Herederas de la rebelión / C.H Silva

#acciÓn, #ciencia ficciÓn, #romance

SINOPSIS:

En un futuro distópico del año 2340, la humanidad vive bajo la opresión de Khan, un despiadado tirano que explota a la población en minas de oro mientras él y su círculo viven en la opulencia. En este sombrío mundo, Cristal crece bajo la sombra de la injusticia y la crueldad. Tras enfrentar un destino desgarrador, se ve obligada a combatir la tiranía de Khan y a luchar por la libertad, con aliados inesperados y secretos que podrían cambiarlo todo.

Cristal

Mi nombre es cristal, vivo en el año 2.340 y es aterrador.

En este sombrío panorama, nací en medio de la desesperación y la lucha por la supervivencia. Mi madre, valiente y decidida, me trajo al mundo mientras huía de las garras del despiadado Khan un ser despreciable, que tortura o mata a todo aquel que se opone a su persona, a veces solo, según él, para mostrarse un ser benevolente los deja prisioneros obligándolos a trabajar en la construcción de pozos o minas de oro, los dos tesoros más importantes para la humanidad que aún queda viva. Los demás humanos que han tenido suerte de no caer en las manos de Khan viven en pequeñas ciudadelas, oasis de esperanza en medio del caos, albergan a aquellos que se niegan a doblegarse ante el yugo de Khan. Allí, entre sus estrechas calles y frágiles muros, se forjan vínculos de solidaridad y resistencia, aunque siempre acechados por el temor y la incertidumbre. Las pocas personas que no son esclavos trabajan lo poco que hay de tierra fértil, cuya producción cae en las manos del tirano en un noventa por ciento y el resto se divide en la población que apenas sobrevive, los que tienen más suerte reciben comida fresca y el resto casi en estado de putrefacción. La vida en las ciudadelas es una lucha diaria por un pedazo de pan y un sorbo de agua, mientras el tirano se regodea en su opulencia y crueldad. 

También existen lugares llamados tabernas, refugios para los errantes y desamparados, ofrecen un breve respiro en medio del caos. Allí, entre murmullos de conspiración y cantos de desesperanza, los destinos se entrelazan en un torbellino de esperanza y desolación.

Crecí entre susurros de rebelión y suspiros de resignación, rodeada por la cruda realidad de un mundo quebrantado por el poder corrupto. En este mundo desgarrado por la injusticia, luchamos por encontrar un rayo de luz entre las sombras, anhelando un mañana donde la libertad y la justicia reinasen una vez más. Pero mientras tanto, seguimos resistiendo, alimentando la llama de la esperanza en medio de la oscuridad.

Los vestigios que quedan de la antigua humanidad son un claro ejemplo de lo maravillosa y caótica que era la vida, construcciones gigantescas ahora ocupadas como ciudadelas o puntos estratégicos para resguardar el territorio de Khan y sus hombres. Los pocos libros que se han encontrado hablan de la vida anterior, nos transportan a épocas de esplendor y caos, donde los humanos podíamos vivir sin temerle a la vida todo el tiempo o historias ficticias basadas en esos años.

Entre las historias y leyendas, se entretejen los hilos de la tecnología perdida, maravillas de ingenio y creatividad que desafían nuestra comprensión. Algunos inventos han sobrevivido al paso del tiempo, adaptándose a las necesidades de una era diferente, mientras que otros han caído en manos de Khan y sus científicos, transformándose en herramientas de opresión y control.

La oscuridad de aquellos días aún se cierne sobre mí como una sombra implacable, recordándome los horrores que presencié y viví hace ya cuatro largos años. Fuimos capturados por Khan y sus hombres. Nos sometieron a interrogatorios tortuosos, buscando desesperadamente obtener información sobre los escondites de la resistencia.

De los cuatro que fuimos capturados, solo dos logramos sobrevivir al tormento. A mí me arrebataron mi libertad y me arrojaron a las entrañas de la mina principal de oro, un lugar donde el sufrimiento y la muerte eran compañeros constantes. Recuerdo con espanto cómo llevaban a las personas vivas en carros de hierro hacia el interior de aquellos hornos infernales, donde quedaban atrapadas hasta que sus cuerpos se consumían por completo, reducidos a cenizas.

Mi madre, valiente y luchadora, fue la primera en morir a manos de Khan. Incapaz de soportar su frustración por nuestra negativa a revelar información, él le arrebató la vida con un disparo brutal. Aquel acto de crueldad marcó el comienzo de un largo y doloroso calvario que aún resuena en mis pesadillas más oscuras.

La sala resonaba con la violencia de las palabras de Khan, sus amenazas eran como un látigo que azotaba nuestros corazones. Mis manos temblaban mientras veía impotente cómo torturaban a mi madre, quien soportaba cada golpe con una valentía que me dejaba sin aliento. A mis dieciséis años, comprendí que mi vida valía menos que la causa por la que luchábamos, y si era necesario sacrificarla por la libertad, lo haría sin dudarlo.

–Si quieren vivir, deberían decirme donde está el resto de los estúpidos, eres la líder de todos ellos, tienes una hija ¿¡quieres que muera!? – mi madre seguía en silencio, aguantando los golpes y otras torturas, mientras yo miraba hecha pedazos. – entonces, líder de la resistencia, serás la primera en morir.

–¡Nunca te rindas, amor! ¡Somos la resistencia, la única esperanza! – susurró, tratando de infundirme valor mientras soportaba cada golpe y tortura de Khan. Pero sus palabras se perdieron en el vacío cuando el arma de Khan segó su vida sin piedad. El dolor me embargó al presenciar su muerte, y la angustia se multiplicó al ver cómo León, quien había sido torturado hasta perder la conciencia, también caía víctima de la brutalidad de Khan

–¿Cuántos años tienes, niña? – preguntó Khan, y su risa retumbó en la sala cuando le revelé mi edad.

–Dieciséis –respondí, sintiendo cómo su mirada penetrante se clavaba en mí.

–Los mismos que mi hija ―musitó, sumido en sus pensamientos. Luego, con una frialdad escalofriante, dictó mi destino―. Te dejaré vivir, pero serás mi prisionera. Por ti, vendrá toda la resistencia. Eres lo que queda de su líder ―se giró hacia Miguel, quien escuchaba en silencio las macabras palabras de Khan.

–Tú llevarás un mensaje. No te seguiré. Diles que tengo a su hija, que la mantendré con vida hasta que cumpla veinte años. Y que, durante ese tiempo, en cualquier mes, cualquier día antes de los veintiuno, ella morirá.

Vivir bajo la opresión de Khan era una pesadilla constante. La mina a la que nos llevaron era un infierno subterráneo, pero incluso sobre la tierra, el trabajo era agotador y despiadado. Los esclavos más fuertes, en su mayoría hombres, eran los designados para descender a las profundidades de la mina, mientras que el resto de nosotros nos encargamos de mover el oro que extraían y llevarlo hacia la superficie. Una vez allí, el oro se destinaba a la fabricación de joyas y monedas, las primeras para la mujer de Khan y su hija, y las segundas para Khan y sus secuaces, quienes las intercambiaban por bienes como alcohol o comida en las ciudadelas bajo su dominio.

Cada moneda representaba una decisión vital: vivir o morir. Los aldeanos pagaban a los soldados por su vida, pero si alguien no tenía cómo pagar, estaba condenado. En este cruel sistema, el oro se convertía en el único medio de supervivencia, ya que era utilizado en trueques desesperados por comida, alcohol o incluso por la propia vida.

La posibilidad de escapar era una ilusión en este mundo controlado por Khan. Cualquier intento de rebelión era castigado con brutalidad. Los golpes llovían como la lluvia sobre aquellos que osaban desafiar el orden impuesto. Los castigos más severos eran reservados para aquellos que intentaban huir o se atrevían a enfrentarse a los guardias.

Los hornos, lugares de muerte y desesperanza, eran testigos mudos de la tragedia diaria. Casi a diario, llevaban a cabo ejecuciones, y el sonido de los gritos desgarradores llenaba el aire, penetrando en lo más profundo de nuestros corazones. Sin embargo, lo más impactante era ver la determinación en los rostros de aquellos que se dirigían hacia su final. Sabían que la muerte era un alivio frente a la agonía de una vida sin esperanza, donde la única salida era la muerte, ya sea por las llamas de los hornos o por una bala en la oscuridad de la noche.

Después de años de observación y meticulosa planificación, había llegado el momento de actuar. Había estudiado cada detalle de la mina y los movimientos de los guardias, memorizando cada rincón y horario con precisión. Pero incluso con todo ese conocimiento, sabía que el riesgo de la muerte siempre estaba presente. Muchos habían intentado escapar antes que yo, y la mayoría había pagado el precio con sus vidas.

El tiempo estaba en mi contra. Mañana, en mi vigésimo primer cumpleaños, sería el día en que debía intentar la fuga. No había margen para el error; era una cuestión de vida o muerte. Nadie vendría a rescatarme, y dependía de mí misma encontrar una salida de este infierno antes de que fuera demasiado tarde.

La incertidumbre me abrumaba mientras me preparaba para lo que sería mi última noche en la mina. Todos en ese lugar sabían quién era yo, y aunque algunos me protegían, era una carga que no quería llevar más. Me había cansado de ser el motivo de su preocupación, de no poder devolverles todo lo que habían hecho por mí desde que nací.

Con cada minuto que pasaba, la ansiedad crecía dentro de mí. ¿Y si no lograba escapar? ¿Y si moría en el intento? No podía permitirme ese lujo, no cuando sabía que mi muerte podría desatar una guerra contra Khan. La resistencia había desaparecido en los últimos cinco años, y no sabía si era por miedo o si Khan los había eliminado a todos después de lo sucedido con mi madre.

La noche avanzaba lentamente y el tiempo se agotaba. No sabía cuándo vendrían por mí, pero una certeza se instalaba en mi mente: debía escapar cuanto antes. Khan podía haber insinuado que no me mataría el día exacto de mi cumpleaños, pero todos sabíamos que no esperaría un solo día más para hacerlo.

Cada rincón de la mina era un recordatorio de la urgencia de mi situación. Los intentos fallidos de otros prisioneros resonaban en mi mente, pero no podía permitir que eso me detuviera. Esta vez sería diferente, tenía que serlo. Repasé mentalmente cada pasillo, cada recoveco, buscando desesperadamente una salida. No tenía un plan concreto, pero la determinación ardía en mi interior.

El momento que había estado esperando finalmente llegó. Vi cómo algunos guardias se retiraban para comer, dejando a los menos atentos a cargo. Era mi oportunidad. Con el corazón latiendo con fuerza en el pecho, comencé a moverme sigilosamente, cada paso calculado, cada respiración contenida.

Cuando estuve a unos cincuenta metros de la libertad, me descubrieron. Sin pensarlo dos veces, me lancé a correr, mis pies golpeando el suelo con fuerza mientras el aire quemaba mis pulmones. "¡Corre, corre, corre!", era lo único que resonaba en mi mente, cada paso acercándome un poco más a la tan ansiada libertad.

A medida que las balas silbaban a mi alrededor, me repetía a mí misma que solo faltaban veinte metros más. La adrenalina fluía por mis venas mientras corría con todas mis fuerzas, sabiendo que la libertad estaba al alcance de mis manos.

El dolor recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica cuando las balas me alcanzaron, pero, aun así, me negué a rendirme. Seguí avanzando con todas mis fuerzas, sintiendo cómo cada paso se volvía más difícil, el dolor punzante en mi pierna izquierda amenazaba con derribarme.

A tan solo diez metros de la salida, vi a alguien más corriendo hacia mí. Mi mente luchaba por procesar la situación mientras la agonía se apoderaba de mi cuerpo. La segunda bala atravesó mi hombro derecho y la tercera se incrustó justo debajo de mis costillas, haciéndome caer al suelo.

Pero entonces, sentí un par de manos sujetándome, evitando que mi cabeza golpeara el suelo con fuerza. Abrí los ojos y me encontré con una mirada preocupada, una cara que reconocía, pero no podía entender por qué estaba ahí.

–Dime que estás bien, por favor, debes salir de aquí —sus palabras llegaban como un eco lejano mientras luchaba por mantenerme consciente.

Traté de ponerme de pie con su ayuda, pero mis fuerzas flaqueaban. Fue entonces cuando los hombres de Khan nos alcanzaron, interrumpiendo nuestro intento de huida. Uno de los guardias gritó su nombre, pero ella lo detuvo con determinación y valentía.

 —¡Déjala en paz! —su voz retumbó en el aire, llena de rabia y autoridad—. Ya está herida.

Pero el guardia se negaba a escuchar, decidido a llevarme a los hornos. Ella se interpuso, dispuesta a protegerme a cualquier costo. Las palabras de enfrentamiento entre ella y el guardia llenaron el aire, mientras yo luchaba por mantenerme en pie.

¿Megan? – dije bajo y débil, fue cuando la miré y me di cuenta quien era y lo hermosa que se veía de cerca, ella solo me miro he hizo una mueca con su boca confirmando – no puede ser

–Si puede ser, quédate quieta, estoy tratando que no te maten – me dijo susurrando –

–Aléjate de ella, Megan – dijo el guardia – si se escapa, puede ser el fin de tu padre y también el tuyo, debo matarla 

–Mi padre es el que da esa orden, él sabe cuándo la matara, tú eres solo un soldado más

–La orden ya fue dada, debo llevarla a los hornos, muévete – el soldado dio un paso hacia nosotras, enseguida ella se puso de pie –

–Sobre mi cadáver – poniéndose frente al hombre interfiriendo a su paso – ¡vamos¡¡mátame ¡–Entonces, el guardia se abalanzó hacia ella con violencia, golpeándola en el rostro. La vi caer, pero se levantó con rapidez, su determinación intacta a pesar de la sangre que manaba de su labio partido. – No pasarás de aquí, maldito imbécil —sus palabras resonaron con firmeza y desafío, desafiando al guardia que se interponía en nuestro camino.

A pesar de todo, sabía que ella estaba dispuesta a protegerme, incluso si eso significaba enfrentarse a la violencia de los hombres de Khan.

—Megan, no te puedo matar, pero sí puedo golpearte

La tensión en el aire era palpable mientras todos los prisioneros observaban la escena con atención, viendo cómo intentaba escapar y cómo Megan se interponía valientemente entre el guardia y yo. Cada segundo parecía una eternidad, hasta que un grito rompió el silencio.

"¡Nuestra vida por la tuya!", exclamó uno de los prisioneros, desatando un sentimiento de solidaridad en el grupo. Entendimos al instante lo que eso significaba: era nuestra oportunidad para escapar.

Cuando el guardia se distrajo por el caos que se desataba detrás de él, Megan actuó con determinación. Con un movimiento rápido, le arrebató el arma y disparó sin dudarlo. El estruendo del disparo resonó en la mina, marcando el inicio de nuestra libertad.

–¡Debemos irnos! – me rodeó con su brazo, ofreciéndome apoyo mientras intentaba ponerme de pie, y me sujeté de su cintura para mantener el equilibrio. – 

–¿Por qué me ayudas? – pregunté, sintiendo la necesidad de entender sus motivos en medio de la urgencia por escapar – 

–Eso lo resolveremos después –respondió Megan con determinación, mientras me instaba a caminar lo más rápido posible –se dónde te está esperando tu gente

–Eso me hace tener más preguntas – Sus palabras aumentaron mi curiosidad, pero no había tiempo para más preguntas. Confié en ella y seguimos adelante, dejando atrás el caos y la opresión de la mina.

Una vez fuera de la mina y con la certeza de que nadie nos perseguía, disminuimos el paso. Me sentía exhausta y la sangre seguía brotando de mis heridas, pero sabía que no podía rendirme. Había luchado demasiado para llegar hasta aquí, para alcanzar la libertad que tanto anhelaba.

–Tienes que caminar un poco más, falta poco para llegar.

–¿A dónde me llevas? –pregunté, sintiendo una mezcla de confusión y esperanza.

–Debes entender que no quiero hacerte daño, no soy como él –Megan se detuvo por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas –Un poco después de que llegué a la mina, tu gente me habló, No sabían cómo hacerlo, ni se les ocurrió que tú harías algo como esto, pero están preparados hace mucho tiempo, planeando cómo sacarte de ahí. El plan era hacerlo esta noche, para que nadie los viera, pero te adelantaste y, al hacer eso, los planes de mi padre de matarte a medianoche se adelantaron.

–¿Cómo sabes todo eso? –pregunté, sintiendo que el peso de mis heridas se hacía más evidente.

–Él confiaba en mí. Me estaba preparando para darme el mando de su territorio. Soy su única heredera, así que debía saber sus planes, aprender a pelear y usar las armas.

–¿Y por qué a medianoche? –pregunté mientras luchaba por mantenerme en pie.

–Porque hoy también es mi cumpleaños, y se supone que hoy debía asumir como primer comandante del ejército de Khan –explicó Megan. Nos detuvimos, y ella miró a su alrededor –Hemos llegado. Debemos esperar aquí. Siéntate

–¡¿Aquí?! Pero pueden vernos los hombres de Khan –exclamé, preocupada.

–Tranquila, ellos no se atreven a pasar por aquí. Hay muchas minas sin explotar –me aseguró, guiñándome un ojo –este camino está libre. Ellos no lo saben – añadió con una sonrisa

–Está bien –accedí, dejando que me ayudara a sentarme. –¿Sabes cuándo llegará la ayuda? No sé si me quedará mucha sangre por mucho tiempo más –comenté con una débil sonrisa.

–Ya vengo, debo dar la señal –respondió Megan antes de alejarse.

–Deberías hacer explotar algunas minas para que crean que nos morimos, así nos dejarán de buscar por un tiempo –sugerí, buscando una solución. 

–Esa es la señal de tu rescate –me dijo Megan con una sonrisa, confirmando mis sospechas.

Megan regresó apenas unos minutos después de haberse marchado. Se arrodilló a mi lado y comenzó a revisar mis heridas con cuidado, su expresión reflejaba preocupación mientras tomaba mi temperatura y evaluaba mi estado general.

–¿Qué me ves hija del dictador? – dije entre verdad y broma – ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me ayudas? 

–Porque ya no quiero ser solo la hija del dictador. He tenido todo en la vida, sí, pero también he visto el sufrimiento y la injusticia que mi padre ha causado. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras él sigue sembrando terror y destrucción. Ayudarte es mi forma de hacer las paces con mi conciencia, de intentar enmendar los errores del pasado. No quiero más muertes, quiero un futuro donde todos podamos vivir en paz y libertad. Por eso te ayudo – me miró mientras me daba una cálida, pero triste sonrisa –Ya no quiero más muertes, quiero que mi padre y sus hombres paguen todo el daño que han hecho – se quedó en silencio unos segundos – llegue a la mina como prisionera hace unos meses, tu gente se acercó a mi mucho antes, ayude a muchos de los tuyos que eran esclavos en la fortaleza de mi padre para que escaparan, pero me atrapó justo cuando los dejaba ir, ellos están bien, lograron irse, pero yo fui enviada a la mina, donde te conocí desde lejos, no me permitían acercarme a ti, ni tus hombres ni los de Khan, así que te vigilaba a la distancia, hasta que te vi correr, tratando de escapar, sabía que te matarían, así que corrí hacia ti, eres la esperanza que les queda y también la mía

–Ya veo, así que, ¿ahora no consigues todo lo que quieres? – sonreí mientras la miraba, la verdad es que era hermosa, su pelo rojo brillaba bajo los rayos de sol que lograban pasar a través de las ramas de los árboles, sus ojos de color gris eran como ver el mar en un día nublado y esas pecas en sus mejillas la hacían ver tierna –

–Pues no y creo que me gusta – sonrió – aunque me gustaría pedirte algo antes de irme a morir a manos de mi padre

–¿Qué es lo que deseas pedirme antes de marcharte? –pregunté con curiosidad, sintiendo un nudo en la garganta por la situación y la incertidumbre del futuro.

–Te observe tanto tiempo, me memorice cada una de tus facciones, puedo distinguir cuando estas enojada o planeando algo, adelantarme a tus movimientos, como hoy que supe que debía correr hacia ti para ayudarte – el espacio entre nosotras disminuyó a solo unos centímetros – no me quiero ir de este mundo sin antes probar un beso tuyo – 

Miré hacia abajo, para poder ver donde estaba su mano, colocando la mía arriba de la de ella, luego subí la mirada dándole permiso para que me besara – se acercó mirando mis labios y nos besamos – al separarnos, note que caían lagrimas por sus mejillas, levanté mi brazo bueno y se las seque – no llores, por favor–le dije, a penas con fuerzas – 

–Prométeme que lucharás hasta el final y que harás pagar a mi padre por todo el sufrimiento que ha causado –su mirada estaba llena de determinación y súplica al mismo tiempo.

–Te lo prometo –respondí con seriedad, sintiendo un nudo en el estómago ante la gravedad de la situación –Lucharé con todas mis fuerzas hasta que Khan y sus hombres sean derrotados – Megan asintió con una sonrisa en los labios, una expresión de alivio se reflejaba en su rostro. A pesar de la adversidad, había encontrado un rayo de esperanza en medio de la oscuridad.

En ese momento llegó el rescate, era un vehículo todo terreno con dos personas, bastante diferentes entre ellos, la primera que bajó era una chica de unos dieciocho años, más o menos de un metro cincuenta, pelo corto ondulado, quien llegó a mi lado corriendo y muy preocupada, detrás de ella, emergió un hombre alto y musculoso, con una presencia imponente que contrastaba con la delicadeza de la chica. Su cabello era tan radiante como el sol, y su expresión facial mostraba determinación y firmeza.

–Quítate de su lado – ordenó a Megan apartarse – ¡Alex! ¡son tres! ¡Dos salieron! ¡una aun dentro, en la espalda! – le gritó al hombre alto que se acercaba –debemos llevarla rápido– el tipo grande se agacho a mi lado y me tomo en brazos, le dio las gracias a Megan y camino hacia el vehículo –

–Tú te quedas acá, ten una muerte rápida – dijo la chica bajita.

–Ella debe ir conmigo a todos lados, no dejes que se separe un centímetro de mí – le dije al grandote con voz casi inaudible.

–Sí señora –se giró– ¡Lara! Por órdenes de la líder… –lo interrumpí –Cristal, me llamo Cristal.

–Por orden de Cristal, la hija de Khan viene con nosotros y no se puede separar de ella ni un centímetro – Lara hizo una mueca de disgusto.

Con el vehículo en marcha, el rugido del motor resonaba en mis oídos mientras luchaba por mantenerme consciente. Sentía el vaivén del terreno accidentado bajo nosotros mientras nos alejábamos de la mina y la opresión del dolor en cada parte de mi cuerpo herido. Megan se movía con agilidad dentro del vehículo, ayudando al hombre grande a acomodarme en el asiento trasero. Fue entonces cuando mi cabeza terminó apoyada en sus piernas, su mano acariciando mi mejilla con delicadeza mientras la otra sostenía firmemente la mía. A pesar del caos a nuestro alrededor, su tacto transmitía una sensación de calma y seguridad que me permitía relajarme, aunque fuera por un instante.

–Gracias por salvarme la vida –me dijo susurrando.

–Gracias a ti, por salvar la mía –sonreí apenas.

Íbamos rápido, el motor del gran automóvil rugía, tanto que apenas podía escuchar lo que hablaban a los gritos las dos personas que fueron a mi rescate. Mi mente procesaba más lento, perdía la conciencia a ratos, Megan me decía que resistiera. No sentía nada más que mi corazón latir cada vez más lento y las suaves caricias de la hija de Khan sobre mi rostro.

El rugido del motor llenaba el espacio, casi ensordeciéndonos, mientras nos adentramos en la oscuridad de un subterráneo. Mi mente, embotada por el dolor y la pérdida de sangre, luchaba por mantenerse consciente, mientras el mundo a mi alrededor se volvía borroso y distante. La poca luz que había provenía de las ranuras o grietas del techo, también en las partes más oscuras había antorchas colgadas en las paredes o barriles metálicos con fuego en su interior. El vehículo avanzó varios metros más por un túnel. El grandote me tomó nuevamente en sus brazos y caminó conmigo unos cincuenta metros más, hasta llegar a lo que parecía ser una estación de metro abandonada, Megan no se separaba de mí y Lara sin dejar de vigilar, iba detrás. 

En medio de la penumbra, escuché pasos acercándose, indicando la presencia de varias personas que se aproximaban hacia nosotros.

El eco de nuestras voces resonaba en los túneles mientras avanzábamos hacia la estación de metro abandonada. Mis palabras salían apenas en un susurro débil, pero con determinación.

–Alex, ¿verdad? –pregunté, luchando contra la debilidad que me embargaba.

–Sí, así es –respondió el gran hombre con firmeza.

–No permitas que le hagan daño –le recordé, aferrándome a sus palabras como un último recurso de esperanza.

Lara, la joven que nos había rescatado, intervino con curiosidad:

–¿Puedo preguntar por qué la cuidas tanto?

–Me salvó la vida –respondí sin titubear–. Ahora es mi turno de protegerla.

–Aun así, podríamos mantenerla con vida y tenerla encerrada –insistió Lara, con cara de pocos amigos

–Ya lo dije, ni un centímetro lejos de mí –repetí con firmeza, a pesar de la debilidad que sentía–No permitiré que le pase nada.

Mis palabras se desvanecieron en el aire, apenas audibles, pero cargadas de determinación. Estaba fría, mis fuerzas menguaban rápidamente, pero, aun así, me aferraba a la voluntad de proteger a Megan.

Con un paso apresurado, Alex continuó avanzando por los túneles mientras llevaba mi cuerpo en sus brazos. Nos encontramos con un grupo de personas que nos observaban con atención mientras subíamos las escaleras. Murmullos con mi nombre y el de Megan se extendían a nuestro alrededor, llenando el aire con un aire de expectativa.

Al llegar al último escalón, nos topamos con un hombre de aspecto imponente: pelo negro, barba frondosa y una estatura casi igual a la de Alex. Se acercó rápidamente, con preocupación evidente en su rostro, y dio instrucciones para que lo siguieran hasta una habitación equipada con instrumentos médicos. Probablemente habían sido recuperados de algún edificio de salud cercano.

–¿Por qué la hija de Khan está aquí? –preguntó el hombre a Lara.

–Cristal no quiere separarse de ella –respondió Lara.

–Que espere afuera y vuelves inmediatamente –esta vez, se dirigió a Alex, quien me dejó sobre una mesa fría para que el hombre pudiera revisarme y curarme. Luego se dirigió a Megan, quien lo siguió sin chistar.

–Cristal, tenemos los elementos necesarios para ayudarte, aunque no contamos con medicamentos. Esto te va a doler, pero trata de no moverte –explicó el hombre mientras se preparaba para comenzar el proceso de curación.

Cuando Alex regresó, le pidió que me sujetara para evitar que me moviera. Comenzó a limpiar la herida en mi hombro, donde la bala había salido. Sentir la aguja pasar una y otra vez a través de mi piel fue una tortura, pero aguanté el dolor lo mejor que pude sin gritar. La segunda herida de bala fue mucho peor, ya que esta aún estaba en mi cuerpo. Aun así, tuve suerte, ya que por milímetros no tocó nada importante. Cuando el hombre sin nombre comenzó a extraer la bala, pensé que moriría de dolor. En ese momento, Megan entró en la habitación, alertada por mis gritos.

–¡Te dije que esperaras afuera! –gritó el hombre, mientras Megan se acercaba a mí haciendo caso omiso a sus palabras.

–Aquí estoy –dijo, abrazándome sin entorpecer el paso del hombre que me trataba de curar –¿Qué están esperando para hacerle una transfusión? Ha perdido mucha sangre, su corazón no va a resistir, menos con esta tortura –alzó la voz, viendo cómo casi perdía la conciencia.

–No tenemos a nadie con su tipo de sangre –respondió el hombre.

–¿Entre tanta gente?

–Puedes darte cuenta de que no tenemos lo necesario para saber el tipo de sangre de tantas personas. No preguntes estupideces, niña.

–Háganla conmigo, tenemos el mismo tipo –antes de que el hombre preguntara cómo Megan lo sabía, ella explicó –mi padre tiene mucha gente que trabaja para él, entre todas esas personas hay varios que se ocupan de las investigaciones. A Cristal le sacaron una muestra cuando la llevaron a la mina. Khan tiene todo bajo su control y saber el tipo de sangre de sus esclavos  solo para salvarse en caso de que lo necesite él, mi madre o yo –dijo, descubriéndose el brazo y estirándolo hacia el hombre –Supongo que tienes lo necesario para sacarme la muestra y dársela.

–No –intenté negarme, pero Megan y el hombre hicieron caso omiso a mi negativa.

–Tranquila –me dijo Megan –estaremos bien, solo será un poco.

Alex, que ya no me sujetaba porque Megan, a pesar de tener su brazo conectado al mío por medio de una sonda y agujas, lo había sustituido, me acercó un pedazo de tela para morder antes de continuar mi tortura. La bala finalmente salió y pude respirar por unos segundos. Mi cabeza cayó al hombro de Megan y, mientras respiraba agitadamente, ella se alejó unos centímetros, levantó mi cabeza y limpió el sudor de mi frente con su mano.

–Eres muy resistente, yo ya me habría desmayado –susurró a mi oído, volviendo a abrazarme, porque comenzaron a cerrar la herida.

–Creo que falta poco para que suceda – dije poniéndome el trozo de tela nuevamente en la boca, justo cuando sentí las manos de sin nombre sobre mi espalda, después de los primeros puntos, me desmayé en sus brazos. 

Al recobrar la conciencia, noté que Megan estaba a mi lado, acariciando mi mano y esperando a que despertara. Me di cuenta de que las tres heridas de bala habían sido cerradas y ya no sangraban.

–Qué bueno verte aquí, hija de Khan –sonreí levemente.

–Hola, hija de la resistencia. ¿Cómo te sientes? –preguntó Megan.

–Duele un poco. ¿Y la gente? –pregunté al darme cuenta de que estábamos solas.

–Afuera, supongo que discutiendo acerca de qué harán conmigo.

–Por cierto, gracias por tu sangre. ¿Cómo te sientes? –le pregunté.

–Me dieron agua y algo que parecía pan –levantó los hombros.

En ese momento, se escuchó a una mujer alzar la voz. Era Lara.

–¡La hija de Khan no se puede quedar! –dijo furiosa.

–Tampoco confío en ella, Lara, pero nosotros no decidimos esto –respondió Alex, siendo apoyado por otra mujer, cuya voz me parecía conocida.

–¿Cómo que no podemos decidir, Víctor? –preguntó Lara, refiriéndose a sin nombre.

–Porque le salvó la vida, Lara. Tiene el beneficio de la duda y, al ser así, quien debe decidir si confiar o no es Cristal. Sabes muy bien cómo son y cómo serán las cosas con su llegada.

Mientras tanto, nosotras dentro de la habitación escuchábamos toda esa conversación en silencio. Megan volteó a mirarme y con una leve sonrisa dijo:

–Somos las personas menos adecuadas para estar juntas. Creo que lo mejor es que me vaya.

–Tú no te mueves de mi lado. ¿Dónde piensas ir? Fuera de aquí solo encontrarás la muerte o, peor aún, tu padre te encerrará por siempre. Además... –me quedé pensando un momento –me gustaría conocerte mejor. Digo, para que me des información valiosa.

Fue entonces que entraron las personas que estaban discutiendo. La mirada de Lara se posó en nuestras manos y, segundos después, salió enojada.

–Ya sabemos que no se irá –dijo, y los demás asintieron con la cabeza, dirigiendo sus miradas hacia nuestras manos. Megan soltó mi mano suavemente mientras me miraba.

–Cristal, ¿Cómo te sientes? –preguntó sin nombre

–Bien, gracias. A todo esto, no nos hemos presentado como corresponde. ¿Cuál es tu nombre?

–Me llamo Víctor.

–Víctor, supongo que están aquí para conversar e informar los pasos a seguir por mi parte.

–Aún no, Cristal. –intervino Luna, la mujer que me parecía conocida. –¿Te acuerdas de mí?

–Sé que te conozco, pero... –fui interrumpida por Víctor.

–Creo que mejor las dejamos solas. Alex, hija de Khan, fuera.

–Se llama Megan y ella se queda. –Víctor y Alex salieron de la habitación cerrando la puerta. Me quedé mirando a Megan. –¿Estás bien?

–Creo que debería salir también.

–No es necesario, dadas las circunstancias. –dijo Luna. –La última vez que nos vimos, tenías 8 años, Cristal. Soy tu tía, hermana de tu madre –Mi corazón latía rápido.

–¿Luna? Yo... –respiré profundo. –No sé qué decir. Estabas viva. ¿Por qué no fueron por mí? ¿Quién quedó a cargo? ¡Estuve cinco años en ese maldito lugar y casi muero!

–Lo sé. No podíamos arriesgar a todos, aún no estábamos listos. Los hombres de Khan nos habían dejado con muchas bajas y desarmados. Después de enterarnos de la muerte de mi hermana y que Khan te tenía encerrada, comenzamos a rearmarse. Creamos un plan para tu rescate. Luego de los años, se dio una pequeña oportunidad de salvarte. Nos enteramos de que Megan estaba prisionera por ayudar a los nuestros, así que recurrimos a ella. No pensamos jamás qué harías algo así para salir de ahí.

–¿Y ahora tienen algo para acabar con Khan?

–Sí, pero aún no es tiempo. Necesitamos que te ganes la confianza de todos, ahora más que nunca. Y lo digo por ella también. –miró a Megan. –Eres la hija de Khan. ¿Quién me asegura que dejarás que lo matemos? ¿Dejarás que Cristal mate a tu padre? Cristal, ¿serás capaz de matar a Khan, si es necesario? O ¿te detendrás por ella?

–Creo que... –Megan me interrumpió.

–Si mi padre debe morir, para asegurar que todo esto se termine y por fin haya algo de paz, no seré yo quien lo impida. –le dijo a Luna para luego mirarme. –Lucharé junto a ti para lograr la paz.

–Ya veo. –dijo Luna. –Sé que Megan está muy bien entrenada. En cambio, tú, deberás hacerlo y aprender todo lo que sabemos y más. Una vez te recuperes, comenzarás con los entrenamientos. Cuando estés lista, tomarás el mando de la resistencia. Por ahora, yo estaré a cargo. Quiero que conozcas a tu gente, que confíen en ti, que te quieran y lo que sea que esté pasando entre ustedes no lo oculten, son libres. Por último, como sabrán, esto –señaló el lugar –y como todas las que existen, eran estaciones de metro. Nosotros las hemos convertido en nuestros hogares. Así mismo, construimos lugares para dormir, comer y asearse. En este caso, Cristal, tienes una habitación solo para ti, así como yo. En cuanto a Megan, irá a las habitaciones comunes, donde compartirá con el resto de la comunidad.

–Sabes que si la dejo sola no la dejarán en paz, ¿verdad? Tiene que ganarse la confianza, pero no la tiraré a los leones sin un arma para defenderse. Imagino que mi habitación es lo suficientemente grande como para que quepa otra cama. Si no, dormiré en las habitaciones comunes.

–No, por seguridad, no puedo permitir que vayas donde están todos. No sabemos cuándo pueda haber un infiltrado. Haré que lleven otra cama a tu habitación.

Seguimos a Luna, quien nos enseñó de camino a la habitación, el hogar de la resistencia, al menos lo que estaba por ese camino, Megan me ayudaba a caminar, como lo había hecho cuando me saco de las minas. La gente nos seguía con la mirada, desconfiando de la hija de Khan, se escuchaban los murmullos en contra de ella, las preguntas que se hacían unos a los otros

Finalmente, llegamos al lugar donde sería mi entrenamiento. Estaba bien acondicionado, con diferentes sectores claramente definidos. Uno contenía máquinas rudimentarias o reconstruidas para ejercitarse, como pesas, sacos de boxeo y colchonetas. En otro sector había una zona de lucha, con el piso marcado por líneas amarillas formando un cuadrado. En el tercer sector estaban las armas: pistolas y metralletas improvisadas, así como una variedad de armas blancas de diferentes tamaños y tipos, muchas de las cuales desconocía por completo.

–Esta es la zona de entrenamiento, donde pasarás al menos cinco horas al día –explicó Luna –Alex será quien te ayude con las máquinas y todo lo relacionado con la fuerza. En cuanto a aprender a luchar y utilizar armas, yo me encargaré de eso. Y no creas que por ser mi sobrina seré indulgente contigo; seré mucho más estricta y dura

–Está bien ¿Cuándo empiezo?

–Mañana desde las 7 a.m., pero por ahora solo aprenderás sobre armas y algunos ejercicios con Alex. Eso durará hasta que te recuperes de tus heridas, dijo Luna, luego se dirigió a Megan. Tú también puedes estar aquí, pero mantente al margen una vez que comience el entrenamiento conmigo. No intentes protegerla; ella tiene que aprender por sí misma.

–Casi no notarás mi presencia –dijo Megan. 

El recorrido terminó fuera de nuestra habitación, que originalmente era solo mía, al llegar, Lara y otra chica salieron de esta.

–Luna, acabamos de reorganizar la habitación –dijo, girándose hacia mí y tomándome de la mano –Dejé algo para ti dentro, espero que te guste – añadió con una sonrisa, luego miró a Megan despectivamente.

–Gracias –respondí.

–Las dejaré descansar. Mañana, lleguen puntuales.

La habitación era sorprendentemente amplia. A la izquierda, se destacaba una cama grande con una robusta base de madera que ocupaba la mayor parte del espacio disponible debajo. Las almohadas y mantas parecían irresistiblemente acogedoras, ofreciendo un refugio reconfortante en medio del caos que los rodeaba. En contraste, a Megan le asignaron un catre militar, más austero y menos hospitalario. Era evidente que el resto de la resistencia también se conformaba con condiciones similares para dormir.

Sobre la cama, reposaba una caja misteriosa. Con curiosidad, levanté la tapa y me encontré con un retrato de mi madre, delicadamente enmarcado. En la esquina del retrato, unas iniciales, "J.C.", llamaron mi atención. Junto a la fotografía, descubrí una pistola con el nombre de mi madre grabado en un costado, y un pañuelo fucsia, cuyo significado escapaba a mi comprensión en ese momento. Con cuidado, enrollé el pañuelo alrededor de mi muñeca derecha, sintiendo una mezcla de nostalgia y determinación al sostener esos objetos que evocaban recuerdos de mi madre y la lucha que estaba por venir.

–Ya veo de dónde sacaste la belleza –comentó Megan mientras observaba el dibujo de mi madre en mis manos.

–Fue una mujer muy bella –sonreí, cambiando rápidamente de tema –No me parece justo que duermas en esa cosa. Duerme en la cama; yo me acomodaré en el catre. He pasado cinco años durmiendo en el suelo; eso será un lujo en comparación.

–No puedo aceptar eso. Estás herida; necesitas más comodidad que yo –respondió Megan con una sonrisa.

–Entonces compartiremos la cama. Es lo suficientemente grande como para tres personas. No aceptaré un no por respuesta.

–Está bien, gracias –aceptó Megan.

–Iré a asearme –anuncié con una sonrisa –¿Vas conmigo?

–No deberías forzar tu cuerpo, al menos hasta que sanes un poco.

–En las circunstancias en las que vivimos, no puedo darme el lujo de descansar.

–Está bien, iré contigo –acordó finalmente Megan.

La humanidad había logrado, junto con la tecnología, transformar el agua de mar en agua potable. Se construyeron pozos y represas para tratar ese agua y luego, a través de las cañerías ya existentes, se distribuía a las ciudades. Sin embargo, surgió un problema cuando empezaron las guerras: los principales objetivos eran estas plantas de tratamiento de agua. Con el tiempo, tras la destrucción y la reducción de la población en la Tierra, Khan se hizo con el control de la única planta de agua que quedaba en funcionamiento en el territorio. Fue así como comenzó a acumular poder, apoderándose de otras plantas, pozos y represas a lo largo y ancho de los territorios más lejanos, consolidando su dominio y autoridad.

Una de las principales cañerías pasaba justo por debajo de la línea de metro más transitada en ese entonces, que ahora servía como hogar para la resistencia. Ellos intervinieron parte de esta para asegurarse de tener acceso al agua en diferentes puntos de la línea, asegurando así su supervivencia en un mundo controlado por Khan.

Muchos años antes que empezaran las guerras, alrededor de 60 años antes que la vida se destruyera como tal, todas las estaciones de metro estaban equipadas con baños para los pasajeros que transitaban por ellas a diario. La resistencia adaptó estos baños para su propio uso, aprendiendo a fabricar jabones a base de plantas como el quillay, que servían tanto para el cuerpo como para lavar la ropa. Estos jabones todo en uno eran una bendición para ellos.

Los baños estaban ubicados a unos cien metros de mi habitación y a unos veinte del área donde dormía el resto de la resistencia. Por supuesto, no había agua caliente, pero eso no me importaba en lo más mínimo. Después de pasar cinco años encerrada, sin poder quitarme la suciedad y el sudor del cuerpo, limitándome a limpiarme con algún trapo húmedo o reservando un poco de agua que no bebía para lavar mis partes íntimas, el agua fría era un verdadero lujo. Sentir el agua correr sobre mi cuerpo era simplemente perfecto, y podría haber pasado horas debajo de ella.

–Ya terminé, ¿te importa si me voy antes a la habitación? – dijo Megan – 

–Ve, solo grita si necesitas ayuda, ellos también están entrenados – dije mientras me lavaba el cabello – 

Cinco minutos después, salí de la ducha y al dirigir mi mirada hacia la entrada del baño, vi a Lara apoyada en la puerta, que estaba cerrada.

–Lara – dije, tratando de no mostrar sorpresa mientras me secaba el pelo con lo que parecía una toalla pequeña.

–Espero que no te moleste, pero necesitaba hablar contigo

–¿Está todo bien?

–No, ¿por qué ella? Aquí hay muchas personas que morirían por estar contigo. No logro entender por qué la elegiste –su voz se iba elevando con cada palabra –. Es la hija de Khan, su padre mató a tu madre. ¡Te acuestas con la hija del asesino de tu mamá! –alzó la voz al ver que no le ponía mucha atención.

–¡Hey! Cálmate –la interrumpí –. Primero, si no fuera por ella, yo ya estaría muerta. Segundo, ¿por qué hablas de elegir a alguien? Nadie es dueño de nada ni de nadie. Tercero, yo no me acuesto con ella y, por último, sé muy bien de quién es hija y todo lo que hizo su padre, pero eso no te da el derecho, ni a ti ni a nadie, de castigarla por lo que hizo o sigue haciendo Khan. Megan eligió estar con la resistencia mucho antes de conocerme, y si la protejo o no, es mi problema, mientras no afecte a la resistencia, lo seguiré haciendo.

–No lo entiendes, ¿verdad? –se acercó, quedando a menos de un metro de mí –. Nosotras deberíamos estar juntas. Mi padre es el segundo al mando y pronto estaré lista para tomar su lugar. Si estamos juntas, seríamos imparables –se acercó más, logrando quedar pegada a mí, lo único que nos separaba era una toalla, la cual aferraba con todas mis fuerzas.

–Lara –dije, respirando profundo, tratando de conseguir paciencia y no empujarla –. Debes tener claro que mis prioridades no son el tener a alguien. Tengo que concentrarme en mi entrenamiento y ganarme a la gente de la resistencia para que crean en mí. No tengo tiempo para esta clase de problemas.

–Yo no seré un problema, ¿no entiendes que te quiero conmigo? – se alejó unos centímetros –me pregunto, ¿cómo será un beso tuyo? – pregúntale a Megan, pensé –¿Por qué sonríes?

–Me alagas Lara, pero no te besare. Ahora, déjame pasar, hace frío y me gustaría poder ponerme algo de ropa e ir a mi habitación para descansar

–Está bien, me volteare para que te vistas – sonrió. 

–Gracias. Es hora de salir ¿no crees?

Mientras me vestía, pensé en lo útil que sería tener a Lara de mi lado, incluso si estaba enamorada de mí o algo por el estilo. Sin embargo, no estaba del todo segura de que fuera lo correcto. Utilizar a alguien de esa manera solo para mi conveniencia y hacerle daño sin motivo no iba con mi forma de ser. Además, involucrarme con Lara podría lastimar a Megan, a quien valoraba más de lo que pensaba. Decidí que lo mejor era mantener una distancia prudente y enviar señales claras de que solo éramos amigas. Una vez lista, me dirigí hacia la salida, donde aún estaba Lara, pasando por su lado y tocando su hombro con mi mano.

–Pero… –la interrumpí.

–Es tarde, debo levantarme temprano para entrenar mañana. Si vamos a ser amigas, necesito que respetes mis prioridades como futura líder de la resistencia.

–Está bien, pero ¿puedo pedirte algo?

–¿Qué quieres?

–¿Tendrías una cita conmigo? Al menos para que me conozcas y así puedas elegir entre ella y yo.

–Ya te dije que no tengo nada con ella.

–Pero piensas en ella, y no como amiga.

–Está bien, Lara –dije, cansada de la conversación –Te daré lo que me pides. Avísame cuándo y dónde.

–Mañana, después de que termines de entrenar, te pasaré a buscar.

–No, dame una hora después de entrenar para ducharme. Ve por mí a mi habitación.

–Está bien.

Los cien metros que me separaban del baño de mi habitación, los recorrí pensando en cómo manejar la situación con Lara. No estaba interesada en nada sentimental o amoroso con ella, así que aprovecharía la supuesta cita para dejarlo bien claro. Intentaría ser lo menos cruel posible. Por ahora, debía centrarme en mi responsabilidad con la resistencia. Megan también era mi responsabilidad y estaba perfectamente bien con eso. Debía protegerla, al menos hasta estar segura de que aquí dentro no correría ningún riesgo.

Una vez dentro de la habitación, vi a Megan dormida en el lado derecho de la cama. Estaba destapada, y había sido un día agotador y horrible para ambas. Después de tanto tiempo tratando de sobrevivir en la mina, esta sería nuestra primera noche tranquila. La observé, parecía un ángel durmiendo. Aún sentía el recuerdo de sus labios tocando los míos. Quería besarla nuevamente, pero sabía que no debía. Mi gente no me lo perdonaría, al menos no hasta que ella se ganara su confianza, y eso llevaría tiempo. Por ahora, sería feliz solo con su presencia a mi alrededor. Estaba segura de que ella lo entendía y pensaba igual que yo.

´´Debo contarle lo que haré con Lara mañana ́ ́ era en lo único que podía pensar, era importante para que Megan no perdiera la confianza en mí, solo esperaba que comprendiera el problema con Lara.

Después de dejar de dar vueltas al asunto de Lara y dirigir mi mirada a otro lado que no fuera Megan, tomé el retrato de mi madre. Era un dibujo hecho a carbón, que reflejaba su belleza con todo detalle. Se veía tal como la recordaba. Me senté en mi lado de la cama y, de repente, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. No recordaba haber llorado así por ella. El peso de su muerte siempre lo había llevado conmigo, pero ese dolor me había ayudado a fortalecerme y a no rendirme en aquella prisión. Creo que el hecho de sentirme a salvo por primera vez en años había permitido que el dolor fluyera a través de mi cuerpo. Aunque quisiera detener las lágrimas, no podía. Sabía que debía salir de la habitación; de lo contrario, despertaría a Megan. Cuando me estaba levantando para buscar algo de aire y tratar de calmarme, sentí sus brazos alrededor de mí. Era un abrazo cálido. 

–¿Mejor? –preguntó mientras me giraba hacia ella, aún con lágrimas en mis mejillas, pero con los sollozos ya calmados, permitiendo que el aire llegara mejor a mis pulmones.

–Gracias –respondí, asintiendo con la cabeza. –Nunca la había llorado, supongo que ya era hora.

Megan me dio espacio y abrió la ropa de cama para que me metiera dentro, quedando boca arriba.

–Ven, acuéstate, trata de dormir –me dijo.

–Lo siento, no quise despertarte –le dije a Megan, mientras ella me miraba atentamente.

–No te preocupes por eso –me respondió, limpiando una lágrima más que caía por mi mejilla. –Ven aquí.

Abrió sus brazos para que me acercara a ella.

–Creo que necesitas un abrazo más –agregó con una sonrisa.

Me acerqué a ella, agradecida por tenerla cerca para consolarme. Sentir la calidez de su cuerpo, sus brazos envolviéndome con ternura, su aroma reconfortante y el latir constante de su corazón me ayudaron a calmar mi tristeza. Esta sería la primera y última vez que lloraría por mi madre fallecida, porque el dolor que sentía debía transformarlo, como lo había hecho durante todos esos años en prisión, en fuerza para vencer a Khan. Lentamente, me fui quedando dormida, abrazada a Megan.

Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, pude dormir sin ser atormentada por pesadillas. Al despertar, los brazos de Megan aún me rodeaban, recordándome que no estaba sola.

–Megan –susurré mientras tomaba su mano que me rodeaba.

–Estoy despierta –respondió con voz suave y adormilada – solo, no quería que esto terminara –suspiró –. ¿Ya es hora?

–Sí. ¿Vas a acompañarme?

–Sí, necesito volver a entrenar.

De repente, recordé lo ocurrido anoche con Lara, sumado a todo lo relacionado con mi madre, y al tener a Megan tan cerca, olvidé mencionarle mis planes después del entrenamiento.

–Megan... –murmuré, sintiendo un nudo en la garganta ante la posibilidad de que ella reaccionara mal.

–¿Qué ocurre? –me miró con la cabeza ligeramente inclinada, como tratando de entender.

–Después del entrenamiento, Lara vendrá por mí a la habitación –me acerqué a ella, preparándome para su reacción.

–¿Hay alguna reunión programada? –preguntó con curiosidad.

–Algo así. Debería haberte contado anoche, pero con todo lo que pasó, simplemente no pude. Lo siento –admití, sintiendo cierta incomodidad por no haber compartido la información antes.

–Si es algo relacionado con la resistencia, no tienes por qué disculparte, Cristal. Y si te preocupa dejarme sola por un rato, no te preocupes, puedo cuidarme yo misma –respondió con una sonrisa tranquilizadora. Luego, su expresión cambió a una de confusión –¿O hay otra razón? –agregó, frunciendo el ceño mientras me observaba detenidamente.

–Anoche, cuando te fuiste de las duchas, Lara apareció –comencé a explicar, tratando de mantener la calma.

–¿Qué quería? ¿Estuviste con ella mucho tiempo? –su tono de voz se tornó más serio, y sus manos se cerraron en puños.

–No mucho. Cuando entró, yo aún estaba en la ducha. Después de unos diez minutos, salí y me di cuenta de que ella estaba allí, esperando con la puerta cerrada –me acerqué y tomé sus manos para calmarla.

–¿Te vio desnuda? –preguntó, apretando la mandíbula, pero evitando mirarme directamente a los ojos.

–No –respondí con una sonrisa nerviosa –logré cubrirme con la toalla antes de que me viera. En resumen, me reclamó sobre tu presencia y el hecho de que te defiendo y cuido tanto. Sugirió que debería estar con ella en lugar de contigo, ya que así es como debería ser –expliqué, observando su reacción.

Megan levantó la cabeza, con la boca entreabierta y los ojos muy abiertos, claramente sorprendida por mis palabras.

–Tranquila –intenté tranquilizarla, acariciando su mejilla –le negué todo, o al menos casi todo. Le dije la verdad, excepto que ya nos hemos besado –solté una risa nerviosa –eso no tiene por qué saberlo. Pero, lo importante es que me pidió una cita, y será hoy. Creí que era apropiado contarte después de lo que compartiste anoche sobre tus sentimientos hacia mí.

–Supongo que es lo correcto, ¿verdad? –suspiró, pareciendo triste mientras bajaba la mirada –¿Por qué permitirían que estuvieras con la hija del enemigo?

–Iré a la cita, Megan, pero no para formalizar algo con Lara. Ella me pidió una oportunidad y se la daré, pero solo como amiga. Hoy mismo le dejaré claro que entre nosotras no hay nada más que gratitud por habernos salvado la vida mutuamente.

–Pero sí lo hay, Cristal. ¡No podemos negarlo! No sé cómo ocultarlo –exclamó Megan con frustración.

–Megan, prioridades. Debemos ganarnos la confianza de la gente aquí, por separado. Eres la hija de Khan, y necesitan confiar en ti. No puede haber nada entre nosotras más allá de lo que ya ha pasado.

–Entonces, creo que deberíamos empezar por no dormir en la misma habitación, Cristal. Estás dando la idea equivocada a tu gente. Mi presencia aquí no te está ayudando mucho.

–Eso no. Te quedas aquí, donde pueda cuidarte. Es solo cuestión de tiempo que confíen en ti.

–¿Podría dormir en el catre, al menos? Será menos tortuoso para mí tenerte cerca, y te prometo que seremos solo amigas.

–No me agrada mucho esa idea, pero aceptaré –dijo, quedando en silencio por unos segundos –Confías en mí en lo que respecta a Lara ¿verdad?

–Confío en ti, en eso y en todo lo demás –respondió Megan, mirándome a los ojos. Su mirada transmitía todo lo que le costaba y cuánto se esforzaba por mantener su distancia y mantenernos solo como amigas. –Te prometo que mantendré mi distancia.

Al llegar a la zona de entrenamiento, nos topamos con Alex, quien estaba inspeccionando las armas que usaríamos hoy. Mi madre se había encargado de enseñarme a utilizar algunas, pero necesitaba mejorar mi puntería. También me había instruido en lo básico del combate cuerpo a cuerpo, sin armas, así que no estaba completamente en blanco.

–Buen día, Alex. ¿Qué me enseñarás hoy?

–Cristal –respondió con una sonrisa–. Tengo entendido que Diana, tu madre, te estaba enseñando a pelear y el uso de algunas armas de fuego.

–Así es.

–Bien, no empezaremos de cero entonces –dijo, luego dirigiéndose a Megan–. Meg, ¿te puedo decir así?

–Aunque me niegue, lo harás de igual forma, imagino –respondió Megan.

–Imaginas bien, Meg. Luna me dijo que entrenaras por tu parte.

–Así es. No interrumpiré a Cristal, si es eso lo que te preocupa –aseguró Megan.

–Bien –volvió hacia mí, golpeando sus palmas–. ¡Comencemos!

Durante dos horas nos dedicamos exclusivamente a ejercitarnos, haciendo breves pausas solo para beber agua. A pesar de que no me encontraba en mal estado físico, considerando que mis heridas aún estaban frescas, logré seguir el ritmo exigente impuesto por Alex sin que los puntos se abrieran. Sin embargo, al observar a Megan, mi aliento se escapaba. Aquella mujer era imparable: saltaba la cuerda, levantaba pesas, hacía abdominales, trotaba y levantaba su propio peso como si fuera una máquina. Alex la miraba disimuladamente; en su rostro se notaba la impresión que le causaba. Quizás pensaba que la hija de Khan sería débil, protegida por su padre y adorada como una princesa, pero resultaba ser todo lo contrario.

Mientras el grandote me ayudaba con los últimos abdominales, entró Luna, quien también se quedó mirando a Megan. Ella estaba tan concentrada en su ejercicio que no se percató de la presencia de Luna ni de su cercanía a Alex y a mí.

–¿Cómo va todo por acá? –preguntó Luna, hincándose a mi lado y mirando a Alex –¿algo que contarme, Alex?

–Todo muy bien, dadas las circunstancias –respondió Alex, refiriéndose a mis heridas –buen rendimiento, solo me falta probarla con las armas.

–¿Y qué me dices de Megan?

–Debo decir que la hija de Khan me ha sorprendido. Si se gana nuestra confianza, será una muy buena ayuda y protección para nuestra futura líder.

–¡Ey! ¡No hablen de ella como si yo no estuviera presente! Además, no dejaré que la traten como mi escudo –dije poniéndome de pie, a la vez que ellos también lo hacían.

–¡Ay! Cariño –sonrió Luna –no es necesario que nosotros le pidamos eso. Ella arriesgaría su vida por ti y no podrás evitarlo, por más que te niegues –mi tía vio mi intención de protestar, pero levantó la mano en señal de silencio y se dirigió a Alex –. Dejemos hasta aquí tu parte, Alex. Déjame ver el tema de las armas por hoy. Más tarde te daré información al respecto. –El hombre musculoso se dio media vuelta y desapareció, mientras Megan se acercaba a nosotras.

–Hola, Luna, ¿interrumpo? –me guiñó un ojo.

–Claro que no. Me encargaré por hoy de las armas. Quiero ver lo que saben y qué tan buenas son.

Mi tía nos mostró todos los tipos de armas de fuego que la resistencia tenía. Nos enseñó cómo usar las que no conocíamos y practicamos con ellas durante cerca de cuarenta minutos. Además de las armas de fuego, había otras opciones como cuchillos, espadas, sables y arcos. Megan tomó uno de los arcos y comenzó a usarlo. Me quedé admirándola; era una arquera de primera y se veía bellísima.

–Algo me dice que se puede confiar en ella, y Alex cree lo mismo. –Luna me guiñó un ojo y tocó mi hombro con su mano derecha. –Dejen todo ordenado antes de irse. –dijo antes de girarse y marcharse.

–¿Me enseñarías a usarlo? –le pregunté en el momento en que soltaba la flecha.

–Claro que sí, cuando estés mejor de tus heridas. –me regaló una sonrisa, la más linda que había visto desde que tenía memoria. Tenía claro que me perdía en sus ojos cada vez que me miraba, que el roce con su piel erizaba la mía. También sabía que debía ser firme con la decisión de solo ser amigas, por el bien de la resistencia. Aunque no sabía cuánto tiempo iba a cumplir con eso, ni si ella se aburriría de esperar, o peor aún, si aguantaría que Lara me siguiera insistiendo.

–Si me hieren en batalla, tendré que usar las armas que tenga a mi alcance o pelear de igual forma, sin importar el dolor. Es mejor acostumbrarme ahora que estoy herida, pero segura. –afirmé.

–¿Me estás hablando en serio? –dijo sorprendida.

–Sí, solo me lo estoy tomando seriamente.

–Ok, toma. –Me entregó el arco y una flecha, colocándose a mi lado derecho para corregir posturas. –No está tan mal, pero... –Se puso detrás de mí, tomando mis brazos para moverlos a la altura correcta. Estar tan cerca de ella hizo que su aliento soplara en mi oreja. Cerré los ojos por un segundo, respirando profundo para evitar que los escalofríos recorrieran mi cuerpo. –Ponte derecha, apunta y... Suelta. –Disparé la flecha siguiendo sus indicaciones.

–Hay que afinar un poco la puntería, pero lo has hecho bien. ¿Te ha dolido mucho el hombro? –Preguntó.

–Mucho. –Sonreí. –Pero no importa. ¿Sabes pelear con espadas?

–¿Las katanas sirven? –Se rió.

–¿Me enseñas? –Ignorando sus palabras, fui a buscar unas espadas de madera para entrenar. Tomé dos y me acerqué.

–Tómala. Tienes ventaja, usaré mi brazo izquierdo. –Sonrió y me puse en guardia.

–Cristal, te estás forzando mucho. Se pueden abrir tus heridas, además, es tu primer día. ¿Por qué lo haces? –Comencé a atacar y ella solo se defendía.

–Necesito ponerme en forma y aprender todo lo más rápido posible. –Respondí.

–No te creo. –Comenzó a atacarme. –Dime la verdad.

–Esa es la verdad. –Esquivé un ataque, pero el dolor atravesó mi hombro y costillas donde la tercera bala había entrado. Me quejé, pero seguí adelante.

–No lo es. –Atacó de nuevo–. No del todo. Dime, o mueres. –Me caí. Me regaló una sonrisa traviesa mientras colocaba la punta de su espada sobre mi pecho.

–Retraso lo que más puedo el tiempo, para no ir con Lara. –Dije finalmente, mientras tomaba su mano para poder ponerme de pie.

–Creo que deberíamos irnos, está llegando mucha gente. –Fue entonces cuando giré mi cabeza y me di cuenta de que al menos unas quince personas nos observaban. No supe interpretar sus rostros; después de todo, me habían visto caer ante la hija de Khan, pero también la habían visto ser amable conmigo, demostrándoles que solo quería ayudarme.

Pasamos lenta y tranquilamente a través de las miradas inquisidoras de la gente. Unos cuantos metros más adelante, nos dimos cuenta que nos seguían seis personas, tragué saliva y miré de reojo a Megan, notándola algo tensa y lista para defenderse.

–Tranquila –le susurré, intentando calmarla–. nadie se atrevería a atacarnos aquí adentro.

–Pero a mí sí. No sé si podré contra todos y salir viva en el intento –respondió Megan con nerviosismo.

–También pelearé si es necesario. Solo veamos qué quieren –traté de reconfortarla.

–Veamos.

–Sé que nos están siguiendo y que son seis. ¿Qué necesitan? –pregunté, manteniendo la calma mientras seguía caminando.

–Te dije que se darían cuenta, Luis –susurró una voz femenina.

Megan y yo nos quedamos mirando, preparadas para defendernos. Las seis personas que nos seguían nos observaban tímidamente. Cuando volví para mirar a Megan de nuevo, la vi sonreír, ya más relajada.

–¿Y a ti qué te pasa? –pregunté levantando una ceja.

–Son los últimos a los que ayudé a escapar de las manos de mi padre –se acercó a ellos. –¡Luis, Marta! Qué gusto verlos nuevamente.

–¡Oh, querida! Pensábamos que no te volveríamos a ver –respondió la mujer bajita de mejillas rojas y amable sonrisa, mientras se acercaba para abrazar a Megan.

–Pues aquí me tienen. Cristal me salvó la vida –dijo Megan.

–Señorita Cristal, disculpe por molestarlas. Solo queríamos darle las gracias a Megan e informarle a usted que hemos estado hablando con los demás para que confíen en ustedes, sobre todo en ella que es la hija de Khan. Por eso ellos cuatro han venido con nosotros, para demostrarle lealtad como futura líder de la resistencia. Son nuestros hijos, Aren, John, Astrid y Camila –los cuatro hijos de la adorable pareja dijeron al unísono "les seremos leales". Aunque me parecía algo extraña y fuera de lo normal esta situación, mantuve la compostura. Realmente estaba muy cansada y algo adolorida. Solo quería seguir mi camino hacia las duchas y descansar solo cinco minutos antes de encontrarme con Lara. Pero me preocupaba dejar a Megan sola. Así que lo siguiente que salió de mi boca nos sorprendió a todos.

–Necesito pedirles un favor y espero que Megan esté de acuerdo. En unos minutos más debo encontrarme con la hija del comandante, Lara, y no quiero dejar a Meg desprotegida ni que coma sola. ¿Podría alguno de ustedes acompañarla?

–Con mucho gusto –dijo Luis.

–¿Les parece que en cuarenta minutos nos vemos en la habitación de Cristal?

–Perfecto –habló Marta, esbozando una gran sonrisa.

Dejamos atrás a la familia de Luis y Marta, y nos dirigimos hacia las duchas, que tanto anhelaba. Al llegar, había unas cuantas personas, y solo una regadera estaba desocupada. Dejé que Megan la ocupara primero, prefiriendo tener precaución y vigilar las intenciones de quienes estaban cerca. Aunque fue solo por unos cinco minutos, Meg salió rápidamente y me cedió el lugar.

–No te alejes tanto –le susurré– Por favor.

–Deberías comenzar a confiar en tu gente. Es la mejor forma en que ellos confíen en nosotras.

–Tienes razón, pero concédeme eso por ahora, por favor.

–Está bien. –ella rió. –Gritaré si te necesito.

–Gracias. –le agradecí antes de entrar a la ducha.

–¿Eres la hija de Khan? –le preguntó alguien.

–Sí, ¿Quién pregunta? –respondió Megan.

–Soy Aitor.

–Aitor, soy Megan. ¿Necesitas algo de mí?

Me quedé congelada, escuchando aquella conversación, preparada para correr hacia Megan en caso de necesidad. Me apresuré en quitarme el jabón, sin dejar de escuchar atentamente.

–No todos están de acuerdo con tu presencia aquí.

–Lo sé.

–Escuché que ayudaste a varios de nosotros a escapar de tu padre y que salvaste a Cristal.

–Así es.

–Gracias. Mi hermano mayor fue uno de los que ayudaste a salir de ahí. Estamos muy agradecidos contigo.

–Y, ¿dónde está él?

–En una misión, buscando alimento. Debería volver esta noche.

–Ya veo. Bueno, me alegro de haber podido ayudar. Espero que confíes en mí a pesar de saber quién soy.

–Lo hago. No cualquiera arriesga su vida por alguien que no conoce. He estado tratando de cambiar algunas mentes por aquí, pero al parecer ustedes se encargarán solas de hacerlo.

–¿Por qué lo dices?

–Por lo que algunos vieron entre ustedes hace un rato. No estoy muy seguro, pero mi amiga Luz dice que miras a nuestra líder como solamente se miran las estrellas o el cielo.

–¿Cómo es eso?

–Como algo único e increíblemente mágico y maravilloso.

–Bueno, tu amiga no está tan lejos de esa definición. ¿Cuántos años tienes, Aitor?

–Trece.

Salí del cubículo de la ducha, sintiendo el calor de la atmósfera del vestuario. Mientras me secaba, podía sentir el sonrojo en mis mejillas, consciente de que la conversación de Megan con Aitor me había dejado un tanto vulnerable. A pesar de la timidez que me invadía, decidí enfrentar la situación y salir adelante. Respiré profundamente, tratando de recuperar la compostura, y di un paso fuera del cubículo, lista para afrontar lo que fuera que estuviera esperándome afuera.

–Me encantaría conocer a tu hermano, Aitor –dije mientras miraba al chico, quien se giró con una gran sonrisa al escucharme.

–¡No puede ser! ¡Eres tú! –exclamó emocionado.

–Sí, soy yo –respondí riendo.

–Te hemos estado esperando por mucho tiempo –continuó emocionado –Escuchamos lo que hiciste para escapar, ¡fue una locura fantástica!

–Bueno, casi me matan –bromeé, guiñándole el ojo –pero tu amiga me salvó

–¿De verdad podemos ser amigos, Megan? –preguntó Aitor, con una expresión esperanzada.

–No veo por qué no – respondió Meg con una hermosa sonrisa.

–¡Genial! –exclamó Aitor, radiante.

Después de conversar con Aitor, nos retiramos a nuestra habitación para esperar a nuestras respectivas citas. Sentirme obligada a encontrarme con Lara no me hacía ninguna gracia, pero ya me había comprometido, y como futura líder de la resistencia, siempre debía cumplir con mi palabra. Solo esperaba que Lara entendiera y me dejara en paz.

–¿Sabes dónde te llevara? –preguntó Megan sin mirarme, dándome la espalda – 

–No lo sé. No me ha dicho nada al respecto. Aunque no creo que haya muchas opciones.

Pasamos los últimos quince minutos en silencio, ambas deseando iniciar alguna conversación, pero ninguna de nosotras se atrevió a abrir la boca. Por mi parte, me encontraba dividida entre dos opciones: terminar enfadadas o terminar en la cama. Sin embargo, ninguna de las dos parecía ser la mejor alternativa en ese momento. La primera en llegar fue Marta, acompañada de uno de sus hijos.

–Hola, soy Marta –dijo la mujer tocando la puerta, anunciando su llegada, Megan se apresuró a abrir 

–Espera –le dije, tomando su brazo a la altura de la muñeca –solo hablaremos, ¿sí?

–Ya te dije, no debes darme explicaciones –me sonrió –solo ten cuidado con lo que dices y haces. Serás la líder en un tiempo más y eso puede jugarte en contra –se acercó y me besó en la mejilla –te estaré esperando –abrió la puerta y salió.

Cinco minutos después, llegó Lara. Al abrir la puerta, me encontré con la chica bajita de ojos brillantes, los cuales me miraban esperanzados por nuestra cita. De alguna manera, la actitud que había decidido tomar con ella se desvaneció y adopté un tono más políticamente correcto. Lara me llevó a una de las salidas más cercanas que daba a la entrada de un edificio en ruinas. La luz del sol penetraba a través de los huecos en las paredes, iluminando el lugar y permitiendo ver el cielo. Pensé que sería un lugar perfecto para venir de noche con Megan, pero borré ese pensamiento inmediatamente. No podía permitirme ese tipo de ideas. El lugar era ideal, ya que, al estar en ruinas, nadie entraría a revisar si había alguien dentro, y los drones de Khan tenían una nula visibilidad desde las alturas.

–Aquí venimos de vez en cuando a ver el cielo durante el día, entenderás que vivir bajo tierra no es lindo –sonrió Lara.

–¿Y de noche? –le pregunté, mientras me sentaba en un bloque de cemento que me indicaba Lara y recibía la comida que me estaba ofreciendo.

–No todos se atreven a salir de noche –explicó Lara –Bueno, en realidad, los que salen de noche son Luna, mi padre, Alex y Cristopher, claro, sin contar a los vigilantes que son cuatro por turno. 

Lara me contó que los cuatro, su padre, Luna, Alex y Cristopher, salían de vez en cuando para vigilar los alrededores. Eran los mejor entrenados y muchas veces se quedaban haciendo guardia hasta altas horas de la noche en los puntos estratégicos de vigilancia. De esta manera, habían conseguido apoderarse de varios drones y modificarlos para nuestro favor. Además, Lara me informó que, para salir, era necesario avisarle a Luna, no para obtener permiso, sino para que estuvieran atentos en caso de algún rescate o peligro. Esto no significaba que podían negar la salida, pero era mejor prevenir, especialmente si se trataba de nosotras.

Llevábamos cerca de una hora cuando Lara dejó de hablar sobre la resistencia y ponerme al día con los temas que Luna aún no había querido contarme. Pasó entonces a lo que realmente había venido a hablar.

–Lo se Cristal, pero no puedo evitar sentir celos de ella, he visto como se miran

–Ya te dije, no me puedo permitir tener algo con ella, contigo ni con nadie, la resistencia es primero –le dije la verdad, por más que quisiera, mi responsabilidad estaba con la resistencia y yo no podía poner mis sentimientos por delante. Se puso de pie y se me acercó – 

–Cristal, ¿has pensado en lo que hablamos ayer? –preguntó Lara, sonrojándose.

–No tengo mucho que pensar, Lara. Ayer te di mi respuesta. –La interrumpí con suavidad.

–Pero Megan... –intentó continuar.

–Megan me salvó la vida y es la hija de Khan. Estoy confiando en ella y espero lo mismo de quienes estén a mi lado. –Le sonreí, tratando de transmitir calma.

–Pero duerme contigo –se acercó, buscando una explicación.

–No, ella tiene su cama. –La corté antes de que pudiera seguir hablando y me puse de pie. –Por ahora debo enfocarme en sanar y en los entrenamientos. No puedo perder el tiempo en este tipo de cosas. Hoy me hice el tiempo para ti, pero sabes muy bien que debo volver con Luna, porque me quiere enseñar los mapas del territorio y todo lo demás que debo aprender sobre Khan.

–Entiendo, no te causaré problemas. –Lara me miró y luego sonrió. –¿Tendrás algún problema si entreno en tus horarios? Me gustaría, al menos, que seamos amigas. –preguntó con amabilidad.

–No creo que haya problema. De igual forma, deberías preguntarle a Luna. –Respondí, manteniendo la calma.

Ya de regreso, Lara me dejó cerca de los comedores y se marchó a la reunión que tenía con su padre y Luna. Yo fui a buscar a Megan, pero no la encontré. Marta me dijo que ya se había ido a la habitación, así que di la vuelta para ir a su encuentro, pero una voz de hombre me detuvo.

–Soy Cristopher. –dijo, estirando su mano para saludarme. –Acabo de presentarme con Megan y le agradecí haberla salvado y de salvar también mi vida.

–Oh, eres el hermano de Aitor. –dije, sonriendo y estrechando su mano. –Espero que puedas ayudarme con la gente de aquí para que confíen en Megan.

–Eso hago, líder. –dijo poniéndose firme.

–Soy Cristal, por favor, llámame por mi nombre. –puse una mano en su hombro. –Dime una cosa, Cris, ¿siempre sales por provisiones?

–No siempre por provisiones, a veces es por alguna otra misión. Soy el jefe en terreno y quien las organiza. Mi padre me enseñó todo y más de este trabajo, antes de caer ante Khan el día que te secuestraron. –bajó la cabeza con tristeza.

–Ya veo, lo siento mucho. –respondí, sintiendo compasión por él.

–Gracias. –me miró cambiando la expresión. –¿Puedo saber el porqué de la pregunta?

–Me gustaría que me enseñaras lo que sabes e ir contigo en alguna misión y así conocer el territorio. –expresé.

–Sería peligroso para ti, Cristal. Si algún hombre de Khan te ve, o a Megan, sería el fin. Sabrían que están vivas. –respondió con preocupación.

–  Tendré cuidado, me disfrazare si es necesario

–Esta bien, ya veremos cómo lo hacemos, primero hay que informarle a Luna

–No te preocupes, déjame eso a mí –le guiñe el ojo –una última pregunta ¿Megan se fue sola?

–No, yo la acompañe –toque su hombro con mi mano, dándole unos golpecitos – Gracias

Al llegar a la habitación, me encontré con Megan tocando la guitarra y entonando una melodía desconocida para mí. Estaba tan inmersa en su música que no notó mi presencia al principio. La música de décadas pasadas, cuando la civilización aún florecía, se había desvanecido en gran medida en nuestro mundo actual. Salvo algunos dispositivos antiguos capaces de reproducir discos de vinilo, los cuales eran raros de encontrar, la música se limitaba a lo que se podía crear manualmente.

–Que bonito suena –le dije una vez termino. Se sobresaltó al escucharme. –

–¡Mierda! –exclamó, poniéndose pálida. –casi me matas de un infarto 

– Lo siento, no pude interrumpir–me disculpé –suena muy bonito

–Gracias –respondió con una sonrisa, dejando la guitarra que, para mi sorpresa, no sabía de dónde había sacado, detalle que deje pasar –¿Cómo te fue?

Me senté en la orilla de mi cama y le conté con detalle sobre el lugar al que me había llevado Lara y todo lo que habíamos conversado. Megan me miraba atenta mientras relataba cada detalle. También le mencioné a Cristopher y cómo había solicitado que me enseñara el lugar y me permitiera acompañarlo en alguna misión. Al escuchar esto, Megan se levantó un poco alterada, expresando su descontento con la idea.

–¿Estás loca? – exclamó –¿Qué pasa si mi padre te descubre? ¡Te matará sin pensarlo!  

Traté de calmarla.

–No lo hará. Nadie sabrá que soy yo, al menos no aquellos que irán conmigo. Solo Cris.

–Eso es imposible. Deben informárselo a Luna –insistió Megan con determinación. Sonrió triunfante –O lo haré yo

–Está bien, en la reunión de más tarde le informaré –accedí, aunque con una mueca de desacuerdo.

Los días pasaban entre los intensos entrenamientos por las mañanas y las tardes dedicadas a memorizar mapas, crear estrategias y explorar el territorio cercano junto a Cris. A veces, Lara y Megan se unían a nosotros en estas expediciones, mientras que otras veces Meg prefería quedarse con Marta y el resto de la gente que ya confiaba en ella, ayudándoles con los trabajos asignados. Poco a poco, ambas nos fuimos ganando la confianza de toda la resistencia.

Durante los entrenamientos, muchas personas venían a observar, especialmente cuando se trataba del uso de armas o combate cuerpo a cuerpo. En cuanto al asunto entre Lara y Megan, la tensión entre ellas era evidente, pero como ambas tenían prohibido interferir en mi entrenamiento cuando estaba con Alex o Luna, se mantenían al margen y se limitaban a lanzarse miradas desafiantes.

Con algunas tardes libres, aprovechaba para pedirle a Megan que me ayudara con la práctica de espadas, cuchillos o combate cuerpo a cuerpo. Aunque seguía siendo derrotada por ella, ya no era una paliza total, lo que mostraba un progreso en mi entrenamiento.

Aitor había pedido a Megan que lo entrenara, a pesar de que ya había gente asignada para realizar los entrenamientos. El niño había solicitado permiso a Luna para que Meg fuera su entrenadora, y ambas aceptaron, bajo la condición de que Luna supervisara los avances. Para facilitar esto, propuse que Aitor tuviera los mismos horarios que yo, de modo que no interferiríamos con otras actividades y Luna pudiera ver los progresos de inmediato. Los hermanos Cruz, Aitor y Cristopher, se había convertido en nuestros hombres de confianza, lo que demostraban cada vez que tenían la oportunidad.

Lara había encontrado una manera de acercarse más a mí al aprovechar que Megan sería la entrenadora de Aitor. En ocasiones, Luna necesitaba detalles adicionales sobre mis falencias durante el entrenamiento, y la chica bajita ayudaba a identificarlas. Mientras tanto, Megan siempre me observaba y, en las noches después de cenar, íbamos a entrenar para mejorar mi técnica de combate. La tensión que sentía cuando estaba a solas con Meg era palpable; aunque habían pasado unos cuantos meses y ya no me preocupaba tanto por su seguridad dentro del hogar de la resistencia, me resistía a besarla de nuevo. Sabía que una relación con la pelirroja más bella que había conocido pondría en riesgo todo por lo que había luchado mi madre, mi tía y toda la gente que soñaba con un mundo mejor. Estaba claro que Megan estaba antes que mis responsabilidades como líder, pero temía las consecuencias si cruzaba esa línea, ya que Khan podría usar mi relación con ella para dividir a la resistencia.

Meg y yo habíamos estado evitando el tema de nuestra relación, centrándonos en los entrenamientos y en explorar nuevos territorios. Algunas noches me contaba sobre su niñez y yo la mía o me enseñaba las estrategias de su padre, aunque ella me decía que lo más seguro era que Khan hubiera cambiado todo, solo porque nos habíamos escapado y no habían encontrado, obviamente, nuestros cuerpos.

–No es tonto Cristal, No creo que se haya tragado lo de nuestras muertes – me respondió con seriedad –él sabe que no soy una principiante que caería en un terreno de bombas, sólo debe estar esperando a que una de las dos aparezca.

Megan y Cristopher eran las únicas personas en las que confiaba mis secretos, futuras estrategias y planes para derribar a Khan. Cristopher se había convertido en mi mejor amigo, dándome consejos sobre Megan y Lara, siendo mi confidente y yo la suya. La mayoría del tiempo, hablábamos cuando salíamos a terreno, así nadie más se enteraba.

–Y ¿cómo vas con Sara? –le pregunté, mientras observaba con los binoculares a unos hombres de Khan.

–Así como tú vas con Megan.

–¡Ey! –lo miré –no es justo, no son las mismas razones.

–Es cierto, no es lo mismo, pero los dos somos unos cobardes –me quitó los binoculares e interrumpió al ver que iba a responderle –sabes muy bien que la excusa de la resistencia no es válida, lo aceptes o no, darías la vida por aquella chica y ella por ti, sin pensarlo.

–Tengo a Lara pisándome los talones, está algo loca, no se rinde. Sabes muy bien que, si algo pasa con Meg y se entera, sería capaz de poner a todo el mundo en su contra o hacerle daño.

–Ahí está otra vez –se giró para mirarme –tu otra excusa, esa enana no hará nada. Megan se ganó a la gente, la aman más que a ti –sonrió –tienes la venia de Luna y Víctor para estar con Megan, ella te está esperando, solo salta, Cristal.

–Necesito que me cubras hoy en la noche, nadie debe enterarse –lo miré sonriendo –la llevaré al edificio en ruinas, no ha salido de noche y me contó que le gustan las estrellas. ¿Me harás ese favor?

–Te ayudaré para que salgan sin ser vistas, si las descubren, no me culpes.

–Con eso me basta, gracias –pensé un momento –Cris, Sara también está esperando a que saltes –le toqué el hombro, pero él solo me miró guardando silencio.

Llegamos una hora antes del anochecer. Fui directo al comedor en busca de Megan, quien ya estaba allí junto a uno de los hijos de Marta y a Aitor. Pasé por la cocina para tomar algo de comida para llevar y me dirigí hacia ella.

–Tengo una sorpresa para ti – le susurré al oído – agarra tu agua y acompáñame – mire a los chicos, que nos observaban con interrogación – lo siento, asuntos con Luna – les guiñe el ojo – 

Mi actitud sospechosa le causó extrañeza e hizo que nos detuviéramos a metros de llegar a la salida acordada con Cristopher.

–¿Qué te traes entre manos, Cristal? –me miró levantando las cejas. 

–¿Confías en mí, Megan? Juro que no es nada malo – sonreí – 

–Si –suspiró– vamos.

Al observar la expresión maravillada en el rostro de Meg, supe que no había sido un error traerla aquí. Si nos descubrían, valdría la pena. Pasamos unos veinte minutos en silencio, contemplando el cielo. Estaba despejado y con la oscuridad reinante, las estrellas brillaban en todo su esplendor.

–Gracias –dijo por primera vez –, me ha encantado la sorpresa.

–Hoy pensé en ti mientras vigilábamos con Cris y recordé que te gustan las estrellas. En este lugar, podemos observarlas sin peligro –sonreí mientras me sentaba –. Toma –le dije, ofreciéndole algo de comida –, te traje algo para comer. Me di cuenta de que no habías comido.

–Gracias –ella rió –, ya tenía hambre. Lindo detalle –se acercó y me besó en la mejilla –. Te extrañé hoy.

–También te extrañé, Meg –tomé un sorbo de agua –. ¿Tuviste un día muy duro?

–Lo normal –se sentó, rodeando sus piernas con los brazos –. Ayudé a Marta a cocinar el almuerzo, después fui con Víctor porque una de las chicas que ayuda a Marta se cortó la mano. Por último, Luna me pidió que la reemplazara con las clases de arquería con los niños.

–Vas a ser más importante que yo si sigues así –reí –me gusta que te hayas adaptado con todos y que te quieran –acaricié su brazo –.

–Según la historia, las primeras damas deben ser carismáticas –sonrió y yo me sonrojé –y encargarse de este tipo de cosas. Aunque debo admitir que me gusta mucho ser útil.

Tomé a Megan de la cintura, sintiendo el cálido contacto de su cuerpo contra el mío, justo en el momento en que ella se ponía de pie. Me acerqué para besarla, pero de repente, escuchamos pasos acercándose hacia nosotras. Un escalofrío recorrió mi espalda, y antes de que pudiéramos reaccionar, nos desequilibramos y caímos al suelo, rodando unos metros hasta quedar en un rincón oscuro entre los escombros. Aterricé sobre Megan, y en medio del silencio, la miré, con el corazón latiendo desbocado en mi pecho. Una luz repentina nos iluminó, revelando la figura de alguien que se acercaba hacia donde estábamos.

–Cristal, Megan – dijo la voz de un hombre – Luna está muy enojada, las está buscando por toda la base –era Alex – ya veo porque no aparecían – dijo aguantándose la risa – párense y sacúdanse 

–Alex, no es lo que parece –dije– nos caímos al escuchar tus pasos –hablé mientras me sacudía y ayudaba a Megan a pararse.

–Aja, nunca es lo que parece – soltó una carcajada – cuando vas a admitirlo Cristal – le di un codazo en las costillas – 

–Tu tía nos va a matar –dijo Megan, ignorando lo último que había dicho Alex.

–Pueden apostarlo –dijo el grandulón.

Alex nos guió hasta el cuarto donde estaba mi tía, dejándonos afuera de este.

–Deja que yo hable –le dije– fui yo la de la idea, tu no sabias.

 Toqué la puerta.

–Pasen.

Luna estaba sentada en un sillón de género rojo, nos miraba como si nos fuera a matar.

–¿Qué hacían fuera de la base a esta hora y sin protección? – su voz retumbó en el lugar, cargada de enojo y preocupación. Sus ojos penetrantes nos escrutaban con intensidad, acusándonos con su mirada – ¿¡acaso no se dan cuenta que las están buscando!? ¡para matarlas! – su tono de voz aumentó, y se llevó los dedos pulgar e índice a la nariz, apretándose el tabique – 

–Tía... –murmuré, manteniendo mi mirada fija en la suya. – Fue mi idea, solo quería darle una sorpresa a Megan. Ella no sabía. ¿Cómo supiste que estábamos ahí?

–Las vieron dos de los cuatro centinelas que están de guardia ¡que irresponsable eres Cristal! Debiste avisarme o a Alex, necesitas que siempre las acompañe alguien, ¡sobre todo a ti, Cristal! Serás la líder de la resistencia, compórtate a la altura

–No volverá a suceder, Luna –intervino Megan, adoptando una postura militar y firme– tienes mi palabra

–Solo avisen, no deben andar desprotegidas ¿ok? –exigió Luna, su tono algo más calmado –

–Entendido – dijimos al unísono.

–Ahora – Luna se detuvo un momento, pensativa. – Cristal, puedes irte. Necesito hablar con Megan – me indicó con un gesto que me retirara.

–Te veo en la habitación – le dije a Megan antes de salir del lugar, dejándolas a solas para su conversación.

A unos metros me encontré con Cris, quien me preguntó por lo que había pasado.

–Si te preocupa tu vida – reí – solo sabe que fue mi idea ¿hablaste con Sara?

–Si, mañana almorzaremos juntos – dijo sonriendo –¿Cómo te fue con Megan? –hice una mueca con la boca – la iba a besar, pero llego Alex.

Dejé a Cristopher para seguir el camino hacia mi habitación. Unos cuantos metros más adelante, apareció Lara, quien ya se había enterado de mi salida con Megan. Se acercó hacia mí, visiblemente molesta.

–¡Cristal! –exclamó, su voz llena de reproche. –¿Cómo se te ocurre salir sin protección? ¿Acaso no piensas en las consecuencias?

Antes de que pudiera responder, continuó con su arremetida.

–Y no me vengas con excusas. ¿Qué haces metida con esa traidora? Sabes que no es de fiar. No deberías confiar en ella.

Intenté mantener la calma mientras Lara despotricaba contra Megan, pero por dentro, la rabia crecía con cada palabra.

–Lara, ya basta, no te corresponde este tema, ya hablé con Luna y en cuanto a Megan, ya déjala en paz –respondí, tratando de mantener la compostura –

–La llevaste a nuestro lugar, Cristal –insistió Lara.

–¿Nuestro lugar? ¡No eres la única que va ahí! –exclamé, frustrada. –Mira, lo siento, ¿ok? Estoy cansada, me iré a dormir.

–¿La besaste? –me tomó de la muñeca con fuerza, y la solté de inmediato, sintiendo el impulso de alejarme de ella. –¿La besaste, Cristal? –preguntó, su tono lleno de enojo.

–No es tu asunto –respondí, tratando de mantener la calma.

–Solo dime si la besaste o no –dijo acercándose demasiado.

–No, no la besé, ¿me puedo ir? –intenté alejarme, pero en ese momento Lara me tomó del cuello de la chaqueta y me atrajo hacia ella, besándome. A pesar de su tamaño y delgadez, tenía fuerza, lo que dificultó soltarme de su agarre sin hacerle daño. Finalmente, logré empujarla y me aparté bruscamente.

–¡Suéltame! –exclamé, furiosa.

–No podía quedarme sin un beso tuyo –dijo Lara, con una sonrisa.

–No vuelvas a hacerlo ¡jamás! –le advertí, dando la vuelta y saliendo a paso rápido, sin prestar atención a las palabras de Lara que seguían resonando a mis espaldas.

Megan aún no había llegado a la habitación, así que traté de calmarme por lo ocurrido con Lara. Me senté frente al escritorio y comencé a dibujar. Al principio, solo tracé líneas sin un rumbo definido, pero luego mi mano empezó a dibujar el rostro de Meg. Me sorprendí al ver lo bien que lo tenía grabado en mi mente. Estaba tan absorta en la belleza de su rostro que salí del trance solo al sentir unas manos en mis hombros y luego un beso en mi mejilla. Suspiré y tomé sus manos para que me abrazara.

–Te extrañé –le dije, recostando la cabeza en su brazo.

–También yo. No pensé que supieras dibujar. Está muy bonito –comentó, observando el dibujo.

–Gracias. Tengo la mejor musa –respondí, sonriendo, pero luego mi expresión se tornó seria. –Megan, debo contarte algo.

–No es necesario –soltó el abrazo y se puso a mi lado para verme mejor – te vi con Lara hace un rato – me detuvo al ver que trataría de defenderme – vi cuando la rechazaste, vi todo lo que paso, así que no estoy mal interpretando las cosas, te dije que esto iba a pasar

–Lo siento –dije bajando la cabeza– yo no …

–Se que no querías y que hablaste con ella – suspiró – no es tu culpa, lo sé –se quedó en silencio unos segundos – cambiemos el tema –sonrío– gracias por la sorpresa, me gustó mucho, fue un lindo detalle 

–Entonces, ¿está todo bien entre nosotras?

–Sí.

El incidente con Lara había hecho que mi declaración a Megan se retrasara, no me parecía oportuno hacerlo aquella noche, ya tendría o encontraría otra oportunidad, pronto. Hablar con Cris, me había hecho darme cuenta de muchas cosas, también me había ayudado a aclimatarme más rápido a mis responsabilidades y a poner en orden mis prioridades, aunque eso significaba sacrificar algún aspecto de mi vida, lo bueno era que al tener a Megan a mi lado, se me hacía fácil el no tener que elegir entre ella y la resistencia, ya que ella sabía a la perfección cómo eran las cosas y entendía mi posición y responsabilidad, así que ser la líder de la resistencia y su pareja, serian compatibles.

Como todas las mañanas, me encontraba inmersa en mi rutina de entrenamiento. Tras concluir la sesión con Alex, era el turno de Luna. Empezamos con el manejo de armas de fuego, perfeccionando la puntería, para luego adentrarnos en la lucha con espadas y, finalmente, practicar el combate cuerpo a cuerpo.

–Tu puntería ha mejorado notablemente, Cristal. Creo que ya no necesitas dedicar tanto tiempo a esta parte del entrenamiento", dijo Luna, esbozando una sonrisa mientras colocaba las manos en la cintura. "Aunque no estaría de más practicar de vez en cuando para mantener tus habilidades".

Levanté una ceja con interés. 

–¿Y qué opinas sobre mi habilidad con el arco?

Luna me guiñó un ojo con complicidad. 

–Creo que Megan te ha enseñado muy bien

Casi al terminar el entrenamiento del día, Luna decidió probarme con alguien más que ella misma. Dado que Megan estaba ocupada con Aitor, eligió a Lara, quien se acercó con una sonrisa triunfante. Observé a Megan, quien parecía poco complacida con la situación, aunque intentaba disimularlo. Lara atacaba constantemente, tratando de desequilibrarme; un par de veces estuvo cerca de lograrlo.

–¡Dobla las piernas! –gritó Megan desde la distancia. –¡Cristal, las piernas!

–¡Megan! – gritó Luna, llamándole la atención.

–Lo siento, Luna –se disculpó Megan rápidamente –No pude evitarlo. Le cuesta corregir ese error.

Lara aprovechó ese lapsus y me atacó, provocando mi caída, me puse de pie rápidamente y la volví a atacar, esta vez la tomé y la hice caer, pero en ese segundo que iba cayendo, me tomó del brazo y me volteo, lo que causó que ambas llegáramos a piso, donde la mitad de su cuerpo quedó sobre el mío 

–La pelirroja tiene razón, debes doblar un poco las piernas – dijo mientras nos poníamos de pie. Sin dejar pasar la oportunidad, me besó frente a Megan y Luna.

–¡¿Qué haces?! – pregunté, alejándome de ella abruptamente.

La cara de Megan cambió de color. La miré, tratando de calmarla para evitar que hiciera algo de lo que luego se arrepintiera, mientras Lara se reía a carcajadas. Luna se acercó, intentando calmar la situación, y le dijo a Lara que no apareciera más en los entrenamientos. A mí me pidió que empezara a ordenar el lugar junto a Aitor.

–Luna, no deberías defenderla. Somos diferentes –dijo Lara, con evidente resentimiento –. La hija de Khan, su padre mató a tu hermana.

–Lara, basta. Vete –ordenó Luna, con firmeza.

–No entiendo por qué la proteges –exclamó Lara, con creciente enojo, mientras se acercaba a Megan.

–Por favor, Lara, deja de insistir –intervino Meg, manteniendo la calma –. Ya le diste un beso, ¿no es suficiente?

–No solo la besé hoy –declaró Lara, con una sonrisa triunfante –También ayer –se acercó más, desafiante, mientras Luna observaba la tensión entre ellas, interesada en la situación.

–Las vi, Lara –confirmó Meg, manteniendo su compostura –. Pero hay una diferencia: tú le robaste los besos y ella te rechazó. En cambio, yo –agregó, con una sonrisa tranquila –no necesito pedirlos ni robarlos –se acercó a mí, confiada en que, con Luna presente, Lara no se atrevería a actuar.

Pero se equivocó. Lara se lanzó directamente a la espalda de Meg con una patada, que esta logró esquivar ágilmente. La chica de pelo negro y rizado siguió atacando, mientras Meg se limitaba a esquivar cada golpe. Sin embargo, Lara logró alcanzar el arma que habíamos estado utilizando y apuntó a Meg.

–Lara, ¿qué estás haciendo? –dijo Meg, levantando las manos en señal de paz.

–Te voy a matar. Alguien como tú no debería haber estado nunca en este lugar –dijo Lara, con la mirada llena de ira.

–¡Lara! –grité, tratando de hacerla razonar –. Baja el arma. 

–¡Cállate, Cristal! –exclamó Lara, con ferocidad.

–¡Lara! –intervino Luna, dando un paso hacia ella –Baja esa arma.

Megan, en un movimiento rápido, logró quitarle el arma de las manos a Lara. Sin embargo, esta última no tardó en continuar golpeándola. A pesar de tener el arma en sus manos, Megan luchaba por defenderse, esquivando los golpes de Lara. Pero su postura era desventajosa: tenía el brazo estirado para evitar cualquier riesgo de que el arma se disparara accidentalmente. Lara seguía atacando sin dar tregua.

En un instante decisivo, Megan se agachó y lanzó el arma hacia los pies de Luna. Fue entonces cuando recibió una patada dirigida directamente a su rostro, pero logró bloquearla con su brazo. Aunque afectada por el golpe, Megan se recuperó rápidamente, intentando evitar hacerle daño a Lara mientras intentaba inmovilizarla.

Cuando vio una oportunidad, Megan redujo a Lara en cuestión de segundos. Fue en ese momento cuando Alex llegó, y todos nos dimos cuenta de que había mucha gente observando la pelea. Megan, al ver que Alex tenía a Lara bajo control, se dirigió rápidamente hacia nuestra habitación ignorándonos a todos. En el camino, se encontró con Cristopher en la salida. Presencié cómo intercambiaban algunas palabras antes de que Megan desapareciera de mi vista. Quise seguirla, pero Luna me detuvo.

–No, Cristal. Debes arreglar esto con Lara y dejar las cosas claras de una vez por todas.

–Pero... –intenté objetar, pero Luna me interrumpió.

–Es una orden.

Alex, Lara y yo seguimos a Luna hasta llegar a la sala de juntas, un cuarto oscuro que en tiempos pasados había servido como bodega. Ahora, iluminado por algunas lámparas de carbón, era el lugar principal donde el líder de la resistencia organizaba reuniones y planificaba estrategias contra Khan y su ejército.

–Alex, por favor, quédate fuera de la puerta –indicó Luna mientras nos detenemos frente a la entrada.

–Entendido –asintió Alex, posicionándose fuera de la puerta para asegurar que nadie entrara.

Entramos las tres, Luna habló primero.

–Ustedes arreglaran esto de una u otra forma, pero no quiero que se repita – me dijo y se dirigió a Lara –esta vez tuviste suerte, Megan solo se defendió, si hubiese decidido responder tus golpes, ahora estarías con tu padre tratando de respirar 

Una vez solas, no pude contener mi enojo.

–¿Qué mierda tienes en la cabeza? –pregunté, apretando la mandíbula. –¿Realmente querías matarla?

–Sí, quería matarla. ¡Debí hacerlo! –gritó Lara con furia. –Y lo volveré a intentar hasta lograrlo.

–Estás completamente desquiciada –le espeté.

–Desquiciada por ti. Nuestro destino es estar juntas, ya te lo he explicado.

–¡No! No hay ningún destino, Lara –respondí, enfadada. –Te lo he dicho varias veces, pero no lo entiendes. Te ofrecí mi amistad.

–¡No quiero tu amistad! –exclamó Lara con vehemencia.

–Entonces no tendrás nada –declaré con firmeza. –Hablaré con Luna. Esto que hiciste no puede quedar así. Debes recibir un castigo.

–No tendré ningún castigo –dijo Lara, riendo. –Haré un poco de drama, les daré pena y me dejarán en paz.

–Estás realmente desequilibrada. Pero no pienses que volverás a acercarte a ella. Pediré que te mantengan vigilada al menos.

–¿Por qué, Cristal? –preguntó Lara con la cabeza baja, mostrando tristeza. –¿Por qué ella?

–Te lo he explicado, ella... –intenté responder, pero me interrumpió.

–Sí, sí, te salvó la vida, pero eso no justifica que la protejas y defiendas tanto –su tono volvía a llenarse de ira. –¡Esa maldita no merece tu agradecimiento ni nada!

–¡Me enamoré de ella, Lara! –admití, tomando conciencia repentina de lo que acababa de decir.

–No puede ser –soltó una carcajada, mientras la miraba incrédula, intentando procesar mis palabras. –¡Eres una traidora! ¿Cómo te pudiste enamorar de la hija de Khan? ¡Del asesino de tu madre!

–Porque no es como su padre; ella no tiene culpa alguna –solté un suspiro de alivio, liberando la carga que había llevado en lo más profundo de mi ser – Y la amo – admití con una risa emocionada, dejando que la verdad finalmente saliera a la luz. Con esa confesión liberadora, salí del cuarto, dejando a Lara en manos de Alex – grandulón, No la pierdas de vista ni un segundo

–Si, señora –dijo Alex cuadrándose 

Corrí sin parar hasta mi habitación, donde encontré a Megan ocupada arreglando una mochila de excursión

–¿Qué estás haciendo? –pregunté, preocupada de que su respuesta fuera que se iba.

–Me voy con Cristopher –respondió sin mirarme –es una misión de abastecimiento.

–¿Quién autorizó esto? –entrecerré los ojos, manteniendo la calma.

–Tú lo harás, Cristal –se giró para mirarme–. necesito salir de aquí y estar lejos de esa enana del demonio por unas horas –se detuvo unos segundos– y de ti también.

–No, jamás has salido tan lejos, no sabes cómo es –me acerque– tengo que hablar contigo. 

–Siempre hay una primera vez – se calmó y bajó la guardia unos segundos – hablaremos a mi regreso, cuando lo hayas pensado mejor, no quiero que te arrepientas después – acarició mi mejilla y yo cerré un poco el espacio que nos separaba, tomándola con mis manos por su cintura – 

–Pero ya tomé una decisión, Megan, mucho antes de lo de hoy – hable mirándola a los ojos – me enamore de ti y ya no te dejaré en segundo lugar. No dejaré a mi gente sola, pero todos sabrán que estamos juntas

–¿Lo dices en serio? –sus ojos se abrieron sorprendidos.

–Sí –asentí con la cabeza mientras sonreía– ¿Me aceptas?

–Claro que sí –puso su mano en mi mejilla con delicadeza y sus labios se acercaron a los míos con suavidad, como si temiera romper algún hechizo. El beso fue tierno, pero cargado de emoción y anhelo acumulado durante mucho tiempo. Sentí su aliento cálido mezclarse con el mío mientras sus labios se movían con dulzura contra los míos, explorando cada centímetro con ternura y pasión contenida. Fue un beso que parecía detener el tiempo, un momento mágico en el que el mundo exterior desapareció y solo existíamos nosotras dos, unidas por el lazo invisible de nuestro amor incipiente.

–Pensé que nunca llegaría este momento –dijo besándome de nuevo –pero no me convencerás de no ir con Cris.

–¿Y si te pido que te quedes conmigo? –dije sin dejar de acariciar su rostro, atrayéndola más hacia mí. – 

–Me lo pones difícil, he esperado esto durante mucho tiempo –puso su mano detrás de mi cabeza, acariciando mi cabello con sus dedos –pero quiero ir. Necesito hacerlo, por favor, da la autorización. Será solo por una noche –me rogó.

–Está bien, vamos 

Aún no tenía un título oficial como líder de la resistencia, pero Luna poco a poco me estaba otorgando autoridad en diversas áreas. Así que, en mi papel, tenía que supervisar todo lo relacionado con las expediciones, salidas y/o misiones, ya fueran permisos o estrategias de ataque y exploración. Sin embargo, esta vez, aunque no quería, autoricé la salida del escuadrón de Cristopher y Megan.

–Cris, cuídala con tu vida

–Tranquila, Cristal, solo vamos por comida – me guiño un ojo – te la traeré sana y salva al amanecer

–Eso espero.  

Me despedí de Cristopher y luego de Meg, a quien besé apasionadamente, sin importar quién estuviera mirando.

–Hablaré con Luna sobre nosotros, no quiero malentendidos –la besé de nuevo con ternura –¿Te parece bien?

–Me parece perfecto –pasó sus brazos por detrás de mi cuello–. Te veré a la vuelta –me dio un último beso antes de separarnos.

Megan

Si me preguntaran ¿si volvería a ayudar a esa gente a escapar? diría que sí, mil veces, ya era suficiente todo el daño que estaba causando mi padre, había que terminar con esto de una vez por todas y si tenía que traicionarlo, pues lo haría una y otra vez.

Soy la única hija de Khan, el dictador autoproclamado, temido y despiadado señor de todo. No comprendía qué había llevado a mi padre a ser tan cruel. A pesar de las historias que mi madre me contaba sobre su pasado, cuando era considerado el hombre más bondadoso del planeta, siempre lo había visto como un ser implacable. Tal vez todos tenemos un límite, un momento en el que la esperanza en un mundo mejor se desvanece. Sin embargo, a pesar de su crueldad hacia otros, mi padre nunca fue malo conmigo. Siempre fue cariñoso, atento, un padre dedicado. Me enseñó todo lo que necesitaba saber para un día tomar su lugar. Pero no pude, no quise seguir su legado. Cada vez que presenciaba la muerte de gente inocente, sentía que mi propia vida se desvanecía

En un principio, me encerró en una de las celdas de su fortaleza, la que alguna vez también fue mi hogar, me visitaba a diario, trate de convencerle para que no siguiera esclavizando y torturando gente, pero luego me traslado a la mina principal, donde era imposible escapar de ahí. Me envió a ese lugar, porque no le pedí perdón, porque no fui capaz de retractarme por mis actos de traición. Según él, mi mera presencia le causaba dolor, tanto que le hacía querer desaparecer, pero no me mataba por mi madre, que lloraba cada noche a su lado, por su única hija, la traidora. Esto lo endureció aún más, se volvió cada vez más cruel.

A pesar de estar confinada en la mina, Khan había prometido a mi madre que no sufriría daño ni sería obligada a realizar trabajos peligrosos. Así que, durante los primeros días, me limitaba a tareas como transportar el oro extraído de los túneles o repartir agua a los guardias. Sin embargo, mi monótona rutina cambió cuando la resistencia se acercó a mí con una propuesta intrigante. Proteger a su futura líder, Cristal, una joven de mí misma edad y estatura. Era hermosa, a pesar del terral que traía encima por el trabajo. Sus ojos del color de la miel me parecían preciosos, brillaban con determinación, y su presencia emanaba un aire de valentía. Aunque sabía que ayudarla suponía un gran riesgo, también representaba mi única oportunidad de escapar con vida de aquel lugar inhóspito.

Pasaban los días y yo la observaba de lejos, ya que ni los suyos ni los míos, me dejaban acercarme a ella, aprendí a conocerla desde la distancia a través de sus gestos y expresiones. Su determinación y fuerza me cautivaron, y sin darme cuenta, me estaba enamorando de ella.  Podía notar cuando estaba enojada, tramando algo o simplemente se quedaba en blanco, se movía en modo automático, era cautivadora. Varios meses después, en el día de nuestros cumpleaños, me preparaba para ayudarla a escapar cuando ella se adelantó y cambió todos mis planes. La vi caminar hacia la salida, pero un guardia la descubrió y empezaron los disparos. corrí sin pensar hacia ella. Una, la vi caer y levantarse inmediatamente, dos, no la detuvo, pero la tercera bala, le hizo caer, alcance a poner mis manos cuando caía, quedando a medio arrodillar con ella en mis brazos, evité que su cabeza diera en el suelo; puse mi vida para salvar la de ella, sin pensarlo, me golpearon por defenderla, pero aun así no dude en protegerla y sabía que lo haría una y otra vez si fuese necesario. De pronto se escucharon gritos y disparos, uno de los prisioneros le dio la oportunidad a Cristal de escapar, fue ahí que aproveche que el guardia que nos amenazaba se giró para ver qué pasaba tras de él, le quite su arma y le disparé, abriendo así la única oportunidad que tendríamos para salir de aquel lugar. Cristal sangraba mucho, pero no podíamos detenernos, no al menos, hasta llegar al punto seguro y que sería donde nos encontraríamos con gente de la resistencia. A pesar de las heridas, no nos detuvimos hasta llegar al punto de encuentro con la resistencia, donde dejé a Cristal para dar la señal y asegurar nuestra escapada. Solo me tomó cinco minutos e inmediatamente regresé con ella.

– ¿Qué me ves hija del dictador? – me dijo con una leve sonrisa.

Que ella me llamara así, realmente no me afectaba, estaba acostumbrada que me llamaran de esa forma. Le conté la traición hacia mi padre, como había llegado a la mina, que ya no quería ser parte de todo ese mal y que tenía claro que mi ayuda llegaba hasta que llegara su gente, podía notar que su desconfianza hacia mí se había esfumado o al menos sus ojos reflejaban eso.

En vista que esta vez sería la última que nos veríamos y pensando en que tal vez moriría en unas horas a manos de mi padre, me atreví a declararme y le pedí un beso, lo cual, para mi sorpresa, aceptó, mi corazón latía tan rápido por la emoción y tristeza del momento, que mis ojos derramaron lágrimas al no poder contener tantas emociones con solo tocar sus labios por primera y última vez. Era un sentimiento desgarrador.

Cristal me salvó la vida, se negó a dejarme a mi suerte y me llevó con ella a la base de la resistencia. Me reconfortaba saber que mi padre no tenía conocimiento de su ubicación. Sin embargo, como era de esperarse, no fui bien recibida. Bajo la protección de la futura líder, me vi obligada a ganarme la confianza de los demás miembros de la resistencia.

Cada mirada desconfiada y cada comentario mordaz eran un recordatorio constante de mi condición de forastera. Pero estaba decidida a demostrar mi lealtad y compromiso con su causa. Trabajé arduamente, cumpliendo con todas las tareas asignadas y ofreciendo mi ayuda siempre que fuera necesario. Sabía que ganarme su confianza no sería fácil, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para demostrar que estaba del lado de ellos.

Al verla al borde del desfallecimiento, con la palidez de su piel contrastando con la sangre que había perdido, no dudé en ofrecerme como su donante. No podía permitir que muriera. Aguanté sus gritos de dolor mientras la aguja atravesaba su piel. Mantuve la compostura, pero por dentro sentía que me desmoronaba.

Cristal se desmayó en mis brazos y aunque estaba débil, podía ver el color volver a sus mejillas, y en ese momento, sentí que mi esperanza por un futuro mejor crecía junto con mi amor por ella. Me había enamorado de Cristal desde el primer momento en que la vi, y no me arrepentía de haber arriesgado todo por aquella desconocida.

Los entrenamientos de Cristal eran verdaderamente exigentes. Al principio, no deberían haberlo sido, pero ella se negó a esperar a recuperarse por completo y se sobre exigió. A pesar del evidente dolor que sentía, no se rindió. De alguna manera, tenía razón. En la vida real, a menudo tienes que seguir luchando incluso cuando estás herida, porque tu vida está en juego. Así que cuando me pidió que la ayudara a mejorar sus técnicas, a pesar de haberme negado inicialmente, logró convencerme. Con el paso de los días, Cristal aún tenía algunas falencias al luchar cuerpo a cuerpo, pero en lo que respecta al resto del entrenamiento, ya fuera con armas o en las máquinas de ejercicios, lo dominaba a la perfección. Aprendía rápido y siempre buscaba mejorar.

Todo parecía estar yendo bien, excepto por Lara, que era como un grano en el trasero. Sus celos y desconfianza hacia mí sobrepasaba los límites normales. Siempre que tenía la oportunidad, me lanzaba comentarios despectivos y se metía con Cristal, acosándola de diversas formas. Llegaba al extremo de robarle besos, seguirla e incluso colarse en sus entrenamientos. Por obvias razones, yo no podía confrontarla directamente, aunque Cristal, la futura y hermosa líder de la resistencia, ya había hablado con ella, dejándole las cosas claras. Sin embargo, la obstinada mujer no parecía dispuesta a rendirse. Un solo paso en falso podría significar perder toda la confianza que me había costado ganar. Ya contaba con amigos y aliados de confianza, así que no podía permitirme caer ante las provocaciones de Lara.

Una noche, Cristal me llevó a un edificio en ruinas, se había acordado que me gustaba mirar las estrellas. Sentir que le importaba a alguien me llenó de felicidad; saber que tenía un lugar en su mundo era una sensación perfecta. Le conté sobre mi día, logrando hacerla sonrojar. Quise besarla, pero no me atreví; por ahora, me limitaba a besarla en la mejilla. Podía notar que Cristal estaba nerviosa, aunque trató de disimularlo poniéndose de pie. Sin embargo, también me puse de pie en ese momento, y fue entonces cuando me tomó de la cintura, acercándome a ella. Antes de que pudiera besarme, fuimos interrumpidas por un susto repentino, y ambas caímos. Afortunadamente, el golpe no fue tan duro; la alegría de ese momento al sentir su respiración tan cerca eclipsaba cualquier malestar. Sin embargo, nuestra diversión se vio interrumpida por la luz de la linterna de Alex, que nos iluminó el rostro. Nos llevó ante Luna, quien nos regañó por andar sin guardia. Era comprensible; ambas estábamos en peligro y debíamos cuidarnos mutuamente, algo que ninguna de nosotras estaba haciendo. La tía de Cristal intervino, pidiendo que nos dejaran a solas, a lo cual no pudo negarse.

La verdad es que no tenía idea de lo que Luna quería de mí. Me sentía nerviosa, ya que mi permanencia en la resistencia dependía de su decisión. Aunque Cristal me protegía, sabía que por ahora no tenía el poder para negar una orden de su tía. La incertidumbre me consumía mientras esperaba en la habitación, preguntándome qué sería de mí si Luna decidía que ya no era bienvenida en la resistencia. Cada minuto que pasaba sin una respuesta aumentaba mi ansiedad, y me preguntaba qué pasaría a continuación.

–Megan ¿Qué sientes por Cristal? Quiero la verdad

–¿Por qué me preguntas eso?

–No me respondas con otra pregunta –dijo Luna ciñendo el entrecejo – Lara vino a hablar conmigo, me contó de sus intenciones con mi sobrina, necesito saber cuánto debo apoyarte Megan o ¿solo es una amistad? – no me esperaba eso.

–Estoy enamorada de tu sobrina, Luna, no hay nadie más importante que ella en mi vida, pero eso ya lo sabias – le dije sin dejar de mirarla a los ojos – 

–Necesitaba escucharlo de tu boca – rodeo el escritorio, acercándose a menos de un metro de mi – ¿Cristal lo sabe? 

–Sí.

–¿Y qué piensa?

–Que debemos ganarnos la confianza de todos, ella siempre pondrá a la resistencia primero, luna, y yo no seré quien se lo impida, así que decidimos ser solo amigas por un tiempo, pero ambas sentimos lo mismo – suspiré – en cuanto a Lara, me preocupa que el acoso hacia Cristal escale cada vez más, pero es algo que debe arreglar ella, yo solo trato de evitarla

–Debes cuidarte de Lara, es una niña muy inmadura e impulsiva – me tomó de las manos – de igual forma Megan, tienes mi apoyo, has demostrado que realmente estas con nosotros.

–Lo hago, gracias, Luna, no les fallaré. 

–No le falles a ella.

Cuando salí del cuarto, unos pasos más adelante, divisé a Lara y Cristal en medio de una acalorada discusión. Me acerqué un poco más, intentando captar las palabras que intercambiaban, pero el murmullo no me permitía entender claramente lo que sucedía.

–¿A quién espiamos? – di un salto por el susto, era Cristopher 

–¡Cris! Me asustaste – le dije golpeándolo en el hombro con la mano abierta – Lara y Cristal están discutiendo, no alcanzo a escuchar lo que dicen, pero la enana se ve enojada

–Quizás ya se enteró que salieron sin permiso –levantó los hombros– Al ver que Lara besaba a Cristal, cerré mis manos en puños, Cris puso su mano en mi hombro para detenerme, porque mi primer instinto fue ir hacia ellas.

–Maldita perra del demonio, la voy a matar – anuncie gruñendo y apretando las manos en puños –

–Cálmate –dijo con la voz más tranquila que había escuchado en la vida, bajo estos términos– si vas, será peor, conozco a Lara y hará lo que sea para deshacerse de ti y quedarse con Cristal.

–Pero Cris…

–Pero nada Megan, viste todo, te queda claro que Cristal la empujó –suspiró e hizo que lo mirara – no debería decirte lo que ella me confía, pero Cristal te quiere, se preocupa y no piensa en nadie más que en ti, así que no dudes, por favor – sonrió y me dio dos golpecitos en la cabeza con la palma de su mano– ahora, ve con ella, que debe estar comiéndose la cabeza con lo que acaba de pasar.

Entendía perfectamente la obsesión de Lara por conquistar a Cristal, pero sabía que su motivación iba más allá de la atracción física. Para Lara, era una cuestión de jerarquía y poder en la resistencia, y Cristal representaba la clave para alcanzar sus objetivos. Sin embargo, no podía resentirse por ello. Después de todo, Cristal me había salvado la vida, y yo no tenía derecho a reclamar nada. Sabía cuál era su postura respecto a nuestra relación, especialmente después de presenciar cómo reaccionaba ante la presencia de Lara. En comparación, al menos yo no la presionaba ni la obligaba a nada. Cristal entendía que la esperaría, y habíamos establecido límites claros que respetábamos mutuamente. Nuestra cercanía era completamente natural; cada gesto de afecto que le brindaba, ella lo recibía de igual manera, sabiendo que no traspasaría esos límites. Pero lamentablemente, aún existían dudas debido a mi linaje como hija de Khan. Cualquiera en su posición podría cuestionarse si podría confiar en mí por completo, a pesar de mis esfuerzos por demostrar lo contrario. Solo el tiempo y la construcción de la confianza podrían cambiar esa percepción, o tal vez, solo yo misma, eliminando a mi padre, podría borrar esas dudas de una vez por todas.

Entré en la habitación y encontré a Cristal sumida en su dibujo, completamente concentrada en sus trazos. Su atención estaba tan absorbida por la tarea que no notó mi llegada ni mi acercamiento. Desde mi posición, no podía distinguir qué estaba dibujando, pero al acercarme, descubrí que era un retrato mío. Una oleada de ternura y felicidad me invadió al darme cuenta de que, a pesar de lo ocurrido momentos antes, ella tenía mi imagen en su mente.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro de forma espontánea al ver el dibujo. Con delicadeza, posé mis manos sobre sus hombros y me incliné para dejar un beso en su mejilla. Cristal tomó mis manos y me abrazó, y en ese momento, me sentí inundada por su aroma, un aroma que me encantaba y que me hacía sentir en paz.

Cristal parecía querer contarme lo que había sucedido con Lara, pero me adelanté y la tranquilicé, asegurándose que había presenciado la discusión y que sabía que no tenía la culpa de nada. Después de expresarle mi agradecimiento por la sorpresa de esa noche, la dejé seguir con su dibujo, sintiéndome agradecida por tenerla a mi lado.

Aquella tarde, mientras se acercaba el final del entrenamiento, escuché a Luna dar la orden de que Lara luchara contra Cristal para evaluar sus habilidades con más precisión. Aunque no me agradaba la idea de ver a Cristal en combate, especialmente enfrentándose a Lara, no podía desobedecer las órdenes de la líder de transición.

Una vez terminado el entrenamiento con Aitor, lo envié a ordenar mientras observaba atentamente a Cristal. Noté que tenía un problema con sus piernas, lo cual la hacía reaccionar más lentamente a pesar de tener buenos reflejos ese detalle la tenía a punto de caer. Sin poder contenerme, le grité señalando su error, lo cual atrajo la reprimenda de Luna. Fue en ese momento de distracción que Lara aprovechó para derribar a Cristal, pero esta se levantó rápidamente. Cristal terminó derribando a Lara, pero la enana maldita pensó rápido y la hizo caer también quedando sobre la chica que era dueña de mis sentimientos. La primera sin perder oportunidad le robó un beso. Sentí cómo la ira me invadía ante esa escena, pero me contuve, manteniendo la compostura a duras penas. Luna intervino para calmar la situación, pero Lara decidió confrontarme. Aguanté sus palabras venenosas mientras se acercaba demasiado, invadiendo mi espacio personal. A pesar de mis intentos por evitar el conflicto, Lara persistió en provocarme, burlándose de los besos que le había robado a Cristal. En este punto solo quería que se callara, me estaba costando mantener la calma, pero gracias a los entrenamientos de mi padre, podía ser capaz de pensar y no dejar que mi furia me dominara; la observaba, era alguien débil, por más que supiera pelear y defenderse, no pensaba con claridad y junto con su desesperación la hacía un blanco fácil, sería pan comido ganarle si es que me atacaba físicamente, pero yo, ya había decidido que no le daría en el gusto, menos si mi vida no corría peligro, pero cometí un error al subestimar su capacidad de autocontrol, porque al herir su ego Lara perdió la cordura por completo y me atacó por la espalda. Gracias a los entrenamientos de mi padre, pude esquivar sus golpes, pero cuando me vi acorralada, mi instinto de supervivencia tomó el control.

Sin medir las consecuencias, me vi arrastrada hacia la zona de armas. Lara tomó una pistola cargada y me apuntó con odio desmedido. En ese momento, dejé de defenderme y me concentré únicamente en sobrevivir a toda costa.

–Lara, detente –dije levantando las manos en señal de rendición, mientras mi corazón latía con fuerza. Debía actuar con rapidez para desarmarla y evitar una tragedia.

–Te voy a matar. Alguien como tú no debería estar aquí –su voz estaba llena de ira y odio desmedido.

Le arrebaté el arma aprovechando su distracción y, sin perder ni un segundo, comencé a esquivar sus furiosos ataques. Sabía que cualquier intento de detenerla podía desencadenar un disparo accidental, así que me concentré en esquivar sus golpes. En un breve instante de pausa, me agaché y lancé el arma lejos de mí, hacia donde estaba Luna. Sin embargo, en ese momento, un golpe directo vino hacia mi cabeza. Instintivamente levanté el brazo para protegerme, recibiendo un fuerte impacto en él. Pero esta vez, sin la preocupación de un disparo accidental ni la necesidad de mantener la calma, respondí con un golpe propio. No le di oportunidad de defenderse; nunca la tendría frente a mí, no cuando me volvía fría y calculadora.

En cuestión de segundos, logré inmovilizar a la chica de pelo ondulado. Alex se encargó de llevarla, y yo salí del lugar sin siquiera mirar a Cristal. Necesitaba calmar mi mente, respirar profundamente. En la salida, me encontré con Cristopher. Mi única necesidad era aire fresco, y él era mi mejor opción. 

–¿Tienes un puesto más para la misión de hoy?

–Si Cristal lo autoriza, sí.

–Lo hará.

–Te veo en media hora, en la puerta principal.

Ya habían pasado casi quince minutos y estaba arreglándome para partir, pero notaba la ausencia de Cristal. Me resultaba extraño que no saliera inmediatamente detrás de mí, pero supuse que Luna la había obligado a hablar con Lara primero, dado el problema que había surgido. Finalmente, cuando llegó, le informé de mi salida. Al principio se negó, pero luego comprendió que no era su decisión esta vez.

Cuando guardó silencio, pensé que ya no tenía más palabras para convencerme. Sin embargo, su cambio de tema fue totalmente inesperado. Cristal estaba confesándome sus sentimientos, algo que había estado esperando durante mucho tiempo. Finalmente, ocurría, y lo mejor de todo era que no me estaba relegando a un segundo plano. Me colocaba en el mismo nivel de importancia que su papel como líder de la resistencia.

Nos besamos inmediatamente, ya no había razón para seguir prohibiéndonos esto. A pesar de que mi cuerpo pedía más que unos pocos besos y de que Cristal me pedía que me quedara con ella mientras me convencía con sus besos, mi necesidad de cambiar de aires por unas cuantas horas era más fuerte. Después de todo, sabía que ella estaría esperando mi regreso tanto como yo estaría ansiosa por probar sus labios una vez más.

La resistencia contaba con una variedad de medios de transporte, principalmente motocicletas y bicicletas. Los tres vehículos grandes que tenían estaban blindados y mejorados para adaptarse a cualquier tipo de terreno. Sin embargo, siempre salían dos vehículos en estas misiones, dejando uno en la base como medida de precaución por si surgía algún contratiempo y necesitaban un vehículo de rescate.

El combustible no representaba un problema, ya que desde hace varios siglos no se utilizaba gasolina ni petróleo. Los seres humanos del mundo antiguo habían desarrollado motores que funcionaban con energía solar o incluso con agua salada, alcanzando velocidades tan altas como los vehículos antiguos. Los encargados de mantener estas máquinas las habían modificado de tal manera que pudieran mezclarse fácilmente con las de los soldados de mi padre. Habían estudiado meticulosamente a sus hombres y sus vehículos, asegurándose de que ningún uniforme, vehículo o arma de la resistencia se distinguiera de los utilizados por los seguidores de Khan.

A pesar de la confianza y la distancia de la base, tanto Cristal como yo debíamos cubrirnos el rostro con bandanas y gafas de sol para evitar ser reconocidas, tratando de ocultar cualquier característica que pudiera delatarnos.

Cristopher rara vez me dejaba sola cuando salíamos, especialmente si Cristal no venía con nosotros. Estábamos a más de cuarenta y cinco kilómetros de casa, así que su preocupación por mi seguridad era comprensible. Cris se había convertido en un buen amigo para ambas, y aunque Cristal pensaba que no me daba cuenta, yo sabía que siempre le pedía al chico moreno que me cuidara más de la cuenta. No me molestaba en absoluto; de hecho, me reconfortaba saber que alguien estaba pendiente de mí y se preocupaba por el más mínimo detalle.

El camino fue largo, especialmente porque gran parte del paisaje y las estructuras del mundo antiguo estaban en ruinas, con la naturaleza reclamando su espacio. Esto significaba que teníamos que avanzar a la mitad de la velocidad normal en ciertos tramos, pero eran solo momentos puntuales. Nuestro destino estaba a unos cuarenta y cinco kilómetros de distancia, lo que nos llevaría un poco más de una hora llegar. Nos dirigimos hacia un brazo del río, donde había una isla fluvial cubierta de densa vegetación y frondosos árboles. Desde las orillas del río y su brazo, no seríamos visibles, ya que los árboles nos ocultaron. Según Cristopher, cruzar el río en esta época del año era fácil, ya que el nivel del agua disminuye y la corriente no era fuerte, lo que nos permitiría atravesarlo y encontrar un lugar seguro para pasar la noche sin necesidad de estar demasiado alerta. Además, la densa vegetación nos proporciona un buen escondite, y podríamos encender una pequeña fogata para cocinar sin preocuparnos de que la luz del fuego fuera visible desde lejos.

–Coincido contigo, es poco probable que los hombres de Khan se aventuren por esta zona –continué, con una mirada de complicidad hacia Cristopher –No está dentro de sus rutas de exploración habituales, pero supongo que ya lo sabías –le dirigí una sonrisa sincera –.

–Sí, lo sabía –respondió con una sonrisa de complicidad –. Ella no me perdonaría si te trajera a un lugar donde corrieras peligro.

–Aprecio mucho tu preocupación –le di las gracias sinceramente.

Nos dividimos en dos grupos de cuatro personas siguiendo las órdenes de Cristopher. A mí me tocó ayudar a colocar las redes de pesca para atrapar peces durante la noche, mientras que el otro grupo cruzó el río y colocó trampas para capturar conejos y otros animales. Nuestra tarea sería recoger todo al amanecer y regresar a la base. Estaba ansiosa por reunirme con Cristal, donde no perdería ni un solo segundo para besarla nuevamente.

Me costó quedarme dormida. La vista del cielo estrellado era hermosa, y no podía dejar de pensar en Cristal y todo lo que habíamos compartido durante el día. Sin embargo, también estaba consciente de la presencia de Lara en la base, y sabía que la situación entre nosotras era tensa desde el incidente anterior. La guerra entre nosotras estaba declarada, y tendría que estar alerta por si intentaba atacarme nuevamente. Pero por esta noche, decidí dejar mis preocupaciones a un lado y dormir tranquila. Ya tendría tiempo de lidiar con Lara a mi regreso a la base.

Nos levantamos al amanecer y nos encontramos con una grata sorpresa: las redes estaban repletas de peces y las trampas habían sido igualmente exitosas. Fue un buen comienzo para el día. Tadeo, el chico que me había acompañado para preparar la fogata la noche anterior, se quedó conmigo por orden de Cristopher, mientras el resto del grupo ya se encontraba al otro lado del brazo del río. Mientras terminábamos de apagar la fogata y cubríamos nuestro baño improvisado con tierra, Tadeo se ofreció amablemente a encargarse de esa tarea mientras yo completaba la primera. Se suponía que no nos tomaría más de quince minutos a ambos, así que Cris se fue sin preocupaciones.

Mientras tarareaba una melodía que tenía en la cabeza desde que me desperté, tiraba agua a las brasas ya apagadas y luego las cubría con tierra para asegurarme de que no se encendieran nuevamente. Al terminar mi trabajo, llamé a Tadeo, pero no respondía. No estaba demasiado lejos, solo a unos treinta metros, así que me acerqué para ver qué le había pasado.

Lo encontré en el suelo, me acerqué a él para revisar si respiraba y ver que le había pasado.

–Tadeo... –murmuré, arrodillándome a su lado y tratando de despertarlo con suavidad. Pero no respondía. Mi corazón se hundió al ver que no respiraba y que su corazón no latía. Me levanté rápidamente, sintiendo el pánico invadirme. Tenía que buscar a Cris. Algo terrible había ocurrido, y el asesino debía de estar cerca. Mis sentidos se pusieron en alerta máxima mientras corría hacia donde sabía que estaría mi compañero.

Pasé por el lugar donde habíamos dormido y continué mi carrera, pero de repente, me encontré cara a cara con Lara. Tenía una sonrisa siniestra en el rostro que me heló la sangre. ¿Cómo había llegado hasta ahí sin que nadie se diera cuenta?

–Corre, corre, conejito –dijo, con una mirada desquiciada. –Te atrapé.

–¿Qué haces aquí, Lara? –pregunté, preparándome para su ataque. –¿Por qué mataste a Tadeo?

–Fue una baja no calculada –respondió encogiéndose de hombros, sin mostrar ni una pizca de remordimiento. –En realidad, vengo por ti. Fue fácil pasar desapercibida.

Levantó su brazo, que sostenía un cuchillo.

–¿De verdad crees que podrás herirme con ese cuchillo? Si con una pistola no pudiste.

–Ahora estoy calmada. Sé que esta vez te mataré –dijo acercándose lentamente.

–No te acerques más, Lara. No quiero hacerte daño. Cristal no te dará otra oportunidad.

–No quiero otra oportunidad –dijo, y luego me atacó.

Recordé las palabras de mi padre: "Si pierdes la calma y te dejas llevar por tus sentimientos, nublarán tu cabeza y perderás". Tenía razón. Ya no podía seguir esquivando los golpes de Lara. Esta vez, era ella o yo.

Respiré profundamente, tratando de calmar mi mente y enfocar toda mi atención en el momento presente. Lara se abalanzó hacia mí con ferocidad, pero esta vez estaba preparada. Bloqueé sus golpes con habilidad, buscando una oportunidad para contraatacar.

Pero Lara seguía luchando con desesperación, negándose a rendirse. Sabía que tenía que hacer tiempo hasta que Cris llegara a ayudarme.

Estaba en clara desventaja, no tenía con qué defenderme, ella me atacaba con un cuchillo y más de algún corte me lleve en los brazos. En un movimiento rápido, Lara me atacó, logre esquivarla, pero se agacho y se giró. El dolor punzante se extendió por mi pierna cuando el filo del cuchillo se hundió en mi muslo derecho. Un grito escapó de mis labios mientras luchaba por contener el dolor y mantener la compostura. Mi mente corría a mil por hora, buscando una salida de esta situación desesperada.

Lara no mostraba piedad, su rostro contorsionado por la rabia mientras continuaba con su feroz ataque. A pesar del dolor y la desventaja, sabía que debía mantener la calma y encontrar una oportunidad para contraatacar.

Se acercó rápido nuevamente, llevando su filo hacia mi pecho, al ser un ataque rápido, me fallaron las fuerzas. Con un esfuerzo sobrehumano, logré apartarme de su alcance, cambiando la trayectoria del cuchillo hacia mi hombro donde este finalmente se incrustó. 

Cada movimiento era agonizante, pero la determinación de sobrevivir me impulsaba a seguir luchando, sin importar las probabilidades en mi contra.

Con un esfuerzo titánico, logré apartar a Lara y hacerla tropezar, causando que se estrellara contra una roca. Aprovechando ese momento de respiro, saqué el cuchillo de mi cuerpo y me puse de pie, sintiendo cada paso como una tortura. Mi visión se nublaba por el dolor, pero la determinación seguía ardiendo en mi interior.

Con pasos tambaleantes, me acerqué a Lara, cuya mirada ardiente de odio se encontró con la mía. Sin dejar que el dolor me paralizara por completo, le propiné una patada en las costillas, buscando cualquier ventaja que pudiera darme. Traté de gritar el nombre de Cris, pero mi voz apenas era un susurro, ahogado por el dolor y el agotamiento.

Caí de rodillas, pero aun así extendí mi mano hacia el cuello de Lara ahorcándola, en ese momento no pensaba en nada más que en deshacerme de ella para que me dejara en paz. Entonces todo se volvió borroso, el mundo giraba a mi alrededor y solo podía concentrarme en mi única meta: sobrevivir. Fue entonces cuando Lara sacó una pistola oculta y disparó, el sonido ensordecedor resonó en mis oídos mientras sentía el impacto del disparo bajo mi costilla. El dolor ardiente se extendió por todo mi cuerpo, pero, milagrosamente, seguía viva. Con cada fibra de mi ser luchando contra el dolor y la oscuridad que amenazaba con consumirme, me aferré a la esperanza de poder llegar hasta Cristal, despedirme y encontrar la paz que tanto ansiaba, si es que Lara no volvía a disparar.

Se burlaba de mí con cada palabra, su odio desbordaba sus acciones.

–Con esto que estás haciendo –tosí– olvídate de Cristal. 

–Ya no me importa ella –se sacudió la ropa– mi plan después de esto, es ser la próxima líder de la resistencia, ella no quiso unir fuerzas, por tu culpa –se agachó y recogió el cuchillo que estaba cerca– así que tomare el poder y se la entregare a Khan, tengo un buen plan para lograrlo Megan –Sentí el frío filo del cuchillo presionando mi piel, pero no llegaba a cortarla. Cada palabra que salía de su boca era un golpe más en mi alma ya herida–. esa herida no se verá bonita –dijo mirando el agujero donde antes había estado enterrado el mismo cuchillo; el pantalón lo había abierto, logrando que se viera mi pierna hasta la rodilla – mira, estas empapada en sangre – el dolor recorrió mi cuerpo cuando el cuchillo comenzó a moverse dentro de mi pierna, abriendo una herida que dejaba escapar mi sangre. Grité con todas mis fuerzas, pero estaba inmovilizada bajo su peso. Sus palabras, cargadas de veneno y rencor– quiero que te desangres hasta morir, que pagues por lo que hizo tu padre – movió el cuchillo más adentro de mi pierna mientras yo gritaba de dolor, me tenía inmovilizada, no podía quitarla de encima de mí; el cuchillo llegó hasta un poco más abajo de la rodilla, cuando lo sacó –El sonido de pasos rápidos y la voz desesperada de Cristopher rompieron el aire. Sentí un destello de esperanza al saber que él estaba cerca, pero Lara no se detuvo. Volvió a hundir el cuchillo en mi pierna, desatando un nuevo estallido de dolor–.  se demoraron en llegar –rió –debe ser por las trampas que les deje 

–¡Cristopher! – traté de gritar– Cristal te va a matar –la miré.

–Si es que no lo hago yo primero – antes de ponerse de pie y salir corriendo, volvió a enterrarme el cuchillo, en la misma pierna. Ya no tenía fuerzas para gritar, la vista se me nublaba, escuchaba la voz de Cris cada vez más lejos.

–¡Lara! – grito Cristopher –¡Megan! ¿Qué pasó? ¿Tadeo? –Cristopher llegó justo a tiempo para ver mi estado. Su rostro reflejaba horror y angustia mientras trataba de contener la hemorragia. 

–Muerto –No había tiempo que perder; Tadeo estaba muerto y yo necesitaba ayuda urgente.

–No puede ser, maldita loca – Con un torniquete improvisado, Cristopher detuvo el sangrado lo mejor que pudo mientras me tomaba en brazos. El dolor era agonizante, pero sabía que tenía que mantenerme consciente. Lara había amenazado con matarme, y Cristopher estaba decidido a llevarme a un lugar seguro antes de que fuera demasiado tarde – ustedes dos, vayan por el cuerpo de Tadeo – 

Cristopher me soltaba el torniquete cada cierto tiempo para que la sangre circulara, pero cada vez que lo hacía, sentía cómo mi vida se escapaba junto con ella. Tenía miedo, pero también tenía una esperanza ardiente en el corazón: ver a Cristal una última vez.

El cuerpo de Tadeo iba en el otro vehículo, yendo detrás de nosotros. Cristopher ordenó a sus hombres que lo escoltaran mientras avanzábamos lo más rápido posible. Él estaba a mi lado, aplicando presión sobre la herida de bala con todas sus fuerzas.

–¿Cómo te sientes? –preguntó con preocupación.

–Tengo frío. –respondí, intentando sonreír a pesar del dolor.

–Aguanta, ¿de acuerdo? 

–Cris... –tomé su mano con fuerza –si no lo logro... dile a Cristal que la amo –sentía que mi corazón iba cada vez más lento, con menos fuerza, el dolor era casi imperceptible, sabía que estaba perdiendo la batalla, pero no quería rendirme aun, no podía. 

–No digas eso, Megan. Vamos a llegar a tiempo.

Pero en mi interior, sabía que mi tiempo se estaba acabando. Le pedí a Cristopher que informara a Cristal sobre mi situación. Sabía que Aitor era la mejor opción para darle la noticia; él sabía cómo comunicarse con ella y tenía acceso al lugar donde estaba entrenando junto a Luna.

–¡Marcus! ¿Cuánto queda para llegar? –Le preguntó Cris al chofer – 

–Diez minutos aproximadamente señor, lo hicimos en tiempo récord de cuarenta y cinco

–Sara, dile a Vicente que se adelante y avise a Luna que llevamos un herido grave y un muerto, que Víctor se prepare en el ala médica.

Cristopher se quedó en silencio por un momento, y luego soltó el torniquete una vez más.

–Megan, si te perdemos, también la perdemos a ella. Tienes prohibido morir. ¡Tenemos que llegar! –su voz resonaba con determinación mientras nos acercábamos a la base de la resistencia.

Había perdido mucha sangre, sentía frío y la visión la tenía algo nublada, sería un milagro sobrevivir, solo esperaba ver a Cristal.

Ya no existía tanta tecnología ni medicina para esto, Víctor haría lo que estaba en sus manos. 

A menos de cincuenta metros de la entrada de la base, Marcus comenzó a tocar la bocina para que nos abrieran las puertas, Cris fue el primero en bajar.

–¿Le avisaron a Cristal? – antes que le respondieran, ella apareció corriendo.

–¿Dónde está Megan, Cris?  Me dijeron que había un muerto y un herido de gravedad – dime no es ella

–Aún vive, Cristal – dijo a la vez que me sacaba en brazos del vehículo.

El rostro de Cristal reflejaba una mezcla de angustia y determinación al verme en ese estado. Sus ojos, llenos de preocupación, se encontraron con los míos, que luchaban por mantenerse abiertos.

–Megan... –su voz temblaba mientras me miraba con intensidad–. aguanta, por favor.

Con una sonrisa débil en los labios, cerré los ojos mientras sentía que la oscuridad me envolvía. Había logrado mi última meta: ver a Cristal una última vez antes de desmayarme. Ahora, solo podía confiar en que Víctor y el equipo médico hicieran todo lo posible por salvarme.

En ese breve momento de consciencia, me aferré a la imagen de Cristal en mi mente, recordando cada detalle de su rostro, sus ojos llenos de preocupación y determinación. Sabía que lucharía por mí, que haría todo lo posible por devolverme a la vida.

Con ese pensamiento reconfortante, me dejé llevar por la oscuridad, confiando en que, pase lo que pase, el amor que sentía por Cristal sería mi fuerza para seguir adelante.

Cristal: furia

Había algo que me tenía intranquila, no podía concentrarme en el entrenamiento; uno de los guardias de la entrada vino por Luna, no alcanzaba a escuchar lo que decían, solo noté su mirada de preocupación, pensé que me informaría, pero solo se limitó a decirme que habíamos terminado de entrenar y que ordenara; dio media vuelta y salió. Cinco minutos después, llegó Aitor corriendo, espere a que recuperara el aliento para por fin me dijera porque la prisa.

–Cristal, me envió mi hermano –sentí una punzada en el corazón.

–Dame buenas noticias, por favor

–Me temo que no podrá ser – cerré los ojos tratando de calmar mi corazón – 

–Dime

–Debes salir a la puerta principal, el escuadrón de búsqueda está por llegar, hubo un ataque

–¿Cristal está bien? 

–Solo sé que hay una persona muerta y otra herida que viene muy mal 

–¿Alguna de ellas es Megan? – mi cuerpo estaba inmóvil, ningún músculo se movía, el pecho estaba apretado y apenas respiraba, esperando la respuesta de Aitor, no podía imaginar a Megan herida y menos muerta –

–Sí, pero no se cual, no me lo informaron.

La noticia sacudió mi mundo por completo. Un escalofrío recorrió mi espalda y una sensación de pánico se apoderó de mí. Traté de mantener la compostura, pero mis manos temblaban y mi mente estaba en blanco.

–Necesito ir allí inmediatamente –dije con voz firme, aunque mis palabras apenas salían de mi garganta entrecortada por la ansiedad.

Corrí lo más rápido que pude hacia la puerta principal, con el corazón latiendo desbocado en mi pecho. Cada paso que daba era una lucha interna entre la esperanza y el miedo. Rezaba para que Megan estuviera a salvo, pero también temía lo peor. 

Entonces, abrí la puerta y salí hacia lo desconocido, con el corazón en un puño y una sola pregunta en mi mente: ¿dónde está Megan?

La luz del sol me cegó por unos segundos, fije la vista hacia uno de los vehículos de la exploración, justo cuando Cristopher preguntaba por mí, me acerque corriendo hacia él, preguntando por Meg. 

La escena era desgarradora. Megan estaba gravemente herida, su vida pendía de un hilo, y la incertidumbre me consumía por dentro. Con tres heridas, una peor que la otra, su ropa llena de sangre y su piel más pálida de lo normal y a pesar de lo mal que se encontraba, me regaló una sonrisa antes de perder el conocimiento.

Cristopher corrió con ella en brazos, lo más rápido que pudo, hasta llegar a la sala médica donde se encontraba Víctor, yo iba corriendo junto a él, rogándole a Megan que no me dejara y haciéndole miles de preguntas a Cris, que no me respondía por más que insistiera; Víctor nos hizo salir de aquella sala, ahí fue cuando encare a Cristopher, esta vez me tendría que dar respuestas.

–¡Te dije que la protegieras! ¡Que no la dejaras sola! ¡Sabes que su padre nos quiere muertas! –Lo empujé, la ira ardía dentro de mí mientras mis palabras escapaban como fuego –¿Qué fue lo que pasó?

–No fueron los hombres de Khan, por eso me confié. La llevé fuera de la ruta de ellos –dijo Cristopher, con la voz llena de angustia mientras miraba al suelo, a punto de derrumbarse–

–¡¿Entonces cris?! –Le pregunté, sintiendo que la desesperación se apoderaba de mí, mis pasos se movían de un lado a otro en una danza frenética de ansiedad.

–Fue Lara, Cristal –respondió con voz temblorosa.

–¿Cómo que fue Lara? – Me giré hacia él, tratando de comprender lo que decía. Se suponía que ella estaba bajo vigilancia.

–No sé cómo, pero de alguna manera logró escaparse del hombre que dejaste a cargo de vigilarla y llegó a donde estábamos. Yo había cruzado el brazo del rio para acomodar las cosas en los vehículos, Tadeo y ella se quedaron para de tapar la fogata y el baño. Lara atacó primero a Tadeo, lo mató de un solo golpe en la cabeza. Luego fue por Megan, la atacó con un arma, le destrozo la pierna y le disparó cerca de la cintura, envié hombres por ella, pero no pudieron atraparla, es muy ágil – explicó Cristopher, rompiendo a llorar – lo siento Cristal, lo siento mucho 

–No llores –le dije, mi cuerpo temblaba de rabia hacia esa mujer –Te necesito firme. Hay que buscarla para que pague. Hablaré con Luna. Debes ir con ella y contarle lo mismo que me dijiste –Me acerqué a él con un nudo en la garganta que apenas podía tragar para poder hablar –No me dejes caer, Cris. Necesito que seas mi mano derecha ahora. Estoy pendiendo de un hilo. Si ella se... –Mis palabras se ahogaron en sollozos cuando él me abrazó, sintiendo por primera vez lágrimas de impotencia por ella.

–No pasará, ella estará bien, vamos con Luna, debe estar esperándonos –dijo Cristopher, tratando de calmarme.

–Aún no cris, debo ir con ella, necesitaran mi sangre –insistí, sintiendo la urgencia de actuar –

–No será necesario Cristal – dijo Luis mientras volteaba y veía a Marta junto a él– nosotros la ayudaremos, debes ir con Luna

–¿Tienen su misma sangre? ¿Cómo saben eso? –pregunté con incredulidad, sintiendo un rayo de esperanza ante su ofrecimiento. –

–No exactamente, pero servirá –respondió Luis –Recuerda que también estuvimos en manos de Khan y tiempo después de que llegaste, Megan nos contó que su padre hacía pruebas sanguíneas. Ella nos dijo cuál teníamos. Podemos donarle. Marta tiene el mismo tipo y yo puedo donarle a quien quiera 

–Ve tranquila, mi niña, nosotros la cuidaremos por ti – dijo Marta, ofreciéndome una mirada llena de compasión y apoyo mientras me dirigía hacia Luna –

Cris y mi tía me aseguraron que Víctor no debía enterarse de que Lara era la responsable de todo este desastre. Sabían que, como su padre, la vida de Megan estaría en peligro si él descubría la verdad. Por eso, acordaron revelárselo una vez que estuviera fuera de peligro. Acusé a Lara de traición y se decidió que su castigo sería el destierro. Ya no sería considerada parte de la resistencia.

Pasó más de una hora y aún no teníamos noticias de Megan. Necesitaba mantenerme ocupada para no enloquecer. Me dirigí hacia donde estaba el cuerpo de Tadeo. Estaban sus amigos, parte del escuadrón con el que había regresado y el resto de la resistencia. Tadeo no tenía más familia, pues Khan y sus hombres se habían encargado de ello. Sin embargo, había sido uno de los primeros en aceptar a Megan como parte de la resistencia. Era un chico amable y risueño, fácil de querer. Estaba cerca de la chica que luchaba por su vida a unos metros de nosotros. Por eso, Cris había confiado en dejarla sola con él en ese lugar. Aunque Luna seguía siendo la jefa, di la orden de que Tadeo fuera velado durante dos días completos. En la mañana del tercer día, sería sepultado para que todos aquellos que quisieran despedirse de él pudieran hacerlo.

–De hoy en adelante –dije, elevando la voz mientras todos me miraban –los nombres de nuestros muertos volverán a ser escritos. Tendrán un lugar aquí, y Tadeo encabezará la lista, seguido por todos aquellos que nos fueron arrebatados a lo largo de esta guerra contra el mal –La gente me miraba en silencio. Por primera vez, me sentí segura de asumir la responsabilidad de liderar a la resistencia hacia la victoria. Decidí que los nombres de nuestros caídos serían inscritos en una de las murallas de la salida principal.

Ya había pasado mucho tiempo desde que dejé a Megan con Víctor y aún no tenía noticias de su estado. Me dirigí inmediatamente hacia el lugar donde ella luchaba por su vida, rogando con todas mis fuerzas por un milagro. Había tratado de enfocarme en mis responsabilidades con la gente de la resistencia y con Tadeo, pero no podía dejar de pensar en ella. Imaginar mi mundo sin esa mujer era como contemplar un abismo oscuro y sin fondo. Me senté junto a la puerta de la sala médica, apoyándome en la pared, con la cabeza entre mis brazos sobre las rodillas. Mi estómago estaba revuelto y mi corazón latía con una mezcla de ansiedad y desesperación.

–¿Aún no hay noticias? –preguntó Cristopher mientras se acercaba a mí. Al levantar la cabeza, vi que no venía solo; Luna y varios miembros más de la resistencia estaban con él, observándome atentamente.

–Nada –respondí al ponerme de pie. Me dirigí a mi tía con urgencia. –Luna, necesito saber qué está pasando con Megan.

–Debemos esperar, Cristal –dijo Luna con calma. –Hasta que alguien del equipo la vea – se giró al seguir la dirección de mi mirada –Están llegando por ella, preocupados por su salud. Además, vienen a brindarte su apoyo. Tanto tú como Megan se han ganado el respeto, el cariño y la confianza de todos aquí.

–Gracias –les dije, sintiendo una mezcla de gratitud y preocupación.

Cris se sentó a mi lado y, cinco minutos más tarde, Sara salió del lugar al que todos estábamos esperando noticias. Sentí que mi corazón se detenía junto con el tiempo. Sara se tomó una eternidad para hablar, o tal vez fue solo mi desesperación por saber de Megan. Pero en el momento en que abrió la boca para comunicar que la chica de cabellera roja como el fuego estaba viva, volví a respirar. Mis ojos no pudieron contener las lágrimas.

–Aún está inconsciente. La herida de bala no perforó nada importante, pero fue su pierna la que causó el mayor daño. Perdió demasiada sangre por esa gran herida, y es por eso que nos demoramos tanto. Necesitará terapia para volver a moverla con normalidad nuevamente. La herida del hombro le dolerá unos días mientras se recupera, pero estará bien.

–¿Puedo verla, por favor? Solo necesito unos minutos, cinco... solo eso.

–Está bien, solo por cinco minutos, ¿de acuerdo?

–Gracias.

El ambiente en la base era tenso, marcado por la escasez de recursos médicos y el constante recordatorio del mundo devastado en el que vivíamos. Sin embargo, ante mis ojos, Megan parecía haber recuperado algo de su vitalidad. Aunque aún estaba pálida y débil, su mera presencia me llenaba de esperanza. Nunca imaginé que en medio de la oscuridad de nuestro entorno surgiría un amor tan profundo. Siempre pensé que cualquier vínculo sería por conveniencia o para combatir la soledad, pero con Megan era diferente. Ella, la hija del hombre que arrebató la vida de mi madre era la luz en mi vida, la mujer a la que amaba más allá de cualquier adversidad.

La vi sonreír, incluso en su estado casi inconsciente, y su sonrisa iluminó mi corazón. Sabía que estaba luchando, no solo por sobrevivir, sino también por estar junto a mí. Su sonrisa fue su manera de decirme que estaba allí, que estaba peleando para despedirse de mí antes de que su fuerza se desvaneciera por completo. Y, apenas unos momentos después de ese atisbo de alegría, se desmayó, recordándome lo frágil que era su estado y lo mucho que dependía de nosotros para mantenerla con vida.

Mis pasos resonaron con prisa en los pasillos de la base cuando Aitor me avisó que Megan había despertado. Salí de mi habitación casi sin aliento, ansiosa por verla. Al abrir la puerta de su habitación, me encontré con su mirada, iluminada por una sonrisa radiante que me robó el aliento. Era la sonrisa más hermosa que había visto en ella hasta ese momento.

–Hola, guapa –me dijo con una sonrisa.

–Hola –suspiré aliviada y devolví la sonrisa–. Me tenías preocupada.

–Lo siento, me caí sobre un cuchillo –bromeó mientras tomaba una silla cercana y la ponía a un lado de la cama.

–No entiendo, Meg –tomé su mano y se la besé –¿Por qué? ¿Cómo resultaste tan gravemente herida? ¿Por qué no peleaste?

–Porque no quería hacerle daño. Pensé que no me creerían, que la apoyarían si la lastimaba, así que sólo intenté defenderme hasta que pudiese detenerla o hasta que llegara Cris. Pero ella dejó trampas que retrasaron al equipo, y cuando finalmente logré inmovilizarla, sacó una pistola y me disparó. Me dejó inmovilizada y me destrozó la pierna. Fue entonces cuando llegó Cris y el resto del grupo, pero logró escapar –puso su mano en mi mejilla –Lo siento.

–No, no es tu culpa –la miré fijamente, me levanté y me acerqué para besarla –Te extrañé.

El día del funeral de Tadeo, Meg insistió en que debía ir, a pesar de que necesitaba reposo.

–Cristal, fue por mi culpa que murió. Lo mínimo que debo hacer es estar ahí –su voz reflejaba determinación y pesar.

–Fue culpa de Lara y está bien. Ya hablé con Sara y te dio permiso –expliqué, recordando que Sara había asumido el cargo de médico principal de la base tras la dimisión de Víctor. Ahora, cualquier asunto relacionado con la salud de los miembros de la resistencia requería su autorización.

Víctor, al enterarse de la traición de su hija, se alejó de todos y decidió marcharse por la vergüenza que sentía. A pesar de nuestros intentos por convencerlo de que no era culpable y de que podía quedarse, finalmente desistió de abandonar la resistencia. Sin embargo, nos pidió que le permitiéramos vivir fuera de la base, en alguno de los puntos de vigilancia. Aceptamos su solicitud, y así Víctor pasaba sus días en la tercera posición de vigilancia de la resistencia, junto a los guardias de punto fijo, quienes se encargaban de llevarle comida y agua en cada cambio de turno. Además, renunció a su cargo de segundo al mando, por lo que asumí temporalmente esa responsabilidad hasta que me convirtiera en la líder, momento en el que tendría que designar a alguien más para ocupar su puesto.

Para el funeral, Megan iba en una silla de ruedas que habíamos conseguido días antes en un antiguo hospital. El día estaba frío y oscuro, con nubes negras que parecían reflejar el luto de la ocasión. Meg estaba profundamente afectada por la muerte de Tadeo, se culpaba a sí misma y no había forma de convencerla de lo contrario. Se había jurado encontrar a Lara y vengar la muerte del chico que habíamos sepultado apenas unos minutos antes.

Horas más tarde, después de dejar a Megan descansando en su habitación, me reuní con mi tía para discutir qué hacer con Lara. Sabíamos que había escapado, pero corríamos el riesgo de que se acercara a Khan y revelara nuestra ubicación exacta, poniendo en peligro a toda la resistencia. Los túneles del Metro ya no eran seguros.

–No traicionará a toda la resistencia –afirmé con determinación–. Solo nos quiere a Megan y a mí.

–Pero por esa misma razón podría delatarnos con Khan. Después de todo, él es el padre de Meg –intervino Alex.

Luna asintió con seriedad –Es posible que tenga razón, Cristal. Lara podría no revelar nuestra ubicación bajo tortura, pero sí dirá que ustedes están vivas. Eso desatará la ira de Khan, y debemos estar preparados para defendernos. En tres días, asumirás como la nueva líder de la resistencia, y Megan debe acompañarte.

Fruncí el ceño, sin entender del todo –¿A qué te refieres, tía?

–Deben mostrar que son una pareja –explicó Luna –Ya me informaron que las vieron besarse antes de que ella partiera en la misión de búsqueda. Deben hacerlo oficial

Cuando pensé que la reunión había llegado a su fin, mi tía me pidió que me quedara unos minutos más con ella. Me explicó que, antes de asumir como líder de la resistencia, debía elegir a mis comandantes de cada área y a quién sería mi mano derecha en la toma de decisiones, ya sea que estuviera conmigo o que asumiera el mando en caso de que algo me sucediera. Era una responsabilidad que debía considerar cuidadosamente.

Tenía varios candidatos en mente para los roles de liderazgo en las diferentes áreas, pero no había pensado en quién sería mi sucesor en caso de que muriera. Siempre había asumido que sería Luna; después de todo, ella había sido mi guía y mentora durante tanto tiempo. Pero ahora, al enfrentarme a esta realidad, me di cuenta de que necesitaba tomar una decisión más formal y concretar.

Comprendí que, como líder, era mi responsabilidad asegurarme de que la resistencia estuviera en buenas manos en todo momento. Mi sucesor debía ser alguien de mi sangre, o en su defecto, alguien de mi entera confianza que demostrara integridad, lealtad y un compromiso inquebrantable con la seguridad y el bienestar de nuestra gente.

Elegir a mi sucesor no sería una tarea fácil, pero era una decisión crucial que debía tomarse con seriedad y reflexión.

Al entrar en mi habitación, encontré a Megan durmiendo pacíficamente. Su rostro tranquilo me llenó de alivio, pero no podía evitar sentir una punzada de dolor al recordar quién era la responsable de sus heridas. Había pedido a Luna que intensificara la vigilancia en las entradas de la base y que se lanzará una búsqueda exhaustiva de Lara en todos los rincones posibles. Sin embargo, hasta ese momento, no habíamos obtenido ningún resultado positivo. Todo indicaba que Lara estaba escondida en territorio controlado por Khan.

Había sido un día sumamente agotador, especialmente a nivel emocional. El funeral de Tadeo y la posterior reunión habían consumido la mayor parte de mi energía mental, dejándome exhausta. No había tenido ni un momento para entrenar, lo cual era inusual para mí. En medio de todo el caos, lo único que ansiaba era estar con Megan. La extrañaba en cada instante en que no estábamos juntas, y con todo lo que había ocurrido, no habíamos tenido la oportunidad de hablar tranquilamente. Decidí que usaría las pocas horas que me quedaban antes de dormir para tener una conversación con ella, si es que se despertaba.

Me senté en mi escritorio, dispuesta a hacer una lista de posibles candidatos para los diferentes puestos en la resistencia. Enumeré sus pros y contras, con la esperanza de que esto me ayudara a tomar decisiones más informadas sobre quiénes serían las personas más confiables y adecuadas para cada tarea. Después de aproximadamente cuarenta minutos de reflexión, Megan finalmente despertó.

–¿En qué piensas tanto? 

–Hola, dormilona –respondí con una sonrisa–. ¿Cómo dormiste?

–Bien, ven aquí y dame un beso, ¿sí? –me dijo, adoptando una actitud juguetona. Me acerqué a ella con una sonrisa y le di el beso que pedía.

Ver a Megan en ese estado vulnerable me recordaba lo frágiles que podemos ser todos, incluso los más fuertes. Sentí un impulso aún más fuerte de protegerla y cuidarla, de estar a su lado en todo momento para asegurarme de que estuviera bien. Su fortaleza me inspiraba, pero también me recordaba lo importante que era estar ahí para ella en los momentos difíciles.

–¿Me dirás qué hacías ahí sentada?

–Estaba reflexionando sobre la reunión que tuve con Luna. En tres días asumo el mando y debo seleccionar a las personas responsables de cada área.

–¿Y ya tienes a alguien en mente?

–Sí, Alex y Cris son mis elecciones, aunque aún no tengo claro en qué roles los asignaré. Pero estoy segura de que serán ellos. Y para ocupar el segundo cargo más importante, quiero que seas tú.

–No, no aceptaré ese puesto. –la miré, sin comprender del todo.

–¿Cuál es tu razón?

–Soy la hija de Khan y, por más confianza que me tengan, siempre seré recordada por eso. Además, acabo de llegar y siento que no he ganado ese puesto por mérito propio.

–Pero tienes experiencia, eres una estratega excepcional, conoces sus puntos débiles. Contigo como nuestra comandante o segunda al mando, seríamos imparables.

–No, Cristal. No asumiré ningún cargo. Tienes a Alex, que sería un excelente comandante de tu ejército, y a Cris, que te es fiel. Si tú no estás, seguirá defendiendo los mismos ideales. –Sonrió con dulzura. –Yo estaré a tu lado en cada paso, te brindaré todo mi apoyo y consejo, pero sin necesidad de títulos. Este liderazgo te pertenece a ti.

–Entiendo. Cris era mi segunda opción para tu puesto. –Respondí con una sonrisa. –¿Crees que puedo confiar en Alex como comandante de las tropas?

–Fue el primero en confiar en tus decisiones. Jamás dudó en seguirte.

–Entonces, ellos serán. –La besé suavemente. –Gracias. Y, eh, hay algo más que quería hablar contigo y necesito que estés de acuerdo, porque fue Luna quien tuvo la idea y yo... bueno, yo sí quiero.

–¿Debería preocuparme? –Suspiró con curiosidad, esperando mi respuesta.

–No lo sé. –Sonreí nerviosamente mientras jugueteaba con mis manos. –Al punto. Como sabes, en unos días debo asumir el mando de la resistencia y Luna quiere que lo hagamos juntas. Es decir, que antes de recibirlo, debemos anunciar nuestra relación. Aunque, si te soy sincera, no sé muy bien cómo se hacen estas cosas y si aún se usa pedirle a alguien estar en una relación. Solo pensé que era cosa de asumirlo y ya. –Me incliné hacia su lado en la cama, buscando su mirada mientras buscaba las palabras adecuadas para expresarme.

–¿Me estás pidiendo ser tu novia? Hija de la resistencia. –Tragué saliva y me sonrojé. Normalmente era muy buena con las palabras, pero ella tenía el efecto contrario; me ponía nerviosa. Mi confianza, determinación y carácter se desvanecían, me volvía débil y fuerte a la vez. No era capaz de negarle nada, pero era capaz de matar a quien fuera para mantenerla a salvo. Estaba jodida.

–Sí, hija de Khan. Te estoy pidiendo que seas mi novia, pareja o como quieras llamarlo. No porque lo diga Luna, sino porque me muero por que seas mía. Y no en un sentido de posesión, porque eres libre incluso de mí. Solo quiero que todos sepan que la dueña de mi corazón eres tú y nadie más.

–Sí, quiero.

Los entrenamientos se volvían cada vez más exigentes, y a veces sentía que una hora extra no era suficiente. Me quedaba entrenando por mi cuenta, tratando de superar mis límites. Alex había instalado unas barras paralelas para que Megan comenzará a caminar y recuperar el movimiento de su pierna. Se esforzaba tanto como yo, si no más. Meg había logrado ganarse un lugar especial en el corazón de la gente. Cuando ni Aitor ni yo podíamos acompañarla en sus sesiones de recuperación, siempre había alguien dispuesto a hacerlo. Muchas veces la encontraba intentando caminar con el apoyo de algún residente de la base. Charlaban y reían juntos. Era evidente que, aunque Meg no hubiera aceptado el puesto que le ofrecí, todos la obedecerían y respetarían como a mí.

Querer a Megan era fácil. Con ella, todos los días parecían soleados. Su carisma y su humor eran incomparables; incluso en los momentos más difíciles, lograba arrancarme una sonrisa con alguno de sus comentarios. Cuando la situación requería seriedad, mostraba toda su determinación y su mente calculadora. Era una excelente estratega, una verdadera fuerza para la resistencia y, para mí, aún más valiosa. La admiraba profundamente y ella me daba esperanza de un futuro mejor, un futuro en el que reinara la paz y en el que todos volviéramos a ser libres. Y más importante aún, un futuro en el que pudiera estar a su lado.

A pesar de la intensa búsqueda para encontrar a Lara, no habíamos obtenido resultados. Sin embargo, no me rendiría. Estaba decidida a encontrarla, cueste lo que cueste. Lo preocupante era la sospecha que se extendía por la base: muchos creían que Lara estaba en manos de Khan. Pero Lara no era una persona ingenua, al menos no lo suficiente como para caer en manos de sus hombres o presentarse ante él. Sin embargo, estaba convencida de que Lara haría algo para que Khan supiera que estábamos vivas. Por eso mismo, estábamos dedicadas a planificar distintas estrategias de ataque y defensa. Megan nos había proporcionado toda la información necesaria, pero aún quedaban algunos detalles por afinar.

El día en que asumiría el mando había llegado. Me encontraba nerviosa, pero también llena de esperanza. Todos tenían la seguridad de que conmigo al frente, lograríamos derrotar a Khan y su régimen. Por la mañana, convoqué a Luna, Alex, Cristopher y Megan a una reunión importante. Debía comunicarles quiénes serían mis comandantes y compartir con ellos mi visión para el futuro de la resistencia.

–Ya saben por qué están aquí. Ustedes son de mi total confianza y espero que su respuesta sea positiva, con la promesa de que, si algo me sucede, cada uno de ustedes continuará adelante con los mismos ideales.

–Imagino que tu primer comandante y mano derecha será Megan –afirmó Luna– y dividirás las tropas entre Alex y Christopher

–Megan será una parte crucial del equipo. Su mente estratégica y calculadora nos será de gran ayuda, especialmente colaborando con Alex y Cris. ¿Están de acuerdo? – pregunté, recibiendo asentimientos de ambos –Siempre tendrá una voz y un puesto en la mesa, pero mis comandantes serán Alex y Christopher, ambos en igualdad de condiciones. Desde este momento, las decisiones y estrategias se tomarán en conjunto. Nada se llevará a cabo sin que los cinco estemos de acuerdo ¿entendido? 

–Cristal – dijo Alex –si mueres en batalla ¿Quién tomara el mando? ¿Megan o Luna?

–Será Christopher – se adelantó Megan – al menos que Cristal tenga un hijo 

–Exacto – dije – y según las condiciones en las que vivimos, lo segundo es imposible, así que cris será mi reemplazo en caso de morir – los miré fijamente a todos – sin nada más que decir y esperando que acepten, podemos dar finalizado este tema e ir con las personas que nos esperan fuera para asumir el mando y así dar marcha a nuestros planes de derrotar a Khan de una vez por todas.

Luna fue la primera en aparecer en la baranda del segundo piso, donde se dispuso a hablar con toda la gente que nos esperaba expectante. Detrás de ella estábamos los demás, Megan me tomaba de la mano y yo se la apretaba nerviosa. Cris se acercó a mi oído diciéndome que todo estaría bien, mientras que Alex me dedicó una sonrisa reconfortante antes de recordarme que ahora sería la líder. A pesar de estar nerviosa y sentir miedo, debía demostrar confianza en mí misma, así que me enderecé y tomé aire, dispuesta a mostrarme confiada, segura de mí misma y de mi equipo.

Mi tía se despidió de la gente que la observaba, quienes aplaudieron con entusiasmo. Luego me dio la palabra y miré a todos, cada mirada llena de esperanza me daba fuerzas para seguir adelante.

–Esta vida se nos ha dado para ser felices, amados y vivir en paz. Esa es mi meta para cada uno de nosotros, y si es necesario, daré mi vida para alcanzarla – comencé diciendo con determinación. –Desde hoy, asumo el liderazgo de la resistencia y haré todo lo que esté en mi poder para que cada uno de nosotros sea libre. Nuestro ejército está preparado para enfrentar al enemigo, y muy pronto comenzará la gran batalla. No nos rendiremos.

Giré la cabeza para mirar a Meg, quien me observaba con orgullo y una hermosa sonrisa, lo que me dio aún más fuerzas para continuar.

–Ahora, querida gente de la resistencia, quiero hacer oficial mi puesto y el de mis comandantes. Pero antes, debo confirmar lo que muchos de ustedes ya han visto o escuchado rumores. Megan es leal a nuestra causa, nos ha ayudado con estrategias para derrotar a su propio padre y luchará junto a nosotros como una hija más de esta resistencia. Pero también lo hará porque – respiré profundamente, la miré y extendí mi mano para que se acercara a mi lado – es mi pareja. Es la mujer a la que amo. Esto no significa que dejaré de lado o cambiaré mis prioridades con respecto a ustedes. La resistencia sigue siendo mi hogar, y ahora también es el suyo. Lucharemos juntas para derrotar al mal que nos oprime – se escucharon aplausos y gritos, celebrando nuestra unión, lo que hizo que mi corazón se acelerara de alegría. –Sin más que agregar sobre nosotras, les doy paso a los comandantes de nuestras fuerzas y a mis hombres de confianza, Alex y Christopher. Por favor, adelante.

Ambos hombres se acercaron mientras Megan y yo retrocedemos, dejando espacio para que Alex y Christopher tomaran la palabra. Fueron breves y concisos con sus palabras, mientras la gente los escuchaba con atención. De pronto, se escucharon unos gritos de una mujer. Era Lara, quien venía con dos de mis hombres que hacían guardia en una de las entradas de la base. La tenían firmemente sujeta de los brazos, mientras intentaba forcejear para liberarse. La gente abrió paso para dejarlos pasar, y yo me acerqué nuevamente junto a Megan y Luna a la baranda del segundo piso, observando la escena con atención y preparándome para lo que vendría a continuación.

–¡Suéltenme! –exclamó, forcejeando para liberarse de los hombres que la sujetaban, logrando finalmente apartarse de ellos. –Traigo un mensaje para Cristal y Megan.

Lara

La presencia de Megan en la base era como una espina clavada en mi costado. Me consumía el odio cada vez que la veía, recordando cómo había interferido con mis planes y había arruinado mis oportunidades de tomar el control de la resistencia a mi antojo. Mi deseo era verla alejada de nosotros, abandonada en aquel bosque minado como se había planeado originalmente. Nuestra orden era clara: traer solo a Cristal. Pero el hecho de que la hija de Khan hubiera salvado su vida cambió todo, generando un sentimiento de gratitud en Cristal hacia ella. Este pequeño inconveniente no detendría mi plan, aunque admito que esperaba que Cristal pereciera en aquella mina, pero la segunda opción me era igualmente útil. Además, no podía ignorar la belleza y encanto de Cristal; sería fácil quererla.  

Llegó casi muerta a la base, la idea del plan A seguía en marcha, pero no contaba con que Megan se sacrificara donando su sangre, eso la salvo, ¡no lo podía creer! ¡era la hija del enemigo! ¿Cómo es que le estaba salvando la vida? ¡y dos veces! Me tenía que deshacer de esa mujer.

Con el paso de las horas y los días, la conexión entre Megan y Cristal se volvía más evidente. Mi plan no estaba dando resultado; Cristal, aunque lo negara, solo tenía ojos para la pelirroja. Pasaban la mayor parte del día juntas, lo que me dejaba pocas oportunidades de estar a solas con la futura líder.

Luchábamos en el campo de entrenamiento, y mi determinación ardía con la misma intensidad que el odio que sentía hacia Megan. Observé cada movimiento suyo, buscando desesperadamente una oportunidad para provocarla lo suficiente como para que perdiera los estribos y me agrediera de alguna manera. Pero ¿cómo lograrlo?

Comencé a entrenar en el mismo horario que ellas, con la esperanza de encontrar una oportunidad. Por suerte, Luna me incluyó en el entrenamiento de Cristal, ya que Megan estaba ocupada con ese niño.

Cristal era formidable en la lucha, pero noté un punto débil en su técnica: sus piernas. A pesar de las repetidas instrucciones sobre cómo moverlas y colocarlas correctamente, parecía descuidarlas, concentrándose más en sus movimientos de vista y brazos.

Finalmente, vi mi oportunidad cuando casi me hizo caer durante un ejercicio. En un instante, me aferré a ella y la tiré al suelo, girando nuestros cuerpos para que quedara debajo de mí. Era mi momento de desatar mi plan.

–La pelirroja tiene razón, debes doblar un poco las piernas – murmuré, antes de ponerme de pie y besarla con un aire triunfante. Mi sonrisa se convirtió en una carcajada al notar quién me observaba. Había logrado mi cometido: hacerla perder la compostura.

–Lara, vete – la mirada de desaprobación de Luna era tan dura como su voz, lo que avivó mi furia –Cristal, ve a ordenar junto a Aitor – ordenó Luna, dirigiéndome una mirada seria. – Regresarás a tu anterior horario de entrenamiento, Lara.

–No deberías defenderla, Luna. No somos iguales. ¡Ella es la hija de Khan! ¡Su padre mató a tu hermana! – exclamé, buscando sacudir sus convicciones.

–¡Cállate, Lara, y vete! – su voz resonó con autoridad mientras señalaba la salida.

–¡No entiendo por qué la defiendes! Tú y yo somos muy diferentes – dije con determinación, acercándome a Megan con paso firme. La odiaba, y esta sería la oportunidad perfecta para acabar con todo. Aunque sus manos, antes cerradas en puños, se relajaron ante mi avance, sus ojos mostraban cautela.

–Basta, Lara –se atrevió a decir Megan– Ya la besaste, puedes quedarte tranquila. Ahora déjame en paz, por favor.

–No solo la besé hoy –esbocé una sonrisa triunfante– también ayer –di otro paso sin apartar la mirada.

–Sí, las vi – afirmó Megan, encogiéndose de hombros. –Pero la diferencia es que tú le robaste los besos y te rechazó ambas veces. En cambio, yo –agregó, sonriendo con aire de superioridad– no necesito pedirlos ni robarlos. –Pasó por mi lado con gracia, dejándome en medio del campo de entrenamiento, sintiéndome derrotada y más furiosa que nunca.

Al quedar de espaldas, a unos pasos de mí, sentí cómo la ira se apoderaba de mi cuerpo. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella, lista para darle una patada en medio de su columna, pero la muy perra me esquivó con agilidad. Giré rápidamente y la ataqué con furia, lanzando puñetazos directos a su rostro y su estómago. Sin embargo, Megan resultó ser mucho más rápida y habilidosa de lo que había anticipado. Había subestimado su destreza. Ella detenía o esquivaba cada uno de mis ataques, obligándome a retroceder.

Persistí en mi embestida, empujándola hacia atrás con cada golpe, hasta que finalmente tuve al alcance una de las pistolas que Cristal había usado poco antes. Aunque la lucha continuaba, mis ojos se fijaron en el arma. La agarré con firmeza y apunté directamente al corazón de la pelirroja, con la mirada fija en ella, ignorando a los presentes que comenzaban a rodearnos, observando con horror lo que estaba a punto de suceder.

–¿Qué estás haciendo, Lara? La pelirroja levantó las manos, y por primera vez, vi el miedo reflejado en sus ojos, lo que me provocó una gran satisfacción.

–Te mataré, alguien como tú no debió estar nunca en este lugar 

–¡Lara! – escuché gritar a Cristal – baja el arma 

–¡Cállate! ¡Cristal!

–¡Lara! – gritó Luna, que hizo el intento de acercarse a mí–. Baja esa arma. 

Me distraje por un instante y fue entonces cuando Megan, con un movimiento rápido, me desarmó. Pero no me quedaría de brazos cruzados. No iba a rendirme tan fácilmente. Volví a atacar con golpes más fuertes y movimientos más precisos. A pesar de que ella seguía esquivándome, yo tenía cierta ventaja, ya que aún sostenía el arma en una de sus manos y no parecía tener intención de usarla.

En medio del forcejeo, Megan encontró un momento oportuno para dejar caer el arma al suelo y empujarla hacia Luna. Aproveché la situación para lanzarle una patada directa al rostro con toda mi fuerza, pero ella logró detener el golpe con su brazo. Se levantó ágilmente y comenzó a intentar inmovilizarme. Fue mucho más rápida que yo, y en pocos movimientos me dejó indefensa en el suelo, boca abajo, con mis manos sujetas detrás de la espalda, mientras mantenía su rodilla sobre mí.

Un minuto después, apareció Alex, quien la relevó. Me ayudó a ponerme de pie y pude ver cómo la pelirroja que me había humillado se marchaba, ignorando a todos, incluida Cristal.

Por orden de Luna, fui llevada a la sala de juntas. La actual líder le dio la orden a Alex de quedarse custodiando la entrada desde afuera para poder hablar tranquilas.

Ustedes arreglarán esto de una u otra forma, pero no quiero que se repita – su mirada fue dirigida hacia mí. "Esta vez tuviste suerte", continuó, "Megan solo se defendió. Si hubiese decidido responder a tus golpes, ahora estarías con tu padre tratando de respirar". Sus palabras resonaron con una mezcla de reprimenda y advertencia. Me sentí indignada, pero en el fondo sabía que tenía razón. Si Megan hubiera decidido responder con la misma violencia, las cosas podrían haber acabado de manera muy diferente. Respiré profundamente, intentando controlar la furia que seguía ardiendo en mi interior. La próxima vez, tendría que mantener la cabeza fría y no dejar que la ira me cegara. Pero ¿por qué me importaba tanto lo que pensara Luna? ¿Por qué Megan tenía ese poder sobre mí? Ella era solo una princesita, mientras que yo había sido entrenada desde que tengo uso de razón, sin piedad, sin compasión. Mi padre siempre me decía que era una mediocre, que nunca estaría a la altura del mando, pero ¿y si él estaba equivocado? La resistencia se había convertido en una especie de monarquía, y sentía que yo era la disidente, la que se atrevía a desafiar el status quo. Y el precio de mi rebelión podría ser muy alto. 

–¿Qué mierda tienes en la cabeza? – la voz de Cristal me sacó de mi ensimismamiento –¿de verdad quieres matarla?

–Sí, quería matarla ¡Debí hacerlo! y lo volveré a intentar hasta lograrlo 

–Estás completamente desquiciada

–Desquiciada por ti. Nuestro destino es estar juntas, ya te lo he explicado.

–¡No! No hay ningún destino, Lara. Te lo he dicho varias veces, pero no lo entiendes. Te ofrecí mi amistad.

–¡No quiero tu amistad! – grité sin paciencia –

–¡Entonces no tendrás nada! –Me gritó de vuelta –Hablaré con Luna. Esto que hiciste no puede quedar así. Debes recibir un castigo –su tono era firme mientras controlaba su respiración.

–No tendré ningún castigo –respondí riéndome –Haré un poco de drama, les daré pena y me dejarán en paz.

–Estás realmente desequilibrada. Pero no pienses que volverás a acercarte a ella. Pediré que te mantengan vigilada al menos.

–¿Por qué, Cristal? – pregunté, dando mi mejor actuación, mostrándole a Cristal que realmente me afectaba –¿Por qué ella? 

–Ya te lo dije, me sa… –la interrumpí, no podía escuchar nuevamente esa excusa barata.

–Sí, sí, te salvó la vida, pero eso no justifica que la protejas y defiendas tanto– sentí la ira aparecer nuevamente–¡Esa maldita no merece tu agradecimiento ni nada!

–¡Me enamoré de ella, Lara! –mierda, eso no me lo esperaba.

–No puede ser –solté una carcajada –¡Eres una traidora! ¿Cómo te pudiste enamorar de la hija de Khan? ¡Del asesino de tu madre!

–Porque no es como su padre; ella no tiene culpa alguna –se puso a reír, no se burlaba de mí, realmente estaba feliz con lo que había dicho – Y la amo 

Ella se retiró, dejándome sola en aquella estancia con la verdad recién revelada para ambas. Al parecer, al cerrar la puerta tras de sí y dejarme allí, pude percibir cómo delegaba la custodia a Alex. me resultaría difícil salir de aquí. Debía esperar mi oportunidad; seguramente habría un cambio de guardia. Sus intenciones eran claras: no me dejaría libre. Tendría que recurrir a mi plan B.

Una hora después, escuché cómo Alex pasaba la guardia a otro soldado. Por lo que alcancé a distinguir, era un nuevo recluta, un tanto difícil de convencer. Los recién llegados solían ser leales y sumisos, pero también carecían del entrenamiento que yo poseía. No obstante, confiaba en mi capacidad para persuadirlo o, si era necesario, neutralizarlo. Después de esperar quince minutos, me aseguré de que estuviéramos solos antes de llamar su atención.

–¡No pueden tenerme aquí toda la noche! Necesito ir al baño –lancé esa excusa, sabiendo que era bastante trillada –¡Vamos, fue solo un arrebato de celos! Ya hablé con Cristal, ella lo sabe. Necesito disculparme con Megan –propuse, creyendo que esta segunda opción sería más persuasiva.

–Tendrás que esperar a que autoricen tu salida y que Megan regrese. Acaban de salir con el equipo de Cristopher –respondió el soldado desde fuera de la puerta.

Todo parecía jugar a mi favor. Sería más fácil deshacerme de ella estando fuera de la base. Conocía perfectamente la ruta que seguirían y su destino. Decidí tomar uno de los caballos para no alertar a nadie con mis pasos.

El tonto que me custodiaba cayó en la trampa, aunque me puso unas esposas, colocando mis brazos delante de mi cuerpo, lo que me facilitaría los movimientos contra él, como se notaba la falta de experiencia y la poca astucia, nos topamos con alguno que otro residente que me miraban con desaprobación ¿Qué se creían estos imbéciles? Cuando al fin quedamos solos, me detuve y lo mire, me observó con un gesto de extrañeza, no vio venir el rodillazo entre sus piernas con el cual tuve la oportunidad de pasar mis manos esposadas por detrás de su cuello y propinarle otro rodillazo en la cara, dejándolo inconsciente. Le quité las llaves de las esposas y me liberé, además de robarle el arma de su pistola de la pierna. Me escabullí sigilosamente por la base hasta que logré salir y tomar uno de los caballos. Había pensado en otro tipo de transporte, pero el ruido del motor podría delatarme, y caminar sería demasiado arriesgado, ya que cuando estuviera llegando, ellos ya estarían de vuelta.

Con movimientos sigilosos y decididos, dejé el caballo a unos trescientos metros de donde se encontraba el grupo para evitar que me oyeran llegar. Lo amarré a un árbol y continué avanzando con cautela. Crucé el río, aprovechando las rocas para mantenerme oculta y la corriente no demasiado fuerte. Me escondí a unos cien metros de ellos, esperando pacientemente al amanecer para llevar a cabo mi siguiente movimiento. Mi única esperanza era que dejaran a Megan sola en algún momento, y ese sería su fin. Mi ambición y sed de poder me impulsaban, y nada me detendría en mi camino hacia el éxito.

El sol estaba apareciendo y con los primeros rayos de luz, comenzaron a levantar las redes del otro lado del rio, donde la corriente era mayor y también su profundidad, otros fueron junto a Cristopher por los animales atrapados en las trampas puestas el día anterior. 

Con cautela y determinación, me acerqué al campamento mientras observaba a Tadeo junto a Megan. No esperaba que estuviera con ella, lo que complicaba mis planes. Necesitaba deshacerme de él para poder llevar a cabo mi objetivo sin interferencias. La idea de dejarlo inconsciente para ganar un tiempo precioso para actuar contra Megan me parecía tentadora, pero pronto me di cuenta de que eso no sería suficiente. Tenía que eliminarlo por completo, aunque eso significara matarlo. Mis pensamientos se volvían más oscuros y mi determinación se fortalecía mientras me preparaba para enfrentar esta difícil tarea.

Tadeo afortunadamente para mí, se ofreció a tapar los hoyos usados para baño, así que esa era mi señal para atacarlo, me acerqué despacio por su espalda, rodeándolo con mi brazos por su cuello, haciendo una llave, apreté fuerte y en cosa de un minuto ya le había cortado la respiración sin darle la oportunidad de soltarse ni de pedir ayuda, fue rápido y silencioso, aunque me aseguré de que estuviera muerto, dándole un golpe certero en la cabeza, confirme su pulso ausente y me volví a esconder, esta vez caminando al área donde habían acampado, vi como la pelirroja encontraba el cuerpo inerte de Tadeo. La esperé al lado de lo que había sido una fogata, la escuchaba correr hacia mí, me sentía como el lobo que espera por su presa, que caerá directo en la trampa, ese pensamiento me dibujó una sonrisa sádica en el rostro. Cuando apareció frente a mí, su mirada mezclada entre miedo y sorpresa se combinó con precaución. Toda esta situación me causaba una inusual satisfacción y placer incalculable.

–Corre, corre, conejito –susurré con burla, saboreando cada palabra– te atrapé.

–¿Qué haces acá, Lara? ¿Por qué mataste a Tadeo? 

–Fue una baja no calculada – Encogí los hombros con desdén –En realidad vengo tras de ti, fue fácil pasar desapercibida – le mostré el cuchillo que tenía empuñado en mi mano derecha –

–¿De verdad crees que lograras herirme con ese cuchillo? Si con una pistola no pudiste. 

–Ahora estoy calmada, sé que ahora te matare – maldita, mil veces maldita ¿se cree más fuerte que yo?

–No te acerques más, no quiero hacerte daño, Cristal no te dará otra oportunidad

–No quiero otra oportunidad. 

Megan se defendía con uñas y dientes, claramente esperando que llegaran refuerzos. Pero esta vez, yo estaba decidida a no dejarla escapar. Tenía la ventaja de atacar con un cuchillo, y una pistola oculta como seguro. Cuando se dio cuenta de que no retrocedería y de que estaba sola, empezó a contraatacar. Era su vida o la mía.

Mis ataques fueron certeros. Logré hacerle varios cortes en los brazos, pero eso no la detenía en su intento de quitarme el arma. En un rápido movimiento, clavé el cuchillo en su muslo derecho. Su grito de dolor solo alimentó mi excitación. Estaba convencida de que había ganado.

Rápidamente, traté de dirigir el cuchillo hacia su corazón, pero ella anticipó mis movimientos y agarró el mango con sus manos, pero de igual forma, no logró evitar que se enterrara en su hombro. En un instante, me empujó y caí de espaldas sobre una roca, dejándome sin aliento.

Mientras luchaba por recuperarme, vi cómo Megan se ponía de pie y sacaba el cuchillo de su hombro. Se acercó a mí y me propinó una patada en las costillas. Intenté gritar, pero el dolor me dejó sin aliento.

Con la adrenalina corriendo por mis venas, saqué rápidamente mi pistola oculta y le disparé en el abdomen. Megan cayó hacia atrás, sujetándose la herida con una mano. Aunque trató de levantarse, su fuerza la abandonó y cayó nuevamente al suelo.

–Con esto que estás haciendo –tosió– olvídate de Cristal. 

–Ya no me importa ella –me puse de pie mientras sacudía mi ropa– mi plan después de esto, es ser la próxima líder de la resistencia, ella no quiso unir fuerzas, por tu culpa –me agaché y recogí el cuchillo que estaba cerca – así que tomaré el poder y se la entregare a Khan, tengo un buen plan para lograrlo Megan – puse el filo sobre su pierna haciendo presión, rompiendo la tela– esa herida no se verá bonita, mira, estas empapada en sangre –coloqué la punta del cuchillo sobre la herida y presioné, escuchando los dulces gritos de dolor de Megan – quiero que te desangres hasta morir, que pagues por lo que hizo tu padre, no creo en eso que dicen todos, la gente no cambia, la sangre manda – moví el cuchillo aun dentro de su pierna, la hoja afilada llegó hasta la rodilla, trataba de quitarme, pero la tenía inmovilizada, sus gritos de dolor se podían escuchar por todo el lugar; se escucharon pasos rápidos y la voz de Cris gritar su nombre y el de Tadeo – se demoraron en llegar – la miré dándole una sonrisa sádica – debe ser por las trampas que les deje 

–¡Cristopher! – gritó apenas con fuerza–. Cristal te va a matar –dijo con rabia y dolor contenido.

–Si es que no lo hago yo primero – volví a apuñalarle la pierna y me levanté para salir lo más rápido que me era posible –

–¡Lara! – grito Cristopher –¡Megan! ¿Qué pasó? ¿Tadeo? – alcance a escuchar, pero para entonces yo, ya estaba a varios metros de ellos – 

No me detuve hasta llegar al caballo y montarlo. Me dirigí hacia una zona donde estaban los hombres de Khan, específicamente hacia una ciudadela habitada por personas que no pertenecían a ningún bando, pero que aun así estaban bajo el yugo del dictador.

Los edificios no superaban los cuatro pisos y estaban en un estado deplorable, pero aún eran habitables. Los primeros pisos albergaban tabernas, prostíbulos, tiendas de frutas y carne casi en descomposición, las cuales eran la principal fuente de alimento para la pequeña población humana que habitaba allí.

Decidí entrar a una de las tabernas que estaba ubicada entre dos prostíbulos, cuyas ventanas estaban tapadas con pintura, lo cual agradecí. En ese punto intermedio, sabía que lo encontraría; lo más probable era que estuviera borracho, ya que nunca lo había visto sobrio. Según él, así se sentía mejor y más vivo, excusas estúpidas para evitar enfrentar el peso de su conciencia en la realidad.

Conocí a Elías durante una misión de la resistencia en la que él también participaba. Recuerdo que teníamos que recuperar un cargamento de armas destinado para Khan. La misión fue un éxito, aunque hubo un par de heridos de nuestro lado y dos bajas en el bando enemigo. Sin embargo, en medio de la refriega, lo descubrí pasando información a uno de los tenientes de Khan. Por razones obvias, no lo confronté de inmediato, pero sabía que eso me daría ventaja y aceleraría mi plan.

La taberna estaba impregnada de un olor nauseabundo a orines y fermentación, algo verdaderamente repugnante. Localicé a Elías en una de las mesas, situada en un oscuro rincón y alejada del bullicio. Estaba solo, con tres jarras de algún brebaje desagradable, dos de las cuales ya estaban vacías. Me senté frente a él, provocando que levantara su mirada vacía. Para ser un alcohólico, se veía bastante entero; parecía que los años de excesivo consumo y la carga de su conciencia lo mantenían más lúcido, más alerta.

–Necesito que le envíes un mensaje a Khan –una carcajada sarcástica escapó de sus labios.

–¿Ya te descubrieron, pequeña?

–No, solo quise matar a Megan –sus ojos se abrieron de par en par.

–¿Megan está viva? Eso significa que Cristal también. ¿La tienen encerrada? –esta vez, fui yo quien soltó una risa irónica.

–¿De qué te ríes? –preguntó, frunciendo el ceño.

–Ellas están juntas, Elías. Se enamoraron.

–Esto lo tiene que saber Khan –dijo, todavía asombrado.

–¿Estás loco? Él no puede saber nada aún. Arruinaría mi plan.

–Pero ¿qué dices? Si tu plan ya se arruinó, ya no perteneces a la resistencia. Si no, no estarías aquí, Lara.

–Puede ser cierto, pero aún tengo la oportunidad de deshacerme de ellas. Las quiero muertas, Elías, pero quiero ser yo quien mate a la pelirroja.

–¿Y qué piensas hacer?

–Khan debe saber que están vivas, sin revelar la ubicación de la resistencia. Tendrá que enviar a buscar a su hija. Obviamente, Cristal se negará y pensará que ya es hora de atacar. Por eso, debemos planear la forma en que Megan se entregue sin pelear.

–Iré con el dictador. Espérame aquí. Volveré esta noche, pero tendrás que ser tú quien les lleve el mensaje y esperar que no te maten.

Las horas transcurrieron y la noche cayó, pero la espera por Elías se volvía cada vez más insoportable. ¿Dónde se habría metido ese insensato? No obstante, su tardanza me brindó la oportunidad de reflexionar sobre mis próximos pasos. Tenía claro que al regresar a la resistencia sería detenida de inmediato, pero confiaba en que al mencionar que traía un mensaje de Khan, me escucharían al menos. Probablemente me relegarían a alguna habitación, pues carecían de celdas o cualquier otra medida de seguridad más rigurosa.

Al ver a Elías aparecer unas horas después del anochecer, noté que venía agitado y con algunos rasguños, pero nada grave. Se acercó a donde estaba yo y pidió un trago. Respiró profundamente para calmarse y luego me miró con una expresión seria.

–Te envió un mensaje, bueno más bien, es para Megan –dijo Elías con seriedad, mientras lo miraba expectante, esperando a que continuara –Quiere que vuelva. Se sorprendió al saber que estaba viva.

Escuché atentamente a Elías y luego me puse de pie para emprender el viaje de regreso, pero al dar dos pasos lejos de él, me giré. Había olvidado un pequeño detalle.

–Ven conmigo a las afueras de la ciudadela –le dije –Necesito un último favor –Elías me miró extrañado, pero me siguió.

Llegamos a un lugar que estaba solo alumbrado por la luz de la luna, donde solo se escuchaban nuestras voces y el ocasional canto de los grillos.

–¿Qué necesitas, Lara?

–Tienes que golpearme. No me creerán si llego sin signos de tortura. –Abrió los ojos para luego sonreír y tronarse los dedos. –No te pases, debo ser capaz de llegar sin problemas.

–Como tú digas. –Su puño golpeó directamente mi mejilla derecha, luego otro en la izquierda, seguido de dos patadas en mi abdomen. Continuó golpeándome en la cara hasta que mi labio comenzó a sangrar, momento en que se detuvo.

–Uff… eso estuvo genial. No sabía que necesitaba esto. –Dijo riendo. –Supongo que es suficiente.

–Ah, mierda, eso dolió. –Me levanté, sacudiéndome la tierra de la ropa y limpiándome la sangre de la boca con el dorso de mi mano. El dolor era necesario y justificado; ahora sería más creíble.

–Sí, ahora vete.

Unas cuantas horas después, finalmente llegué a una de las entradas de la base. Los guardias que custodiaban la puerta me apuntaron con sus armas, pero yo los miré con indiferencia. Descendí del caballo con calma, pero antes de que pudiera decir una palabra, me tomaron de los brazos y me arrastraron hacia el interior del recinto. Traté de zafarme de su agarre mientras les gritaba, pero mis esfuerzos fueron en vano. De todas formas, sabía que tenía que seguir con el espectáculo. Finalmente, logré soltarme cuando ya me encontraba en medio de la multitud.

–¡Suéltenme! Traigo un mensaje para Cristal y Megan –grité mientras forcejeaba para liberarme del agarre de los guardias. Mi mirada se dirigió hacia la multitud, y luego hacia el segundo piso, donde las vi a ambas. Sus ceños fruncidos indicaban que no entendían lo que estaba sucediendo. Parecía que Cristal acababa de anunciar su aceptación del puesto como líder.

–¡Llévenla al cuarto de juntas! –ordenó una Cristal visiblemente enfadada.

Khan

La noticia del escape y la posible muerte de mi hija junto a la futura líder de la resistencia fue como una puñalada en el corazón. Primero, su traición definitiva, y luego, su posible pérdida. Aunque albergaba dudas sobre este último aspecto. Megan era demasiado hábil como para caer en esas trampas mortales. Después de todo, yo mismo me había encargado de entrenarla. Ordené una búsqueda inmediata, pero como temía, no encontraron rastro alguno de sus cuerpos. Habían logrado escapar, y mis hombres, habían sido engañados.

Entendía por qué mi hija había ayudado a escapar a esos rehenes. Siempre había sido terca y desafiante, desafiando mis decisiones. Pero lo que no lograba comprender era por qué arriesgaría su vida por esa niña. Después de todo, ¡yo era su maldito padre! Todo lo que había hecho, lo había hecho por ella, para protegerla de cualquier daño. Si no lo hubiera hecho yo, alguien más lo habría hecho, y entonces, no podría haber estado allí para protegerla. Por eso, tomé el poder.

Mi esposa estaba destrozada, sin esperanzas de volver a ver a nuestra hija. Me culpaba, y tenía razón. No debería haberla enviado allí, pero no podía permitirme mostrar debilidad frente a mi ejército ni ante nadie más. Eso me haría perder su respeto. Pero sería solo cuestión de tiempo, una lección para que aprendiera y regresara al camino que había trazado para ella. Después de todo, estaba destinada a tomar el mando una vez que yo muriera. En la noche de su cumpleaños, asumiría el liderazgo de mi ejército. Pero todo eso se vino abajo por culpa de esa maldita hija de la resistencia. Debería haberla eliminado junto a su madre. Ese fue mi primer error. Ahora, tal vez Megan estaba prisionera bajo su mando, y podrían estar cobrándose con ella todo lo que les había hecho. No podía soportar esa idea. Debía recuperarla. Algo dentro de mí me decía que aún estaba viva.

Después de un tiempo, cuando estaba a punto de dar por terminada la búsqueda y de idear un plan para acabar de una vez por todas con esos miserables de la resistencia, apareció aquel hombre: el traidor que me proporcionaba información sobre ellos.

–Comandante –habló uno de mis guardias– Elías, el traidor, dice que trae información importante acerca de su hija

–Que pase –mi cuerpo se tensó al oír esas palabras.

–Comandante Khan –dijo el hombre algo agitado.

–Habla rápido, no tengo tiempo que perder –demandé.

–Megan está viva y se encuentra en una de las bases de la resistencia

–¿Y la hija de la resistencia?

–Ella también, señor. Las dos sobrevivieron al huir. No sé en qué condiciones se encuentra su hija, pero no la mataron.

–¿Sabes su ubicación?

–No, señor. Lara no quiso decir más.

–¡Vienes aquí a decirme que mi hija está viva! ¿¡Pero no sabes cómo ni dónde!? ¿¡De qué mierda me sirve eso!? – mi paciencia había llegado a su límite, pero sabía que debía mantenerme calmado. Al menos podría darle una buena noticia a mi mujer y comenzar con el plan de rescate. Esto no se quedaría así.

–Lo siento, señor –el traidor habló agachando la cabeza.

–¡Vete! Y dile a esa mujer que lleve el mensaje a Megan. La quiero aquí al anochecer del tercer día. A partir de hoy, si no, mataré a todos los prisioneros que tengo bajo mi poder y después iré por todo lo que queda de la resistencia, sin detenerme.

Me dirigí rápidamente a los aposentos de mi mujer, de los cuales no había querido salir desde el día que supo de la desaparición de Megan. Esto la alegraría y la traería nuevamente a mí.

–¡Déjenme solo con mi mujer! –grité a las mujeres que ayudaban.

–¿Qué quieres, K? – me miró enojada y decepcionada.

–Nuestra hija, Jade, está viva –vi el brillo nuevamente en su mirada.

–¿Está aquí? ¿Cómo está? Quiero verla –demandó a la vez que se acercaba a mí.

–Cálmate, solo sé que está viva y que está con la resistencia. No sé su estado, pero ya mandé por ella. Tienen hasta la tercera noche a partir de hoy para entregarla sana y salva.

Mientras las horas pasaban, organicé a mi ejército para el ataque. Esto no lo dejaría pasar. Aunque me entregaran a Megan, los eliminaría de igual forma. La resistencia se había convertido en una piedra en mi zapato y debía aplastarlos como a una cucaracha. Esperaría un par de días después de la llegada de mi hija y arrasaría con todos ellos, incluidos los traidores.

Los días pasaban y el límite de tiempo estaba por cumplirse. Aún no tenía noticias de ellos ni de Megan. Solo faltaban unas cuantas horas para el anochecer y yo ya estaba desesperado. Había mandado a preparar a mis hombres para la ejecución masiva de los rehenes de la mina principal, la misma donde había enviado a mi hija en castigo. La orden era clara: una hora después de cumplido el plazo, si Megan no aparecía, que los eliminaran sin esperar ni un minuto más.

Fui al salón principal donde estaba mi trono, ahí esperaría a Megan junto a mi mujer; faltaba solo media hora para la hora límite y no había señales de ella. Jade se encontraba sentada, apretando sus manos con fuerza, ansiosa por la espera, mientras yo, estaba de pie caminando de un lado a otro esperando noticias, hasta que se sintieron los gritos de los guardias, cuando la puerta se abrió, la vi caminar hacia mí, su rostro no tenía expresión alguna, solo me miraba, no podía descifrarla, no era mi Megan de siempre, me habían entregado a una niña con dolor en su mirada, fría y calculadora, sin sentimiento alguno, al menos era lo que yo veía.

–Padre –sus palabras resonaron en la habitación, con una frialdad que me heló la sangre –aquí me tienes, rindiéndome ante ti por mis acciones. Cometí el error de liberar a esos rehenes y ayudar a la líder de la resistencia a escapar. Debo enfrentar las consecuencias.

Sus ojos se posaron brevemente en Jade, y un destello de pesar cruzó su mirada antes de que ella la abrazara con lágrimas en los ojos.

–Hija –Jade murmuró entre sollozos–, pensé que te había perdido para siempre.

–Madre, lo siento. No fue mi intención causarte tanto sufrimiento –respondió Megan, devolviendo el abrazo.

–Megan, ¿te has vuelto arrepentida o vienes a entregarte? –pregunté, tratando de entender sus motivaciones.

–Vengo a pedir perdón, padre. Quiero asumir mi lugar como comandante de tus ejércitos y acabar con la resistencia. Tengo un plan que llevaré a cabo en una semana para poner fin a todos ellos. 

La presencia de mi hija me devolvió una chispa de esperanza, una oportunidad para poner fin a esos desgraciados de una vez por todas. Sin embargo, me carcomía la incertidumbre sobre lo que había vivido durante su ausencia. ¿Qué terribles tormentos la habían marcado de esa manera? Aunque intenté obtener respuestas, su frialdad me dejó sin palabras. Era evidente que algo oscuro y perturbador había ocurrido en aquel lugar, y me juré a mí mismo vengar cualquier daño que le hubieran infligido. Juntos, ella y yo, acabaríamos con la resistencia y me aseguraría de que ningún enemigo se atreviera a lastimar a mi hija nunca más.

Megan

El camino hacia el lugar donde Lara estaba detenida fue tenso y cargado de ansiedad. Alex, Cris y Luna se adelantaron, nosotras llegamos unos cinco minutos más tarde Durante el trayecto, noté la expresión furiosa en el rostro de Cristal y su mirada llena de determinación. No podía culparla; después de todo, también sentía un deseo ardiente de enfrentar a Lara y ponerle fin de una vez por todas. Sin embargo, sabíamos que primero debíamos escuchar lo que tenía que decir, por más despreciable que fuera.

–Cristal, detente un segundo, por favor – se puso frente a mí con preocupación en su mirada 

–¿Estás bien? ¿te duele algo? Podemos ir más lento 

–No –me puse frente a ella, posando mis manos en sus mejillas –se lo que piensas y quieres hacerle, pero debes calmarte – apretó nuevamente sus labios y bajo la mirada.

–Quiero matarla, casi te pierdo, Megan – frunció el ceño mientras me miraba nuevamente, había rabia en sus ojos, los cuales se habían oscurecido – y ni siquiera hemos podido… –la interrumpí –

Ya podremos – me sonrojé – y no me mató, estoy aquí y debemos saber qué es lo que tiene que decirnos, ya después pensaremos que haremos con ella, pero no la mataremos, no somos monstruos como Khan – prométeme que no trataras de hacerlo –

–No la mataré – acarició mi mejilla y sonrió – pero no te puedo prometer que no le daré su merecido

–Cristal – giré los ojos – no eres un monstruo, no te comportes como tal 

–Lo soy, Megan, si se trata de ti, lo soy y lo seré siempre, no permitiré que nadie más te vuelva a herir – ladeé la cabeza haciendo un gesto hacia un lado con mi boca. Esa actitud de Cristal no me asustaba, más bien la entendía, yo también haría lo mismo por ella, la defendería con mi vida si fuera necesario y a pesar de no asustarme ni incomodarme sus palabras, por alguna extraña razón, verla así, tan empoderada, protectora y territorial, me excitaba ¡Dios! ¡Cuánto deseaba estar a solas con ella, ahora mismo! 

–Solo contrólate ¿sí? –le di un beso suave y rápido, con el cual suspiró, bajando un poco la tensión de sus hombros.

–No sé cómo lo haces, pero tus besos logran calmarme –me dio una sonrisa tierna y me abrazó–. trataré de controlarme.

La conversación con Cristal me tranquilizó un poco, aunque percibí que su furia aún se agitaba bajo la superficie. Entendía su deseo de venganza, pero no quería que se dejara consumir por ella y se convirtiera en un reflejo de Khan. Era crucial mantenerla serena, tanto por su bienestar como por el de todos nosotros.

Cuando finalmente llegamos al lugar donde Lara estaba detenida, nos preparamos para enfrentar lo que sea que ella tuviera que decir. La tensión en el aire era palpable, pero estaba decidida a mantener la compostura y escucharla sin perder la calma.

Al estar a unos centímetros de la puerta que nos separaba de Lara, ambas suspiramos, Cristal giró el pomo y entramos sin mirarla, me ayudó a sentarme y me besó la frente, se giró y en un movimiento rápido se dirigió a Lara, quien estaba sentada, con las manos atadas y la golpeó con su puño en el lado derecho de la cara, dejando a la enana en el suelo.

–¡Cristal! –  Luna gritó, yo solo suspiré, de alguna forma, ya me imaginaba que haría algo así.

–Eso es poco para lo que te mereces por casi matarla, maldita enana – Cristal habló calmadamente mientras se arreglaba la blusa roja que traía puesta– ahora, dinos que mensaje traes – Alex volvió a sentar a Lara en la silla, mientras esta escupía sangre.

–Lindo recibimiento – Lara habló al tiempo que movía la mandíbula tratando de quitarse el dolor del golpe –controla a tu mujer, pelirroja 

–Mejor controla tu boca, Lara – dije –¿Qué mensaje traes de mi padre?

–Khan ya sabe que están vivas – anunció, provocando que todos abriéramos los ojos. Antes de que alguno de nosotros pudiera hablar, Lara se adelantó – no le dije la ubicación de la base, cree que te tienen prisionera y te están torturando – me miró con malicia, lo que me hizo sentir un escalofrío– ojalá fuese así, en fin, tu padre dio plazo para que te entreguen

–¿Cuánto? – preguntó Cris.

El plazo límite será la tercera noche a partir de hoy. Tienes dos días, pelirroja, para llegar a los brazos de papi. Si no, comenzará a asesinar a todos los prisioneros de la mina principal y no se detendrá hasta que estés sana y salva. ¿Qué harás, Megan? ¿Te quedarás o traicionarás a Cristal?

–Mierda –susurré, mirando a Cristal, que me observaba con temor –Cristal, yo... –Tragué saliva, sintiendo que me faltaba oxígeno y mareada –Debo entregarme.

–No – dijo tajantemente arrodillándose frente a mí – no harás eso ¿estás loca? Te matará.

–Debo hacerlo, mi amor – era la primera vez que le decía así, mi corazón latió fuerte al darme cuenta de eso; posé mi mano en su mejilla y la miré tiernamente – no puede morir más gente, no por mi 

–No dejare que hagas eso, Meg – tomó mi mano, como si tuviera miedo que yo saliera corriendo y se puso de pie mirando a Alex – Grandote – habló firmemente – reúne a los hombres y enséñales el plan de ataque y defensa. Debemos liberar a los rehenes de esa mina antes de que Khan los asesine. Saldremos en dos días –se giró hacia Cris –Cristopher, que revisen y preparen los vehículos de ataque, los quiero en óptimas condiciones, al igual que las armas –los dos hombres asintieron y se marcharon. 

–Cristal, debemos pensar bien el ataque, no podemos perder más gente… –dijo Luna –

–No, Tía, no permitiré que ese hombre mate a Megan –la interrumpió, apretando la mandíbula– llévense a Lara a los calabozos ¡y esta vez que tenga tres guardias!.

–¿Y si tengo que ir al baño? – dijo la enana con ironía.

–Ahí tienes un tarro –Cristal pateó hacia Lara un pequeño basurero que estaba en una de las esquinas del cuarto. Si no hubiera estado todavía en shock, me habría reído muy fuerte con esa escena. –¡Llévensela ya!

Cristal se acercó a mí y pasó una mano por mi cintura, indicándome que me pusiera de pie.

–Vamos, necesitas descansar –dijo con suavidad.

–El camino hasta nuestra habitación transcurrió en silencio, lo que me brindó tiempo para reflexionar sobre lo que haría a continuación. No podía tolerar más muertes, pero tampoco quería que Cristal pensara que la había traicionado. Sentía miedo, sí, mi padre podría matarme apenas pusiera un pie en su fortaleza, pero tenía que ir con él. Si no lo hacía, significaría el fin de la resistencia y, posiblemente, el de Cristal. No podía permitir que eso sucediera.

–Amor, sabes que es la única forma de salvarlos – dije mientras apoyaba mi espalda en la puerta ya cerrada –

–No, Meg, no iras, no te perderé, no así – habló dándome la espalda con los puños cerrados.

Sus palabras resonaron en la habitación, llenas de desesperación y amor. Sabía que no quería perderme, pero también sabía que debía ir. Me acerqué a ella y puse una mano en su hombro, girándola para que me mirara a los ojos.

–Es la única opción, debo ir con él, así tendrán tiempo para organizarse y atacar. Cristal, escúchame. No quiero ir, pero no tenemos otra opción. Si no lo hago, mi padre matará a todos los prisioneros. No puedo permitir eso. Tengo que hacer esto por ellos, por nosotros, por ti –le dije con voz firme pero llena de ternura.

Su mirada se encontró con la mía, y en sus ojos oscuros pude ver el dolor y el miedo. 

–No – su voz sonaba rota, cuando se volteó a verme, las lágrimas caían por su rostro, se acercó a mi posando sus manos en mi cara –¿que no ves que no podría seguir sin ti? No puedo perderte, mi amor, yo… –un pequeño sollozo salió de sus labios – no sabría que hacer 

–Vengar mi muerte, Cristal, eliminar a mi padre, darle un mundo mejor a toda esta gente, por mí, por ti, por todos, siempre fue tu destino, eres la líder de la resistencia, la que nació para acabar con todo esto, yo solo soy una pieza más en esta guerra

–No, Megan, esa es mi última palabra, no iras. Atacaremos en dos días, rescataremos a esas personas y mataré a tu padre de una vez por todas, pero contigo a mi lado, viva.

–Pero... – me interrumpió.

–Pero nada, Meg, se acabó, la decisión es mía, yo soy la líder y si tengo que ordenarte que hagas esto, lo haré. Lo hago –me besó la mejilla y me miró triste– lo siento, mi vida, pero no puedo perderte

–Está bien – me rendí – lo haremos juntas, ahora, vamos a dormir, estoy agotada, ven – tomé su mano y la lleve a la cama, hice que recostara su cabeza en mi pecho, pasó su brazo por mi cintura y acaricie su cabeza hasta quedarme dormida; por hoy esa batalla estaba perdida

Desperté al sentir el movimiento de Cristal, quien se levantaba de la cama. Me incorporé lentamente, estirando mis músculos adormecidos por el sueño, y observé a Cristal con determinación mientras se preparaba para afrontar lo que el día tenía reservado para nosotras.

–Lo siento, no quería despertarte, debo juntarme con Cris y Alex para afinar unos detalles y luego reunirnos todos para analizar el mapa de la mina.

–Iré contigo, sé mejor que tú la ubicación de los guardias, las entradas y salidas que ellos ocupan.

–Bien –se acercó y me dio un beso en mis labios, para luego dejar otro en mi frente –te veré en dos horas en el cuarto de juntas, come algo– ya con la mano en el pomo de la puerta, se giró dedicándome una sonrisa – te quiero Meg, no lo olvides – se marchó, dejándome con una boba sonrisa en mis labios – 

La reunión se prolongó por más de cuatro horas, entre debates y acuerdos, pero los planes que habíamos ideado no me convencían del todo. Había algo que faltaba para garantizar el éxito, algo que redujera los riesgos. A pesar de que entregué toda la información necesaria y señalé cada punto débil de la mina y la fortaleza, la sensación de que necesitábamos un conejillo de indias persistía en el ambiente. Todos lo sabíamos, aunque nadie lo expresara abiertamente: yo era la opción más probable para ese papel. Ya había tomado la decisión y a Cristal no le diría, pero me entregaría a Khan, era la única opción para vencerlo y salvar a la resistencia. 

¿Me ponía triste todo esto? Claro que sí. Dejar a Cristal y mi nuevo hogar era una sensación horrible. Esperaba que todo esto valiera la pena, que mi sacrificio y el hecho de romperle el corazón a la mujer que amaba tuvieran algún sentido. Anhelaba que mi plan resultara y que mi padre se apiadara de mí, para que así pudiéramos encontrar un poco de paz en este mundo lleno de caos y sufrimiento.

Me adelanté un poco a Cristal en la habitación. Necesitaba tiempo para pensar en cómo escapar sin ser vista ni detenida. Sabía que a los ojos de los demás parecería una traidora, pero debía dejarle claro a ella que no era así. Tomé una hoja y un lápiz de las cosas de Cristal, destinadas a dibujar, y escribí una carta explicando mis razones y algunas instrucciones que debían seguir en caso de que mi plan tuviera éxito. La guardé en la chaqueta que me pondría al partir, y cinco minutos después, ella entró en la habitación.

–Lo siento –me abrazó por detrás –fue un día muy largo y agotador.

–No te preocupes, todo saldrá bien –coloqué mis manos sobre las suyas, que rodeaban mi cintura. –¿Lograste comer algo?

–Sí, acabo de hacerlo –me giré. –¿Y tú?

–Sí, hace un rato pasé por el comedor y me dieron un sándwich –sonreí. La tomé de la cintura y la besé. 

–¿Ya quieres dormir? –preguntó, alejándose unos centímetros de mi boca.

–No, yo... –Solo anhelaba besarla, consciente de que tal vez sería la última vez. No le pedía más al universo que tener sus labios, sus besos una vez más. –Quiero que me beses, Cristal.

Vi cómo se mordía el labio, indecisa en su primer movimiento. Luego, decidida, me tomó de la cintura con una mano y del cuello con la otra, acariciando mi mejilla con su pulgar mientras me besaba suavemente. Parecía temerosa de romperme, y un suspiro escapó de mis labios, liberando por un instante el miedo y la tristeza que me embargaban. Después de unos segundos, algo cambió en ella. Se apartó bruscamente y me miró con miedo.

–Dime que esto no es una despedida –sus palabras sonaron más como una súplica que como una afirmación segura. Sus manos permanecieron en mis mejillas, obligándome a enfrentar su mirada llena de determinación y miedo. – Estaremos bien, Meg. El plan es perfecto, todo está calculado. Nadie morirá mañana.

Apreté los labios, luchando por contener mis emociones. No podía revelarle que su plan estaba condenado al fracaso porque me iría.

–Sólo tengo miedo – murmuré, hundiendo mi rostro en su hombro mientras la abrazaba. – Sé de lo que es capaz mi padre. Por eso quiero que me beses. Porque sé que mañana podríamos morir. A pesar de saber lo que estamos haciendo, tengo miedo de que esta sea la última vez que pruebe tus labios, que sienta tu aroma, tus brazos alrededor de mí, tus manos acariciándome. No quiero despedirme, Cristal. Quiero aferrarme a la esperanza de que volveremos a estar así, juntas, y que esto no se convierta solo en un recuerdo.

Entonces, la pasión se apoderó de nosotras en un torbellino de emociones y deseos desenfrenados. Sus labios ardían contra los míos, sus manos recorrían mi cuerpo con una urgencia palpable. A pesar del dolor en mi pierna herida, me moví sobre ella, sintiendo la intensidad del momento y dejando que el fuego del deseo nos consumiera.

Sus pechos, perfectos en su suavidad y forma, eran un deleite para mis sentidos. Los acaricié con reverencia, sintiendo su calor bajo mis dedos. Cada gemido suave que escapaba de sus labios alimentaba mi deseo, impulsándome a explorar cada rincón de su piel con devoción.

Mis besos se deslizaron por su cuello y hombros, dejando una estela de sensaciones electrizantes a su paso. Sus mordiscos suaves me hacían estremecer de placer, mientras yo continuaba descendiendo hacia su pecho, ansiosa por saborear cada centímetro de ella.

–Megan – dijo mi nombre con la respiración entre cortada. 

Cuando finalmente llegué a sus senos, mi lengua trazó círculos alrededor de sus pezones, provocando gemidos más intensos y suspiros de éxtasis. La entrega de Cristal a mis caricias solo avivaba el fuego que ardía dentro de mí, y con cada toque, cada beso, nos sumergíamos más profundamente en la pasión desbordante.

No había palabras, solo el lenguaje de nuestros cuerpos entrelazados en un baile sensual y apasionado. Mis dedos encontraron el camino hacia su intimidad, explorando cada pliegue con delicadeza y determinación. El gemido que escapó de sus labios cuando profundice mi toque resonó en la habitación, alimentando mi deseo y haciéndome desear más de ella.

El calor de nuestros cuerpos entrelazados creaba una sinfonía de sensaciones que nos envolvía por completo. Cada movimiento, cada gemido, era una melodía de placer que nos conducía hacia un éxtasis compartido. Mis dedos exploraban su intimidad con delicadeza, mientras ella respondía con suspiros de deleite.

Cuando me acerqué para besarla de nuevo, sentí su deseo palpable en el aire entre nosotras. Sus manos se aferraban a mi espalda, como si temiera que me alejara de ella, y yo no tenía intención alguna de hacerlo. Con cada caricia, cada roce, nos sumergíamos más profundamente en la pasión desenfrenada que nos consumía.

No había palabras para describir la intensidad de lo que compartíamos en ese momento. Era una conexión visceral que trascendía las palabras, una comunión de almas que nos elevaba por encima de todo lo demás. En ese instante, éramos solo ella y yo, perdidas en un océano de placer y amor.

Cada caricia, cada beso, era una promesa silenciosa de amor y despedida. Sabía que esto era solo un momento fugaz en el tiempo, pero estaba decidida a atesorarlo para siempre en mi corazón. Porque, aunque nuestras vidas tomaran caminos diferentes, nuestro amor perduraría más allá de la distancia y el tiempo. 

Su voz, entre gemidos entrecortados, era música para mis oídos mientras continuaba explorando su cuerpo con devoción y pasión. Mis labios se movían con destreza sobre su piel, dejando un rastro de besos y mordidas que la hacían estremecerse de placer.

Cuando llegué a su entrepierna, su reacción fue instantánea. Un gemido profundo escapó de sus labios, y su cuerpo se arqueó hacia mí, buscando más contacto, más intensidad. La miré con deseo, capturando cada expresión de éxtasis en su rostro, grabando en mi mente el recuerdo de su belleza en ese momento.

Sentí sus manos enredarse en mi cabello, instándome a continuar, a llevarla al límite del placer.

Sus palabras entrecortadas, apenas audibles entre sus gemidos, solo aumentaron mi determinación. Aceleré el ritmo de mis caricias, entregándome por completo a su placer, decidida a llevarla al éxtasis más profundo y sublime. Porque en ese momento, no existía nada más que ella y yo, unidas en un vínculo de pasión y deseo que trascendía cualquier barrera

Su reacción fue palpable cuando su mano se aferró a mi hombro y espalda con fuerza, mientras su cadera se movía con una intensidad que anunciaba su inminente clímax. Sus gemidos y respiración se volvieron más fuertes y descontrolados, y su cuerpo se retorcía de placer bajo mis caricias. Verla llegar al orgasmo fue una experiencia sublime, una conexión íntima que nos unió de una manera única. Su éxtasis fue tan intenso que casi logró arrastrarme hacia el mismo abismo de placer.

Subí hacia ella, dejando un rastro de besos por su cuerpo. Finalmente, nos encontramos frente a frente, y ella me sonrió, tomando mis mejillas con ternura y atrayéndome hacia su boca en un beso suave y tierno. Sonreí también, sintiendo una oleada de amor y gratitud por estar junto a ella en ese momento tan íntimo y especial.

–Te amo – dije en medio de un suave y tierno beso.

Sus palabras resonaron en el silencio de la habitación, llenando el aire con un sentimiento profundo y sincero. Me miró a los ojos y respondió con igual intensidad: "También te amo, pelirroja". Su sonrisa me hizo sentir cálida por dentro, y sus mejillas sonrojadas revelaban la profundidad de sus sentimientos.

Esa noche nos entregamos una a la otra con pasión y amor, como si cada momento fuera el último. Hicimos el amor hasta que nuestros cuerpos quedaron exhaustos, y nos dormimos abrazadas, aferrándonos una a la otra con la certeza de que nada ni nadie nos separará.

Desperté unas horas más tarde, con Cristal aún profundamente dormida a mi lado. Con cuidado para no despertarla, me levanté de la cama y me vestí en silencio. Antes de irme, le di un beso en la mejilla, lo que la hizo sonreír en sueños y a mí, soltar una lágrima.

Dejé la carta sobre su escritorio, junto con mi collar que tenía un colgante de triqueta celta, un símbolo de nuestro amor y nuestra conexión. Miré por última vez a la hermosa mujer que amaba, deseando con todo mi ser que esta no fuera la última vez que la veía. Con un nudo en la garganta y el corazón lleno de dolor, me alejé de la habitación, sabiendo que mi destino estaba sellado.

Con el corazón lleno de pesar, logré salir sin inconvenientes de la base de la resistencia. Me subí a una motocicleta que encontré cerca y la encendí a unos cien metros de distancia para no alertar a nadie con el ruido del motor. El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, y sabía que en unas pocas horas Cristal despertaría. Sería yo quien causara su dolor, quien rompería su corazón.

No la había traicionado, pero sí había roto mi promesa de no entregarme a Khan. Sabía que eso le dolería aún más que una traición. Solo esperaba que leyera la carta que dejé y que confiara en mí, aunque fuera en medio del dolor y la decepción.

Ya era casi la hora límite, el camino era largo y tuve que detenerme varias veces a descansar, ya que, a pesar de ir en Moto, la pierna aún seguía doliendo y se me acalambraba de vez en cuando; los guardias me apuntaron con sus armas, por lo que levanté los brazos en forma de paz.

–¡Díganle a mi padre que he vuelto! ¡que me han liberado! – bajaron sus armas cuando apareció el hombre de confianza de Khan, ordenando que no me hicieran daño – 

–Tu padre te está esperando, entra –ordenó.

Al entrar en el salón principal, me enfrenté cara a cara con mis padres, tratando desesperadamente de mantener la compostura. Mi corazón golpeaba mi pecho con una fuerza inusitada, pero no podía permitir que se notara mi agitación. Debía convencer a Khan de mi supuesto arrepentimiento y de mi decisión de regresar para vengarme de la resistencia.

El dolor de dejar a Cristal me estaba destrozando por dentro y sabía que mis ojos traicionaban mi sufrimiento. Sin embargo, reuní todas mis fuerzas para interpretar mi papel. En ese momento, solo quedaba en mí, frialdad y un corazón destrozado por mi decisión. Era una encrucijada dolorosa: o moriría en el intento o ganaría esta absurda guerra traicionando a uno de los bandos.

–Padre –lo miré con una frialdad que no me costaba mantener –aquí me tienes, me entrego ante ti por mi traición al liberar a esos rehenes y ayudar a la líder de la resistencia. Fue un error y debo enfrentarlo –dirigí una mirada hacia mi madre, cuya expresión de alivio y felicidad me hizo sentir un profundo pesar –Madre, perdóname, no fue mi intención causarte sufrimiento.

–Hija –mi madre se acercó y me envolvió en un abrazo, llorando desconsoladamente, lo que partió mi corazón en pedazos –pensé que estabas muerta. Pero por fin te tengo entre mis brazos nuevamente.

–Megan, ¿has vuelto arrepentida? ¿O vienes a entregarte? –odié su pregunta, odié a mi padre en ese momento, pero contuve mi ira y adopté mi mejor tono de arrepentimiento.

–Vengo a pedirte perdón, padre. Quiero tomar mi puesto como comandante de tus ejércitos y acabar con la resistencia. Tengo un plan para llevarlo a cabo dentro de una semana y ponerles fin a todos ellos.

–Bienvenida a casa, Megan –Khan me abrazó, y aunque mi gesto de cariño era falso, me obligué a mantener la compostura –dime, ¿qué te hicieron? ¿Dónde estabas?

–No quiero hablar de eso, fue horrible 

–Megan, debes decirme. Los haré pagar –sabía que necesitaba darle algo, algo que lo convenciera de mi lealtad.

–Tengo un plan, padre –adopté una postura firme –lo que puedo decirte es que están a unas ocho horas de aquí, fuera de tu territorio. Piensan atacar en poco más de una semana, por eso mi plan debe realizarse. Debemos adelantarnos y hacerles creer que tienen todo ese tiempo para que se confíen. En una semana tendré todo listo y caerán. Sé dónde atacarán primero: será la mina donde tienen a su gente y su base estará resguardada solo por un pequeño grupo de soldados, no más de cien. El resto son mujeres, niños y ancianos que no saben pelear ni tomar un arma, y su ejército lo conforman poco más de doscientos hombres, de los cuales solo la mitad irá a la mina. El resto se quedará esperando en caso de que los necesiten si se ven en desventaja. Tenemos muchos más hombres que ellos.

–Perfecto. Tienes una semana, Megan. Reorganiza a los hombres. Asumirás el puesto que siempre fue tuyo a partir de ahora.

   Cristal: confiar

Las manos de Megan provocaban un cosquilleo en mi piel, sus besos me arrancaban suspiros. Esa noche le entregué todo de mí, fue mi primera vez con alguien a quien amaba profundamente. Todo se sentía diferente, en cada beso y en cada caricia se expresaba lo que no nos decíamos con palabras. Ojalá hubiera sido en otras circunstancias, en un tiempo donde solo importara nuestro amor y no reinara el sentimiento de pérdida ni el miedo a separarnos. La amaba y ella a mí, y aunque fui feliz, sentía que cada beso era una despedida. Esta guerra no tenía sentido, todo el mundo se había ido al traste y nosotras éramos el epicentro de todo, sin pedirlo, sin desearlo, con el futuro de toda esta gente en nuestras manos.

Me quedé dormida entre sus brazos, sintiendo el suave palpitar de su corazón. Pero al despertar, mi mundo feliz se desvaneció. Primero creí que estaría en las duchas o quizás afinando los últimos detalles con Cris. Pero al acercarme al escritorio, la vi: una hoja doblada en dos con su collar sobre ella. Sentí una punzada en el pecho y con miedo me acerqué hasta ellos. Tomé el collar y lo dejé colgando de mi mano, mientras abría la carta. Mis manos temblaban y con cada oración una lágrima caía de mis ojos.

Cristal, mi amor, sé que te prometí no entregarme, y te fallé. Lo lamento profundamente. Pero tenía que hacerlo, por ti, por la resistencia, por nosotras. El plan que tenemos no funcionará, y lo sabes. No quiero más muertes de las que no podemos evitar. Si me quedaba, era muy probable que todos termináramos muertos.

Me voy sabiendo que te fallé, con el corazón roto, pensando y rogando que mi padre se apiade de mí y crea que estoy arrepentida. Espero que me perdone y me devuelva el puesto al que ascendería el día de nuestro cumpleaños. Eso es parte vital de mi plan para ayudarte a vencer. Le pediré una semana a partir de esta noche, así que, por favor, prepárense. En tres días haré llegar las instrucciones que deben seguir para atacar. Si mi plan sale como pienso, pronto seré la comandante de las tropas de Khan. Por favor, mi amor, no pienses que los estoy traicionando. Jamás lo haría. 

Seré yo quien entregue una carta con las instrucciones y estrategia. Envía a alguien de confianza a la frontera límite de las tierras de mi padre. Estaré esperando una hora después del anochecer en un edificio de tres pisos que tiene pintado el símbolo de mi padre. Que tu hombre espere dentro, a un lado de la puerta principal, solo por dos horas como máximo. Si no llego, es porque no pude conseguir el perdón de Khan y ya no estoy en este mundo. Te pido perdón por eso. Si ese fuera el caso, debes alistarte para escapar. Hay un lugar a no más de tres horas caminando, al norte: una ciudadela abandonada. No seré yo quien les dé su ubicación, pero es cuestión de tiempo que Khan lo sepa.

Y, mi amor, jamás olvides que te amo.

Perdón… 

Megan 

–No se supone que sería así, pelirroja –dije, colocando la carta en mi pecho junto a mis manos, mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Después de unos minutos, me sequé las lágrimas y tomé el collar de Meg, colocándomelo. Me hice la promesa de que volveríamos a estar juntas.

Tenía muchos sentimientos en ese momento: estaba enojada con ella, preocupada, triste y, a pesar de todo, la admiraba por su estúpida valentía.

Guardé la carta de Megan en un bolsillo de mi pantalón y salí de la habitación. A unos cuantos metros, me encontré con Aitor.

–Aitor –lo llamé, y noté su mirada algo extrañada. Supongo que notó que había llorado –Ve por Cris, Alex y Luna. Diles que los espero en la sala de juntas en quince minutos. Es urgente

–¿Estás bien? –preguntó, ladeando la cabeza –¿Y Meg?

El nudo en mi garganta volvió a aparecer.

–Ve, Aitor –insistí, conteniendo las emociones que amenazaban con desbordarse.

Continué caminando mientras observaba cómo el niño corría. No sabía cómo enfrentar esta situación. Debía contener lo que sentía y mostrar mi mejor voz firme. Les mostraría la carta de Megan para dejar en claro que no nos había traicionado y que seguiría ayudándonos, aunque ahora desde territorio enemigo. Necesitaba mantener la esperanza de que seguía con vida, porque si no, me destrozaría.

Quince minutos exactos después, entraron los tres juntos, preocupados. Al verme, supieron que algo había pasado con Meg, ya que no me acompañaba como siempre.

–¿Y Megan? – Luna fue la primera en preguntar.

–Se fue – tragué saliva, luchando contra el nudo en la garganta– dejó esto, léanlo –les alcancé la carta.

–Mierda, Cristal –dijo Cris, y todos me observaron–¿Qué piensas hacer?

–Confiar en ella. No nos queda otra opción – esta vez fue Alex quien habló. 

–Exacto – asentí –pero por ahora, Cris, debes enviar un escuadrón a explorar la ciudadela de la que habla Meg en la carta. Necesitamos asegurarnos de que no haya peligro. Saldrán en un par de horas.

–Entendido – afirmó Cristopher –¿y a quién enviaremos para juntarse con Megan?

–Debería ir Alex o Cristopher. Son tus hombres de confianza y conocen el área a la perfección– mi tía se veía confiada al presentar esa opción. 

–No, iré yo – interrumpí.

–Pero, Cristal, podría ser una trampa. ¿Qué pasa si se enteran de que te juntarás con ella? ¿Y si...? –Luna comenzó, pero la interrumpí.

–No lo digas. Seré yo quien vaya, y no aceptaré quejas. Si es una trampa, lo sabré antes. Y si ella... –moví la cabeza, eliminando ese pensamiento –no me quedaré aquí esperando una respuesta, sea la que sea. Debo ser yo quien lo averigüe personalmente.

Al terminar la reunión, me dirigí al gimnasio. Necesitaba drenar todo lo que sentía, correr, golpear algo, lo que fuera necesario para quedarme sin energías y simplemente dejarme caer en la cama sin conciencia. Confiar en Megan nos había dejado sin mucho que hacer durante un par de días hasta nuestro encuentro. La expedición que le encargué a Cris me traería noticias hasta el siguiente día, y Alex se encargaría del resto de las tropas. En cuanto a Luna, prefería mantenerme lejos de ella. No quería su sabiduría ni sus quejas. ¿Qué carajos? Yo era la líder, y mi palabra tenía más peso que la de cualquiera aquí. A pesar de decir que las decisiones las tomaríamos entre los cinco, sabíamos perfectamente que, si yo me negaba a seguir un plan, nadie podría contradecirme.

Llevaba media hora corriendo, había aumentado el ritmo gradualmente, pero mis pulmones ya no podían más. Sin embargo, eso no era suficiente para mí. Decidí cambiar al sector de golpear el saco de box, pensando que eso me ayudaría más. Los primeros golpes fueron medidos, pero pronto sentí cómo todas esas emociones dentro de mí me dominaban por completo. Cada puñetazo y cada patada eran más fuertes que el anterior. Mis nudillos comenzaron a doler y la sangre comenzó a manchar el saco gris, pero no me detuve. Después de un rato, continué solo con mis puños, sintiendo como si un volcán hubiera entrado en erupción dentro de mí, destruyendo todo a su paso con su lava ardiente. Las lágrimas fluían sin control, pero aun así seguí golpeando con más fuerza. Las manchas de sangre ahora llegaban hasta el piso. Mis manos estaban rotas y no sentía dolor, porque la rabia, el miedo y el temor a perderla eran más grandes que cualquier sensación física.

–¡Cristal! ¡Detente! –Escuché a alguien gritar, acercándose rápidamente con paso firme. Pero no hice caso.

–¡Aléjate de mí, Cris! –Respondí sin detenerme, reconociendo su voz.

–Tus manos, están sangrando. Debes detenerte. –Dio un paso hacia mí. –Ven, te llevaré con Sara.

–¡No quiero tu ayuda, Cristopher! ¡Mis manos están bien! –gruñí alejándome de él. 

–Míralas, Cristal. No están bien. –Habló con la voz rendida. –Por favor.

–¡Aaaah! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierdaaaa! –Grité mientras daba tres golpes más con tanta fuerza que la cuerda que sostenía el saco de box cedió. Fue entonces cuando caí sobre mis rodillas, respirando fuerte y descontroladamente, lloré todo lo que no me había permitido hacerlo. Cris me abrazó para consolarme.

–Ella estará bien. Debes confiar en que su plan dará resultado. Sabemos perfectamente que no es fácil de derribar. Es fría y calculadora cuando se lo propone. Por favor, no te derrumbes. Debes ser fuerte.

–No puedo perderla, Cris. No a ella. Esta maldita guerra ya me ha quitado demasiado.

–No lo harás. La verás en unas noches. La tendrás entre tus brazos nuevamente. –Tomó mi cara y me dedicó una sonrisa que, en parte, alivió un poco mi sentir.

–Te juro que lo primero que haré será pegarle una patada en el trasero por hacerse la valiente. Y después... –Una última lágrima escapó. –La besaré.

–Ven, vamos con Sara –me ayudó a ponerme de pie.

Sara me curó las heridas de las manos y me puso unas cuantas vendas. Le dije a Cris que iría a limpiar el desastre que había dejado en el gimnasio, pero se negó, diciendo que ya había mandado a un par de soldados a hacer ese trabajo.

–Ve a descansar. Alex y yo nos encargaremos de todo –Me miró con preocupación.

–Gracias, pero debo hacer algo primero.

–¿Qué cosa? –Entre cerró los ojos.

–Nada importante. Estaré bien. –Le sonreí de lado.

Una vez que me asegure que nadie me seguía, camine hasta donde teníamos encerrada a Lara, bajo mis ordenes, la resistencia había adecuado un sector de las vías férreas como celdas. Construyeron una especie de cuarto donde se encontraban tres espacios individuales cerrados con barrotes. En uno de ellos estaba Lara. No había mucha luz, solo un par de lámparas de carbón, tóxicas, sí, pero ¿qué más daba? El lugar era bastante húmedo y frío. Ella se encontraba en un rincón de la celda, apoyada contra la pared, abrazando sus piernas. Se veía mal. Sus ojeras eran bastante oscuras y estaba algo más pálida de lo que ya lo era. 

–Espero que estes disfrutando la estadía en este hotel de lujo – hablé con ironía – 

–Es un lujo estar aquí, dejare una buena reseña – me miró sin hacer otro movimiento –¿Qué te trae aquí? 

–Necesito saber quién es el traidor. No puedo arriesgarme a que revelen nuestra ubicación.

–No te lo diré, preciosa

–Me lo debes Lara, por lo que le hiciste a Meg, agradece que estas aquí y no te están torturando

–La resistencia no hace esas cosas

–Tal vez ellos no, pero yo sí. Así que habla, si no quieres enfrentarte a eso.

–Veo que la influencia de la hija de Khan te ha enseñado algunas cosas –su tono era irónico –Hablando de ella... ¿Por qué no te acompaña? Siempre andan juntas –miré hacia otro lado, apretando los puños y reprimiendo un nudo en la garganta –Está ocupada con asuntos más importantes.

–Se ha ido, ¿verdad? –la miré con rabia –Sí, eso es, por eso estás aquí. ¿Ya ha muerto a manos de su padre? ¿O te ha traicionado?

–Dime quién es el traidor, Lara –mi mandíbula estaba tensa de rabia –o...

–¿O qué? –soltó una carcajada –¿Qué harás, gran líder?

–Te mataré –su risa se intensificó, provocándome. Abrí la cerradura de la puerta de la celda y entré, cerrándola tras de mí. La miré fijamente, luchando por contenerme mientras ella seguía soltando veneno.

–Vamos, Cristal, no me asustas –se levantó –Sabes que no serías capaz.

Me acerqué con la vista nublada por la rabia, tomándola del cuello y levantándola en puntillas. Comencé a apretar, ahorcarla – habla, Lara, dime su nombre – Sus manos intentaban liberarse de las mías, pero ignoré el dolor en mis heridas y apreté con más fuerza. Intentó golpearme, pero sus golpes no lograron detenerme. Mi determinación era clara: iba a matarla, tal como ella intentó hacerlo con Megan. ‘Ella no me dejaría hacerlo’ pensé. Finalmente, solté el agarre y la dejé caer al suelo, escuchando sus tosidos mientras se sujetaba el cuello.

–¡Estás loca! –le propiné un golpe con todas mis fuerzas en las costillas con mi pie.

–¡Habla! –le di otro golpe, exigiendo que revelara el nombre del traidor. La tomé del cuello de su camisa y la golpeé nuevamente. –¡Dime su maldito nombre!

–¡Elías! –se quejó, soltando la información. –Es Elías.

–Ya tengo lo que necesito. –La arrojé al suelo con fuerza antes de cerrar la puerta de su celda. Antes de irme, me giré y le lancé una sonrisa irónica. –Que disfrutes tu estadía.

Decidí esperar el encuentro con Megan para advertirle sobre Elías, pero tenía la intuición de que no actuaba solo. Hacía mucho tiempo que no aparecía por la base, y muchos creían que estaba muerto. Debía haber alguien más que le estuviera entregando información. Lara era una cobarde y probablemente habría mencionado otro nombre para salvar su vida. Tenía que averiguarlo pronto.

Entonces, le encargué a Alex esa tarea. Él sería el indicado para encontrar al otro traidor, dado que era quien mejor conocía a la gente de la resistencia y además estaba en la base en ese momento, ya que Cris se había ido con el escuadrón a la ciudadela mencionada por Megan. Ideamos una trampa: la rata era alguien de nuestras tropas, por lo que decidimos proporcionarles un plan falso. Consistía en mover algunos hombres cerca de la frontera para vigilar y evaluar la posibilidad de un ataque sorpresa. Era un plan arriesgado, pero voluntario. El traidor, sin duda, se presentaría ante Alex, al igual que muchos otros, pero intentaría alejarse para comunicarse con Elías. Hasta ese momento, nuestro ejército solo conocía el plan B de la ciudadela y el falso plan de ataque. El encuentro con Cristal seguiría siendo un secreto entre nosotros cinco.

Estaba agotada, física y mentalmente, opté por irme a la habitación para tratar de descansar un poco, pero el entrar a ese lugar, me hacía extrañar a mi pelirroja, aun así, me recosté en la cama y cerré los ojos, me quedé dormida unas cuantas horas, aunque no pude evitar soñar con ella. Al escuchar el sonido urgente en la puerta, me levanté de la cama de golpe, todavía aturdida por el sueño. Al abrir, me encontré con Alex, con una expresión seria y preocupada en su rostro.

–Grandote ¿Qué hora es? – dije pasándome la mano por el cabello – pasa y cierra la puerta, disculpa, me quedé dormida

–Ya es media noche – mierda ¿tanto había dormido? Me miró preocupado –¿estas bien?

–Sí, sí. Sólo un par de pesadillas dime ¿Qué pasa?

–Creo saber quién es el traidor, la información a las tropas está dada, media hora después vi salir a Dante por una de las salidas ocultas, lo seguí por unos veinte minutos, iba en dirección hacia el territorio de Khan

–¿Tenía alguna misión extra?

–Ninguna

–Entonces está claro –suspiré–. es él.

–¿Cuál es el siguiente paso?

–Esperar que regrese. En cuanto lo haga, lo llevas directo al calabozo para interrogarlo. ¿Crees que volverá pronto?

–Debería estar de vuelta al amanecer. Tendremos la información para mediodía.

–Gracias, Alex. –Agradecí con un gesto de cabeza mientras abría la puerta para salir. Antes de marcharse, se volteó.

–Ella estará bien. Es lista y la mejor luchadora y estratega que he visto en mi vida.

–¿Mejor que quién? –Le miré, arqueando una ceja, intrigada.

–Lo siento, pero sí. –Me guiñó un ojo antes de desaparecer por la puerta.

Me senté en mi escritorio, tomé los lápices y algunas hojas en blanco. Mis manos, guiadas por el recuerdo de su rostro, comenzaron a dibujar. Cada trazo era ella: sus ojos, su sonrisa, cada detalle que no quería olvidar. Me sumergí en el arte, encontrando en cada trazo un refugio para mis pensamientos y emociones. Me repetí a mí misma que todo saldría bien, que pronto volvería a verla. ¿Sería una tortura la espera hasta entonces? Sí, sin duda. Pero la esperanza, esa pequeña luz en la oscuridad, sería mi fuerza para seguir adelante.

La ansiedad me estaba consumiendo. Faltaban solo unas cuantas horas para volver a verla, pero la sensación en mi estómago era terrible. Cris me había obligado a comer algo mientras me regañaba por haber bajado a confrontar a Lara y golpearla. En cuanto a Dante, Alex lo había llevado directo a los calabozos, donde fue interrogado. Cuando supe de su presencia en la base, me apresuré a llegar hasta donde lo tenían detenido. Me permitieron estar allí como espectadora. Después de ver lo que le había hecho a Lara, me fue fácil contenerme. El desgraciado habló sin mucha presión. Nos aseguró que Khan no sabía de nuestra ubicación ni de la ciudadela, y prometió que Elías no revelaría nada. No nos quedaba más que confiar en su palabra. ¿Por qué lo había hecho? Solo nos dijo que le habían prometido que él y su familia no serían torturados y que los dejarían libres una vez que el dictador acabara con la resistencia. Miedo, eso era lo que lo dominaba. Lo entendía, pero no lo justificaba.

El territorio de Khan quedaba a unas diez horas de distancia, mientras que el lugar de encuentro estaba a unas nueve horas. Cris insistió en acompañarme, prometiendo esperar en alguno de los edificios cercanos. Acepté su oferta, aunque no tenía forma de negarme.

Preparamos uno de los vehículos pequeños para nuestro viaje, asegurándonos de esconder un par de armas en nuestro cuerpo, como pistolas y cuchillos, además de algunas más en el auto. Planeábamos dejar el vehículo a unos cincuenta metros del punto de encuentro. Cris se bajaría un poco antes para rodear el camino y evitar ser detectada en caso de que fuera una trampa.

–Cris, dame dos horas extras – dije sin apartar la mirada del camino, ya con el vehículo detenido – solo en caso que no llegue Meg, no entres hasta que te de la señal, por favor

–Dos horas extras, Cristal, después entraré a buscarte, no esperaré señales, sabemos lo que puede significar eso y no te dejaré caer ¿entendido?

–Gracias. 

La espera se volvía más agónica con cada minuto que pasaba. Cada sonido parecía más fuerte en el silencio de la noche. Mis pensamientos eran un torbellino de emociones mientras esperaba en la oscuridad. La luz de la linterna temblaba ligeramente en mis manos, reflejando mi nerviosismo.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, escuché un ligero crujido que indicaba que alguien se acercaba. Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras me preparaba para lo que fuera a suceder.

Mi pie no dejaba de moverse, ya estaba impacientándome, jugaba con la cadena de Megan en mi cuello, ya había pasado una hora de la hora pactada y me estaba entrando una ansiedad horrible; levanté la cabeza cuando la puerta se abrió con fuerza y alguien entró corriendo, tomé mi arma, poniéndome en posición para apuntar y entonces la vi, sus hermosos ojos grises me miraban asombrada.

El alivio inundó mi ser al verla entrar, ilesa y segura. Mis preocupaciones y temores se disiparon en un instante al encontrarme con su mirada. Dejé el arma a un lado y me levanté de la silla, dejando escapar un suspiro de alivio.

–Cristal.

–Hola, pelirroja. ¿Esperabas a otra persona? –le dediqué una sonrisa, aunque mi corazón latía con fuerza.

–Te pedí que enviaras a alguien de confianza. No pensé que vendrías.

–Y yo te pedí que no te entregaras. Y aquí estamos –encogí ligeramente los hombros tratando de ocultar la preocupación.

–Lo siento. Yo... era la única opción para salvarlos –noté su vacilación mientras se acercaba hacia mí –¿Confías en mí, Cristal?

–Nunca dejé de hacerlo. Pero despertar sin ti fue una agonía. Aún estoy molesta contigo, Megan. Te juro que te patearía el trasero si no te amara como lo hago, pelirroja.

Me acerqué a ella, posando mis manos en sus mejillas y la besé con pasión. Ella correspondió al beso, sus manos se deslizaron hacia mi cintura, atrayéndome más hacia su cuerpo. Entre besos entrecortados, pronunció esas palabras que hicieron latir mi corazón con fuerza: "Te amo, Cristal". Sin despegar nuestros labios, poco a poco la fui empujando hacia atrás hasta que su espalda chocó suavemente contra la pared. Coloqué mi palma sobre la superficie sólida para evitar que se golpeara al llegar.

–No deberíamos estar haciendo esto, se preocuparán en la base si te demoras más tiempo del necesario –dijo Megan, sin dejar de besarme.

–Cris debe saber que estás aquí, vigila desde el edificio del frente, tiene órdenes estrictas de no entrar, al menos que no vinieras –susurré entre besos, sintiendo su aliento cálido en mi piel.

Hablamos entre susurros y caricias, sin separarnos un solo centímetro.

–Bien hecho, hija de la resistencia –sentí su sonrisa en mis labios.

–Megan, ya no hables y hazme tuya –me dedicó una mirada traviesa y yo, me mordí el labio, sintiendo cómo la pasión se apoderaba de nosotros.

En un movimiento rápido, Megan me hizo girar, dejándome contra la pared. Me regaló un rápido beso en los labios y luego se dirigió a mi cuello, lo besó y lo mordió con pasión. Sus manos, que estaban en mi cadera, subieron por mi torso hasta llegar a mis pechos, aún cubiertos por mi ropa. Con habilidad, retiró mi chaleco antibalas y lo dejó caer a un lado. Luego, volvió a tomar mi cintura y deslizó sus manos por debajo de mi ropa, ascendiendo hasta mis pechos con una de ellas, mientras que la otra acariciaba mi espalda y mi trasero.

Mis brazos se enredaron alrededor de su cuello mientras mis dedos se perdían en su cabello rojo. Con destreza, Megan desabrochó mi blusa, revelando mi sujetador que se abrochaba por delante. Sus manos no perdieron tiempo en acariciar mis pechos al descubierto, llevando uno de ellos a su boca y arrancándome un suspiro de placer. Ascendió de nuevo a mis labios para regalarme un beso cargado de lujuria y excitación.

Después, su mano descendió hacia la pretina de mi pantalón, desabrochado el broche con delicadeza y deslizándose con suavidad hacia adentro. Sus dedos trazaron un camino ascendente, provocándome suspiros de placer. Cuando llegó a mi punto más sensible, mi boca, que unos instantes antes se había perdido en su cuello, descendió hacia su clavícula, donde no pude evitar morderla levemente, arrancándole un gemido de placer. A pesar de ello, Megan continuó sus caricias, provocándome más gemidos y suspiros llenos de excitación.

Después de un momento, volvió a besarme con pasión mientras me envolvía con cada movimiento. Mi espalda se arqueó involuntariamente por el placer, pero luego recuperé algo de cordura y bajé mi mano para explorar su piel con la misma intensidad que ella me estaba dando.

–No, preciosa –retrajo su cadera para detenerme–. Amo que me toques, te amo, pero esto también es mi forma de disculparme por ser una imbécil.

–Ya te disculpé ... –su mano seguía moviéndose, lo cual me dificultaba para hablar –desde que ...–mis dedos se aferraron a su hombro por el placer que me provocaba–. entraste por esa puerta –me mordí el labio, evitando que saliera otro gemido –Quiero estar contigo y sentirte cerca.

No hicieron falta más palabras. Megan se acercó aún más a mí, y sin dudarlo, me abrí paso a su entrepierna. Con rapidez, deslicé la cremallera de su pantalón y deslicé mi mano dentro de su ropa interior. Ella buscaba algo donde agarrarse con su mano libre, hasta que encontró la pared detrás de mí, justo al lado de mi cabeza. Mientras tanto, mi otra mano la sujetaba con firmeza por la nuca, manteniendo su boca cerca de la mía. Entre besos desesperados, podía sentir su respiración agitada

Unos segundos después, nuestros orgasmos llegaron al unísono, fusionándose en un momento de éxtasis compartido. Nuestras cabezas, tanto la suya como la mía, descansaban en nuestros hombros, con los ojos cerrados, mientras luchábamos por recuperar el aliento.  

Después de un momento, ella se recuperó primero. Me tomó del mentón, haciendo que la mirara directamente a los ojos, y me dedicó una amplia sonrisa. Luego, me besó con pasión, mordiendo suavemente mis labios.

–Te extrañaba –susurró mientras besaba la punta de mi nariz con ternura –Te amo.

–Te amo también, pelirroja valiente –respondí, abrazándola con fuerza.

–Podría hacerte el amor toda la noche –dijo con una sonrisa traviesa, besando mi frente –Pero creo que Cris ya debe estar desesperado por entrar y comprobar en qué condiciones te tengo y si realmente no te he traicionado.

–Si no ha entrado aún, es porque seguramente ha adivinado lo que estábamos haciendo –reí –Espera un momento, lo llamaré para que entre.

Me alejé hacia la puerta de entrada del edificio y le hice una señal con mi linterna. Cinco minutos después, lo vimos entrar.

 Megan y Cristal: un último deseo

Megan

–¿Me llamaron? – Cris entró con una gran sonrisa – hola, Meg, veo que ya se reconciliaron 

–Cris – le llamé la atención, pero me ignoró.

–¿Qué? Las mejillas rosadas, las delatan –Cristal soltó una carcajada, y sentí cómo mis mejillas se encendían. 

–Será mejor que cambiemos el tema –sugerí, tratando de desviar la conversación. 

Les expliqué el plan con detalles meticulosos, y ambos prestaron mucha atención. Era un plan sin fisuras, pero les hice una petición especial: independientemente de lo que ocurriera, les rogué que no hicieran daño a mi madre. Afortunadamente, aceptaron sin objeciones. Mi madre nunca había tomado partido en contra de la resistencia ni se había entrometido en las decisiones de mi padre. Su temor a las represalias del dictador superaba con creces el amor que sentía por él.

–Tienes claro que la tomaremos como prisionera ¿verdad? – preguntó Cristopher con preocupación.

–Sí Cris, solo no la toquen, no lo merece, ella no quería nada de esto –respondí con determinación.

–No te preocupes, daré la orden para que solo sea llevada como prisionera sin dañarla. 

–Gracias –le dije con gratitud.

–Ya es hora de irnos, Cristal –Cris se dirigió hacia la puerta –Te espero afuera. Cuídate, Meg. Nos vemos pronto.

Los ojos de Cristal reflejaban una tristeza palpable, y yo tampoco quería separarme de ella. Pero era necesario. Mi ausencia podría levantar sospechas por parte de mi padre, y en la resistencia estarían preocupados. Solo nos quedaba esperar que esta guerra terminara y que ambas saliéramos con vida de todo esto.

Me acerqué a ella y de inmediato se aferró a mi cuerpo en un abrazo firme. Respiramos profundamente al unísono, conscientes de que este momento de cercanía pronto sería un recuerdo lejano. Extrañaría su aroma y la sensación de tenerla cerca, su sonrisa al despertar y la calidez de sus ojos cada vez que me miraba. ¿Por qué el amor tenía que ser tan doloroso? ¿Por qué todas nuestras elecciones parecían estar teñidas por la tragedia? Desearía haber vivido en un tiempo donde solo nos preocuparan las discusiones triviales de una pareja normal, pero nuestras vidas se desenvolvían en un mundo marcado por el caos y la muerte, donde el futuro de todos dependía de nuestras decisiones.

Nos separamos unos centímetros, y ella desvió la mirada hacia el suelo. Con suavidad, coloqué mi mano en su mentón para obligarla a mirarme. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, y en ese momento, mi corazón se hizo pedazos.

–La hija y líder de la resistencia no debería estar llorando, mucho menos por la hija del dictador Khan – le sonreí con tristeza mientras secaba sus lágrimas –

–Pero sí, por el amor de mi vida, ella se merece mis lágrimas y mis sonrisas – acarició mi mejilla con ternura.

–Me pondré celosa de ella –levanté una ceja en tono juguetón.

–Tonta –me dio un beso tierno que duró unos segundos– te amo, por favor, mantente viva.

–Tú también – respondí, sintiendo un nudo en la garganta mientras veía cómo se alejaba hacia la puerta, sin soltar mi mano. Cuando estaba a punto de dejar que nuestro contacto se desvaneciera, estiré mi brazo y la atraje hacia mí, tomando su cintura y su nuca suavemente. La besé con amor, con pasión, como si fuera nuestro último beso, con la promesa silenciosa de volver a encontrarnos, vivas y libres. –No podía simplemente dejarte ir, sin un beso que te recuerde que soy tuya. Te amo – murmuré entre besos, aferrándome a ella como si fuera la única certeza en medio del caos.

–Y yo tuya – susurró, devolviendo cada uno de mis besos con la misma intensidad y amor.

El camino de regreso fue más largo de lo habitual, no en términos de distancia, sino en el sentimiento que lo acompañaba. Cada kilómetro que avanzaba parecía una eternidad, porque en cada instante me faltaba ella. Su ausencia se hacía palpable en cada paisaje que se desplegaba ante mis ojos y en cada latido de mi corazón. Cerré los ojos y la imaginé a mi lado, su voz, su risa, su calor, anhelando el momento en que volveríamos a estar juntas.

La fortaleza de mi padre se alzaba majestuosa a unos cuantos kilómetros de distancia. Observé el imponente edificio, que yacía al costado derecho de la gran mina, con una mezcla de emociones. Aquel lugar, que alguna vez fue mi hogar y a la vez mi prisión, ahora sería el escenario de nuestra batalla decisiva.

El plan estaba trazado con meticulosidad. Debíamos atacar simultáneamente los puntos ciegos de la fortaleza. Los hombres y mujeres de la resistencia se ubicarían estratégicamente para asegurar el éxito de nuestra incursión. Cuando el ejército de mi padre, ahora bajo mi mando, se percatara de la situación, ya sería demasiado tarde para ellos.

Mientras tanto, Cristal y yo nos infiltraríamos en la fortaleza. La resistencia, coordinada por Cris y los demás líderes, atacaría otros puntos vitales del territorio enemigo. La mitad de las fuerzas de Khan estarían a más de diez horas de distancia, acudiendo al falso punto de encuentro que habíamos establecido como señuelo. Esa distancia nos otorgaría una valiosa ventaja táctica

Al llegar a la fortaleza, me dirigí directamente al cuarto de mi madre. Ella era una parte fundamental de mi plan, aunque fuera de manera inconsciente. Le había pedido explícitamente que, en caso de que algo fallara y la resistencia lograra avanzar, incluso ingresar al recinto, se dirigiera directamente a mi habitación.

Mi habitación tenía un secreto que solo yo conocía: un cuarto oculto que había descubierto a los diez años. En mis intentos de escapar de los agotadores entrenamientos de Khan, había tropezado con un pasadizo secreto. Con el tiempo, lo convertí en un santuario personal para mis hobbies, un lugar donde escondía libros y música que encontraba en mis expediciones con el pequeño grupo que mi padre me había asignado, supuestamente para aprender a liderar su ejército.

Mi madre solo sabía que debía dirigirse a mi habitación en caso de emergencia. Allí se quedaría, esperando en el punto de encuentro que habíamos acordado, hasta el día decisivo.

–Madre ¿me mandaste a llamar? 

–Hay algo diferente en ti, Megan. Tu actitud fría, tu mirada... ya no eres la misma. Sufres por algo.

–No hay nada diferente, madre. Por fin estoy en casa y todo seguirá igual que antes. No debes preocuparte. –Le di una sonrisa falsa. –¿He hecho algo que te parezca extraño?

–Varias cosas. Comenzando por la forma fría en que tratas a tu padre. Sales de noche y te pierdes por horas, sin avisarle a nadie. Y no has llevado a nadie a tu cuarto como lo hacías antes. –Se acercó, colocando una mano en mi mejilla. –Llegaste diferente, Megan.

–Solo estoy concentrada en vencer a la resistencia, madre. Salgo para recorrer bien los terrenos y asegurarme de que mi plan funcione. No me queda tiempo ni ganas de llevar a alguien a mi habitación. –Puse mis brazos en mi espalda, sujetando mis manos.

–Puedo creer lo primero, pero no lo segundo, hija. Estar ocupada o concentrada nunca te detuvo para esas cosas. ¿A quién tienes en tu mente? ¿O en tu corazón? –Me interrumpió.

–Mi corazón no le pertenece a nadie, madre. Solo son ideas tuyas. –Mentí, ocultando mis verdaderos sentimientos.

–Sabes que puedes confiar en tu madre.

–¿Qué pasaría si no quisiera continuar con esta guerra? ¿Si estuviera cansada de todo esto? ¿De tantas muertes innecesarias? ¿Del miedo? ¿Del poder? –Le pregunté con sinceridad, buscando respuestas en sus ojos.

–Estarías traicionando a tu padre, Megan. Pero en el caso hipotético, te diría que también estoy cansada de todo esto y que, a pesar de amar a tu padre, te seguiría hasta el fin del mundo, hija. –Me respondió con seriedad, pero también con un amor inquebrantable en sus ojos. –Ahora, dime ¿Qué te hizo pensar así? O, mejor dicho, amor ¿Quién te devolvió la esperanza por un mundo mejor?

Mi mamá me conocía, muchas veces mejor que yo misma. Sabía que había alguien más por la que luchaba, que no solo eran mis ideales. Ella intuía que el miedo hacia mi padre ya no existía y que mis preguntas no eran hipotéticas. Aun así, no le diría de Cristal. Todavía existía la posibilidad de traicionarme, y eso no lo podía permitir.

–Solo quiero terminar con esto, para que al fin se acabe el miedo, la guerra, las muertes. Por eso regresé, mamá. Uno de los dos bandos debe morir, solo espero no equivocarme y estar en el lado correcto – le di una sonrisa melancólica.

–Donde esté tu corazón, ese es el lado correcto, hija. Ya no importa si es tu padre o ellos. Eres tú y por quién o qué luchas – suspiró –. No te preocupes, que esto que hablamos no lo sabrá nadie.

La conversación con mi madre me había hecho sentir un poco más aliviada. Podía dar por obvio que, una vez acabáramos con toda esta inútil guerra, ella estaría de mi lado o, al menos, no en contra de mi relación con Cristal. Sin embargo, quedaba el amor que sentía por mi padre. Ella podría elegirlo a él. Era cierto que yo era su hija, pero ¿qué sería más fuerte para ella? ¿El amor por él o por mí? Yo no era madre, no podría estar ni cerca de saber la diferencia, así que eso me hacía dudar y desconfiar.

Había recorrido una y otra vez cada rincón por donde entrarían los hombres de Cristal, buscando alguna falla en el plan. Una vez que estuve segura de que todo saldría a nuestro favor, al menos en la infiltración y ataque, me dirigí a mis tropas. Su objetivo estaba claro: destruir a los civiles que se encontraban en la supuesta base de la resistencia. Lo que ellos no sabían era que encontrarían nada más que edificios en ruinas, sin un alma en sus rincones. Cuando se dieran cuenta de que era una trampa, estarían a muchas horas de distancia. Y cuando regresaran, encontrarían a un hombre derrotado por su propia hija.

El día había llegado. El sol estaba a punto de salir, iluminando el horizonte con su luz dorada. Los hombres de Khan habían partido hace cinco horas en dirección a ninguna parte. Había logrado evitar comandar esa misión, con la ayuda inconsciente de mi madre. Ella le había sugerido a mi padre cambiar mi puesto por el de uno de sus generales de confianza. Argumentó que la hija de Khan sería un objetivo prioritario y que la atacarían con mayor fuerza que al resto de los soldados. No fue muy difícil persuadirlo; después de todo, no querría perder a su única heredera.

Si todo iba según el plan, Cristal y el resto de la resistencia estarían en sus puestos, esperando mi señal. Ya había pasado el momento para darla hace cinco minutos, pero en mi camino hacia el ala norte de la fortaleza, la parte más alta del edificio, me encontré con mi padre, quien me hizo detenerme.

–¿Por qué aún llevas puesto el uniforme y tus armas contigo?

–Hola, papá. Estoy bien, gracias. ¿Y tú? –Le sonreí irónicamente, ladeando la cabeza.

–Megan... –me dio su mejor, o peor, no sabría decirlo, mirada de desaprobación –mientras estés con ese uniforme... –lo interrumpí.

–Debo referirme a ti como mi comandante Khan. Lo siento, señor –me cuadré ante él –empiezo de nuevo... ¡señor, al no ir a la misión he decidido hacer guardia esta noche, señor!

–¿La razón?

–Hay pocos hombres. Conmigo será un punto menos que vigilar. Haré rondas en ciertos puntos importantes.

–Siga su camino, comandante. Está haciendo un buen trabajo.

 Khan puso sus brazos tras su espalda, movió la cabeza en señal de despedida y siguió su camino, contrario al mío. Cuando doblé la esquina del gran pasillo y lo perdí de vista, corrí lo más rápido que pude hasta llegar al punto de la señal. Me aproximé a la orilla del muro que daba hacia donde estaría Cristal esperando a unos doscientos metros. Metí la mano en el bolsillo de mi pantalón y saqué una pequeña linterna de dinamo. La prendí y apagué tres veces en su dirección.

Podría haber asesinado a mi padre hace un momento, o en todas las ocasiones anteriores que tuve la oportunidad, pero eso le costaría la vida a los esclavos de la mina. Bajo sus órdenes estaba el eliminar a cada uno de ellos si él moría. Así que debía esperar a que la primera parte del plan funcionara y lograran liberar a todos ellos antes de iniciar el ataque contra la fortaleza. Cris sería el encargado de darme tal información, iniciando un incendio por medio de una explosión dentro de uno de los hornos principales, el que ocupaban para quemar vivos o muertos a quienes intentaran escapar. Ese sería el momento en que yo debía ir por mi madre y llevarla al cuarto secreto, para luego ir por Khan y deshacerme de él.

Cristal

Habíamos alcanzado el punto de espera que Megan nos había indicado hace casi veinte minutos. La hora de su señal se había retrasado por más de cinco minutos. No podía dejar de dar vueltas, llena de ansiedad y preocupación. Me invadía la sensación de que algo malo le había sucedido. Megan nunca llegaba tarde, especialmente en situaciones tan críticas.

–¿Puedes dejar de caminar en círculos? Por favor –dijo Chris, tomando suavemente mis hombros en un intento por calmarme –ella estará bien, piensa que no debe levantar sospechas 

Apresé mi mandíbula y asentí, sin apartar mi mirada de la suya.

–Tienes razón. Megan sabe lo que hace. Todo saldrá bien –respondí, tratando de convencerme a mí misma tanto como a él.

Chris asintió con una sonrisa tranquilizadora.

–Así es. Solo debemos tener paciencia y confiar en ella.

Después de nuestra breve conversación, Chris se encaminó para asegurarse de que todo saliera según lo planeado. Nuestros hombres estaban listos y no había puntos débiles en nuestro ataque. Nos dividiríamos en tres grupos, con el objetivo de atacar en diferentes puntos simultáneamente. El primer grupo se dirigiría a las minas, donde iniciaríamos la ofensiva. Una vez recibida la segunda señal, los otros dos grupos atacarían la fortaleza de Khan. El primero de ellos abriría camino al segundo, golpeando las áreas de vigilancia y defensa del enemigo, mientras que el segundo grupo enviaría la señal que indicaría que todo iba según el plan, al mismo tiempo que invadirían la fortaleza.

Tenía la mandíbula tensa, aunque no me había dado cuenta hasta que Alex me habló y tuve que responderle; me costó un par de segundos modular sin malestar. En el momento en que terminó de darme el informe completo del grupo que él comandaría, Megan dio la señal para avanzar. En ese instante, mi alma y mi cuerpo volvieron a la vida, listos para atacar. Tomamos nuestras posiciones y avanzamos con sigilo, comunicándonos solo con señales con las manos.

Al llegar al primer punto, la entrada lateral de la mina por donde habíamos escapado junto a Megan, nos topamos solo con dos guardias, quienes no alcanzaron a percatarse de nuestra presencia. Chris y yo fuimos los encargados de reducirlos. La idea era tener el menor número de bajas en nuestro bando, aunque sabíamos que no sería posible. Aun así, manteníamos la esperanza de lograrlo.  

Una vez dentro, nos dividimos en puntos estratégicos, manteniendo una distancia no mayor a cinco metros entre cada persona. Algunos se ocultaban detrás de piedras apiladas, escombros, o se pegaban a uno de los muros donde se encontraban los prisioneros y los guardias que, a esa hora, descansaban del reciente cambio de turno. Observé el panorama con detenimiento. Sería difícil; esta era nuestra última oportunidad de ser libres, y todos apostábamos a eso.

Moví mi mano en alto para que pudieran verme, la señal era para que comenzaran a moverse y dar de baja lo más rápido y silenciosamente a todos los guardias de Khan que estaban a la vista, en total eran unos diez a la vista, me parecía una cantidad baja para lo que estaba acostumbrada a ver mientras estuve encerrada aquí, apostaría que el resto estarían dentro del lugar de las celdas y calabozos, al menos diez, que eran la otra mitad que hacían rondas, estarían descansando en el primer cuarto que se encontraba a la izquierda entrando en la edificación frente a nosotros, el resto, diez o quince hombres más, estarían desplegados en los diferentes pisos y esquinas de aquella prisión de concreto, cuatro o cinco por sección.

El primer escuadrón avanzó e hizo un trabajo rápido y limpio, lo cual era perfecto, mi peor panorama se había esfumado, claro que tenía contemplado un plan B, si el caso hubiese sido que en esta parte de la misión ya nos hubiesen descubierto, por fortuna, no paso, así que una vez eliminada la primera amenaza, ordene a mis equipo seguir adelante; el segundo y tercer escuadrón fueron los encargados de dar de baja a  los hombres de Khan, que se encontraban en el primer piso como lo había previsto, hubiese preferido usar una granada y acabar en cosa de segundos con los diez primeros, pero la idea era seguir sin ser detectados, al menos hasta sacar a los prisioneros de la mina. 

La orden era tener como prioridad el ataque con armas blancas, pero dado el caso que en esta habitación había diez soldados bien armados, saque mi semi automática, de las pocas que habían sido encontradas en buenas condiciones y con silenciador, le hice una señal a tres de mis soldados para que estuviéramos dos de cada lado del marco de la puerta, dos agachados y dos de pie, apuntamos a los hombres que se encontraban más atrás y con un movimiento de mi cabeza, los primeros cinco enemigos cayeron, yo me lleve dos que estaban demasiado cerca entre sí para dejar a uno vivo y que alertara a los otros cinco, el ruido de la caída de los cuerpos inertes, alerto unos segundos después a la otra mitad viva dentro de esa habitación de paredes grises, pero antes que pudieran sacar sus armas, ya estaba todos con un disparo en el corazón o en medio de los ojos. Al termina en aquel lugar, me giré  cerrando la puerta y dando a la vez, la orden para que el tercer escuadrón subiera a limpiar los pisos de arriba y liberaran a los prisioneros, avisando que al que quisiera unirse a nosotros en la lucha, lo equiparan con una pistola y un cuchillo que todos llevábamos extra, pensando en que los prisioneros más jóvenes y que se encontraran en mejores condiciones no pensarían en salir de ahí sin antes tomar venganza.

Liberamos cerca de doscientos prisioneros, de los cuales, se quedaron a luchar un poco más de la mitad, el resto estaban muy débiles, ya que entre ellos había ancianos y niños en un estado bastante deplorable. Una vez instruidos y armados, envíe a uno de mis soldados al último piso, directo al ala norte para que diera la segunda señal y comenzara la última parte del plan, donde todo el reino de Khan sabría que la resistencia estaba entre sus muros. 

–¡Es hora de avanzar! – grité para que hasta el último hombre me escuchara –¡por la libertad, por nuestros hermanos caídos y por nuestra vida!

Salí corriendo, camino a la fortaleza de Khan, seguida por todos los de la resistencia, ya no era necesario guardar silencio, el enemigo ya sabía de nuestra presencia. Dividí el equipo en dos unidades, así tener más amplia cobertura, sentía por todos lados, disparos, gritos y las hojas de espadas y cuchillas chocar, me topé con varios soldados, solo mate a uno, no me dio otra alternativa, el resto los deje heridos en el camino. Di la orden que se separan en dos grupos para cubrir una tercera entrada poco transitada, que por obvias razones no descuidaría. 

Había dejado a mi equipo atrás, mi misión era encontrar a Khan y a Megan, quien me había dado instrucciones de cómo llegar sin ser detectada o al menos hasta haber recorrido la gran mayoría del camino, así encontrarnos. Todo iba demasiado bien, los pocos hombres que, por desgracia, me encontré, pude esquivarlos sin herirlos de muerte, al menos no una inmediata, pero mi suerte estaba por terminarse, porque unos cuantos pasos más adelante, me encontré de frente con seis soldados de Khan, quienes estaban armados por todas partes, me rodearon sin que yo pudiera darme cuenta antes de lo que estaba pasando, automáticamente me puse en posición de combate – es la última oportunidad que les daré para correr – estaba perdida, podría deshacerme de dos o tres antes de morir, pero, obvio, esa no era la idea, debía pensar en que hacer, no tenía opciones, no saldría bien de esto y para ser realistas, lucharía con todas mis fuerzas para sobrevivir  y aunque fuese a rastras, encontraría al maldito de Khan.

Hice mi primer movimiento, sacando la pistola, que por propia estupidez no recargue en el camino y ahora me estaba lamentando con una bala en la recamara de esta. Dispare al más grande de ellos en medio de las cejas, agradeciendo que se confiaran al verme sola y no sacaran sus pistolas antes de darse cuenta que su compañero caía muerto, tire el arma, dándole con la culata en la cara de uno de los que estaba detrás, a la vez que alcanzaba a otro, colgándome de su cuello enterrándole uno de los cuchillos por la espalda , pero sin darle muerte, me dio vuelta, mientras trataba de zafarse de mí, sentí varios disparos, pero solo uno me dio en el brazo izquierdo, los demás fueron a parar a la pared llena de cuadros, colección privada del dictador y otro en el pecho del hombre que luchaba conmigo segundos antes.

 Me encontraba en el suelo, mirando la cara de cuatro soldados enemigos muy enojados, apuntándome con sus armas.

–Deberíamos matarla y llevarle su cuerpo a Khan

–La pidió viva, pero no dijo nada acerca de llevarla sin un rasguño –la sonrisa del hombre que hablaba se extendió con malicia.

Recibí patadas en las costillas, brazos y piernas, me había quedado en posición fetal cubriendo por delante las partes más vulnerables de mi cuerpo, al aburrirse, me tomaron entre dos poniéndome de pie, aprovechando que trataba de recuperar el aliento, para golpearme con sus puños

–¡Llévenme con el! – escupí sobre ellos la sangre que tenía en mi boca– imbéciles

Volvieron a golpearme, mientras reían, sentí disparos y los vi caer lentamente ante mis ojos, los primeros en morir fueron los que me tenían afirmada, por lo que caí sobre mis rodillas, colocando mis manos en el suelo, mientras la sangre caía en pequeñas gotas frente a mí, mi mente me decía que debía seguir la misión, pero por mucho que esta quisiera, mi cuerpo no me dejaba aun, necesitaba recuperar el aliento unos minutos. 

Traté de ponerme de pie, pero estaba tan golpeada que mis piernas cedieron, algo detuvo mi caída, un aroma conocido me rodeaba, rojo…

Megan: Más allá de las estrellas

Una vez di la señal, avancé lo más rápido que pude. Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho; mi primera misión era encontrar a Cristal. Debía asegurarme de que estuviera con vida. No dudaba de sus habilidades, pero ya habíamos estado demasiadas veces al borde de la muerte juntas, y si ese era nuestro destino, quería enfrentarlo a su lado. Eliminé a algunos soldados en el camino, tratando de no detenerme. Al llegar al final de un largo pasillo que daba a uno de los salones más grandes de la fortaleza de mi padre, la vi y me quedé sin aliento. La escena era el peor escenario que podría haber imaginado: seis soldados, dos de ellos muertos, los otros cuatro la tenían acorralada, en el suelo, golpeándola.

El tiempo parecía ralentizarse mientras me abría paso hacia ella. El miedo a perder a Cristal me hacía desesperar. Con cada disparo, con cada movimiento de mi cuerpo, me aferraba a la esperanza de un mañana mejor, lejos de la opresión de Khan y su tiranía.

Desde donde yo estaba, aún era demasiado lejos para anunciar mi presencia y mucho menos para dispararles y hacer que la dejaran en paz. Seguí corriendo en su dirección, y entonces vi que Chris se acercaba desde mi flanco izquierdo. También estaba viendo la misma escena. Una sola señal bastó para entendernos. Cuando logramos acercarnos lo suficiente para no alertarlos y poder deshacernos de ellos sin poner en peligro la vida de Cristal, los soldados ya la tenían de pie, con sangre en su rostro que corría manchando su ropa. Cristal los miraba con odio mientras ellos reían.

El sudor corría por mi frente mientras apuntaba con mi arma hacia el guardia que amenazaba a Cristal. El sonido ensordecedor de los disparos lejanos llenaba mis oídos mientras intentaba mantener la calma. 

Junto a Chris, apuntamos; eran dos para cada uno. Los primeros serían los que la estaban sujetando. Al movernos para apuntar, ella les gritó: "¡Llévenme con él, imbéciles!" y les escupió la sangre que tenía en la boca. Sabía que después de hacer eso, ellos no tendrían piedad con la mujer que amaba, y Chris también lo sabía. Con un único movimiento rápido y certero, el enemigo caía al suelo, un parpadeo después, los dos últimos yacían muertos también. Sus cuerpos inertes marcando el fin de su amenaza.

Vi a Cristal caer sobre sus rodillas y palmas, sin fuerzas, pero sin rendirse, intentaba ponerse de pie mientras la sangre caía, gota tras gota, sobre el suelo. Cuando finalmente logró ponerse de pie, la vi tambalearse y sus rodillas ceder. Los cinco metros que nos separaban se volvieron centímetros, logrando atraparla antes de que su cabeza golpeara el suelo.

–Mi color favorito es el de tu cabello –dijo, sonriendo aún débil entre mis brazos. La ayudé a sentarse para que pudiera recuperar el aliento –Gracias por siempre llegar a tiempo y salvarme de estampar mi cabeza en el suelo.

Limpio el rostro de Cristal, que está lleno de sangre, con agua de una cantimplora que Chris me entrega, aunque no evito que de la herida que tiene en la ceja y el labio inferior siga sangrando, pero de manera leve. Cristal aprovecha para beber un poco de agua, recuperando así el aliento y las fuerzas para continuar. Trata de levantarse, y yo la ayudo a ponerse de pie.

—¿Sabes dónde se encuentra tu padre? —Cristal me pregunta, su voz aún mostrando el rastro del dolor que ha sufrido.

La pregunta me hace fruncir el ceño. 

—No lo sé con certeza —respondo, manteniendo la mirada fija en Cristal—. Pero lo encontraremos juntas, no debe estar muy lejos y sé que no ha salido de la fortaleza.

Cristal asiente, una determinación renovada brillando en sus ojos.

—Sí, juntas lo encontraremos —afirma con convicción—. Y juntas pondremos fin a todo esto.

Con un gesto de solidaridad y determinación, nos miramos una a la otra, listas para enfrentar lo que sea que el destino tenga reservado para nosotras.

Me acerco a ella y la ayudo, utilizando mi cuerpo como apoyo para sostenerla. Chris se adelanta unos cinco metros, asegurándose de que no haya enemigos cerca y advirtiéndonos a nosotras.

—Debemos dirigirnos hacia el ala este de la fortaleza —les digo, manteniendo la voz firme a pesar de la tensión en el aire—. Allí se encuentra la habitación más segura del lugar, donde también Khan organizaba y planeaba cada estrategia para atacar a la resistencia y expandir su territorio.

—Entendido —responde, su voz apenas un susurro, pero cargado de determinación.

Nos ponemos en marcha, avanzando con precaución por los pasillos oscuros y silenciosos de la fortaleza. Cada paso que damos nos acerca un poco más al enfrentamiento final con Khan, y aunque el miedo y la incertidumbre pesan sobre nosotros, nos aferramos a la esperanza de un futuro mejor, donde la justicia prevalezca sobre la opresión y la tiranía.

Les advierto a Chris y a Cristal que Khan estará esperando algún ataque y que lo más seguro es que no esté solo, sino con algunos soldados listos para atacar. Los convenzo de esconderse cerca de la entrada de aquella habitación, entre las sombras, mientras yo, siendo la única persona aparte de mi madre en la que Khan confía, me ofrezco a atraer su atención.

Recorro unos cuantos metros, y entro en una habitación que previamente había informado a Chris y a Cristal, donde se ubicaba una entrada secreta al escondite de mi padre, que solo él y yo conocíamos. Estoy segura de que no seré atacada; él sabrá de mi presencia en cuanto se abra aquella entrada.

Con el corazón latiendo con fuerza, me preparo para enfrentar a mi padre y poner fin a su reinado de terror. No sé qué me espera al otro lado de esa puerta, pero sé que debo enfrentarlo si queremos tener alguna oportunidad de acabar con su opresión de una vez por todas. Respiro profundamente, tratando de calmar mis nervios, y avanzo hacia la entrada secreta, lista para enfrentar mi destino.

Abro la primera puerta, que da paso a un pasillo de no más de diez metros envuelto en oscuridad. Enciendo una pequeña linterna que me ayuda a ver sin mayores problemas el camino que debo seguir. Cada paso que doy aumenta la tensión en el aire, pero estoy decidida a enfrentar lo que sea necesario para poner fin al reinado de terror de mi padre.

Finalmente, llego a la segunda puerta, la que separa mi presente de mi pasado, la que me lleva a donde se encuentra Khan. Antes de abrir por completo la puerta, escucho atentamente. El sonido de los soldados que lo acompañan preparando sus armas para acribillar a quienquiera que se atreva a entrar, resuena en mis oídos.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho, pero no puedo permitirme dudar ahora. Este es el momento que he estado esperando, el momento en que debo enfrentar a mi padre y poner fin a su reinado de terror. Respiro profundamente, reuniendo toda la determinación que puedo encontrar dentro de mí, y empujo la puerta con decisión, lista para enfrentar lo que sea que me espere al otro lado, sintiendo la tensión acumulada en cada fibra de mi ser. Al mismo tiempo, escucho la orden de mi padre resonar en la habitación, instando a sus hombres a bajar las armas que apuntaban hacia mi entrada.

El sonido del metal golpeando contra el suelo llena la habitación, un eco de rendición que corta el aire tenso. Mis ojos se ajustan a la penumbra, buscando la figura familiar de Khan entre las sombras que se arremolinan en la sala.

Y allí está, su figura imponente en el centro de la habitación, rodeado por la oscuridad que lo abraza como un manto. Su mirada se encuentra con la mía, y por un breve instante, el tiempo parece detenerse entre nosotros.

—Megan... —susurra, su voz llena de sorpresa y algo más que no puedo identificar.

El peso de su mirada me golpea como una marea, arrastrándome a un mar de recuerdos y emociones contradictorias. Pero no puedo permitirme dejarme llevar por el pasado. He venido aquí con un propósito, y no voy a dejar que nada ni nadie me detenga.

Le pregunto a mi padre por mi madre, me informa que cuando comenzó el ataque, ella fue a la primera que buscó, confiando en que yo me mantendría a salvo. Maldigo dentro de mí, muy a mi pesar; mi madre debería estar en el único lugar seguro de esta fortaleza, lejos de las manos de Khan. En aquel cuarto, hay otra pequeña habitación donde hay un baño con lo justo necesario. Me dice que mi madre se encuentra ahí, con una sonrisa sincera y aliviada. Aún no sospecha de mi traición, eso me juega a favor.

Le informo lo que está sucediendo afuera, con sus soldados y los de la resistencia. Le digo que no hay chance de ganar esta batalla por parte del ejército de Khan. Él maldice en voz alta. Observo el escenario y no veo muchas opciones para que Cristal y Chris entren sin salir heridos. Hay al menos diez soldados custodiando la vida de mi padre, listos para matar a quien se atreva a entrar.

Unos segundos después, le propongo que deberíamos salir de la fortaleza y huir. Le digo que, de camino a aquel escondite, pude divisar a la líder de la resistencia con al menos treinta hombres viniendo hacia acá. Estimo que llegarían en unos veinte minutos y, con lo bien que están preparados, seguramente solo perderían unos cinco o diez de los suyos. Khan no tendría oportunidad de salir vivo. Veo cómo a mi padre le cuesta tragar. Toma asiento, ordena a cinco de sus soldados que estaban dentro con él que salgan y hagan guardia, que cualquier movimiento lo informen para emprender la huida junto a mí y su esposa.

Los cinco hombres salen de la habitación, y en ese momento, mi madre emerge del pequeño cuarto de baño. Al verla, la sorpresa se refleja en su rostro, pero con un solo gesto de Megan, su madre comprende que toda esta vida de muertes y esclavitud por parte de Khan terminaría pronto.

Un silencio tenso llena la habitación mientras nos miramos entre nosotras, madre e hija, compartiendo un entendimiento implícito. A través de ese gesto, nos comunicamos más que con palabras: el tiempo de sufrimiento y opresión está llegando a su fin. Juntas, estamos decididas a poner fin a la tiranía de Khan y a liberar a nuestro pueblo de su yugo.

No estoy segura de lo que hará mi madre. Sé que ella ama a mi padre, pero también sé que me ama a mí por ser su hija. Por ahora, guarda silencio. Necesito que los otros cinco soldados también salgan de la habitación, pero al no escuchar ruido de alguna pelea afuera, dudo si Chris y Cristal aún están escondidos, muertos o peleando estratégicamente en silencio para que Khan no sospeche. Opto por confiar en ellos y enfocarme en sacar a esos soldados restantes del lado de mi padre.

Le digo a Khan que debería enviar a los otros cinco soldados a montar guardia fuera de la habitación, con el propósito de que al menos tres se queden cerca de la puerta y el resto monte guardia en zonas más lejanas, despistando al enemigo y haciéndoles creer que Khan está en otro lugar. Mi padre acepta; confía en mí, sabe que soy una gran estratega y que mis planes rara vez fallan.

Después de unos veinte minutos, decido salir de la habitación bajo el pretexto de asegurarme de que todo esté en orden. Sin embargo, mi verdadero objetivo es confirmar las bajas de los diez soldados a manos de Chris y Cristal. Me complace al darme cuenta de que, a pesar de que Cristal estaba malherida por la pelea anterior, aún seguía con fuerzas para deshacerse de un batallón completo sola.

Le pido a Cristal que espere tras la puerta secreta, justo la que da acceso a la habitación donde se encuentra Khan, y que Chris espere para entrar por la puerta principal, solo si es necesario. Tanto Cristal como yo queremos acabar con Khan sin que nadie más intervenga. Le pido a Cristal que no abra la puerta secreta hasta que sea el momento. Necesito hablar primero con mi padre, decirle la verdad sobre mi traición, y debo hacerlo sola, con él y mi madre.

Entro nuevamente en la habitación donde se encuentran mi padre y mi madre, y cierro la puerta tras de mí. Mantengo mi mirada fija en Khan, sin apartarla ni por un instante, ignorando su pregunta sobre si todo estaba bien afuera con sus soldados y la líder de la resistencia. Respondo con determinación:

—Ahora todo estará bien.

Mis palabras suenan con una confianza que no sé si realmente siento, pero no puedo mostrar debilidad frente a Khan.

Me paro a no más de cinco metros de mi padre, Khan. Mis palabras salen con firmeza, aunque sé que enfrentar la verdad no será fácil.

—Padre, esta noche se termina todo, y no puedo darle fin sin que sepas que te traicioné.

Khan se ve enojado, furioso. Sus manos se convierten en puños y una risa irónica escapa de sus labios.

—No me sorprende en absoluto, al fin y al cabo, eres mi hija —responde con un tono cargado de sarcasmo.

El peso de sus palabras se siente en el aire, pero no puedo permitir que me desanime. Esta es la verdad que debo enfrentar, por más difícil que sea.

–Sé que no entiendes mi traición, y aunque te dé mil razones, jamás lo harás –murmuré, manteniendo mi mirada fija en los ojos de mi padre, quien me observaba con una mezcla de incredulidad y furia contenida.

–¿Y qué quieres que entienda? Ya me habías traicionado liberando a esos esclavos. ¿Ahora cuál es la razón? –su voz resonó en la habitación, cargada de desprecio y desconfianza.

–Sigue siendo la misma, padre –repliqué con firmeza, sin apartar la mirada –. No quiero más muertes ni torturas. Quiero un mundo libre y sin miedos a un tirano como tú.

El rostro de Khan se retorció en una mueca de desdén, sus ojos brillaban con un brillo peligroso mientras escuchaba mis palabras.

–¿Y tuviste que aliarte con ellos? ¿Qué te ofrecieron, Megan? ¿No matarte? –habló con ironía, su voz cortante como el filo de una espada –Sabes que nos matarán a los tres, ¿verdad? Yo no confiaría en la palabra de ellos.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda ante su amenaza velada, pero reprimí el miedo y lo enfrenté con determinación.

–¿Y en la tuya sí, padre? –espeté con rabia, el asco por la situación palpable en cada palabra –Eres un maldito asesino. Tus manos están manchadas de la sangre de aquellos que oprimiste y torturaste sin piedad. Ya es hora de que enfrentes las consecuencias de tus acciones.

Khan se enfurece, sus ojos centellean con ira mientras da un paso más cerca de mí, con la intención de matar a su propia hija. Retrocedo instintivamente, sintiendo el corazón martillear con fuerza en mi pecho mientras enfrento su furia.

—¡Eres una traidora! —grita Khan, su voz resonando en la habitación con un tono de absoluto desprecio—. ¡Sufrirás las consecuencias de tu traición!

Lo enfrento con la mirada, sin retroceder ante su furia desenfrenada.

—La guerra ha terminado, padre. Tú ya has perdido —respondo con determinación, mis palabras resonando con una firmeza inquebrantable—. La hija de la resistencia será tu verdugo, y yo no lo impediré.

En ese preciso instante, la puerta secreta se abre de golpe y Cristal entra, desencadenando la ira de Khan, quien parece estar al borde de la locura por la traición merecida. Aunque entra con una sonrisa triunfadora, sus ojos encuentran los míos, su expresión se suaviza y, en un gesto involuntario, me guiña un ojo. Devuelvo la sonrisa, lo que desencadena una nueva oleada de ira en Khan.

Khan saca dos armas y las apunta directamente a Cristal y a mí. Nosotras, sin titubear, también sacamos las nuestras, sabiendo que no tenemos balas, pero conscientes de que Khan desconoce este detalle. 

Con voz firme, lo insto a bajar el arma, a rendirse y a considerar la seguridad de su propia esposa, quien aún permanece en la habitación y podría resultar herida si persiste en su intento de hacernos daño.

— Khan, escúchame —interviene Cristal, manteniendo la calma a pesar de la gravedad de la situación—. No necesitamos recurrir a la violencia. Te ofrezco una pelea justa, sin armas de fuego, solo tú y yo.

Khan parece considerar la propuesta por un momento, su expresión vacila entre la ira y la contemplación. Finalmente, baja el arma y la lanza a sus pies, aceptando el desafío de Cristal.

— No, esto no puede ser —digo con firmeza, negándome a permitir que se enfrenten en su estado actual. Cristal aún no se ha recuperado por completo de la golpiza que recibió de los soldados, y no puedo permitir que se arriesgue más.

Mi negativa resuena en la habitación, dejando en claro mi posición. La tensión se mantiene palpable mientras espero la reacción de Khan y Cristal ante mi intervención.

Khan, al escuchar mi negativa, se gira hacia mí con una mirada llena de furia contenida. Sus ojos oscuros brillan con una intensidad amenazante mientras evalúa mi desafío. La habitación se llena de un silencio tenso, interrumpido solo por el eco sordo de su respiración agitada. Estamos en un punto crítico, donde una sola palabra o movimiento podría desencadenar una tragedia.

Consciente de que Cristal estaba en clara desventaja en su estado actual, no podía permitir que esa pelea tuviera lugar. Mis pensamientos corrían frenéticamente mientras evaluaba las posibles consecuencias de mis acciones. Mi padre, Khan, ya tenía claro los motivos de mi traición, al menos en su mayoría. Sin embargo, revelarle que tenía una relación con Cristal podría desencadenar una de estas dos opciones: o él la mataría sin dudarlo, o dirigiría su ira hacia mí sin piedad alguna.

La tensión en la habitación era palpable, como si estuviéramos al borde de un precipicio, esperando el momento en que todo se desmoronara. Mis manos temblaban ligeramente, pero mantuve mi mirada firme, dispuesta a enfrentar cualquier consecuencia que resultara de mis acciones. Era una situación peligrosa, pero no podía permitir que Cristal corriera más riesgos bajo mi techo y mi protección.

Khan me mira con una mezcla de incredulidad y furia contenida, su rostro endurecido por la sorpresa ante mi negativa a permitir la pelea. Su voz ruge como un trueno cuando finalmente habla:

—¿Por qué te niegas a que ella y yo nos enfrentemos en una batalla mano a mano, solo con armas blancas?

Respiro profundamente, sabiendo que no puedo ocultar la verdad por más tiempo. Aunque el miedo me invade ante las posibles consecuencias de mis palabras, decido enfrentar la verdad de frente.

–Esta herida —digo con firmeza, sin apartar la mirada de los ojos de Khan— y porque me he enamorado de Cristal, padre. No puedo permitir que se enfrenten en estas condiciones.

Las palabras salen de mi boca con una claridad sorprendente, sin titubear ante la gravedad de la situación. 

—Si algo le sucede a Cristal, sus hombres entrarán en esta habitación y te someterán a las peores torturas que puedas imaginar —continúo, sin vacilar en mis palabras—. Y yo no haré nada para detenerlos.

 La furia de Khan es tan arrolladora que deja caer las armas y, sin pensarlo dos veces, se acerca con pasos firmes y amenazadores hacia mí. Sus manos, llenas de ira, me rodean el cuello, levantándome del suelo con una fuerza despiadada. Sus palabras son como dagas afiladas que cortan el aire, cargadas de veneno y odio.

—Podría haber soportado e incluso perdonado tus acciones si se trataban de los motivos que me diste inicialmente —escupe Khan, su voz llena de desprecio—. Pero ¿te acostaste con la hija y líder de la resistencia? Salvaste su vida porque la querías para ti, ¡maldita zorra! Y ahora me dices que te has enamorado. ¿Cómo pretendes que no te mate? ¿O que no la mate a ella?

Mis manos se aferran desesperadamente a las suyas mientras lucho por respirar bajo su implacable agarre. Con un esfuerzo titánico, apenas logro articular mis palabras:

—La amo, padre. Y eso es algo que nunca podrás borrar —digo con voz entrecortada, luchando contra la asfixia—. Mis ideales son los mismos que los de ella. Por mí, puedes irte al infierno.

En un acto de desesperación, lanzo una patada entre sus piernas, logrando liberarme justo cuando Cristal aparece por un costado, propinándole un golpe seco en medio de la cara a Khan. La sangre comienza a fluir de su nariz, y él se pone de pie con un rugido de dolor y rabia. Cristal se interpone entre Khan y yo, tratando de protegerme con determinación mientras la adrenalina corre desenfrenada por mis venas.

Khan se lanza hacia nosotras con una ferocidad desenfrenada, desatando una lucha desesperada que consume toda la habitación. Cada golpe, cada movimiento, es un torbellino de caos y violencia mientras nos enfrentamos en un combate a vida o muerte.

En medio de la intensidad del momento, mis ojos se cruzan con los de mi madre, quien observa la escena con lágrimas deslizándose por sus mejillas. Su mirada refleja una lucha interna, debatiéndose entre dos lealtades irreconciliables: ¿su hija o su esposo?

La angustia se refleja en sus ojos mientras lucha por tomar partido en esta batalla que se libra frente a ella. Puedo sentir su tormento, su dolor, su indecisión, mientras el caos se despliega a su alrededor. En ese momento, sé que esta lucha no solo se está librando entre Khan, Cristal y yo, sino también en el corazón de mi madre, quien se debate entre el amor por su hija y su lealtad hacia su esposo.

Después de una lucha intensa, Khan logra dejar a Cristal y a mí gravemente heridas. Cristal, en peores condiciones, lucha por ponerse de pie, pero recibe una patada brutal en las costillas que la deja sin aliento, con los pulmones ardiendo de dolor. A pesar de mi propio sufrimiento, logro levantarme y, con determinación, me coloco entre mi padre y ella, protegiéndola con mi cuerpo.

—Tendrás que matarme a mí primero antes de tocarla —le digo a Khan, mi voz con dolor por los golpes, pero firme.

Khan se ríe con desprecio, sus ojos brillan con una mezcla de burla y crueldad.  Aunque también está bastante herido por la lucha, conserva una mejor condición física que yo. Al fin y al cabo, él es quien me enseñó a luchar.

—¿Crees que no puedo matarte? Ya no eres mi hija, Megan. ¿Te olvidas quién te entrenó? Fui yo quien te enseñó a pelear.

Su respuesta golpea como un puñetazo en el estómago. A pesar del dolor físico y emocional, sostengo su mirada desafiante, sin retroceder ante su amenaza. Sabía que esta batalla no solo se libraba con puños y patadas, sino también con palabras y determinación.

–Eres un monstruo, Khan – le digo sin titubear – aun así, no quiero matarte, sigues siendo mi sangre, no me rendiré tan fácil. 

Me lanzo con mis últimas fuerzas contra Khan, acertando varios golpes llenos de furia que logran desestabilizarlo momentáneamente, pero en un error de movimiento, mi padre me atrapa nuevamente del cuello con un agarre aún más fuerte, cortándome el aire casi por completo. 

El aire apenas llegaba a mis pulmones mientras luchaba contra el agarre de Khan, su mano en mi cuello apretaba con una fuerza que amenazaba con arrebatarme la vida. Cristal, herida pero decidida, se levantó y extrajo un cuchillo de su bota, lista para poner fin a la pesadilla de una vez por todas. Mientras tanto, yo continuaba forcejeando, luchando contra la falta de aire y la oscuridad que comenzaba a invadir mi visión. 

Cristal luchaba por avanzar hacia donde me encontraba con Khan, quien me tenía casi muerta entre sus manos. Sabía que Cristal no llegaría a tiempo para salvarme. Sus costillas rotas le dificultaban el movimiento, su cuerpo exhausto apenas podía mantener el ritmo. Cada paso era un desafío, y se notaba que le costaba respirar. A pesar de su valiente esfuerzo, cada avance parecía más lento y agotador que el anterior.

Entonces, un disparo resonó en la habitación, un sonido que cortó el silencio y cambió el curso de nuestra batalla. El agarre de Khan se aflojó y en un instante que pareció eterno, finalmente mi padre cayó al suelo, inerte, junto a mí. Aturdida, me puse de pie, mis ojos buscando a Cristal en medio de la confusión, quien, al ver a Khan caído, cayó sobre sus rodillas, finalmente liberada del tormento que la había consumido, pero antes de que pudiera asimilar lo que había sucedido, Cristal me detuvo abruptamente y apuntó hacia mi madre, quien se había convertido en el epicentro de la tragedia. Con un gesto silencioso, indicó que fuera a verla, ella fue quien acababa de dar muerte al amor de su vida.

Mi madre estaba destrozada, pero consciente de lo que había hecho. No se arrepentía de su decisión, y me lo había confirmado con la mirada firme y determinada. En medio de un abrazo entre nosotras, ella aseguraba que por fin todo había acabado.

En ese momento, Cristal abrió la puerta con una mano apoyada en su costilla, evidenciando la herida que le causaba tanto dolor. Cris entró, observando la escena con expresión preocupada. Mi madre y yo nos pusimos de pie, y me acerqué a ellos, pidiéndole a Cristopher que se hiciera cargo de mi madre y la cuidara mientras yo me ocupaba de Cristal.

Con cuidado, sostuve a Cristal para ayudarla a caminar, y juntas salimos hacia el exterior de la fortaleza. se negó a ser cargada en brazos, y prefirió mantenerse en pie, mostrando su tenacidad incluso en medio del dolor.

El alivio inundó mi ser. Respiré profundamente, sintiendo el peso del combate en mis hombros, pero también la satisfacción de haber sobrevivido. Miré a Cristal, su rostro bañado en sudor y sangre, pero su mirada llena de determinación.

—Lo logramos —murmuré, apenas capaz de articular las palabras.

Cristal asintió, una sonrisa cansada pero radiante curvando sus labios.

—Sí, lo hicimos —respondió con voz ronca, su mirada me transmitía un profundo afecto y complicidad que llenaba mi corazón de amor y gratitud.

Una vez afuera, nos encontramos con el resto de la resistencia, quienes celebraban la caída del dictador. Los soldados mantenían prisioneros a muchos de los hombres de Khan, algunos derrotados y otros que simplemente habían decidido rendirse ante el nuevo orden que se avecinaba. Juntas, Cristal y yo levantamos la señal de victoria, anunciando al mundo que la tiranía había llegado a su fin.

Juntas, nos tomamos un momento para recuperar el aliento, para permitirnos sentir la magnitud de nuestra victoria. Sabíamos que el camino hacia la libertad y la justicia aún sería largo y lleno de obstáculos, pero con el valor y la determinación que compartíamos, estábamos listas para enfrentar cualquier desafío que el destino nos deparara.

Epílogo

Después de la guerra y la muerte de mi padre, se respiraba un ambiente de calma y paz. Junto a Cristal, entregamos el gobierno a las manos de aquellos que habían decidido quedarse en nuestro pueblo liberado. Para nuestra sorpresa, solo unos pocos guerreros, tanto de nuestro bando como del de Khan, optaron por partir. No querían permanecer en un lugar donde ya no tenían a nadie a quien amar. Se marcharían en busca de un nuevo comienzo en tierras que no les hubieran arrebatado todo, dejándonos sin objeciones.

Cuando delineamos las normas o, mejor dicho, las leyes que regirían nuestra comunidad, tanto Cristal como yo ofrecimos nuestras posiciones al pueblo. No obstante, la gente a la que habíamos liberado, junto con numerosos guerreros valientes, nos eligieron unánimemente como sus líderes. Nos encontramos de repente en una monarquía de dos reinas, sin la posibilidad de instaurar una democracia tradicional. Nos convertimos en líderes temporales, comprometiéndonos a cuidar de nuestro pueblo tal como ellos lo harían por nosotras.

Establecimos leyes justas y equitativas para guiar a nuestro pueblo. En lo referente a nuestra monarquía, la decisión del pueblo fue que nuestro reinado se prolongara hasta el momento de nuestro fallecimiento. Posteriormente, en ausencia de herederos directos, el poder sería transferido a aquellos a quienes designáramos, revelándose esta elección cinco noches después de nuestro tránsito a la eternidad.


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Comentarios

user

Anonimo:

Me encantó me atrapo desde la primera pagina, muy buena

Hace 2 días

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