retrasaron el viaje porque Viviane quería dejar todo en orden antes de irse.– El plan era irse un par de días después de la cena de compromiso pero decidieron extender su visita dado que mi futura cuñada quería quedarse un poco más para conocer la ciudad.

  A pesar que se conocieron hace tres años, Viviane nunca vino aquí. Conoció a mis padres por video llamada pero la excusa de la cena era la primera vez que se veían en persona.

  –Sí, aún estamos aquí,– confirma. –Mamá nos está obligando a quedarnos en tu cuarto.

  Aclaro la garganta antes de seguir hablando. –Tengo el fin de semana libre,– rasco mi nuca. –¿Qué te parece si voy para allá? Podemos pasar algo de tiempo juntos antes de que se vayan,– digo eso último de forma rápida, como si tuviera miedo a retractarme luego.

  La pausa que hace parece eterna y por un segundo estoy aterrorizada a que diga que no. Es decir, podría pasar y no lo culparía.  

  –Puedo buscarte si quieres.– Mi corazón da un brinco.

  –No, me gustaría escapar un rato de aquí, y me gustan los viajes en autobús.– Es cierto, y eso me daría tiempo para prepararme mentalmente para su encuentro.

  –Te esperaré en la terminal, tu sólo llama.

  –Bien.

  Y apenas termino la llamada, lloro de alivio. 

. . .

  El Sr. Wilson se sienta sobre su escritorio y levanta dos carpetas negras antes de dejarlas a su lado.

  –Estuve analizando sus trabajos la última semana y debo admitir que muchos de ellos me impresionaron.– Hay una sonrisa de satisfacción en su rostro y eso me deja un poco tranquila. –Tuvieron ideas muy interesantes y el desarrollo fue bien ejecutado. Los felicito a todos. Y dado que su ejecución fue tan buena, elegí dos presentaciones ganadoras en lugar de una para formar parte de la revista.–

  Se toma unos segundos y mira a todos los estudiantes frente a él.

  –Carson, Ludwig, bien hecho.– Elena suelta un suspiro de alivio al ver que su trabajo fue elegido. –Morgan, Lawrence, fue un gran trabajo.– Levanto la mirada hacia el profesor pero no reacciono de otra forma. Aunque puedo sentir la mirada de Ford en mi espalda. –El resto, todos están aprobados. Les deseo suerte en sus exámenes finales, pueden retirarse.

  Algunos estudiantes empiezan a dejar el lugar y el Sr. Wilson vuelve a hablar.

  –A quienes fueron elegidos, les aviso que cada proyecto ya fue enviado al editor y les daré una copia a cada uno cuando sean publicados. Espero que continúen con el trabajo duro.

  Me retiro de inmediato sin mirar atrás, rogando que el semestre termine de una vez.

. . .

  Camino por el pasillo luego de mi última clase de la semana y me encuentro con Harriet. Sé que no ha pasado nada con Logan pero puedo ver que a ella le interesa él, aunque no sabe cómo demostrarlo.

  –Rosie, ¿tienes un minuto?– Asiento de inmediato.

  –¿Está todo bien?– Pregunto.

  –Si, es solo que quería hablarte de algo.– –Sé que eres amiga de Logan y quería asegurarme de algo.

  –No, no es gay y no, no estamos juntos de ninguna forma más que una simple relación de viejos amigos.–

  –Después de la fiesta de San Valentín creí que había algo entre ustedes.

  –No, fue un desliz bastante extraño pero no,– admito sacudiendo mi cabeza. –Siendo honesta, a Logan le gustas mucho,– le digo y puedo notar como sus mejillas empiezan a teñirse de rosa. –Deberías darle una oportunidad, es un gran chico.

  Me sonríe con timidez. 

   –Y tú deberías darle una oportunidad a Ford.– La observo con desconcierto. –Hacen una linda pareja y fue divertido verlos correr detrás de ese hurón,– comenta devolviendo esa imagen a mi cabeza.

  Suelto una risotada. 

. . .

  –Confieso que me sorprendió un poco el contenido de su trabajo,– dice el Sr. Wilson antes de entregarme la copia de la revista. Nos dijo que pasáramos a buscarla durante la mañana del último día de clases y decidí ir a última hora para no cruzarme con nadie. –No iba a elegirlo como ganador pero me di cuenta que la consigna fue cumplida y a pesar de utilizar un formato algo pretencioso y no tan serio como esperaba, reconozco que me sensibilizó de cierta forma.

  –¿Pretencioso? ¿No tan serio?– Inquiero confundida mientras repito sus palabras. –Sé que es un poco más personal de lo que esperábamos pero…

  –Yo diría que fue demasiado personal,– interrumpe. –No todos los días encuentro una declaración amorosa en los trabajos de mis alumnos.

  –¿Declaración?– Murmuro abriendo la revista con rapidez. Cuando encuentro nuestra sección me doy cuenta que mis fotos son muy diferentes a las de Ford por un simple detalle. Las mías son sólo de los lugares y en las de él aparezco en cada una con sus lugares favoritos de fondo. Aparte de eso hay fotos extra: la piscina de natación, un rincón en el patio de mi casa, el cuarto de fotografía en el sótano, la cafetería de Rowan. Incluyó imágenes de todos los lugares a los que fuimos juntos. Incluso agregó una descripción final sin decirme.

  Mi lugar favorito.

  Mi último lugar favorito no es un lugar, es una persona. Ella lleva la familiaridad consigo y al mirarla recuerdo mi propia ciudad, mi familia, mis recuerdos de la infancia. Ella está en muchos de ellos sin que se diera cuenta. Se siente como mi hogar lejos de casa, como esa sensación de que nunca estaré perdido si la veo. Lo cual resulta irónico porque ella es quien suele perderse a donde sea que va. Es un desastre pero el más bonito.

  Me gustaría encontrar más lugares favoritos a su lado.

  No sé cómo sentirme al respecto. Acaba de hacer público algo de lo que no tenía conocimiento y ahora todos lo leerán, todos. 

  –No sé qué pasó aquí pero a las editoras les gustó,– comenta el Sr. Wilson. –No soy de inmiscuirme en la vida personal de mis estudiantes pero el Sr. Lawrence me sorprendió gratamente y creo que usted tuvo algo que ven en esto.– Observa mi rostro inexpresivo. –Además, ¿no les gusta a ustedes estas muestras de sentimentalismo? Pensé que estaría más feliz.

  Niego. –Estoy sorprendida, eso es todo,– admito en voz baja.

  El hombre termina de guardar todo en su maletín y se despide con un asentamiento. –Disfrute el festival de Pascuas, Srta. Morgan.

  –Gracias, Sr. Wilson, usted igual.

. . .

  El viaje a casa es largo y no lo hubiera preferido de otra forma. Me dio tiempo para pensar muchas cosas y tomar muchas decisiones. Una de ellas es recuperar a mi hermano.

  Apenas llegamos a la terminal de buses, veo la vieja camioneta de papá estacionada a un lado. Jack parecía distraído hasta que vio el vehículo orillarse. Me busca entre las ventanas pero no me dejo ver hasta que bajo.

  Se aproxima hacia mí y toma mi mochila. Le doy una sonrisa y me conduce hacia el auto. No ha intentado nada que pueda ponerme nerviosa, lo sé, se ha estado conteniendo para abrazarme y lo cierto es que yo igual. No sé cómo aproximarme a él sin sentirme estúpida.

  –Debes tener hambre, ¿qué te parece ir por unas hamburguesas?– Pregunta bajando el volumen de la radio.

  –En lo de Rix,– digo.

  Jack sonríe y gira hacia la izquierda. –Me leíste la mente, he estado comiendo ahí las últimas semanas y creo que ya subí tres tallas.–

  Le doy un vistazo rápido. –¿Cómo está Viviane?

  –Muy bien,– responde. –Muy feliz en realidad,– añade feliz. –Y creo que mamá está con ella en la cocina en este momento. Insistió en darle muchas de sus recetas para que no nos olvidemos de su comida.– Típico de mamá.

  –De todas formas no se irán para siempre,– murmuro viendo el local de Rix en la siguiente calle.

  –Vendremos siempre que podamos, haré que sea así.

  Eso suena a una promesa escondida.

  –Me gustaría ir a visitarlos,– digo apenas detiene el auto en el estacionamiento. Jackson me mira sorprendido. –He pensado en tomarme un año sabático antes de buscar trabajo y tengo muchos ahorros. Quiero ver algunos lugares y escribir sobre ellos. Francia sería un buen lugar para recorrer.–

  Mi hermano se toma un segundo antes de sonreír conmovido. –Si eso es lo que quieres, siempre tendrás un cuarto en nuestra casa.

  –Gracias.

. . .

  –Guárdale algunas a papá,– digo metiendo algunos sobres de salsas en el bolsillo de su chaqueta. –Sabes lo mucho que le gustan esos aderezos.

  Jackson ríe y deja una unos billetes sobre la mesa.

  –Aún tiene ese cajón lleno,– comenta. –¿Cómo hace para usarlos antes de que se venzan?

  Hundo los hombros. –Probablemente sean su snack de madrugada.

  Nos detenemos frente a un músico callejero que toca la guitarra cantando una versión personal de Friday I’m In Love de The Cure.

  –Entonces, te gradúas en una semana, ¿cómo te sientes con ello?– Pregunta escuchando al chico frente a nosotros.

  –Feliz de tener que guardar todos esos apuntes.– Lo cierto es que sentí un gran placer al guardar todas esas hojas y cuadernos.

  –Tu cara dice que vas a extrañarlo.

  Lo haré. –Sí, puede ser.– Es decir, nunca es fácil terminar una etapa y olvidarse por completo de ella. Supongo que voy a guardarle una gran melancolía cuando me toque caminar lejos de ese lugar.

  –Así que…– Saca un billete de su bolsillo y lo arroja al estuche de la guitarra. –El chico Lawrence.– Tenía que mencionarlo, ahora mi estómago va a empezar a doler de los nervios. –Parece decente. Mamá dijo que es mucho mejor que tu antiguo novio.

  Cualquiera es mejor que Sander.

  –Ford no es mi novio,– aclaro.

  Hace un sonido con su garganta. –Entonces me confundí, no suelo confundirme con eso.

  Suspiro antes de empezar a caminar hacia el auto. –Me gusta, pero soy una idiota.

  Escucho que ríe. –Todos lo somos, especialmente en el amor. Pasó tanto antes de que Viviane me aceptara,– cuenta. –Cometí muchos errores con ella, pero aprendí de ellos y trabajé mucho para merecerla.

  Le doy una sonrisa. –Me agrada.

  –Y tú a ella.

  Una vez en el estacionamiento me detengo de forma abrupta.

  –Lo siento Jackson, por todo.– Lo miro con pesar.

  –No, yo lo siento.– Su rostro denota tristeza. Quiero decir algo más pero me detiene. –Déjame hablar primero por favor.– Me quedo en silencio. –Soy consciente de todo el dolor que te causé, no fui justo. Pensé solo en mí y no merecías eso. Quería alejarme de este lugar no de ti.– 

  Hace una pequeña pausa antes de continuar. –Lamento mucho no haber regresado y decirte esto hace tiempo, supongo que tenía miedo de que realmente haya roto nuestro vínculo.

  Seco una lágrima que cae por mi mejilla. –Tú eres el que siempre dijo que las segundas oportunidades a veces son mejores que las primeras. Podríamos probarlo.

  Jackson se acerca y me abraza, acariciando mi cabello.

  –Te amo tanto, Rosie.

  –Y yo a ti.

  Mi mente viaja a Ford y en silencio agradezco que me haya empujado a ser valiente. Aún tengo a Jackson y la idea de no volver a recibir un abrazo de él realmente me asusta.

  Se separa y toma mi rostro apretando mis mejillas. –Estoy tan orgulloso de ti, hermana.– Lo empujo hacia atrás. –Y con respecto a tu no-novio, las segundas oportunidades también aplican en ese caso.–

. . .

Elsa está en el festival y seguramente no vuelva hasta después de las dos. No suele quedarse hasta muy tarde por lo que aún tengo como cuatro horas para sentirme miserable sin una audiencia presente sintiendo lástima por mí.

  No he dejado de mirar esa estúpida lista. Aun no puedo creer que Logan la haya visto y quién sabe quiénes más. Me pregunto qué fue lo que pensó cuando la vio, tal vez que soy patética. 

  Eso es lo que pensaría yo también si la leyera. 

  Tener unos ojos encantadores. Los ojos miel de Ford aparecen en mi mente. Tuve la oportunidad de verlos mejor el día en que me besó. Son algo marrones por afuera y de un color ambar en la parte del iris, y brillaban. Como dos luciérnagas en la noche más oscura.

  Una sonrisa digna de un príncipe de Disney. Su sonrisa es hermosa, una de las más hermosas que he visto y descubrí que me gusta hacerlo sonreír. Buscaría cualquier cosa para eso.

  Ser caballeroso. Ford es del tipo que se ríe si te caes o te arroja comida cuando estás distraída o se burla de alguna cosa que encuentre digna de eso. Pero no de una mala forma, sus burlas no son dañinas y terminas riendo con él. Te ayuda a no sentir pena, a abrazar algún tipo de incomodidad que estés pasando y luego claro, te ayuda y protege.

  Alguien que ame mis defectos. Dijo que le gustan mis orejas, incluso me compró esos pendientes para presumirlos.

  Que sea considerado. Me ha estado ayudando más de lo que pienso.

  Que no me engañe con alguien que conoció durante el verano. Esa escena en los vestidores luego del partido de fútbol aún sigue repitiéndose en mi mente como un disco rayado. No sólo me defendió de lo que Alice dijo, sino que le hizo entender que estaba ahí conmigo y que no quería hacerme esperar para ir a comer luego. 

  No sé qué tenga que ver con ese punto en específico pero si lo comparo con Sander, es muy probable que en su lugar me diera una excusa de irse a casa para en realidad irse con Alice.

  Ford tuvo la oportunidad y no lo hizo, me prefirió a mí. Y él no sabía que yo lo estaba escuchando. 

  Cada punto que leo en esta lista, es reemplazado por Ford y creo que me estoy volviendo loca.

  Necesito hablar con él.

Capítulo 19

  El predio donde se lleva a cabo el festival de graduación está repleto de personas, muchas de ellas universitarios que se acercaron con la curiosidad de qué tan malo será este año. 

  Sí, el festival no es muy famoso por lo divertido y lindo que sea sino por todo lo contrario. El año pasado un local de comida callejera se prendió fuego y el anterior a ese hubo una plaga de ratas en el recorrido de los huevos de oro. Dijeron que este año construyeron uno mucho mejor en el cual los problemas no serían los protagonistas. Las personas solo vienen para ver qué tipo de desastre pasará este año, y aunque suene horrendo, ya es como una tradición en Tucson.

  Se supone que es una forma de despedida de la universidad para homenajear a al grupo que se gradúa además de la ceremonia de finalización. La idea de este evento empezó hace ya varios años cuyo objetivo principal era el de levantarle el ánimo a los estudiantes que rendían sus últimos exámenes y poder distraerlos un poco de todas las exigencias y nervios.

  Funciona, dentro de todo lo malo que pueda pasar aquí, es una buena forma de pasar nuestros últimos momentos como estudiantes de la universidad de Arizona.

  –Entonces ¿quieres?– La voz de Elsa se escucha sobre la de Delta Goodrem saliendo de los parlantes. Le mandé un mensaje antes de salir hablando sobre la idea de que necesitaba un poco de aire fresco y me animó a acompañarla.

  La miro confundida. –¿Si quiero qué?

  Suspira con molestia. –Ir a ganar premios.

  –Oh, ah sí, claro,– balbuceo echando un último vistazo a mi alrededor. Logan había dicho que estaría aquí con su cámara.

  –Lo estás buscando ¿verdad?– Ni siquiera puedo negarlo.

  La miro derrotada. –No quiero ser una compañía terrible.– Elsa sonríe y toma mis hombros.

  –Lo eres. Pero me alegra que quieras hacer las cosas bien.– Me da un abrazo y se acomoda los lentes.

  –Iré a dar una vuelta,– aviso, –¿nos encontramos en la entrada junto a los baños en una hora?–

  Asiente. –Claro, tengo mi teléfono por si acaso.

. . .

  Mis esperanzas de encontrarlo son bajas pero no nulas. Podría llamarlo y terminar con esto rápido pero si escucho su voz voy a paralizarme y puede que diga cosas patéticas. Prefiero ser patética en persona y terminar con esto de una vez.

  Luego de todo lo que dijo encontré algo de razón en su reprimenda. Bueno, mucha razón. Es cierto, el chico perfecto de las películas no existe, sólo existen personas imperfectas que se convierten en perfectas ante nuestros ojos. Aunque eso no fue lo que más me molestó sino el hecho de que me hizo desconfiar de él. Podría haberme dicho lo de la lista y no esperar a que yo lo descubriera de esa forma.

  Estúpido Logan y sus buenas intenciones pero de procedimiento erróneo.

  –No está aquí.– Su voz me hace saltar. Logan está pasado con un enorme algodón de azúcar en su mano. –Está en su cuarto revisando cosas para su viaje,– comenta, –se fue hace un rato.

  Lo miro acongojada. –¿Planea irse pronto?

  Asiente apretando sus labios. –Se quedará un par de días en casa de sus padres y luego se irá,– confirma.

  Paso una mano por mi cabello arreglando mi gorra.

  –No quiero que exista incomodidad entre nosotros,– admito mirándolo. Nuestros encuentros han sido bastante tensos cada vez que nos veíamos en algún lugar y eso realmente me aflige. –Estuvo mal, pero eres mi amigo y no quiero que nos alejemos por eso. También sé que no lo hiciste con maldad.

  Logan me da una sonrisa tímida. Sé que a él también le lastima la posición en la que nos encontramos.

  Suelta una fuerte respiración. –De verdad le importas mucho,– dice refiriéndose a su primo. –Y ese artículo fue inspirador.

  Mis mejillas se tornan rojas, estoy segura. Desde que salieron los ejemplares la mayoría de las chicas me han dicho lo romántico que fue eso, muchos otros se dedicaron a mirarme sin darle mucha importancia al asunto. 

  –Sí, fue algo lindo,– respondo con rapidez intentando dejar de lado ese tema. –Harriet estará en la caceta de cupcakes,– anuncio, –dijo que le ayudaría a Mel a decorarlos.– Le doy una sonrisa alentadora y me apresuro a hacer una parada antes de correr hacia el edificio de los chicos.

. . .

  Camino sin prestarle atención a ninguno de los estudiantes que pasan por mi lado hasta dar con el cuarto de Ford. El cartel con sus nombres ha sido retirado como el de todos aquí una vez que se cumple cada ciclo.

  Escucho ruido en el interior y no espero para empujar la puerta sin tocar ya que se encontraba un poco abierta.

  El chico se encuentra moviendo cajas pero mi presencia lo distrae de eso.

  –Sí, puedes pasar,– dice terminando de colocar cinta adhesiva sobre el cartón.

  Sostengo la revista en mi mano y la levanto. –¿No te parece que merecía saber lo que ibas a hacer?

  Desde que se publicó, no lo he visto por lo que no tuve oportunidad de hablar con el sobre esto. Tampoco tenía el valor suficiente para buscarlo por mí misma.

   –Dijiste que escribiera lo que sentía. Sólo seguí tus órdenes.– Sus ojos me ponen tan nerviosa en este momento. El chico prácticamente dijo que le gusto y no sé cómo enfrentarlo porque aún estoy trabajando en aceptar lo que siento por él.

  –¿Exponernos frente a todos era tu plan?– Cuestiono.

  Suelta una risita cuando voltea para guardar otras cosas. –¿Acaso voy a volver a verlos?– Pregunta agachado desde el suelo. No me interesan. Y si te hace sentir mejor, estamos igualados, yo leí algo personal sobre ti y tu leíste algo personal sobre mí,– aclara. Me da otro vistazo antes de bajar la mirada a mi mano. –¿Qué es eso?– Pregunta.

  –Mi bolso de viaje,– contesto dejando la vieja bolsa en el piso. –Quiero hacer una guía de viajes,– comento.

  –Bien por ti.

  Tomo una respiración profunda llenado mis pulmones de oxígeno y mi cuerpo de valor. –La cosa es que, puedo dar descripciones increíbles si quiero pero necesito una gran imagen que capture lo que quiero mostrar para así atraer a la gente a esos lugares,– hablo. –Y yo soy pésima tomando fotos, ni siquiera puedo hacer una toma buena con mí teléfono,– admito.

  –Si eres bastante mala,– responde al instante. –Esas últimas que sacaste necesitaron mucha edición.– Ruedo los ojos.

  Muerdo mi labio antes de volver a hablar. –Estaba pensando qué tal vez tu idea de recorrer el mundo pueda incluir un más uno.

  Eso hace que detenga su tarea de empacar y me da una larga mirada. Me gustaría saber qué es lo que está pensando pero me dedico a mantener mi rostro lo más serio posible.

  –¿Quieres ser mí más uno?– Inquiere con incredulidad. 

  Asiento. –Tú fuiste el mío, te lo debo,– respondo. –Además, viajar solo puede ser realmente aburrido, necesitas a alguien que elija la música en un auto alquilado, o que te señale lugares lindos dónde puedes correr y tomar fotografías, o alguien que ordene un postre extra porque te quedarás con hambre por la noche y alguien con quién hablar cuando estés ebrio,– suelto sin detenerme a respirar. –Y también quiero buscar nuevos lugares favoritos,– añado. –Necesito nuevos, hacia donde pueda correr si es que el momento lo pide.

  Se pone de pie y se cruza de brazos.

  –¿Y qué te hace creer que no puedo buscar a alguien más que haga todo eso por mí?– Puedo notar que está jugando conmigo, una esquina de su boca está apenas arriba y conozco esa mirada. Es la misma que siempre me da cuando quiere molestarme o hacerme enojar.

  –Porque nadie es tan simpático como yo,– afirmo, –tampoco nadie te aguanta más de unos minutos.–

  Dejo la revista sobre una mesa cercana.

  –Ese proyecto fue condenadamente cursi,– reseño, –y también lo más hermoso que he leído.– Le doy una pequeña sonrisa antes de suspirar. –Pero vamos a hablar de que suprimiste algunas de mis anotaciones para poner eso...

  Ford se acerca hacia mí dando pasos largos. –Sí, sí,– repite antes de besarme. Es un beso largo, lento y necesitado. 

  Sonrío aun con mis ojos cerrados. –¿Eso significa que aceptas llevarme contigo?

  El chico ríe. –A cualquier lugar que quieras.

Epílogo

Ocho meses más tarde.

Lo odio. Odio su cara horrorosa parecida a la de un gremlin, especialmente cuando duerme porque siento la necesidad de besarla. Odio la forma en la que hace esa estúpida mueca con su boca porque lo hace irresistible. Odio su sarcasmo rápido porque no puedo seguirle el juego por lo astuto que es y la forma en la que me mira como si fuese lo único que quiere ver porque me hace sentir tan tímida y vulnerable ante sus ojos. Lo odio tanto porque me hace sentir mucho. Cosas lindas, verdaderas. Me hace creer en un futuro a su lado y es lo que más ansío en este momento, porque me hace amarlo. Lo amo.

  Amo a Ford Lawrence.

  –Tus padres nos esperan, ¿qué estás haciendo?– Pregunta Ford guardando su teléfono. Decidimos pasar una noche en el hotel cerca del aeropuerto antes de pasar directo a la casa de mis padres para pasar las fiestas. –Esta maleta no cierra,– me quejo poniendo todo mi esfuerzo para que el cierre haga tu trabajo y asegure todo el contenido.

  Ford bufa con gracia y me ayuda. –Te dije que no compraras tantos regalos.

  Aparto un mechón de mi frente algo sudada y suspiro. –Estaban a mitad de precio. Además tus padres también estarán ahí, por supuesto que iba a comprarles algo.

  Luego de la graduación decidimos hacer un pequeño viaje improvisado a varios lugares y acabamos de regresar de Finlandia. Sin duda fue una de las mejores ideas que tuvimos en mucho tiempo. Ford aprovechó para tomar cientos de fotografías, yo para escribir. Conocimos mucha gente, muchos lugares, muchas historias. Tenemos un dosier lleno de material con el propósito de hacer un libro propio. 

  –¿Quieres impresionar a mis padres?

  –Sí,– contesto sin rodeos para escuchar la risa del chico junto a mí.

  –No necesitas regalos para eso,– asegura. No he visto a los padres de Ford desde que éramos niños y nunca tuve una presentación formal por lo que considero que esta es la primera vez que voy a tratar con ellos y quiero que todo salga perfecto.

  Lo miro de reojo. –¿Vas a decir que mi increíble personalidad hará todo el trabajo?

  –Me leíste la mente,– sonríe.

  –De todas formas estoy llevando los regalos. Ayúdame.– Ford levanta la maleta y la deja junto a la puerta con los otros bolsos de viaje.

  –¿Jack y Viv irán?– Pregunta.

  Asiento de inmediato, entusiasmada de volver  a verlos. –Ese es el plan, será la primer navidad que pasarán aquí como pareja casada.– Luego de la boda hace unos meses, volvieron a Francia porque su vida está allá pero prometieron volver siempre que se diera la oportunidad.

  –Y será nuestra primer navidad juntos,– murmura el chico colocando sus manos en mi cintura.

  –Jamás pensé escuchar eso.– Paso mis manos por sus hombros. –Tengo un regalo para tí.

  Me aparto de él y corro a mi bolso de mano para sacar una cajita decorada con un papel en motivos navideños.

  –¿No va a explotar o sí?– Inquiere jugando cuando la toma.

  –¿Te olvidas que tú eras el malvado en esta relación?–

  Ford sonríe y besa un costado de mi cabeza antes de abrir la caja. Su mano rosa el collar cuya pequeña medalla de plata tiene grabado el símbolo de la palabra Respirar en sánscrito. El mismo que su hermano tenía tatuado en su muñeca.

  –Creí que te gustaría compartir algo más con él,– digo. –Cada vez que te sientas ansioso o te duela su recuerdo, espero que puedas mirar este dije y calme tu pena.

  Cuando estaba buscando qué regalarle, recordé que me habló del tatuaje de Will y lo mucho que significaba para él. Ahora Ford tendrá su propio recordatorio de que por más que el dolor nos haga caer, debemos respirar profundo y continuar nuestro viaje porque siempre hay algo mejor esperando por nosotros.

  No dice nada pero sus ojos conmovidos me lo dice todo. Me abraza en silencio y puedo darme palmaditas en la espalda por otro buen regalo conseguido.

  –Iba a entregártelo en el día de navidad pero no puedo contenerme, es una debilidad para mí,– admito.

  Ford me da un beso largo y sonríe. –También tengo algo para ti.– De su bolsillo trasero, saca la foto de un cachorro en color negro con orejitas caídas y un lindo moño en su cuello.

  –¡Es adorable!– La admiro con ternura. –¿Quién es?

  –Es tuyo,– responde.

  Levanto mis ojos hacia él. –¿Qué?

  –¿Piensas que no me he dado cuenta de todas las veces que ves imágenes y videos sobre cachorros?– No voy a mentir que tengo una carpeta en mi teléfono con fotos de Pinterest y de los animales que iba encontrando durante nuestro viaje. –Peanut acaba de ser rescatado y necesita alguien que lo ame toda la vida,– explica. –Además, será divertido tener otro compañero de viaje.

   Abro mi boca sin saber cómo reaccionar. –¿Me acabas de regalar un cachorro?– Pregunto sin darme cuenta que sueno como una niña pequeña.

  Suelta una risita y afirma con su cabeza. –Lo buscaré la próxima semana. Me faltan comprar unas cuantas cosas pero pensé que te gustaría ayudarme.

  –¡Sí! ¡Sí a todo!– Salto sobre él abrazándolo con fuerza. –¡Estoy tan emocionada!

  –Sólo espero que lo cuides mejor que a Jones,– comenta con gracia.

  –Seguro tuvo más diversión de la que nunca tuvo.

  Guardo la foto en mi cuaderno de notas y siento como Ford me abraza por atrás. –¿Por qué no haces otra lista de deseos para el nuevo año?– Propone.

  Asiento para luego girar de vuelta hacia él. –Bien, pero debes cumplir cada uno de ellos.–

  Sus ojos parecen brillar. Nunca voy a cansarme de mirarlos. –¿Cuál es el primer punto? ¿Qué quieres?–

  Lo pienso un segundo antes de responder. –Sólo tú, siempre tú.– Y con eso, vuelvo a besarlo sintiéndome la persona más feliz del universo en este momento.

Soundtrack

  1. True Love – PINK.
  2. Holy Ground – Taylor Swift.
  3. Nonsense – Sabrina Carpenter.
  4. Belong Together – Mark Ambor.
  5. First Date – Blink 182.
  6. Bad Habits – Ed Sheeran.
  7. Maniac – Conan Gray.
  8. Shiny Happy People – R.E.M.
  9. Gimme Shelter – Rolling Stones.
  10. Get Him Back – Olivia Rodrigo.
  11. I Love You – Loving Caliber.
  12. Mom’s Old Hachback – LVLY.
  13. Sleeping With The Past – Elton John.
  14. Go Your Own Way – Fleetwood Mac.
  15. Kiss Me – Sixpence None The Richer (cover by Music Travel Love ft. KynTeal)
  16. Sitting On Top Of The World – Delta Goodrem.
  17. Brokenhearted – Karmin. 
  18. Ironic – Alanis Morissette.
  19. Friday I’m In Love – The Cure.
  20. Message In A Bottle – Taylor Swift.

+ Agregar Votar

Comentar:

Campo Requerido

Sobre nosotros

Soñamos con una biblioteca digital que reúna los clásicos de siempre con voces contemporáneas y autores emergentes de todo el mundo. Así nació Indream, una plataforma premium que combina tradición y modernidad en un catálogo diverso y en constante evolución. Hoy también incorporamos Indream Originals, obras únicas desarrolladas con inteligencia artificial y cuidadosamente editadas por nuestro equipo, manteniendo la esencia del escritor detrás de cada página.

Imagen