A toda velocidad / Ani Santillán

#drama, #juvenil, #romance

SINOPSIS:

Teo Guiraud es el campeón del automovilismo, pero su mala actitud pone en riesgo su carrera y sus patrocinadores. Para salvar su reputación, se necesita la ayuda de Callen Walsh, una publicista de renombre en Dublín. Ella aspira a un puesto en Nueva York, pero deberá restaurar la imagen de este corredor problemático en solo dos meses. Callen se convence de que, al fin y al cabo, solo es un trabajo. ¿O será más complicado de lo que imagina?

Capítulo 1

  –¿Qué quieres que haga qué? –Mi espalda golpeó contra el respaldo acolchado de la silla mientras miro a la mujer frente a mí con evidente aturdimiento. 

  –Me escuchaste. –responde Daisy Collins, actual CEO de MIY Corporation y su jefa, mientras escribe en su teclado sin siquiera darle un vistazo. Su peinado recogido está perfectamente intacto a pesar de ser casi el fin de la jornada laboral y sus dedos hábiles golpean todas las teclas necesarias. Al cabo de unos segundos detiene lo que hace y baja sus gafas caras para posar sus ojos en su subordinada–. Necesita una sombra.

  Frunzo levemente el ceño tratando de comprender sus palabras.

–¿Quieres que sea niñera de un hombre maduro? –Pregunto con desconcierto. Daisy cruza las manos sobre el escritorio de vidrio y sonríe de lado.

  –No su niñera –contradice–. Quiero que lo acompañes por unas semanas y ayudes a que las personas lo vean como alguien bueno y empático. –mueve su mano en el aire restándole importancia al asunto.

  –Pero soy una publicista. –recalco como si eso fuese a cambiar las cosas.

  –Y yo sagitario.

  –Sabes a lo que me refiero. –me cruzo de brazos sintiendo como mi cabeza empieza a doler. Si bien Daisy es la cabecilla de este edificio, nunca se ha jactado de su posición y es bastante amigable, especialmente cuando quiere conseguir algo. Como ahora.

  –Sí, te dedicas a hacer atractivos los anuncios, los mejoras. –suspiro desviando la mirada al gran ventanal a su lado. Si hay algo que amo de esta oficina es lo cercana que se siente del cielo y por la noche las estrellas se ven más brillantes desde aquí. –Ahora necesito que mejores a este hombre.

  No puedo evitar lanzarle una mirada con extrañeza. ¿Cómo mejoras a un hombre? ¿Acaso mejoran?

  –¿Mejorarlo?

  –Es un malnacido,–dice sin rodeos–. su patrocinador más importante está a punto de dejarlo y mi mejor cliente me pidió ayuda para, cómo lo digo…–divaga mirando a su alrededor en búsqueda de una respuesta.

  –¿Que deje de ser un idiota? –termino por ella. 

  –¡Sí! –Exclama con firmeza–. Hay que suavizar el impacto que dejó en la sociedad hace unos días. –añade soltando una mueca casi imperceptible de sus labios.

  Bufa pasando una mano por mi frente sin convencerme de la idea. 

  Si hay algo que recalcar es la suerte que tiene de que Daisy sea una persona con la que se puede hablar tranquilamente sin sentir la presión que daría cualquier otro jefe. Es más, si fuese cualquier otro jefe ni siquiera hubiera podido protestar y a esta hora estaría averiguando cosas sobre el hombre en cuestión como un duendecito obediente.

  –Tienes a muchos otros mucho más capacitados que yo para esto, así que, ¿por qué yo?

  Temo que su respuesta sea un simple ‘¿Por qué no?’ Eso no me daría margen alguno para defenderme.

  –Porque eres en la que más confío y estoy segura que vas a saber manejarlo. –La mujer se levanta de su asiento para dirigirse hasta los estantes repletos de carpetas coloridas y organizadas alfabéticamente. 

  Al igual que ella, me pongo de pie y la sigo por la oficina como si fuese un cachorro.

  –Josie se especializa en relaciones públicas. –comento–. yo no sé cómo relacionarme con las personas, ella sería genial,– espeto sin pensarlo. Es cierto, Josie tiene un carisma nato y le gusta conocer gente nueva el cuál no es mi caso.

  Las fiestas de la oficina son un tormento para mí. La idea de tener que estar en un salón con muchas personas no es mi plan ideal para pasar la noche. Me digo a si misma que sufro lo que se dice, una leve ansiedad social, es por eso que trabajo con anuncios. Son más fáciles de manipular que las personas.

  –Sí, también es una loca hormonal. –responde– todos sabemos cómo termina en las fiestas de la empresa. –mi boca forma una mueca para no contestar a esa aclaración. Tiene razón, Josie puede ser buena para muchas cosas pero si hay algo que no tiene, es control sobre sí misma–. No quiero que sea molestado, no queremos otro escándalo.

  Y por otro se refiere a cuando casi clausuran la empresa el año pasado por una falsa acusación a uno de nuestros colegas por apropiación de bienes personales cuando un importante cliente llegó al edificio. Devon, uno de los chicos nuevos en el lugar, fue el encargado de estar todo el tiempo asegurándose de que el hombre se sintiera cómodo durante la reunión de esa mañana, pero horas más tarde fue inculpado de tomar el segundo teléfono que el hombre carga con él dentro de su bolso.

  Fue un completo drama hasta que el hombre se dio cuenta que en realidad había dejado el teléfono en su propia oficina cuando creyó que lo tenía con él. Por supuesto, se disculpó a través de un correo electrónico, porque es sabido que a muchos poderosos del ambiente no les gusta dejar de lado su orgullo para disculparse frente a frente.

  –Si lo dices así parece como si se tratara de Johnny Deep. –murmuro apenas audible pero lo suficientemente alto para que Daisy me escuche. Aunque para mis adentros realmente me gustaría que fuese ese Johnny. 

  –Bueno, es el Johnny Deep del automovilismo,– comenta la mujer. Esas palabras logran causar cierta curiosidad en mí, al menos para querer saber quién es. Mi padre es un gran fanático de las carreras de autos y puedo dar por  seguro que no entiende ni la mitad de cosas sobre ese deporte pero le apasiona demasiado.

  –No creo que…

  –Además de que te recompensaré con la promoción que me has estado pidiendo, si todo va según los planes.

  Ok. Ahora estamos hablando.

  Le he estado rogando a Daisy por un puesto en la nueva sucursal que abrieron en Nueva York hace unos meses. Siempre he tenido el deseo de salir de Dublín y pisar tierra norteamericana. La gran manzana, el Central Park donde rodaron tantas películas increíbles. Incluso podría visitar a sus antiguas compañeras de cuarto con quienes compartí mis años universitarios. Julia y Georgia se mudaron a la gran ciudad apenas se graduaron y hemos estado hablando vía Facetime desde entonces. Siempre les afirma que algún día las visitará y que ellas serán sus guías turísticas designadas mientras esté allí. 

  –Si lo logras, voy a transferirte a la sede de Nueva York como vicepresidenta. –No puedo verme pero sé con seguridad que mis ojos están brillando en este momento–. Escucha, sólo consíguele una buena imagen que opaque su antiguo comportamiento y estarás en un avión hacia allá.

  La sonrisa que antes adornaba mi rostro cae tan rápido como apareció y entrecierro los ojos asumiendo que hay alguna trampa oculta.

  –¿Así de simple?

  –Así de simple, –afirma– y sabes que siempre cumplo con lo que prometo. –Daisy me guiña un ojo tendiéndome una carpeta de tapa trasparente llena de papeles–. llévale esto a Chase en el tercer piso, dile que corregí algunos gráficos, y puedes dar por terminada tu noche.

  Observo la carpeta por un segundo y termino por asentir en silencio dándole un último vistazo a mi jefa antes de caminar hasta la puerta.

  –Callen. –llama la mujer al momento de posar mi mano sobre manija de metal–. quiero una respuesta para mañana, no tenemos mucho tiempo, el niño bonito llega la próxima semana y debemos preparar todo.

  Próxima semana. Eso es demasiado pronto.

–Bien, buenas noches. –me despido y continúo el camino hacia el tercer piso. Luego de eso marco la tarjeta de salida y me dirijo a casa soñando con la famosa pizza neoyorkina y el cómo los medios justifican los fines.

  Al menos esa es la única frase que voy a tener en cuenta por el siguiente tiempo.

  –¿Quiere que seas su niñera?– Pregunta Nora, mi compañera de piso y mejor amiga de casi toda la vida, mientras se atraganta con nachos.

  –Eso exactamente fue lo que pensé. –Tomo asiento junto a la isla y le doy un sorbo a mi botella cerveza, –no puedo creer que me esté chantajeando por el puesto de la vicepresidencia.

  –Es un buen chantaje. –mi amiga se encoje de hombros ganándose una mirada incrédula de mí parte. –¿Qué? No es un mal intercambio, sólo serán unas semanas y luego vivirás la gran vida lejos de todo aquí incluida yo. –desvía la mirada hacia la pared apretando sus labios. Ese acto de dramatismo mejora con los años.

  Y lo peor es que gracias a ese don la chica he caído en la trampa varias veces. Como aquella vez cuando Nora me pidió que me viera con un chico a la salida del trabajo porque era nuevo en la ciudad y siempre lo notaba solitario cada vez que pasaba frente a la tienda donde ella trabaja. Por supuesto me negué con fuerza pero el discurso de ser amigable y de cómo la vida del muchacho se cargaría de tristeza si no tiene compañía por parte de su amiga me llevó a entablar una relación amistosa con el chico. Cabe aclarar que el chico pensó que él me gustaba y terminó por confesarle que era gay y que no quería romper su corazón.

  Una situación bastante incómoda para ambos que terminó siendo una divertida historia a futuro. Ahora trabaja en el centro comercial de la zona y está comprometido.

  –Sabes que voy a llevarte conmigo si quieres. –Nora gira sobre su eje y me lanza una gran sonrisa.

  –Por eso eres mi favorita, –habla antes de llevarse unos cuantos nachos a la boca–. A todo esto, ¿quién es el hombre en cuestión?

  Levanto un dedo y corro hacia mi bolso.

  –Daisy me mandó su nombre –digo sacando mi teléfono para buscar el mensaje de hace unos minutos. –Se llama Teo Guiraud –leo con la duda de saber si está pronunciando bien su apellido. Daisy me dijo que es francés.

  Nora entrecierra los ojos pareciendo no tener ni la más mínima idea de su persona.

–Tiene un nombre lindo pero, ¿le hará justicia a su dueño? –La chica se levanta con rapidez y busca su computadora del escritorio colocándola sobre la isla de la cocina. Me dirijo a su lado en el momento en que tipea Teo Guiraud en el buscador de Google obteniendo miles de resultados. 

  Ambas nos miramos en silencio y volvemos la atención a la pantalla.

  –Bien, es demasiado lindo. –murmura Nora repasando sus fotos con la mirada. 

  –Tiene cara de causar muchos problemas.

  Su rostro es el de un hombre normal, no el que se está acostumbrado a ver en una revista con Photoshop. Pero sin duda tiene algo que no puede descifrar, como un encanto natural que llama la atención. Sus ojos verdes son hermosos debajo de esas pestañas largas y el rastro de barba que bordea su mandíbula le da el toque especial. Su piel trigueña y su cabello con risos oscuros y cortos seguro vuelven locos a muchos.

  –Esos son los que le dan chispa a la vida. –sonríe mirándome de reojo–. ¿Daisy quiere que cuides a este hombre? –Lo está disfrutando, lo puedo notar.

  –Realmente no tengo idea de lo que quiere que haga.

  –Bueno yo lo haría, sea lo que sea.

  Ignora su comentario y señalo hacia un lado de la pantalla.

–Es un video de la semana pasada, –hablo mirando el pequeño cuadrado. Nora le da play y de inmediato vemos como una cámara capta el momento en que Teo se acerca al lugar al lado de las gradas donde se encuentran muchos de los que parecen ser sus fans. Entre ellos un niño pequeño.

  El hombre se acerca hacia él con una sonrisa amigable y toma la gorra que el pequeño está sosteniendo entre sus manitos.

  "Me gustan los autos y eres increíble, en unos años quiero ser como tú" habla el niño con una voz increíblemente tierna acompañada de la sonrisa más grande que posiblemente hayan visto. Inconscientemente, también sonrío.

  "Bueno niño, tienes que trabajar muy duro" responde Teo, "pero seamos sinceros, las probabilidades son de una en un millón" Frunzo el ceño y continúo mirando el video con un presentimiento de saber hacia dónde va todo esto. "Tú eres ese 00000.1 por ciento, yo que tu no tendría tantas esperanzas"

  Las personas a su alrededor se miran entre ellas con evidente sorpresa.

  ¿Está diciéndolo en serio o es sólo una broma de mal gusto?

  Cuando parece que todo terminó, Guiraud desvía la mirada hacia el acompañante del niño y vuelve a hablar, "disculpe, ¿a qué se dedica?"

  "Soy dueño de una gasolinera" responde el hombre con cierta incomodidad. Teo sonríe y se arrodilla frente al pequeño.

  "Deberías seguir los pasos de tu papi y aprender su oficio" Le coloca la gorra azul que acaba de formar "no sueñes cosas que nunca vas a poder tener"

  Lo siguiente que sucede es que el niño empieza a llorar mientras el hombre de uniforme blanco con el número 78 y su apellido escrito a un lado de su pecho y en su espalda camina lejos saludando a las demás personas que no salen de su aturdimiento. Incluso algunas ya lo miran con fastidio y desconcierto. 

  Como nosotras.

  –Es un imbécil,–murmuramos a la vez mirando la pantalla.

  –Aunque un imbécil muy lindo,–comenta Nora tomando un trago de su cerveza.

  –Acaba de hacer llorar a un niño.–Enfatizo dándole una mirada de reproche.

  –Nadie es perfecto.

  –Esto va a ser un desastre,–dejo caer la cabeza entre mis manos.

  –Sí, la tienes difícil,–dice Nora leyendo lo que muestra la pantalla–.según las últimas estadísticas de esta revista Hogar de hoy la mayoría de las amas de casa y mujeres orientadas a la familia que creían que era el prototipo perfecto de padre sexy, ahora lo ven como la basura más grande en el mundo. Y eso no es todo.

  –¿Hay más? –pregunto con miedo. 

  –Hace como un mes le gritó a un pequeño animalito cuando fue al refugio por orinar en su zapato.–

  –Los animales son jueces de razón natos, –tuerzo la boca– espero que este intento de ser humano no me cueste el trabajo.

  –Yo espero que para cuando termines con él aún estés cuerda.

  –Entonces, ¿lo harás?– Esa pregunta suena más a una confirmación que una interrogación. ¿Qué espera que le responda? ¿Qué no? No soy tan tonta para hacerlo, sabe que si me niego será una gran pérdida para la compañía y un boleto directo a la lista gris de Daisy –porque el negro es demasiado extremo– donde tiene escrito los nombres de las personas que no le caen tan bien.

  Incluso puedo ver el mío en el extremo inferior completando una hoja más.

  –No creo que sea tan difícil y el premio es demasiado tentador. –Respondo intentando auto convencerme de la idea. Si me lo repito varias veces tal vez finalmente me lo crea.

  –Ese es el espíritu, –la mujer me tiende una carpeta negra– lee esto. –ordena antes de caminar hacia su oficina. 

  –¿Qué es?– miro la primera página con curiosidad. No es más que una página en blanco con dos simples palabras en el centro en tamaño pequeño: Archivo Confidencial.

  –Su información, –contesta sin prestarme mucha atención antes de saludar a Karol, la recepcionista–deberías conocerlo un poco para que tengas una idea de qué hacer con él.

  Aprieto los labios. –Aun con todo esto es posible que camine a ciegas.

  –Al menos tiene un rostro lindo de ver, –sonríe Daisy–. imagina que se tratara de alguien como Oswald. 

  Oswald Crawley es lo más parecido a una bestia disfrazada de bestia. 

  Es una persona poco tolerable que tiene un carácter tan podrido como su apariencia. Diario anda con comida entre los dientes, un perfume horroroso y camina altanero peinándose sin papar los únicos cinco cabellos sobre su cabeza. La simple idea de tener que pasar mucho tiempo con alguien así provoca un gran disgusto en mi estómago

  –Asegúrate de dar una buena impresión, –señala Daisy.

  ¿Cuándo no lo he hecho?

  Ya no hay vuelta atrás.

Capítulo 2

  Tomo asiento frente al escritorio de madera blanca y ojeo la primera página de la carpeta. Vaya biografía se dice, no son más que unas cuantas líneas sin demasiado por decir.

Nombre: Teo Armand Guiraud.

Edad: 28 años.

Lugar de nacimiento: Saint Etienne (Francia).

Lugar de residencia: Levallois-Perret (Francia).

Profesión: corredor automovilístico.

Gustos: Sin especificar.

  ¿Qué es esto?

  Más abajo se leen unos párrafos sobre de su vida resumida. Creció junto a sus padres Antoine, nacido  en París, y Juliet, una mujer proveniente de Bradford, Inglaterra. También tiene un hermano mayor llamado Louis que está divorciado, es abogado, reside en Lille y tiene una hija llamada Mellany. 

  Comenzó su carrera profesional a los diecisiete luego de ganar unas competencias amateurs y fue ahí donde conoció al que es actualmente su equipo liderado por Charles Divogh. Luego de eso todo fue cuesta arriba.

  Se hizo famoso, ganó millones y su personalidad se fue al caño.

  No hay mucho, es más, no hay casi nada en realidad. Su vida personal se centra sólo en ese recuento de datos principales. A mí parecer eso es algo bueno, significa que mantiene su vida privada tal y como la palabra lo dice, privada. Luego se menciona un par de escándalos conocidos públicamente además de esos pequeños videos que han estado circulando. Uno refiere al altercado que tuvo luego de una de las competiciones con Howard Keane, donde no llegó a más que unos buenos golpes pero si fue penalizado con una multa. Y el otro hace referencia a unas fotografías que fueron divulgadas por un canal de entretenimiento donde una chica le da una cachetada antes de subir a su auto.

  –Qué bueno que le haya dado una lección, seguro se lo merecía. –murmuro por lo bajo.

  La siguiente y última hoja es una lista de logros como los que colocan en los currículos para hacerlos más interesantes aunque dudo que haya inventado alguna. Ni siquiera me gasto en leerlo, estoy segura que me lo restregará en la cara cada vez que tenga oportunidad.

  El edificio está revolucionado y la oficina es un completo caos. Las mujeres están alteradas maquillándose y peinándose como nunca. Los hombres piensan que no los veo pero están tratando de adoptar una posición relajada sacando a escondidas alguna revista donde aparece la celebridad que los visitará o abriendo libretas con la esperanza de obtener un autógrafo. 

  Muchos de ellos lo admiran. Otros, lo envidian, especialmente Thomas, quien debe ver a Reyna, su novia, actuar como una adolescente esperando por el amor de su vida.

  Por mi parte, me pasé la noche anterior enfocándome en lo que debo hacer, estudiando maniobras de publicidad que me han funcionado en el pasado e inventando algunas nuevas. ¿La base de todo? Dos palabras: 

  Obras solidarias.

  Las mayoría de las mujeres encuentran atractivo a un hombre con niños y/o animales. 

  Los mayoría de los hombres encuentran atractivo que su favorito gane. 

  Si logro que vuelva a ser un hombre querido y se enfoque en su carrera al mismo tiempo, el mundo estará en paz y yo en un apartamento en Nueva York.

  –¿Estás lista?– Daisy camina junto a mí saliendo de su oficina.

  –Por supuesto,– respondo forzando una sonrisa e intentando convencerme a mí misma de que lo estoy. Aprieto las manos una y otra vez, ni siquiera sé por qué estoy nerviosa, oh, tal vez sea porque de este trabajo depende mi promoción.

  Algunos murmullos empiezan a resonar en el lugar y es ahí cuando veo a mi nuevo cliente. 

  Sus ojos están escondidos detrás de unos lentes negros. Su cabello oscuro, despeinado se balancea con cada paso. Tiene una barba apenas visible alrededor de su mandíbula y sobre sus labios. Viste unos jeans ajustados, remera negra y chaqueta gris con botas de cuero.

  Desde mi perspectiva, parece uno de esos modelos que normalmente encontrarías en Pinterest.

  Todas las miradas están oficialmente sobre él dejando de lado al hombre que lo acompaña. Rubio, unos centímetros un poco más bajo que Teo, y luce un traje gris oscuro perfectamente planchado.

   La estrellita parece ser consciente de lo que causa entre la multitud. Lo tiene muy en claro y lo disfruta, puedo descifrarlo por su sonrisa coqueta.

  Los dos hombres ignoran a los demás y se detienen frente a nosotras mujeres.

  –Es un placer verla de nuevo, Sra. Murphy,– dice el rubio estrechando su mano con la de la persona a cargo en este lugar.

  –Me alegro que llegaran,– contesta Daisy con la sonrisa que usa cada vez que quiere cerrar un trato. La he visto tantas veces que hasta puedo distinguirla de la sonrisa fingida que usa cuando su madre viene a visitarla o aquella que usa cuando alguien se atreve a infligir su autoridad. Cuando te da esa sonrisa, sabes que estás hasta el cuello, hundiéndote poco a poco en una desgracia anticipada desde el momento en que pensaste en ir en su contra. No usa mucho esa última, pero cuando lo hace es mejor callar y volver a lo tuyo.

  El hombre desvía su mirada hacia mí y me ofrece una sonrisa amistosa.

  –Debes ser la Srta. Walsh,–saluda de igual forma que a la Daisy–, soy Harry Laurent, representante del Sr. Guiraud.

  –Es un placer Sr. Laurent,–respondo mirando de reojo a Guiraud y percatándome de como una esquina de su boca se curva apenas hacia arriba. 

  –Hola, hermosa.– Esas palabras salen de su boca sin esperar una invitación y golpean directo en mi cara como si me hubiesen escupido.

  –¿Disculpa?–pregunto con desconcierto. 

  –Daisy, asiente su cabeza hacia la otra mujer y se vuelve de nuevo hacia mí.

  Mi jefa junta sus manos frente a ella y sonríe, –hablemos en mi oficina,– dice con rapidez prácticamente empujando a los dos hombres mientras me hace una seña para que ignore al muchacho.

  Ignorar al pelmazo. Copiado.

  –Me alegra que hayas podido recibirnos tan pronto,– Harry esboza una sonrisa sentándose en uno de los sillones. Teo, por otro lado, inspecciona el lugar como un niño que no puede quedarse quieto. No parece sentirse cómodo en este lugar, su rostro es muy expresivo y demuestra su desconformidad.

  –Bueno, cuando me hablaste te notabas agitado, supuse que era algo urgente.– 

  –O tal vez simplemente lo captaste en medio de un acto íntimo,– ríe el morocho ante una broma poco graciosa. A Harry le toma todo de él para no darle un puñetazo y sonrío con impasividad confirmando que no soy la única atascada en el barco con una persona repugnante. Apenas lo conozco y ya quiero eliminarlo de mi memoria, no quiero pensar en lo mucho que Harry debe pasar junto a él.

  Daisy ignora ese comentario y le sonríe al hombre de traje quien parece más atento que su acompañante.

  –¿Cuándo es la próxima competencia?

  –En dos meses.

  Mi jefa asiente con las manos cruzadas sobre el escritorio. –Entonces debemos darnos prisa, estoy segura de que necesita practicar.

  –No lo creo,– interrumpe Teo de inmediato, –soy uno de los campeones, no necesito practicar nada,– asegura con altruismo y posa sus ojos sobre mí. Ni siquiera aparto la mirada, si cree que puede ponerme nerviosa con esos ojos claros… pues sí, pero no va a darle el lujo de admitirlo.

  Nuestro juego de miradas se ve interrumpido por la voz de Daisy.

  –Callen es uno de mis mejores refuerzos,– comenta con firmeza. Harry sonríe en mí dirección y le respondo de igual forma tratando de lucir lo más profesional posible aunque mis axilas estén sudando.

  –Entonces supongo que sabrás muy bien qué hacer.

  Bacilo un poco antes de contestar. –No es que fuese una ecuación complicada– respondo soltando un resoplido apenas audible.

  –La parte pública no es la que me preocupa,– murmura Harry, –sino que puedas tolerar a este imbécil.–

  Esta vez no puedo contener una sonrisa y de pronto ese simple gesto me hace sentir un poco más relajada. Este hombre se está volviendo mi favorito. 

  –Un imbécil que te paga muy bien,– remarca Teo apoyándose sobre el escritorio –y no hables como si no estuviera aquí, todo esto me parece una completa estupidez y pérdida de tiempo.– Endurece su mirada, –¿Vas a dejar mi imagen en manos de una chiquilla quien no parece tener un mínimo de conocimiento en esta industria?–me observa fugazmente–. sin ofender.

  –Lo hiciste– mi voz sale disparada. Tres pares de ojos se posicionan en mi dirección pero continúo hablando, –no tendrías que ser parte de esta estupidez ni perder tu valioso tiempo con esta chiquilla si no fueses un desastre como persona.–

  Daisy está a punto de decir algo pero no me detengo. –¿Acaso no te das cuenta que detrás de ti y tu gran ego hay muchas personas que dependen de este trabajo?– me levanto del asiento señalando al muchacho, –tu equipo no son sólo peones en tu juego ni marionetas que puedas mover a tu antojo. Si tú actúas como un maldito idiota es tu problema pero no arrastres a cientos de personas hacia un fin anunciado porque, por si no te diste cuenta, tus acciones afectan a todos.

  Luego de soltar ese pequeño pero despiadado discurso, tomo todo el aire que necesito para poder calmarme.

  –Entonces deberían renunciar,–responde Teo con avidez y sin una pizca de compasión o remordimiento. 

  Endurezco la mirada. –Sí, deberían,– tomo todas mis cosas–. como yo.

  Harry, quien ha estado en silencio durante el último intercambio de palabras se pone de pie e intercepta mi salida dramática haciéndome detener a mitad del camino. –¿Por qué no nos tranquilizamos todos y hablamos como adultos?

  Aparto unos mechones rebeldes de cabello que caen sobre mi rostro y suspiro sonoramente. –Lo haré si él lo hace.

  –No es mi culpa que seas tan sensible a las críticas,– suelta el chico sin mirarme. 

  –Entonces te irá tan bien con tus patrocinadores,– muevo mis manos en el aire con desesperación, –buena suerte cuando tu carrera se acabe.–Dicho eso, salgo de la oficina dando un portazo pero me arrepiento al instante por mostrar una actitud infantil. Es que ese hombre parece sacar lo peor de mí y acabo de conocerlo.

  Antes de siquiera hacer unos metros, escucho como dicen mi nombre a mis espaldas, –¡Callen!– La mujer avanza seriamente hacia mí y por un instante me imagino el peor de los escenarios donde me dice con voz firme que recoja mis pertenencias y me retire del establecimiento sin querer volver a ver mi rostro otra vez.

  Es más, incluso empiezo a hacer la cuenta de todas las cosas que hay sobre mi escritorio para no olvidarme nada y luego tener que volver destilando vergüenza sobre mi persona mientras mis compañeros se burlan de mí con la mirada. 

  –Lo siento,– expreso con pesar, –lo siento tanto Daisy, pero es que…

  La mujer levanta una mano cortando mis disculpas, –Lo sé. Relájate. No voy a obligarte a nada, sé que va a ser complicado, pero esta gente puede ser muy buena para esta empresa.– Esa responsabilidad es lo que me carcome por dentro. –No te lo pido como jefa, te lo pido como amiga.

  Ambas sabemos que no es así, intenta manipularme con esos falsos ojos de borrego, pienso observando un gran cartel luminoso detrás de la mujer con las siglas NY escritas en neón. Suspiro sopesando todo lo que acaba de suceder y le pido al pequeño demonio sobre mi hombro que colabore conmigo y no actúe de manera precipitada. 

  –Fuera mi orgullo, adentro mi máscara de niña grande. –Repito en voz alta como si esa mantra me diera un poder especial contra imbéciles y finjo una sonrisa antes de asentir con lentitud.

  –Volvamos ahí, –dice mi jefa guiñándome un ojo y tomando mi brazo como si me estuviera insinuando que no voy a volver a escapar. 

  Apenas volvemos a cruzar la puerta, Harry camina en mi dirección con remordimiento dibujado en su rostro.

  –Srta. Walsh, por favor perdone al Sr. Guiraud, no está acostumbrado a relacionarse.– Su representante debe estar cansado de dar la cara por él cada vez, haciendo el trabajo sucio.

  –¿En serio?– respondo esperando que entienda mi sarcasmo ante esa revelación.

  El hombre asiente y señala hacia el pequeño sillón junto a la ventana para que tomara asiento.

–No tengo duda que usted es la indicada para este trabajo.

  –¿Qué le hace pensar eso?– pregunto con evidente curiosidad. La estrellita se mantiene en silencio como si le hubieran puesto un bozal de repente.

  –Que es una persona seria, responsable y no está como las demás ahí afuera.

  Seria, no tanto pero lo intento. Responsable, por supuesto.

  Una mueca se forma en mi boca –¿En un estado de niebla absoluta idolatrando a un hombre como él?–

  –¿Un hombre como yo?– Interrumpe Teo volviendo a involucrarse en la conversación.

  –Una pérdida de tiempo.– Anuncio con firmeza ganándose la atención completa y para nada agradable de parte de mí, esperemos, cliente.

  –Te estás pasando.– Advierte el morocho.

  –Sólo estoy diciendo la verdad. ¿Ahora eres tú el sensible?– respondo utilizando sus palabras en contra de él.

  –Ok.– Harry se entromete intentando calmar las aguas, –hablemos de trabajo. Nuestro patrocinador más grande está a punto de soltarnos la mano por el último video que se viralizó.

  Bajo la mirada pretendiendo leer algo dentro de mi carpeta antes de hablar.

  –¿Ese donde destruye los sueños de un niño?

  Harry se aclara la garganta, –veo que ya lo vio.

  Levanto la mirada hacia ambos. –Difícil no hacerlo.– Daisy ni siquiera me interrumpe, está dejando que controle la conversación por mí misma y no sé si eso es bueno.

  –Muchos están hablando de eso y a las marcas no les está gustando que su principal exponente esté siendo lapidado por su comportamiento,– explica el pobre hombre antes de soltar un suspiro.

  –Soy juzgado por decir la verdad,– murmura Teo negando con su cabeza, –entonces ¿me están diciendo que debo mentir para encajar en esta sociedad? Se equivocaron de político.

  –No estamos diciendo que mientas,– dice Daisy escuchando todo con atención.

  –Si lo hacen,– barre su mirada sobre todos los presentes para terminar sobre mí. –¿Qué debería decir? Claro, algún día vas a ser como yo. Tendrás todo lo que quieras. ¿Qué tal si no pasa?– pregunta con amargura. –Ese niño se acordará de mí y se dirá a si mismo lo estúpido que fue en confiar en alguien como yo. Alguien que consideraba su ídolo.– Se pone de pie y aprieta el respaldo de su asiento con las manos, –mejor que sepa la dura realidad ahora y no en unos años cuando su vida se esté haciendo añicos por una ilusión.

  –Creo que lo que intentan decir es que deberías disfrazar la verdad,– digo atreviéndome a hablar. –Decirla pero con tacto, algo que veo tú no tienes.– Teo bufa sin gracia. –Se trata de un niño, ¿cómo habrías reaccionado tú si tu ídolo te hubiera tratado así?– Me levanta y camino hacia el con los brazos cruzados.

  El muchacho levanta un dedo y me mira con reprobación.

  –Primero que nada, no somos conocidos para que me trates de tú.– Suelto un sonido desde mi garganta. –Segundo, yo no ando por ahí divulgando mis deseos. Mientras menos personas lo sepan mejor. Y tercero, yo soy mi propio ídolo. Siempre lo fui.

  Desvío la mirada hacia la nada. –Es como hablar con una pared,– murmuro para mí misma pero capta a Teo sonriendo, sabe que lo está haciendo para enfurecerla pero no va a darle el gusto. No de nuevo.

  Luego de una larga charla sobre qué hacer a continuación y firmar papeles de confidencialidad, camino por el estacionamiento con la estrellita siguiendo mis pasos hasta llegar a mi cuasi destartalado pero lindo vehículo.

  Me ofrecí a dejarlo en su hotel porque Harry debía correr a una reunión importante. Por supuesto, el chico puso resistencia pero terminó cediendo cuando su representante le dio un ultimátum.

  –¿Qué te pasa?– Pregunto al notar que el chico mira el vehículo bajo esos lentes negros que parece adorar.

  –No pienso subir a eso,– señala.

  Cierro los ojos por un segundo y me pregunto si de verdad esto vale la pena. La respuesta es lo veremos en unos días cuando todo se asiente, al menos eso es lo que se me ocurre por ahora. –Es un auto, cumple su función de llevarte donde necesitas.

  –Eso no es un auto,– dice, –parece caerse a pedazos,– su énfasis en esa última palabra es lo que me molesta. Ese auto me ha acompañado desde la secundaria y es una de las piezas más preciadas que poseo porque papá trabajó horas extras para regalármelo en mi cumpleaños número dieciséis. 

  –¿Alguna vez te dijeron que tu dramatismo es increíble?– pregunto sin una pizca de diversión en su rostro, –sube al auto o te irás caminando.– Teo sabe muy bien que eso es una posibilidad porque vi cuando Harry le confiscó su billetera sabiendo, muy en lo profundo, que el joven hará cualquier cosa para irse por su cuenta. Estuvo en lo correcto. Teo se mantiene firme mirando hacia un punto en específico del vehículo. –¿Ahora qué?– inquiero contando hasta diez en mi mente.

  –La puerta debe tener demasiados gérmenes, ábrela por mí.– Siento una descarga eléctrica parecida a esas que te dan cuando tocas un interruptor en mal estado. 

  –¿Estás bromeando?– esa pregunta sale en forma de susurro pero estoy muy segura que él me escuchó con claridad.

  Mueve un dedo formando un circulo sobre su rostro –¿Tengo cara de hacerlo?

  –No pienso hacerlo.

  –Entonces les diré a Daisy y Harry que esto no va a funcionar y me iré.

  Me trago un sinfín de maldiciones y camino hacia el otro lado para abrir la dichosa puerta sosteniendo una sonrisa falsa en mi rostro, pero el hombre sigue sin moverse de su lugar.

  –¡¿Qué?!– exclamo perdiendo completamente la compostura.

  –Acomoda el asiento para mí, no quier…– mi paciencia se va al demonio. Lo tomo por la nuca y lo empujo dentro del auto. Luego camino los pocos pasos que me quedan hacia el asiento del conductor y cierro la puerta de un golpe una vez que me siento, –vas a terminar rompiendo tu auto, aunque no creo que eso sea posible.–

  –Una vez que termine con este trabajo debería quemar ese asiento– señalo con la mirada, –no quiero que tu ADN se quede impregnado aquí así da igual.

  El chico levanta sus manos y por primera vez en toda la mañana, es él quien intenta apaciguar el ambiente. –Ok, tal vez iniciamos con el pie izquierdo.

  –O tal vez simplemente nos caímos de la cama en la mañana –murmuro.

  Teo suelta un chasquido con su lengua –¿Me estás insinuando algo con eso?

  –¿Qué soy buena para ahogarte mientras duermes?– una risa cruda y profunda sale de su garganta y me reprimo en silencio por haberme quedado absorta ante esa pequeña acción.  

  Ese simple sonido se sintió muy bien en mis oídos y eso me molesta.

  –Tu actitud se me hace tan fresca,– admite el chico, –usualmente las mujeres quieren llamar mi atención de muchas maneras pero ninguna me envió una amenaza de muerte directo a la cara.

  –Me alegra marcar la diferencia– lo miro y me acerco hacia él, –escúchame bien…

  –Estás demasiado cerca de mi rostro, si no vas a besarme sugiero que te apartes, –comenta Teo colocando un dedo sobre mi frente y empujando mi cabeza hacia atrás.

  –Voy a decir esto sólo una vez,– lo miro con seriedad, –tú eres mi pase de salida. Tú ganas una buena reputación y tus fans volverán a adorarte, y yo me iré a Nueva York. Me necesitas tanto como yo a ti así que colabora.

  Teo niega de inmediato, –en realidad yo no te necesito, hay miles de otros publicistas o asesores que morirían por trabajar conmigo.

  Suelto un bufido en voz baja –¿Y por qué crees que te ves envuelto conmigo si eso fuera verdad?–

  –No necesito nada de esto.

  –¡Bien!– expreso en un grito, –¡Entonces vete!– Señalo la puerta, –si te crees tan listo para lidiar con esto por tu cuenta, solo hazlo.

  Teo lanza un suspiro con los ojos cerrados y se coloca el cinturón de seguridad.

  –No te necesito pero quiero seguir compitiendo con mi equipo.– Admite en voz baja.

  –Entonces harás lo que yo diga cuando yo lo diga, ¿entendiste?

  –Ajá– murmura colocándose sus lentes negros y abriendo la ventana.

  Definitivamente es peor que un niño.

Capítulo 3

  –Despierta.– La molesta voz de Nora interrumpe mi profundo sueño, sin tener consideración alguna por mi descanso. –Callen, arriba.– Vuelve a llamarme con insistencia.

  Gruñendo, golpeo la almohada y abro un ojo, –¿acaso accedí a trabajar un sábado y estoy llegando tarde?–

  –¿Qué? No.– La chica frente a mi frunce el ceño.

  –Entonces ¿qué es tan urgente para que interrumpas mi hora de dormir?– Vuelvo a posar la cabeza contra la superficie mullida esperando poder seguir con lo que estaba soñando, donde finalmente me caso con Orlando Bloom.

  –Teo.– Ese simple nombre basta para volver a hacerme gruñir con desprecio.

  –Aún es temprano para lidiar con él, dame un  par de horas más.

  Nora, cansada de ser ignorada, me arroja una de las pantuflas que se encuentran junto a la cama, –su auto está en nuestra calle y estaba hablando por teléfono a unas casas de aquí.

  Esa información basta para que la observe ahora con ambos ojos abiertos. –¿Cómo estás tan segura de que es el?– con un poco de esfuerzo, tomo asiento sobre el colchón y despeino mi cabello aun en estado de somnolencia.

  –¿Tipo alto con excelente sentido de la moda, rostro hermoso y para nada un invitado recurrente de la zona que además conduce un Audi?– enumera mi amiga, –sí, creo que es él

  –¿Qué está haciendo aquí?– pregunto, ahora completamente despierta, mientras voy hacia la cocina seguida por Nora.

  –Creí que tú lo sabías, ¿no se supone que debes cuidarlo?

  Una mueca involuntaria se forma en mi rostro, –estoy empezando a arrepentirme luego de considerar todos los contras antes de acostarme a dormir.– Abro el refrigerador y husmeo con la mirada cada una de las góndolas. –Sea lo que sea, lo descubriré luego. ¿Compraste el jugo de naranja que te pedí ayer?–

  –Si, está atrás.– Responde Nora. En efecto, junto al cartón de leche vencida se encuentra el jalón de jugo orgánico que tanto amo. –También aproveché una promoción en cereales.– Añade tomando un buen puñado de cereal de chocolate directo del empaque. 

  La cantidad de gérmenes que acaba de arrojar ahí dentro es cuestionable. Quien sabe que habrán tocado esas manos antes. Miro con impaciencia las cajas apiladas sobre la pequeña isla de la cocina y levanto una ceja.

  –¿Compraste diez cajas?– pregunto luego de contarlas.

  Mi amiga asiente con la boca llena pero eso no le impide responder de inmediato. –Vele el lado bueno, tendremos desayuno por mucho tiempo.

  Una canción conocida proveniente de la radio que Nora compró en una tienda de antigüedades interrumpe su conversación y el ánimo cambia de inmediato en el sitio.

  –¿Escuchas eso?– Cuestiona Nora con ilusión en sus ojos. Dancing Queen de ABBA es probablemente la canción favorita de ambas desde que la escuchamos cuando éramos niñas. La madre de Nora contrató a una cantante para la fiesta número diez de ella y cuando esta canción apareció, todo el lugar cobró vida. Nunca subestimen el poder de la música legendaria.

  También está el hecho de que mamá era una gran fanática del grupo y dejó la colección de discos cuando se fue. Siempre que escucho alguna de sus canciones una melancolía mezclada con alegría me recorre.

  Tomo un sorbo de jugo y me muevo al ritmo de la melodía tarareando la letra junto a Nora quien ya se encuentra sobre el sofá moviendo su cabeza de un lado hacia el otro. Ambas reímos, ambas disfrutamos, pero mi momento de soltura se ve interrumpido por la presencia de alguien al otro lado de la ventana.

  –¡Ah!– caigo al suelo rogando no haber sido vista por él, más aun cuando me doy cuenta que sólo estoy en camiseta y ropa interior. Siento como el calor sube por mi cuello hasta las mejillas de una forma increíblemente rápida y el corazón late desbocado como si hubiese sido espantada en una de las casas de terror de la feria a la que solía ir cuando estaba en la secundaria.

  Las odio.

  –¡¿Qué?!– Nora me observa con horror pensando que estoy herida de alguna forma.

  –Teo,– murmuro en voz baja, como si pudiera oírme desde el edificio de al lado. –Teo,– vuelvo a nombrarlo mientras señalo la ventana. Mi amiga levanta la cabeza y vuelve a caer a mi lado restregando su rostro y escondiendo una sonrisa.

  –Diablos,– dice antes de reír y dirigirse hacia la ventana para abrirla.

  –¡Hola vecinas!– grita el muchacho con entusiasmo. Con pena, tapo mi rostro con ambas manos pensando que tal vez aún se encuentra en su cama y todo esto no es más que una de sus tantas pesadillas cuando se le ocurre comer algo dulce antes de dormir.

  –Esto no puede estar pasando,– susurro levantando un poco su rostro para ver si efectivamente sigue ahí, lo cual es un gran positivo.

  Gateando, avanzo con rapidez hasta mi cuarto y tomo lo primero que encuentro en la silla junto al armario para salir del apartamento y dirigirme hacia el otro edificio. Necesito saber con urgencia de qué va toda esta cómica escena que se está desarrollando frente a mis ojos mientras ruego por lo bajo que sólo se trate de una broma de mal gusto. 

  Colocándome unos pantalones, salgo del edificio sin importarme estar en pijama y pantuflas de osos abullonadas. Ignorando la mirada de varios curiosos en la acera, llego hasta la puerta principal de la construcción vecina pero antes de abrirla, un rostro conocido aparece frente a mí. 

  –Qué bueno que te encuentro,– sonríe Harry luciendo uno de sus trajes bien planchados. Sin detenerme, voy hacia las escaleras para subirlas de dos en dos, –creo que ya sabes la noticia,– comenta el hombre detrás de mí imitando mi andar.

  –¿Qué noticia?– Quiero gritar pero me las arreglo para mantener la compostura. –¿Esa donde lo encuentro asechándome al otro lado de la ventana?– Lanzo esa pregunta retórica sin mirar a mi acompañante, –¿cuál es el número del apartamento?–

  Harry lo piensa dos veces antes de hablar pero termina cediendo al ver mi rostro enfurecido. –11C,– murmura. Sin esperar, inspecciono el corredor siguiente y el siguiente a ese, llegando al tercer piso. La puerta está entreabierta y hay algunas cajas afuera. Sin ser invitada, me adentra al lugar ganándose una mirada de sorpresa por parte del chico de la camiseta verde que combina con sus ojos.

  El chico sólo tarda un segundo en levantar sus manos en forma de defensa sabiendo muy bien que no estoy en mi mejor ánimo y eso parece encantarle. Es como si le encantase provocarme. Seguramente quiere volverme loca para que renuncie. –En mi defensa, el propietario nos dio ese apartamento,– me da su mejor sonrisa inocente, –un desafortunado giro de eventos,– añade.

  Desde mi exacta posición, puedo ver claramente mi casa desde aquí y por algún motivo eso me da nauseas. No sólo debo soportarlo cada día fuera del horario laboral sino que ahora, el lugar que creé donde puedo escapar de todo, está completamente expuesto ante él haciéndome sentir totalmente vulnerable en el que se suponía, era mi sitio seguro.

  –¿Vienes a desearme un buen día?– Pregunta el chico intentando apartar la vista de las pantuflas afelpadas que traigo. Debo lucir horrible. Ni siquiera me lavé los dientes. Inconscientemente llevo una mano a mi rostro y me alejo para evitar cualquier situación vergonzosa, no quiero nada más por esta mañana.

  –¿Qué haces aquí?– Inquiero. 

  –También fue mi pregunta cuando me dieron la dirección,– responde el joven caminando hasta el sofá solitario que se encuentra a un lado esperando por ser ubicado, –pero luego de tu bienvenida, estoy convencido de que no es un lugar tan malo.– Toma asiento dándome un último vistazo de pies a cabeza.

  Puedo sentir el calor subiendo por mis mejillas –nuevamente– pero no logro descubrir si es por la vergüenza que estoy sintiendo en este momento o por la furia emergente que está a punto de salir de mi cuerpo. –Olvida eso,– advierto señalando al muchacho logrando que una sonrisa aún más grande aparezca en su rostro.

  –¿Tu bailando en ropa interior al otro lado de mi ventana?– Suspira, –esa fue la mejor parte de mi semana.– Necesito controlarme, es sólo una piedra en el camino, una muy grande que hay que rodear para continuar el camino directo al otro continente. 

  Concéntrate Callen.

  –Si vuelvo a encontrarte mirando hacia allá de nuevo…

  –¿Qué?– me interrumpe de inmediato ladeando la cabeza, –¿vas a denunciarme por mirar por mi ventana hacia el único punto visible que tengo?– Ni siquiera puedo objetar a eso porque tiene razón. Aunque bien podría mirar hacia arriba o hacia abajo, tiene opciones que aún no ha tomado en cuenta. –Deberías culpar al encargado del lugar, no a mí.–

  Teo mira hacia abajo y niega.

  –En esta casa no se permiten zapatos.–

  Parpadeo unas cuantas veces. –¿Qué?–

  –¿Sabes la cantidad de gérmenes traes desde afuera? No quiero esos gérmenes en mi piso, o te los quitas o te vas.– Aprieto mis puños.

  Giro hacia el hombre detrás de mí. –¿Puedes conseguirle otro lugar?

  Harry está por contestar pero de nuevo, su protegido vuelve a tener la palabra, –¿Qué pasa?– Se pone de pie y camina hacia mí obligándome dar un paso hacia atrás. –¿Tienes miedo de que descubra algo importante sobre ti?– Entrecierra los ojos pretendiendo meditarlo. –¿Acaso eres mujer de día y duende de noche y no puedes revelar ese secreto al mundo humano?

  Mis ojos vuelven a Harry, esta vez sin un rastro de consideración. –Consíguele otro lugar.

  –No puedo Callen, lo siento,– dice acomodando su corbata la cual ya está bastante ajustada. –Es el único lugar disponible cerca de ti.– Esa respuesta llama mi atención.

  –¿Por qué tiene que estar cerca de mí?

  –Daisy…– Esto ya es demasiado.

  Paso los dedos por mi frente intentando pensar en una razón lógica sobre el por qué lo está haciendo. –Me sorprende que no haya dicho que le prepare una cama al lado de la mía,– balbuceo en voz alta.

  –No me molestaría.– La voz de Teo no tarda en hacerse escuchar. –Es más,– mira al rubio, –¿podemos hacer ese cambio? Imagínate todos los problemas que nos ahorraríamos.

  Harry se guarda sus comentarios al ver mi falta de reacción ante esa propuesta. Suelto un largo suspiro y me dirijo hacia la salida dispuesta a volver a mi cama para pasar el resto del día bajo las sábanas imitando a una tortuga escondiéndose bajo su caparazón.

  –Necesito café y una almohada para gritar,– comento.

  –Cálmate o de verdad vas a volverla loca,– alcanzo a escuchar por parte de Harry antes de continuar mi camino hacia el edificio de al lado.

  Tal vez también necesite chocolate.

  En el momento en que abro la puerta de nuestro departamento, Nora me observa con atención mientras bebe de su taza.

  –¿Así que será nuestro vecino?– Esboza con una mueca. –Tengo que avisarle a todos.

  –No lo hagas.– La detengo levantando un dedo y cerrando mis ojos, –no quiero más dolores de cabeza.

  Toma una cucharada de cereal. –Piensa en esto como el vaso medio vacío, tendrás un ojo sobre él en todo momento y tu tarea será mucho más fácil.– Nada a su alrededor es fácil.

  Camino directo hacia la ventana y cierro las cortinas en tono beige.

  Pienso en mis alternativas por un momento. –¿Qué tal si creo un blog y publico noticias falsas donde él es el héroe?– Nora niega.

  –Sabes que no funciona así.

  Tomo asiento en el sofá y muevo mi pie con insistencia. –¿Y si contrato gente que actúe como que lo adoran y que lo ven como la mejor persona del mundo?– Tal vez así me deshaga de él con rapidez.

  –¿De verdad crees que las personas son tan estúpidas?– Me da una mirada sínica. –Tengo una idea,– se traslada hacia mi lado con su plato en una mano, –ponlo a servir café afuera de mi local, les darás algo que mirar y me hará promoción.

  –¿Quieres usarlo como un maniquí andante para tus propios beneficios?

  Hunde sus hombros y toma otra cucharada antes de contestar. –Diré que no he estado en una buena racha y que él ha venido a ayudarme como el gran hombre que es.– Pone la espalda recta y eleva su mentón con estilo. –Puedo ser una gran actriz cuando quiero.

  Descarto esa idea sin pensarlo dos veces. –Olvídalo, hablaremos luego de eso, me prepararé para ir a la oficina.

  El edificio está lleno de corredores, los corredores están llenos de personas, y probablemente un sesenta y cinco por ciento de ellas me mira cuando paso por su lado. Toda esta atención indeseable me está poniendo los pelos de punta.  

  Cuando llego a mi escritorio miro a mis compañeros. –¿Por qué todos están mirándome?

  –Te convertiste en la perra más suertuda del departamento de publicidad y probablemente de todo el edificio.

  –Estaré más que feliz de intercambiar el lugar con alguien más.

  A lo lejos, Daisy camina erguida como siempre y con su típico ritmo elegante hacia su oficina. Veo esta como una buena oportunidad para hablar con ella sobre lo que pasó esta mañana y de paso, preguntarle qué más tiene bajo su manga y que me vendría bien saber.

  –Pase,– se escucha del otro lado. Al cruzar la veo acomodando su saco sobre el respaldo de la silla. –Ah, Callen, linda camisa.

  Si supiera que la usé hace tres días y no la he lavado aún. En mí defensa, he estado tan ocupada con el drama Guiraud que se me pasó.

  –¿Tienes tiempo?– Pregunto a lo que ella asiente tomando asiento.

  –Por supuesto.

  Coloco las manos en mi cintura. –¿Mudar a Teo al edificio junto a mí fue tu idea?

  Eso provoca que se quede mirándome por unos segundos antes de responder.

  –¿Consiguió un apartamento ahí? Harry es mejor de lo que pensé,– sonríe con orgullo ante su hazaña. –No me mires así.

  Se da la vuelta hacia la ventana con mis ojos sobre ella, espero que esté sintiendo los rayos láser que estoy tirando en este momento. 

  –Como dicen, el fin justifica los medios,– recita señalando la frase enmarcada que cuelga en su pared. Apuesto a que la mira muchas veces al día para excusas sus acciones.

  –¿Podrías decirme si tienes un plan? Me gustaría saber de antemano todos tus movimientos siniestros para no sorprenderme luego,– comento manteniéndome de pie frente a su escritorio.

  Daisy gira hacia mí con ojos inocentes. –Lo único que quiero es que el trabajo entre ustedes no sea tedioso.

  –Muy tarde,– bufo. –Además, ¿no será todo muy extraño? Estoy segura que algunos de sus vecinos saben quién es él, una llamada y los medios estarán ahí en un segundo.–

  Golpea las páginas frente a ella con su bolígrafo. –Su equipo se aseguró de que el edificio esté provisto de seguridad en caso de que algo así suceda,– habla con calma. –Y con respecto a los vecinos, firmaron un contrato de confidencialidad hasta que Guiraud se vaya.

  Abro mi boca, luego la cierro y finalmente vuelvo a hablar.

  –¿Estás tranquila con eso? ¿Confías en ellos?

  Daisy me da una mirada de cansancio. –Callen…– Suspira, –son personas mayores, a nadie le importa quien llegue o quien se vaya mientras los dejen tranquilos.

  Frunzo los labios.

  –Conozco a la Sra. Olson, los chismes son su prioridad.

  –Y por eso ella firmó un doble contrato,– responde de inmediato. Parpadeo unas cuantas veces. –Sí, yo también hice mi tarea.

  –A veces me das miedo,– admito en voz baja.

  Me da una pequeña sonrisa antes de tomar una hoja y pasármela. –Teo tiene una entrevista mañana con Lance,– Observo la imagen del programa de uno de los anfitriones más famosos y debajo una lista con los próximos invitados. Teo encabeza esa lista. Night Night with Lance es probablemente uno de los programas de entretenimiento más importantes en Dublin y eso significa que las alertas están al máximo. –Prepáralo,– ordena.

  Muerdo mi labio inferior antes de contestar. –¿Quieres que le escriba un guión?

  Hunde sus hombros. Puedo confirmar que mis preguntas le están cansando y eso es evidente por la expresión de aburrimiento en su rostro. Daisy es demasiado expresiva. –Eres buena deduciendo posibles preguntas y dudas que el público quiere saber,– dice, –por eso eres mi arma secreta durante las reuniones, siempre vienes preparada con por si acasos, aunque en este caso no es muy difícil de averiguar los temas de los que hablarán.

  Teo ha estado envuelto en tantos problemas que es más difícil pensar que podría dejar afuera de lo que no. Tiene un repertorio temático para elegir y todos con la misma palabra escrita en negrita al final de cada uno de ellos: problemático.

  –Es muy poco tiempo para enseñarle a cerrar la boca cuando le conviene.– Lo único que espero en este momento es que Daisy se apiade de mi alma y me tire un salvavidas para evitar hundirme.

  –Entonces apresúrate y haz tu magia.– Intento evitar el ataque de nerviosismo que amenaza con aparecer. –Por cierto, recibí tu informe,– me da un rápido vistazo, –es muy bueno, ese puesto en Nueva York te espera con ansias.

  Un vago sentimiento de felicidad me atraviesa pero no tarda en ser eclipsado por mis actuales responsabilidades. Todo lo que vale la pena nunca es fácil de alcanzar pero cuando lo haces la satisfacción es inconmensurable.

   –No lo haces más fácil.

  Se acuesta sobre el respaldo de la silla y cruza sus brazos observándome con una sonrisa. –Es mi deber como jefa el empujarte fuera de tu zona de confort. Consigue ropa linda y cuida tu imagen, lo acompañarás al canal.

  Ese comentario logra que pierda el equilibrio y termine apoyándome sobre la mesa. Las cámaras no son mi fuerte, ni usarlas ni estar frente a ellas. 

  –Pero habrá periodistas y cámaras por todas partes.– La veo asentir una vez y luego mueve su mano a manera de despedida.

  –Lo sé, ahora sigue con tu trabajo.

  Tengo que ser valiente, es lo único que me repito saliendo de la habitación. 

  Golpeo la puerta con insistencia al no haber una respuesta del otro lado.

  –Tirarás la puerta abajo si continuas así,– ríe un anciano que pasa por detrás de mí dirigiéndose hacia su apartamento en el mismo piso.

  –Tal vez es lo único que me queda por hacer,– murmuro antes de volver a golpear un par de veces. –¡Abre!–

  La puerta finalmente se abre y me deja ver al inquilino del 11C mostrando su torso desnudo y agraciado. Y cuyo resto del cuerpo sólo está cubierto por una toalla celeste. 

  –¿Cuál es tu apuro? Estaba tomando una ducha.– Sin esperar una invitación, lo empujo a un lado y camino fingiendo seguridad hasta el sofá, tomando asiento sin mirarlo ni una vez.

  –Tenemos trabajo que hacer.– Saco una carpeta con anotaciones y un bolígrafo.

  Lo escucho quejarse en voz baja. –¿Y no podía esperar un poco más? Acabo de llegar, ni siquiera he cenado.–

  Centro mi atención en la mancha de suciedad que tiene la pequeña mesa de café solitaria frente a mí.

  –Podemos estar toda la noche aquí, pero no quiero hacerlo.– Lo observo un instante y levanto una mano para cubrirlo desde mi punto de pista. –¿Puedes ponerte algo encima?–

  Suelta una risita. –Si, señora.– Dicho eso, camina hacia su cuarto pero luego de unos cinco minutos empiezo a impacientarme. 

  –¡Apresúrate!– Exclamo. 

  Teo sale secando su cabello mojado con una toalla más pequeña y toma asiento junto a mí. El aroma a shampoo se percibe y puedo decir que es hasta embriagador. –¿Cuál es el drama?–

  Levanto la hoja que Daisy me dio esta mañana, ahora con su nombre resaltado en tono rosa. –Mañana vas con Lance…

  Asiente mirando el papel pero no lo toma. –¿Y qué?

  Suspiro antes de hablar. –Lance es conocido por hacer preguntas incómodas, a su público le gusta y no serás la excepción.

  Teo me da una corta mirada.

  –Creo que sé muy bien cómo defenderme.

  Aprieto mis puños y respiro profundo. –Teo, esto es serio.– Dejo el papel sobre la mesa y volteo hacia él para encontrarlo mirándome con una sonrisa. –¿Qué?

  Niega apretando sus labios. –Es la primera vez que me llamas por mi nombre, déjame disfrutarlo un poco.–

  –¡¿Puedes colaborar conmigo?!

  Levanta una mano hacia mí en señal de paz.

  –Escucha, ¿crees que no estoy nervioso ya?– Su semblante cambia al instante dándome a entender que lo que dice es cierto. Puede que sea una figura pública pero no me puse a pensar en que también es una persona con sentimientos y miedos. Su faceta de ídolo insufrible es lo que evita el poder mirar más allá de ella.

  –¿Lo estás?

  Pasa sus manos por sus piernas en señal de intranquilidad. –Tengo mucha presión últimamente.–

  Elijo calmarme por un momento y hablar con calma. 

  –Bien, podemos ensayar algunas respuestas.– Tomo mi libreta. –Escribí ciertas preguntas que puede hacerte y cuando lo haga estaremos listos.

  –¿Cómo qué?

  Golpeo la hoja escrita con mi bolígrafo. –Estoy segura que hablará del último video viral, es el más nuevo y no perderá tiempo en traerlo a colación.–Lo único que va a querer hacer es quebrantar tu confianza, se alimenta de los malos ratos de sus invitados por eso a la gente le gusta,– arrugo la nariz. –Parece que les entretiene ver a las personas sufrir en cámara,– añado mirando hacia un punto en específico en la pared. 

  –¿Hace cuánto no duermes?– Preguntas observándome con atención. 

  Respiro profundo. –¿Puedes enfocarte? Querrá que le espliques que está pasando ahí o el por qué dijiste lo que dijiste.–

  Teo suspira y mira mi libreta de reojo.

  –¿Por qué no ser honesto y ya? Diré que fue un estúpido error y listo.

   Niego con rapidez.

  –No, la honestidad sólo te hundirá más.– Levanta una ceja. –Sé que esa no es una buena lección de vida pero en este momento es mejor dejarla a un lado y sacar tu lado sentimental.–

  Suelta un bufido de molestia. –No voy a denigrarme en cámara.

  –No lo harás,– respondo al instante, –sólo di que lo  que dijiste fue sacado de contexto, que no te referías a eso sino que querías decir algo diferente como que es una carrera muy difícil…– Divago pensando en las opciones que tenemos sobre la mesa, –y que a veces apostar a lo seguro es mejor que una ilusión abstracta de un futuro inexistente aún,– muevo mí mano a la vez que hablo, –que te ha pasado muchas veces y que no quieres que ese niño pase por lo mismo.– Teo me mira poco convencido. –Y luego te disculpas con esa familia. Ahí puedes usar tu honestidad, tiene que ser una disculpa real.–

  Cierra sus ojos por unos segundos. –Bien, ¿qué más?

  –La mujer de hace unos días.– Señalo sacando una hoja impresa de la carpeta con una foto donde ambos aparecen saliendo de un club nocturno tomados de la mano. –Para el mundo ya eres un mujeriego, seguramente hará bromas sobre que no puedes mantener tus pantalones cerrados o que tu idea de sentar cabeza no parece estar entre tus planes.

  Ríe por lo bajo. –Pero es cierto, no lo está.

  Ignoro su comentario y continúo hablando. –Puede que toque el tema de la infracción que te dieron hace una semana y el cómo atacaste a ese oficial.

  Teo se pone de pie y se dirige hacia el refrigerador para servirse un poco de agua.

  –No lo ataqué,– se defiende, –me llamó cabeza estrellada y me dijo que no ganaría la próxima competición, ¿no se supone que eso es agresión verbal? ¿No debería haber sido castigado él también?– 

  –Él no tiene un video donde te empuja, tu sí.– No puede responder a eso porque la campana lo salva. Literalmente. 

  –La pizza está aquí,– anuncia luego de escuchar el timbre. Recoge la comida y coloca la caja sobre la isla vacía de la cocina. –Ven a comer, dejemos eso para después.

  No hay nada que me gustaría más que tirar todo por la ventana pero si no solucionamos esto ahora temo que después será muy tarde. –No tengo un después, tengo sueño, trabajé todo el día y mi cuerpo sólo quiere paz.– Mientras más rápido ideemos lo de mañana más rápido podré mimetizarme con mi colchón. –Comer eso sólo me dará más sueño.

  –Sólo una,– levanta un dedo mientras que la otra mano sostiene una porción de pizza humeante, –puedo decir que tienes hambre.

  –No es cierto.– Estoy muriendo de hambre.

  –¿De verdad? Porque tus ojos hambrientos no dicen lo mismo.– Agarra un plato de la alacena y camina hacia mí con la porción que estaba levantando. –Come y haré todo lo que dices de ahora en más.–

  Eso suena demasiado bueno para ser cierto. –Quiero eso por escrito sino no vale.

  –Todo saldrá bien, ten un poco de fe en mí.– Eso es lo que me mantiene en vilo. –No puedo permitirme cagarla aún más.

  Muerdo una buena parte de la pizza y miro mis anotaciones. –Bien, sigamos con esto. ¿Alguna situación embarazosa de la que Lance pueda tener conocimiento?

  Teo hace un sonido con su garganta. –¿Y crees que te diré eso a ti? No voy a darte material para usarlo en mi contra.

  Cuando la luz de la ventana empieza a ser una molestia, abro los ojos dispuesta a protegerme de ella. Mi momento de desorientación dura unos pocos segundos hasta que me doy cuenta de lo que sucede. 

  Esta no es mi casa, y me encuentra en un sillón que no es el mío.

  Teo aparece como una visión frente a mí luciendo bastante decente como siempre. 

  –¿Qué hora es?– Pregunto limpiando la baba seca en la esquina de mi boca. Mis mejillas se sienten calientes pero intento no verme afectada. Acabo de dormir en el apartamento de Guiraud. Eso es algo que nunca me vi venir, ni siquiera como un chiste malo.

  –6:15,– responde.

  Mi corazón exaltado se relaja apenas. –Estamos bien.– Arreglo un poco mi cabello.

  –De la tarde.

  –¡¿Qué?!– Salto del sofá mirando mi teléfono. En efecto son pasadas las seis de la tarde y esto es malo, muy malo.

  –¿Dormí doce horas seguidas?– ¿Cuándo fue la última vez que dormí tanto tiempo? Tal vez haya sido alguna vez durante la secundaria al llegar el fin de semana.

  –Has estado bajo mucho estrés, y terminamos temprano en la mañana,– habla acomodando el cuello de su camisa verde que hace juego con sus ojos.

  Paso una mano por mi frente. –Pero, recuerdo que estaba a punto de ir a prepararme para ir a trabajar y…

  –Y te dormiste en mi sofá.– Termina el chico por mí. –Linda vista por cierto, roncas muy fuerte,– dice, –deberías considerar algún remedio natural para ello.

  Tomo eso como una ofensa. –Yo no ronco.

  –Estabas durmiendo, ¿cómo lo sabes?– Dejo de escucharlo para ocuparme de mis propios problemas.

  –Dios, Daisy va a matarme.– Me lamento al mismo tiempo que tomo todas mis cosas para guardarlas dentro del bolso que traje, –odia cuando la gente falta sin razones importantes.

  –Llamé a Daisy y te dio el día libre.– Lo observo con incredulidad. –Sólo si cubres tus horas el sábado,– añade. Por supuesto, Daisy no iba a dejarlo pasar sólo porque sí. 

  –Maldición,– murmuro. Nora había planeado un día de spa para nosotras dado que según ella, he estado fuera demasiado acelerada los últimos días. Acelerada. Gran adjetivo a juego con la situación. –¿Por qué no me despertaste?

  –Prácticamente te desmayaste.– Esa oración sale con un ligero acento francés, diferente al acento inglés que suele usar. –Incluso tuve que comprobar que aun respirabas.– Saca una caja de mentas de su bolsillo y se la lleva a la boca. –De verdad estabas cansada, no iba a cortar tu descanso.– Que considerado de su parte.

  Doy un rápido vistazo a mi ropa arrugada. –Tengo que correr,– me quejo intentando contar cuanto tiempo me tardaría en estar presentable. Si omito la parte del baño y voy directo a la ropa podemos llegar. De todas formas hay baños allá. Miro mi teléfono, –tenemos que está allí en diez minutos. Ya vamos tarde.

  Teo coloca sus manos sobre mis hombros pero las aparto. –Harry está abajo, yo estoy listo y tú te ves bien,– me observa de pies a cabeza, –nadie se dará cuenta de tu ropa arrugada o que tienes lagañas en tus ojos.

  Inconscientemente llevo una mano a las esquinas de mis ojos para limpiarlos. –Diablos.–

  El chico me mira con una sonrisa. –Yo soy quien saldrá en televisión nacional, no tú.

  Niego sintiéndome fatal. –Soy un desastre acabo de babear tu sofá y ¿tú me quieres llevar así?– Abro mis brazos.

  Teo camina hacia su habitación, toma un par de cosas y vuelve hacia la sala, arrojándome una camiseta negra con un estampado abstracto en blanco y negro en el frente y una gorra a juego.

  –Cámbiate ya,– pide.

  Miro las cosas en mi mano. –¿Qué se supone que…?

  –Elegante sport,– habla interrumpiéndome. –El negro va bien con todo y la gorra puede esconder tu cabello despeinado Saca pasta de dientes del baño y por fortuna, tu maquillaje no se corrió tanto,– pasa un dedo por un lado de mi rostro. –Sólo necesitas limpiar los costados de tus ojos, ¿feliz?– Me deja sin palabras que agregar y, cuando ve que no reacciono, me señala su costoso reloj en la muñeca. –Muévete, tenemos ocho minutos para salir de aquí.

  Recorro el lugar con cautela mientras arreglo la gorra en mi cabeza como si tuviese un molesto tic nervioso. Nunca antes había estado en un estudio de televisión y el hecho de haber venido junto a uno de los entrevistados de esta mañana lo hace aun peor. No soporto la atención que estoy teniendo en este momento. Desde que pisé el estudio con Teo muchas de las miradas que iban para él pasaron directo hacia mí. Es detestable, por lo que decido separarme un rato y buscar el lugar más tranquilo y apartado del sitio.

  Teo, por otro lado, camina como si estuviese en su salsa, se ve que ha hecho esto muchas veces, pienso con cierta envidia. Ojalá fuese así de extrovertida. El joven se dirige a maquillaje apenas pone un pie en el edificio mientras Harry verifica que todo esté en orden.

  –No te había visto por aquí, ¿tienes algún pase o vienes con alguien?– Pregunta un hombre que parece ser de seguridad. Estoy a punto de contestar cuando alguien más se me adelanta. 

  –Ella vino con Teo Guiraud,– dice la pequeña mujer a mi lado. –Está en la lista,– añade. El hombre asiente una vez y se retira en silencio a la vez que me doy vuelta para agradecer a la recién llegada por su intervención. –No me lo agradezcas,– responde con una sonrisa ajustando sus lentes marrones de marco grueso, –Harry me envió para que no te sientas incómoda.

  –Muy tarde,– admito con pesar sacándole una sonrisa a la mujer.

  –Si, todo esto puede llegar a ser muy abrumador las primeras veces,– comenta mirando a su alrededor. –Pero agradece que no eres tu quien está por salir ahí.

  –En realidad no es eso por lo que estoy nerviosa,– murmuro por lo bajo para después rogar que su acompañante no haya escuchado eso. A lo lejos, Freddy Lance se abre paso entre las personas y de inmediato siento como mis manos empiezan a sudar. Tal vez sea porque es la primera prueba de fuego desde que acepté este reto y quiero que Daisy sepa que estoy haciendo bien mi trabajo…o por lo menos lo intento. 

  Sólo espero que Teo coopere de la misma manera, es muy difícil delegarle ese tipo de responsabilidad a alguien que hace lo que quiere cuando quiere.

  –¿Estamos todos listos?– Pregunta el presentador ya en su sitio. Su traje azul claro deja ver por debajo la camisa estampada en tonos negros y blancos, su pelo blanquecino está peinado ligeramente hacia atrás sin ser demasiado perfecto y su sonrisa brillante de dientes falsos ya está preparada para cuando las cámaras empiecen a grabar.

  Una orden es escuchada y de inmediato empieza la función del segundo bloque del programa. Mis ojos notan un movimiento a un costado y muevo ligeramente su cabeza para ver a Teo del otro lado del escenario listo para salir. 

  –¡Bienvenidos de regreso!– Exclama entre aplausos y virotes. –Como se los prometí antes del corte tenemos una visita muy especial,– canta la última palabra dándole emoción al asunto. –Es la primera vez que viene a nuestra ciudad para competir en el Grand Race de Dublin junto a otros increíbles conductores que nos estarán visitando durante la semana. Pero hoy le toca a él.– Hace una pequeña pausa para crear suspenso, –cinco veces ganador de la competición NASCAR en Francia, Londres y Estados Unidos, a los dos años de empezar fue distinguido como la promesa del automovilismo y hoy lo tenemos aquí, por favor denle un fuerte aplauso al gran Teo Guiraud.

  Lance se pone de pie para aplaudir a su invitado junto con su audiencia. Los gritos de fanáticos copan el lugar y la música animada de Coldplay crea un ambiente jubiloso.

  –Es un placer conocerte,– saluda el hombre dándole la mano a Teo.

  –Igualmente,– se gira hacia el público, –es bueno verlos a todos.– Observo una de las pantallas cercanas a mí, viendo la toma de su rostro y luego un plano completo del diván. 

  –Cuéntame cómo estás, es tu primera vez en Dublín, ¿cómo te ha tratado?– Lance inicia la conversación con una pregunta generalizada.

  –Desde que llegué no ha sido nada más que perfecto,– responde. Debo admitir que se ve bien en cámara. –De verdad le agradezco a todos aquellos que hacen de mi estadía muy reconfortante.–

  De nada.

  –Es bueno escucharlo, sólo espero que no te pelees con nadie aquí.– Hombre, aquí vamos.

  –Si bueno, me estoy comportando,– levanta sus manos en rendición, –lo prometo.– Las personas ríen ante eso.

  –Pero eso no evita que ya tengas noticias con tu nombre donde quiera que vas. –Creo que todos hemos visto ese último video, ¿verdad? Apuesto a que te arrepientes de eso.

  –No fue mi intención que sonara así y no hay excusas para esconder mi actitud, lo que puedo decir es que luego de ese episodio me disculpé con ellos y los invité a la próxima carrera con boletos pagos.

  ¿El hizo qué? ¿Ya se disculpó? 

  –Bueno, como quien dice, es lo menos que podías hacer.– Su idea de ser gracioso es muy molesta.

  –Estoy de acuerdo,– contesta Teo luciendo completamente seguro de sí mismo. –He estado trabajando en mi carácter y puedo decirte que así como busco mejorar cada día como conductor, también quiero hacerlo como persona. Espero dar un buen ejemplo en ambos ámbitos.– Esa respuesta se gana la aprobación de todos los presentes, incluso puedo jurar que escuché a la chica junto a mí suspirar.

  Vaya, eso fue bueno.

  –Eso es algo genial, veremos qué tan listo estés para la próxima competición ¿Charles te mantiene ocupado?– El chico sonríe y asiente con gracia.

  –Como debe ser, las horas extra ha surtido efecto hasta ahora así que mantendremos ese ritmo por ahora.–

  Lance lo señala levantando una ceja. –Quiero un gran espectáculo este sábado.

  –Lo tendrás.

  El anfitrión busca algo bajo una mesita a su izquierda y toma unos papeles. –Ahora, hagamos un paréntesis aquí y hablemos un poco fuera de las pistas porque nos llegó algo de última hora y no puedo esperar para comentarlo.– ¿Algo de última hora? ¿A qué se refiere? –Veo que no solo eres bueno en tu trabajo también tienes un encanto innegable entre las mujeres,– mira a su audiencia, –y por qué no hombres.

  Unos cuantos gritos de afirmación toman lugar.

  Lance sonríe y prosigue. –Hasta hace unos días fuiste vinculado con Tasha Sterling, una de las modelos del momento,– señala descubriendo una foto de ambos luciendo muy cercanos, –y ¿ahora tienes a alguien más? Eso es actuar rápido.

  ¿Teo está con alguien más? ¿Cómo es que no supe eso?

  –No…– Teo se propone a hablar pero es de inmediato interrumpido por el hombre mientras muestra otra imagen, una que ahora en la pantalla sale detrás de ellos.

  Es una fotografía de nosotros dos saliendo del edificio donde trabajo el día en que nos conocimos. 

  No puede ser cierto.

  –Una agencia de publicidad,– habla Lance en un tono agrio rozando lo sarcástico. –¿Algún plan secreto en relación a eso?

  Estoy escuchando los latidos de mi corazón en los oídos. Escondo mi rostro aún más bajo la gorra pero lo que en verdad necesito es una sábana que me cubra por completo.

  –Si lo tuviera no te lo diría.– La respuesta de Teo saca más risas al público incluido Lance.

  –¿Ella trabaja ahí?– Continúa insistiendo.

  Teo aprieta sus labios pero no se muestra incómodo, al contrario, se lo ve entretenido aunque la pequeña mueca que acaba de hacer con su ojo derecho me dice que está pretendiendo. Descubrí que hace eso cuando está un tanto nervioso. Lo hizo el día que nos conocimos cuando subimos a mi auto, también anoche mientras practicábamos para hoy. –Creo que sí.

  Lance ríe falsamente pero no deja pasar una evidente molestia al no recibir lo que pide. –No me gustan las personas misteriosas,– canturrea.

  –Y a mí no me gustan las preguntas privadas,– contraataca Teo de la misma forma. Si hubiera un marcador como en los juegos de baloncesto Teo estaría ganando por dos puntos. 

  –Es justo,– admite el hombre peinando un costado de su cabellera. –Pero debo preguntarte lo que muchos quieren saber, ¿ella…?

  –Estamos saliendo.

  Ese simple comentario logra dejar a todo el estudio en un silencio absoluto por unos segundos. 

  –¿Qué?– Escucho la voz de Harry detrás de mí.

  –Qué carajos.– Esas palabras salen de mi boca sin pensar.

  El auditorio se anima en el instante en que Teo se da cuenta lo que acaba de decir pero lo termina disimulando bastante bien como si no hubiera sido la gran cosa. –Sólo para que quede aclarado ¡yo tuve la primicia!– Exclama Lance mirando directo a la cámara. –Esto es grandioso,– dice para sí mismo.

  De repente necesito aire fresco y una almohada para gritar.

  –Volvamos a tu carrera, me interesa saber cómo te estás preparando, a ¿quién ves como principal contrincante?

  Luego de eso, no escucho nada más, en su lugar me escabullo en silencio hacia la parte de atrás.

  –¿Estás bien?– Pregunta Harry siguiéndome. –¿Qué fue eso?

  Muevo mi cabeza en forma de negación. 

  –Yo también quiero una explicación.

  Diez minutos más tarde nos encontramos en el camerino de Teo con el chico en cuestión. No he dicho nada desde que entró hace como dos minutos, en su lugar me la he pasado caminando de un lado de la habitación hacia el otro.

  –¿Me puedes explicar cuándo es que acordamos que estamos juntos?– Hablo finalmente mirándolo con atención.

  –Entré en pánico,– responde pasando ambas manos por su rostro. –Mencionó la agencia de publicidad, cualquiera podría haber leído entre líneas, ¿qué querías que le dijera? Si estaba por ahí de pasada,– recita.

  Mi teléfono empieza a sonar y suelto una maldición cuando veo quien llama. –Mierda,– levanto el aparato hacia Harry. –Es Daisy.

  –Puedo hablar con ella,– dice el rubio pero lo detengo para tomar la llamada en su lugar.

  Suspiro antes de contestar. –Antes de que me digas algo, solo quiero decir…

  –Es perfecto.– Daisy me corta sin dejarme terminar.

  –¿Qué?– Parpadeo unas cuantas veces.

  –De esa forma estarás con el todo el tiempo y nadie dirá nada.– Lo único que escucho son balbuceos. –Lo vigilarás de cerca sin levantar sospechas, inventaremos una historia de respaldo para ti.

  Daisy habla como si las ideas estuvieran cayendo una a una como un dominó.

  –¿Cuándo me convertí en el chivo expiatorio?– Inquiero exaltada.

  –Cuando accediste a vender tu alma por un puesto de trabajo.

  –Esto es absurdo,– protesto.

  –Te veo mañana, hablaremos de los detalles y el proyecto en el que estamos trabajando. Prepárate para la reunión de la próxima semana.– Dicho eso cuelga sin darme la oportunidad de siquiera despedirme.

  Al cabo de unos segundos recibo un mensaje de mi padre.

  ¿Cuándo pensabas decirme que sales con Teo Guiraud?

  ¿Es muy tarde para decirle a Nora no cancele este día de spa?

Capítulo 4

  –Los escucho, ¿saben? Aun murmurando puedo escuchar todo lo que dicen.– Miro a un grupo de colegas mientras camino por el pasillo de vuelta a la oficina. Ha sido así desde que pisé este lugar, incluso me he despertado con más mensajes y llamadas perdidas de mi padre, familiares que no veo hace mucho, solicitudes de amistad en mis redes sociales y comentarios bajo las fotos que aparecieron de Teo y yo.

  Esto es un caos.

  Tomo asiento junto a mi escritorio dispuesta a continuar con el diseño del nuevo proyecto pero un rostro bastante conocido me interrumpe. Gina lleva los labios más rojos que de costumbre, debe estar estrenando un nuevo tono de labial. –Oye Callen, ¿es cierto lo que dijo Teo en la entrevista?– Pregunta desde el otro lado de mi computadora. –¿Están saliendo?– Inquiere a forma de susurro.

  Vuelvo mi mirada a la pantalla. –Se dijo mucho en esa entrevista.– He estado repasándola en mi mente toda la noche. Aún no puedo creer que lo haya dicho sin pensar en las repercusiones que vendrán con ello.

  –Dime algo, ¿ya lo conocías desde antes y sólo fingías no hacerlo o fue un flechazo instantáneo?– La observo queriendo decirle la verdad pero recuerdo la conversación que tuve a primera hora de esta mañana con Daisy y sus condiciones para este caso. Nadie en este lugar sabe el verdadero motivo de la visita de Teo, todos creen que se trata de su próxima campaña publicitaria aquí en Dublín y que será rodada una semana antes de su carrera debut en la ciudad. No conocen la parte donde conspiramos para limpiar su nombre mucho menos la parte improvisada de estar saliendo conmigo. Y nadie debe enterarse que es falsa.

  Daisy dejó muy en claro que quiere que finjamos incluso aquí en la oficina para se que vea más creíble. Además, ella no confía mucho en estas personas por lo que no niega que a alguien se le escape esta noticia sin querer.

  Lo pienso por un momento antes de contestar. –Flechazo instantáneo.

  Esa respuesta parece encantarla porque me sonríe mostrando sus dientes perfectamente rectos y blanqueados. –Lo sabía.– Mira a su alrededor y aprovecho para llamarla.

  –Gina, ¿puedes hacerme un favor?– Los ojos de la chica se iluminan y se acerca a mí.

  –Claro.–

  Miro hacia los costados pretendiendo que la situación sea un poco más dramática y susurro, –¿Todo esto podría quedarse entre nosotras? No queremos más ojos curiosos aquí.

  Asiente de inmediato.

  –Por supuesto Callen.– Hace la mímica de cerrar su boca con una llave que luego arroja lejos. –Te veo luego.

  –Nos vemos.– La despido con una sonrisa fingida. Es obvio que esto no va a quedarse aquí, en este segundo está buscando a Devon para contarle todo lo que sabe y luego Devon se lo contará a alguien más y así sucesivamente. Lo único en lo que puedo pensar en este momento es cuando todo esto se acabe y el mundo sepa que Teo está disponible de nuevo, yo estaré bailando en mi nuevo apartamento con vistas al Central Park.

  –¿Crees que puedas ayudarme con eso?– Pregunto pasando una mano por mi rostro. Si bien no es la mejor de mis ideas, algo bueno saldrá de esto y eso es ser un set extra de manos para ayudar en el comedor que visito cuatro veces al mes. También está el hecho de que quiero ver como Teo se desenvuelve en ese tipo de ambiente.

  Las personas aman que su ídolo sea alguien dadivoso y solidario.

  –Claro, siempre es bueno tener nuevos voluntarios,– responde la mujer al otro lado de la línea, –tendré un uniforme extra para él.– Tomo el último sorbo de café que queda en la taza y muevo la cabeza intentando descontracturar mi cuello doliente. –No vendrá ningún tipo de prensa, ¿verdad?– Indaga Selma, quien está a cargo del comedor desde que se creó en su vecindario. Al igual que yo, no es muy fanática de la atención excesiva.

  –No,– contesto de inmediato, –no quiero que parezca actuado, quiero que sea real. Teo no necesita más foros en internet que hablen sobre su comportamiento superficial, van a atacar por cualquier lado.– Incluso puedo imaginarme los titulares en las páginas de chimentos –Teo Guiraud intenta hacer buena letra– –Guiraud y su nueva faceta solidaria, ¿verdad o puro espectáculo?– De tan solo pensarlo puedo sentir el sudor bajando por mi frente.

  –Bien, los veré aquí el domingo por la mañana.

  –Gracias, Selma.

  Vuelvo a darle un vistazo a la imagen en mi teléfono enviada por Harry. Tengo la sensación de avanzar un paso y retroceder cinco con cada día que pasa. Tal vez simplemente debería rendirme y decirle a Daisy que este trabajo no es para mí mientras me despide en silencio y con extrema tristeza de esa promoción, los carteles luminosos del Time Square y un nuevo aire.

  Conteniendo mí malestar, recorro los metros hasta llegar a la puerta de mi odioso vecino. Tengo la intención de tener una conversación seria sobre la idea de colocarle una correa y darle electrochoques cada vez que se comporte como un imbécil.

  Golpeo la puerta unas cuantas veces sin suerte. –¡Abre, sé que estás ahí!,– demando. Definitivamente está aquí, vi su sombra a través de la ventana.

  Puedo escuchar unos pasos del otro lado y en un instante logro sentir su presencia del lado opuesto de la madera. –¿Vas a continuar regañándome? Porque si es así entonces prefiero mantener esta puerta cerrada.– Él sabe que lo sé. Por supuesto que lo sé, mis últimos días han girado en torno a Teo y las últimas noticias en las que se ve envuelto por más mínimas que sean.

  –Si no la abres tendrás más que un regaño.– Aseguro con el tono más amenazador que tengo.

  El muchacho suelta un suspiro cansado lo suficientemente fuerte como para que lo oiga. –Tengo suficiente con Charles, no molestes tú también.

  Apoya mi frente contra la superficie dura. –Deberías estar agradeciéndonos por intentar mantener tu carrera a flote,– murmura. Al cabo de unos segundos, escucho el seguro abriéndose y un momento más tarde ya me encuentra dentro del apartamento, demostrándole lo malhumorada que estoy a través de mis pisadas sonoras. –Harry me dijo que tuviste un altercado con Jackson.

  –Es un idiota,– dice el chico de inmediato. 

  –¿No ves que intentan hacerte enojar?– Expreso conteniendo mi enojo. –A este paso no me extrañaría que todos sepan de tu situación, sólo ignóralos. Harán lo posible para que seas penalizado.

  Teo es uno de los mejores en su categoría y también uno de los favoritos a ganar el torneo y eso influye en sus compañeros de pista. Lo ven como a una amenaza.

  El muchacho bufa apoyándose contra el mesón de la cocina. –Es muy fácil decirlo cuando no los tienes en frente.– Camina hacia un pequeño mueble junto a la puerta y saca un par de pantuflas. 

  –Quítate los zapatos.

  –¿Vas a seguir con eso?

  Levanta el calzado hacia mí. –Sí, mi casa mis reglas, hazlo,– demanda. Estoy demasiado cansada como para discutir por algo tan estúpido así que lo hago.

  –¿Sabes lo que hago cuando estoy estresada?

  –¿Hablar con tus plantas?– Le doy una mirada de confusión mezclada con una de evidente molestia. –Mi ventana da a tu sala de estar, te veo, incluso hasta parece que les cantas. Eres tan extraña,– añade aclarando su primer comentario.

  –Vamos a hablar sobre privacidad luego,– digo de inmediato dejando de lado los pensamientos perturbadores sobre qué más habrá visto cuando ella no se daba cuenta. Nota mental, conseguir tablones de madera. –Si, pero también medito, es muy bueno para tu mente,– explico, –has estado muy sobrepasado últimamente y todo ese estrés contribuye a tu personalidad del asco.

  –Tampoco es que eres un algodón de azúcar,– contraataca. Claramente no sabe cuándo quedarse callado. –Me pregunto cuánto tarda el efecto de cada meditación.– Da un paso hacia atrás. –Mírate, puedo ver en tus ojos las ganas que tienes de arrojarme algo.

  Cruzo los brazos mordiendo el interior de mi mejilla. –Aunque quisiera no podría, no tienes nada en este lugar.– Le doy un rápido escaneo al piso. Ya hace casi dos semanas que se mudó aquí y sigue como el primer día en que entré a este lugar. No hay ningún tipo de decoración fuera de lo que ya estaba, un sillón y una mesita junto a él con una lámpara encima, una televisión, mesa y cuatro sillas de comedor, dos ollas y una sartén sobre las estufas apagadas. Luego tenemos un escritorio en la pared opuesta a la televisión con unos papeles sueltos, su computadora y otra lamparita junto a esos objetos para completar el ambiente. Este lugar es deprimente.

  –Me gusta el estilo minimalista,– responde el chico sonriendo con falsedad.

  Antes de que pudiera decir algo más, un ligero sonido se hace presente.

  –¿Escuchaste eso?– pregunto frunciendo el ceño mientras mis ojos se mueven por todo el sitio.

  Teo mi mira con curiosidad. –Me da miedo preguntar, puede que sea otra de tus formas para mandarme a la mierda.

  –Shh,– lo callo luego de volver a escuchar ese sonido nuevamente. Es como un graznido seguido por un aleteo

  –¿Qué es eso?– Cuestiona el chico en un susurro. Doy un último vistazo a mí alrededor y camino, seguida por Teo, hacia la puerta que lleva a otro cuarto.

  Dudo un poco antes de abrirla pero cuando el ruido vuelve a hacerse presente, no lo pienso dos veces y empujo la puerta para ser recibida por una oscura y gigantesca ave que vuela directo hacia ellos. Ambos logramos agacharnos a tiempo observando como el animal pasa de largo y golpea algunas cosas ante su evidente nerviosismo.

  –Oh Dios, ¡es un ave!– Exclama el chico esquivando al cuervo. 

  –No me había dado cuenta,– respondo con sarcasmo.

  Ambos continuamos moviéndonos fuera del alcance del ave que ahora está al asecho. 

  –¡Hay que sacarlo de aquí!– Grito corriendo hacia la cocina, –¡Cuidado!– Blandeo la pantufla que acabo de sacarme a la vez que la uso como escudo.

  –¿Vas a golpearlo?– Pregunta Teo.

  –¡No!,– Contesto ofendida. Jamás golpearía a un animal, ni siquiera a una araña o cucaracha. –Sólo quiero asustarlo.

  Teo toma un almohadón para colocarlo sobre su cabeza mientras continúa esquivándolo. –Lo vas a matar del estrés.

  –No veo que tengas otras ideas.

  El inoportuno sonido del teléfono del chico nos distrae por un segundo. El muchacho se dirige hacia él y lee el nombre del contacto. –Mierda,– murmura por lo bajo antes de mirarme, –mantenlo entretenido.–

  –¡Claro!– Exclamo, –¡porque esto es tan divertido!

  El chico camina hacia la puerta del balcón ocultando la escena que se desarrolla frente a él pero aun así puedo escucharlo porque la mujer del otro lado habla en voz muy alta.

  –Hola madre,– dice Teo mirando a la pantalla. Parece estar en una video llamada. 

  –Hasta que por fin te atreves a contestarle a tu madre,– reprocha la mujer.

  –Sabes que he estado ocupado,– replica el chico pasando una mano por su cabello, despeinándolo. 

  –Haciendo nada.

  Río ante eso último. Su madre ya me agrada.

  –Eso no lo sabes, estás a miles de a kilómetros.– Su forma de defenderse es como la de un niño, un niño peleando con su madre.

  La mujer chista con desaprobación. –El sexto sentido de una madre nunca se equivoca.

  El cuervo, que habría entrado por la ventana de la habitación, vuela hacia ese cuarto pero regresa a la sala al cabo de unos segundos. Parece estar empecinado en conocer a Teo o tomar algo de su propiedad, o al menos eso es lo que creo, intentando ver esta situación como una escena graciosa de alguna comedia. Tal vez esté pensando en vender sus cosas por EBay, sé que yo lo haría si hubiera algo interesante por aquí.

  Entro en pánico y corro nuevamente hacia la cocina perdiendo mi otra pantufla en el camino. Todo esto mientras Teo se las ingenia para contestar a las preguntas insistentes de su madre.

  En un momento de lucidez, intercambio la pantufla en mi mano por una de las ollas sobre el mostrador e intento atraparlo con ella para luego liberarlo, ya que la idea de tomarlo con las manos está completamente descartada. El cuervo, lejos de asustarse con el objeto en mis manos, parece enfadarse aún más y esta vez no escapa de mí sino que veo sus intenciones, amagando con picarme. Por supuesto, me defiende para que eso no pase, aunque no sé hasta qué punto pueda hacerlo. 

  ¿Qué le está tomando tanto a Teo?

  –Y acuérdate de tomar tus vitaminas, son importantes para la clase de vida loca que llevas– continúa hablando su madre. Teo me mira y vuelve la atención a su madre cada tanto. –Espero que por lo menos valga la pena y regreses con una sorpresa.

  –No me gusta tu idea de sorpresas,– responde distraído.

  –Vi la entrevista de anoche, por eso te hablo.– Ah esa bendita entrevista, debería haberlo pensado antes y objetar en contra de esa loca idea que pasó por su mente.

  –Las cosas no son tan así…sólo es una chica…estamos comenzando,– balbucea, –pero entre nos no creo que haya futuro.– No sé cómo sentirme al respecto con eso, espero que se refiera a que no voy a poder soportar cualquier futuro a su lado por más que lo intente y no al revés.

  –Tienes casi 30 años, quiero verte casado y ¿podrías darme nietos antes de que me muera?– Esas preguntas parecen ser una tradición entre padres. Las he escuchado de la familia de Nora al igual que la madre de Hank, mi vecino, la última vez que vino a ver si aún seguía vivo. 

  Las madres siempre buscan el momento justo para lanzar su arsenal oculto y pedir cosas que anhelan cada segundo de su existencia.

  –Los hijos y el casamiento están sobrevalorados–, responde Teo con evidente incomodidad, –ya nadie hace eso.– 

  –Entonces sé la diferencia.– Su madre no va a dar el brazo a torcer.

  Teo no puede evitar soltar una mueca. –A Louis le fue muy bien.

  –No hables de tu hermano cuando no está presente y por lo menos lo intentó,– reprocha levantando aún más la voz. –¿Por qué te mueves tanto?– inquiere la mujer.

  El chico se toma unos segundos antes de contestar. –Estoy haciendo ejercicio, mi entrenador personal va a matarme si me detengo.

  Sólo me toma un segundo en desconcentrarme de mi situación actual y eso basta para que el maldito cuervo logre picar mí brazo. La herida arde al instante provocando que suelte un pequeño grito de dolor, pero continúo firme con la pelea. 

  Teo vuelve a la habitación con rapidez y se puede escuchar a su madre preguntar qué sucede desde el otro lado de la línea.

  El animal se vuelve loco y empieza a rondarme, tal vez viéndome como a una próxima víctima. Sin darme, en un mal movimiento golpeo un vaso con mi cintura y éste cae al suelo rompiéndose en mil pedazos haciendo que suelte otro grito del susto. 

  –¡¿Qué está pasando Teo?!– Exclama la madre del chico. –¿Ese fue el grito de una mujer? ¿Es ella verdad?– ¿Qué tan extraño sonaría que tiene a una mujer en su piso que está siendo atacada por un ave asesina mientras ella indaga sobre la vida amorosa de su hijo? Puede que no tanto una vez que lo vea todo por ella misma. 

  –Mamá lo lamento, necesito hacer algo muy importante, te llamo luego, ¡adiós!

  Corta la llamada antes de que la mujer pudiera decir algo más y corre a mi encuentro. 

  Salto sobre los pedazos de vidrio pero no llego mucho más porque Teo se me acerca.

  –¡No!– Grita con rapidez tomándome por la cintura y me levanta en el aire apartándome de los pedazos de cristal que estaba a punto de pisar. –No vengas aquí, puedes cortarte,– indica apartando los restos del vaso con su propio pie.

  –¡No pensaba hacerlo!– Expreso con molestia, aunque en su interior agradezco el gento que Teo acaba de tener para conmigo, –ayúdame.

  Cuando el cuervo vuela nuevamente hacia mí, Teo aprovecha su momento de distracción y toma al ave con ambas manos evitando que se mueva. Acto seguido corro hacia la puerta del balcón, que Teo había cerrado hace un momento, abriéndola de nuevo para liberar al pobre animal.

  –Diablos– comento agitada y en voz alta mirando el desastre que acaba de ocurrir en la cocina. 

  –¿Estás bien?– Pregunta Teo mirando mí brazo lastimado y con un pequeño rastro de sangre. Arde como la mierda pero me digo a si misma que puedo soportar el dolor. 

  –Sí,– respondo, –y creo que...– Un aleteo repentino corta mi oración y nos pone en alerta. Por favor que no vuelva a entrar, ruego en silencio. 

  El aleteo continúa un poco más haciéndonos mirar hacia todas partes. 

  –Creo que viene de aquí,– dice Teo en voz baja caminando hacia los mostradores de la cocina. Saca su teléfono y alumbra entre los espacios oscuros. El aleteo vuelve a sonar más fuerte asustándolos, de inmediato, mi mirada viaja hacia el mueble de la despensa y con agilidad, me agacho para ver debajo de ella. 

  –Hay algo aquí,– señalo, –dame luz– pido sintiendo a Teo agachándose junto a mí. 

  Es un pequeño cuervo. El pequeño luce aterrado.

  –Estaba buscando a su bebé– susurro sin sacarle los ojos de encima al pequeño animalito. –Es por eso que estaba tan desesperado por entrar,– digo refiriéndome al más grande. –Busca a su cría.

  –¿Cómo es que entró aquí?

  Le doy una rápida mirada. –Deberías cerrar tu ventana más seguido.

  –Estaba demasiado caluroso, aun no llega el aire acondicionado.– Este lugar suele ser helado en invierno, espero que para entonces tenga un calentador o será el Señor Drama una vez más.

  ¿Qué estoy diciendo? Aún faltan como dos meses para eso, no creo que esté aquí para entonces.

  –A este paso no va a llegar nada,– murmuro.

  Teo estira la mano con la intención de sacar a la pequeña ave. 

  –Ten cuidado, debe estar muy asustado,– advierto. Con delicadeza, toma a la cría y la revisamos buscando señales de una herida visible. Por fortuna no parece tener alguna lo cual es bueno.

  –No creo que esté herida,– comento. –Dios sabe cuánto tiempo debe haber estado ahí.–

  –¿Por qué simplemente no voló y ya?– Teo mira al pichón con curiosidad, –¿le pasará algo a sus alas?

  –Es un bebé,– respondo. –Los bebés tienen que aprender a volar al igual que los humanos a caminar. Al parecer aún no lo hace, es por eso que no se fue antes,– explico caminando hacia la ventana. Deberíamos colocarlo en algún lugar, para que su madre sepa que está bien.

  Teo asiente y camina a mi encuentro mirando hacia un lado del edificio. Hay un pequeño espacio entre la escalera de emergencia y la ventana del departamento que se ve prometedor.

  –¿Qué te parece aquí?– señala el chico.

  –Puede ser,– vacilo un poco, –sólo espero que no haya algún gato cerca.– Teo coloca al pichón en el lugar y casi de inmediato el cuervo más grande se acerca con rapidez provocando que ambos diéramos un paso hacia atrás. 

  –Debería cerrar la ventana,– habla el muchacho sin  perder de vista al ave más grande.

  –Hazlo.

  Una vez que nos aseguramos que ambas aves están bien, camino hacia el sofá y me siento soltando un largo suspiro. 

  De reojo veo a Teo limpiar el cristal esparcido por el piso de la cocina en silencio. 

  –Déjame ayudarte, yo lo rompí,– digo acercándome, pero el chico me detiene levantando una mano. 

  Teo niega de inmediato cerrando mi camino. –Yo lo hago, ve a sentarte, dame un minuto y buscaré el kit de emergencias.– Con delicadeza, me empuja por la espalda hacia el otro sector de la sala alejándome del posible peligro que significan esos trozos de vidrio.

  –¿Tienes un kit de emergencias?– Pregunto con sorpresa. –Pensé que apenas tenías cosas para sobrevivir aquí.

  –Últimamente necesito ciertas cosas porque no me quedo mucho tiempo en un lugar, pero siempre tengo a alguien que consigue cosas por mí. Diablos, eso me hizo sonar como un estúpido.

  –Es bueno que lo admitas.

  –Harry se ocupó de que tuviera lo necesario para que solo me enfoque en las competiciones y cosas importantes,– confiesa. –Él me lo dio al llegar, siempre carga uno por si acaso,– responde sin dar muchos detalles, no los necesita ahora. 

  –No es necesario,– dice la chica rodeando al joven, –me iré a casa y le pondré un poco de alcohol.– 

  –Siéntate,– pide Teo mirándola con severidad.

  Abro la boca pero la cierro de inmediato y cruzo sus brazos, –no me digas que hacer.–  El chico suelta un suspiro de cansancio mientras permanece de pie observándome. 

  –¿Podrías por favor sentarte ahí, Leny?

  Leny. 

  Sólo mi padre me llama así, es raro escucharlo de alguien más. Usualmente es Cal, o Len, o Cali, o Callen, nunca Leny.  Me doy cuenta como suaviza su tono. Presiento que Teo no es alguien duro pero le cuesta sacar su lado tranquilo. 

  El chico incluso cambia su mirada relajando su ceño fruncido, –no es una orden, es un pedido,– explica. 

  Respiro profundo. –Bien,– respondo caminando los últimos pasos hacia el sofá mientras el joven corre hacia el baño. 

  Un minuto más tarde, Teo camina hacia mí cargando todo lo que necesita y se dedica, tomándose todo el tiempo requerido, a limpiar las pequeñas picaduras que yacen en mi antebrazo y que aún continúan dejando rastros de sangre. 

  –¿Te duele?– Pregunta Teo antes de soplar al terminar de aplicar el alcohol.

  Niego una vez, –ya no tanto.– La realidad es que las heridas escuecen sobre mi piel y el alcohol no lo hace más placentero pero es lo mejor por ahora.

  El chico envuelve el área afectada del brazo con una venda, asegurando de que no se caerá.

  –Gracias.– Miro la zona curada y me siento un poco más tranquila. 

  –Te lo debía,– dice guardando todo de nuevo, –te volviste toda una cazadora de aves ahí.

  –Voy a añadir eso a mi currículum.– Teo me da una sonrisa, una verdadera. Supongo que entre tantos enfados y respuestas rebuscadas con la intención de ganar el debate, nunca hemos tenido un momento honesto y real entre ambos. –Deberías volver a llamar a tu madre, seguramente se quedó preocupad…– Ni siquiera logro terminar la frase cuando su celular vibra. 

  –La invocaste,– bromea mostrándome el nombre en la pantalla: La femme de ma vie. Sé un poco de francés gracias a un amigo por lo que no me cuesta traducirlo como la mujer de mi vida

  –Será mejor que me vaya así puedes tomar la llamada, después continuaremos con lo otro.– Modulando con mi boca las palabras te veo luego, me despide de Teo quien me regala otra sonrisa antes de apretar el botón de aceptar.

  Al instante en que lo hace la voz de la mujer resuena en todo el lugar. 

  –Teo Armand Guiraud,– dice con autoridad, –¿qué diablos te sucedió y por qué no me llamaste como dijiste?– Su fuerte acento inglés sale a la luz.

  Dejo las pantuflas que logré rescatar del ataque del cuervo en su lugar y tomo los míos, intentando salir en silencio. Sin embargo, la estúpida puerta de entrada ahora no quiere abrir. Este departamento está maldito.

  –No fue nada para preocuparse.– Escucho a Teo.

  –Si lo fue, escuché un grito femenino, ¿con quién estás? No estás con otra mujer cuando ya estás con alguien, ¿verdad? ¿Es por eso que no quieres mostrarla?– Inquiere. –Porque si es así vamos a tener una larga charla sobre fidelidad.– 

  –No estoy con nadie, mamá, deja de buscar cosas donde no las hay,– responde mirando en mi dirección. Le hago señas de que no abre pero continúo intentando. 

  –¿Dónde miras? Teo mírame a mí, no seas mal educado,– demanda su madre.

  –Mamá, deberías ir a dormir, estoy bien lo prometo.

  La puerta hace un ruido fuerte sacudiéndose pero en lugar de abrirse hace temblar la pared cercana provocando que el horrendo cuadro de la entrada caiga al piso soltando un sonido estruendoso. 

  El sitio queda en silencio a excepción por la voz de la madre de Teo quien sigue quejándose y ya no lo retengo más. 

  Una carcajada sale de la garganta de mi garganta sin permiso y lo peor de todo es que no puedo parar. Tal vez sea porque estoy cansada o nerviosa, y por si fuera poco, volteo encontrándome con Teo y su fallido intento de contenerse lo cual es en vano porque terminamos riéndonos a coro. 

  Las preguntas incesantes de su madre provocan que la risa sea aún más fuerte hasta el punto en que debo sostenerme de la pared para no caer. 

  –¡Sabía que estabas con una chica!– Su grito nos trae de vuelta a la realidad.

  –Lo siento mamá,– responde Teo secándose las lágrimas, –mejor hablemos mañana más tranquilos.– 

  –Quien quiera que seas espero que tengas tu ropa puesta y que mi hijo te esté tratando bien.–

  Por alguna razón ese comentario me hace reír aún más fuerte. Jamás me relacionaría con alguien como Teo y eso lo hace más gracioso.

  –Esta casa es un desastre,– digo una vez que me calmo.

  –Al menos aún sigue de pie.

Capítulo 5

–Sí papá, voy a ir este fin de semana,– digo con el teléfono pegado a mi oído. Ha estado llamando cada hora para recordarme que debo estar ahí el sábado temprano. Sé que no lo hace exclusivamente por mí sino por Teo.

  –Y trae a ese nuevo novio tuyo.

  También ha repetido eso unas cientos de veces. Papá admira a Teo, incluso me envió una foto con una camiseta que dice su apellido detrás con su número debajo. El veintiocho. Dijo que pensó en comer juntos porque hace mucho que no voy a verlo…y fui hace una semana.

  Todo esto no es más que una excusa para conocer al corredor estrella, por supuesto que sí.

  –No actúes como si no lo conocieras,– respondo. Nora me da una sonrisa mientras continua cociendo con su máquina. El último mes le llegó un gran pedido con vestidos para un evento. Puedo ver lo cansada que está pero está trabajando duro y los resultados son espectaculares. Me gustaría ser así de talentosa.

  –No quiero actuar como que lo hago,– contesta antes de gritarle un saludo a George, su vecino. –Debo ser el padre estricto que pone a su hija primero, ningún patán se merece estar a tu lado.

  Papá es consciente de las cosas que se dicen de Teo pero aunque prefiere separar lo privado de lo profesional, aún tiene un ojo puesto sobre él. Voy a darle cinco minutos hasta que caiga completamente encantado por el chico.

  –Sí, por eso me pediste su autógrafo.

  Rebusco entre mis cosas por pinza para recogerme el pelo.

  –¿Nora vendrá?– Cambia de tema.

  –Tiene que terminar un pedido, es un vestido que requiere mucho tiempo y no puede darse el lujo de distraerse aun tratándose de tu estofado de soja,– explico mirando a mi amiga. 

  Nora ríe en voz baja porque detesta el estofado de soja pero siempre que tiene ‘la desgracia’ de probarlo intenta pretender que es lo más delicioso del mundo. Papá es un gran cocinero, sólo que ese no es el plato preferido de Nora.

  –Bien, los veré este sábado, sin excusas.– Hace un gruido desde su garganta. –Papá oso despidiéndose, cambio.–

  Sonrío inconscientemente. –Fuerte y claro. Nos vemos papá oso, cambio y fuera.

  –¿Qué hacemos aquí?– El edificio frente a nosotros está un poco descuidado pero tiene tanta vida como un bosque un día de primavera. Los grafitis en las paredes hechos por los niños del vecindario y las hojas naranjas y marrones sobre la acera le dan el toque cálido. Desde adentro se escucha la ruidosa risa de Rita seguida por los cantitos de Gloria por una canción que acaba de aparecer en la radio. 

  El comedor ‘Buena Vida’ ha estado funcionando por más de diez años y empecé a ser voluntaria hace unos cuatro. Por alguna razón estar aquí se siente como un abrazo, las personas son especiales y el agradecimiento que se recibe por parte de quienes acuden por un plato de comida es algo impagable. Esta es una pequeña parte de mi vida y creo que a Teo le gustará, aunque lo niegue.

  –Vas a ayudar en este evento solidario,– contesto señalando el cartel junto a la puerta que dice ‘¡Fiesta de Guisos! Pase por una comida caliente a cambio de una sonrisa.’

  –¿Este era tu plan infalible de hoy?– Me observa con incredulidad. –¿Piensas que aquí van a definir si soy o no un buen samaritano?

  Niego mirando a mí alrededor. Hay algunos niños jugando a la pelota, y personas entrando y saliendo por la puerta de atrás del edificio descargando todo tipo de alimentos recién comprados y donaciones hechas por la comunidad. –No, hoy es el día de la semana en el que me toca venir y como Nora no puede acompañarme decidí que tú lo harías.– Todo es una completa mentira. Puedo venir los días que se me plazcan, Nora nunca viene conmigo los días de semana porque a esta hora está trabajando y lo de la parte de decidir que él me acompañaría fue en contra de mi voluntad.

  Camino hacia la puerta de entrada pero me detengo a medio camino para voltear hacia Teo. Tiene una expresión insegura. –¿Qué? ¿Quieres irte?– Inquiero. –Puedes hacerlo, no voy a obligarte a quedarte aquí.

  Ese comentario es más un desafío hacia él. Quiero ver que tanto puede aguantar.

  El grupo de niños que antes jugaban en la calle se acercan a nosotros. Reconozco a todos ellos y luego de saludarme, pasan directo hacia dentro a excepción de uno de ellos. Trent, el hijo de la Sra. Martínez. –Me gusta tu reloj,– dice el pequeño acercándose a la joya que yace en la muñeca de Teo.

  –Gracias,– responde el chico con incomodidad y aparta el objeto de la vista del niño. –Cuesta más que todo este lugar,– murmura.

  La puerta de entrada se abre y Selma aparece frente a nosotros. –Llegaron,– nos sonríe acomodando su delantal amarillo. Camina hacia mí y me da uno de sus fuertes abrazos de bienvenida. –Es bueno verte de nuevo Cal, y es un placer conocer a tu amigo,– dice mirando al chico quien finalmente da un paso adelante para estrechar su mano.

  –Él es Teo,– lo presento, –pero dudo que se quede, este lugar parece ser demasiado para él.– Creo que oigo una queja ahogada por parte del chico.

  –Oh,– el rostro de Selma cae un poco, –bueno lament…

  –No es cierto,– interrumpe Teo pasando de nosotras, –ya estamos aquí, vamos a hacer felices a algunas personas.

  El joven se adelanta.

  –Trae un sweater de casi mil euros,– susurra Selma cerca de mi oído.

  Asiento mirando por donde Teo se fue. –Mejor dale un impermeable en lugar de un delantal.

  El lugar está lleno de personas. Los voluntarios trabajan sin cesar con una actitud simpática mientras que los que van llegando esperan su  turno para recibir los platos de comida correspondientes. Selma nos conduce detrás del mostrador hacia el pequeño cuarto donde se encuentran los suministros de limpieza y uniformes para quienes trabajan. También hay un armario que sirve como despensa para alimentos envasados.

  –Usa esto,– dice Selma dándole un gorro de red a Teo. El chico lo inspecciona en silencio.

  –Es una red,– murmura.

  Mientras arreglo mi cabello y me coloco la mía, lo observo con gracia. –Que astuto.

  –¿Para qué me da esto?– Pregunta una vez que Selma nos deja solos. Alcanzo los delantales que nos dejó y se lo arrojo para que el chico lo atrape en el aire.

  –Póntela en la cabeza,– ordeno, –vas a estar sirviendo comida.– Le doy una palmada en el hombro y me voy directo a los mostradores del frente.

  –Es muy lindo,– alcanzo a escuchar mientras le doy un gran plato de guiso humeante al hombre frente a mí. Un grupo de mujeres cuchichean entre ellas, riendo por lo bajo mientras miran a Teo como si fueran unas adolescentes. 

  Reconozco a una de ellas como la Sra. Valdez. Es una vecina de la zona que disfruta de venir aquí para hablar con quienes vienen y donar algunos alimentos. 

  –Sí,– contesta otra a la vez que sus mejillas se colorean de un rosa notorio.

  Teo parece escuchar su conversación porque se acerca a mí con incomodidad que intenta disimular. –Esas mujeres me están viendo como comida,– susurra.

  Ahogo una risa y continúo sirviendo. –¿Estás seguro que no se refieren a la comida de verdad? Podrían estar mirando sus platos.

  Se acerca a mí aún más.

  –A mí me ven como a un plato,– vuelve a susurrar entre dientes.

  Una carraspera nos sorprende y veo a una de las señoras ahora frente a nosotros del otro lado del mostrador.

  Me mira unos segundos antes de dirigir su completa atención hacia el chico junto a mí. –¿Tienes novia?– Pregunta sin ruedos.

  Muerdo mi labio inferior. –Depende quien pregunta,– responde Teo luego de pensarlo. Lo golpeo con rapidez en el brazo como una advertencia por sus bromas. –No, no tengo,– corrige de inmediato.

  El rostro de la mujer se ilumina. –Mi hija tampoco tiene novio.– Oh no, sus intenciones son tan evidentes. –Creo que harían una hermosa pareja.

  El chico niega poniendo una expresión inocente en su rostro y toma un vaso con agua. Desde aquí puedo notar que su garganta se está secando por los nervios. 

  Esto es más divertido de lo que pensé.

  –No estoy buscando una relación por el momento,– contesta antes de tomar un sorbo de su bebida. 

  –Entonces que sea solo sexo.

  Teo escupe todo el líquido de su boca hacia un lado y me toma todo de mí no romper en carcajadas.

  –Sra. Valdez,– le hablo, –creo que la llaman,– señalo hacia la mesa donde están sus amigas.

  –Oh si,– sonríe dándole un vistazo de pies a cabeza sin esconderse, –gracias por la comida.– 

  Sólo cuando la mujer se da vuelta para alejarse es cuando veo a mi acompañante suspirar del alivio.

  –Maldición,– reniega por lo bajo.

  Palmeo su hombro. –Ve a ayudar atrás con los trastes, yo me encargo de esto.

  Teo me da una larga mirada entrecerrando sus ojos.

  –¿Lo hiciste a propósito verdad?– Levanto las cejas con interrogación. –Lo de hacerme cubrir esta zona,– dice moviendo sus manos en círculos.

  Niego poniendo mi mejor cara de ingenua. –No, para nada, sólo tuve suerte.– El chico no sonríe, en su lugar me juzga con dureza antes de caminar hacia la parte de atrás.

  Pasados unos treinta minutos, me decido a ir a ver si Teo no ha perdido el juicio aún y cuando cruzo la puerta de la cocina lo encuentro manipulando harina, huevos y otras cosas. 

  –¿Qué haces?– Inquiero con curiosidad acercándome a la mesada. 

  –Ese chico con trenzas en la cabeza me dijo que no cocinaría un huevo duro ni aunque me costara la vida,– dice mezclando varias cosas en un contenedor.

  Sonrío y cruzo mis brazos. –No te lo tomes a pecho, fue una broma.– Sus mangas están arremangadas y su expresión es determinada. Aún con el delantal, su sweater está un poco sucio a los lados al igual que una de sus mejillas.

  –No viste sus ojos,– habla sin dejar de mezclar, –lo decía en serio.

  –¿Y qué? ¿Ahora vas a hacerte el master chef?

  Detiene lo que hace un instante para mirarme. –Por supuesto.

  Nuevamente, toma el bote con harina y planea arrojarla directo en el bowl frente a él.

  –Si la viertes así vas a tirar todo,– advierto caminando hacia él. –Dame eso.

  Quiero tomar el bote pero él me lo arrebata de inmediato.

  –No, ve a los mostradores y déjame trabajar.– Toma el recipiente con huevos, aceite y demás en una mano mientras que con la otra no deja ir la harina.

  Forcejeamos un poco más, el chico no quiere rendirse. –Teo no…

  Antes de poder terminar lo que estoy por decir, Teo hace un mal movimiento y todo el contenido blanquecino junto con la mezcla del recipiente circular vuelan en el aire, directo hacia nosotros y el piso de la cocina.

   Y por si eso fuera poco, Selma no decide un mejor momento para entrar. No dice nada de momento sólo nos observa con una mirada de reproche. Ni siquiera sé que decir.

  –Vayan a la ducha de afuera,– ordena señalando la puerta que da hacia el patio trasero.

  –Te ayudaré a limpiar,– hablo pero la mujer levanta una mano para callarme.

  –Ni hablar, ocúpense de ustedes primero y luego me ayudan. Les traeré unas toallas.

  Sin chistar, dejamos todo sobre la mesada y tomo la delantera hacia afuera.

  –¿Tienen una ducha de exterior?– Pregunta Teo una vez afuera.

  –Es una manguera atada al techo, los niños la usan cuando juegan y se ensucian,– explico. –Sus madres los limpian antes de entrar.

  –Genial.– Ese genial no es de genial, me gusta eso, sonó más bien a un genial, para nada convencido.

  Abro la llave y me posiciono bajo el chorro de agua tibia. Mi cabello será un asco mañana si no quito todo el rastro de comida de él.

  Siento un leve empujón. –Muévete estás acaparando todo,– dice Teo ocupando mi lugar.

  –No es cierto, eres tú quien lo hace,– lo empujo de vuelta. –Además esto es tu culpa debería ser la primera en sacarme esto de la cabeza.– A este paso lo único que voy a lograr es enredarlo aún más, aquí es donde me pregunto por qué decidí dejarme el cabello tan largo.

  –Esto no funciona,– dice Teo suspirando y mirando mi cabeza. –Ven aquí.– Me pide tirándome hacia él.

  –¿Vas a tirarme agua a los ojos?– Inquiero haciéndolo sonreír. 

–Ya.– Me coloca de espaldas hacia él y comienza a masajear mi cabello, intentando quitar todo el resto de suciedad. 

  Ni en mis más locos sueños me imaginé a un corredor de automovilismo famoso con ínfulas de chico malo estaría usando una manguera para sacarme restos de comida del pelo. La vida de verdad te sorprende cuando menos lo esperas.

  Luego de un rato vuelve a hablar. –¿En qué piensas?

  Abro los ojos. –¿Cómo sabes que estoy pensando en algo?

  –Puedo escuchar a tu voz interior desde aquí.– Su voz suena más suave ahora.

  –Tal vez sólo me estaba durmiendo.

  –¿Te duermes si alguien te toca el cabello?

  Definitivamente. –¿Tu no?–

  –No, me espanta en realidad,– confiesa. –Es una sensación extraña.

  De pronto me encuentro imaginando mis dedos enterrándose en sus mechones oscuros y ligeramente rizados. Me pregunto si son tan sedosos como se ven.

  Esa burbuja de pensamiento se esfuma apenas entro en razón, no debo pensar en eso. Basta Callen.

  –Sólo estaba pensando en lo que Harry diría si nos viera en este preciso momento.– Quedaría realmente sorprendido.  

  –Posiblemente esté escondido en algún lugar tomando fotos para chantajearme luego,– habla antes de soltar una risita. –Listo.– Toco mi cabello y aunque aún esté pastoso, se siente un poco más ligero que antes.

  –Gracias.– Teo empieza a lavar su pelo, el cual al ser más corto es mucho más rápido de limpiar. Noto que aún tiene un poco de mezcla cerca de su oreja. –Te falta ahí,– señalo con mi cabeza.

  –¿Dónde?

  Levanto la mano y limpio la mancha yo misma. –Aquí.– Nuestras miradas se cruzan por unos segundos que parecen eternos, Teo se acerca unos centímetros alternando la dirección de sus ojos entre los míos y mis labios. 

  Estamos tan cerca que su aliento de menta se mezcla con el mío y cuando pienso que todo va a terminar en lo inevitable, no lo hace.

  El chorro de agua sale mucho más fuerte de lo que lo hacía, empapándonos por completo en agua helada.

  –¡Apágala, apágala!– Grito cubriéndome la cara. 

  Teo logra alcanzar la llave y cerrarla para luego ver al pequeño Johnny huyendo despavorido de la escena del crimen. –¡Oye!– Exclama Teo. –¡Eso no es para nada educado!

  Termino de secar mi cabello y veo a Teo entrar al pequeño cuarto de limpieza con su teléfono en la mano, seguido por Selma.

  –Harry nos traerá algo seco,– avisa.

  –Ten,– le tiende otra toalla ya que las otras dos se mojaron en el incidente de hace unos minutos, –sécate en lo que su amigo llega.

  Una vez que nos cambiamos a unas divertidas camisetas y pantalones a juego que Harry encontró de camino hacia aquí, camino junto a Selma hacia el auto.

  –Voy a comprar más suplementos y los traeré esta noche,– aseguro mirándola apenada.

  Me da una tierna sonrisa y niega. –No te preocupes, tu amigo ya se adelantó y encargó el doble de todo lo que teníamos,– dice mirando hacia Teo quien ya se encuentra en el vehículo hablando con Harry. –El camión llegará en unas horas.

  –Gracias y lo siento de nuevo.

  –Fue divertido,– habla tomando mi mano de una forma maternal. –Todos disfrutaron de su compañía.–

  Bueno, no todos los días se tiene a un campeón del automovilismo sirviéndote un plato de guiso.

  –Me duelen los pies,– se queja Teo durante el viaje de vuelta.

  –¿Por cargar con el amor al prójimo?– Me burlo desde el asiento trasero. Harry sólo se limita a disfrutar de nuestra conversación.

  Teo me observa por el pequeño espejo retrovisor de su ventana. –Lo estás disfrutando.– No es una pregunta, es un enunciado positivo.

  –En realidad sí.– Pretendo revisar mi bolso sólo para no devolverle la mirada. –Estás haciendo un buen trabajo.–

  –Dilo de nuevo, necesito pruebas para el futuro.– Sonrío levemente pero no llego a responder porque su teléfono empieza a sonar.

–¿Diga?– Contesta. –No,– hace una pequeña pausa, –bien voy ahora.

  –¿Todo bien?– Pregunta Harry dándole un rápido vistazo. 

  –Es Charles,– dice Teo, –quiere que vea unas nuevas refacciones del vehículo.

  Me arrimo entre ambos asientos.

  –¿Puedo ir?

  Teo voltea a mirarme sin darse cuenta lo cerca que están nuestros rostros ahora. Tengo que hacerme unos centímetros hacia atrás de forma que pueda respirar con comodidad. –¿Quieres ir?

  –No te lo estaría preguntando si no.

  Entrecierra los ojos. –¿Por qué?

  Hundo los hombros. –¿Acaso tiene que haber una razón? Quiero ver tu escenario.

  Lo piensa por un instante antes de aceptar.

  –Bien.

  Apenas llegamos a la pista puedo notar que ya hay otros corredores probando sus vehículos. Teo toma la delantera, guiándonos hacia la casilla donde ya se encuentra parte de su equipo.

  –¿Dónde está Charles?– Pregunta sin saludar. ¿Acaso es siempre así con las personas? No me sorprende el por qué algunos de ellos ni siquiera lo miran al llegar.

  –Creo que en el garaje,– responde una mujer de cabello oscuro largo bajo una gorra con el número de Teo.– Voltea a mirarme y me da una corta sonrisa, –hola,– dice a lo que respondo de la misma manera.

  Caminamos un poco más pasando a la gente que se encuentra enfocada en su trabajo. Huele a aceite y metal. –Charles,– dice Teo anunciando su llegada. El hombre voltea hacia él sin prisa. Puedo ver varias arrugas en su frente, seguramente sea por el ceño fruncido que muestra comúnmente. He visto varias fotos de él junto a Teo y en cada una de ellas siempre tiene la misma expresión amargada. Su cabello es negro pero hay algunos en todos grises que están empezándose a notar en especial en el sector de la barba.

  –Vamos a probar las nuevas mejoras,–  expresa.

  –Charles ella es Callen, es…

  –Tu asesora de imagen,– termina por él. Su manera despectiva de decirlo me hace sentir hasta un poco insultada.

  –En realidad…– Teo busca proseguir pero vuelve a ser interrumpido por su entrenador.

  –Estás haciendo un pésimo trabajo, no has avanzado nada.– Eso es más o menos una cachetada a mi función. Incluso puedo sentir el ardor de su mano chocando contra mi mejilla. 

  –Charles,– habla Teo en forma de advertencia pero niego de inmediato.

  –Tiene razón,– respondo mirando al hombre, –voy a trabajar más duro.

  –Eso espero.– Dicho eso empuja a Teo llevándolo con él hacia un costado.

  Ni siquiera tengo que voltear para saber que las personas a nuestro alrededor me están observando pero nadie dice nada. Supongo que deben estar acostumbrados a este comportamiento por parte de él.

  –Me odia,– digo en voz alta hacia Harry mientras uso mi cabello suelto y aun húmedo para esconder mis mejillas sonrosadas.

  –No te odia, sólo tiene miedo.– El tono suave de Harry me tranquiliza sólo un poco. –El equipo puede ser perjudicado si no lo remediamos.

  Lo observo unos segundos. Sus ojos están centrados en la pista. Los otros autos van y vienen.

  –¿En de verdad tan serio?– Pregunto.

  Aprieta sus labios. –Han llegado hasta un punto de emergencia,– confiesa. –Sé que todo aquí se mueve por la popularidad, y Teo está perdiendo eso por sus acciones.– Hace unos días comprobé que sus seguidores en redes sociales empezaron a bajar. –Los patrocinadores no quieren esa clase de imagen, y sin patrocinadores, tienen los días contados, pierden credibilidad y deben encontrar a alguien más para apoyar,– explica. –Aunque Teo es el que más termina perdiendo y nadie aquí quiere que eso pase.–

  Puedo ver lo mucho que Harry respeta a Teo. Es su amigo, y nadie quiere ver a un amigo pasarla mal.

  –Pero es bueno,– replico como si esa fuese la gran respuesta.

  Asiente con una sonrisa triste. –El talento es una parte del proceso pero se necesita ayuda si quieres llegar a ser grande.

  Suspiro cruzando mis brazos.

  –Y por años creí que los chicos malos eran los que atraían más la atención.– Harry ríe ante mi comentario. 

  –Lo hacen, por un tiempo.– Recuerdo a ese chico de la secundaria. Peter Davis. Tenía algunos cargos por robo simple y era increíblemente antipático pero por alguna razón casi todas las chicas y algunos chicos estaban locos por él. No tengo idea cuál era su fantasía oculta pero la mía era mantenerme lo más lejos posible de él.

  –Al contrario de lo que dijo Charles, estás haciendo un buen trabajo.– Levanto la mirada hacia Harry y le doy una sonrisa de agradecimiento pero no muy convencida.

  –Pues no estoy viendo los resultados.

  Es la primera vez que hago esto y no sé cuándo empezarán a mejorar las cosas pero debo trabajar más duro.

  –Yo sí,– dice. –He notado un cambio en la actitud de Teo, créeme, eres una buena influencia para él.–

  Aún intento recuperarme del golpe de ser la novia falsa de Teo y los comentarios que he recibido el último tiempo por eso, especialmente en la oficina. Daisy lo disfruta a diferencia de mí.

  Noto una pequeña lucecita roja en uno de los estantes y se apaga de inmediato.

  –¿Qué es eso?– Señalo detrás de él. Harry voltea y luego me mira.

  –Una cámara,– responde. –Todos los puestos la tiene, es por seguridad.– Observa hacia un lado y me da un golpecito suave en el brazo. –Siéntate por ahí,– dice mostrándome las gradas, –empezará con las vueltas de prueba.

  A lo lejos, veo a Teo preparándose para subir al vehículo siendo monitoreado por varias personas a su alrededor.

  –Bien.

  –Dime cuando quieras irte, te llevaré a tu edificio.

  Asiento. –Gracias Harry.

  Apenas llego a mi asiento saco mi teléfono y le hago una rápida foto al lugar para mandársela a Nora. A los segundos me llega una respuesta.

  -No me envíes fotos de una calle, quiero acción, dame hombres encuerados o posando para mí.

  Ahogo una risita imaginado su expresión desconforme al ver la imagen.

  -Lo siento, eso es todo lo que tendrás, es una práctica cerrada.

  -Buuu.

  –¿Aún no te aburres?– Una voz masculina me sorprende y guardo mi teléfono. Por lo que pienso es un hombre entre los cuarenta y cincuenta. Sus ojos oscuros tienen el mismo tono de su cabello largo recogido en una pequeña cola de caballo.

  –Esto es genial,– admito. Sólo son autos corriendo pero me siento privilegiada estando aquí. Sé que muchos fanáticos de las carreras querrían estar en mi lugar.

  –¿Nunca has visto una de sus carreras?– Pregunta tomando asiento a mi lado.

  –Sólo algunos videos cortos,– admito.

  –Deberías ver una completa, el chico vuela.– Sonríe mirando el auto azul de Teo. –Soy Maxwell, por cierto. Maxwell Diamond.

  Estrecho su mano con ánimo. –Callen Walsh.

  –Se ha hablado mucho de ti dentro del equipo, Callen.– A juzgar por su risita, debe haber visto algo de incertidumbre en mi rostro. –La novia de Teo Guiraud no pasa desapercibida,– explica.

  –¿Ah sí?

  Mueve su cabeza afirmando. –Cuando Teo no está con nosotros presumo que está contigo.–

  O de fiesta.

  –Si, bueno…

  –Nunca ha traído a una chica aquí como su novia oficial, por si te lo preguntas,– dice en confianza.

  No lo hacía en realidad.

  –¿Conoces a Teo hace mucho?– Cambio el tema de inmediato y el parece no notarlo.

  –Casi nueve años, cuando estaba iniciando su etapa profesional.– Sonríe. –Tenía determinación y mucha energía pero no siempre pensaba bien las cosas, es bastante espontáneo.–

  –Puedo verlo,– murmuro.

  –Pero es un buen chico, da problemas pero no lo hace con maldad.

  –Suena a como si te refirieras a un niño.

  –Lo es,– suelta una risa corta. –Aún es el mismo chico de diecinueve que era demasiado duro consigo mismo hasta cumplir su meta. Cuando las cámaras se apagan se recrimina más cosas de las que se siente victorioso.

  Muchas veces me he preguntado si existe un alma detrás de todo ese ego y buena apariencia. Al parecer sí. 

  –No parece alguien así.

  Baja su voz como si estuviera contando un secreto. –Es muy bueno fingiendo cuando le conviene.–

  Luego de un par de vueltas  veo como su auto derrapa hacia un lado e inmediatamente mi cuerpo se tensa. Una vez que sale del automóvil y se pone a hablar con otro hombre puedo respirar un poco.

  –Tranquila, para esto son las vueltas de prueba,– dice Max al ver mi reacción, –el equipo trabajará en ello de inmediato.

  –¿Estará todo listo para el domingo?

  Asiente con convicción. –Dalo por hecho.

  Salgo del baño luego de recoger mi pelo ya que el frizz estaba haciendo estragos con mi persona y me topo de frente con uno de los corredores que estaba en la pista hace unos momentos.

  –Callen Walsh,– dice mirándome con intensidad. 

  –Sí.

  Me da una sonrisa de dentadura completa. –Ya era hora de que Teo te presentara en sociedad.–

  Por alguna razón su tono me molesta. Es como despectivo pero de una forma elocuente y disimulada. –No soy alguien que necesita ser presentada,– respondo de la misma forma provocando una risa de su parte.

  –Me gusta tu actitud,– levanta su mano y luego de unos segundos en dudar de tomarla finalmente lo hago. –Howard Keane.

  –Ya sabes mi nombre.

  Leí algo sobre él y su evidente rivalidad con Teo. No debería interactuar mucho con él, los de su tipo sólo buscan problemas, muchos dicen de su actitud prepotente y su actitud en este momento me lo termina por confirmar. 

  No suelta mi mano, en su lugar soy yo quien debe apartarla. –Supongo que nos veremos más seguido,– su expresión ahora cambia a una encantadora, como si eso me impresionara. Antes de darse vuelta para desaparecer me observa una última vez. –Dile a tu novio que practique un poco más las curvas, no son su fuerte.–

  Le doy una sonrisa. –Y tu deberías practicar la trasferencia de peso, no quieras hacerte el irracional y hazle caso a tu equipo.– Hundo mis hombros, –aunque nadie es perfecto.

  Teo aparece detrás de mí y coloca su mano en mi espalda baja.

  –¿Está todo bien?– Pregunta mirando directamente a Howard. 

  Afirmo colocando una mano sobre el pecho de Teo, si vamos a fingir ser novios hay que hacerlo bien. –Sí solo estamos intercambiando algunos tips para tener en cuenta.– Le saludo con mi mano. –Nos veremos luego.– Empujo a Teo para llevarlo conmigo y alejarnos de su némesis. 

  Una vez que estamos a una distancia prudente me aparto de él.

  –¿Trasferencia de peso? ¿Cómo sabes eso?– Pregunta con una sonrisa plasmada en su rostro.

  –Lo escuché por ahí,– contesto, –y no le gustó nada, al parecer le acerté a la respuesta correcta,– digo con orgullo bajo la mirada de aprobación de mi compañero.

Capítulo 6

  –Voy a golpear a alguien,– dice Nora saliendo de su cuarto. 

  –Procura que no sea la linda chica que está haciendo la cena para ti.– Mi amiga camina hacia el sofá y se tira boca abajo con pesar. –¿Qué sucede ahora?

  –Mis ideas y convicciones en esta vida se están evaporando por una chica que no sabe de responsabilidades,– balbucea sin poder hacerse entender del todo.

  Tiro los restos de basura que hay sobre la mesada. –¿Quieres explicarte mejor?

  Da un largo suspiro y toma asiento. –Loren me canceló y ella era la que cerraba el desfile,– frunce el ceño. –Dijo que hizo planes con su novio y se irán en plan de viaje romántico, ¿puedes creerlo? Después de prometerme su presencia.

  El debut como diseñadora de Nora será dentro de muy poco. Ha tenido tantas expectativas en su presentación que cualquier pequeño detalle va a terminar por volverla loca. La idea de hace un desfile fue de su prima Margaret, quien es copropietaria del bar donde se realizará. Nora ha estado meses poniendo todo su esfuerzo en esto y en llevar su pequeño negocio a un puesto más alto y lo único que espero es que todo salga como ella quiere o todo sucumbirá en desastre.

  –¿No puedes hacer que alguien más lo haga?– Remuevo la salsa humeante antes de chequear que el agua para la pasta esté en su punto justo de ebullición. –Tienes a otras chicas.

  –Todas deben llevar uno de mis diseños al final cuando salga a recibir los aplausos,– sonrío ante eso. Nora tiene la confianza para llevar a cabo todo esto y la admiro por eso. –Me falta una modelo.

  –Pídele a Caroline del 5C, estoy segura que lo hará sin problemas,– le doy un rápido vistazo.

  –Tienes razón, me gusta su cabello cobrizo,– sonríe a medias, –va a quedar bien con el color del vestido.

  Unos golpes en la puerta me distraen antes de poder probar la salsa y dejo la cuchara de madera a un lado para caminar hacia la entrada.

  El rostro sonriente de Teo se hace presente del lado de afuera y de inmediato siento como el hambre que sentía hace un momento se va de a poco.

  –¿Qué?– Pregunto distraídamente. 

  –Me quedé sin agua caliente,– coloca su mano en la pared junto a mí y se arrima unos centímetros. 

  –¿Y a mí qué?

  –Déjame usar tu ducha.– Es aquí que me doy cuenta que está cargando una toalla sobre su hombro y una muda de ropa en la otra mano.

  –No, vete.– Mi intento de cerrar la puerta en su cara se ve fallido luego de que el chico coloca el pie para evitarlo. 

  Con un solo movimiento, abre la puerta por completo y se adentra al apartamento sin una pizca de incomodidad. –Se supone que debes cuidarme,– reprocha. 

  –Públicamente,– especifico, –no hay nadie cerca.

  –¿Qué me dices de Nora?– Señala a la chica apoyada contra el respaldo del sofá. La sonrisa de mi amiga se vuelve aún más grande al ser parte de este intercambio. 

  Niego cerrando la puerta detrás de mí. –Nora ya sabe la clase de persona que eres, no cuenta.

  Mueve su cabeza chistando. –A Daisy no va a gustarle escuchar sobre esto.

  Mi idea de una noche tranquila de pasta no va a ser arruinada por culpa de él. –¿Sabes? Estoy comenzando a preguntarme si Nueva York de verdad vale la pena.

  Nora se pone de pie y camina hacia él con los brazos cruzados. Esto le divierte mucho.

  –Déjalo usar el baño, mientras más rápido entre más rápido saldrá.

  Teo tuerce los labios. –¿Seguimos hablando del baño?

  –Dios, eres asqueroso,– me quejo apresurándome a él y lo arrastro hacia la puerta del baño. –Tienes 3 minutos.

  –No puedo hacerlo en 3 minutos,– rezonga desde el marco de la pequeña pero bien decorada habitación. 

  –¿Qué tanto tienes que lavar? No es como si fueses tan grande,– ese comentario lo único que provoca en él es una expresión pícara en su rostro. 

  –Y con grande te refieres a...

  –¡La clase de molestia que eres!– Exclamo antes de empujarlo y cerrar la puerta con él dentro del baño.

  ¿Cómo es que siempre logra acabar con mi paciencia?

  –Ese chico es tan insufrible como tu tía Cleo,– murmura Nora soltando una risita. –Incluso es peor que tu tía Cleo. Al menos es lindo.

  Apenas escucho el sonido de la ducha vuelvo a lo que estaba haciendo, esperando a que un gran plato de ñoquis caseros me saque el malhumor. –Ojalá que no se demore y se vaya rápido.– 

  Nora observa la puerta del baño. –Tal vez necesite ayuda, así hace las cosas a mayor velocidad.– Su intento de dirigirse hacia ahí se ve frustrado de inmediato por mí.

  –Ni se te ocurra, déjalo,– demando. –Seguramente ahora se encuentra hablando con su reflejo en el espejo.

  –¿Crees que lo haga?– Susurra.

  –Sé que lo hace,– respondo de la misma manera. 

  Aprieta los labios antes de dedicarme una sonrisa traviesa. –¿Debería espiarlo y sacar un par de fotos para extorsionarlo luego?

  Lo pienso por un minuto, sopesando la idea. –Eso no suena mal.– Pero puede que el chico hasta y me moleste por tener fotos de él en mi teléfono. Siempre encuentra la forma de dar vuelta la situación quedando a su favor.

  Un momento más tarde, Teo sale del baño 

  –Eso huele delicioso.

  –Es la famosa pasta de Len, ¿quieres cenar aquí?

  Niego de inmediato. –Él ya se iba.

  –¿Sabes? Ahora que lo pienso, nunca me diste un regalo o me invitaste a una comida de bienvenida,– acusa ignorando por completo lo que acabo de decir, –eres una pésima vecina, me lo debes.– 

  Indignada, cruzo los brazos y le doy una mirada gélida. –No vives en el mismo edificio por lo que técnicamente no me corresponde. Pídeselo a los tuyos.

  Toma un poco de pan y se lo lleva a la boca.

  –Puedo conseguir un apartamento aquí, ¿eso cambiaría las cosas verdad?– 

  –No te atrevas,– lo señalo con mi dedo rogando porque solo se trate de una broma. Viniendo de él todo es posible. 

  –No lo haría,– asegura, –me gusta la vista que tengo desde mi ventana, si me mudara no podría verte por las mañanas tomando tu café mientras miras a la nada... tu estado somnoliento es tierno.

  Inevitablemente me siento expuesta por completo.

  Miro a Nora quien está callada pero observando con gracia toda la situación. –¿Recuerdas que quería cortinas negras?– Pregunto. Ella asiente y continúa colocando los platos sobre la mesa, –ahora sabes el por qué.

  Sirvo la comida bajo la incesante mirada de Teo. Es como si estuviera esperando que cometa un error, lo que es muy probable porque cuando estoy nerviosa tiendo a ser mucho más torpe que de costumbre y en este momento me siento como un experimento bajo vigilancia.

  –Entonces Teo,– dice Nora rompiendo el silencio. Gracias a Dios por eso, estaba empezando a sentirme desdichada. –Espero que estés tratando a mi mejor amiga con dignidad.

  Me atraganto con la comida y necesito un poco de agua para evitar morir en esta mesa.

  –¿Qué quieres decir con eso?– Inquiere Teo con curiosidad.

  Nora le sonríe y deja el tenedor a un lado para inclinarse peligrosamente hacia él. –Sé que todo esto es pura ficción pero si te llego a ver con una chica que no sea ella de una manera sospechosamente romántica o atractiva voy a hacer tu vida miserable.– Veo que ha estado practicando su tono amenazante, antes era terrible. –Nadie hace quedar mal a Len sin pagar las consecuencias.

  Teo le guiña un ojo. –Ponte en la fila,– responde antes de poner comida en su boca. –Ahora que lo pienso, ¿nunca has querido trabajar de guardaespaldas?– Se dirige a mi amiga, –me das ese tipo de vibra.

  –Hablo en serio,– contesta sin caer en sus bromas. –Len odia ser el centro de atención, ya demasiado tiene con esos mensajes de tus fanáticas.–

  Oh no. Le dije que dejemos eso en secreto.

  –¿Qué mensajes?– Cuestiona Teo esta vez mirándome a mí.

  Muevo mi cabeza en negación. –Ningún mensaje.

  –Callen,– intenta nuevamente, –¿qué mensajes?

  Bajo la mirada a mi plato pretendiendo estar muy interesada en él. –Esos típicos que envían cuando tu ídolo sale con alguien que no eres tú,– termino por contestar sin darle mucha importancia. 

  Lo cierto es que he visto como esto le pasa a muchos famosos pero el sufrirlo de mano propia es un mundo completamente nuevo y aterrador. Así como hay fanáticos que aprueban nuestra falsa relación, hay otros que quieren aniquilarla conmigo junto a ella. 

  –Ignóralos,– ordena, –no los leas.

  Le doy una mirada fugaz. –¿Eso haces tú?– Me pregunto qué clase de mensajes recibe, si son muchos, si él también se siente ansioso cuando los lee. Ya demasiada presión tiene antes de cada carrera y esos resultados impactan en mucha más gente que sólo él y su equipo. Me da temor imaginarme a esas personas que se creen sus fanáticos más grandes acosándolo de una forma constante por perder su lugar en la tabla de posiciones.

  –Aprendí a hacerlo.– Esta vez contesta sin mirarme. –No leas nada, ni siquiera esos portales de noticias.

  Nora sube las cejas cuando volteo hacia ella. 

  –Sí, señor.– Doy por terminado este asunto.

  Nora aclara la garganta. –¿Cuándo es la carrera?– Pregunta cambiando de tema. El ambiente se torna un poco menos tenso y puedo respirar al fin.

  –En dos días, ¿no viste o escuchaste las noticias? Estoy en todas partes.– Ahogo un comentario y espero a que Nora continúe con la conversación. Pero por su expresión puedo ver que piensa lo mismo que yo, ese ego si se puede ver.

  –No me interesas,– contesta mi amiga, –tengo cosas más importantes en qué pensar.

  Teo se arrima a su lado. –Puedo conseguirte excelentes lugares, puede que te guste mi mundo.– La forma en la que lo dice prueba que ha usado ese tono seductor más veces de las que puedo imaginar.

  –¿Estás coqueteando conmig…?– Arroja el tenedor mirándonos a ambos con estupor. –¿Estás coqueteando conmigo frente a tu novia falsa?– Repite mirando a Teo antes de dirigir su atención a mí, –¿Ves a lo que me refiero? Si lo hace conmigo puede hacerlo con cualquiera.

  Por alguna razón eso me hace gracia y no puedo evitar soltar una risita.

  Eso capta el interés de Teo cuyos ojos ahora están sobre mí. –Mira eso,– murmura, –ella sonríe.– Tapo mi boca por inercia. –Creí no tenías otra expresión que no sea disgusto.

  –Sólo la uso para quienes se lo merecen,– respondo antes de tomar de mi copa de vino. 

  –Pero sí,– interviene Nora, quiero buenos asientos, llevaré a mi novio como regalo de aniversario.

  Bufo. –Qué romántico.

  –Tú vendrás con nosotros,– señala.

  –Olvídalo,– contesto de inmediato, –no quiero ser la tercer rueda.

  –¿De qué hablas? Tu novio estará compitiendo.– Ni siquiera debo mirar a nuestro invitado para saber que está sonriendo.

  –Eso suena a un diálogo que aparecería sólo en mis sueños junto con su foto,– comento. 

  –En realidad me gusta cómo suena,– dice Teo. –Leí que las chicas quieren lo que no pueden tener, tal vez sí pueda sacar algo de todo esto,– me mira con agradecimiento fingido.

  Aprieto los dientes pero igualo su sonrisa. –Cualquier chica tendría tanta suerte de estar contigo.–

  –Lo sé, ¿verdad?– Responde utilizando el mismo tono animado que yo.

  Escucho una queja y sé que se trata de mi amiga. –Este sarcasmo hace que me duela la cabeza.

  El teléfono de Teo empieza a sonar pero luego de mirar la pantalla declina la llamada y sigue comiendo.

  –¿Por qué no contestas?– Inquiero.

  Limpia su boca con la servilleta. –Llamaré luego.

  –Espero que no sea una mala influencia,– murmuro.

  –A mi padre no le gustará que lo llames así.

  Nora chista. –¿No le contestas a tu padre? ¿Qué clase de hijo eres?

  –Uno no muy bueno,– contesta terminando su copa.

  Teo se va luego de una porción de tarta de manzana y lo primero que hago antes de irme a dormir es cerrar las cortinas para no despertarme al otro día con su atención.

–¿Por qué no vienes con nosotros?– Pregunto desanimada mientras Nora le pone mucho empeño a la trenza francesa que está armando en mi cabello. Dijo que era para honrar a Teo y a su media nacionalidad. Le dije que la haga sólo para que se calle y no vuelva a repetirlo.

  –¿Y perderme el desastre que ese niño bonito pueda causar? Créeme que lo deseo pero ese vestido no se coserá solo,– guiña un ojo. –Además, estarás con tu padre, no es como que vas a pasar toda la noche con ese amante de los autos.

  Papá volvió a llamar esta mañana muy temprano para recordarme una vez más sobre la cena de esta noche y el que no me olvidara a Teo. Como si fuese una mascota que debo llevar a todas partes, una no muy amigable o tierna.

  –Me estás dando nauseas,– me quejo en voz baja.

  Cuando Nora termina, me lanza el spray fijador para que ningún mechón se salga y se posiciona frente a mí para ver su obra terminada. Es una simple trenza pero ella se siente orgullosa de ello por lo que elijo quedarme callada y sonreírle con aprobación.

  Unos golpes en la puerta nos advierten de unas visitas.

  –¿Será él?– Pregunta Nora.

  –Ojalá que no.

  Mi mejor amiga recibe a la persona del otro lado y veo a Teo entrar vistiendo una camisa negra y un pantalón formal del mismo tono con unos zapatos marrones tan lustrados que puedo ver mi reflejo desde aquí.

  Se ve demasiado arreglado para una cena informal en una granja pero no voy a decirle eso. Tampoco voy a admitir lo bien que se ve en este momento.

  –Vecino,– saluda Nora. –¿No te acompaña tu sombra?– Inquiere mirando por el pasillo.

  El chico niega. –Harry tiene mucho que hacer.

  –¿Qué es eso?– Señalo la bolsa en su mano.

  –Una tarta.

  Nora se la arrebata para inspeccionarla y sonríe conmovida.

  –Ay qué lindo, le está llevando una tarta a su suegro falso,– dice mirándome antes de volver su atención a él. –Pero si le das eso va a morir, es alérgico a las almendras.

  El rostro de Teo decae y advierto un instante de pánico en sus facciones por lo que intervengo. –No es cierto.

  Nora suelta una risita y le devuelve la bolsa. –Su cara fue genial,– murmura caminando hacia el refrigerador.

  Teo suspira y me observa. –Dime una vez más ¿Por qué estoy haciendo esto?

  –Porque el Sr. Walsh lo dice y si el Sr. Walsh lo dice, se hace,– responde mi amiga por mí antes de tomar un largo sorbo de jugo. –¿O prefieres que venga a buscarte el mismo?

  El chico evita responder y mira su reloj de muñeca.

  –¿Estás lista? El auto está afuera.

  Tomo mi bolso y termino de colocarme los zapatos. –Nos vamos en el mío.

  Eso parece hacerle gracia porque chista con desconformidad. –Ni hablar,– dictamina. –No voy a volver a subir a esa cosa.

  Agarro las llaves y le doy una mirada exasperante. –No sé por qué te disgusta tanto.–

  –Es horrendo.– Esa no es una razón válida.

  –Vamos a ir en él y punto.– Me despido de Nora con la mano y camino fuera del apartamento.

  –¿Por qué?– Pregunta detrás de mí.

  –¡Porque es mi casa a la que vamos y porque yo lo digo!

  En el momento en que el auto llega a destino una familiaridad vigorizante me golpea. Un hombre aparece detrás de la casa como si hubiera escuchado el automóvil desde hace minutos. Es decir, no lo descartaría, hizo un fuerte sonido al subir por la rampla improvisada de granilla y tierra. –¡Leny Len!– Exclama. –Las gallinas se estaban entristeciendo de no ver tu hermoso rostro por aquí.–

  Sonrío con ganas antes de abrazarlo.

  –Hola papá.

  Nuestro intercambio no dura más que unos segundos porque su completa atención ahora está en el chico junto a mí. Aquel que se aferra a la tarta que tiene entre sus manos como si de su vida se tratara. ¿Acaso está nervioso?

  Papá le da una larga mirada, inspeccionando toda su persona como aquellas máquinas que detectan metales en los aeropuertos o las computadoras que escanean tus rasgos.

  –No puedo creer que te vea en persona al fin.– Su tono es neutro, tanto que incluso quiero soltar una gran risotada. Si Teo tan sólo supiera que mi padre está lejos de ser un hombre estricto y serio.

  El chico aclara la garganta y levanta su brazo esperando a que mi padre estreche su mano. –Sr. Walsh, es un placer conocerlo.

  Mi padre, en lugar de aceptar el saludo, baja su mirada a la tarta.

  –¿Eso es para mí?– Pregunta.

  –Sí.– Teo le tiende la caja sin pensarlo.

  –Gracias.– Papá me da una sonrisa y señala la casa detrás de él con la cabeza. –Pasemos.– Toma la delantera dándole un respiro a su invitado estrella.

  –Me odia,– murmura en voz baja acomodando el cuello de su camisa. Definitivamente está nervioso.

  Muerdo mi labio inferior. –No hables tan pronto.

  Papá está lejos de odiarlo. Conoce a Guiraud desde hace más tiempo que yo y siente admiración por su trayectoria pero no voy a decirle eso a Teo o su presuntuosidad saldrá a la vista y no quiero lidiar con eso ahora. Papá por otro lado, está jugando bien su papel de padre estricto cuando para nada es así.

  –La cena estará lista en poco tiempo,– anuncia, –pueden ponerse cómodos.– Dejo mi bolso sobre el sofá mientras Teo se dedica a mirar todo a su alrededor. Puede ser una casa grande y vieja de granja pero papá la ha mantenido muy bien desde que mamá murió. Usualmente ella era la que tenía todo bajo control mientras que papá era el caótico al que le gustaba mover muebles, traer cosas nuevas y acumular chatarra. 

  Luego de ese día cambió por completo queriendo que el lugar se vea como ella lo hubiera querido. 

  –Tarta de L’emeraude –La Esmeralda, este lugar es caro,– dice en voz mirándome. Al parecer hay una tarjeta de presentación atada en el paquete.

  –Es una ocasión importante,– responde Teo quien parece haberlo oído.

  Mi padre le da un asentamiento. –Me alegra escucharlo, pero aun no me ganas con eso.– Veo a Teo suspirar y escondo una sonrisa. –Leny, ¿me acompañas a la cocina?– Afirmo con la cabeza y le da un vistazo a su invitado. –Siéntete en tu casa en lo que venimos,– habla antes de caminar al cuarto contiguo.

  Deja la caja sobre la mesa de madera que funciona como isla de cocina y me mira con una expresión de asombro y estrés.

  –Mis manos y cuello están sudando,– confiesa, –no puedo creer que tengo al mismo Teo Guiraud en mi sala, ¿Y si le pido una foto para mostrárselo a los chicos del club de poker? Voy a ser la envidia.

  Levanto una mano para detener su emoción. –Aún no, deja que sufra un poco más.

  Su rostro decae mostrando ahora cierta preocupación. –No quiero que me odie.

  Le guiño un ojo. –No lo hará, créeme.

  Unos minutos más tarde ya sentados en la mesa, papá se encarga de servir los platos.

  –Espero que te guste el salmón, de lo contrario tendrás que conformarte con la ensalada,– dice dirigiéndose a Teo.

  El chico niega de inmediato y sonríe. –Me gusta, está bien por mí.

  No he visto a Teo tan sumiso desde que lo conocí, es extraño verlo en un humor tan controlado y educado. Tal vez deba invitar a papá a casa más seguido.

  –Así que, Sr. Guiraud,– habla papá iniciando la conversación, –espero que mi país te esté tratando bien.

  –Es mejor de lo que me imaginaba,– responde, –nunca había estado en esta parte de Europa.

  Papá asiente. –Deberías visitar Killarney, es uno de mis lugares favoritos, podría llevarte alguna vez.

  Levanto una ceja hacia él. No quiero romper sus ilusiones pero una vez que Teo se vaya no creo que vuelva sólo para ir a ver un gran lago.

  –Suena fantástico, gracias por la invitación.

  –También espero que estés tratando bien a mi hija.– Ese comentario provoca que Teo se atragante un poco con el bocado que acaba de poner en su boca. –No me gustó la idea de enterarme por televisión nacional que están juntos.

  Ahora siento la necesidad de interrumpir en su conversación.

  –Fue todo muy rápido,– digo, –debería haberte llamado primero.– Me gustaría decirle que yo también me enteré en ese preciso momento y estuve más conmocionada que todos los que lo oyeron.

  Papá me lanza una mirada fugaz. –Sí, de esa forma hubiera sabido que contestar cuando empezaron a llegar las llamadas de la familia y otros curiosos.

No quiero imaginarme lo que fue ese momento. Tuve que lidiar con algunas de esas llamadas, la mayoría fueron desviadas porque no estaba de ánimo para responder a esas curiosidades.

  –Fue mi culpa,– habla Teo de inmediato. Le pedí a Callen que esperáramos antes de anunciarlo pero surgió un imprevisto con esas fotos.– Me mira con tímido. –No me pareció correcto negarlo.

  Mi padre le da una larga mirada y le sonríe por primera vez desde que llegamos. –Buena respuesta.–

  Un corto silencio se produce antes de que el hombre vuelva a hablar.

  –He visto que te gusta dar problemas.– Por supuesto iba a sacar eso a colación aunque sé que se está conteniendo para empezar a hablar sobre lo que de verdad le importa: las competencias. Estoy segura que hizo una lista sobre los temas que quiere indagar e idolatrar su figura.

  –Muchas de esas veces no fue mi culpa,– contesta el chico junto a mí. Desde aquí puedo notar que se puso un poco tenso. –Mi exasperación me gana a veces.

  Papá hace un sonido de negación. –Esa no es una buena cualidad, hijo, si planeas pretender a Leny mejor cambia tu apestosa forma de ser y hazlo bien.

  Los ojos de Teo se abren aún más.

  –Sí, señor.–

  –Y no le des tantos dolores de cabeza,– continúa, –espero que no seas como ese otro imbécil.–

  Ahora soy yo la que se siente incómoda.

  –Papá…– Le advierto.

  Teo deja su tenedor sobre el plato y voltea a mirarme. –Me interesa saber esto, ¿de quién estamos hablando en concreto?– Pregunta intercalando su mirada entre ambos.

  –De nadie,– respondo sin dudar. –¿Alguien quiere más brócoli?

  –Eres la única que lo está comiendo,– responde el chico y le doy una sonrisa tomando el cuenco casi lleno de verduras que se encuentra en el centro de la mesa.

  –Claro, te traeré un poco,– digo antes de desaparecer por la cocina.

  Sé que no debería huir como un cobarde pero no estoy dispuesta a hablar de mis relaciones pasadas con Teo. No es de su incumbencia. Así que me encuentro sentada sobre la mesada de la cocina comiendo los chocolates secretos de papá en venganza por sacar ese tema a colación. Sé que Teo querrá que le cuente tarde o temprano por el simple hecho de molestarme.

  Cuando regreso al comedor, me encuentro la particular escena de los dos hombres charlando como si se conocieran hace muchos años. Teo hace reír a papá y parecen estar pasando un buen rato, algo completamente diferente al ambiente que se vivía antes de que yo me fuera.

  –Sólo me fui por tres minutos, ¿ahora son mejores amigos?– Murmuro sólo para mí.

  –Hablo en serio, esa última carrera fue fatal.– Papá enfatiza esa última palabra. –Su equipo deja mucho que desear.

  El chico asiente convencido. –Todo el mundo sabe eso, estoy seguro que no va a renovar el contrato para la próxima temporada

  El hombre toma un sorbo de jugo.

  –Espero que continúes ocupando los primeros puestos,– señala a Teo con un dedo.

  –Ese es el plan, soy el número uno y no pienso dejar que eso cambie,– dice poniendo todo su ego sobre la mesa.

  –¡Bien dicho!– Exclama el dueño de casa antes de dirigir su atención a mí. –Me gusta su determinación, este si es de mi agrado.–

  Teo me regala una mueca. –¿Escuchaste eso? Soy de su agrado.

  –Esa es Leny cuando perdió los dos dientes de adelante al caerse de un árbol. Tuvo suerte que eran los de leche o hubiese sido un gran drama.

  Durante la última media hora papá ha le ha dado una visita a los recuerdos en forma de fotografía que están por toda la sala. Me he sentido avergonzada muchas veces pero esto ya es demasiado. Teo me ha visto en ropa interior y ahora ve retazos de mi pasado que nadie debería ver a menos que sea parte de la familia. 

  –¿Estabas colgada de un árbol?– Le lanzo una mirada lánguida pero no llego a responder porque mi padre lo hace por mí.

  –Estaba persiguiendo una ardilla,– ríe, –como un lindo sabueso.

  Aclaro la garganta con la urgencia de desviar la atención hacia otra cosa. –Tu pierna no se ve bien,– digo mirando la pierna izquierda de mi padre. He notado que ha empezado a cojear un poco más de lo que lo hacía. 

  Hace un sonido con su lengua y le resta importancia al asunto con su mano. –Mi pierna está bien, he estado trabajando mucho eso es todo, estoy un poco cansado.

  Tomo asiento en el respaldo del sofá. –¿Debería buscar a alguien para que te ayude como lo propuse la última vez?

  Ladea la cabeza y responde con diversión. –Tal y como te respondí la última vez, y la anterior a esa, soy perfectamente capaz de mantener todo este lugar por mí mismo.

  Entrecierro los ojos hacia él.

  –Eres demasiado terco.

  –Ahora veo de quien lo sacaste,– interrumpe Teo.

  Mi padre le sonríe. –Tiene la belleza de su madre pero mi carácter, eso la hace un buen partido y no querrás tenerla de enemiga, ni a mí.

  –Entendido.

  Mientras continúan con su plática interesante y entusiasta, tomo mi teléfono para no tener que soportar su intento de bromance. 

  –Diablos,– maldigo por lo bajo cuando veo que no prende. Olvidé cargarlo.

  –Parece que se viene una tormenta.– Levanto la mirada cuando escucho la voz de papá. Si hay algo que caracteriza a este país son los días grises y grandes probabilidades de que el día inicie y termine con un temporal.

  Suspiro. –Será mejor que nos vayamos antes de que llegue.

  Ninguno de ellos discute y preparamos todo antes de despedirnos de mi padre.

  Regresen a salvo, luego me llamas.– Ordena dándome un último abrazo para luego darle la mano a Teo. –Espero volver a verte, hijo.

  –Igualmente, Sr. Walsh.

  El hombre lo mira por unos segundos y sonríe. –Cillian.

  –Adiós papá,– saludo subiendo a mi auto. –Pareces aliviado.

  –Siempre lo estuve,– responde colocándose el cinturón.

  Enciendo el motor y le lanzo una sonrisa burlona. –Estabas tan nervioso…

  –No lo estaba,– insiste, –soy muy seguro de mí mismo.

  –Lo que tú digas.

  Ninguno habla de regreso a casa y el único sonido es el de los truenos amenazantes en el cielo y una estación de radio en la que solo pasan música clásica.

  Claro que pronto logramos escuchar otro sonido, uno no muy bueno y que me tiene agarrando el volante con fuerza.

  –¡No, no, no, no ahora!– Exclamo cuando el vehículo empieza a perder velocidad.

  Teo tiene una mirada de preocupación en el rostro pero la cambia al instante por una neutral. –Te dije que iba traer mi auto pero no me hiciste caso,– dice sin emoción mirando la parte delantera del auto.

  Aprieto la mandíbula y respiro un par de veces intentando encenderlo de nuevo sin éxito. –Siento que tú mismo lo manifestaste.

  Bufa soltando su cinturón. –Qué ridiculez. Déjame verlo.– Estira su brazo bajo el salpicadero y abre el capó del auto antes de salir. 

  Intento pretender que no me importa pero estoy nerviosa de que nos quedemos varados aquí por mucho tiempo y mi celular está muerto. Evito mirar a Teo fingiendo ignorancia pero luego hace algo que me mantiene atada al asiento. Con destreza, desprende los botones de la camisa en las muñecas y dobla ambas mangas hacia el codo. 

  No voy a negar que el que un hombre haga eso es un movimiento bastante atractivo. ¿Por qué tuvo que usar esa camisa? Me doy un golpe interno y miro al cielo. 

  –El motor está muerto,– dice luego de revisarlo todo. –¿Cómo es que siquiera nos pudo traer hasta aquí?– Pregunta acercándose a mi ventana.

  –Deja de criticarlo,– cruzo los brazos pero es cierto. Este auto ya necesita un descanso eterno.

  –¿Vas a llamar a la grúa?–

  Levanto mi teléfono inservible. –No tengo batería, llama a alguien.

  Toma una respiración profunda y se aleja para hablar con alguien. Está frustrado puedo verlo y eso me frustra aún más.

  Pasados unos segundos vuelve a su asiento. –Harry estará aquí como en una hora o tal vez más, ya le avisó a la grúa.

  –Genial.

  En poco tiempo, la lluvia empieza a caer y me siento aún más miserable ahora. Lo que menos me agrada es estar en medio de la carretera en un auto estancado y con lluvia de fondo.

  Aprieto los labios. –Sé que te mueres por decirlo,– murmuro, –sólo hazlo.

  Teo se toma unos segundos antes de contestar.

  –Te lo dije,– responde. –Te lo dije, te-lo-dije,– dice enfatizando cada sílaba como si lo estuviera disfrutando demasiado.

  –¿Estás feliz ahora?

  –Muy.– Veo como empieza a husmear dentro del auto.

  –No toques eso,– ordeno cuando su mano alcanza unos recibos del supermercado que olvidé tirar. 

  –Tu auto necesita una limpieza.

  –Sí,– respondo entre dientes. Sé exactamente lo que este auto necesita. Mi paciencia empieza a quebrase cuando Teo juega con la visera sobre su cabeza. –¿Quieres dejar de hacer eso?– Volteo hacia él.

  –Estoy aburrido,– bufa abriendo la ventana para que entre un poco de aire fresco. Suspira un par de veces y vuelve a hablar. –Deberíamos haber venido en bicicletas.

  Cierro los ojos.

  –Lo siento, ¡¿bien?!– Lo miro con enojo. –¡Todo es mi culpa, ya basta!

  Abro la puerta y salgo al costado de la calle sintiendo la lluvia sobre mí. Las pequeñas gotas de antes ahora son más grandes y en una mayor cantidad. Estoy tan sensible que la única forma de explicar mi comportamiento es que mi período va a llegar en cualquier momento.

  Malditas hormonas.

  Escucho la puerta abrirse detrás de mí y luego la voz de Teo.

  –Vuelve adentro, te vas a enfermar.

  –No,– niego alejándome un poco más.

  –¿Qué te sucede? ¡No es la gran cosa!– Exclama dando unos pasos más cerca. –Eres como una niña molesta.

  Apenas dice eso me giro hacia él aún más molesta. –Ahora sabes con lo que tuve que lidiar desde el primer día.

  Niega. –Deberías haberme hecho caso, podríamos haber evitado todo esto,– dice abriendo sus brazos.

  –¡Te dije que lo sentía!– Grito antes de dirigirme a la zanja ahora enlodada. Tomo un poco de la mezcla viscosa y húmeda y se la arrojo. Lo cierto es que no sé por qué lo hice sólo sé que me sentí mucho mejor después de hacerlo.

  Teo me observa anonadado antes de bajar la mirada a su ropa ahora con una gran mancha de lodo en ella.

  –¿Tienes idea cuánto cuesta esta camisa?– Inquiere soltando una larga respiración.

  –Apuesto a que tienes otras cinco iguales, deja de llorar.– Dicho eso, Teo camisa hacia otra parte de la zanja y sigue mis pasos, arrojándome otro poco de lodo, esta vez dirigido a mi pierna. Sorprendida, me toma un momento para reaccionar. –No lo hiciste.

  Limpia sus manos y sonríe con picardía. –Muérdeme.

  Nos miramos unos segundos y sin perder otro instante, nos movemos con rapidez para empezar a atacarnos uno al otro con una gran pelea de tierra mojada.

  Todo el enojo que sentía antes se borra de inmediato para pasar a una sensación de plenitud y alegría. No he hecho algo como esto desde la secundaria cuando solía salir con mis amigos en nuestras tantas escapadas de fin de semana para acampar. Había olvidado lo divertido que es.

  Ambos reímos con fuerza sin importarnos lo fuerte que ahora es la lluvia o las posibles consecuencias de despertar mañana con un resfriado. Lo único en lo que puedo concentrarme ahora es en derribar a Teo pero él lo hace primero y terminamos tirados en medio del césped sucio.

  –¿Cómo es que todas nuestras conversaciones terminan en caos?– Pregunta Teo calmando sus respiraciones pero con una sonrisa satisfecha en su rostro.

  –También me pregunto lo mismo.– Golpeo el suelo con mi mano. –Debiste haber llamado a mi padre en lugar de Harry. Estaba más cerca.– Giro mi cabeza para verlo a la cara.

  –¿Y arriesgarme a que me saque su bendición? No lo creo,– dice tomando impulso para sentarse y posteriormente ponerse de pie.

  –¿Qué te saque su bendición?– Me burlo. –El hombre te adoraba antes de conocerte.

  Esa confesión lo hace sonreír aún más y estira su mano para tomar la mía, ayudándome a pararme.

  –Se supone que soy el que debe cuidarte sin importar la situación.

  Entrecierro los ojos. –Puedo cuidarme sola.

  –Lo sé.

  Caminando a mi auto, me di cuenta que nunca soltó mi mano y por alguna razón no iba a hacérselo saber.

  –¿Cómo van las cosas con Guiraud?– Pregunta Daisy apenas entro a su oficina. Sus ojos continúan en el papel que está leyendo.

  Aprieto la carpeta en mis brazos. –Bueno, tiene algunas entrevistas pautadas,– comento. –Unas imágenes en el comedor se filtraron sin que tengamos idea y fue verdaderamente ideal.–

  Asiente y me da un rápido vistazo cuando me acerco para dejarle mi informe sobre el estudio de mercado del último producto. 

  –No he tenido jaquecas al abrir el buscador de Google con su nombre lo cual es buena señal.– Toma mis hojas y las escanea en silencio un momento antes de volver a hablar. –¿Irás a la carrera?–

  –No creo que…

  –Ve,– Interrumpe de inmediato. –¿Qué clase de chica no apoya a su novio? Además, es un buen momento para mantener un ojo en él cuando se acerque a los fanáticos, también habrá mucha prensa.– Es precisamente ese el por qué no quiero ir. Ahora que lo ‘nuestro’ es público, temo que algunas fichas estén puestas en mí. –Todo eso tiene una etiqueta roja que dice peligro en letras grandes.–

  Recuerdo los videos que miré por días para saber lo que no se debe hacer. Aunque no era una gran ciencia, la parte moral de Teo debía ser cambiada por completo.

  –Entiendo.

  Unos segundos más de silencio se interponen y doy unos pasos hacia atrás con la idea de salir de aquí.

  –Callen,– llama Daisy, –Richmond aprobó tu idea para el comercial, empezarán a rodarlo el lunes, creí que querrías saberlo.– Una sonrisa de aprobación cruza su rostro. –Bien hecho.

  –Gracias.– Genial, un problema menos, ahora ellos serán los encargados del resto.

  –Serás una gran pérdida para la empresa cuando te vayas,– se lamenta. –¿Me prometes que odiarás a tu nuevo jefe?

  Aprieto los labios. –Considéralo hecho.

Capítulo 7

  El ambiente en la oficina se vuelve un caos en cuestión de segundos y apenas despego mi mirada de la pantalla de la computadora me doy cuenta el por qué. Teo camina hacia nuestro sector, su camisa blanca con mangas arremangadas, sus jeans perfectamente diseñados para sus piernas largas y esos benditos lentes negros que ya son parte de su personalidad. Todo en el grita caro e inalcanzable, yo grito persona no deseada entrando en mi sector laboral. 

  Ni siquiera me gasto en verlo o darle la atención que ya todos le están propinando. En su lugar trato de que mi concentración vuelva a los informes en mi escritorio y la maqueta digital del proyecto que tenemos que terminar antes de que termine la semana.

  No tengo que levantar mi cabeza para darme cuenta que está frente a mí. Es fácil saberlo por su perfume que se me hace ya tan conocido y los constantes suspiros de mis colegas.

  –Vamos,– demanda sin ser una orden precisamente impuesta con fuerza. 

Continúo tecleando. Puedo ver su frustración aun sin posar mis ojos en él. –Aún tengo veinte minutos, vete.–

  Se arrima a mi lado con la intención de susurrar sin ser escuchado. –No deberías tratar a tu novio así, todos están mirándonos.– Apenas dice eso no puedo evitar observar nuestro alrededor. En efecto, la mayoría de los presentes nos miran con disimulo, probablemente deduciendo sobre qué estamos hablando y el qué está haciendo aquí.

  Respiro hondo y le doy mi mejor sonrisa. –No tientes a tu suerte, cariño.– Golpeo su rostro con ‘afecto’ antes de seguir con mis cosas. Sin embargo, esa no es una opción para Teo, por supuesto que no. Busca una silla vacía y la trae para sentarse a mi lado, husmeando mi parte del escritorio.

  –¿Puedes dejar de tocar mis cosas? Me pones nerviosa,– hablo intentando mantener mi paciencia bajo control pero me está desafiando.

  –Entonces vámonos.– Las miradas de todos están sobre nosotros, algunas disimuladas otras para nada.

  Suspiro y volteo hacia él con una sonrisa forzada. –¿Por qué no bajas a la cafetería y te pides un jugo como un buen niño?–

  Su rostro se acerca al mío. –No me gusta el jugo.

  Teo estaciona frente al edificio con paredes blancas y una gran placa a un lado donde se lee –Consultorios de psiquiatría.– Miro con desconfianza antes de tomar el paraguas, salir del auto y caminar hacia la puerta. El muchacho, quien no esperaba que ella compartiera su paraguas con él corre detrás de ella con evidente molestia pero no dice nada, sabe que lo único que conseguirá será un disgusto más por parte de la chica.

  –¿Harry quería vernos aquí?– pregunto atravesando el lobbie. La mujer detrás del escritorio nos echa un rápido vistazo pero deja su mirada sobre Teo por un largo rato, seguramente lo conoce o le parece atractivo. 

  –Su hermana es psicóloga en este lugar,– responde Teo pasando una mano por su cabello mojado. Podría pedirle una toalla a la linda recepcionista pero está seguro que Callen se burlará de eso también, siempre se burla por su aparente actitud de famoso que ahora parece no soportar unas simples gotas.

  –¿Nos está queriendo decir algo con eso?– Puede que Teo necesite una sesión pero no yo.

  –Dijo que nos iríamos desde aquí, no puedo ir a entrevistas sin él,– dice mirando su reloj plateado. –Es el código de mejor amigo que inventó.

  Me parece algo tierno el hecho de que sean mejores amigos y que Teo respete ese título. También admiro a Harry por no haberlo mandado a la mierda hace mucho.

  Lo miro de reojo, –no sabía que su hermana vivía en Dublín.

  –Ahora lo sabes.– Teo camina hacia unos asientos ubicados en la sala de espera y lo sigo sin perder su rastro.

  –Dame mí teléfono, tengo que llamar a mi padre.

  El muchacho bufa en voz alta antes de cerrar los ojos apoyando su espalda contra el respaldo de la silla. –¿Por qué tendría tu teléfono?

  Lejos de dejar pasar su actitud, tomo una de las revistas que se encuentran en el mueble junto a mí y lo golpeo para llamar su atención. –Dijiste que tú lo traías antes de empujarme fuera de la oficina.– Mi tono es serio pero al chico no parece disgustarle.

  –Entonces se cayó por algún lado,– responde con simpleza.

  Tomo unas cuantas respiraciones. –¿Perdiste mí teléfono?– Pregunto remarcando cada palabra.

  Acomoda los lentes de sol que aún mantiene puestos y pretende no ponerme atención. –Te conseguiré otro.

  Muerdo mi labio. –¿Así es como solucionas las cosas? ¿Comprando nuevas?

  Suelta un bufido y gira su cabeza hacia mí. –¿Qué quieres que haga?– Exclama. –¿Que vuelva ahí afuera con esa lluvia y lo busque en la calle?

  Un trueno resuena por todo el lugar.

  –Si, en realidad sí.

  –Ni hablar.

  Cierro mis manos en forma de puños mientras ruego que sólo se lo haya olvidado en mi escritorio. Es el segundo teléfono que compro este año. El otro sufrió un accidente cayendo por una alcantarilla cuando iba por la acera y un idiota tocó la bocina tan fuerte que me hizo saltar a mí y a otras personas que pasaban por el lugar. Tanta fue la impresión que no pude evitar soltarlo y tuve la gran mala suerte de que justo había una rejilla cerca por la que terminó desapareciendo para no volver a ver la luz del día. 

  Simplemente no puedo darme el lujo de conseguir uno nuevo. Daisy va a tener que darme órdenes por e-mail.

  –No puedo creerlo,– susurro.

  –Deja de ser tan dramática por todo.

  Mis ojos se clavan en su rostro. No dijo eso.

  –Nunca le digas eso a una mujer si quieres seguir respirando.

  Mi forma de decir eso parece hacerlo recapacitar al instante. Sabemos que somos dramáticas, también sabemos lo dramáticos que son ellos cuando quieren. Nadie está exento de ese drama. –Yo...

  –Ustedes deben ser los Burke.– Interrumpe una mujer de tez morena frente a nosotros y quien nos observa con atención alternando su mirada entre ambos.

  –¿Qué?– Soltamos al mismo tiempo.

  Sonríe abrazando la carpeta que lleva entre sus brazos. –Los estaba esperando.

  –Pero no...– No puedo terminar lo que quiero decir porque vuelve a interrumpir.

  –Me dijeron que estaban un poco reacios a esta sesión de terapia pero les aseguro que será un gran beneficio para ustedes.–

  Toma mi mano e instintivamente agarro el brazo de Teo para llevarlo conmigo. Si yo me hundo él también. Nos conduce a una habitación a tan solo unos metros de donde estábamos y nos empuja dentro.

  –¿A qué se refiere?– Pregunta él sacándose los lentes. –¿Terapia?

  La mujer asiente cerrando la puerta detrás de nosotros. –No hay nada de qué avergonzarse,– comenta, las terapias de pareja son muy requeridas en la actualidad. Es mucho más normal de lo que piensan.

  –¿Pareja?– Inquiero.

  Camina hacia un sillón con un hermoso tapizado ocre y hace señas con una de sus manos. –Tomen asiento.

  Niego. –Esto es un error.–

  –Las relaciones en si no son errores, son aprendizajes,– responde con calma a la vez que cruza sus piernas para estar más cómoda.

  –No, esta sesión es un error,– especifica Teo, –nosotros no...

  –¿Lo necesitamos?– Termina por él, creyendo que eso lo que intentaba decir. –Todos siempre dicen lo mismo pero para que tu cuñada haya pedido un turno para ustedes con tanta urgencia la cosa debe ir bastante tensa,– tuerza sus labios. –Así que colaboren conmigo y mientras más rápido contesten más rápido se irán.– Miro a Teo quien también hace lo mismo conmigo. Es el primero en moverse, caminando hacia una de las dos sillas que se encuentran frente a la mujer quien se apellida Odell por lo que leo de un diploma enmarcado en la pared, y lo sigo en silencio. Como ella dijo, mientras más rápido le expliquemos esto más rápido nos iremos y por lo visto esta puede ser la única oportunidad que tengamos para hablar sin que nos interrumpa.

  –Bien, cuéntenme su historia,– pide moviendo un bolígrafo mientras abre la carpeta. –Estoy segura que tienen mucho para decir, mucho que han estado cargando todo este tiempo.– Pues sí, demasiado diría yo, pero ninguno se atreve a soltar la primera palabra así que la Dra. Odell vuelve a hablar. –¿Cómo se conocieron?–

  Suspiro. –En una oficina.

  –Ah, trabajan juntos.– No puedo evitar soltar una risita.

  –Si tuviera que trabajar con él ya hubiera enloquecido,– contesto por lo bajo pero Teo lo escucha a la perfección.

  –Pues pienso lo mismo, tener tu mirada juzgadora todo el tiempo sobre mí es increíblemente fastidioso,– replica.

  Lo miro. –Eso es porque si te dejo solo eres capaz de revolucionar todo a tu alrededor. Para mal.

  –¿Escucha eso?– Se dirige a la intermediaria quien escribe de vez en cuando algunas cosas en las hojas frente a ella. –Es imposible hablar con ella cuando todo el tiempo está en mí contra.

  –Tal vez deberías pensar el porqué de mis reacciones,– retruco ofendida. –Tú no trabajas para que las cosas funcionen.

  ¿Cómo es que siempre logra irritarme? 

  –Lo he hecho desde que nos conocimos,– entrecierra los ojos.

  Bufo. –Lo dudo cuando el primer día dijiste y cito ‘que era una chiquilla que no estaba a la altura.’

  –Dime qué hubieras hecho tu si hubieras estado en mí lugar.– Siento como poco a poco se empieza a desesperar. Esto no es más que un ping pong de críticas con el único propósito de deducir quien tiene la razón. 

  –Me hubiera callado y hubiera escuchado con atención el por qué necesitaba estar ahí,– respondo a lo que expone.

  Cruza sus brazos. –Cuando tu carrera pende de un hilo es muy difícil concentrarse en ser simpático.–

  –Eso es porque tú no lo eres.

  –Ok,– interviene la mujer. –Empecemos con eso.– Toma una respiración profunda mientras intento relajarme en mi asiento. –Ustedes sí que tienen mucho para decirse y eso es bueno, es bueno que el otro sepa cómo nos sentimos para llegar a un acuerdo en común.

  ¿Puedo conseguir una indemnización por tolerarlo todo este tiempo? No logro entender cómo es que Harry no ha renunciado aun teniendo a alguien así como jefe.

  –Dime, Adam. ¿Qué quieres que Eyra sepa?– Inquiere mirando a Teo quien ahora es Adam en este juego sin sentido. –¿Qué te gustaría que tuviera en cuenta?

  Este tema parece ser del agrado de mi acompañante porque esboza una gran sonrisa complaciente. Por donde empiezo…– Me da una mirada de reojo. –Es muy mandona.

  –¿Qué?– Exclamo. –Yo no...

  La Dra. Odell me chista como si fuese un perro que se está comportando mal. –Ya llegaremos a ti, Eyra, respeta su turno,– me rezonga.

  –Si, respétalo,– añade Teo quejándose con la mirada. –Cómo decía, es muy mandona, le gusta controlar todo y me sofoca,– habla con rapidez. –No puedo ir a ningún lado sin decirle y cuando quiero salir a divertirme pone una cara de asesina.

  –Bien,– asiente la mujer.

  –¡Oh!– Recuerda algo más, –y parece estar nerviosa todo el tiempo, no se relaja, piensa que algo puede caer sobre ella si no tiene un ojo viéndolo todo. Me estresa a mí también.

  Aprieto la mandíbula.

  –¿Eyra?– Subo mis ojos para mirar a la mujer, creo que esa soy yo. –Puedes hablar,– me anima.

  –Gracias,– sonrío. –Para empezar, este hombre no tiene nada de adulto, se comporta como un adolescente, juega con mis nervios todo el tiempo, y si mantengo mi atención en él es porque sé que es bueno para meterse en problemas,– explico lo más determinante posible.

  La Dra. Odell escribe un par de cosas y continúa poniendo atención en mi relato.

  –Tampoco tiene tacto para las cosas,– prosigo, –su lado impulsivo sale antes de pensar en las consecuencias y soy yo quien debe limpiar su mugre. Tampoco puedo hablar seriamente con él porque siempre busca algo para contraatacar.

  –¿Estás segura que ese punto no es sobre ti?

  Mi mirada hacia él es aguda y amenazante. –Es mi turno para hablar,– digo antes de dirigir mis ojos a la mujer de en frente, –¿por qué no le dice nada?

  –Adam,– advierte, –calla.

  –De verdad es una persona imposible,– me quejo. –Incluso siempre que quedamos, llega tarde.–

  –Tú siempre llegas muy temprano,– se defiende.

  –¿Lo ve? Contraataque.–

  La Dra. Odell aplaude una vez para llamar nuestra atención. –Bien, ¿se sienten un poco mejor?–

  Odio admitirlo pero sí, me siento mucho más ligera y creo que el chico a mi lado también.

  Ambos terminamos asintiendo sin decir nada.

  –Ahora dejemos de lado lo malo, lo que hay que corregir,– dice. –En su lugar, hablemos de lo que les agrada del otro. Puede ser cualquier cosa. ¿Eyra?

  Aplasto mis labios y me recuesto aún más en la silla. –¿De verdad tengo que hacer esto?

  –Por favor.– La mujer sonríe con calidez.

  Muerdo el interior de mi mejilla y lo pienso unos segundos. –Tiene buen gusto con la música,–respondo.

  Siempre que mi ventana está abierta puedo escuchar su computadora emitiendo canciones de los setenta, ochenta y noventa en reproducción aleatoria, cubriendo artistas como Bon Jovi, The Cure, Starship, Billy Joel, Carpenters, Aerosmith y muchos otros. A veces mantengo el vidrio entreabierto para escuchar porque me relaja cuando tengo asignaciones extras del trabajo.  

  –Por supuesto que lo tengo,– escucho a mi lado.

  –Basta,– interviene la mujer nuevamente. –¿Algo más?– Me observa expectante.

  Golpeo un dedo contra mi pierna y pienso en el comedor y lo rápido que actuó al reemplazar los ingredientes perdidos. –Supongo que es bueno cuando quiere,– aclaro la garganta, –es decir, cuando hay veces en que sabe que hizo algo malo intenta solucionarlo sin perder el tiempo,– explico.

  Esa respuesta parece agradarle a la Dra. Odell quien me mira complacida.

  –Eso es estupendo.– Suelto todo el aire contenido. –Adam, tu turno.

  –Sus piernas son increíbles,– contesta de inmediato.

  –Cerdo,– murmuro. Por supuesto no va a ser serio sobre este asunto, no es que haya esperado otra cosa de él.

  –Continúa,– alienta la mujer.

  Teo se toma un momento y honestamente tengo miedo de lo que pueda llegar a decir, sólo espero que no me lleve a enojarme aún más. Me mira un momento antes de volver hacia la doctora. –Su alegría por la mañana es contagiosa,– dice, –le gusta bailar en ropa interior.

  Abro la boca, consternada. –Sabía que espiabas.

  Levanta un dedo hacia mí sin dirigirme su atención. –Estoy hablando.

  Suspiro y miro hacia un lado.

  –También me gusta que siempre tiene una respuesta para todo y si no, la inventa.– Eso hace reír a la mujer. –Su cerebro trabaja a mil por hora. Es entretenido.– Hace una pequeña pausa llevándome a observarlo desde mi lugar. –Y sus ojos,– murmura, –tiene unos grandes ojos a los que no puedes decirle que no.– Teo voltea hacia mí. –Son hermosos.

  Siento como mis mejillas peligran con enrojecerse. No tengo idea cuanto tiempo permanecemos mirándonos pero somos devueltos a la realidad por la voz de la Dra. Odell.

  –Excelente,– nos felicita. –¿Saben sobre ese dicho de que los opuestos se atraen?– Asentimos. –Bueno me parece una estupidez. No importa si les gustan las mismas cosas o sean muy diferentes entre ustedes. Cuando hay una conexión invisible, todo lo demás queda en segundo plano por un instante,– explica.

  Esta mujer es buena en lo que hace.

  –No es que cuando se conocen enlistan las cosas que deberían saber del otro. Es una simple mirada, o una acción involuntaria la que nos flecha. Y a partir de eso es que todo empieza.– Cierra su carpeta y entrelaza sus manos sobre ella. –Siempre que tengan alguna duda sobre si están haciendo lo correcto, recuerden ese primer instante en el que supieron que algo les hizo click. Les aseguro que todo cobra sentido luego de eso.

  Unos golpes en la puerta cortan su profundo discurso y la mujer de recepción aparece frente a nosotros.

  –Disculpe, Dra. Odell, los Burke están aquí.

  La mediadora nos da una mirada inquisitiva. Espero que luego de esto verifique la próxima vez si se trata realmente de sus pacientes y no unos extraños que sólo se encontraban ahí por error.

  –Intentamos decírselo,– habla Teo por los dos.

  Suelta un largo suspiro antes de ponerse de pie y dejar las anotaciones sobre su escritorio. –De igual forma ustedes necesitaban terapia con urgencia,– avisa, –y son cien euros la consulta.

  –Pero no la queríamos,– reprocha el chico.

  Le doy un golpe en el brazo. –Págale.

  Me mira dos veces. –¿Por qué yo? Tú también fuiste parte de esto.

  Sonrío y me dirijo hacia la puerta. –A diferencia de ti, yo no tengo miles en el banco.– El chico desenfunda los billetes evitando decir algo más y salimos del consultorio sin mirar atrás. Esa experiencia fue definitivamente algo nuevo. –Todavía me debes un teléfono,– hablo una vez que nos encontramos en el loobie. 

  No pasan ni diez segundos cuando la presencia de Harry nos sobresalta.

  –¿Dónde estaban? Los estuve buscando por todo el edificio.– Se lo nota agitado y no dudo que de verdad lo haya hecho. Mira a Teo, –me dijiste que habían llegado hace tiempo.

  –Estábamos en terapia,– respondo colocando mis manos en los bolsillos de mi abrigo.

  Su expresión es neutral pero la confusión no tarda en golpear sus facciones. –¿Qué?

  –No preguntes,– dice Teo levantando una mano y caminando hacia la puerta de salida. 

  –Brangfield quiere actualizaciones,– comenta Harry mirando a su teléfono. Nos refugiamos bajo el toldo de la entrada al edificio por un momento. El rubio me observa. –Es el dueño de Brang.Inc, nuestro patrocinador más grande,– explica para que no me pierda en su conversación. Algo que realmente me gusta de él es que siempre busca la manera de involucrarme en sus cosas, aun si no tiene nada que ver conmigo. El sentimiento de pertenencia que me genera es reconfortante y de esa forma puedo dar mi opinión si es necesario. –Tienen los mejores equipos de ropa deportiva de gran parte de Francia y probablemente de este continente,– añade.

  –¿Acaso está siguiendo cada paso que doy?– Inquiere Teo con evidente molestia.

  Harry nos hace una seña para que lo sigamos hasta el auto que está estacionado en la acera del frente. –Al menos está feliz de que no haya encontrado nueva mierda sobre ti en internet.– Créeme que yo también lo estoy.

  –Estoy haciendo un gran esfuerzo,– contesta el chico con orgullo.

  –¿Estás olvidando quien es la que logró todo eso?

  –¿Cómo lo haría?– Me da una de sus sonrisas falsas antes de abrir  la puerta del asiento trasero para mí, –me lo recuerdas cada día.

  –Nos esperan en la radio, ya vamos tarde.

  Siento una basura en mi ojo y saco el pequeño espejo que cargo en mi bolso para removerla pero al terminar me quedo mirando mi reflejo, pensando en lo que dijo Teo antes. ¿De verdad le gustan mis ojos? ¿O sólo lo dijo por hablar? Es decir, son ojos normales, no tienen nada de especial, ni siquiera tengo las pestañas largas que tiene mi padre.

  ¿Qué estoy haciendo? Guardo el espejito antes de que alguien lo note y vuelvo mi mirada hacia la ventana, empapada en gotas de lluvia.

  Hay algo tan romántico en días como estos y una buena música de fondo sin necesidad de ser melancólica. Sólo una que vaya de acuerdo a tu estado de ánimo y el mío en este momento es indefinido.

  La entrevista en la radio salió mejor de lo que pensé. Teo estaba entusiasmado hablando de su victoria y el locutor con cara de irritado fue más simpático de lo que esperaba lo que me dio la tranquilidad que tanto buscaba. Apenas salimos, el celular de Harry empieza a sonar.

  –Es Charles,– dice mirando a Teo. –Llamó a una charla técnica y te esperan ahora.

  El chico asiente por más cansado que se encuentre. Sé que no ha dormido muy bien anoche y lo sé porque yo tampoco lo hice. Mientras trabajaba en mi computadora podía ver las luces de su casa aun encendidas lo que me dio la pauta de que su dueño estaba despierto porque nunca deja las luces encendidas a menos que esté haciendo algo.

  No es que sea una acosadora de las mejores simplemente tengo la mala suerte de que nuestras ventanas estén enfrentadas.

–Dejemos a Callen primero,– habla Teo caminando hacia el auto.

  Me aferro a mi bolso. –No, tomaré el autobús,– miro hacia la parada no muy lejos de donde estamos, –váyanse, no quiero que Charles me siga viendo como una amenaza para ti.

  Estoy evitando ir a sus prácticas a menos que sea necesario, Charles parece no confiar en mí o tal vez piense que voy a contribuir a que Teo se desconcentre de sus propósitos.  

  El chico duda antes de abrir la puerta. –Avísame cuando llegues.

  Entrecierro los ojos. –¿Con el teléfono que perdiste?

  Apenas unos minutos luego de llegar a casa, la puerta suena avisándome de una visita. Al abrir me encuentro con un hombre cargando un pequeño paquete.

  –¿Callen Walsh?– Lee de una planilla.

  –Sí…

  Me tiende la hoja. –Firma aquí, por favor.– Garabateo con rapidez mi nombre y recibo la cajita. –Ten un buen día.

  –Gracias, igual.

  Saco una nota pegada en un lado de la caja y la leo en silencio. 

Tu número está cargado al igual que el mío. Lamento lo del teléfono y lamento si era muy importante para tu trabajo. Te lo compensaré de alguna forma. 

  T.’

  ¿Cómo es que siempre que logra enfadarme haciendo cualquier cosa y luego hace algo como esto? No es para nada justo.

  Busco su contacto el cual no es tan difícil de identificar ya que se encuentra bajo el seudónimo ‘El campeón de tu corazón.’

  Suelto una risa inconsciente imaginándolo pensar bajo qué nombre guardarse. He descubierto que tiende a ser algo indeciso y estoy segura que esta no fue la excepción.

  Estoy en casa. Envío el mensaje de forma rápida y de la misma forma obtengo una respuesta, como si hubiera estado esperando por esas palabras.

  Bien.

El ánimo en la pista está más descontrolado de lo que pensé. Bueno, más bien me imaginaba a un público como el de un partido de tenis o quizás uno de golf. Cuan equivocada estaba.

  Camino detrás de Nora y Patrick cubriendo mi rostro con la gorra de Teo. Aun no se la he devuelto desde ese día de la entrevista con Lance al igual que toda su otra ropa, mi excusa es que no he tenido tiempo, ¿la verdadera razón? Están en una pila de ropa que aún no he podido lavar.

  A lo lejos, veo a Harry caminando hacia nosotros con una sonrisa en su rostro.

  –Me alegra que hayas decidido asistir.– Su sonrisa es resplandeciente como siempre y su presencia tan pulcra como sólo él puede hacerlo. 

  Le doy un rápido vistazo haciendo una mueca de diversión. –¿Alguna vez dejas de ser tan estructurado?–

  –Cuando estoy solo en casa,– responde antes de mirar a mi lado. Puede que haya visto mal o sólo sea mi imaginación pero pude notar el momento exacto en que los ojos de Harry brillaron.

  –Harry, ella es Nora mi mejor amiga y su novio Patrick.– Y ahí va el brillo, como una llama extinta por completo. 

  Mi amiga estrecha la mano del rubio con una sonrisa. –El representante, Callen te ha mencionado varias veces.–

  El chico frente a mí entrecierra apenas sus ojos. –Creo haberte visto antes.

  Nora parece pensarlo hasta que su mente hace click. –Oh, eres el chico que estaba en el apartamento de Teo, también me resultaba familiar tu cara.

  Suelto una corta respiración. 

  –De verdad no hay privacidad para ningún lado,– murmuro en voz baja.

  –Me dijo que los llevara a sus lugares,– comunica Harry señalando que lo siguiéramos.

  –¿Tiene miedo de que escape?– Pregunto en voz alta recibiendo una sonrisa cómplice por parte del chico en camisa cuidadosamente planchada. 

  Nora toma mi brazo siendo seguida de cerca por un Patrick fascinado por asistir a su primera carrera de la temporada. –Me alegra haberte dicho que te bañes,– susurra mi mejor amiga cerca de mi oído y le lanzo una mirada irritante. 

  –Cállate.–

–Estamos en el paddock. ¡Nos consiguió lugares en el paddock!– Chilla la chica mientras caminamos en medio de la multitud que está ahora contenida por algunos hombres de seguridad. 

  –¿Qué demonios es eso?– Inquiero.

  –Es la zona privilegiada,– explica. –No me importa que sea un imbécil, sabe cómo vivir la vida y voy a aprovechar cada minuto que pueda obtener de ello.– Nora suelta mi brazo y toma la mano de su novio, adelantándose. –Vamos cariño.

  La voz de Daisy aparece en mi cabeza pidiéndome que sonría y actúe como que lo estoy disfrutando aun cuando siento como mis manos sudan dentro de mis bolsillos. Percibo algunas cámaras sobre mí y doblo mi boca en una pequeña sonrisa antes de bajar mi cabeza para que la gorra tape mi rostro. Hay seguridad cerca de nosotros y me siento más segura cuando Harry voltea hacia mí y coloca su mano en mi espalda para protegerme de unos periodistas que quieren sobrepasar una cerca de metal que nos separa de ellos. Una vez que nos encontramos en la zona apartada, tomo pequeñas respiraciones intentando regular los latidos de mi corazón. Todavía hay atención sobre mí pero trato de ignorarlo lo más que puedo.

  Apenas llegamos al balcón techado donde se encuentran unos asientos reservados no puedo evitar sentirme conmovida ante este gesto de Teo. De verdad son unos lugares increíbles. Desde aquí podemos ver todo, además de que el lugar cuenta con un bar donde se puede pedir lo que uno desee para comer o beber y lo más importante es que estamos refugiados de la parva de periodistas que se encuentran ahí abajo, listos para cazar a su presa.

  –¿Cómo está?– Pregunto antes de sentarme.

  Harry toma la silla junto a mí. –Dando órdenes como siempre, alegando ser el mejor…como siempre.– Compartimos una risita. –Eso significa que está de buenos ánimos.

–¡Este lugar es fantástico!– Exclama Nora junto a mí. –Podría acostumbrarme a este trato,– me da una mirada de reojo, –es decir, algún día seré una gran diseñadora, este será mi mundo,– dice refiriéndose a estar bajo el foco de las cámaras.

  Dos segundos más tarde, un hombre se acerca con una sonrisa.

  –¿Desean algo para tomar o comer?– Pregunta con voz cálida. 

  –Cerveza,– pide Patrick levantando un dedo.

  –¿Tienen champagne?– Pregunta mi amiga haciéndome cerrar mis ojos un instante.

  –Claro que sí,– responde el hombre.

  –Eso es lo que quiero.– La observo de reojo. –¿Qué? No es como si fuésemos a venir siempre. Además no he tomado champagne desde la desastrosa boda de Bryson– –su medio hermano.

  –Agua está bien,– contesto cuando la atención se centra en mí.

  –No lo creo,– interviene la chica a mi lado, –tráigale lo mismo que a mí, gracias.

  –No trates de embriagarme,– susurro una vez que el hombre se va.

  –No lo haré, sólo quiero que te relajes un poco, parece que estás hecha de un cristal que va a reventar en cualquier momento.–

  –¿Howard Keane acaba de saludarte?– Pregunta Patrick.

  –Ese hombre me da malas vibras, muy malas.

  –A mí también, y le tiene un gran desprecio a Teo, no hay que ser un experto para verlo.

  –¿Desprecio?– Repite Patrick antes de soltar un bufido. –Lo detesta,– corrige. –Guiraud desplazó a Keane del primer puesto el primer año que llegó. Desde entonces Keane ha renovado su equipo unas tres veces porque creía que todos eran unos inútiles y uno de los originales de su equipo lo traicionó por pasarse con Guiraud.–

  Ambas lo miramos con asombro. –¿Y Teo es el malo aquí?– Inquiere Nora dándome una mirada de reojo antes de volverse a su novio. –¿Cómo sabes todo esto?

  –Me gustan los autos,– responde sin darle mucha importancia al asunto.

  –¡Leny Len!– La voz conocida de mi padre me sobresalta y lo veo caminar hacia nosotros con una gran sonrisa en el rostro y un su sombrero pescador. Está tan feliz como un día de navidad siendo niño.

  –¿Papá? ¿Qué haces aquí?

  Saluda con una mano a Nora y Patrick antes de volverse hacia mí. –Mi yerno me invitó durante la cena,– responde. –Pasó una entrada por debajo de la mesa como hacía tu abuela siempre que te daba dinero. Dijo que sería una sorpresa para ti, para que no te sintieras incómoda.

  –¿De verdad?– Pregunto recordando el cambio repentino de ánimo en mi casa. Es por eso que papá dejó caer su faceta interpretativa de un hombre estricto y amargado.

  –Oh, ¡mira toda esa comida!– Clama con entusiasmo. –Ahora regreso.

  Volteo encontrándome con la atenta mirada de mi mejor amiga. –¿Qué?

  –Nada,– responde antes de abrazar a Patrick por los hombros.

  Los autos salen a la pista dispuestos a realizar la vuelta de reconocimiento y una vez que eso termina, la carrera empieza. No tengo idea como describir lo que se desarrolla frente a mis ojos, si, son muchos autos corriendo, intentando sobrepasarse, pero sé que significa mucho para todas estas personas y más aún los corredores y sus respectivos equipos. Luego de unas vueltas, me veo completamente inmersa en la competición.  

  El auto azul de Teo va en segundo lugar y continua en esa posición durante unas cuantas vueltas, luego desciende al tercero justo detrás de Keane y Collins. Para la mitad de la competición me encuentro completamente inmersa en el espectáculo produciéndose frente  a mí. Mi padre no se ha sentado en todo este rato, se encuentra dando vueltas porque eso hace cuando está nervioso, Nora sólo grita cuando Teo pasa el auto de alguien y Patrick juzga la carrera en silencio, tomando sorbos de cerveza de vez en cuando.

  Faltando sólo diez vueltas, Teo logra la delantera por primera vez en estas casi dos horas y se mantiene con facilidad en esa posición, como si hiciera esto siempre. Y al parecer así es porque Patrick me lo acaba de confirmar. ¿Cuál es su necesidad de ponernos nerviosos?

  Como la mayoría esperaba, apenas cruza la línea de meta y un hombre ondea la bandera a cuadros, sé que la estrellita acaba de ganar. Mi padre está extasiado al igual que Nora mientras el calmado de Patrick aplaude afirmando con la cabeza. No me di cuenta en qué momento me puse de pie conteniendo mi aliento hasta que su auto se detiene y los locutores confirman su victoria. Una gran emoción recorre mi cuerpo y me encuentro festejando junto a los demás. Diablos, ahora entiendo el porqué de tanta emoción.

  Harry se fue antes de que la carrera termine sin decirnos el por qué pero aparece unos minutos más tarde para llevarnos abajo con Teo. Bajamos las escaleras hasta llegar a un largo camino de cemento que recorre el exterior del lugar donde estábamos y tal y como cuando llegamos, hay incluso más gente que cuando llegamos. Alguien me empuja hacia atrás y como si fuese una película de terror para claustrofóbicos, soy absorbida por un grupo de personas. Qué bueno que no soy claustrofóbica o en este momento estaría en el piso. Unas personas me miran y se abalanzan sobre mí dispuestos a conseguir alguna foto o que responda alguna de sus preguntas que tiran hacia mí como dardos a mi cara. 

  ¿Por qué siquiera quieren algo de mí? No soy interesante ni la estrella del día.

  Estoy tan nerviosa que me encuentro entrando en pánico con toda la situación. Lo bueno de esto es que no dura tanto como lo imagino ni tampoco soy aplastada en mi intento de sobrevivir porque alguien me saca de ahí de inmediato colocando un brazo sobre mis hombros.

  Levando mi rostro y me encuentro con Teo quien luce serio, demasiado. Una vez que llegamos a los demás, Nora corre hacia mí con preocupación en su rostro al igual que mi padre.

  –Callen, ¿estás bien?– Pregunta mi amiga. –Cuando te perdí de vista intenté volver pero se me interpusieron más personas,– expresa mortificada.

  Sacudo la cabeza. –Estoy bien.

  –Te dije que la cuidaras, ¿dónde estabas?– Escucho detrás de nosotros. Teo le grita a un hombre de remera y pantalón negro con un colgante donde se lee la palabra SEGURIDAD. 

  Me apresuro a llegar hasta ellos para calmar al chico. –Está todo bien, estoy bien Teo. No fue nada.

  –¿Por qué estás aquí si ni siquiera puedes hacer bien tu trabajo?– Vuelve a atacar pero pongo una mano sobre su pecho provocando que sus ojos ahora me miren.

  –Fue mi culpa, yo me separé,– insisto.

  –Lo siento, señorita.– La voz arrepentida del gran hombre me provoca un gran malestar. No me agradan las situaciones así.

  –No tienes que disculparte, ¿bien?– Lo miro un tanto avergonzada. –Teo, vamos,– murmuro entre dientes alejándolo de él.

  –Sabía que algo así podía pasar, estuve bajo su foco toda la semana es por eso que les advertí que mantuvieran un ojo sobre ti. ¿Te hicieron algo?

  –No, sólo fueron unos segundos, estoy bien.– Reitero nuevamente antes de darle una pequeña sonrisa. –Felicidades, fue una buena carrera.

  Bufa. –¿Sólo buena?– Siento como poco a poco su humor se va componiendo.

  –Una gran carrera,– corrijo.

  –¿La pasaron bien?– Pregunta volteándose hacia los demás.

  –¡Más que bien!– Exclama Nora.

  –¿Autos y esos bocadillos increíbles? Podría acostumbrarme a esto,– dice mi padre palmeando su hombro. –Gracias por la invitación, hijo. Ahora, quiero hablar sobre esos mecánicos tuyos...

Capítulo 8

  –¿Por qué quieres salir?– Pregunto tomando de mi té. Quedamos en que Teo me avisaría donde iría cada vez que saliera de su edificio y lo está cumpliendo al pie de la letra. También especifiqué que lo acompañaría a los sitios que creyera conveniente estar presente como este club al que quiere ir.

  –¿Por qué tu no?– Contesta con otra pregunta. Gané, siempre que gano festejo y es viernes, ¿no tienes algo más que hacer?

  Nora está con su novio y yo tengo unos cuantos episodios de esa nueva serie sobre criminales. 

  –Está frío y me gusta más mi sofá.– Teo me mira de pies a cabeza admirando mi pijama con motivos de Toy Story.

  –Entonces quédate en él,– dice antes de caminar hacia la puerta de salida de mi apartamento. Dejo la taza sobre el mostrador de la cocina y corro para cortar su paso.

  –¿Y dejarte sólo ahí afuera? ¿En un club dado tú historial? Ni hablar.

  –¿Acabas de ofenderme?– Levanta una ceja.

  Teo se cruza de brazos. No voy a admitir que se ve bien aunque así sea. Su cabello despeinado cae sobre sus ojos verdes y esa campera de cuero oscuro le da un toque de chico malo haciendo juego con su reputación. 

  –Tengo veintiocho, no ocho.

  –Entonces actúa de esa edad,– demando. –¿Eres consciente de todo lo que puede pasar en esos lugares?

  Ese comentario logra sacarle una risa. –Hablas como si me estuviera yendo a invadir una propiedad privada para participar en peleas clandestinas.– No es algo que pueda excluir. ¿Quién sabe cuáles son sus ideales de diversión cuando nadie lo ve?

  –Teo sólo intento alejarte de problemas lo más que pueda.– Eso sonó más a un grito desesperado que a una simple explicación.

  –No confías en mí, es eso.

  Aprende rápido. –¿Acaso puedes culparme?– Teo sabe que tengo razón por lo que termina cediendo a que lo acompañe.

  –Bien, ven conmigo, pero yo en mis asuntos y tú en los tuyos, ¿hecho?

  Ni que quisiera mezclarme con él.

  –Te estaré vigilando,– digo cubriendo mi cara con uno de los sombreros de Nora. –No hagas nada de lo que puedas arrepentirte en la mañana.

  El chico bufa y me da una mirada de lado antes de moverse hacia el otro lado del lugar. –Aburrida.– Logro escuchar.

  Me siento en una película donde una agente debe ir de incógnita para vigilar a su objetivo. Y la mejor parte de todo esto es que la mayoría de las personas aquí están ebrias o lo suficientemente enfocados en sus asuntos que ni siquiera voltean a verme.

  –Una limonada,– le pido al bartender una vez  que encuentro un lugar vacío junto a la barra. No pienso beber esta noche, uno de los dos debe ser el adulto responsable esta noche.

  –Claro.

  A lo lejos, Teo se acerca a unas personas que parecen conocerle. También hay otros que reconocen al joven y no dejar de mirarlo o lo hacen de una forma disimulada. El chico se encamina a la zona VIP del local y sé que por lo menos allí no habrá fanáticos que lo hagan sentir intranquilo. Una chica de su grupo provecha que Teo toma asiento en uno de los sillones para sentarse en su regazo pero él la aparta de inmediato.

  Me alegra que recuerde serme fiel.

  La gente baila, bebe y se graban haciendo todo eso para luego publicarlo en internet. Algunos curiosos toman imágenes de Teo y sus amigos, uno de ellos al que reconozco como Mark Thompsen, otro corredor. 

  Dicen que el tiempo pasa volando cuando uno se divierte, no es mi caso. Sólo han pasado como treinta minutos desde que llegamos y ya siento que va a ser una noche pesada. Me siento tan incómodamente fuera de lugar que hago lo que siempre suelo hacer en estas situaciones, pretender estar haciendo algo muy importante en mi teléfono.

  Llevo unos cuantos niveles de las bombitas coloridas explotadas que no me doy cuenta cuando alguien toma asiento junto a mí.

  –¿Puedo invitarte un trago?– Pregunta el hombre mirándome con curiosidad. Cierro el juego y bloqueo el teléfono antes de darle una pequeña sonrisa amistosa.

  –En una noche cualquiera, podrías, pero no hoy.

  Esa respuesta logra desanimarlo pero se compone con rapidez. –La suerte no parece estar de mí lado esta semana,– dice antes de vaciar su vaso. 

  –La mía me abandonó hace mucho,– murmuro.

  El hombre aclara la garganta y me tiende una mano. –Soy Kit.

  –Rose,– miento. Si hay algo que Nora y yo aprendimos es a nunca dar información verdadera a desconocidos hasta que se forme un vínculo de confianza, nunca sabes con quienes puedes encontrarte en estos sitios.

  –Un hermoso nombre para una hermosa mujer,– en lugar de sacudir mi mano, la besa. Esa frase coqueta está tan gastada que me ahogo las ganas de bufar.

  –Y tú te llamas como el actor.

  Su sonrisa se hace más grande. A la vista no está tan mal. Es alto, fornido, moreno y tiene un ligero acento español. –Ojalá fuese así de guapo,– responde intentando parecer modesto.

  –¿Solo lo dices para que te diga que lo eres?

  Una mirada pícara cruza su expresión. –Depende, ¿es lo que consideras?

  Aprieto mis labios y hundo los hombros.

  –Lo siento, amo a Kit y nadie alcanzará esa belleza.– Seamos honestos, Kit Harrington es Kit Harrington, no hay comparación.

  Coloca su brazo sobre la barra y me observa en silencio. –Dijiste que no podía invitarte un trago hoy, ¿qué tal mañana?

  Miro hacia la pista para distraerme un poco. –Voy a estar muy ocupada los próximos días, o meses. Gracias.

  De un momento a otro siento su aliento golpeando un lado de mi rostro y me alejo con disimulo. –Entonces déjame llevarte a casa.– Veo que no va a rendirse.

  –No estoy lista para irme aún y si así lo fuese, no creo que me iría con alguien que acabo de conocer,– hablo antes de tomar un buen trago de limonada. Mi garganta se siente seca de repente y creo que es porque estoy nerviosa pero intento mantenerme en calma. –¿Nunca has visto series de crímenes? El 71% de esos casos empiezan así.

  Frunce el ceño y se aparta lo suficiente como para dejarme respirar el aire de mi burbuja personal. –¿Me estás llamando un criminal?

  Si la bota te queda.

  –Lo decía por mí,– respondo con seriedad. ¿Por qué siempre asumen que el criminal debe ser estrictamente un hombre? 

  Kit me mira unos segundos y empieza a reír. –Eres muy divertida, al menos regálame unos minutos de tu tiempo,– su mano ahora está sobre mi brazo y cuando quiero zafarme de él solo logro que su agarre se vuelva más fuerte.

  –Suéltame ahora.– Ordeno enfatizando cada palabra.

  De un movimiento me tira hacia él. –No te hagas la difícil, esas cosas no van conmigo.

  Antes de que pueda protestar o golpearlo directo en las bolas alguien más se entromete.

  –Creo que ella ha dejado muy en claro que no quiere nada contigo.– Mi corazón empieza a latir aún más rápido porque lo que menos quiero ahora es que Teo se vea envuelto en algún altercado y Kit parece de los que los crean.

  –¿Te conozco?– Pregunta el moreno. Cuando su mente parece dar un click nos da una sonrisa agridulce. –Ah, eres ese idiota de las carreras, te vi en televisión el otro día,– escupe sus palabras con desagrado, –¿no deberías estar practicando? Las últimas veces sólo tuviste suerte, no creo que Keane sea tan compasivo a la próxima.

  Teo da un paso adelante pero lo detengo colocando una mano sobre su pecho.

  –Vámonos.– Murmuro sólo para él. Está empezando a llamar la atención de algunos y eso no es nada bueno.

  –Ahora lo entiendo todo, ¿estás con él?– Habla directamente hacia mí. –Yo podría ser mejor contigo,– tomo el brazo de Teo y empiezo a llevarlo a la salida. –Haré que tu cara de perra se transforme en una más agradable.

  Y ahí es cuando todo se vuelve rojo. Un rojo furioso de ese casi oscuro, como la sangre que acaba de derramar la nariz de ese sujeto. Teo se suelta de mi agarre y no pierde ni un segundo en golpear el asqueroso rostro de ese idiota con el puño. Incluso creo que pude escuchar el momento exacto en el que su mano hace contacto con la nariz del hombre. Cómo si el hueso se hubiera fracturado con ese simple movimiento, lo que ahora no dudo porque Kit se sostiene la cara con ambas manos.

  Teo lo empuja hacia atrás y antes de que pudiera hacer algo más vuelvo a tomarlo del brazo y me interpongo entre ambos.

  –Vámonos ahora,– siseo viendo varias cámaras de los teléfonos apuntándonos.

  –Teo,– el muchacho finalmente centra su atención en mí, –ahora.– Debió ver algo en mi expresión o tal vez se dio cuenta de la magnitud de su accionar porque su posición de ataque cae tan rápido como el golpe que le asestó en la cara al borracho frente a él.

  Lo conduzco hacia la salida sintiendo como la adrenalina del momento poco a poco empieza a dejar mi cuerpo. Una vez cerca del automóvil de Teo, le extiendo mi mano.

  –Yo conduciré. No estás en condiciones.– Sin chistar, saca la llave del bolsillo y me la da subiendo en silencio en el asiento del copiloto.

  El camino al bloque de departamentos es dolorosamente silencioso. Ni siquiera los ánimos de encender la radio están presentes porque en lo único en que Leny está pensando ahora es en el problema que tendrá que solucionar en unos minutos, con suerte unas horas.

  Estaciona frente al edificio de Teo y baja del auto para devolverle la llave. Sin mediar palabra alguna, empieza a caminar hacia el edificio de al lado pero termina deteniéndose y volviendo hacia él quien aún se encuentra en la acera con los ojos cerrados y apoyado contra su auto.

  –¿Por qué hiciste eso?– Sin prisa, los ojos de Teo se abren para mirare, –podrías haberte contenido y simplemente caminar lejos, no necesitamos más atención de ese tipo.

  El chico se separa del automóvil y camina hacia mí.

  –¿Ibas a dejar que te hablara así y se saliera con la suya?– Finalmente usa su voz para defenderse.

  –Hay que saber estudiar las situaciones y reaccionar como uno cree conveniente,– exclamo con reproche. 

  –Disculpa que mi desagrado hacia mierdas como el haya nublado mí juicio.–

  Paso una mano por mi frente.

  –¿No entiendes lo mucho que te va a perjudicar esto? Estamos hablando de agresión física.– Ya puedo ver las noticias en todos los portales de internet. Voy a recibir una llamada de Daisy en cualquier momento, estoy segura.

  –Todos fueron testigos de que lo empezó,– retruca.

  –Pero tienen videos y con una simple edición te sepultaran bajo tierra.– Por el rabillo de mi ojo puedo notar cierto movimiento en una de las ventanas de mi edificio, es la Sra. Marshall, siempre está al tanto de las cosas que pasan por aquí y en este momento nuestra discusión debe ser más entretenida que una de sus novelas. –No eres el primero y por supuesto no vas a ser el último,– hago referencia a la cantidad de  figuras relevantes que pasan por momentos así.

  –No me importa, no me arrepiento.– Ese comentario me enfurece aún más.

  –¡No mides sus impulsos!– Exclamo con furia.

  –¡Y tú me cabreas más de lo que crees!– Responde igualando mi tono de voz.

  Le doy la espalda y empiezo a caminar hacia mi apartamento.

  –No salgas de este lugar hasta que lo solucione,– demando subiendo las escaleras hasta la puerta principal del edificio.

  –Si señora,– contesta antes de perderse en su lugar de residencia.

  Estoy muy enfadada pero también muy nerviosa, ¿cómo se supone que voy a arreglar esto? Podría hablar con Peter de informática y pedirle que borre de internet las imágenes donde Teo aparezca al igual que los videos. Se puede hacer eso ¿verdad?

  Sé que voy a ganarme un regaño por parte de Daisy y apuesto a que Charles va a detestarme aún más. Pero no es mi culpa que el niño bonito no sepa controlarse, es un adulto por todos los cielos, y no soy su niñera.

  Camino hacia mi cuarto pero en el camino logro echar un vistazo hacia su apartamento porque ambas ventanas están abiertas. El chico está sentado sobre el sofá de frente a mí con la expresión cabizbaja y su mano hinchada. Puede que haya cometido un error pero el chico prácticamente se lanzó para ayudarme sin pensarlo dos veces. Sí, a veces es un dolor de cabeza pero no es tan malo como creí.

  –Maldición.– Camino hacia la cocina y tomo una bolsa congelada de guisantes del refrigerador y una pequeña toalla fina de uno de mis estantes antes de encaminarme hacia su edificio.

  Unos segundos después de golpear a su puerta, Teo me observa con una expresión que no logro definir. ¿Vergüenza? ¿Arrepentimiento?

  –¿No pudiste pagar una cena mejor?– Ataca una vez que capta la bolsa en mis manos.

  Tomo su brazo y lo conduzco hasta el sofá sin recibir una queja de su parte. Una vez que toma asiento, coloco el objeto congelado envuelto en la tela con cuidado de no lastimarlo aún más.

  –Gracias, por defender mi honor,– hablo luego de un momento pero no me atrevo a mirarlo a los ojos. Puede que haya exagerado un poco pero sólo fue porque estaba nerviosa.

  –Te tardaste,– bufa antes de tomar la bolsa congelada para tratar su mano por sí mismo. –¿Es un gran problema, verdad?

  Me acurruco en su sofá.

  –No uno grande,– respondo tras pensar en la situación, –pero si uno más para la lista,– volteo hacia él.

  –Saldré a pedir perdón si es necesario.– El Teo altanero y molesto de hace unos días ya no está presente, en su lugar sólo veo a un niño un tanto asustado. Cuando hablamos de que sus acciones perjudican a los demás era cierto, puede que esté pensando en ellos y su futuro ahora. Tiene mucha presión sobre sus hombros pero siendo honestos, él lo empezó todo. Ahora debe pagar el precio de sus decisiones. –Hablaré con el tipo, lo solucionaremos.

  –No,– niego de inmediato. –Puede que quiera denunciarte. Fuiste el primero en lanzar el golpe.

  Sopeso el asunto por unos segundos.

  –Llama a Harry, que tu abogado esté al tanto por si acaso,– comento. –Intentaré negociar con ese hombre.

  –No vas a acercarte a él,– dice con rapidez y mirándome con atención. –Yo lo haré.–

  –Teo...

  –Yo cometí el error,– vuelve a insistir, –yo voy a solucionarlo.– Sus ojos se ven demasiado decididos. –Tenme algo de fe.

  Eso me hace dudar aún más, me digo en silencio.

  –Gracias por esto.

  El chico quiere devolverme el paquete pero lo detengo.

  –Quédatelos,– le digo. –No parece que hayas ido al mercado en mucho tiempo,– añado mirando la caja de pizza vacía en una esquina de la cocina.

  –Hablando de eso.– Se pone de pie. –Me gustaría tu ayuda con ese tema.

  –No puedo creer que no sepas comprar en un supermercado,– miro las góndolas a medida que caminamos. Teo lleva el carrito a mi lado mientras reviso la lista una vez más.

  –Loane se encargaba de todo,– contesta como si fuese la cosa más evidente. –Cuando volvía a casa, o más bien las pocas veces que lo hacía, el refrigerador siempre estaba lleno.– Arrojo unas bolsas de arroz, pan, algunos enlatados. –Y suelo comer afuera o pedir un delivery,– continúa. 

  –Eso es deprimente,– lo miro de reojo y camino directo al sector de verduras.

  –Necesitas verdes.– Tomo unas cuantas cosas y las arrojo al carrito. –Son buenos para tu sistema inmunológico.

  –Odio la espinaca,– dice cuando sostengo un gran atado de hojas frente a él.

  –Esto es acelga,– señalo y lo coloco junto a los demás productos que estaremos llevando.

  Suspira. –Sea lo que sea, lo odio

  –¿La has probado alguna vez?– Teo se parece a mi sobrino pequeño. Mi prima intentó darle verduras de tantas formas diferentes que terminó rindiéndose. Al año de eso el pequeño simplemente decidió empezar a comerlas y todos fuimos felices.

  Teo niega mirando hacia otro lado.

  –Lo harás,– le aseguro antes de continuar.

  El chico se adelanta y saca unos dulces de una de las góndolas. –Chocolates,– dice con una sonrisa. –Son necesarios.–

  –Creí que eras más de los caramelos ácidos,– murmuro, –cómo tú.

  Me dedica una mirada irritada. –Ja ja, muy graciosa.– Inspecciona unos productos más, añadiendo algunos a la compra. Si no lo conociera diría que hasta está disfrutando de esta experiencia. –Pasta de galletas,– habla tomando dos unidades de las que tienen chispas de chocolate.

  Lo observo interrogante. –Odias la pre mezcla de galletas.

  Asiente. –Pero tú no,– comenta. –Te vi comer esa cosa unas cientos de veces. La necesitamos para cuando vengas a hacerme estudiar o reprocharme algo.– Olvido la parte donde admite una vez más que me espía porque estoy más que sorprendida de que piense en mí y en lo que me gusta. –¿Vienes?– Me llama desde unos metros más adelante.

  Unos cuantos euros y muchas bolsas con compras más tarde, finalmente puedo decir que estar con Teo está empezando a no ser una gran tortura como antes. Puede que hasta me agrade un poquito.

Capítulo 9

  –Teo Guiraud y su divertida noche.– Nora lee el título de la noticia que he visto unas veinte veces en mi teléfono. –Creí que estarías regañándolo pero en lugar de eso fueron al supermercado, ¿es acaso una nueva forma de tortura para él?

  Hace unas semanas puede que sí.

  –Él me lo pidió,– respondo dándole un mordisco a mi sándwich. 

  Nora bufa y deja el celular sobre la mesa. –¿Qué hiciste con ese chico? Hasta parece un poco más encantador.

  Me hundo de hombros. –Quizá llegó al punto en el que finalmente entendió que todo lo que hace lo afecta a él y sólo a él.

  Si es cierto que Teo está un poco más calmado. Tal vez sea porque lo atrapé hablando con su padre por celular. No quise interrumpirlo porque sé que el hombre lo ha estado llamando varias veces, muchas de ellas Teo eligió no responder.

  Puede que su padre le haya dicho algo para que entre en razón.

  –Es posible,– murmura mi amiga antes de volver a tomar su teléfono. –La entrevista en la radio fue muy buena, incluso subieron algunos videos de él, se veía bien.

  Voltea la pantalla hacia mí y aunque el audio esté casi en silencio recuerdo de sobre las cosas que habló. Su carrera, su familia, su novia falsa, su vuelta a Francia, sus futuras vacaciones y metas en la vida. 

  Continúo mirando el video hasta que algo en él me deja pensando.

  –¿Notaste eso?– Pregunto señalando.

  Nora re direcciona la pantalla hacia ella. –¿Qué cosa?

  Camino hacia mi amiga y vuelvo el video unos segundos para mostrarle.

  –Esa mueca,– apunto, –es la misma que hizo en casa de mi padre, algo le molesta.

  Nora pone pausa y suelta una risita. –Wow, ¿están pasando tanto tiempo juntos que ahora puedes leer sus gestos?

  Elijo ignorar su comentario y sigo mirando. –¿Lo ves? Ahí está de nuevo.

  Es un gesto casi imperceptible pero claramente es algo que lo incomoda, como si algo le doliera.

  –Le duele su cara, no debe ser nada,– insiste Nora. –Seguramente alguien lo golpeó como siempre. ¿Podemos hablar de mi desfile y lo mucho que te necesito?

  Suelto una larga respiración desviando mi atención de la pantalla hacia la chica.

  –No me necesitas.

  –¡Si lo hago!– Exclama. –Con desesperación.– Abre sus brazos y mira el piso unos segundos. –¿Quieres que me ponga de rodillas y te ruegue? Porque voy a hacerlo.

  Lo considero un momento antes de negar. –Por muy tentador que eso suene, no lo hagas.

  Una expresión de alivio cruza sus facciones. –Qué bueno porque no recuerdo la última vez que limpiamos aquí.– Toma asiento junto a mí. –Escucha, no te lo pediría si no estuviera desesperada. Tienes el deber como mi mejor amiga,– me recuerda. 

  –Me dices esto todos los días, ¿Cuándo vas a parar?

  –Cuando aceptes,– dice con una media sonrisa.

  Aprieto los labios cuando un movimiento en la casa de al lado me desconcentra, Teo ya está en su apartamento. Nora se interpone en mi visión, frustrándome. –¿Si te digo que sí vas a zanjar este tema por completo y dejarme ser libre?

  –Lo haré hasta el momento de preparar tu vestido que debe ser pronto,– comenta cruzando sus manos frente a ella.

  –¿Habrá mucha gente?– Pregunto volviendo a mirar hacia la ventana. El chico está sentado en el sofá mirando su celular.

  –No, sólo unos pocos y puedes usar una máscara si quieres,– la escucho decir. –Sólo lleva mi vestido y listo.

  Dejo salir un fuerte resoplido. –Bien.

–¡Gracias, gracias!– Clama con fervor mientras me abraza. –Te compraré una caja de donas.–

  Me levanto con prisa, dirigiéndome hacia la puerta de salida. –La mitad que sea de chocolate.–

  –Hecho.

  Con prisa me dirijo hacia el edificio de al lado esperando a que Teo se encuentre ahí. Golpeo la puerta con insistencia hasta que el chico finalmente abre.

  –Sólo golpea un par de veces, así…– Teo hace la mímica de dos golpes sin dejar de mirarme. –…y espera a que alguien abra o elija no hacerlo y pretender que el lugar está vacío porque no tiene ganas de recibir a nadie, no seas tan molesta.

   Camina hacia el sofá de la sala y toma asiento esperando a que lo siga. Dejo mis zapatos en la entrada y tomo el par de pantuflas que Teo designó como mías hace unos días.

  –¿Qué te sucede?– Pregunto sin dar más vueltas.

  Teo me da una larga mirada. –¿Con qué?

  –¿Qué te duele?– Insisto.

  Me observa como si hubiera dicho algo para ofenderlo. –¿Perdón?

  –No intentes ocultármelo,– advierto. 

  Suelta una fuerte respiración y se levanta para alejarse de mí. –¿Quieres dejarme solo? Tengo muchas cosas para hacer.

  Sale corriendo como un niño pequeño y molesto que no tiene ganas de irse a bañar.

  –Teo, ¡ven aquí!– Exclamo. –¿Por qué eres así?

  Me reprocha con la mirada. –¿Eres mi madre ahora?

  –Sólo quiero ayudar.

  Niega con la cabeza. –Pues no estás haciendo un buen trabajo, desde que llegué aquí todo ha sido un desastre tras desastre y tú eres quien debería limpiarlo,– me apunta con un dedo.

  –¿Estás enojado conmigo ahora?– Esta vez soy yo quien le reprocha. –¡Yo debería estar enojada!–

  –¡Siempre estás enojada y eso se vuelve insoportable!– Me grita de vuelta. –¿Por qué es esta vez? ¿Por no hacerte la tarea fácil y darte ya esa promoción?

  Me quedo unos segundos inmóvil sin saber muy bien cómo actuar.

  –Realmente eres un imbécil,– murmuro caminando hacia la entrada. Tomo mis zapatos y empiezo a colocármelos.

  –Callen, espera.– Me detiene antes de abrir la puerta. –Lo siento, no fue un buen día.

  Aprieto los dientes y tomo una respiración profunda. –¿Quieres hablar sobre eso?

  Mueve su cabeza en negación. –No es importante.

  –Obviamente para ti lo es.

  Ese comentario parece conmoverlo un poco pero decide dar por sentado ese tema. Luego de dar unas cuantas vueltas y pensar en qué decir, finalmente habla.

  –Mi muela ha estado doliendo, ¿bien?– Suelta un suspiro. –Eso es todo.

  Aprieto los labios. –Un dolor de muela no es nada divertido, hay que llevarte al dentista,– digo señalando la salida.

  –No voy a ir al dentista,– niega rotundamente con seriedad.

  –¿Por qué no?

  –Porque no lo necesito.

  Lo miro unos segundos y sonrío. –No me digas que les tienes miedo.

  –No, no les tengo miedo. No le temo a nada,– responde con rapidez. Por supuesto que está aterrorizado. 

  Coloco las manos en mis caderas e intento hablar con calma. –Ahora puede parecer algo simple, pero si no lo arreglas puede ser peor, ¿y si estás tan incómodo en una competencia que terminas perdiendo la concentración y pierdes?

  Levanta una ceja. –¿Por quién me tomas?– Le doy mi mejor cara de mujer molesta y veo como poco a poco su semblante se debilita. –Bien, iré.

  Callen 1 – Teo 0.

  –Vamos.

  –¿Qué?– Me detiene una vez más.

  –Vamos ahora. Tengo una amiga que es dentista, le pediré que te atienda de emergencia,– explico a la vez que su rostro palidece un poco. 

  –Necesito un tiempo para prepararme mentalmente antes de ir.–

  Tomo un par de zapatos y se los arrojo. –Tienes veinte minutos hasta que lleguemos al consultorio. Suficiente tiempo.

  Luego de revisar al chico y hacerle una radiografía en la que Teo sufrió bastante, Dani da con un diagnóstico certero.

–Es tu muela del juicio, es hora de despedirte de ella,– dice mirándonos a ambos.

  –¿Qué?– Teo salta en su asiento. –Mi muela está bien.

  –No lo está,– contesta Dani ordenando su mesa de trabajo, está inclinada y el dolor se va a poner peor si no la sacamos,– avisa. –Len me dijo que tienes una competencia dentro de poco, mientras más rápido hagamos el procedimiento más rápido te recuperarás.

  –¿Cuándo puedes hacerlo?– Pregunto.

  Dani se toma un momento para revisar su agenda. –Mañana en la mañana sin problemas,– responde.

  Asiento y saco mi teléfono.

  –Hablaré con Charles, no hay que perder tiempo.

  Teo coloca la mano sobre mi celular. –Aún no respondo, ¿qué tal si no quiero hacerlo?

  –Sólo vas a alargar lo inevitable, en algún momento debes sacártela,– dice distraídamente. –Por suerte en tu caso sólo tienes una muela del juicio, hay otras personas que tienen las cuatro o nunca se desarrollan. Si la extraigo ahora serás libre de por vida de ellas.– El discurso de Dani parece provocar algo en Teo, lo dijo tan convincente que el chico parece estar considerándolo ahora.

  Lo duda un momento pero termina asintiendo. –Bien. ¿Cuánto tardarás en hacer todo?–

  –Unos minutos, usualmente es una cirugía rápida.

  El chico entrecierra los ojos. –¿Cuándo podré volver a entrenar?

  –En dos o tres días podrás volver a tu rutina de entrenamiento si haces bien las cosas.– Eso no logra convencerlo del todo.

  –Dos o tres días…– Medita, –eso es demasiado.

  –También deberás cuidarte con las comidas y tener control en los puntos,– detalla.

  Sin esperar decido intervenir. –No te estreses, lo importante es que volverás y sin dolor.

  Dani me lanza una mirada de lado. –¿Vendrás con él?

  –Sí,– afirmo.

  –Bien, te daré las instrucciones a ti.

  –¿Aún no lo operan?– Pregunta Nora por el teléfono.

  Miro la puerta del consultorio de Dani. Ella insistió en que esperara aquí y que ella se encargaría de Teo. –No, acaba de entrar.

  –Del 1 al diez ¿qué tan nervioso estaba el niño bonito?– Eso me hace sonreír.

  –Cincuenta.

  Casi puedo jurar que estaba temblando en el camino hacia aquí. Incluso tuve que aceptar traerlo en su auto porque el mío lo pone incómodo. Ha estado fallando demasiado últimamente y tampoco quería que el viaje de regreso fuese una tortura para él además de esto.

  Uno gritos me sorprenden y tengo que colgar rápido para correr hacia la habitación. –¿Qué? ¿Por qué grita?

  La chica encargada de la anestesia me mira sobre su mascarilla. –Miedo a las agujas,– dice levantando el instrumento. 

  –No es cierto, no tengo miedo,– niega con rapidez, –pero no me agradan tampoco.

  La chica suspira con cansancio y lo mira. –Sólo será un pinchazo, o dos.

  –Dios mío,– susurra.

  Casi una hora más tarde, mi amiga sale del consultorio.

  –Todo salió bien, puedes quedarte tranquila,– dice con una sonrisa.

  Respiro aliviada. –Gracias Dani, te debo una.

  –Sé paciente con él,– palmea mi hombro, –regreso en un momento,– comenta y se dirige al baño.

  Camino dentro de la habitación y me encuentro con Teo en la camilla en un estado adormilado. 

  –Estoy amarillo, ¿soy un Simpson?– Murmura mirando su remera de un color amarillo vibrante.

  –¿Cuánta anestesia le pusieron?– Le pregunto a la chica encargada de la aguja.

  –Estaba muy inquieto y nervioso, le suministré un poco más hasta que se calmó,– responde.

  Frunzo el ceño. –¿No es eso peligroso?

  Se hunde de hombros. –Lo veremos en un rato,– dice impasible caminando hacia la puerta.

  –¿Qué…?– La miro hasta que sale del lugar.

  –Agh.– Un quejido llama mi atención y dirijo mi mirada hacia Teo. El chico toca su mejilla y pretende remover las gasas en su boca por lo que me apresuro a detenerlo.

  –No lo toques,– lo regaño, –debes mantener la gasa en tu boca el tiempo que sea necesario hasta que deje de sangrar.

  Ni siquiera me mira. –Es incómodo,– dice con dificultad.

  Tomo su mano para evitar que continúe tocando su boca. –No seas un bebé y aguanta.

  Una vez que se calma, dirige su mirada hacia la pared, específicamente hacia el escritorio de Dani donde tiene una foto de Rory, su perro Golden.

  –¿Es una foto de mi perro?– Pregunta.

  –No tienes un perro.

  Esa respuesta provoca que el chico me mire desde que entré. –Pero amo a los perros,– dice en forma de lamento.

  –Dijiste que eran mucho trabajo y no querías uno.– Sus palabras no las mías.

  –Tonterías,– niega cerrando sus ojos unos segundos para después abrirlos y enfocarlos en mí una vez más. –¿Quién eres?

  Pienso en qué contestar por un momento.

  –Una amiga,– digo al final.

  Parpadea unas cuántas veces. –¿Tengo una amiga?– Inquiere como si fuese la cosa más maravillosa que escuchó.

  No voy a admitir que su estado drogado es bastante tierno. –Increíble ¿verdad?, pero puedo dejar de serlo si lo quieres.

  Toma mi mano. –Si te vas lloraré,– habla en pausas y con lentitud.

  –No es cierto.

  –Si lo es,– insiste, –tengo ganas de llorar en este momento.

  –¿Por qué?– La puerta del consultorio se abre y Dani entra sin decir nada. Supongo que está esperando a que Teo se componga un poco.

  –Porque quiero una hamburguesa y no tengo una.– Esa respuesta nos hace sonreír a ambas. Debería grabar esto para usarlo en su contra luego.

  –Te daré una cuando puedas comer sólido.– Sus ojos brillan observándome y no puedo evitar preguntar, –¿Qué? ¿Hay algo mal?

  Se mantiene callado por unos segundos antes de responder. –Creo que te amo.

  Sé que sólo lo dice porque la anestesia lo está golpeando duro pero de igual forma esas palabras se sintieron tan extrañas.

  –Gracias.– Miro a Dani quien pretende no escuchar nuestra conversación. –Es hora de llevarte a casa.–

  Su cara vuelve a iluminarse con sorpresa. –¿Tengo una casa?

  –Si, ¿creíste que vivías en una cueva?– Lo ayudo a tomar asiento sobre la camilla.

  –Una vez viví en mi auto. Cuando no tenía dinero,– confiesa.

  Eso me toma desprevenida. –No lo sabía.

  El chico me da una sonrisa como puede y se aferra a mi brazo. –Fue divertido.

  –Vamos.– Una vez de pie, Teo olfatea mi cabello.

  –Hueles bien,– susurra. Eso hace reír con ganas a Dani e intento ignorarla.

  –Tomé una ducha,– respondo.

  –Me gustan las duchas.

  Abro la puerta del consultorio para él y me despido de Dani. –Tomarás una cuando llegues a casa.

  –Bien.

  Cargo con el peso de Teo a medida que nos adentramos en su apartamento. 

  –Siéntate ahí,– indico señalando el pequeño banco junto a la puerta y empiezo a sacar sus zapatos junto con los míos. Apuesto a que tiene alguna cámara por aquí y me va a reprochar que no haya cumplido su regla del calzado. 

  –Tengo sueño,– susurra.

  Asiento. –Bien, vamos a la cama.

  –¿No me pagarás una cena antes?– Bufo llevándolo hasta su cuarto. Como siempre, todo está impoluto como si nunca hubiera usado esta habitación pero es aseada cada día sin falta.

  –Aún bajo anestesia eres una molestia.

  Una vez que se acomoda en el colchón vuelve a hablar. –¿De verdad es tan malo que te relacionen conmigo?

  –¿Qué?– Lo miro sin saber muy bien a qué se refiere.

  –Escuché cuando se lo decías a Nora,– dice con los ojos cerrados. –¿Acaso me detestas tanto?–

  Pienso en lo que acaba de decir y recuerdo que hace un par de días Nora y yo subíamos las escaleras hacia nuestro piso y me preguntó sobre Teo. Dije algo sobre que desearía no tener tanta atención y en lo mucho que me asustaba que todo eso del noviazgo falso afecte mi reputación de profesional seria en la empresa. Es decir, estar saliendo con Teo conociendo su reputación es algo para debatir. Supongo que se refiere a eso, no pretendía ofenderlo.

  –¿Ahora estás lúcido?

  –No.

  Se calla cuando termino de acomodar su almohada y cubrirlo con una manta. Está tan calmado que hasta pienso que ya está dormido.

  –Lo odio,– dice cuando estoy dispuesta a salir pero me detengo en la puerta. Teo continúa con los ojos cerrados.

  –¿El qué?– Inquiero en voz baja.

  Lo medita por unos segundos antes de responder. –Que me tomen por una mala persona.– Aún le cuesta hablar con claridad pero entiendo cada palabra a la perfección. –Cometí muchos errores pero no soy malo. No quiero que me veas así.

  Suspiro con pesar. Puedo sentir lo mucho que esto le afecta en verdad.

  –No lo hago,– aseguro. –Intenta dormir.

  –¿Estarás aquí cuando me despierte?

  Sonrío levemente. –Posiblemente.

  –Bien, eso espero porque no quiero que te vayas.

  Lo observo un momento más y me dirijo a la sala, dejando la puerta entreabierta por si acaso.

  Me escabullo rápidamente para tomar mi computadora del edificio de al lado y regreso para continuar trabajando en cosas de la empresa.

  Alrededor de unas horas más tarde finalmente escucho como la puerta del cuarto del chico se abre, dejándome ver a un Teo despeinado y malhumorado con una mejilla más grande que la otra.

  –Bienvenido de vuelta, rayito de sol,– le sonrío mientras el chico camina hacia el sillón que está frente a mí, –¿Cómo te sientes?

  –Como la mierda,– expresa.

  Dejo la computadora en la mesa de café. –Te daré hielo, siéntate ahí.– Me dirijo a la cocina y le preparo una compresa fría. 

  –¿Cuánto tiempo dormí?– Pregunta.

  Reviso mi reloj de muñeca. –Unas tres horas.

  El chico mantiene su atención en mí. –¿Estuviste aquí todo este tiempo?

  Sonrío mientras coloco los cubos de hielo dentro de la bolsa –¿Cómo podría negarme cuando me lo pediste tan tiernamente?

  Frunce el ceño. –¿Yo hice qué? ¿Qué más dije?

  Hundo mis hombros. –No mucho.

  –No te creo, dime.– Toca su cara y hace una mueca. Le tiendo la bolsa fría y se la coloca en la mejilla.

  –Compré helado, te hará bien comer algo frío, también puedes hacerte unos licuados, hay fruta fresca,– comento alcanzando mi teléfono.

  –No respondiste a mi pregunta.

  Levanto una esquina de mi boca. –No necesitas respuestas.

  El chico refunfuña por lo bajo.

  –¿Qué es eso?– Señala un grupo de hojas sobre la mesita frente a él.

  –Un anuncio para Harley’s.– He estado trabajando en esto desde ayer y debe estar lista para la primera corrección de Daisy. Aún tengo que preparar una presentación para la reunión de mañana, necesito más horas del día.

  –¿Estás trabajando para ellos?– La toma y comienza a ojearlas.

  –Es uno de nuestros clientes, sí,– lo observo con calma. Parece como si de verdad le interesara lo que está leyendo.

  –Eso es genial,– murmura.

  Levanto una ceja. –¿Por qué estás tan impresionado? Nuestra agencia es una de las mejores.– 

  –Eres buena.

  –Gracias por reconocerlo.– –Ahora que estás despierto, será mejor que me vaya. Dejé las instrucciones de lo que debes hacer durante el proceso de curación y lo que debes evitar,– hablo con rapidez a medida que guardo mis cosas.

  Teo no dice mucho más. Nada en realidad, al menos esperaba a que me diera las gracias por regalarle unas horas de mi día en los que tuve que adelantar trabajo desde su casa para complacer a mi jefa. Pero eso, por supuesto, no pasa por su mente. 

  Tiene suerte de ser el consentido de Daisy –aunque sé que lo que más le importa es la compensación por su caso– de otra forma hubiera tenido que pasar por todo esto solo.

  Apenas llego a mi piso arrojo el bolso a un lado, dejo la computadora sobre la mesada de la cocina y camino hacia el sofá estirando mi cuello. Pero antes de sentarme algo en la ventana del frente llama mi atención. Es un papel pegado con las palabras ‘Gracias por cuidar de mí’ escritas en él.

  Me acerco y en ese momento Teo aparece junto al cartel. Levanto mis pulgares en respuesta pero lo veo buscar un cuaderno para escribir algo más.

  ‘No seas tan fría.’

  Eso me hace rodar los ojos. Inspecciono el mueble más cercano a mí y encuentro un pedazo de papel lo suficientemente grande como para escribir algo que pueda leer.

  ‘Fue un placer.’

  Aun teniendo su cara maltrecha, se las arregla para sonreír sin darme cuenta que yo estoy haciendo lo mismo.

Capítulo 10

  Termino el trabajo extra que Daisy me dio como si lo de Teo no fuese ya suficiente y me escabullo hacia mi cama, sintiendo como el cansancio se apodera poco a poco de mí. Sin embargo, no llego a dormir más de lo que parecen diez minutos porque unos golpes en mi puerta me despiertan. 

  –Sólo necesito una hora, no me molestes por una hora Nora,– me quejo todo el camino hacia la puerta. Pero mi estado de somnolencia se espabila en el momento en que veo a Teo del otro lado.

  Abro y cierro la boca como un pez conmocionado hasta que finalmente logro hablar. –¿Cómo entraste?– Miro detrás de él buscando a mi compañera de piso. –¿Dónde está Nora? ¿Qué quieres?

  El chico suspira y me empuja con suavidad dándose paso hacia el interior de mi habitación. –Son muchas preguntas, deberías aprender a callarte.

  Me siento ofendida ante eso. –Nadie me calla, ni siquiera tú.

  Una pequeña mueca se forma en su rostro. –¿Estás tan segura de eso?

  –Sí,– contesto más rápido de lo que quiero. Aun no estoy acostumbrada a tenerlo en mi espacio más personal. –Tu muela parece estar mucho mejor.

  Su cara está bastante mejor. La hinchazón casi ni se nota.

  –Tuve una buena enfermera.

  Da un paso adelante.

  –¿Qué haces?

  Saca mi USB de su bolsillo y me lo muestra. Recuerdo haberlo guardado en mi bolso antes de salir de su casa ayer, ¿o no lo hice?

  –Olvidaste esto en mi casa.

  Asiento. –Déjalo y vete.– Como se lo pido, deja el artefacto en la biblioteca detrás de él y vuelve su atención a mí.

  Sus ojos viajan por todo mi cuerpo en una dolorosa cámara lenta. –Linda pijama, de verdad tienes un buen gusto para escogerlas.

  –Lo sé.– El camisón de Victoria Secret que llevo fue un regalo de Nora hace un año cuando finalmente superé a mi ex prometido. Dijo que era un incentivo por mi gran labor, pero en este momento me gustaría tener el pijama de Bob Esponja que guardo en mi cajón de prendas con estampas de dibujos animados. Tal vez con eso Teo no podría mirar a través de mi ropa con tanta facilidad, como si tuviera rayos X, o como si le gustara demasiado lo que ve.

  –¿Cómo es que alguien que parece ser tan seria en realidad guarda tantos secretos puertas adentro?– Su tono no es más que un susurro ahora acercándose nuevamente. 

  De pronto, todo el aire del espacio se está volviendo más caluroso, o simplemente soy yo y mis mejillas que no saben cómo disimular.

  Pretendo no estar nerviosa por su escrutinio persistente. –Todos tenemos nuestras cosas,– respondo cruzando los brazos sobre mi pecho. –¿Necesitas algo más?

  De su otro bolsillo saca un papel, más bien una entrada a su próxima carrera.

  –Espero que vengas.– La deja sobre el mueble detrás de mí, –fuiste como un amuleto la última vez.–

  Parpadeo un par de veces. –Ya eres bueno, no me necesitas.

  –Odio admitir esto pero me gusta que estés ahí,– esa confesión envía un sentimiento cálido directo a mi estómago, –alentando por mí y luciendo increíble con mi número en tu camiseta.

  Ladeo la cabeza, –¿acaso ninguno de tus ligues pasados te dio esa satisfacción?

  Entrecierra los ojos apenas con una sonrisita plasmada en su boca. –Nunca creí necesitarlo hasta ahora.–

  Un silencio pesado se apodera del momento y juro que puedo escuchar como mi corazón late con rapidez.

  –¿Vamos a seguir pretendiendo?– Pregunta.

  Debo concentrarme para poder responder debido a que su cercanía está comiéndome viva. –¿A qué te refieres?

  –¿Vamos a seguir ignorando la tensión que se crea entre nosotros?– Sus ojos recorren mi rostro antes de volver a los míos. –Y para nada me refiero a lo profesional.

  Aclaro la garganta y sonrío como puedo. –¿Tantas bebidas proteicas se te subieron a la cabeza?

  Da otro paso adelante provocando que me choque contra la pequeña cómoda detrás de mí en un intento de alejarme. –Entonces dime que me detenga.

  Cuando encuentro mi voz susurro, –detente.

  Niega. –Ahora dilo en serio.

  Sin esperar ni un segundo, sus labios buscan los míos y el frenesí se desata en el instante en que sus manos toman mi cintura. Todo a mí alrededor se nubla y esfuma como si nunca hubiera existido algo más allá de nosotros. Sus dedos bajan hacia mis muslos y me levanta en el aire colocándome sobre el mueble de madera. Llevo mis manos hacia su cuello, luego su rostro para terminar hundiéndolas en su cabello ondulado y alborotado. 

  Cuando nuestras lenguas se encuentran es cuando percibo su saber. Sabe a menta, es posible que acabara de lavarse los dientes y la sensación de su barba de unos días me provoca cosquillas pero no puedo dejar de besarlo. Su mano ahora se abre paso bajo el camisón y lo acerco con mayor fuerza hacia mí. 

  Se separa apenas, con su aliento agitado chocando contra mi boca. –Dime que me detenga y lo haré,– susurra, –de verdad lo haré.

  Levanto mi mirada hacia sus ojos y le respondo de la misma forma, –no lo hagas.

  Como una fuerte cachetada, me despierto en total anonadación. 

  –Mierda,– me quejo, –¿qué demonios fue eso?

  Mi corazón aun late desbocado e incluso puedo sentir el calor de sus labios sobre los míos pero todo fue un sueño, un sueño que nunca debió haber existido. Llevo una mano a mi pecho y respiro profundo intentando sacar esta sensación caótica de mi interior.

  Nadie debe saber, en especial Teo. Va a molestarme de por vida si se entera.

  Mi garganta se siente seca y maldigo cuando me doy cuenta que olvidé dejar un vaso de agua sobre mi mesa de noche. –Necesito agua.

  Doy una respiración dirigiéndome hacia la puerta, pero antes de abrirla me dirijo al armario para buscar una remera extra grande para ponerla sobre mi camisón. Sólo en caso de tener espectadores del otro lado de la ventana. Empujo la madera con suavidad y me encuentro con la mirada de Nora desde el sillón de la sala. –¿Estás bien?– Pregunta ajustando sus lentes de lectura.

  –Sí,– murmuro, –estaba durmiendo un poco.– Trago saliva.

  Frunce levemente su ceño. –Te escuché quejarte un poco, ¿tuviste una pesadilla?

  –Definitivamente.

  He estado frente a su puerta los últimos diez minutos sin saber cómo mirarlo a la cara sin recordar ese sueño. Nunca fui buena en el poker, mis intentos de engañar eran horrendos, no soy una persona a la que se le da bien mentir y eso es lo que me pone más nerviosa. 

  –Contrólate, Callen. Fue un estúpido sueño, sólo eso,– me animo en voz baja y golpeo la puerta. Apenas escucho un pase del otro lado, me armo de valor y entro al apartamento.

  Teo se encuentra trabajando con su computadora desde la mesa del comedor. Apenas sus ojos se encuentran con los míos todo ese breve discurso de apoyo se pierde en el tiempo y una corriente calurosa se apodera de mí.

  Bajo mi rostro con la excusa de quitarme los zapatos y eso me da un tiempo para componerme.

  –¿Cómo está tu cara?– Pregunto intentando sonar lo más normal posible.

  –Mejor,– responde y continua tecleando.  

  Mojo mis labios con la lengua y me acerco a él. –Luego de la entrevista vamos a ir a llevar la comida que compramos para los animales del refugio.

  Teo tiene pautada una participación en un programa de entrevistas en vivo online para esta mañana y por la tarde estará enfocándose por completo en ultimar detalles para la próxima carrera. En medio de todo el caos creí que será bueno para el ver algunos animales y también ayudará con la nueva imagen de chico bueno que intentamos crear.

  –¿Por qué no puede hacerlo un camión y ya?– Arrojo mi carpeta con fuerza sobre la mesa donde está trabajando para demostrarle lo mucho que detesto esa pregunta.

  –Porque el chiste es que des la cara.– Sonrío mientras pretendo sacarme una pelusa inexistente de mi camisa.

  –¿Todo bien?– Lo escucho preguntar.

  Asiento una vez rebuscando algo en el bolsillo de mi chaqueta. –Sí, ¿por qué no habría de estarlo?– Respondo antes darle un rápido vistazo.

  –¿Qué te pasa?– Insiste.

  –Nada,– insisto.

  Frunce el ceño y cierra la computadora para caminar hacia mí. Mantengo la mente en blanco intentando que su perfume no me lleve de vuelta a ese sueño. –Estás muy rara, algo te pasa. Ni siquiera me has mirado a la cara desde que entraste.

  Mis ojos vuelan a su cara apenas dice eso para probarle que está equivocado cuando en realidad no lo está.

  –Ya te dije que nada,– contesto con frustración, –sólo no dormí bien eso es todo.

  Un lado de su boca se curva hacia arriba. –Eres una pésima mentirosa.

  –¡No estoy mintiendo!– Exclamo.

  –Rascas tu nariz cuando estás ocultando algo,– apunta y me doy cuenta que lo acabo de hacer.

  –No es cierto,– lo enfrento. Sus ojos verdes hoy lucen más brillantes que otros días, o tal vez sólo sea mi estúpida imaginación queriéndome 

  –Si es cierto,– le da un toque rápido con su dedo a la punta de mi nariz como si fuese una mascota. –Soy un muy buen observador,– habla bajando su voz y de pronto me siento estúpidamente hipnotizada por él.

La puerta se abre cortando el trance y Harry aparece. –¿Están listos?

  –¡Sí!– Exclamo saltado hacia atrás. –Los veo en el auto.– Dicho eso, prácticamente corro hacia el pasillo colocando una mano sobre mi pecho y obligándome a calmarme.

  Casi media hora después de un viaje en el que me limité a mirar por la ventana o jugar con mi celular, finalmente llegamos al refugio de animales. Suelo venir aquí de vez en cuando porque hacía lo mismo con mis padres cuando era niña. Una amiga de mi madre improvisó un albergue para animales de la calle en su propia granja e íbamos cada fin de semana con algunas donaciones y para ayudarla en todo lo que podíamos. Era una gran causa. Luego de que ella falleciera su hijo continuó con el legado pero en lugar de permanecer en la granja, la vendió, consiguió una pequeña casa para él y alquiló un lugar específico para el refugio al que aun asisten varias personas con ganas de ayudar.

  –Hola, bienvenidos,– nos saluda Rachel apenas nos ve entrar.

  –Gracias por recibirnos,– le doy un corto abrazo. La mujer en sus cuarenta luce resplandeciente y en parte creo que es por el chico junto a mí.

  –Al contrario, gracias por su donación,– dice dirigiéndose hacia él. –Sé que quiere mantenerse en el anonimato y así será.– Harry se adelanta para hablar sobre algo con ella y Teo aprovecha para susurrar algo.

  –¿Me trajiste aquí a ‘dar la cara’ sólo para que todo esto no se sepa?– Suena indignado y no puedo evitar sonreír. –¿Cuál es el chiste aquí?

  Hago una mueca aplastando mis labios. –No necesitas hacer buenas obras para que los demás lo reconozcan, lo haces porque es lo correcto y te hace sentir bien.

  Puedo ver como aprieta la mandíbula.

  –¿Haces mucho de eso?

  Asiento con lentitud. –Puede que…

  –Sr. Guiraud,– interrumpe Rachel, –mi hijo es un gran fanático de usted, ¿podría regalarle un autógrafo?– Coloca una libreta frente a él tendiéndole un bolígrafo negro.

  El chico asiente con una media sonrisa. –Claro.

  –Su cumpleaños es mañana,– comenta la mujer, –será un gran regalo.

  Teo termina de firmar una dedicatoria corta y la mira.

  –¿Me presta su teléfono?– Esa pregunta nos deja sorprendidas a ambas. 

  –Ah, sí, por supuesto,– balbucea. Rachel se apresura a buscar su celular escondido en alguna parte de su ropa y se lo tiende.

  –¿Puedo grabarle un saludo de cumpleaños?

  –No tiene que preguntar, sería increíble.

  Bajo la cabeza con una sonrisa en mi rostro y decido rondar por el lugar para dejarlo hacer sus cosas pero luego descubro que es una pésima idea. Ver a tantos animalitos encerrados es un panorama angustioso. Quiero golpearme internamente porque ahora estoy deprimida, aunque no más que ese hermoso perro en una esquina. Me acerco con cautela, temiendo asustarlo pero está demasiado cabizbajo para ser alterado. En el momento en que sus ojos se cruzan con los míos puedo ver la gran tristeza que posee en ellos. Reconozco la raza como un Basset Hound y parece tener ya unos cuantos años.

  Lo único que quiero es arrancar estas barras que componen la jaula y llevármelo, pero ¿dónde lo tendría? En mi edificio no permiten animales. Tal vez podría llevarlo con papá, sé que es alérgico a los perros pero puedo conseguirle medicación para ese problema.

  Estoy tan enfocada en mis pensamientos que no me doy cuenta el momento en el que siento lágrimas rodando por mis mejillas.

  –¿Todo bien?– La voz de Teo me sobresalta tanto que siento su mano en mi espalda para evitar caer sentada.

  –Sí,– aclaro la garganta mientras me pongo de pie.

  Los ojos del chico viajan de mí hacia el animalito acostado sobre su panza. –Es un lindo perro.

  –Sí, y también uno muy triste,– dice Rachel acercándose a nosotros.

  Nos da una pequeña sonrisa observando los ojos caídos del perro.

  –Este amiguito fue rescatado hace unas semanas. Tuvimos una llamada de un vecino de su zona diciendo que escuchaba lamentos de un perro, y cuando fuimos a ver lo encontramos atado en el patio de su casa,– explica. –Su familia se fue y lo dejaron ahí, sólo, confundido, aterrado y a su suerte.

  Debería haber escuchado a Teo y haber enviado un camión, ahora no sólo me siento miserable viendo a este amiguito, también siento una rabia inexplicable hacia esos monstruos que se hacen llamar personas. 

  –Nadie merece eso,– hablo con un nudo en mi garganta.

  –Por supuesto que no,– afirma la mujer.

  Parpadeo varias veces alejando las lágrimas que aún se encuentran en mis ojos y miro detrás de nosotros. –¿Está todo listo?– Pregunto al ver a unos hombres trayendo bolsas de alimento.

  –Sí,– asiente Teo, –todo llegó hace un momento. Iré a ayudar a descargar, luego podemos ir a comer algo. No has desayunado.

  Abro y cierro la boca como un pez sin saber cómo contestar. –¿Cómo sabes eso?

  –Te dije que soy muy observador.– Me guiña un ojo y no sé cómo sentirme al respecto.

  –¿Me has estado espiando de nuevo?– Respondo indignada. El chico evita contestar caminando hacia la puerta principal. –No puedes levantar peso, recuérdalo,– exclamo lo suficientemente alto como para que escuche.

  –Entonces supervisaré,– responde sin voltear.

  Rachel golpea su hombro contra el mío de forma graciosa. –Tienes un gran chico ahí,– dice, –me da gusto saber que las cosas le están resultando bien últimamente. Supongo que su cambio se debe a ti.–

  Mojo mis labios y asiento con fuerza. –Sí, estoy haciendo un increíble trabajo.– Eso la hace sonreír gratamente.

  –Enamorar a Guiraud debe haber sido loco.

  Y que lo digas.

  –¿Te refieres a su historial?– Le lanzo una mirada de lado.

  –Sé muchas cosas por mi hijo, y he leído una que otra revista de chimentos,– explica. –Es muy popular entre las jóvenes. Me alegra que consiguiera a alguien que le sienta bien.

  Inflo mis mejillas y suelto el aire. –Gracias.

  Una vez que todas las donaciones están organizadas, Rachel nos da un último abrazo a ambos y nos disponemos a caminar a una pequeña cafetería no muy lejos del lugar. Teo pagó por mi comida aun cuando dije que yo lo haría, incluso dejó una muy buena propina y salió del lugar con una sonrisa luego de firmar unos cuantos autógrafos y tomarse varias fotos con los curiosos que se acercaban con un poco de recelo o miedo a que dijera que no.

  Parece feliz, relajado. Algo que estoy viendo cada vez un poco más últimamente.

  –¿Tienes que volver a la oficina?– Pregunta cuando caminamos por el parque.

  –No, Daisy me dio el día libre por terminar unos trabajos extras que me pidió.– Al terminar de decirlo, mi sueño reaparece como una mala broma y debo girar el rostro para que no vea el rosado de mis mejillas. –¿Charles te llamó para adelantar el encuentro?– Decido cambiar el tema.

  –No, no lo veré hasta dentro de unas horas.

  –¿Tomaste la mediación para el dolor?

  Logro percibir una corta sonrisa de su parte. –Sí, antes de salir esta mañana.– Camina unos metros más con las manos en sus bolsillos. Quienes pasan junto a nosotros y logran reconocer al chico lo miran a la distancia o murmuran por lo bajo. –Tengo ganas de un helado, ¿deberíamos pasar por uno?– 

  –Acabas de comer una torre de waffles,– le recuerdo. 

  Asiente varias veces y levanta un dedo señalando la calle de en frente. –Lo sé, ese lugar se ve bien.–

  Al comprar los helados –que esta vez pagué yo– decidimos matar el poco tiempo que nos queda tomando asiento en uno de los bancos cercanos a la heladería.

  –¿Eres de aquí?– Pregunta.

  –Nací y crecí en Wicklow,– contesto. –Vine a Dublín cuando empecé la universidad y luego conseguí un trabajo aquí.–

  Teo levanta un dedo, limpiando un poco de helado que cayó sobre mí barbilla y parece ser que soy la única a la que le afectó ese impulso. Ese segundo se sintió tan natural para él, como si lo hubiera hecho cientos de veces ya que vuelve a su helado sin mucho drama.  

  –¿Tu padre estuvo de acuerdo con eso?– Continúa con la conversación antes de llevarse una buena cucharada de su helado de chocolate.

  Niego con timidez. –Ninguno estaba muy seguro,– confieso. –Supongo que me dio la libertad que no sabía que necesitaba. No quería dejarlo solo, la muerte de mamá había sido reciente y temía hacer de la situación algo peor para él.– Se siente raro abrirse de esta forma a él pero como dije antes, se siente demasiado natural. –Pero papá estaba bien, era yo la del problema. Prometí que iría siempre que tuviera tiempo, hicimos ese acuerdo de nunca olvidar llamarnos y visitarnos, no importa lo ocupados que estemos.

  Teo mira su helado, revolviéndolo. –Ese es un gran acuerdo.

  –¿Qué hay de ti?

  –Ya hubiera roto esa promesa hace mucho tiempo si la hubiera hecho,– dice para luego mirarme.

  –¿Aún no les devuelves las llamadas?

  Suspira. –Es complicado.

  –¿No crees que tú lo haces complicado? ¿Qué es lo que te da tanto miedo?

  Puedo verlo debatir una respuesta.

  –El cumpleaños de papá es el próximo fin de semana.– Entonces ese era uno de los motivos de las llamadas. –Quisiera pedirte un favor.

  –Claro.

  Se toma unos segundos antes de hablar. –¿Irías conmigo?

  –¿Al cumpleaños?– De pronto mi cerebro se congela pero no sé si es por el helado que comí muy rápido o por la sorpresa de su propuesta.

  Asiente. –De por sí mamá me envía mensajes todos los días porque quiere conocerte.–

  Eso es aún peor. ¿Quieren conocerme? ¿A mí?

  –Dices… ¿Ir a tu casa?– Inquiero insegura, –¿En Francia?– Interrogo para corroborar la información.

  –¿No te gusta la idea?– ¿Ir a Francia con un deportista millonario? No lo sé, Rick.

  Niego. –No es eso, es que nunca he salido del país en realidad.

  Teo sonríe complacido de no haber escuchado una negativa. –Te gustará, es un lindo lugar.

  Puedo imaginarlo.

Capítulo 11

  No soy una persona que celebre sus cumpleaños de una forma extraordinariamente extraordinaria. No es que tenga una cantidad excesiva de amistades o me divierta salir a clubes para bailar hasta que mis pies rueguen por un descanso. Es decir, no es que sea una persona aburrida, pero ¿qué se considera aburrido específicamente? Lo que para muchos es divertido, para mí no lo es. Lo que yo considero  genial, para muchos tal vez no lo sea. Y todo este balbuceo es sólo para decir que este cumpleaños sólo quiero pasarlo en paz. 

  He estado tan al límite éstas últimas semanas que lo único que quiero es estar sola en la comodidad de mi sofá, un gran plato de nachos y una película que me haga llorar hasta quedarme dormida. No veo un mejor plan que ese a la vista. Ser conscientemente miserable a veces puede ser entretenido.

  Los títulos principales de ‘El novio de mi mejor amigo’ aparecen en la pantalla y me relajo los primeros diez segundos hasta que unos golpes en la puerta me sacan de la zona. Debato entre ir o quedarme aquí pero el plan de ignorar a quien sea que esté del otro lado se ve ofuscado por los golpes incesantes de un visitante indeseado.

  Dejo mi plato de comida sobre la pequeña mesa junto a mí y camino sin prisa hacia la puerta principal. Miro brevemente por la mirilla y me sorprendo al encontrar al chico que ha sido un participe principal de mis últimos días.

  –¿Qué haces aquí?– Inquiero mientras Teo me observa con detenimiento. Sí, mi pijama que consta de una camiseta sucia y vieja en conjunto con unas calzas descoloridas no debe resultarle tan vistosa como la ropa cara que lleva puesta. Seguro no debe estar acostumbrado aún a mi sentido experto de la moda en contraste con la diseñadora de moda que duerme en el cuarto de al lado.

  –¿No deberías estar celebrando tu cumpleaños?

  Señalo detrás de mí. –Eso hago.

  Mira dentro de mi apartamento. –¿Comiendo un pastel tu sola?– Dejé un pequeño pastel de chocolate a medio comer sobre la mesada de la cocina porque olvidé guardar el resto. Pasé por él hace unas horas, le puse unos adornos comprados en el supermercado que decían feliz cumpleaños y soplé una velita que encontré guardada en un cajón.

  Cumplí con la tradición, es mejor que nada.

  –¿Acaso hay algo mejor?

  Sin invitación, se adentra en mi terreno sagrado husmeando como solo él sabe hacer.

  –¿Dónde está Nora?

  Podría echarlo en este preciso momento y seguir con mis cosas pero si no contesto a sus preguntas sé que seguirá insistiendo, mientras más rápido responda a sus dudas e intromisión, más rápido volveré a mis nachos. –Salió de la ciudad.–

  Hace un sonido con su garganta. –Que conveniente.

  –Cállate,– le reprocho de inmediato, –dijo que era algo importante.

  Habló de su hermano y lo mucho que la necesitaba ahora. Dijo que no era nada serio sólo que necesitaba su ayuda para algo.

  Su atención se dirige a la televisión y la comida frente a ella. –Y veo que no tienes más amigos con quien salir.

  En otra situación probablemente me ofendería pero tiene razón. –Mi vida privada no es asunto tuyo.–

  Toma el control y apaga la pantalla.

  –Vamos,– dice señalando la puerta.

  –¿Dónde?

  Observa el reloj en su muñeca. –A celebrar las últimas cuatro horas de cumpleaños que te quedan.–

  –No voy a ir a ningún lado contigo.

  Ha estado todo el día sin darme siquiera un frío saludo de cumpleaños o una nota o un cupón de comida. Ni siquiera un simple mensaje de ‘hey, recordé que hoy cumples un año más, felicidades.’ Nada. ¿Y mágicamente ahora se acuerda? Debe haberlo leído de algún lado o escuchado a algún vecino saludarme cuando saqué la basura. Tampoco hubo un saludo por parte de Harry, es decir, no es que deban hacerlo, no busco que lo recuerden pero Harry lo sabe todo. Una simple fecha no es nada contra él.

  Lo admito, estoy un poco molesta pero en cuatro horas toda esa angustia quedará en el pasado.

  –Usualmente contestaría con rudeza pero por ser tu día especial voy a perdonarte la intención de lastimar mis sentimientos.– Guiña un ojo y eso me enfurece un poco más.

  Hago un sonido con mi lengua. –Me perdí en la parte en que dijiste que tienes sentimientos.

  Suelta una risita. –De verdad te gusta jugar con mi paciencia.– Es verdad, estoy apretando todos sus botones. Me pregunto hasta donde puede aguantar.

  Lo observo un largo rato antes de volver a hablar. –No comprendo el por qué haces esto.–

  Ladea la cabeza con duda en su rostro. –¿Qué quieres decir?

  –Mi cumpleaños empezó hace veinte horas y pronto terminará, no le veo el caso a todo esto.

  –Porque es un día feliz,– dice como si fuese la cosa más evidente del mundo.

  –Es sólo un día,– remarco caminando hacia el sofá.

  –Vamos a festejar,– insiste.

Suspiro con fuerza y le lanzo una mirada letal. –¿Por qué te preocupas? No me has saludado en todo el día y ¿ahora mágicamente quieres festejar?– Exclamo abriendo los brazos.

  Teo me observa un momento y sonríe.

  –¿Estás enojada?

  –¡No!– Grito mirando hacia otro lado. –¿Por qué lo estaría? ¿A dónde vas?

  Teo se dirige a mi cuarto y sin aviso abre la puerta.

  –A buscar ropa,– responde desde el interior.

  –¿Qué? No,– corro hacia él, –fuera, este es mi espacio personal, no se supone que debas estar aquí.

  Teo indaga en los cajones y puertas de mi armario, pero advierto que está a punto de abrir el cajón de mi ropa interior así que lo detengo sin pensarlo dos veces. –Ya estuve aquí, ¿no lo recuerdas? 

  Se mueve hacia otro lado y husmea entre mi ropa.

  –¿Qué tenemos en este lugar?– El hecho de que esté tocando y viendo todas mis cosas me da ansiedad. –Nunca te vi con esta falda.– Saca una falda acampanada que llega un poco arriba de mi rodilla y con una cintura alta en tono negro. La tela es suave y no voy a negar que es bastante linda.

  –No la uso, no me gusta,– digo sólo para ir en su contra.

  –Yo digo que te quedaría genial,– la arroja a mi cama junto con unas medias finas del mismo color de la falta.

  –¿Ahora eres estilista?–

  El chico me da una mirada de costado y guiñe un ojo. –Mi primo está en el negocio del modelaje,– continua buscando, esta vez algo para mi torso. –Se algunas cosas por él.–

  –¿Es modelo?– Veo que elige un top rojo mangas largas y con un estampado hermoso y abstracto que también tiene un poco de brillo.

  –Fotógrafo de modelos,– responde. –Siempre me gustó ver sus fotos.– Camina hacia mi cama y deposita todo lo que consiguió. –Ponte esto.

  –No,– contesto cruzándome de brazos.

  –Si,– contraataca. –Te espero afuera, tienes diez minutos o te llevaré a la fuerza.

  –No te atreverías.

  Me da una sonrisa. –Ambos sabemos que sí.– Me señala con el dedo. –Apresúrate,– dice antes de cerrar la puerta, dejándome sola en la habitación.

  Luego de estar en un auto por casi media hora, me sorprende el hecho de que no me he quedado dormida con esta venda sobre mis ojos.

  –¿Vas a jugarme una broma de mal gusto de la que luego me vengaré?– Pregunto sintiendo la brisa de afuera sobre la parte inferior de mi rostro.

  –No, me das bastante miedo como para siquiera pensarlo.

  Juego con el pañuelo. –¿Puedo quitarme esto?

  –¿Quieres dejar de molestar? Casi llegamos.

  Suspiro con fuerza y escucho como sube el volumen de la radio donde About Damn Time de Lizzo suena en la estación actual.

  Cuando el vehículo se detiene, una corriente de nerviosismo se forma en el centro de mi estómago. Teo rodea el auto y abre la puerta del copiloto, tomando mi mano para ayudarme a salir. 

  Esta es la primera vez que la toma de esta manera. Ya lo ha hecho un par de veces como mi novio falso pero esta vez no hay nadie con quien aparentar. No sé por qué mi cabeza le da tantas vueltas al asunto, sólo está haciendo esto para que no me caiga de cara al piso pero su mano está tan cálida y se siente tan bien que hasta puedo imaginarme esto por mucho más tiempo.

  –Hay un escalón, ten cuidado,– susurra.

  Donde sea que estamos, está tan silencioso que hasta puedo escuchar cada vez que trago saliva.

  –¿Ya puedo sacarme esta mugrosa venda?– Lo siento moviéndose detrás de mí.

  –Te ayudo,– dice, desatando los nudos que hizo.

  –No entiendo porq…

  –¡Felicidades!

  Frente a mí, no sólo se encuentra una terraza hermosamente decorada con cintas, globos, luces y comida, sino también mis personas favoritas están aquí, sonriéndome con alegría.

  Nora es la primera en correr hacia mí para darme un fuerte abrazo. –¿Realmente creíste que te iba a dejar sola el día de tu cumpleaños conociéndote?– Dice en mi oído. –Apuesto a que estabas en casa sintiendo pena por ti misma.

  –Cállate.– Miro detrás de ella y el rostro sonriendo de mi padre me sorprende. –Papá.

  –Feliz cumpleaños, mi Leny Len.– Un abrazo de papá se siente tan bien hoy. Cuando entendí que tal vez pasaría sola mi cumpleaños, no voy a mentir, me sentí algo devastada. Y nadie debería sentirse así en su día.

  –Creí que aún estarías en tu viaje de pesca.

  Sostiene mis hombros. –Teo me llamó ayer y envió un auto por mí esta tarde.

  Saludo a unos cuantos compañeros de trabajo que sí me caen bien. Daisy también está aquí, Harry, algunos familiares que viven por la zona y vecinos de mi edificio con los que llevo una buena relación. También se encuentran un par de personas del equipo de Teo, Max entre ellos. Es casi como si hubieran hecho una lista cuidadosa de personas a las que sí invitaría a una fiesta. Bien hecho.

  Cuando finalmente tengo una bebida en mi mano me siento un poco más relajada.

  –Gracias,– le agradezco a Nora cuando se acerca a mí. –Esto es genial, hiciste un gran trabajo.

  Toma lo que resta de su copa y la deja sobre la mesa.

  –No fui solo yo.– Mira a su alrededor. –El niño bonito fue el de la idea y alquiló este lugar hace unos días. –Incluso se pasó toda la tarde inflando globos.

  Capto a Teo al otro lado del lugar. Está riendo junto a Max y mi padre, seguramente están discutiendo algo relacionado a las carreras y lo mucho que a papá le gustaría conducir un auto así. Ha estado hablando de eso desde que se enteró de lo mío con Guiraud. No me sorprendería que se lo haya contado a todos en Wicklow.

  Dijo que Charles estaría presionándolo todo el día en la pista por lo que no estaría disponible para nadie, vaya sorpresa. 

–Se está esforzando,– comenta mirándolo. –Si viera uno de sus videos de antes no creería que fuesen la misma persona.

  Pensé exactamente lo mismo cuando sin querer me quedé mirándolo dormir esa noche que se quedó en mi cama. Suena a una escena aterradora pero no podía dormir por el constante latido de mi tobillo inflamado. Desde mi posición podía ver su perfil y el armonioso sube y baja de su pecho con cada respiración. El Teo de hace unas semanas no estaba ahí, ese personaje que creó para las cámaras no estaba ahí. Sólo estaba Teo, un joven que ama lo que hace, que valora a las personas que están a su alrededor y aquel que quiere ser recordado como alguien 

  –¿De verdad infló globos?

  Nora suelta una risa estruendosa y levanta su copa. –Todo el día,– enfatiza. –Ayudó con cada cosa, quería que todo se viera perfecto. Fue realmente molesto pero debo darle el crédito.– Su mirada decae un poco y sé exactamente por qué.

  –¿Vas a contarme cómo estás?– No levanta su vista de la copa. 

  –Patrick no vale la pena,– dice, –sólo me amargará aún más la noche.

  Acaba de terminar con Patrick porque es un imbécil. Descubrió que la engañó una noche con una amiga de su prima y le cortó al instante. Debe estar verdaderamente mal porque no habló de la palabra venganza en todo lo que va su ‘duelo post relación’ y está actuando de una forma muy madura para ser ella la impulsiva de las dos. O tal vez simplemente esté creciendo y reconoce que merece mucho más que un idiota que usa demasiado gel en el cabello.

Nora no dice nada más, en su lugar termina la copa en su mano y toma otra.

  –Si me dijeras que Teo en realidad está fingiendo ser tu novio no te lo creería,– dice redirigiendo la atención –una vez más– hacia la estrellita.

  –Está siendo amable,– murmullo.

  –Ajá,– me sonríe de lado. –Supongo que así le dicen ahora.– Nora le da un último vistazo y se aleja en busca de aperitivos dulces de la mesa de enfrente.

  Cuando termino de hablar con la mayoría de los presentes y sintiendo como mi batería social se debilita cada vez más, me encuentro buscando un lugar 

  –Nora dice que esto fue tu idea.

  –Quería una excusa para beber sin que estuvieras respirándome en la nuca. Es mi primera botella, no he tomado alcohol en casi una semana, me lo merezco.– Además, se supone que soy tu novio, ¿qué clase de novio sería si te dejo toda deprimida en este día?

  Ahogo un suspiro.

  –Te sorprendería la cantidad de novios que hacen eso.– Le doy un largo trago a mi bebida. Desde aquí puedo ver toda la ciudad. Las luces y sombras, las estrellas en un cielo despejado, la gran luna llena a lo lejos que nos invita a mirarla por horas.

De no ser por el ritmo latino de la música de fondo, este sería un lugar perfecto para pensar, meditar, o simplemente pasar el tiempo si quieres un escape de la realidad. Sin duda es un sitio hermoso.

  –Puede que sea un asco para muchas cosas, pero tengo mis momentos.– De verdad los tiene, me digo a mí misma. –¿De verdad pensaste que olvidé tu cumpleaños?

  Hundo mis hombros. –Nunca te dije cuando era, no te hubiera culpado.

  –Qué bueno que tu padre me dio toda la información que necesito saber de ti.– Ese comentario me hace mirarlo con molestia.

  –¿Qué? ¡Deja de hablar con mi padre sobre mí!– Exclamo lo suficientemente alto para que entienda que no debe hacerlo de nuevo. Sólo Dios sabe sobre qué más habrán conversado.

  –Es un gran hombre,– admite, –de verdad me agrada.

  –El sentimiento es mutuo,– suelto una risita y miro a mi alrededor. El mirador en el que estamos está rodeado con macetas de diferentes tamaños con cientos de flores de colores en ellas al igual que unos pequeños faroles en cada columna que posee la cerca. La ciudad se ve hermosa desde aquí, sin duda eligió un gran sitio. –Gracias, es un lugar hermoso, todo es perfecto.

  Su postura se llena de orgullo propio. –Me has tenido que soportar por casi dos meses, es lo menos que podía hacer,– dice antes de rebuscar en su bolsillo y sacar una caja de cuero teñida en amarillo. –No es un cumpleaños sin regalos.

  Observo el estuche con sospecha.

  –No va a explotar ¿o sí?– Ese comentario le saca una sonrisa y levanta una ceja.

  –¿Acaso me vez corriendo lejos de ti?

  Abro la caja y me encuentro con una pulsera lisa de oro rosa que parece más cara que todo lo que gano en un año. En el reverso descubro un grabado donde se lee Dancing Queen, haciendo alusión a la canción de ABBA con la que me encontró bailando en ropa interior aquel día en que me di cuenta que sería mi vecino.

Entiendo la referencia de inmediato y río por lo bajo. –Nunca vas a dejar pasarlo, ¿verdad?

  –Jamás,– responde de inmediato. 

  Me ayuda a colocarla en mi muñeca y la admiro embelesada. –Gracias, admito que es muy lindo.–

  –No te atrevas a perderlo.

  Niego. –¿Por qué lo haría? Debe valer mucho, lo guardaré en caso de emergencia.–

  Teo bufa y vuelve a mirar hacia el frente.

  –Espero que ya hayas empacado,– comenta al cabo de unos segundos.

  –¿Lo del viaje era en serio?– Inquiero.

  Me da una mirada de constado. –¿Acaso dudabas de mí?

  –Sí.

  Ríe. –Vienes conmigo, Callen,– habla. –Ya lo dijiste, no hay vuelta atrás.

  Escucho unos tacones acercándose con prisa hacia nosotros y volteo para encontrarme con Nora.

  –Rápido.– Toma mi mano llevándome con ella. –Ven a apagar las velas del pastel antes de que den las 12.– Su entusiasmo es contagioso porque los presentes me animan a hacer lo mismo. Mi padre es el encargado en traer el pastel decorado con flores blancas y una vela volcán junto a otra normal en el medio.

  –Pide un deseo, cielo,– dice papá colocándose junto a mí. Me apresuro a hacerlo y soplo una vez que la vela grande deja de sacar chispas.

  Lo siguiente que sucede es que la vela más pequeña se vuelve a encender, por lo que vuelvo a soplar pero vuelve a prenderse por más que intente apagarla.

  –¡Ya!– Grito, –¿quién la eligió?– Pregunto al darme cuenta que se trata de una vela mágica de esas que nunca terminan de apagarse por completo  a la primera. 

  Unas risas conjuntas empiezan a sonar y caigo en cuenta de quien lo hizo.

  Teo. El único que se encuentra sonriendo ampliamente con una expresión traviesa en su rostro.

Capítulo 12

  –A ver si entiendo,– dice Nora tomando asiento en una esquina de mi cama, la parte donde no hay ropa doblada lista para ser guardada en mi maleta. –Un tipo sexi te está llevando a Francia en un viaje todo pago por un fin de semana y…– Levanta una de mis prendas, –¿Estás llevando este camisón de abuela?–

  Se la arrebato y la vuelvo a doblar para guardarla. 

  –No es un camisón, es una remera larga,– corrijo con molestia. Es mi remera favorita para dormir, es amplia, fresca, tiene a Snoopy en el frente con un gorro navideño y con algunas manchas de chocolate cerca del cuello. 

  –No me importa lo que sea esta cosa.– La saca nuevamente y la tira de vuelta en el ropero. –Soy dueña de una tienda de ropa, no puedo dejar que mi mejor amiga ande por la vida con esa remera desteñida. Mucho menos si te vas de vacaciones con un hermoso prototipo de hombre.

  –No son vacaciones, voy a ayudarlo con algo.

  Le hablé a Nora de la familia de Teo y lo mucho que necesita un empujón para verlos de nuevo. Ella dijo que eso sería algo beneficiario para él, con tantas cosas pasando en su vida en este momento no hay nada mejor que volver a nuestras raíces y meditarlo todo mejor.

  Tal vez vuelva siendo un mejor hombre. Uno que haga las cosas como se debe.

  –Me da igual, ese Dios del automovilismo no necesita ver estas cosas.

  Chisto y le doy una mirada de cansancio. –Deja de llamarlo así, le estás inflando el ego aunque no pueda escucharte.– Hago una pequeña pausa. –Y no pretendo impresionar a nadie.

  Es cierto, no es que voy por un beneficio propio. Ni siquiera sé con qué voy a encontrarme allá. Puede que a sus padres no les agrade y termine durmiendo en un hotel como lo planeé en un principio hasta que Teo me sugirió quedarme en la casa de ellos.

  –¿Van a visitar a sus padres?

  –Sí.–

   Muerde su labio inferior antes de hablar. –¿Y no estás preocupada por caerles bien?

  Dejo a un lado unos pantalones y la observo con atención. –¿Cuál es tu punto?

  –No importa si vas por trabajo o por ser un motivo de apoyo moral, tienes que demostrar tus encantos,– sonríe moviendo los dedos de sus manos como si estuviera haciendo magia.

  –No tengo nadie a quién encantar.

  Bufa girando sus ojos. –Como digas, lleva algo de mi ropa, es una orden.

  Bien, debo admitir que estoy un poco nerviosa. Pasé las dos horas y un poco más de vuelo sopesando la situación con cuidado y sólo logré sobre pensarlo todo. No es una simple visita como su relacionista pública sino una como su novia falsa, sólo que ellos no saben la parte de falsa y soy una terrible mentirosa. ¿Cómo voy a fingir todo un fin de semana que estoy saliendo con su hijo sin delatarme como la mejor en cuestión de segundos? Debería haber insistido con el hotel y sacarme un problema de encima.

  Saint-Étienne es sin duda una hermosa ciudad. La arquitectura es asombrosa al igual que sus paisajes. Es la primera vez que salgo de Irlanda y nunca pensé hacerlo al lado de una figura pública para ir a visitar a sus padres, ¿qué tan impredecible puede ser la vida a veces?

  Cuando nos alejamos de la ciudad y nos adentramos en la zona rural empiezo a sentirme como en casa. Hay algo en los verdes naturales y la calma de los campos que me conmueve y me consuela.

  El auto se detiene frente a una pequeña finca. Parece tener ya varios años pero tiene un encanto envidiable, rodeada de flores y toques campesinos que mi madre amaría sin duda. –Vaya…– Suspiro por lo bajo.

  –Me ofrecí a comprarles una propiedad mejor pero no quisieron,– comenta Teo sacando nuestras cosas del maletero.

  –No es lo que estaba pensando.– Le doy otro vistazo al lugar. –En realidad me gusta, mucho.

  Antes de que alguno pudiera decir algo más, la puerta de entrada se abre de una vez y con fuerza.

  –¡Están aquí!– El grito de una mujer nos sobresalta. –Antoine, ¡ya llegaron!– Ella baja los tres escalones de la entrada y camina a paso apresurado por el sendero  de piedras del jardín delantero. Su vestido azul se mueve con gracia al igual que su pelo semi recogido y adornado con un pañuelo doblado en forma de moño de un tono hueso.

  La mujer se dirige directamente hacia Teo, dándole uno de esos fuertes abrazos que uno espera al llegar a casa. –Hola mamá.

  Me doy cuenta que los estoy mirando con intensidad y desvío mi atención hacia el hombre que baja los escalones con cuidado.

  –Te ves mucho más flaco desde la última vez, tengo que hablar con Harry,– rezonga antes de mirar en mí dirección, –y tú debes ser Callen.– Su sonrisa es cálida al igual que sus rasgos, lo opuesto a su voz bulliciosa y fuerte acento inglés.

  –Es un placer, Sra. Guiraud.– Extiendo mi mano en forma de saludo pero en lugar de tomarla, me atrae hacia ella, dándome un abrazo parecido al que le brindó a su hijo.

  –Señora era mi madre, que en paz descanse,– murmura antes de separarse, –soy Juliet. Deben estar cansados por el viaje,– señala la casa, –entren, el almuerzo estará en un par de horas.– El hombre camina a paso lento pero seguro. –¡Antoine!

  –Ya te oí, mujer,– se queja una vez junto a nosotros. –Mira eso,– se toma unos segundos observando al chico a mi lado, –es bueno verte de nuevo, hijo

  Teo le da una palmada en el hombro antes de abrazarlo. –¿Cómo estás papá?

  –Mi rodilla está mejorando,– comenta, –el doctor dice que dentro de poco podré volver a participar en las competencias de atletismo para jubilados.

  Juliet le da un suave golpe en el brazo.

  –Tranquilo tigre, sólo dijo eso si evitabas hacer esfuerzos.– Nos mira a ambos, –adivinen quién se puso a reconstruir el galpón de atrás la semana pasada.– Le regala a su esposo una mirada cargada de reproche. 

  –¿Pero te gustó el resultado o no?– Responde de inmediato. –Te alegraste al ver como ahora combina con tus plantas.– Su tono de falso enfado nos hace reír a todos antes de que sus profundos ojos verdes me miren. Ahora veo de quien los sacó Teo, aunque sólo eso, todo lo demás en él es una viva imagen de su madre. –Callen, ¿verdad?

  –La única e inigualable.– Se acerca dándome un beso en cada mejilla.

  –Teo nos dijo que eras bonita, no tanto.

  Oigo un bufido a mi lado. –No es cierto,– comenta emprendiendo su camino hacia la casa, –necesito una ducha.

  El Sr. Guiraud toma una de mis maletas aun cuando le dije que podía llevarla sin problemas y se adelanta.

  –Ven, hija, te mostraré tu habitación.– Juliet se aferra a mi brazo y juntas caminamos detrás de su esposo sin prisa. –Estoy muy feliz de que acompañaras a Teo, ni siquiera creíamos que vendría.

  La forma de decirlo logra quebrar algo dentro de mí. Me pregunto hace cuanto Teo no ve a sus padres.

  –Entonces espero que sea una buena sorpresa.

  Le da unos golpecitos a mi mano. –Lo es, sí que lo es.

  La fachada interior es tan agradable como su exterior. La madera es un material que parece estar en casi todas partes y en diferentes tonos. El papel tapiz es claro con diseños delicados. Todo está en orden y el aroma del perfume a lavanda se mezcla con el frescor del ambiente.  

  Nos dirigimos al segundo piso, pasando por algunas fotos enmarcadas en toda la pared que recorre las escaleras. En varias distingo a un pequeño Teo con quien parece ser su hermano. También hay otras donde está toda la familia e incluso varias con animales que parecen haber sido sus mascotas.

  Caminamos hacia uno de los cuartos al final del pasillo.

  –Era originalmente la habitación de mi hijo mayor pero la acondicionamos para que él y nuestra nieta se queden cada vez que vienen a visitarnos,– comenta cuando entramos. El tono verde es el predominante pero está bien balanceado con otros colores que combinan y las maderas oscuras de los muebles. En una de las esquinas, junto a la cama principal hay una más pequeña que está repleta de animales de felpa y muñecas. 

  –Es muy acogedora,– hablo dejando mis cosas sobre un baúl ubicado a los pies de la cama. Teo y su padre están en la habitación del frente hablando de algunos cambios que fueron hechos en el patio trasero.

  –Espero que te sientas cómoda,– dice Juliet, –sé que vienes de una ciudad y a veces el cambio de eso a un campo suele ser un tanto abrumador.

  Niego de inmediato.

  –Para nada, mi padre tiene algunas tierras en Dublin y su casa se parece mucho a esta.– Mi respuesta parece alegrarla bastante porque sus mejillas se tiñen de un rosa pálido.

  –Entonces me alegro,– responde con entusiasmo. –Lamentablemente esta habitación no tiene un baño privado pero puedes usar el que está junto a la habitación de Teo, le diré que te deje usarlo primero.–

  Le doy una sonrisa tímida. –Está bien,

  –Dejaré esto por aquí.– Canturrea el padre de Teo haciéndose paso en mi habitación para luego depositar mi bolso sobre una silla en una esquina.

  –Se lo agradezco, Sr. Guiraud.

  –Antoine,– me corrige con simpatía.

   –Desempacaré y me gustaría salir a tomar un poco de aire si no le molesta,– comento viendo a Teo recibir unas indicaciones de su madre. La mujer está resplandeciente y supongo que tiene mucho que ver el que su hijo haya venido a verlos después de mucho tiempo.

  –Puedes hacer lo que quieras,– responde, –considera esta tu casa, es mi forma de agradecerte.–

  Ladeo ligeramente la cabeza. –¿El qué?

  Señala con su cabeza hacia un lado, haciendo referencia al chico. –Por traerlo aquí.– Su rostro se suaviza. –Hace unos días evitaba el tema y sé que de alguna forma influiste en ese cambio.–

  Miro de reojo a Teo. Su sonrisa al hablar con su madre me da a entender que sólo necesitaba un empujón para tomar la decisión. –El de verdad los extraña.–

  –Lo sé, de igual forma, gracias.

  Cuando me encuentro sola en el cuarto, me tomo mi tiempo sacando la ropa cuidadosamente doblada para ubicarla en los cajones que tengo a mi disposición. 

  Unos golpes en la puerta interrumpen mi tarea y Teo aparece con un vaso de jugo en la mano. 

  –¿Ya te aburriste?– Me tiende la bebida y le doy un sorbo antes de dejar el vaso sobre la mesa de noche.

  –¿Ya te sientes menos incómodo?– Contesto. –Desde que pisaste el aeropuerto haz tenido ese semblante nervioso.

  Bufa sentándose en la cama junto a mi maleta. –No hay nada por lo que estar nervioso.–

  –Si tú lo dices,– respondo haciéndome la distraída.

  Los dedos de su mano tamborilearon sobre su muslo durante todo el viaje y casi no dijo una palabra, lo que es extraño porque siempre tiene algo para decir.

  Veo que, al contrario de mí, Teo prefiere el silencio cuando está ansioso. Yo sólo hablo y hablo con rapidez, y muchas veces sin sentido. 

  Mis ojos captan el paisaje fuera de la ventana y la abro para ventilar el cuarto dándome una sensación hogareña y familiar. –Podría vivir felizmente en un lugar así,– murmuro.

  –Sin embargo piensas en irte a Nueva York.– Escucho detrás de mí. –Una gran ciudad atestada de personas, autos y contaminación ambiental.

  Aprieto mis labios.

  –No puedo argumentar en contra de eso,– digo dándome vuelta. El chico se encuentra mirándome con atención. 

  –Gracias por acompañarme,– dice al cabo de un momento.

  Hago una mueca con la boca. –Tal vez lo hice por beneficio propio. Pagaste todo, ¿un viaje gratis a Francia? Claro que acepto.

  Teo baja la vista y algo lo sorprende. Sin esperar mi permiso, toma una pieza de lencería que Nora se encargó de guardar sin que me diera cuenta. 

  –Eso es un poco controversial para traer a la casa de mis padres pero está más que bien por mí,– intento quitársela pero la mueve hacia un lado.

  –Yo no puse eso ahí, Nora me hizo el favor,– aclaro.

  Entrecierra los ojos y asiente sin creerme demasiado. –Recuérdame agradecerle luego.–

  Tomo la prenda y la arrojo lejos de él. –¿Quieres dejar de tocar mis cosas? Soy perfectamente capaz de desempacar por mí misma.

  –El almuerzo estará en quince minutos. Sólo soy el mensajero.– Levanta las manos antes de desaparecer.

  Es tarde por la noche y siento como si el día hubiera tenido sólo unos minutos. Me pasé los últimos días pensando en todos los posibles escenarios que tendría al venir aquí donde y en cada uno de ellos, los de Teo me detestaban. La realidad fue mucho más amable que mi mente sobre pensante y ahora me siento en paz. 

  Respiro el aire fresco de la noche mientras observo las estrellas desde el pórtico trasero de la casa. Un sonido detrás de mí me sobresalta y me encuentro con Teo. El chico fue muy útil durante mi primer almuerzo aquí en el que las preguntas llovían como chispas de electricidad. Las preguntas se volvieron anécdotas y cada anécdota llevaba unos minutos de risas prolongadas como resultado. 

  –Tu teléfono no dejaba de sonar, es realmente molesto.– Dice tendiéndome el dispositivo.

  –Olvidé ponerlo en silencio, lo siento.

  Teo se acerca y coloca todo su peso sobre la columna de madera. –¿Quién te necesita tanto?

  Reviso los mensajes insistentes de hace unos minutos y sonrío. –Papá encontró un gato cerca de su casa, dice que se lo va a quedar, me está enviando fotos.– Miro hacia el interior de la casa. –¿Tus padres ya están durmiendo?

  Asiente colocando las manos en los bolsillos de su abrigo. –Así parece.

  Le doy una mirada de reojo. –Admítelo.

  –¿Qué cosa?

  Doy unos pasos hacia él. –Te alegras de haber venido.– El chico suspira. –Pude verlo en tu rostro cuando cantabas el feliz cumpleaños.

  Eso lo hace reír.

  –¿Acaso soy tan atractivo que no puedes dejar de verme?– Levanta una ceja. –Primero el aeropuerto, ahora aquí, apuesto a que me has estado viendo por la ventana en cada oportunidad que puedes.–

  En mi defensa, muchas de esas veces fueron por accidente. 

  –No voy a arriesgarme a verte desnudo,– respondo.

  Se coloca frente a mí con una mirada pícara adornando su rostro. –Entonces sí quieres espiar.–

  Giro los ojos. –Eres imposible.

  A lo lejos, una estructura sostenida por unos árboles llamó mi atención desde hace un rato.

–¿Qué es eso de ahí?– Pregunto cambiando de tema.

  Teo sigue mi mirada. –Una vieja casa del árbol que construimos cuando Louis y yo éramos niños,– responde.

  Nunca he visto una casa del árbol más siempre he deseado una. Rodeo al chico y bajo por las escaleras dispuesta a seguir el sendero de tierra hacia ella. El jardín es enorme por lo que está a una distancia considerable.

  –¿Dónde vas?– Inquiere Teo una vez que alcanza mis pasos.

  –Quiero verla de cerca.

  Sólo espero que no haya algo que me haga tropezar. No es fácil caminar cuando tu única luz es la de la luna que ahora está siendo poco a poco tapada por unas nubes.

  –Es sólo chatarra,– dice.

  Le doy un vistazo a mi acompañante. –No lo era cuando eras niño.

  Una vez que llegamos, pruebo la escalera de madera sujeta contra el tronco del árbol.

  –Puede que no sea segura,– comenta detrás de mí.

  Apenas pongo un pie en los tablones, sonrío como una niña. –Me arriesgaré.

  –¿Qué le pasó a la chica precavida?

  Continuo subiendo los pocos escalones que me llevan al único piso de la pequeña casita. –Dame un respiro.– Una vez que alcanzo la estructura, cuido de no pisar alguna madera que esté suelta. –¿No vienes?

  Lo duda un momento pero termina siguiéndome. Camino encorvada para evitar dar mi cabeza contra las ramas que adornan el lugar, y tomo asiento en el pequeño balcón improvisado con mis piernas colgando en el aire. Poso mis brazos sobre la barandilla y siento como Teo se sienta junto a mí de la misma forma. 

  –No la recordaba tan pequeña,– mira a su alrededor con una pequeña sonrisa.

  –Sólo reza para que nos sostenga un rato más.

  Luego de un momento en silencio, el chico vuelve a hablar.

  –No es que no quería venir,– pasa una mano por su cabello, despeinándolo, –quería hacerlo…

  –Pero…

  Suspira. –Pero me avergonzaba,– admite. –No soy la misma persona que se fue de aquí hace años y estoy seguro que no son ignorantes a todo lo que se dice de mí.– Mira con acongoja la casa frente a nosotros. Las pequeñas lucecitas colgadas en el techo del pórtico nos permiten ver con más claridad. –No quiero decepcionarlos,– dice en voz baja.

  –No lo están, eso es seguro,– lo consuelo posando la cabeza sobre mis brazos. –Lo único que querían era verte.

  –Olvidé que eres buena leyendo personas,– me observa de costado y le da un pequeño golpecito a mi pie con el suyo. –Gracias, por venir conmigo.

  Levanto el rostro hacia él. –Lo siento, no estaba grabando, ¿puedes decirlo de nuevo? Tu agradeciéndome es algo que merezco recordar por mucho tiempo.

  Eso logra aligerar el ambiente.

  –¿Por qué quisiste ser corredor?– Pregunto.

  Mira como el cielo poco a poco se va tapando con pequeñas nubes. –¿Vamos a comenzar a indagar en nuestros pasados?–

  –Sólo tengo curiosidad como es que terminaste en ese mundo.

  Frunce sus labios pensando y luego habla. –Mi tío lo era, era bueno, pero nunca llegó a las pistas importantes,– empieza. –Me gustaba ver sus fotos y trofeos de campeonatos locales y fantaseaba con ser yo quien los sostenía. Iba a visitarlo seguido, lo ayudaba a arreglar algunos autos porque él era mecánico, me contaba historias y me enseñaba sus trucos secretos,– sonríe. –Por supuesto mamá odiaba eso, pensaba que era algo peligroso para mí y terminaba amenazando a su hermano con quemarlo todo.– Lo miro con atención pero puedo imaginarme a su madre haciendo eso. Su rostro se torna un tanto serio ahora. –Cuando estaba en la secundaria, no hice muy buenas amistades y un día terminé en medio de unas carreras ilegales.

  –¿Qué pasó?

  –Gané,– me mira y guiña un ojo haciéndome sonreír. –También me gané un gran regaño cuando la policía me detuvo y pasé la noche en la comisaría. Recuerdo que cuando llegué a casa aun podía sentir mis dedos hormigueando, la sensación de adrenalina fue intensa.

  –¿Por conducir o la parte de ser atrapado?– Suelta una risita por lo bajo.

  –Ambos,– contesta. –No sé cómo explicarlo, sólo sé que desde ese momento lo único que quería era subirme a un auto y competir, pero quería hacerlo bien, no a escondidas.

  Golpeo su hombro con el mío de una forma amistosa. –Lo lograste. Y lo estás tirando todo a la basura…y no precisamente por correr.

  Suspira negando. –Nadie es perfecto y si, cometí muchos errores, ya lo sabes.

  Muerdo mi labio inferior. –Cuando estabas bajo los efectos de la anestesia, cuando te sacaron la muela del juicio,– añado, –dijiste que una vez dormiste en tu auto.

  Bufa. –Diablos, sabía que había hablado de más.

  –No tienes que contarme si no quieres.

  Me da una sonrisa lánguida. –¿Entonces para qué lo sacas a colación?

  Hundo mis hombros. –Te estás confesando, no creo tener otra oportunidad de obtener información sobre ti, es más, debería preguntártelo todo en este momento.

  De nuevo, parece pensar en lo que debe decir. Como si todo esto se tratara de una sesión de secretos. 

  –Mi primer gran viaje fue a Londres. Había unas pruebas, iban a asistir cazatalentos y algunos grupos en búsqueda de algo nuevo. Vi eso como una gran oportunidad, así que les mentí a mis padres de que me habían invitado y que me quedaría en casa de un amigo que aceptó darme un techo.

  Lo escucho en silencio, temo que si digo algo sólo se detendrá y por primera vez quiero saberlo todo. 

  –Fue difícil pero los convencí, así que tomé el auto que el tío Gino me había dejado como herencia y me fui,– habla con calma como si estuviera viéndolo todo en su cabeza. –Fue un viaje increíblemente largo y mi estadía en Londres lo fue aún más. No pasé esas pruebas, pero había otras oportunidades después de esas por lo que me quedé y usé mi auto como hogar transitorio. Encontré un trabajo de medio tiempo en una cafetería, el dueño sabía mis motivos de estar ahí y por cuanto tiempo estaría, aun así aceptó, era un buen hombre.–

  –¿Tus padres lo supieron luego?

  Niega antes de mirarme. –Eres la primera a la que se lo he dicho.

  No quiero parecer sorprendida pero lo estoy. –¿Ni siquiera a Harry?

  –Ni siquiera a Harry,– repite. –No me arrepiento de haberlo hecho, esa travesía,– suspira haciéndose hacia atrás para colocar su espalda contra una de las paredes de la casa. –Fue un buen comienzo, luego de eso, volví aquí y a los días recibí un mail de un hombre llamado Charles Divogh que quería verme y ese fue el inicio de todo.

  Y así es como conoció a Charles.

  –No la tuviste nada fácil,– murmuro.

  –No.

  Le doy un asentamiento. –Lo hiciste bien. Eres bueno.

  Esas palabras parecen gustarle.

  –¿Has visto mis carreras?

  Niego. –Sólo una, por internet.

  Aprieta sus labios. –Desde la pista es mucho mejor.

  –Maxwell dijo lo mismo.

  –¿Quieres juzgarlo tú misma?

  No estoy muy segura de eso. –Si le dijeras eso a mi padre te diría con seguridad que sí, yo no diría nada,– admito.

  –Deberían venir, ambos, la próxima competición se acerca, puedo conseguirte entradas.–

  –No creo que…

  –¿No te gustan?– Interrumpe. –¿Es eso?

  Me tomo unos segundos antes de responder.

  –Se ven un poco… peligrosas.

  Entrecierra sus ojos. –¿Te preocupas por mí?

  –No lo arruines.

  –Deberíamos ir a la cama,– dice antes de volverse hacia mí. –A dormir,– aclara, –pero si quieres otra cosa no me opongo.– Lo empujo hacia adelante haciéndolo reír con fuerza. –En serio me gusta verte en pijama, ¿cuál usarás ahora?

  –Cállate.

  Al día siguiente, luego de cantar el feliz cumpleaños, dar regalos y felicitar al agasajado una vez más, la noche culmina con un dulce baile en el centro de la sala. Los padres de Teo son como esos eternos enamorados que disfrutan del romance y las muestras públicas de amor sin importarles el lugar y la compañía. La melodía de una canción francesa que no conozco inunda el ambiente creando un aura privada y cálida.

  Me encuentro sentada en un pequeño sillón rosa oscuro, con una taza de té en mi mano mientras Teo observa la escena desde el marco de la entrada que da al salón. Lleva una camiseta azul, unos jeans un poco sueltos y en sus pies unas pantuflas grises. Ahora entiendo su manía con la regla de no zapatos en su casa, al parecer todo viene desde aquí ya que su madre adoptó esa costumbre de su abuela y sugirió que la familia lo haga también.

  Puede que haya tardado en aceptar la invitación de venir aquí pero puedo ver en su rostro lo mucho que lo necesitaba. Realmente hay mucho amor en sus ojos y su sonrisa tímida lo delata.

  –¿Qué esperas?– Pregunta su padre aún bailando. –Saca a bailar a la linda chica, ¿acaso te eduqué de otra forma?

  Su acento francés es más fuerte con esa última pregunta y sonrío ante la expresión de Teo. Como un niño al que lo están obligando a hacer algo absurdo.

  Con paso lento, el chico camina hacia mí con un rostro neutro. –Lo estás disfrutando, ¿verdad? 

  Sonrío ampliamente. –Más de lo que crees.– Ladeo la cabeza y dejo la taza sobre la mesita junto a mí. –Te escucho,– lo animo.

  Toma una larga respiración y cierra los ojos por un segundo antes de volver a abrirlos y levanta su mano hacia mí. –¿Bailarías conmigo?

  Aplasto mis labios y pretendo pensar. –Le prometí el baile a otro…

  –Ya ven aquí,– dice tomando mi mano y arrastrándome a la pista sacándome una pequeña risita.

  Coloco una mano sobre su hombro mientras la otra permanece atrapada, rodeada por la suya. Siento su agarre en mi cintura y nos movemos al ritmo de la música con delicadeza. 

  –Desearía que el mundo conozca a este Teo, sería más fácil a tener que caminar sobre una soga todo el tiempo.– Digo haciendo referencia al hecho de que el chico frente a mí no es para nada el que conocí el primer día. Su ego se desinfló –apenas– ha estado sonriendo más, ha estado viendo más allá de su propia nariz y si me hubieran dicho hace dos meses que estaría bailando lento con un automovilista cuya reputación era repudiable hubiera sacado el dedo medio y les habría regalado una buena carcajada.

  –A este Teo sólo lo conocen algunos.– Su voz suena un poco más profunda que de costumbre. –Para los demás sólo soy un competidor más, una cara bonita y un hombre que hizo llorar a un niño.– 

  Suelto un suspiro. –Entonces me siento honrada de ver esta parte tuya antes de que volvamos a tu vida normal de súper estrella.

  Teo me hace girar y vuelvo hacia él, quedando un poco más cerca que la última vez.

  –No te acostumbres.

  –Jamás lo haría.

  Nuestras voces no son más que susurros ahora y de pronto el momento se ha vuelto más personal.

  –¿Escuchas eso?– Pregunta. –No me has gritado en horas.–

  Sin poder evitarlo, sonrío. –Tampoco te acostumbres.

  –Aunque debo admitir que lo extraño un poco.

  –Yo no, es la primera vez en días que no pierdo cabello por tu culpa.– El chico me hace girar una vez más y caigo hacia un lado siendo sostenida por su fuerte y estable agarre.

  –¿Gané un punto por buen comportamiento?– Cuestiona juguetonamente acercándose a mí.

  –Te daré una estrellita más tarde.– Ambos reímos a la vez que me enderezo y es entonces que  escuchamos un click.

  Volteamos hacia un lado donde el padre de Teo nos observa con una cámara en su mano y una expresión de satisfacción en su rostro al igual que su esposa.

–Es muy probable que no vuelva a pasar,– dice, –necesito pruebas para el futuro.

  Escucho a Teo bufar junto a mí. –Papá…

  Su padre chista y se vuelve hacia su esposa.

  –Mon trésor –mi tesoro–, ¿por qué no los dejamos un rato a solas y vamos a conseguir ese postre de cerezas que tanto te gusta?

  El rostro de la mujer se ilumina como un árbol de navidad con luces apenas estrenadas.

  –¡No puedo decirle que no a un buen clafoutis!– Dice dando unos saltitos en su lugar. Desvía su mirada hacia nosotros y nos señala. –Ustedes quédense aquí, volveremos más tarde.

Giro mi cabeza hacia Teo. –Tu madre acaba de guiñarme el ojo,– apunto en un susurro.

  –Sólo sonríe hasta que se vayan,– responde igualando mi tono y cuando escuchamos la puerta de entrada cerrarse, es entonces que mi postura tensa se relaja.

  Me aparto de Teo para caminar por la habitación mirando fotos colgadas de la pared.

  –¿Eres tú?– Señalo una de ellas donde se encuentran dos niños. Reconozco a Teo al instante, más que nada porque su cara de pícaro sigue intacta desde esa edad.

  Asiente colocándose a mi lado. –Junto a Louis.

  –¿Te criaste aquí?

  –Si,– contesta al instante. –¿Acaso es este otro programa de preguntas y respuestas?

  Hundo mis hombros. –No tengo un tema de conversación definido y odio estar en silencio.

  Entrecierra los ojos y levanta una esquina de su boca. –Me di cuenta, bien, hablemos de otra cosa…como ese tal Brody.

  Vaya forma de matar el momento.

  –¿Qué con él?– Inquiero.

  –Tu padre dijo que estuvieron comprometidos.– ¿Por qué tenía que exponer mi vida privada de esa forma?

  Cuando entiendo que esta vez no va a dejar pasar el tema, elijo responder. –Comenzamos a salir el último año de secundaria y cuatro años más tarde hizo la propuesta, el día en que terminamos la universidad. Le dije que sí, luego hubo complicaciones en el medio y todo terminó, el fin.

  –¿Qué tipo de complicaciones?–

  Paso una mano por mi cabello. –No voy a hablar de mí.

   –Yo lo hice anoche.

  –Porque quisiste,– le recuerdo.

  –No quería hacerlo,– contradice, –pero pareció una buena forma de hacerte saber que confío en ti y por eso te lo dije.

  Busco en su rostro algún signo de que lo que dice no es más que un teatro pero no, creo que dice la verdad.

  –¿De verdad?– Busco una confirmación, obteniendo un asentamiento seguro. –Simplemente el amor que sentíamos se perdió.– Un conocido malhumor se forma dentro de mí pero lo envío lejos. –Ambos supimos el momento en el que ya no teníamos futuro y me alegro de que lo dejáramos. O quizás ambos seríamos miserables para este momento,– comento. –Luego me di cuenta que la razón de que su amor haya terminado era porque en secreto estaba enamorado de una amiga en común. Ahora están casados y tienen gemelos.– Termino el cuento con una gran sonrisa.

  –Auch.– El chico me observa por unos segundos. –Pero al menos él no está en Francia con una estrella del deporte.–

  Podría aprovechar esto. Sé que a Brody le gustan los autos.

  –¿Debería tomar fotos para que las vea?– Propongo con diversión. –Sé que aún me sigue en las redes sociales.

  Su mirada, cargada de complicidad, hace que el sabor amargo en mi boca por el recuerdo de mi ex se esfume por completo. –Hagamos que su envidia sea enorme.

Capítulo 13

  El ascensor se detiene justo en el piso ocho y doy gracias que aun hayan algunas luces encendidas. Son casi las nueve de la noche y yo debería estar en mi casa pero con la nueva campaña de viajes hay mucho para estudiar y ajustar, debería poner una cama aquí mismo y eso solucionaría la mitad de mis problemas.

  Camino hacia el sector de desarrollo y en uno de los escritorios diviso a Dean. El chico teclea unas cuantas veces antes de levantar sus ojos y sonreír.

  –¿Callen? Creí que te habías ido.

  –Lo mismo pensé de ti,– me acerco. Dean apaga la computadora y se levanta de la silla provocando un sonoro sonido.  –Creo que escuché a tu espalda sonar,– bromeo.

  Dean coloca una mano en su espalda baja y flexiona las piernas. –Quizás fueron mis rodillas.

  Levanto las hojas cuidadosamente engrampadas que traigo.

  –¿Podrías archivar esto? Lo revisé al menos unas quince veces.

  El chico asiente y nos dirigimos hacia uno de los cuartos de archivos.

  –¿Cómo has estado?– Pregunta cortando el silencio. –Ahora que estás con Guiraud ¿algo ha cambiado?–

  Casi todo.

  –¿Te refieres a la constante atención que toda esta situación genera? Preferiría no tener que pasar por eso,– confieso.

  –Bueno, supongo que es uno percances al estar relacionada con alguien que está en boca de todos últimamente.

  –Y que lo digas,– murmuro antes de que una duda salte a mi mente. –¿Qué piensas de él?

  Dean es uno de los mejores empleados en este sector y también uno de los más callados. Usualmente todo lo que dice está bien pensado y formulado para dar sólo la información necesaria y no de más. Me da curiosidad que es lo que considera de esta situación.

  –No más de lo que se dice,– comenta. –Es decir, no soy muy fanático del automovilismo y no lo conozco como persona, creo que es difícil crear una idea de su persona en mi mente cuando no sé nada sobre él.– Eso es algo que sólo Dean diría, es por eso que me cae tan bien. A diferencia de los demás, él no se rige sólo por las habladurías del público en general. –Pero si me dejo llevar por esos posteos de internet, supongo que no es uno de los candidatos a ser el hombre del año en cuanto a humildad,– suelta una risita. –Aunque hay otros que son peores,– arruga la nariz y me da un vistazo de lado. –La pregunta es ¿qué piensas tú de él?

  –Creo que es un incomprendido,– digo sin pensar.

  –Bueno, sales con él, no esperaría otra respuesta.

  Lo medito un segundo. –No, de verdad, digo…no es tan malo una vez que lo conoces, y muchas de las cosas que hace las hace por una razón y aunque no sea del todo correcta no es un completo patán como dicen.

  Dean me observa un momento.

  –Sólo porque confío en tu buen juicio voy a creerte.

  Miro el reloj en la pared. 

  –Ya es tarde, debería buscar mi bolso y alejarme de este lugar.– Sólo Dios sabe lo mucho que necesito un baño caliente en este momento. Mis pies están doliendo demasiado y quiero arrojar estos tacones a una esquina.

  Dean me sigue de cerca. –Voy de salida, puedo llevarte.

  –¿Seguro?

  Afirma con la cabeza. –Por supuesto. Déjame recoger mis cosas y podemos irnos.

  –Claro, gracias.– Giro tan rápido que siento como mi pie se dobla apenas enviando un latigazo de dolor a través de mi pierna derecha. –¡Ah!

  –¿Qué? ¿Estás bien?– Dean se apresura a mi lado mientras toco mi pierna.

  –Es mi tobillo,– respondo moviendo mi pie un poco. El dolor continua por lo que prefiero dejarlo inmóvil un momento. –Sólo fue un tirón, voy a estar bien.

  El chico me lanza una mirada desconfiada. –Eso no parece un ‘sólo’.–Espérame abajo, tu bolso es azul ¿verdad?– Asiento. –Puedo pasar por él, será mejor que no camines demasiado.

  –Tonterías.

  Ignorando mi comentario, me ayuda a llegar hasta el ascensor.

  –Ve, ahora te alcanzo.– Antes de que las puertas se cierren le doy una sonrisa de agradecimiento.

  –Gracias Dean.

  A medida que el auto se acerca a mi calle, descubro un tumulto de gente reunida cerca de mi edificio y una corriente de nerviosismo me ataca.

–¿Puedes detenerte aquí?– Le pido a Dean con prisa. El chico intenta hacer una maniobra para estacionarse, teniendo en cuenta que detrás de nosotros vienen otros autos y cuando casi lo logra abro la puerta apenas el vehículo se detiene. De un salto, me aferro a mi bolso y salgo a toda prisa.

  –Callen, ¡Tu tobillo!– Exclama Dean. Ignoro las punzadas de dolor y camino lo más rápido que puedo pasando grupos de gente y hasta un camión de bomberos. A lo lejos veo a Nora quien se encuentra hablando con algunos de nuestros vecinos.

  –¡¿Qué sucede aquí?!– Exclamo llamando la atención de algunos. Nora se acerca y toma mis hombros al ver que estoy cojeando. 

  –Un fusible averiado,– explica.

  Miro a los demás. –¿Están todos bien?– Las personas cercanas a mí asienten.

  –Al parecer no fue nada grave, los bomberos aún están ahí,– responde el Sr. Gregson señalando hacia el edificio. 

  –¿Tú estás bien?– Pregunta mi amiga. 

  –Sí,– contesto distraída. –¿Estabas aquí?

  Nora niega. –Acabo de llegar y me encontré con todo esto.–

  Miro hacia el grupo de personas cerca de la acera del frente. Algunas están siendo atendidas por los paramédicos, otros conversan entre ellos. Otros son simples curiosos que se acercaron para tomar algunas fotografías o preguntar cómo fue todo.

  –¿Dónde está Teo?– Mis ojos buscan al chico entre la multitud.

  –No lo sé,– responde mi amiga, –¿no está con Harry en algún lado?

  Muevo la cabeza en negación. –Dijo que vendría a descansar.– Nora dijo que estaban todos bien, lo que significa que él también lo está, ¿verdad? Camino hacia el otro lugar de la calle y en una de las ambulancias lo veo. Está sentado en el borde de la parte trasera del vehículo con una mascarilla de oxígeno y una botella de agua al lado.

  –Dios, ¡Teo!– Corro hacia él aun sintiendo dolor en el tobillo. –¿Estás bien?– Tomo sus hombros. –¿Necesitas un doctor? Voy a buscarlo.

  Antes de poder alejarme, Teo me toma del brazo para detenerme.

  –Acaban de verme,– responde dejando la máscara a un lado. No tengo idea del por qué lo hago sólo sé que es una acción puramente espontánea que atribuyo al cansancio y estrés que estoy sintiendo. Sin esperar un segundo lo abrazo con fuerza. Puedo sentir su sorpresa pero me corresponde de inmediato.

  –Cuando vi las sirenas y los autos, y toda esta gente yo pensé…– Mi balbuceo se ve interrumpido por su mano acariciando mi cabello y su suave voz.

  –Estoy bien, tranquila,– me calma.

  Me alejo cuando el Sr. Harmond se acerca a nosotros.

  –El chico salvó a sus vecinos, a los Barry,– me dice. –Fue el primero en darse cuenta que no podían salir de su casa porque la puerta estaba bloqueada.– Hugo y Sarah Barry son la pareja más veterana de la cuadra y no puedo imaginarme lo que habría pasado si Teo no los hubiera ayudado. –Este edificio se cae a pedazos, esperemos a que el maldito de Rogers empiece a pensar en la seguridad de sus inquilinos.–

  Quien parece el ser el jefe del cuerpo de bomberos sale del edificio y pide la atención de todos. 

  –El fuego fue controlado con éxito, pero sería recomendable que los residentes del segundo y tercer piso deban pasar la noche en otro lugar.– Quejas empiezan a sonar y el hombre debe levantar su voz un poco más hacerse escuchar, –por el simple hecho de que queremos estar seguros de que es conveniente volver y los niveles de monóxido de carbono haya bajado,– explica como puede intentando calmar a algunos inquilinos. –Aún seguimos evaluando los daños materiales,– continúa. –Sé que es de último momento pero es necesario. Si necesitan ayuda con algún traslado por favor hágannos saber.

  –Estamos bien, eso es lo importante,– añade el Sr. Harmond lo suficientemente fuerte como para que solo Teo y yo lo escuchemos.

  –Bien, ni modo, estaré durmiendo en tu casa,– dice Teo con una sonrisa.

  Le lanzo una mirada de estupefacción. –Vaya, ¿en qué momento te lo propuse?

  –Harry vive lejos, no voy a conducir hasta ahí a estas horas y sería una pérdida de tiempo, tu estas aquí al lado,– habla mientras camina hacia mi edificio.

  –Espera.– Intento seguirlo pero sin querer pongo todo mí peso sobre mi tobillo malo por lo que no puedo evitar soltar un lamento. –¡Ah!

  El chico se da vuelta con rapidez.

  –¿Qué tienes?

  –Nada.– Intento sonar normal al mismo tiempo en que enderezo mi espalda.

  –Eso no sonó a nada.– Sin mediar otra palabra, Teo me toma de la cintura y hace que me siente en el sector de la ambulancia donde él se encontraba antes.

  –¿Qué haces?– Pregunto incómoda mientras inspecciona mi pie.

  –Tienes el tobillo un poco hinchado,– comenta.

  Alejo mi pierna de él. –Apenas me lo doblé de camino aquí. Estoy bien.

  –Necesitas hielo,– insiste. –¿Caminaste hasta aquí?

  Acomodo mi bolso en el hombro. –No, un compañero me trajo.

  –Podrías haberme dicho que pasara a recogerte.–

  –No era necesario ¿bien? Además tú ya estabas bastante ocupado,– señalo hacia su edificio con mi cabeza. –Se hacía tarde, el autobús tardaba, y Dean justo pasaba por ahí.

  Bufa. –Dean, que nombre más extraño.

  –No es un nombre extraño,– reprocho.

  –Ese Dean debería haberte llevado al hospital.

  –Yo le dije que no,– defiendo a mi amigo.

  Niega. –Aun así…Es el código del caballero.– Eso último me provoca soltar una carcajada.

  –Habla el hombre más caballeroso de todos,– contesto. Esquiva mi mirada y la enfoca en otro lado mientras cruza sus brazos. –¿Qué? ¿Qué te pasa?

  –Nada.

  Entrecierro los ojos. –¿Estás molesto?

  –Por supuesto que no, ¿por qué estaría molesto?– Responde con evidente molestia.

  Medito la situación un momento. –No me digas que estás celoso.

  Eso logra llamar su atención. –¿Celoso? ¿Yo? ¿De quién? ¿Ese Dean? ¿Por qué Teo Guiraud estaría celoso de ese?– Lo divertido de esto es la velocidad con la que hizo cada una de esas preguntas y el hecho de que hablara de sí mismo en tercera persona. 

  –Como sea. Llama a Harry.

  Cinco minutos más tarde Teo ya se encuentra en nuestra sala. Nadie fue autorizado de entrar a buscar sus cosas a menos que sea completamente necesario y con los medios de seguridad correspondientes, por lo que el chico aquí está completamente desnudo en cuanto a pertenencias. Además de lo que lleva puesto.

  Nora ni siquiera espera apenas entra al apartamento y corre a su habitación después de darnos las buenas noches.

  Suspiro sacando una manta del pequeño armario de la entrada. –Estarás durmiendo en el sofá…– Digo dándome la vuelta pero no veo a Teo en ninguna parte. –¿Dónde estás?– Reviso el baño y por último mi cuarto. –¡Ni hablar!– Exclamo al verlo tendido boca abajo sobre mi cama, –vete de aquí.

  Se queja de manera infantil. –Ya estoy dormido, ten consideración.

  –¿Con un perrito?, claro, ¿contigo? No lo creo.

  Levanta su cabeza y me mira.

  –Esta cama es lo suficientemente grande,– dice.

  Levanto una ceja. –No estás insinuando lo que creo.

  Teo sonríe y palmea un lado del colchón. –No ronco y no me muevo durante la noche, no tienes excusas.– Por fortuna ya estaba llevando ropa de entrecasa cuando se produjo el incendio por lo que no tengo que verlo semi desnudo en este momento.

  –¿Cómo sabes todo eso?– Inquiero con desconfianza.

  –Compartí cuarto con Harry cuando empezamos, él es el inquieto. Me despertaba a cada rato,– explica.

  –No me importa, vete.– Tomo su pierna e intento tirarlo fuera de la cama pero el chico se agarra del cabecero. Cambio de táctica y empiezo a hacerle cosquillas para así debilitarlo y aprovechar la situación pero al final es él quien aprovecha tomándome por la cintura y tumbándome en la cama, quedando él sobre mí.

  –No es justo.

  –No hay reglas en la guerra y el amor.– Me pregunto a qué parte se refiere cuando dice eso, la guerra o el amor.

  –Suéltame,– digo entre dientes. Teo se toma un tiempo en obedecer y cuando finalmente se aparta suelto el aire que estaba conteniendo.

  Teo se gira dándome la espalda y cerrar los ojos para intentar descansar.

  –Buenas noches,– susurra.

  –Igual…

  Alrededor de cinco minutos más tarde, el chico empieza a moverse tratando de buscar una buena posición para dormir. Luego de un momento me canso.

  –¿No que no te movías?– Pregunto llamando su atención para luego golpear su espalda. –Ya quédate quieto,– comento con molestia. –Si no consigo conciliar el sueño será por tu culpa.

  Teo suelta una risita. Una vez más, lo está haciendo a propósito. –Si no quieres dormir, podemos hablar.

  Suspiro con fuerza. –¿Sobre qué?

  –¿Qué tal sobre el abrazo que me diste?– Se coloca boca arriba con una gran sonrisa plasmada en su rostro.

  Aclaro la garganta y agradezco que esté lo suficientemente oscuro como para que no vea mis mejillas rosadas. –Fue un momento de debilidad, nada más, no te hagas ilusiones.

  –Fue lindo, sentí lo preocupada que estabas por mí.

  Le doy la espalda pero en ese movimiento mi tobillo vuelve a tirar, así que ahogo un quejido. –Ya duérmete

  –Tu empezaste.– Sé que su mente está dando vueltas, puedo escucharla desde aquí.

  Al cabo de unos instantes escucho su voz. –¿Me dejarás hacerte cosas sucias esta noche?

  Por alguna razón eso me hace sonreír pero lo oculto.

  –No creí que fueses de los que piden permiso.

  –Contigo nunca se sabe,– suelta una risita, –el primer día que nos vimos alegaste ser buena para matarme con una almohada.

  La sonrisa en mi cara cae cuando siento que se levanta de la cama.

  –¿Dónde vas?

  –No te importa,– responde sin voltear a mirarme.

  Lo escucho revolver algunas cosas fuera del cuarto lo que me pone muy nerviosa pero antes de que pudiera ir a buscarlo vuelve a la habitación cargando algo entre sus manos. Enciende la luz de la lámpara junto a la cama, aparta las sábanas y coloca algo frío en mi tobillo. El roce me hace saltar pero no me muevo mucho. Observo la tela blanca que cubre un poco de hielo.

  –Nunca me haces caso,– reclama por lo bajo sin desconcentrarse de su tarea.

  –Gracias,– murmuro. Mi teléfono suena y estiro mi brazo para mirar el mensaje. Es de Daisy y dice: BIEN HECHO, junto con un corto artículo informativo recién publicado. En él nombran a Teo como el salvador de la noche. –Las noticias vuelan,– anuncio, –ser el héroe te hace ver bien.– Volteo mi teléfono para que el mismo lo vea.

  –No lo hice por eso,– comenta volviendo a mi tobillo. 

  Sonrío apenas imaginándome la situación y el hecho de que podría haber corrido fuera del lugar sin pensar en nadie más pero no lo hizo. –Lo sé,– respondo. –Buen trabajo.

  Unos minutos más tarde deja la toalla en la cocina y vuelve al cuarto pero en lugar de venir a la cama se toma un momento para mirar una vieja fotografía sobre mi escritorio que le llama la atención.

  –¿Esa es tu madre?– Inquiere.

  Asiento. –Sí. Fue en la fiesta de mi graduación.– Ese fue uno de los mejores días de mi vida. Fue una simple graduación de secundaria pero papá nos llevó a comer fuera, luego fuimos a la playa y por último al parque de diversiones que aún estaba abierto en ese tiempo antes de que lo dejaran abandonado. Fue un día tan común y corriente, pero tan especial ahora años más tarde. Mamá murió un mes más tarde y esa había sido nuestra última salida en familia. 

  –Te pareces mucho a ella.– Su voz me hace volver al presente. Muchos dicen lo mismo y me hace sentir demasiado bien.

  –Solía darle muchos dolores de cabeza cuando era niña,– recuerdo, –ojalá pudiera redimirme de eso.–

  Teo deja la fotografía y me mira sin poder creerlo. –¿Tú? ¿Dando problemas? Eres la persona más estructurada que conozco además de Harry.

  –No siempre fui así.– Creo que luego de lo de mamá mi vida dio un giro completo y empecé a centrarme en otras cosas con el sólo motivo de no pensar mucho en ella, de lo contrario terminaría llorando cada instante.

  –¿Qué te pasó?– Camina de vuelva hacia su lugar en el colchón.

  –Maduré.

  Teo apaga la luz y suspira. –Cuando era niño no tenía muchos amigos, uno en realidad,– dice cortando el silencio.

  –¿Por qué?– Lo miro de reojo, –¿Eras igual de egocéntrico que ahora?

  Me da una sonrisa tímida. –Me llamaban perdedor y recibía constantes ataques por parte de todos los niños.

  Eso provoca que me vuelva seria. –¿Eras agredido?

  –Mhm,– afirma.

  –¿Se lo dijiste a tus padres?

  Teo niega en silencio. –Ellos nunca supieron nada. Sólo Louis,– dice refiriéndose al mayor de los Guiraud. –Él fue quien me enseñó a defenderme.– 

  Me coloco quedando frente a él. –Siento que hayas pasado por eso,– susurro. Teo gira hacia mí.

  –Ahora deben mirarme en cada lugar y preguntarse ¿por qué hice esa estupidez?– 

  Lo observo por unos segundos antes de volver a hablar. –¿Estás nervioso por la próxima carrera?–

  Lo piensa un instante. –Nervioso no, enfocado.

  –¿Es una carrera importante?

  Afirma con la cabeza. –Todas lo son, todas valen, sólo hay que dar lo mejor en cada una sin importar lo que siga.– De pronto estar aquí con él no es tan incómodo como antes. –¿Vendrás conmigo?

  La simple idea de volver ahí hace que mi estómago se revuelva. –La última vez casi me aplastan.

  –No dejaré que eso pase,– asegura. –Estarás en mi garaje.

  –Charles se va a enojar.

  Hace un ruido con su lengua. –Charles puede decir lo que quiera, no me interesa.

  –A mí sí,– contesto imaginándome su rostro enojado, –intento no desagradarle.

  –Vas a estar en el garaje, estarás segura y más tranquila,– sentencia.

  –Bien.

  La conversación termina ahí y para ser sinceros no recuerdo el momento en el que me quedé dormida. Tampoco cuando Teo me rodeó con sus brazos ni yo posando una pierna sobre las suyas. 

  Ni siquiera me di cuenta cuando esta situación empezó a sentirse demasiado correcta.

Capítulo 14

  –¡Auch!– Exclamo sintiendo el picor en mi hombro.

  –Quédate quieta,– ordena Nora apenas entendible ya que sostiene un par de alfileres en su boca. 

  Adivinen quién será el personaje invitado en su desfile este sábado. Yo. Yo seré su marioneta y ahora está ajustando el vestido que se suponía era de Loren sobre mi cuerpo sin una pizca de elegancia para una pasarela.

  El sólo decir esa palabra en mi mente me hace sudar. He intentado muchas excusas con la esperanza de que Nora se apiadara de mí, incluso le dije que jugaría a hacer el muerto en medio del escenario como método de supervivencia si no me dejaba echarme para atrás y dijo que mientras esté usando su vestido puedo hacer lo que quiero.

  Ahora estoy considerando el escape. Puede que hasta tenga un taxi listo para llevarme a algún lugar lejano donde ella no pueda encontrarme.

  –¡Auch!– Vuelvo a quejarme recibiendo una mirada lacerante por parte de la chica. –Estoy quieta, es como si lo hicieras a propósito,– murmuro antes de notar un ligero temblor en sus manos. –¿Estás bien?–

  Nora suelta un fuerte suspiro de frustración y se aparta para tomar asiento en uno de los sillones del pequeño atelier ubicado detrás de su tienda. 

  –En este momento lo único que puedo pensar es si estoy preparada para este desfile.– Su tono decaído provoca una punzada en mi estómago. Sé lo mucho que significa esto para ella y lo menos que puedo hacer ahora es evitar quejarme.

  –¡Por supuesto que lo estás!– Grito saltando desde el circulo blanco elevado donde se ubican las modelos para tener una buena visión del vestido. –Has estado trabajando duro desde hace meses y los vestidos son increíbles, si tuviera dinero te los compraría a todos ahora,– aseguro sacándole una sonrisita. Volteo hacia el espejo de pie que se encuentra en una esquina e inspecciono la prenda que llevo. Es un atuendo de satén en tono champagne con apliques en blanco que lo hace ver delicado y elegante. La espalda está casi al descubierto de no ser por algunos hilos que cruzan la espalda. Es sexi pero no muestra demasiado, lo que lo hace perfecto para mí además de que Nora logró que abrace mi cuerpo de una forma espectacular. –Este que tengo puesto es verdaderamente hermoso, nunca me había sentido cara en un vestido.

  –Te dije que era perfecto para ti.– Aún mantiene este tono desventurado pero puedo ver que su ánimo subió sólo un poco. 

–Continúa haciendo tu magia, si pude aguantar a Teo Guiraud puedo con unos pocos pinchazos.– Nora suelta una risa con gracia y el buen humor regresa de a poco.

  –Hablando del niño bonito, ¿dónde está? No lo vi en todo el día.

  Sostengo el vestido en la parte del busto mientras ajusta la parte trasera. –Está en una celebración privada que organizaron los encargados de la competencia.

  Teo comentó que la fiesta es en honor a todos los corredores y sus equipos como agradecimiento por su buen trabajo y cooperación en el certamen. También es una excusa para pasar un buen rato.

  –Que fino…–

  Leí el mensaje unas cinco veces antes de que mi cerebro hiciera click y tomara lo primer que tenía al alcance antes de salir corriendo. Ya me encontraba algo cerca del hotel donde se disputa el evento donde los chicos deben estar divirtiéndose, lo sé porque vi algunas fotos en sus redes sociales y en varias de ellas aparece Teo. Aún lejos debo mantener un ojo sobre él, no puedo darme el lujo de relajarme. 

  Mil pulmones queman pero no dejo de correr como una lunática por la calle, aunque a mi parecer, soy más una heroína camino a salvar el día. Claro que no todos piensan lo mismo.

  Lo único bueno de todo esto es que mi tobillo está como nuevo después de unos días de descanso, incluso me dediqué a usar zapatos bajos. De otra forma este sería otro problema en qué pensar.

  Llego al balneario junto al hotel y cuando alcanzo a ver a Teo mi primer impulso es acercarme. Por supuesto, ante mi exabrupta aparición, el personal de seguridad me detiene al instante. Me siento complacida de saber que hacen bien su trabajo pero no la parte donde soy levantada por dos de ellos como una loca.

  –¡Déjenla, viene conmigo!– Exclama Teo corriendo hacia nosotros. Por fortuna no hay muchas personas a la vista y la situación se arregla en segundos.

  Luego de que el chico les explicara a los hombres lo que pasaba, me dejaron ir sólo si les daba el extintor de incendios que cargo.

  Tuve que acceder.

  –¡¿Cuál es la emergencia?!– Pregunto aun con el corazón a punto de explotarme.

  Teo me mira con atención, como si estuviera preocupado por mi estado exaltado. –Alguien quiere conocerte.

  Lo observo con escepticismo y tomo una larga y profunda respiración.

  –Corrí diez calles con un matafuegos porque me dijiste que pasó algo,– susurro con evidente enfado. 

  Levanta una ceja. –¿Y lo primero que agarras es un matafuegos?– Señala por donde se fueron los hombres de seguridad.

  Asiento una vez. –Sirve para un incendio, para golpear a alguien, tiene muchos usos,– me defiendo.

  Teo niega con su cabeza y toma mi brazo. –Vamos.

  –¿Qué? ¿Dónde?– Me arrastra con suavidad, pasando de algunas miradas curiosas del personal del hermoso lugar de descanso y otros conocidos del rubro automovilístico como así periodistas.

  Debo lucir del asco, incluso puedo sentir mi sudor corriendo por todo el cuerpo. Una imagen asquerosa en la que ni yo quiero pensar ahora.

  –Ya te lo dije, alguien quiere conocerte.

  Necesito un vaso de agua con hielo y tal vez una toalla.

  –¿A mí?– La preocupación se hace presente en mi interior. –¿Por qué a mí? ¿Qué hiciste?– Lo miro con acusación.

  Sisea. –Cálmate y mira allí,– levanta su dedo apuntando hacia un lado.

  Agudizo la vista y un golpe de realidad casi me desestabiliza.

  –Esas personas son muy parecidas a…

  –¿ABBA?– Termina por mí.

  –Mhm.– Es lo único que puedo responder porque estoy tan pasmada por su visión que no logro controlar ni lo que digo.

  –Se están quedando en el hotel porque tendrán una presentación privada cerca de la zona, acabo de enterarme y en quien primero pensé fue en ti.

  Lo miro sin saber exactamente como sentirme. Por un lado, mi cuerpo está paralizado por el solo hecho de tener a los mismísimos integrantes de ABBA a unos metros de distancia y por el otro, escuchar a Teo decir que pensó en mi de inmediato cuando vio algo o supo de algo que significa mucho para mí, calienta mi pecho con ternura.

  Doy un empujón a su pecho.

  –¿Por qué me hiciste asustar?– Lloriqueo como una niña pequeña. –Podrías haberme dicho esto y ya.

  Una sonrisa aparece en su rostro. –No podía arriesgarme, era muy probable que no vinieras.–

  –¿Por qué dices eso?– Río con nerviosismo.

  –Porque estás tratando de escapar ahora.

  Sin darme cuenta, mis pies han empezado a retroceder y mi cuerpo giró un poco hacia el lado contrario al que íbamos. Todo en mi grita voy a correr apenas me sueltes.

  Cuando Björn se da vuelta y capta nuestra presencia les avisa de inmediato a los demás.

  Teo levanta su mano a manera de saludo y continuamos nuestro camino en dirección a ellos.

  –Vamos hacia ellos,– murmuro. –¿Por qué vamos hacia ellos?– Tomo su mano con fuerza y miro mi atuendo. Mis zapatos están matándome, tengo un poco de tierra en mis pantalones negros y la camisa gris que llevo puesta debe tener manchas de sudor. –Tengo que irme, estoy hecha un desastre,– me quejo.

  Teo me abraza por los hombros y me aprieta acercándome hacia el aún más. –Estás perfecta,– responde. –Les comenté que había una gran fanática que debía conocerlos, pensé que me mandarían a la mierda pero son bastante agradables.

–Tú debes ser Callen, Teo nos ha hablado de ti, es un placer,– dice Anni-Frid. Su sonrisa es aún más brillante en persona y fácilmente podría desmayarme en este momento escuchando sus voces.

  Saben mi nombre, pienso, pero cubro mi boca cuando me doy cuenta que en realidad lo dije en voz alta. –Soy una gran admiradora, muy muy grande,– alego haciendo señas con mis manos porque estoy tan nerviosa en este momento que no sé qué hacer. –Mi madre los amaba y ese fanatismo se pegó a mí.–

  Benny asiente con la cabeza. –Gracias, es lindo conocer gente con buen gusto musical,– contesta compartiendo miradas con Agnetha. 

  El teléfono de Teo empieza a sonar y aclara la garganta. –Tengo que atender una llamada,– exclama mirándonos antes de acercarse a mí. –Tienen un poco de tiempo, quédate con ellos, ahora regreso,– murmura en voz baja. Su rostro está un poco tenso pero se va antes de que pueda decirle algo. 

  Fueron los diez minutos más increíbles de mi vida. No sólo obtuve sus autógrafos y una foto, incluso grabaron el saludo de mi correo de voz y muero porque papá me llame para que lo escuche.

  No puedo encontrar a Teo y asumo que debe estar ocupado. Decido darle su espacio y me encuentro caminando hacia la playa que está detrás del hotel, la noche es cálida y necesito un respiro luego de lo que pasó.

  Miro al cielo y me pregunto si mi madre también estuvo junto a mí, emocionada al igual que yo.

  –¿Estás bien?– Escucho detrás de mí. No sé cuánto tiempo he estado aquí pero parece lo suficiente como para que el chico demuestre un rostro preocupado. –Te estuve buscando por todas partes.– Hace una pequeña pausa. –¿Por qué lloras?

  Sorbo mi nariz y limpio mi cara. –Es como si hubiera cumplido el sueño de mamá a través de mí,– digo entre lágrimas. Hemos llegado a un punto en el que no me siento avergonzada frente a él, además, estoy demasiado conmovida como para guardarme la emoción.

  El chico me brinda una sonrisa tímida. –Si me dices el tuyo puedo intentar cumplirlo también.–

  Río por lo bajo y lo miro. –Gracias. De verdad.

  Teo toma asiento junto a mí en la arena sin importarle ensuciar sus pantalones formales.  

  –¿No estás enojada conmigo por haber corrido hoy?– Su voz es suave y calma. ¿Cómo podría enojarme con él después de lo que hizo?

  –No.– Observo su perfil mirando directamente a la luna. Es una gran luna llena cuyo reflejo está impreso en el agua frente a nosotros.

  –Por cierto,– voltea hacia mí. –¿Te preocupaste tanto por mí como para correr con un extintor? Veo que si te intereso,– comenta con diversión empujándome el hombro.

  Bufo. –Eres la carnada para obtener algo que quiero, por supuesto que me interesas.

  –Algún día lo admitirás.– No quiero contestar porque la realidad es que me preocupé más de lo que debería y no sólo por un tema público, me daba miedo que algo le hubiera pasado en realidad.

  –Es un lugar increíble,– digo mirando a mí alrededor. La mayoría de los invitados están concentrados en el edificio detrás de nosotros dejando la playa para un grupo reunido a lo lejos que parece estar a punto de irse y nosotros. El hecho de que sea una zona de playa privada propiedad del hotel lo hace mucho más íntimo. –Ha pasado mucho tiempo desde que vine a esta parte de la ciudad.

  La última vez fue en la fiesta de graduación de la universidad de la que me fui temprano porque alguien vomitó encima de mí y arruinó el vestido que me costó más de lo que hubiera querido pagar.

  –Cuando era niño solía amar el mar,– dice. –Íbamos cada fin de semana con mi familia a ver los barcos mercantiles salir del puerto. Una vez tuvimos la suerte de ver un crucero a lo lejos.

  –¿No lo disfrutas ahora?

  Niega con duda. –No de la misma forma,– responde pero se contradice de inmediato, –es decir, lo hago, pero me gustaría volver a verlo a través de los ojos de un niño,– confiesa. –Los adultos arruinan todo.

  Los adultos arruinan todo. Eso es tan cierto.

  –Siempre amé el campo,– revelo. –Las tierras verdes, los animales de granja, ver las estrellas por la noche. Prefería eso a un día en la playa.

  –¿No te gusta la playa?

  Muerdo mi labio antes de contestar. –Me gusta, pero no puedo evitar pensar en que un día una ola vendrá a llevarme y estaré flotando en el medio del océano por mí misma.– Me estremezco de solo pensarlo. –Es uno de mis grandes temores, especialmente porque no sé nadar.

  Eso parece sorprenderlo mucho. –¿No sabes nadar?

  Muevo mi cabeza en negación. –No, tampoco sentí la necesidad de aprender.– Es decir, nunca viví cerca de algún pozo lleno de agua.

  Considera mis palabras. –Pero, ¿qué tal si un día necesitas salvarte de hundirte?

  –Es por eso que no iría sola.– Le guiño un ojo y me reprendo luego por hacerlo. Yo no hago eso, me parece estúpido pero él me tiene haciendo cosas estúpidas. Y hablando de cosas estúpidas. –¿Qué haces?– Pregunto cuando empieza a quitarse los zapatos, seguido por los calcetines y la camisa que lleva.

  Miro hacia todas partes alarmada. Esto no es bueno. Me levanto deprisa y tomo su camisa con la intención de cubrirlo.

  –Voy a nadar,– responde como si fuese la cosa más obvia.

  –¿Ahora?

  Que pregunta tonta. Por supuesto que ahora.

  –Si, es de noche, estamos solos.– Empieza a desabrochar su cinturón. –No veo el por qué no.– Hace una mueca juguetona con sus brillantes ojos verdes. –Y tu deberías venir conmigo.

  –Ni pensarlo,– respondo al instante.

  Teo queda en ropa interior. Calvin Klein como era de esperarse y como si mi vida dependiera de ello mantengo mis ojos en su cara. Claro que no es muy difícil porque mi atención va de su rostro a nuestros alrededores.

  Hay periodistas cerca, ¿acaso no tiene en cuenta eso? ¿Qué dirían si lo vieran en este preciso momento?

  –Dijiste que nunca irías al mar sola,– repite mis palabras, –no lo estás, vamos.

  Me tiende una mano pero la rechazo.

  –No voy a meterme ahí, ¡¿quién sabe qué animales hay en esas profundidades?!– El chico ríe ante mi exabrupto.

  –Es un lugar seguro,– me asegura caminando hacia la orilla.

  Como si fuese su guardaespaldas, lo sigo con su ropa en mis manos dejando atrás sus zapatos.

  –Se ve peligroso,– insisto.

  –¿Puedes taclear a un tipo enorme pero le temes al agua?– Hace referencia a hace unos días cuando un molesto idiota no dejaba de acosarme con lo que según él eran palabras de alago hacia mí mientras esperaba a Teo de una reunión con Charles. No lo soporté y prácticamente lo callé con una de las maniobras que me enseñó mi padre para defenderme en caso de que algo me pasara al venir sola a la universidad. Fue una gran idea porque el tipo no se lo esperaba y eso me hizo más fácil la tarea de dejarlo de cara al suelo.

  Teo salió unos momentos más tardes y se encontró con la divertida escena que para él no resultó tan divertida cuando se enteró de la verdadera razón de mi impulso.

  –¡Eso fue diferente! Hago cosas raras cuando estoy muy enojada,– alego.

  –Como Hulk,– responde volteando hacia mí para darme una última sonrisa antes de saltar al agua. 

  Lo observo embobada mientras flexiona sus músculos al tomar agua entre sus manos y lanzarla directo a su cabello. Su torso está al descubierto porque aun continua en la parte un tanto cerca a la orilla. Pero empiezo a preocuparme cuando empieza a caminar hacia una parte más profunda.

  –No hay nada que temer,– dice invitándome una vez más a acompañarlo, –es…– Y Teo se hunde.

  Se hunde de una vez, como si hubiera caído o sido jalado.

  –¿Teo?– Miro con atención hacia la dirección donde se encontraba. –Teo basta, no seas estúpido, ¡sal de ahí!– Intento mantenerme en control pero no puedo evitar escuchar algo de pánico en mi voz.

  Un par de segundos más tarde sale a la superficie pero para nada en calma. Está intentando flotar, lo que parece costarle mucho. –¡Algo me agarró de la pierna!– Exclama y maldigo en voz baja cuando el agua vuelve a taparlo.

  –¿Qué?– El autocontrol se esfuma y arrojo su ropa hacia un lado. –¡Te lo dije! Maldición.– Comienzo a respirar rápido. –¡Pégale una patada!– Grito pero no creo que pueda escucharme porque aún sigue bajo el agua. Giro para buscar a alguien cerca que pueda ayudarme pero el hotel está lejos de nosotros y la playa ahora está vacía. –¡Aaah!– Me quejo con frustración. –¡Te odio!– Clamo antes de correr hacia el agua. Está mucho más fría de lo que pensé y mis jeans no hacen la tarea más sencilla. –¿Dónde estás?– Golpeo la superficie del agua con mis palmas mientras me sigo adentrando al mar. 

  Cuando el agua cubre poco más arriba de mi pecho siento algo tomando mi cintura y suelto un grito de horror. –¡Aahhh!

  –Te tengo,– dice Teo emergiendo con una sonrisa.

  De no ser porque estoy aterrorizada y temo que mi corazón explote le daría la cachetada de su vida.

  –¡¿Qué pretendías?!– Exclamo furiosa.

  –Afirmar la teoría de que eres mi salvadora,– susurra.  

  Empujo su pecho. –¡Eres un idiota!– Pero  vuelvo a acercarlo para rodearlo con mis brazos. –No me sueltes,– suplico en el momento en que ya no siento suelo bajo de mí.

  –No lo haré.– Sus manos se aferran a mí, cumpliendo su promesa a la perfección.

  –Si muero te asecharé por toda tu existencia y no voy a ser un fantasma amigable.– Nuestros rostros ya pasaron la barrera de cercanía. Esto es mucho más personal. 

  –No preferiría que fuese de otra forma.– Su voz suena más profunda cuando habla en voz baja y eso provoca escalofríos por todo mi cuerpo. 

  Aclaro la garganta volteando hacia la arena. –Ya quiero salir.–

  –Yo no,– responde con una sonrisa. –Puedes ir sola.– Quiere apartarse sin embargo sus manos no me sueltan en ningún momento.

  –Ayúdame.– Vuelvo a atraerlo hacia mí. –!Ahh!– me remuevo, –algo tocó mi pie, hay algo ahí,– lloriqueo provocando que Teo suelte una carcajada.

  –Son las algas,– dice antes de ponerse serio. –Pero bien podría ser una serpiente de mar, de esas que se te retuercen alrededor de tu cuerpo hasta que te arrancan una parte.

  Mi rostro se contrae del terror. –Ya basta,– ruego bajando la voz.

  –Estoy bromeando.– Con suavidad, barre con sus dedos unos cabellos sueltos que caen sobre mi frente. 

  De inmediato, ese sueño se apodera de mi mente y no puedo evitar bajar mi mirada hacia sus labios. No ayuda nada que prácticamente nuestros pechos estén pegados, o el que se vea increíble con el cabello mojado, o el ambiente romántico de la luna reflejada en el agua. 

  Teo debe estar pensando lo mismo que yo porque se acerca aún más –como si eso fuera posible, hasta el punto en el que nuestras narices se tocan. Su aliento se mezcla con el mío y el tiempo se detiene en el momento en que su boca toca la mía. Tengo que comprobar un par de veces que no se trata de otra ensoñación y probablemente me encuentre desmayada en algún lado. Pero no, es tan real como la corriente eléctrica que siento recorriendo cada uno de mis huesos. 

  El beso comienza a tomar calor cuando entierro mis dedos en su cabello y él coloca una mano en mi nuca mientras que la otra sostiene mi cintura con fuerza. Sus labios se separan, profundizando el beso y eso provoca que me sienta completamente mareada. Suena a un gran cliché pero la sensación de todo a nuestro alrededor desvaneciéndose cobra vida con cada segundo que pasa.

  Muerdo su labio inferior y eso parece volverlo loco. No sé cuánto tiempo estamos así, en nuestra burbuja  de mar, pero fue lo suficiente como para drenarnos por completo de aire. La necesidad de respirar aparece y nos separamos sólo un poco aun con nuestras narices pegadas. 

  No voy a negar que Teo sabe lo que hace. Lo sabe muy bien.

  Sus pestañas suben y bajan parpadeando varias veces, con sus ojos barriendo mi rostro lentamente. –Realmente espero que no me golpees por eso porque quiero con desesperación hacerlo de nuevo,– ese susurro penetra en lo más profundo de mi ser y esta vez soy yo quien da el primer paso. Lo atraigo hacia mí y vuelvo a besarlo, con lentitud y una fuerza incapaz de ser controlada.

  Después de lo que se sintió como una eternidad, Teo nada conmigo hacia la orilla. Sin soltar mi mano.

  –Ven,– dice ayudándome a salir. –Debiste quitarte la ropa antes de entrar,– sonríe colocándose su ropa con rapidez.

  –Eso no es importante cuando supuestamente ibas a morir frente a mí,– acuso.  

  –Quédate aquí.– Me hace una seña con su mano antes de correr hacia el balneario junto al hotel.

  Cerca de diez minutos más tarde aparece trotando con algunas prendas en su mano. 

  –¿Qué es esto?– Pregunto cuando me tiende una sudadera rosa con el logo del hotel y unos pantalones de chándal negros. Puedo ver que él ya se encuentra vestido con un conjunto igual al mío y no puedo evitar pensar en esos conjuntos que suelen usar las parejas.

  –Lo único que pude encontrar,– contesta, –cámbiate o te enfermarás.– Se coloca de frente hacia el hotel, actuando como una barrera para darme un poco de privacidad. –No voy a mirar.

  –Más te vale,– murmuro escuchando una risita.

  Me quito la ropa mojada a gran velocidad y me visto de igual forma. –Listo.

  Teo me observa de pies a cabeza y asiente con satisfacción. –Es hora de irnos. Harry debe estar como loco ahora que no puede contactarme.

  –Debiste cargar tu teléfono,– reprocho cuando empezamos a caminar hacia su auto.

  –Tal vez lo hice a propósito.

  Llego a casa intentando no ser ruidosa, Nora debe estar durmiendo y si se despierta en medio de su sueño profundo se convierte en un monstruo. Dejo mis zapatos con cuidado en el suelo sin darme cuenta que he adoptado la manía de Teo al no andar con zapatos por la casa. Aunque debo darle crédito, los pisos lucen un poco más limpios ahora.

  Paso por la cocina pero me detengo apenas se abre la puerta de mi compañera. Pero en lugar de ser ella quien me recibe, Harry sale sólo con su ropa interior y una gran sonrisa que se borra apenas me ve.

  –Ok,– digo arrastrando la palabra. 

  –Callen,– murmura Harry completamente pasmado. Va a ser muy interesante verlo por la mañana cuando todas las fichas caigan en su lugar.

  La puerta se abre de nuevo y esta vez aparece Nora, igualmente en paños menores. –¿Callen? ¿Acabas de llegar?– Le da un rápido vistazo a Harry y veo como sus mejillas se tiñen de rosa.

  Nora no es de las que se avergüenzan pero la situación en si debe causarle incomodidad.

  Ha estado furiosa por lo de Patrick y supongo Harry pasaba casualmente por aquí. Tal vez necesitaba una distracción.

  Aunque me siento mal por llamar a Harry una distracción cuando en realidad es una gran persona, al menos basándome en lo poco que lo conozco.

  –Así parece, amm…– dudo sobre qué hacer a continuación así que me dedico a jugar con el llavero que cuelga de mi bolso.

  –Dijiste que volverías tarde,– dice mi amiga.

  Asiento apretando los labios y miro el reloj colgando de la pared. –Son casi las 2 am. Técnicamente ya es tarde.– Bien, veo que debo ser quien termine con el asunto. –Vamos a pretender que no vi nada y me iré a duchar, luego iré a mi cuarto, me pondré los audífonos y dormiré escuchando el sonido de la lluvia en un volumen alto.– Sin mirarlos, paso en medio de ellos y abro la puerta de mi cuarto. –Buenas noches.–

  Daisy me llamó a su oficina apenas llegué esta mañana y ahora me encuentro sentada frente a ella, suponiendo cualquier tipo de escenario que pueda existir. ¿Pasó algo? ¿Otro problema? ¿No voy a ir a Nueva York?

  Se ve seria por lo que puedo imaginarme cualquier cosa. Problemas de quienes lo sobre pensamos todo.

  Teclea unas cuantas palabras en su computadora para enfocar su atención en mí lo que pareció casi cinco minutos más tarde desde que entré a la oficina. Suspira echándose hacia atrás en su silla. –¿Algo que quieras decirme?

  Pienso con cuidado entre las miles de cosas a las que puede referirse y elijo la más estúpida de ellas. –¿La cafetera debería ser reemplazada?

  Su rostro sigue serio, de la misma forma en la que la encontré apenas la vi esta mañana. –No estoy bromeando.–

  –Yo tampoco,– aseguro, –esa cosa anda a golpes.

  Suelta aire por sus fosas nasales, como un toro apunto de correr hacia uno de esos toreros, y gira su laptop hacia mí desplegándose una serie de fotos en la pantalla.

  –¿Qué carajo?– Susurro viendo las imágenes de Teo y de mí en el agua, encerrados en nuestra propia burbuja mientras nos besamos.

  Sabía que algo así podría pasar, debí haberlo detenido y llevarlo lejos en lugar de seguirle el juego pero anoche estuve tan cargada de distintas emociones que no pude pensar con claridad.

  –Está en todas partes,– me advierte. 

  ¿Será así siempre? Pienso imaginándome lo que sería salir realmente con Teo.

–Fue una situación desafortunada,– atino a decir. Aclaro la garganta y continúo, –Teo fue a nadar y le agarró un calambre, fui a ayudarlo.–

  Si Callen, ayudarlo con tus labios. Idiota.

  –No parece estar sufriendo un calambre.– Me siento tan avergonzada en este momento. Mi comportamiento no es para nada profesional y no puedo creer que esté discutiendo este tema con mi jefa.

  –Lo estaba,– declaro intentando sonar convincente, –antes.

  Gira la computadora de nuevo hacia ella, observando la pantalla en silencio por un instante. –Veo  que se hicieron muy cercanos, hasta podría decir que ya no están actuando.–

  –Daisy…

  Levanta una mano para cortarme. –Sólo espero que esto no desvíe nuestro cometido.– Sé hacia donde se dirige. –Lo profesional y lo personal no siempre van de la mano en perfecto composé.–

  –Lo sé,– respondo sin dudar.

  Toma una corta respiración y por primera vez desde que crucé esa puerta, su rostro se ablanda. –Puedes relajarte, no estoy enojada,– me dice pero mi postura continua rígida sin saber cómo reaccionar. –Harry me pasó las últimas estadísticas.– Toma una carpeta a un lado del escritorio y la ojea. –En redes sociales su nombre ha estado muy presente los últimos días, entre los más buscados,– lee. –Muchos de los artículos aun piensan que es una movida de prensa.–

  –Porque lo es,– murmuro.

  –Pero la parte de las personas que defiende su nueva personalidad está creciendo, es bueno.– Deja las hojas y levanta su mirada hacia mí. –A los patrocinadores les gusta la atención que está recibiendo, tanto que la mercancía a su nombre ha aumentado en ventas.– Mis ojos atrapan un pajarito volando cerca de su gran ventanal. Un chasquido me saca de la ensoñación. –¿Estás bien?

  –Sí, lo siento. He estado algo dispersa últimamente.

  Tal vez sea el hecho de que aún hay personas hablando de mí en internet y no quiero pensar en lo que se habrá dicho en las últimas horas desde que esas fotos vieron la luz. Durante los últimos días seguí el consejo de Teo y no leí nada en las redes sociales ni me atreví a abrir alguna noticia que me incluya.

  Supongo que se puede decir que no quiero enterarme de nada.

  –Enfócate, el tiempo casi termina, has hecho un buen trabajo, luego todo dependerá de él. Incluso Harry me dijo que ve un cambio favorable en Teo, eres una buena influencia, sabía que te había elegido bien.– Cierto, el plazo de dos meses ya casi termina. Por un segundo lo olvidé y ahora no sé cómo sentirme al respecto con todo eso. –¿Cómo fue todo en Francia?– Indaga con curiosidad, como si se tratara de una charla entre amigas.

  –Su familia es muy buena, fue lindo un cambio de aire y descubrí mucho sobre él.– Y vaya que me divertí, tanto que me gustaría volver de paseo en algún momento. Tal vez no específicamente a esa casa pero si a la zona.

  –Veo que Teo no es el único que ha cambiado.– Sonríe con astucia. –Tienes la misma mirada que yo cuando estaba por casarme por segunda vez.

  Realmente no sé cómo responder a ese comentario. 

  –¿Eso es bueno?– Pregunto insegura.

  Asiente. –Lo era,– continua sonriendo hasta que su rostro cae de repente y una expresión gélida aparece, –hasta que el maldito decidió irse con una chica veinte años menor.–

  Abro la boca un par de veces. –Lo siento.–

  Desestima mi contestación moviendo su mano frente a ella. –Yo no, ese hombre fue una pérdida de tiempo. Me alegra no tenerlo a mi lado.– Su atención se dirige a otra parte. –Puedes irte.

Capítulo 15

  La música de  Nicky Minaj suena fuerte y las personas de apoco van llegando mientras toman asiento en las sillas que cuidadosamente ayudé a ubicar más temprano. Desde mi lugar, detrás de unas grandes cortinas que separan la pasarela del detrás de escena, observo que todo esté en orden cuando en realidad lo único que hago es distraer a mi mente de los nervios que estoy sintiendo en este momento.

  –¿Tú también sientes que vas a vomitar?– La voz de Nora detrás de mí hace que voltee mi cabeza ligeramente. La chica se acerca y se coloca junto a mí para mirar hacia afuera al igual que yo.

  –Me alegra no ser la única,– confieso pero puedo ver en su rostro que en realidad puede que vomite en cualquier momento así que decido tranquilizarla con palabras de ánimo. –Estoy muy orgullosa de ti,– hablo mientras coloco mis manos sobre sus hombros desnudos porque su vestido sólo lleva unos finos tirantes. –Esta es tu noche así que olvídate de todo y sólo disfrútala, te lo mereces.

  Asiente vagamente pero sonríe un poco. –Te vez hermosa en mi vestido.

  Cuando vi mi look frente al espejo hace como media hora puedo decir que me sentí muy bien con lo estaba frente a mí. 

Suspiro por lo bajo. –Habiendo tantas otras personas, ¿por qué yo?– Inquiero nuevamente y señalo hacia el otro lado de las cortinas. –Me hubiera visto mejor desde allí, tomando cientos de fotos.

  Nora sonríe, esta vez mostrando sus dientes. –Porque eres hermosa, y fuerte…Y porque estoy desesperada. Ya estoy lo suficientemente nerviosa con todo esto.

  –Bien,– muevo mis manos para calmar el ambiente, –supongo que es un desafío para ambas así que intentemos dar lo mejor.

  La chica asiente en afirmación. –Gracias por hacer esto por mí, sé lo mucho que te desagrada.–

  Mi boca se tuerce en una mueca. –Sólo ruega que no me tropiece con estos zapatos.–

  –Lo harás genial,– me anima. –¿Estás lista?

  Bufo. –Lo suficiente. Ese shot de tequila ayudó.

  –Lo sé.

Hago un sonido con mi garganta. –¿Vamos a hablar de ti y Harry?– Ese cambio de tema repentino logra que su sonrisa se esfume en un instante.

  –No hay nada que hablar,– dice entre dientes desviando la mirada. 

Entrecierro mis ojos. –¿Vas a decir que fue sólo una noche y ya?

  Chasquea su lengua. –Eso es exactamente lo que voy a decir,– toma una larga respiración. –No me hace sentir bien, no pasó mucho desde que terminé con Patrick y no quiero que piense que sólo lo hice por despechada,– admite.

  –¿No volvieron a hablar?– Mi amiga niega de inmediato.

  –No, ambos huimos cuando nos vemos.

  Escondo una sonrisa. –Eso es muy inmaduro.

  Suspira con fuerza de una manera frustrante. –No sé qué decir, cuando lo tengo cerca mi juicio se nubla,– confiesa exasperada.

  Le doy una larga mirada y largo un jadeo una vez que todo cae en su lugar. –¡De verdad te gusta!–

  –Estoy ocupada en este momento, no me distraigas,– advierte mirando hacia sus modelos.

  –No lo negaste,– sonrío con discreción.

  Minutos más tarde el desfile da inicio y con ello el torbellino en mi estómago se hace aún más fuerte. Claro que el ser la última en aparecer no ayuda en nada porque la ansiedad de ver a todas dando su función sólo crea más expectativa en mí y con ello más sudor.

  Necesito un ventilador en este momento. Y hielo para morder.

  Nora maneja a las modelos con total autoría y profesionalismo, como si lo hubiese hecho toda su vida. Controla que todo esté en orden unos segundos antes de que salgan y al darles la señal, cada chica coloca su mejor expresión de modelo y salen a brillar.

  Ese no es mi caso, yo no tengo una cara de modelo. ¿Qué se supone que haga? ¿Ponerme seria y contener el aliento? ¿Sonreír al final de la pasarela para que no crean que soy una completa perra o dar una vuelta completa para hacer lucir el vestido aún más?

  Nora finalmente mi mira y me hace una seña con su mano para decirme que es mi turno.

  Estoy perdida. 

  –Esto fue una mala idea,– murmuro con desesperación cuando estoy cerca de la salida.

  –Espalda recta, brazos sueltos y relaja la cara como cuando te toman la fotografía para tu credencial,– lista con rapidez y yo hago lo mejor que puedo para seguirle el paso. –Respiración profunda,– ordena y obedezco. –Y….¡Estas afuera!– Exclama sobre la música a la vez que me da un empujón hacia adelante.

  Cuando estoy en el reflector –literalmente– me estremezco unos segundos, paralizada en mi posición, hasta que respiro nuevamente y empiezo a caminar. Mis pasos se acoplan al ritmo de Cruel Summer de Taylor Swift y me siento una con la pasarela. Al menos me repito eso una y otra vez como una mantra.

  Dios, amo esta canción. Tengo pánico de mirar hacia el público pero como si fuese algo magnético, mis ojos se quedan en un sitio en especial, exactamente donde Teo se encuentra sonriéndome mientras toma unas cuantas fotografías y me alienta con aplausos al igual que los demás lo han hecho durante todo el desfile. Cuando llego a la parte final, coloco una mano en mi cintura intentando posar como esas modelos que vi una vez en la imagen de una revista de Nora. Me decido a dar un último giro, logrando que el vestido flote en el aire, y camino de regreso manteniendo mis nervios bajos y mi postura derecha.

  No puedo creer que acabo de hacerlo.  

  Hacia el final del desfile, Nora aparece para recibir todo el crédito de este evento y veo a Reggy, una de las modelos más jóvenes, aparecer con un gran ramo de flores para entregarle. Todas damos una última pasada en grupo y el show se cierra con más aplausos, música y una Callen que necesita un asiento.

  –¡Callen!– Grita Nora abrazándome, ¡eso fue hermoso, lo hiciste tan bien!

  –Siento que mi corazón va a explotar,– confieso. 

  –Lo hiciste estupendo,– repite dando saltitos.

  –Este va a ser el primero de muchos,– le aseguro. –¡Todos amaron tus vestidos!– Unos segundos más de gritos de felicidad y elogios, finalmente respiro una vez más sintiendo mi garganta seca por completo. –Voy a tomar un poco de agua.

  –Teo estuvo aquí,– dice Nora encontrándome un tiempo más tarde en la mesa donde se guardan varias botellas con agua.

  Asiento tomando un largo trago. –Lo sé, lo vi desde el escenario.

  –Tuve que correr,– habla, –lo reconocieron y empezaron un juntarse afuera.– Eso basta para ponerme en alerta.

  –¿Está todo bien?

  Levanta las manos para calmarme. –Tranquila, Harry y su seguridad fueron más rápidos, está fuera de vista pero ya son noticia de nuevo.

  –Esto nunca termina,– murmuro.

  –¿No te parece un lindo gesto?– Pregunta con una mirada pícara en su rostro. –El que haya venido a verte.

  –No vino a verme,– evito mirar a sus ojos, –vino a ver el desfile, apoyar tus diseños.

  Resopla con falsa gracia. –Ese chico estuvo en su teléfono hasta que apareciste, lo tomo como una ofensa pero como tu amiga voy a pasarlo por alto, por esta vez.

  Nora es llamada hacia un lado para recibir más saludos y me apresuro en tomar mi teléfono. Hay un mensaje de Teo en la pantalla.

  –¿Debería presumir que mi novia ahora es una modelo?

  Sonrío sintiendo como la palabra novia adquiere un nuevo significado luego del beso que compartimos. ¿Lo habrá pensado antes de añadirla en el mensaje?

  –Creí que estabas con tu equipo.– Tipeo una respuesta rápida.

  –Estaba. Pero tenía alguien a quien alentar primero.

  Sin aviso, mi corazón empieza a latir con locura y mi sonrisa se hace aún más grande.

  –¿Qué se sintió estar del otro lado?

  –Bastante divertido,– responde. –Te veías feliz.

  Recuerdo el momento en que caminaba bajo la atenta mirada de todos y un escalofrío me recorre. –No estaba feliz, estaba nerviosa.

  –A mi parecer, vi el momento exacto en el que lo disfrutaste.

  –Se llama fingir confianza ;)

  Esta vez su respuesta demora un poco y por un segundo creí que ya no contestaría hasta que mi pantalla vuelve a encenderse. Las dos palabras que se muestran provocan que mariposas hagan estragos en mí interior. 

  –Lucías hermosa.

  No sé cómo responder a eso. Nunca fui buena aceptando cumplidos y si los recibo me quedo mirando a la nada, asintiendo como tonta sin saber cómo reaccionar. Escribo y borro, escribo y borro unas cuantas veces.

  –Es el vestido.

  Escribiendo…

  –No lo creo.

  Al llegar a casa me debato entre ir a su lugar pero luego me pregunto por qué iría, digo no es que tenga algo para decirle con urgencia, o una excusa para evitar un momento embarazoso. ¿Podría pasar a saludar? ¿Preguntarle si le gustó mi vestido o el evento en general? ¿Suena muy soso?

  Luego de sobre pensarlo unos buenos minutos decido ir a mi apartamento dando por terminada la noche. Me saco los zapatos y masajeo mis pies un momento intentando que la sensación molesta de los tacones se vaya pero algo detiene mi accionar. Miro hacia el otro lado de la ventana, específicamente a la de Teo descubriendo algo en ella. Camino hacia el otro lado del cuarto para despejar la cortina y me encuentro con un papel pegado en el vidrio del edificio de en frente, un papel que dice: 

  Estoy orgulloso de ti

El lugar está atestado de personas, esta es la penúltima carrera que se realizará aquí antes de continuar con el calendario en Mónaco. Harry dijo que si Teo gana las siguientes dos carreras quedará en primer posición con cinco puntos de ventaja contra Keane. Ahora veo el por qué ese idiota ha estado tan centrado en que a Teo le vaya mal, no sólo opacando su figura pública, también ha estado hablando de él donde sea que va degradando su persona en algunas ocasiones o provocándolo para sacar provecho de la situación.

  Según sé, su rivalidad viene de hace años y ninguno deja pasar una oportunidad de ponerse delante del otro. 

  Mis dedos hormiguean y estoy más nerviosa de lo normal. Tal vez sea debido al increíble acercamiento entre Teo y yo y el hecho de que nuestra relación se ha calentado aún más.

  –Callen, aquí están nuestros lugares.– Nora me hace señas con la mano avistando las sillas reservadas con nuestros nombres. ¿Qué tan genial suena eso? –¿Tu padre no viene?

  Niego tomando asiento.

  –Está solucionando unas cosas en la granja, no pudo cancelar así que vendrá a la última carrera. De igual forma tomaré algunos videos para él.

  Papá ha estado muy ocupado con el pequeño negocio de proporcionar materia prima a los productores de jaleas de la zona que mamá había iniciado hace ya un tiempo. En el último tiempo la lista de clientes fijos ha crecido un 20% lo cual es bueno teniendo en cuenta que los números anteriores ya estaban bien. A veces me siento realmente mal al no poder ayudarlo con el mantenimiento de la propiedad y este trabajo extra y él lo sabe, es por eso que he estado insistiendo tanto en conseguirle ayuda. No se está haciendo joven y la labor se hace cada vez más pesada.

  No pasan ni cinco minutos cuando veo a Max acercándose a nosotras.

  –Teo quiere verte,– dice encendiendo todas mis alarmas. Tal vez sea por su ceño fruncido o el hecho de que está agitado como si hubiera corrido hasta aquí y se tratara de una emergencia.

  –¿A mí? ¿Pasó algo?– Me levanto de mi asiento tan rápido que cas trastabillo.

  Menea la cabeza en negación. –No, sólo ven.– Señala el camino y toma la delantera. Le hago una seña a Nora diciéndole que regresaré en un momento.

  Nos dirigimos hacia el lado contrario de las pistas, específicamente el subsuelo donde se encuentran los baños y demás lugares de trabajo y preparación.

  –¿Dónde está?– Pregunto cuando nos detenemos a mitad del pasillo. –Creí que íbamos al garaje.– 

  La puerta junto a nosotros se abre y soy jalada hacia adentro por el chico que debería estar con su equipo esperando a que la acción empiece.

  –Hola.– Sus ojos se ven aún más verdes que ayer y su traje le da un toque especial a su persona. Es cierto cuando dicen que los hombres en uniforme son algo diferente. Realmente lo son. 

  –Hola,– respondo saliendo de mi ensoñación. Miro a nuestro alrededor dándome cuenta que estamos en el baño de hombres y quien entre por esa puerta se va a llevar una gran sorpresa. –Te escondes en un baño, ¿tanto miedo tienes de la carrera?

  Pasa sus manos por mi cintura y me empuja lentamente hacia atrás apresándome contra el borde del lavabo. 

  –Es mi forma de concentrarme,– murmura.

  –¿Orinando?

  Suelta una risa profunda y masculina. –Escapando del ruido,– corrige.

  Nos quedamos en silencio por unos segundos y paso una mano por su cabello, revolviéndolo un poco.

  –Vas a ganar,– aseguro, –ya lo has probado antes. Incluso me hiciste creer que realmente puedes correr,– bromeo para calmar a mi corazón exaltado.  

  –Debo tener todo el crédito por eso.

  Sonrío asintiendo. –Por supuesto,– suelto un pequeño suspiro. –Charles se enojará si no te ve.

  Hace un sonido con su garganta como un niño que es obligado a hacer algo que no quiere. –No me importa.

  –Se supone que estoy corrigiendo tu rebeldía, ¿en qué lugar me deja todo eso?

  Mira hacia arriba y suelta una larga respiración antes de volver a mirarme. –Luego de la última carrera tendré unos días libres,– comenta. –Ven conmigo a Mónaco. Antes de que te vayas.

  Como si me mostrara dos caras de una moneda, no sé muy bien cómo reaccionar a esto. Por un lado me está pidiendo que lo acompañe a un lugar increíble como lo es el bello Mónaco y por el otro mi mente acaba de recordar lo que pasará a finales de este mes. Aún tengo poco más de una semana para preparar mis maletas pero todo es diferente ahora. 

  No solo debo despedirme de este lugar, sino también de Teo. 

  Su trabajo no se establece en un lugar en concreto, requiere tantos viajes y tiempo como se es posible mientras yo estaré en otro continente tratando de adaptarme a una nueva vida.

  Todo eso cae sobre mí como un balde de agua helada pero pretendo no pensar en eso ahora.

  –Daisy me lapidará si lo hago.– En parte es cierto, no es momento para tomarme unas vacaciones.

  –Entonces escapemos.– Su agarre se vuelve más fuerte acercándome aún más hacia él. Su perfume se funde con el aire de mi burbuja personal y no puedo dejar de olfatearlo con disimulo. Es de esos perfumes que usan los hombres y que de alguna forma resulta más que embriagador y adictivo. –Que ese sea mi último acto de rebeldía.–

  Por primera vez en mucho tiempo quiero hacer algo completamente espontáneo y decirle que sí sin pensar en nadie más que en nosotros y esa escapada. Por supuesto eso no pasa porque en ese momento escuchamos un anuncio por los parlantes anunciando el inicio de la carrera en poco tiempo.

  –Debes irte.

  Teo besa mi frente y pega la suya contra la mía. –¿Me esperarás a la salida?

  Sonrío como una adolescente hablando con el chico que siempre quiso y que finalmente le presta atención ahora. –Como si tuviera otro lugar donde estar.– El chico sonríe y tomo su rostro para depositar un suave beso en sus labios. –Buena suerte.

  Ese gesto lo sorprende apenas pero reclama otro más, esta vez tomándose un poco más de tiempo. –Te veo luego.

  La carrera es intensa, tanto que no puse sentarme en las casi dos horas que van de la competición y no queda mucho para que termine. Miro la pantalla, vuelta cincuenta y ocho. Quedan unas veinte más para que todo termine o al menos eso entendí. Debería pedirle un manual a Teo una vez que todo esto termine ya que en el poco tiempo que he estado aquí siento cierto interés con cada minuto que pasa.

  Teo está tercero, su posición ha variado en todo lo que llevamos aquí pero nunca descendió más que del tercer lugar. Howard parece más despierto que la última vez, tal vez sea porque ha alegado en las entrevistas más recientes haber trabajado en una nueva técnica con su jefe de equipo. Temo saber a qué técnica se refiere.

  En estas casi dos horas Teo no se ha detenido ni una vez en los boxes salvo por las reducciones reglamentarias de velocidad que se requieren –cinco y diez segundos según corresponda. Fuera de eso, no se detuvo a realizar uno que otro chequeo. Una vez me dijo que trataba de evitarlo a menos que sea muy necesario porque pierde tiempo valioso. Le recalqué que es necesario al menos recurrir una vez sólo por precaución pero obviamente no me está haciendo caso.   

  Un mal presentimiento cruza mi mente cuando veo como el auto de Teo empieza a bajar la velocidad. Algo anda mal.

  Tomo mi teléfono y le marco a Max aunque las posibilidades de que me responda sean nulas. Sin embargo, al cuarto timbre, finalmente contesta.

  –¿Qué está pasando?– Pregunto sobre el ruido a nuestro alrededor.

  –Su auto está fuera de control,– suena agitado. –Teo, ¡¿qué demonios?!– Escucho a Charles al fondo. –No estoy haciendo nada, ¿por qué dices eso?

  Eso logra disparar mis nervios aún más.

  –¡¿Qué pasa?!– Exclamo sintiendo mi garganta seca.

  Hay un sonido al otro lado de la línea y luego Max contesta. –El auto no está respondiendo a sus comandos,– explica. –La caja de cambios debe estar averiada.

  –¿Por qué no se detuvo en los boxes?– Pregunto pensando en voz alta. –Podrían haber visto algo.

  –¡Porque quiere ganar a toda costa!– Contesta como si fuese obvio. Y lo es. Cuando Teo se propone algo no va a parar hasta conseguirlo y me dijo que iba a ganar. 

  –¡Deténganlo!– Ordeno como si eso fuese posible. La línea se corta y debo aferrarme de la baranda metálica frente a mí hasta que mis nudillos se ponen blancos. –Maldición,– murmuro por lo bajo.

–Esto es muy peligroso,– dice Nora quien mira hacia la pista con preocupación. 

  Guidaud está intentando sacar a Keane de la pista. ¿Lo está haciendo a propósito?

  Keane estaba en una mejor posición y es una maniobra bastante evidente. Parece que está buscando una penalización clara. ¡Van a sacarle una bandera negra!

  Los relatores no hacen que la situación sea más fácil. Lo único que quiero es que alguien rompa los parlantes o les quiten esos micrófonos.

  –Callen, ¿dónde vas?– Pregunta mi amiga pero no llego a responderle porque ya estoy lejos de su vista.

  Corro directo a las escaleras que llevan hacia las cabinas donde se encuentran los equipos de casa corredor con mis manos sudando y mi cabeza corriendo a toda velocidad –convenientemente.

  No llego más allá de los hombres de seguridad quienes me detienen recordándome que no puedo ingresar a ese lugar. Pero veo a William, uno de los mecánicos de Teo y le hago una seña para que me ayude. Apenas da la aprobación, corro a la cabina y me encuentro con un panorama de ansiedad e incertidumbre.

  Los hombres del micrófono continúan expresando sus opiniones pero el relator no llega a decir más porque un fuerte estruendo acompañado por la imagen de ambos autos chocando se hace presente. Keane logró evitar un gran daño en el momento justo pero el auto de Teo es la gran preocupación. Desde mi lugar llego a ver como su vehículo se eleva a una distancia considerable y luego aterriza con tanta fuerza que pienso lo peor de inmediato.

  Los presentes están tan conmocionados como yo. Nadie a mí alrededor dice una palabra o tal vez sea que la situación no solo está nublando mi vista sino también mis otros sentidos como la audición. Como si se tratara de una película en cámara lenta, el humo empieza a emanar del vehículo al mismo tiempo en que el equipo de emergencia se dirige al lugar lo más rápido que puede. Siento que alguien me toma del brazo y caigo en cuenta que estoy luchando por correr hacia Teo.

  No puedo articular palabras porque estoy demasiado preocupada. Lo único que puedo oír con claridad son mis pedidos internos rogando que se encuentre bien. 

  Un grupo de personas se llevan a Keane mientras que el otro lucha por sacar a Teo del vehículo que se encuentra al revés y por lo que se ve, bastante destrozado.

  –Max…– Susurro sintiendo como mis ojos empiezan a arder.

  Su brazo se aferra a mi espalda tratando de darme consuelo cuando él también está tan asustado que puedo notar el temblor en su mano. –Va a estar bien, él estará bien.

  Pero no estoy tan segura. No cuando veo como el cuerpo de Teo sale completamente inmóvil siendo cargado por los paramédicos sobre una tabla. 

Capítulo 16

  Teo tuvo una contusión cerebral al igual que un brazo y un par de costillas rotas que estuvieron cerca de aplastar un pulmón pero por fortuna eso no pasó. Su rostro quedó bastante lastimado hacia un lado y en la frente debido al impacto del casco contra el volante. La seguridad reforzada que Donnie –un integrante de su equipo– se encargó de mejorar, fue lo que salvó su vida. En las cinco horas que llevamos en el hospital es lo único que nos han dicho al igual que el hecho de que no ha recuperado la consciencia desde que fue sacado del automóvil. 

  –El equipo legal de Keane va a levantar cargos contra Teo,– dice Harry colocándose a mí lado. Ambos nos apoyamos contra la pared sin saber cuánto más van a resistir mis piernas en esta posición.

  Lo miro con un gran interrogante en mi cara junto con una expresión recelosa. –¿Pueden hacer eso?

  Suelta un largo suspiro y eso no me da tranquilidad para nada. Harry suele tener todo bajo control pero el verlo inseguro es algo terrible. –Se vio claramente cómo lo empujaba fuera.

  –Fue un accidente,– recalco. Puede que la imagen haya sido confusa y todos crean que fue una maniobra desafortunada para sacar a Howard de la pista pero Teo no lo haría. No por decisión propia, es mucho más inteligente que eso.

  –No lo sabemos a ciencia cierta.– Me enderezo.

  –Él mismo dijo que su auto no respondía.

  Harry cruza sus brazos y ajusta las gafas que lleva hoy. –El equipo lo revisó antes, no había falla alguna que dé a entender que era un problema del vehículo. 

  –¿Creen que Teo lo hizo a propósito?– Acuso. 

  –Cálmate, Callen, no estoy asumiendo nada y si tengo que estar de un lado siempre va a ser del lado de Teo,– coloca sus manos en mis hombros. –Y no, no creo que lo haya hecho, al menos él no tuvo algo que ver.

  Su forma de decir eso último me hace sospechar.

  –¿Qué es lo que no me estás diciendo?– Inquiero.

  Harry mira detrás de mí y me aparta de los demás para hablar en voz baja. –El patrocinador más importante de Keane amenazaba con dejarlo si no ganaba.

  Bufo. –Eso es estúpido, tiene buenos números. Además debe haber firmado un contrato no puede dejarlo sólo así.

  Es por eso que los contratos son tan importantes. Cada cláusula debe ser leída con detenimiento y explicada las veces que deban ser necesarias. Claro que, a menos que Keane haya incumplido algún punto importante es entonces que debe rever el documento.

  –Es su padre,– dice. –Él es su mayor patrocinador. ¿Alguna vez has oído de Mikael Keane?–

  –No.

  –Es una leyenda aquí, y Howard tiene unos zapatos muy grandes para llenar.– Por eso anda siempre como si tuviera un grano en el culo. –No va a decepcionarlo.– Desvía sus ojos hacia las personas que pasan junto a nosotros. –Le conviene que Teo quede fuera.

  Al decir eso mi mente se dirige a otra posibilidad, puede que una más creíble.

  –¿Piensas que tuvo algo que ver en todo esto?

  Hunde sus hombros. –Honestamente no sé en qué pienso. Sólo quiero que se recupere.

  Yo igual.

  Al cabo de un par de horas más tarde, unas voces conocidas se escuchan por el pasillo y veo a los padres de Teo correr hacia aquí.

  –¿Dónde está?– Exclama su madre con angustia bañando su rostro alterado. –¡¿Dónde está mi hijo?!–

  –Juliet,– susurro. Eso parece llamar su atención porque se aproxima hacia mí tomándome por los hombros. 

  –Callen.– Su tono es lastimoso. –¿Dijeron algo?

  No logro decir nada. Tal vez sea porque ni yo sé muy bien qué está pasando aquí o porque los nervios me carcomen una vez más. 

  Por fortuna, Harry interviene de inmediato. –Voy a explicarle el último parte médico, Sra.– Le da una sonrisa tranquilizadora. –Vengan por aquí.– Toma el brazo de la mujer y la aparta de mí, con Antoine siguiéndolos muy de cerca.

  Teo está despierto, eso es lo que dijo el doctor anoche, pero deben realizar muchas pruebas antes de dar el visto bueno. Necesita descanso, mucho, por lo que se limitaron las visitas y por ello sus padres deben ser quienes estén con él. 

  Continúo mirando la pared blanca frente a mí como si me hiciera burla. Mi sistema nervioso se volverá loco si continúo mirándola pero no voy a quitar mis ojos. Estoy tan cansada y asustada y nerviosa que no puedo concentrarme en otra cosa por lo que estoy mirando la pared pero a la vez mi mente está llena de pensamientos que no puedo ver otra cosa.

  ¿Suena coherente? Tal vez estoy divagando. 

  Todo el equipo estaba aquí hasta hace unas horas, ahora el pasillo se encuentra abordado por Charles, Harry, los señores Guiraud, Nora y yo. Hay enfermeras y enfermeros curiosos así como doctores que pasan por aquí, supongo que los reporteros afuera les dieron la pista de que Teo Guiraud estaba aquí, tampoco era tan difícil de averiguarlo estando el gran Charles Divogh custodiando su puerta.

–Ten.– Nora me tiende uno de los vasos de café y le da otro a Harry quien le agradece con una sonrisa. –¿Sus padres aún siguen ahí?

  –Sí, supongo que se quedarán en la habitación hasta que termine el horario de visitas.– Tomo un sorbo de cafeína. –No se han ido del hospital desde que llegaron.– Eso fue ayer. Las primeras cuarenta y ocho horas siempre son importantes y no lo he visto ni una vez desde que el accidente ocurrió.

  Sólo entré  verlo una vez cuando estaba durmiendo. Han tenido un monitoreo estricto sobre él y eso es lo único que me tranquiliza.

  –Voy a intentar convencerlos de que se queden en un hotel cercano,– dice Harry. Al igual que todos, el rubio tampoco ha dormido mucho en el tiempo que estuvimos aquí. Puede que sólo lo haya hecho una media hora en su asiento y luego en pequeñas tandas, pero toda la incertidumbre que sentíamos ayer hoy es un poco menor y eso se ve reflejado en sus expresiones ahora un tanto más relajadas. –Necesitan un descanso al igual que tú,– habla dirigiéndose a mí.

  –Tiene razón,– secunda Nora. –Deberíamos irnos a casa, te darás una ducha, comes algo y vuelves,– dice tomando mi mano. –Terminarás volviéndote loca si continúas mirando esa pared.

  Recita esas palabras como si hubiera leído mi mente.

  –Estoy bien.

  Bufa. –También has dicho eso unas cientos de veces. Estoy segura que Harry te mantendrá al tanto,– le da un rápido vistazo.

  –Lo haré, lo prometo.

  La tensión entre ellos aún es palpable. No tengo idea de la historia detrás de esas miradas secretas cargadas de emociones imposibles de leer con certeza pero el esfuerzo que ambos están haciendo para dejar eso en un segundo plano es algo que se agradece demasiado. 

  –Aún no lo entiendo,– pienso en voz alta mientras caminamos los pocos metros hasta nuestro edificio.

  –¿El qué?– Inquiere Nora antes de darle un sorbo a su batido de frutas.

  –Teo no se arriesgaría a ser expulsado,– la miro. –No lo necesita, llevaba una buena ventaja.

  La chica hunde sus hombros aferrándose a mi brazo. –Yo digo que no lo hizo a propósito.

  Asiento. –Pienso lo mismo. Pero todos los demás difieren.– Abro la puerta principal para que ambas pasemos. –No sólo han estado hablando del accidente, lo han acribillado con quejas en todas partes.–

  Tuve que dejar de ver los portales de noticias y comentarios en todo internet porque algunos de ellos me daban tanta rabia que tenía ganas de tirar mi teléfono a la basura. El debate está dividido entre los que creen que fue un accidente sin precedentes y los que consideran que fue un movimiento tramposo de su parte que le jugó en contra por la entrevista que Howard dio el día anterior. En esa entrevista alegaba y cito que –Teo será un contrincante difícil como lo ha sido todo el torneo pero dará lo mejor de sí aun cuando Guiraud haría lo que fuese para ganar.

  Es como si supiera lo que iba a pasar al día siguiente y lo que dijo Harry sobre su padre siendo su principal patrocinador y lo jodido que estaba si perdía una vez más, hace crecer mis suposiciones de que Keane tiene algo que ver.

  Lo importante ahora es cómo probar eso.

  –Alguien debería ponerse el traje de detective aquí,– murmura Nora haciéndome detener antes de subir al ascensor. –¿Qué?

  Sonrío. –Siempre quise usar ese traje.

  La chica me da una mueca de complicidad. –¿Qué planeas?

  El caso de Teo se convirtió en algo mucho más grande de lo que pensé. Al parecer, alguien más pensó lo mismo que yo y eso logró que se abrieran una serie de investigaciones a cargo del oficial Trevor Burke para determinar qué fue lo que realmente pasó. 

  Teo debe pasar un par de días más en el hospital antes de asegurarse que todo está en orden para darle el alta, mientras, Nora y yo revisamos videos de la carrera en nuestros tiempos libres. Puede que no veamos algo más de lo que la policía ya vio pero no voy a dejar que lo entierren vivo entre críticas y acusaciones incorrectas.

  –Traje pizza,– canturrea Nora apenas abre la puerta. Es martes en la noche y me encuentro mirando la computadora. –¿Algo nuevo?– Pregunta dejando la caja sobre la mesa.

  –Quisiera,– respondo sin muchos ánimos.

  –Si sirve de algo, mis clientas dicen que es inocente.

  –Genial.

Vuelvo a correr el video, aun cuando lo he visto tantas veces por si se me pasa algo importante y es entonces que caigo en la cuenta de algo.

–Howard no iba cerca,– murmuro.

  –¿Cómo dices?– Inquiere Nora con curiosidad.

  –Se movió hacia Teo en el último tramo,– balbuceo. –Mira,– llamo a Nora quien corre hacia mí con una gran rebanada de pizza en una mano. El olor a queso va a quedarse impregnado en mi ropa si se acerca un poco más. –El auto ya estaba desestabilizado, ¿por qué se movería hasta ese lado si sabía que el auto de Teo iba en esa dirección?– Inquiero. –Los demás lo pasaron por la derecha pero ¿por qué Keane va por el lado contrario?

  Mi amiga deja salir un resoplido. –Parece como si buscara ser golpeado.– Ambas nos quedamos en silencio considerando sus palabras. –¿Cómo es que no había cámaras en el garaje?

  Cierro los ojos un segundo con cansancio. –Había pero ninguna mostraba algo,– comento hasta que una bombilla se enciende en mi mente. –¡Eso es! La cámara de Max.

  –¿Qué?

  –Max me dijo que el mismo tenía una cámara que colocaba porque su primo le dio unas cuantas. Ese día llevó dos, yo le pedí una para ver y la coloqué en un estante para ver qué tan bien se veía. La olvidé ahí, ni siquiera Max sabe que la dejé en ese lugar.

  –¿Max te dio una cámara?

  –¡Sí!– Exclamo. –Sabes de esas miniaturas que ahora están tan de moda entre quienes adoran la tecnología…

  Sisea interrumpiéndome. –Las conozco, ¿debería conseguir alguna?

  –¡Concéntrate!– Exclamo.

  La chica piensa por un segundo antes de volver a hablar. –¿No la habría encontrado ya la policía?–

  Paso una mano por mi cabello. –No son muy fáciles de encontrar.

  –¿Crees que siga ahí?– Una pizca de ilusión se instala dentro de mí.

  –Si es así, tal vez contenga algo que pueda ayudar en el caso.

  Ato mi cabello en una cola baja y me coloco una gorra. Lo cierto es que no sé qué voy a hacer allá pero es un sacrificio muy tonto el que estoy a punto de hacer. Si alguien me reconoce todo puede terminar mal, de solo pensar en lo que una noticia así puede ocasionar en las redes sociales hace que sude en lugares que no sabía podían sudar.

  ‘La novia de Teo Guiraud vuelve a la escena del accidente. ¿Intentará limpiar el nombre del corredor cometiendo un crimen de allanamiento sin tener una orden firmada?’

  Daisy va a matarme si me detienen. Pero descubrí que si quiero que las cosas se hagan bien debo hacerlo yo misma y si el curso de mi promoción depende de esto, estoy más que segura de que voy a hacer todo lo posible para que todo se resuelva.

  –¿Qué haces?– Pregunta mi compañera de piso cuando intento abrir la puerta sin ser escuchada.

  –Voy a ir a la pista.

  –¿Por qué?– Se acerca apuntando su cepillo de dientes hacia mí. –¿Qué tramas?– Entrecierra sus ojos.

  Debato entre involucrarla en esto o no pero tarde o temprano lo descubrirá así que termino cediendo. –Aquí hay algo que nadie ve y necesito comprobar unas cosas.

  –Creí que dejarías todo en manos de Burke.

  –Tal vez.

  Ladea su cabeza. –¿Te vas a convertir en una detective ahora?– Asiento con duda. –Voy contigo,– dice corriendo al baño para terminar de cepillar sus dientes.

  –¡No!– Exclamo desde la puerta, –es peligroso, puede haber seguridad.

  –Si eso pasa, necesitas una distracción. Soy buena en distraer a las personas,– dice intentando convencerme.

  Nora dijo que esperaría por si es necesario entrar en acción así que se quedó detrás de unos arbustos altos que se encuentran no muy lejos de la entrada a la pista.

  –Buenas noches,– saludo al hombre uniformado que está sentado dentro de la caseta de vigilancia.

  –Buenas noches, señorita.– Me da una sonrisa simpática. –¿Puedo ayudarla en algo?

  Bajo los ojos hacia el sándwich mordisqueado que yace en un plato descartable frente a él. –¿Hay alguna forma de que me deje entrar al garaje de Teo Guiraud?

  Directa.

  Limpia su boca con una servilleta de papel. –¿Es periodista?

  –No,– respondo de inmediato.

  Entrecierra los ojos arrimándose hacia el frente. –¿Miembro de la ley?

  Niego con duda. –No…

  Hunde sus hombros. –Lo siento, no puedo dejarla pasar. No sin identificación, además la policía lo clausuró.–

  –Lo sé, pero de verdad necesito entrar,– insisto pero no puedo decir nada más porque escucho unos pasos apresurados corriendo hacia donde me encuentro.

  –¡Señor! ¡Ayuda por favor!– Los gritos de Nora nos alerta a ambos y el hombre sale con rapidez de su puesto. –Alguien, alguien robó mi bolso, tenía todos mis documentos ahí, se fueron por allá, por favor, ayúdeme,– pide la chica con desesperación.

  –¿Qué?– El hombre parece distraído mirando hacia todos lados.

  –¡Ahora!– Exclama con fuerza. –Tengo la fotos de mi bebé, son sus primeras fotografías no puedo perderlas,– ruega antes de mirarme de reojo.

  –¡Señor, ayúdela!– Me acerco al hombre. –No puede dejarla así por la calle, es peligroso.

  –Eh, sí, sí,– repite una y otra vez mientras Nora le indica por donde se fueron los ladrones imaginarios.

  Aprovecho el momento, corro pasando las cadenas dispuestas para evitar que algún vehículo pase y me dirijo al portón de entrada con la llave que le quité hace un segundo mientras Nora gritaba. 

  Creo que alguien estará en problemas esta noche y no seré yo. Ese hombre debería ser más cuidadoso.

  Me dirijo hacia el box de Teo, el cual queda a cuatro casillas desde la primera y busco con desesperación una llave que me ayude a ingresar. Mis intentos fallidos terminan cuando escucho el click de la cerradura y me adentro al garaje con la adrenalina corriendo por mis venas. ¿Será que Teo se siente así siempre que corre? La sensación de peligro inminente pero con una meta en mente. 

  Husmeo entre los estantes hasta que encuentro una de las cajas metálicas que guardan allí y recordando donde la coloqué, descubro la pequeña protuberancia negra que pasa muy bien desapercibida si se encuentra en el lugar correcto.

  Es una suerte que no se hayan percatado de esto al igual que lo es que la cámara situada en el garaje no dé a este punto ciego o alguien podría haberme visto colocarla.

  Una vez que la guardo en mí bolso, asegurándome que no se caerá, cierro con rapidez la puerta y corro hacia la entrada, intentando dejar todo como estaba.

  El hombre aún no está aquí por lo que arrojo las llaves cerca de un contenedor de basura que se encuentra junto a mí y corro hacia el lado contrario en el que se fueron él y Nora.

  Una vez que encuentro un lugar para reposar en calma, saco mi teléfono y le envío un rápido mensaje a Nora con las siglas MC –misión cumplida. De mi bolsillo, saco la tarjeta que el oficial Burke me dio hace unos días y llamo al número que se lee en el frente.

  El hombre no contesta pero dejo un mensaje de voz después del bip.

  –Oficial Burke, soy Callen Walsh, me urge hablar con usted. ¿Podría devolverme la llamada apenas pueda? Buenas noches.

  Estoy solo a unas calles de mi edificio cuando el teléfono empieza a sonar.

–Srta. Walsh, me comunicaron de su llamada.– Escucho del otro lado.

  –¿Podemos encontrarnos?– Me apresuro a hablar. –Hay algo muy importante que debe ver.

  El hombre hace una corta pausa, como si estuviera decidiendo si es correcto o no. –Ven a mi oficina en media hora,– termina diciendo.

  –Gracias.– Corto la llamada y le aviso a Nora quien ya se encuentra en casa.

  –¿Qué es eso?– Pregunta Burke cuando coloco la cámara sobre su escritorio.

  –Una cámara que se instaló en el puesto de Teo debido a un robo anterior, fue situada ahí por pura seguridad,– miento. ¿Es un crimen mentirle a un policía? Bueno, no es que sea una mentira, es real lo de los robos y la seguridad extra pero yo fui quien dejó esa cámara ahí. 

  –Ya nos habrían notificado sobre eso, ¿no le parece?– Su tono es despectivo pero lo dejo pasar, es lógico sospechar estando en su posición. –¿Cómo lo supo usted?– Indaga.

  No contesto de inmediato.

  –Escuché una conversación que no debí escuchar,– admito. –Lo mantuvieron en silencio porque Hughman tiene muchos problemas y no necesita agregar otro más a su lista. Piénselo, un error de esta magnitud, un accidente casi fatal. Les conviene tener a un culpable sin indagar tanto y darles las cámaras sólo sería un motivo más de su ineficacia. Las personas encargadas de la seguridad deberían haberlo visto. A menos que alguien quiera culpar a Teo sin razón. Pero olvidaron quitar una de esas cámaras.– Mi relato mezclado con hechos reales y comentarios no tanto parecen lograr el efecto positivo que quiero. Intento sonar tan convincente como me es posible. –Necesito que alguien acceda a la grabación, ¿puede hacerlo?–

  Burke mira la cámara, la toma y luego dirige los ojos hacia mí. –Parece que has pensado en todo.– Levanta el objeto hacia mí. –¿Quieres explicarme como es que tienes esto?

  –Eso no es lo importante aquí,– respondo de inmediato desestimando su pregunta, –pero ¿podría buscar a alguien que vea su contenido?– Insisto.

  –Dime una razón para que te haga caso.

  Decido emplear la expresión que uso en las reuniones de la empresa, aquella que denota experiencia, convencimiento, seguridad y ruego en silencio para que deje de interrogarme tanto o de verdad voy a desmayarme. –Tanto usted como yo sabemos que no fue un simple accidente.– Saco mi teléfono y busco el video que guardé más temprano. –Mire esto, Howard prácticamente estaba acechando a Teo hasta el momento del choque.–

  Niega luego de dar un vistazo. –Es una carrera y ambos son competitivos eso es normal.–

  Coloco ambas manos sobre su escritorio, arrimándome hacia el frente como una vez lo vi en una película. –Oficial Burke, por favor, sólo vea si encuentra algo así, por favor.

  Mis pedidos constantes parecen hacer que se apiade de mí y de mis axilas sudorosas.

  Levanta el teléfono que se halla en el escritorio y marca unos números. –Rory, necesito que vengas a mi oficina,– dice para después cortar. –Luego vamos a hablar de cómo invadiste propiedad privada y una escena policíaca sin permiso,– advierte conociendo de antemano lo que hice.  

  –Puede arrestarme luego de ver el contenido.– Levanto las manos convencida.

  –Pareces muy segura de esto.

  Suelto un largo suspiro de cansancio. –Es porque me estoy aferrando a la poca esperanza que me queda.

  Rory dijo que tardaría un rato así que accedí a quedarme fuera de su oficina hasta que terminen. Pienso que si llegan a encontrar algo podría ser el fin del asunto u obtener algunas respuestas. Sea lo que sea, espero que todo esté a nuestro favor.

  Teo ha preguntado por ti. Leo el mensaje de Harry. Teo pregunta por mí a diario pero sólo he ido a verlo una vez para asegurarme que aún está ahí. Supongo que mi mente está tan concentrada en que sus cargos se levanten que he perdido su rastro un poco. Todos estamos cansados y todos estamos trabajando en nuestros asuntos a nuestra manera pero sé que Harry está haciendo todo lo posible para que las aguas se calmen con Keane.

–¿Srta. Walsh?– Burke me llama apenas abre la puerta. Me levanto como si tuviera un resorte en la silla y me apresuro hacia la habitación.

  –¿Tienen noticias?– Pregunto mirando a ambos.

  Rory me hace una seña para que vea la pantalla, temiendo una respuesta negativa, pero no. Me quedo absorta mirando la computadora frente a mí y los segundos exactos en los que Charles Divogh.

  –Ese maldito,– susurro.

  –¿Conoce a Charles Divogh?– Indaga mirándome con atención.

  Asiento una vez. –Sólo lo he saludado cuando iba a las competencias, no lo conozco como los demás.

  –En lo que estuvo en esas competencias ¿nunca notó algo entre ellos?– Continúa con sus preguntas. –¿Algún tipo de tensión o algo que  amerite que el Sr. Divogh haría algo como esto?

  Frunzo el ceño. –No, Charles estuvo con él desde que Teo empezó a correr profesionalmente y ha tenido grandes resultados durante los años, no creo que tuviera algo de qué quejarse cuando se trata de tener a uno de los mejores bajo su ala.

  Comienzo a creer que sus intenciones fueron planeadas hace mucho tiempo, no creo que sea algo de un día para el otro.

  Trevor Burke llama a alguien desde su celular. –Tony, envía una orden de detención para Charles Hugo Divogh.

  Wow, me siento como en una de esas películas antes de que se desate toda la acción. 

  –¿Cree que actuó solo?– Pregunto esperando una respuesta certera aunque no voy a tenerla ahora.

  El hombre me mira un largo rato. –Me intriga saber qué es lo que usted piensa.

  –Ya sabe que es lo que pienso.

  Aprieta sus labios en forma de afirmación. –Primero necesito pruebas de que Keane estuvo involucrado, caso contrario no tengo motivos para desconfiar de él.

  ¿De dónde rayos voy a sacar pruebas contra él?

  –¿Podría mantenerme al tanto si sabe de algo?

  El hombre duda un segundo pero termina accediendo a mi pedido. –Hablaré con los suyos una vez que interrogue a Divogh.

  –Gracias.

  –Te dije que algo andaba mal,– le digo a Nora luego de contarle mi paso por la comisaría.

  –¿Ahora simplemente esperamos a que Burke haga del policía malo?– Su pregunta queda en el aire porque la puerta de nuestro apartamento suena con insistencia. Me apresuro a abrir y el chico entra por primera vez sin esperar mi permiso.

  –¿Harry?– Lo observo mientras se dirige a la sala. –¿Qué haces aquí?

  –Querrás ver esto,– dice levantando una carpeta de tapa transparente.

  Camino hacia él y la tomo para empezar a ojear el contenido. –¿Qué es eso?

  –La suma que recibió Charles por causar el mal funcionamiento en el auto de Teo, adjunto al contrato que Mikael Keane preparó para él.– Recita como un lindo poema y como si estuviera presentando la entrada al tesoro perdido.

  ¿Acaso esto es un chiste? ¿Estoy soñando? No es posible que todo haya resultado así de fácil.

  –¿Charles iba a dejar a Teo?– Inquiero con pesar. ¿Ese hombre de verdad iba a hacerle eso a Teo luego de tantos años juntos? –¿Cómo conseguiste esto?– Lo miro con atención.

  La sonrisa de orgullo en su rostro me tranquiliza. –Yo también tengo contactos, Srta. Walsh.

  Nora, quien estaba en silencio todo este tiempo finalmente vuelve a hablar. –Eso fue sexi.

  La mirada de satisfacción que Harry le da significa que la llama entre ellos acaba de tomar fuerza y sólo espero que tengan su final feliz.

  –¿Se lo mostraste a alguien?

  Niega de inmediato. –Aún no, acabo de conseguirlos. Deberíamos llevárselo a Burke.

  Afirmo con la cabeza antes de detenerme a mitad del camino hacia la salida. –¿Casi mata a Teo y ahora está en el hospital como si todo esto hubiera sido un accidente real? ¿Qué clase de hombre es?–

  –De los peores,– responde Nora con la intención de acompañarnos. 

  Las pruebas incriminatorias fueron suficientes para llevar a cabo todo el procedimiento de detención de los tres sospechosos principales. Alguien corrió la voz de lo sucedido y ahora las noticias están en todas partes dejando a Teo como la víctima en todo este juego demente.

  Una vez que todo empieza a caer en su sitio, corro hacia el hospital dispuesta a hablar con Teo pero apenas llego soy recibida por un revuelo en el pasillo y no tardo en acercarme para ver de qué se trata todo. 

  Una mujer que no recuerdo haber visto antes, se encuentra discutiendo con el grupo de seguridad de una forma ferviente. Su rostro está perfectamente maquillado y su ropa combinada está planchada con esmero haciendo un gran contraste con mi aspecto cansado y a este punto, desastroso. 

  La miro por un momento más hasta que sus ojos se encuentran con los míos. Por mi lado, Harry se apresura hacia ellos y le dice algo al gran hombre junto a ella para luego dejarla pasar. La joven, quien no parece de más de veinticinco, aprieta su bolso y camina con seriedad hacia nuestra área. 

  –¿Quién eres?– Pregunto una vez que se encuentra cerca de mí y su respuesta me deja en un completo shock. 

  –Soy la esposa de Teo Guiraud.

Capítulo 17

  La palabra esposa acaba de atravesar mi cabeza y se quedó atorada en la parte del cerebro que controla funciones básicas como respirar. Aunque estoy pensando en que ese proceso está un tanto sobrevalorado.

  Cuando finalmente encuentro mi voz, intento que esta no suene afectada por esa revelación.

  –No sabía que estaba casado.

Una media sonrisa se forma en su rostro.

  –Fue en Las Vegas,– responde. –Quiso mantenerlo en privado y acepté. Nos separamos hace un tiempo pero queremos volver a intentarlo, aún seguimos casados.– Levanta la mano izquierda mostrándome una alianza dorada con un diamante bastante brillante y grande adornando el centro.

  –Teo nunca dijo algo sobre estar casado.– Murmuro casi como un susurro que logra escuchar y mueve su cabeza en afirmación como si ya lo hubiera supuesto antes.

  Suspira y mira detrás de mí. –Me visitó el fin de semana pasado y hablamos mucho, entre otras cosas,– especifica con una mueca  es un hombre increíble, no puedo soltarlo tan fácilmente.– Ese comentario sonó más a un desafío que no piensa perder. Teo dijo que estaría muy ocupado con temas de la competición y requería tiempo a solas, ¿acaso todo fue una vil mentira? –Tú eres quien lo ha estado acompañando los últimos días,– habla sacándome de mis pensamientos.

  –Soy parte de su grupo de trabajo.– Mi boca se siente seca. 

  –Lo sé, me lo dijo.

  Mi estómago empieza a revolverse.

  –Habló sobre mí,– comento en voz baja.

  –Bueno, lo hizo cuando tuvo que explicar las fotografías que estuvieron circulando últimamente, en especial aquellas en la playa,– sonríe. –Descuida,– se acerca como si fuese a decirme un secreto, –sé todo sobre su falsa relación,– dice soltando una risita como si fuese la cosa más evidente. –Me comentó todo, dijo que quería dejarme tranquila con respecto a toda la situación que está viviendo.– Su teléfono suena con un mensaje pero ni siquiera lo ve, en su lugar, usa ese sonido como una alerta para terminar nuestra conversación. –Lo siento, debo dejarte, quiero ver cómo está.

  Sin mediar más palabras, me rodea y se va directamente hacia la habitación de Teo, quien ahora tiene permitido recibir visitas.

  –¿Está casado? ¿Crees que todo sea cierto?– Pregunta Nora caminando de un lado hacia el otro. Llegué a casa hace una hora y ella aún sigue procesándolo al igual que yo.

  –No lo sé,– contesto mirando la mesa. He estado sentada aquí por un buen rato pensando en cómo debería reaccionar ante esto. Mi corazón duele demasiado y todas las expectativas que he construido alrededor de Teo y yo acaban de caer como una muralla luego de una explosión. 

  Nora se acerca y toma asiento frente a mí. –¿Qué otros secretos guarda ese hombre? ¿Crees que tenga un hijo o hija por ahí?– Me observa con intensidad. –Tal vez gemelos.

  Escondo mi rostro entre las manos. –No ayudas,– murmuro lastimosamente.

  –No te culpo si no quieres volver a verlo.

  Niego. –Pensaba pedirle explicaciones pero tengo miedo a sus respuestas.

  Hace un sonido de frustración con su garganta. –¡Los hombres son unos patanes!, primero Patrick y ahora Teo.– Cruza sus brazos. –Deberíamos hacernos monjas.

  Apoyo eso.

  Nora toma la bolsa de basura y se dirige a la puerta pero cuando la abre, un rubio conocido permanece con el brazo levantado dispuesto a tocar para advertirnos de su llegada. 

La chica suelta la bolsa y lo señala con el dedo de una forma amenazante. –¿Tú lo sabías todo y aun así permitiste que ese hombre se acercara a mi mejor amiga sin poner en orden sus asuntos?

  El chico mira hacia el pasillo, temiendo causar un espectáculo por lo que hace su camino hacia el interior del apartamento.

  –Nora, no podía...– Me mira pero es callado por mi mejor amiga.

  –¡No, por supuesto que no!, siempre eres tan correcto y fiel a Guiraud que me sorprendería si algún día haces algo espontáneo. ¡Aléjense de ella!

  Me levanto del sofá y camino hacia ella para intentar calmarla.

  –Nora, no tienes que…

  –No, ¡Si tengo!,– exclama, –estoy tan enojada, has soportado su mierda todo este tiempo y no tuvo la decencia de decir ‘hey, estoy casado, probablemente fue un error pero lo estoy, por qué no soluciono eso y luego vemos lo nuestro.’ ¿Tan difícil era eso?– Lanza esa última pregunta a Harry. –¿Por qué esperar a que lo descubras así?– Dice eso dirigiendo su mirada hacia mí.

  Harry suspira y asiente. –Tienes razón.

  –Por supuesto que la tengo,– interrumpe la chica de nuevo, –y si no estuviera en el hospital créeme que ya le hubiera hecho un gran drama.

  El rubio me mira directamente con su rostro apenado.

  –Callen, él va a explicártelo todo, estoy seguro,– garantiza. –Tiene muchas cosas en qué pensar ahora.–

  –Y lo defiendes,– murmura Nora con exasperación.

  El chico ahora pone su atención en ella. –Claro que lo hago, es mi amigo y conozco el porqué de todo.–

  La chica lo mira con decepción.

  –Harry, sólo vete.– Eso sale casi como un susurro. Nora ha alcanzado un punto en el que ya no quiere gritar, así de enojada está y la amo por defenderme como lo acaba de hacer. Empuja al hombre fuera de nuestro piso y cierra la puerta con seguro. –Incluso te encargaste de demostrar su inocencia, estoy furiosa,– murmulla manteniéndose con la espalda pegada a la madera. –¿Dónde estaba ella cuando todo eso pasó?– Pregunta refiriéndose a la esposa.

  También me gustaría saberlo.

  –Una vez que todo esto termine él volverá a Francia, y a su vida normal y todo llegará a su fin.– Eso sonó tan triste que hasta Nora se da cuenta de lo mucho que me está afectando.

  –Len…

  Niego con rapidez. –Daisy cumplió con su palabra.

  La chica me mira intrigada. –¿Te dio la promoción?

  Me tomo un segundo antes de afirmar con la cabeza. –Me llamó esta mañana a su oficina, es oficial.

  –Len,– corre hacia mí y me da un fuerte abrazo. –Felicidades, realmente te lo mereces. ¿Te dio una fecha?

  Vuelvo a asentir. –Quiere que vaya cuanto antes, ya fueron noticiados de mi pase y debo presentarme en la oficina para empezar con mis nuevas tareas.

  Su boca se retuerce a la vez que se aleja un poco.

  –¿Sabes? Me he estado preparando para esto pero ahora que lo escucho, no puedo creer que te irás de aquí.

  Le doy una pequeña sonrisa sin ánimo. –Una nueva aventura, ¿recuerdas?

  –Este lugar de verdad se va a sentir solo sin ti, hemos estado juntas desde siempre. No hagas eso.–

  Dice de repente y la miro de reojo.

  –¿Hacer qué?

  –No estés pensando en declinar la oferta, te conozco,– me ordena. ¿Cómo es que lee esas cosas con sólo mirarme? Suelta un bufido y cambia su expresión abatida. –Olvida mi momento sensible y salgamos esta noche a festejar.

  –No tengo ánimos de hacerlo.

  Lo piensa por un momento. –Entonces, ¿qué te parece si pido unas hamburguesas de Nick con ración doble de papas y dos kilos de helado?

  –Eso suena como un plan.

La puerta no ha dejado de sonar desde hace unos dos minutos y sé a la perfección de quién se trata. He estado desviando sus llamadas, no he contestado sus mensajes, en efecto, lo estuve evitando desde que me enteré de su supuesta esposa. Y eso fue hace tres días.

  Incluso he mantenido esas cortinas negras cerradas todo este tiempo. Es casi como una metáfora de que mi corazón también se encuentra cerrado por el momento. No desea ser molestado, mucho menos lastimado aún más.

  –Lenny, abre por favor.– Su voz. No he escuchado esa voz desde hace tantos días que hasta parece un espejismo o un sueño. –No contestas al teléfono, estoy preocupado.

  ¿Preocupado? No debería darle el derecho de sentirse así.

  Quiero gritarle que se vaya y me deje doblar mi ropa en paz calculando los lugares que ocupará cada cosa en mi maleta y bolso de mano. Quiero arrojarle cosas corriéndolo por el pasillo mientras causo una gran escena de la cual los vecinos tendrán sobre qué hablar por mucho tiempo. Pero en su lugar me levanto del piso, camino lentamente sintiendo el piso frío bajo mis pies descalzos y me maldigo por abrir la puerta.

  Su rostro denota cansancio. Posiblemente el mío se vea igual de descolorido y abatido. Sólo desearía estar en ese avión en este preciso momento y evitar toda esta situación en la que no tengo idea como actuar.

  –Creí que te había sucedido algo.– Da un paso hacia adelante colocando sus manos sobre mis hombros pero los aparto con suavidad.

  –Estoy bien,– susurro.

  Su mirada se centra en el desastre detrás de mí. Mi ropa yace en los sillones y sobre las sillas, mis demás objetos personales sobre la mesa del comedor. –¿Qué es todo esto?

  –Estoy empacando mis cosas,– respondo con calma.

  Sus ojos ahora están sobre mí. Puedo ver como su ánimo decae un poco más como si eso fuese posible. 

  –Me había olvidado lo de Nueva York. Daisy dijo que te vas antes.– Mi jefa me avisó que tanto Harry como Teo ya saben lo de mi partida ya que debían discutir lo del fin del contrato. 

  –Era el plan,– murmuro. 

  Teo asiente y suspira. –Escucha, todo lo que ha pasado, lo que hiciste, el oficial Burke me lo contó todo, yo…– 

  –Lamento lo de Charles,– interrumpo de inmediato. –Sé que era muy querido para ti. ¿Estás bien?–

  No lo está.

  Sé que no lo está. Su equipo es como su familia.

  –No lo sé,– susurra. Me detengo en las pequeñas heridas que aún están visibles en su rostro y cuello debido al accidente.

  –¿Cómo van a ser las cosas a partir de ahora?– Pregunto, –con tu equipo,– añado.

  Teo aclara la garganta. –Max ocupará el lugar de Charles por ahora. El ambiente está agitado en el grupo.–

  Toco mi cuello y me doy vuelta para caminar hacia el lugar del caos. –Aun no puedo creerlo.

  –Únete al club,– dice. Se produce una larga pausa entre ambos, una tortuosamente larga hasta que finalmente vuelve a hablar. –Necesitamos hablar.

  –Lo estamos haciendo.–

  –Quieres explicaciones,– comenta. 

  Continúo doblando camisetas y encuentro algunas que le pertenecen a Nora, debería separarlas. –Tengo muchas cosas en la cabeza, mucho que hacer aun…

  –No eres buena mentirosa,– acusa. 

  Levanto mis ojos hacia él. –Tú sí.

  –Callen…

  Niego.

  –¿Cuándo planeabas decirme que estás casado?– Teo aprieta la mandíbula. –Tienes suerte de que nadie lo sabe o estarías en todos los programas de chimentos.

  El día en que me enteré de la existencia de esa mujer y luego de tener una gran crisis existencial, llamé a Harry para solucionar el asunto y que no se abra a debate todo este asunto. Harry me dijo que ya había firmado un acuerdo de confidencialidad hasta que Teo despierte, dándome a conocer que él sabía sobre la mujer. 

  Me siento abatida de muchas maneras.

  No quise insistir más para que Harry me lo dijera, de todas formas ahora es su problema. Supongo que él sabía lo que hacía y por supuesto no volvimos a hablar hasta que llegó a mi casa y tuvo ese altercado con Nora, quien aún continúa furiosa por el asunto.

  –No quería que te enteraras así.–

  Parpadeo unas cuantas veces, evitando que mis ojos se llenen de lágrimas pero casi se siente como una traición y las traiciones duelen terriblemente. Me concentro en respirar porque así como soy miserable también me siento furiosa.

  –¿Entonces cuando?– Exclamo con enojo. –Luego de que me besaras y me dijeras que me escapara contigo parecías muy tranquilo cuando aún estás ligado a alguien más.

  El chico me observa con vergüenza. –Cuando te dije que había cometido muchos errores, esa noche fue uno.

  –¿Por qué lo mantuviste en silencio?

  –Porque fue antes de una carrera,– dice. –No podían saber que me había ido de fiesta, la asociación ya estaba demasiado cabreada conmigo, mi equipo amenazaba con dejarme y porque corrí con resaca, aún tenía un poco de alcohol en mi sangre.

  –Diablos, Teo, ¿No consideraste la magnitud de eso? ¡Podría haber sido trágico!

  –Me iban a suspender, nadie podía saberlo.

  –¿Y decidiste poner en riesgo tu vida y la de los demás competidores? Acabo de interceder por ti en un caso que bien podría haber terminado como debió aquella vez.–

  –No tomé buenas decisiones.

  Paso una mano por mi rostro con frustración.

  –¿Quién más sabe de esto?

  –Sólo Harry, Emily, yo y ahora tú,– contesta con pesar, –ni siquiera me atreví a contárselo a mi familia.

  El recuerdo de Teo diciéndome sobre el estar avergonzado sobre acciones de su pasado y por eso no se sentía cómodo visitando a sus padres era por esto. ¿Qué más les ha ocultado y sufrido en silencio? Ahora entiendo por qué era un imbécil todo el tiempo, no sólo debía llevar una carrera pública sino afrontar cosas de su vida personal que él mismo creó. 

  Lo decepcionante aquí es que podría habérmelo dicho antes de jugar así con mi corazón. La opresión se hace cada vez más fuerte y lo único que quiero es estar sola.

  –Me mentiste cuando dijiste que tenías trabajo y no volviste a tu apartamento,– hablo en voz baja.

  –No podía decírtelo.

  –¿Por qué?– Estoy conteniéndome pero lo cierto es que estoy tan cansada que no tengo ánimos para gritarle.

  –¡Porque no quería decepcionarte también!– Mantengo mis ojos firmes sobre él. –No quería ver esa mirada que tienes ahora.

  –¿Cómo sé que todo lo demás que me contaste no es una mentira?–

  –No lo es,– contesta de inmediato.

  –Dejaste detalles muy importantes fuera,– informo como si no lo supiera ya. –No te pedía saberlo todo, sólo que no me mintieras en la cara, especialmente las cosas se pusieron más personales.

  –Te prometo que no lo hice con la intención de lastimarte.

  Parpadeo con rapidez para evitar llorar. –¿No confiabas en mí?

  –Siempre que decía algo aparecía al día siguiente en internet.– Ahora todo toma forma.

  –¿Pensabas eso de mí?– Pregunto sintiéndome ofendida y derrotada a la vez.

  Veo como traga saliva. –Sabes qué pasó con Charles.

  Asiento. –Ya, entiendo.

  –Callen.

  –Yo soy persona que se supone tenía que limpiar tus desastres, y ¿creías que iba a lanzarte a la boca del lobo después de tanto trabajo?– Hablo cortando su respuesta. –Quería esa promoción, tú solo eras un medio para ello.

  Sé que eso acaba de lastimar un poco su ego pero estoy tan furiosa que no puedo controlarme. Si no suelto todo lo que tengo atravesado luego dolerá más.

  –Después de todo este tiempo pensé que podíamos hablar de todo,– continúo. –Es decir, yo lo hice. Más que nada cuando algo así podría destruir tu carrera aún más. ¿Cómo sabes que ella no lo dirá aun después de firmar un contrato?

  Sus ojos ya no se atreven a mirarme.

  –No estoy seguro.

  Aprieto mis manos en puños. –No voy a estar aquí para defenderte.

  –No hay nada entre Emily y yo más que un papel,– asevera volviendo su atención a mí.

  –Está muy convencida de querer quedarse a tu lado,– afirmo recordando ese día en que la conocí. –No sé qué es lo que sucede entre ustedes ahora pero no quiero ser parte de ello.

  –Callen.

  Levanto una mano. –Mientras ella no meta la pata estarás a salvo.– Vuelvo al armado de mi maleta. –Daisy ya me desvinculó de ti, hice mi trabajo. Volviste a ser una figura pública respetable, tus fanáticos te admiran y los patrocinadores se pelean por ti. Felicidades, ahora te pido que me des tiempo para empacar lo que me falta.

Capítulo 18

Tres meses más tarde.

  El invierno en Nueva York es como el de las películas. Incluso ya pasadas las fiestas el ambiente aun teñido de blanco da esa sensación mágica. Dublín suele ser enérgica y llena de juventud, pero Nueva York es aún más ruidosa. Me gusta esta ciudad, aunque la nostalgia por volver a recorrer mis calles también sigue como si no hubiera pasado ni un día desde que me fui.

  Papá me ha hablado todos los días, y cuando no lo hace, lo hago yo. Me ha mandado fotos de Jerry, está cada día más grande y barrigón. También ha incluido las últimas actualizaciones de la granja, las remodelaciones que le está haciendo a la casa y esa excursión de pesca que tuvo con sus amigos donde atrapó un pez de cinco kilos. 

  Incluso siguió mi consejo de conseguir a alguien para que lo ayudase. Dice que ahora tiene más tiempo libre y se reprocha por no haberlo hecho antes.

  Se lo dije.

  Las noticias en la oficina siguen frescas como si aún estuviera ahí. Gina me ha estado contando todo sobre los últimos chismes que recorren los pasillos como el nuevo novio de Daisy y la cafetera nueva que colocaron en el pequeño bar. 

  Pasé mis primeras fiestas en un lugar que no es mi casa y el vacío no tardó en sentirse apenas dieron las doce el día de navidad y de año nuevo. He sido invitada a unas celebraciones de mis nuevos colegas y aunque he decidido ir a un par de ellas no me sentía muy a gusto aún, supongo que el proceso de adaptación lleva su tiempo.

  Pero no creo que sea eso. Sé que no lo es. Recibí mensajes esos días, a mi correo para ser precisos porque conseguí un teléfono nuevo. Dejé el anterior en el bolso de Harry porque no me parecía quedármelo. Ambos correos eran de él, y ambos eran para desearme unas felices fiestas.

  Eran escuetos, casi como si hubiesen sido escritos por una computadora. O esos que salen en las tarjetas y que se imprimen al por mayor para que cada quien tenga una felicitación sin importar que sean iguales a las demás. 

–Iré en una semana, cuando termine con todo aquí,– escucho del otro lado. Nora ha estado entusiasmada los últimos días por venir a visitarme cuando deje todo resuelto con su negocio. Las cosas para ella han estado mejor los últimos meses desde que Teo publicó esa foto con ella. Al menos le resultó bien para alguien. 

  –Aun no puedo creer que no vinieras conmigo.– Después de insistir en querer acompañarme para probar la vida americana, terminó desistiendo con el motivo de que su negocio estaba prosperando y le gustaba la atención que estaba recibiendo. No quiere dejar eso atrás por un tiempo. 

  –¿Qué puedo decirte? Dublín tiene mi corazón, soy una amante de mi tierra.– Niego con una sonrisa en mi rostro. –Tu padre estuvo aquí temprano,– comenta, –a falta de su hija le gusta hablar conmigo, dice que le recuerdo a ti.

  Ahogo una queja. –Va a molestarte.

  –No lo hace,– responde con rapidez. –Me gusta escuchar sus historias sobre haber participado en ese reality show donde tocó la gaita en la boda de ese conde. Si no me mostraba una foto podría haber imaginado que se trataba más de un anhelo que de algo real.– Papá conoce de instrumentos y sabe tocar varios de ellos, incluso hace muchos años estuvo en una banda muy popular que era requerida en eventos importante. 

  Cuando se casó con mamá dijo que ella le había traído buena fortuna pues al mes de la ceremonia su grupo musical fue solicitado para aparecer en la celebración de una familia noble y que iba a ser emitida por un canal de televisión local. Cabe destacar que esa presentación fue todo un éxito, sin embargo la banda no duró mucho y terminaron por seguir cada uno su propio camino. 

  –¿Has hablado con él?– Sabía que iba a preguntar algo así más aún me sorprendo al escucharla.

  Me tomo un tiempo antes de contestar.

  –No.

  Sé que debe estar regañándome en silencio. –Han pasado más de tres meses.– 

  Camino por la sala con el teléfono pegado al oído. –Y al parecer le va bien,– hablo, –ganó la última carrera. Su regreso triunfal.

  Escucho una risita por lo bajo. –Entonces aun lo sigues.

  Quiero decirle que su rostro está en todos los lugares a los que voy o en los canales a los que cambio. Es como si estuviera pagando una condena. –Como si pudiera evitarlo,– me quejo. –Prácticamente está en todas partes.

  –Bueno,– vacila, –este es un buen pie para decirte que va a dar una entrevista ahora,– mi estómago se encoje un poco. No ha dado entrevistas desde el accidente, supongo que su equipo legal le sugirió no hacerlo hasta que las aguas se calmen un poco y las cosas con su grupo profesional se arreglen. Pero no quiero verla. Simplemente no quiero hacerlo porque terminaría perdida en esos ojos verdes y volvería a sentirme afligida como lo estuve todo este tiempo.

  –Bien por él.

  Nora suspira. –Será en el canal 7, parece que va a presentar a su nuevo equipo…hay mucha expectativa, aún más después del alboroto que causó su confesión luego del incidente.

  –No me sorprendería que los haya cambiado a todos.

  –Deja esa imagen de chico malo de lado,– reprocha como si fuese mi madre. –Ha estado haciendo las cosas bien, seguramente ya lo viste.– Lo hice, de hecho, los últimos meses sólo han sido cosas positivas encandilando por completo sus actos pasados. Claro que de vez en cuando alguien los recordaba pero se perdían cada que salía una noticia nueva de alguien más. También ayudó que todo el drama entre Howard y Charles sea el punto focal por mucho tiempo dejando a Teo como el inocente de la historia. –De verdad hiciste un gran trabajo.

  Me gustaría aceptar eso con felicidad, sin embargo sólo me da un sabor amargo a la boca.

  Aclaro mi garganta dándome cuenta del nudo que ahora me impide respirar con normalidad. –El portero me llama, lo siento, debo colgar.

  Una pequeña risita corta el ambiente tenso a través de la línea.

  –Eres una pésima mentirosa.– Lo soy, realmente lo soy. –Te llamo luego. Te quiero.

  –Y yo a ti.

  Miro el reloj. Las agujas marcan las nueve con treinta y cinco de la noche y siento como que de repente una bebida no estaría nada mal. ¿Algo fuerte que queme hasta mis más profundos pensamientos tal vez? 

  Juego con el teléfono en mi mano mientras camino de un lado hacia el otro.

  –No pienso verla,– me digo en voz alta. –No voy a ver esa entrevista,– repito, –tengo cosas más importantes que hacer como ir a comprar dulces en la tienda de 24hs de la esquina.–

  Camino los pocos metros hacia el local. La nieve de enero y algunas lucecitas navideñas que aún permanecen en las calles le dan ese toque romántico a las calles pero la ciudad se siente muy poco reconfortante en este momento. 

  Tomo una caja de Whoppers y me dirijo al mostrador lista para pagar.

  La pequeña televisión en la pared muestra un programa de entrevistas nocturno y como si su imagen me persiguiera, Teo aparece en la pantalla.

  –¿Podría subir el volumen por favor?– Pido sintiendo un torbellino en mi estómago. Su voz aun me provoca escalofríos.

  El hombre se gira para hacer lo que pido y ambos nos enfocamos en el programa. –¿Sigues a Durand?–

  Niego. –No me gustan las carreras.

  –Todo lo que se alegó sobre mí es cierto,– dice. –Acepto el período de suspensión que la asociación acaba de darme, estoy de acuerdo con ellos, me lo merezco y lamento profundamente lo que mis acciones pudieron haber causado.– Sus ojos no dejan la cámara, está hablando hacia los televidentes. –También quiero pedir disculpas a quienes se hayan sentido decepcionados ante mi comportamiento pasado y prometo que trabajaré duro para demostrarles que soy mejor que eso.

  Eso último se sintió personal, demasiado diría yo. Como si hubiese sido dirigido a mí. Sus ojos verdes penetrando los míos como flechas.

  –Me alegro que por fin se haya dado cuenta lo idiota que era,– bufa el vendedor pasando mis chocolates por la máquina. –Son 2,33. 

  Miro el contacto en la pantalla de mi teléfono. La he estado observando por más de una hora sin mover un solo músculo que no sean mis párpados desde que llegué del negocio. ¿Debería llamarlo? Ha sido tendencia en internet desde que terminó la entrevista y muchos han criticado lo que hizo en su momento. No tengo idea si es consciente de eso o si lo está ignorando porque sabía a lo que se atenía. 

  Siendo honesta, me siento aliviada de que haya dicho la verdad, pero a su vez quiero preguntarle si él se siente igual de aliviado ahora.

  Nora no me ha llamado aunque sé que se muere por hacerlo, también he recibido algunos mensajes de unos cuantos conocidos por este hecho pero decido apagar el teléfono e intentar dormir un poco con la excusa de que debo despertarme muy temprano en la mañana y si no duermo lo que debo me transformaré en una perra.

  –¿Tu nuevo jefe es mejor que yo?– Río ante el saludo que recibo apenas acepto la llamada.

  –Llamas cada semana para preguntar lo mismo,– murmuro. –Y la respuesta sigue siendo la misma, nadie va a superarte Daisy.

  Daisy es una de las personas que más se mantiene en contacto conmigo, junto con Nora y mi padre. Aunque la mayoría de las veces sólo llama para contarme cosas que pasan durante su día y termina la llamada al instante. 

  No me molesta, al contrario, lo aprecio porque me hace sentir en casa y me distrae cuando estoy demasiado estresada. 

  –Amo escuchar eso.– Puedo imaginármela girando en su silla mirando por su gran ventanal. –¿Quieres saber algo emocionante?

  Sonrío ante eso y termino de cerrar la puerta de mi apartamento para dirigirme hacia el primer piso. –Dime

  –¿Recuerdas a Richard?– Saludo a unos vecinos que me encuentro en el camino.

  –¿Cómo olvidarlo?– Miro mi reloj, aún tengo tiempo para pasar por un café antes de pasar a buscar esos papeles por la oficina. Chuck no se irá hasta dentro de una hora. –Tengo tu tarjeta navideña en el refrigerador con su cara.

  Su postal de navidad llegó a mi correo exactamente el veintitrés de diciembre a las once cincuenta y cinco. Dijo que no tuvo tiempo de enviarla antes pero que valdría la pena. Richard, su novio, aparece con un gran hematoma en uno de sus ojos mientras luce un gorro de Rudolf y aun luciendo como la mierda por ese accidente doméstico que tuvo, me dio el espíritu navideño que necesitaba.

  Fueron mis primeras fiestas lejos de todos y se sintió mucho más extraño de lo que esperaba. Así que la imprimí, junto con la de papá y su gato y la de Nora, quedando las tres pegadas en mi refrigerador.

  También recibí un mensaje de Harry con un saludo muy sentido. Creí que su corta historia con Nora podría prosperar pero ambos decidieron dejar las cenizas en el camino. Nunca volví a preguntarle a mi amiga que fue lo que pasó pero, siendo honesta, no creo que ambos se olviden de eso. Es una pareja por la que apuesto todas mis fichas. 

  Con respecto a Teo, recibí un mail de su parte. Esta vez evitó redactar las disculpas que me ha enviado desde que vine aquí y lo agradezco, necesitaba algo nuevo y no parte del pasado. Le respondí escuetamente y eso fue todo. No volvimos a hablar desde entonces.

  –No te hagas la graciosa.– Nunca lo haría con ella. –Richard me propuso escaparnos para casarnos,– hace una pequeña pausa, –¡Y le dije que sí!– Su felicidad es evidente. Ha pasado mucho desde que la escuché así, Richard es muy bueno para ella y se nota.

  –Eso es algo impropio de ti,– saludo al portero del edificio antes de salir a la acera. Acomodo mi abrigo y recuerdo que olvidé mis guantes pero no volveré por ellos.

  –Lo sé,– ríe como una adolescente, –pero se siente tan increíble salir de mi zona de confort.– Oigo como suspira y me encuentro sonriendo parada en mi lugar. –Siento que todo lo puedo.

  Daisy nunca fue una gran fanática del romance, incuso hubo una época donde creía que pasaría el resto de sus días como una soltera codiciada. Pero mantuvo en secreto su historia con Richard desde hace unos meses hasta que finalmente hizo pública su relación una semana después de que llegué a Nueva York. –Eso es genial, de verdad me alegro mucho por ti Daisy.

  –Aun así haremos una fiesta en unas semanas,– su gesto serio vuelve a percibirse, –así que quiero verte luciendo un hermoso vestido y moviéndote en la pista de baile.

  Cualquier excusa para volver a Dublín será bien recibida.

  –Sólo dime el lugar y la hora.– Empiezo a caminar sin prisa.

  –¡Eso es todo lo que quería escuchar!– Una vez que corto la llamada y levanto la vista mi cuerpo se congela, como una estalactita en una cueva helada. 

  –Hola vecina.

  El hombre frente a mí se ve un poco cansado, como si hubiera viajado toda la noche y no hubiera dormido en un largo rato. De todas formas, se ve tan apuesto como siempre lo ha sido.

  –¿Qué?– Susurro por lo bajo.

  –Soy nuevo en el vecindario,– sonríe dando unos pasos hacia mí pero aun quedando a dos metros de distancia. –Soy Teodore Armand Guiraud, pero puedes llamarme como tú quieras.– Continúa acercándose con las manos en los bolsillos y su aliento divisándose por el frío. –Tal vez escuchaste de mí, ese idiota mediático que conduce autos para vivir.

  Señala detrás de él, al edificio de al lado.

  –Acabo de mudarme, si piensas en darme un regalo de bienvenida me gustan los bailes en ropa interior y las pastas caseras.– Su sonrisa se agranda y pienso que es por el rubor en mis mejillas. –Y antes de que me arrojes un zapato, alquilé este lugar con la esperanza de poder remendar mis errores.– Tomo una respiración profunda porque siento que mis rodillas pueden doblarse en cualquier momento. –Aunque si no me quieres ver, tal vez pueda conseguir un buen trato en la calle siguiente, o la que le sigue a esa. Este lugar está lleno de edificios y me está empezando a agradar. ¿Tal vez quedarme una temporada o más?–

  Me siento como en un trance y toma mucho esfuerzo el salir de él. Un ladrido me sorprende y Teo empieza a chistar, llamando a alguien.

  –¿Qué es eso?– Pregunto mirándolo aun conmocionada.

  –Oh, un amigo.– Se agacha y del callejón angosto entre edificios aparece un gran perro de raza Bloodhound, uno que se me hace muy familiar. –Ven aquí chico,– anima el chico recibiendo un cariñoso encuentro por parte del animal.

  –¿Cooper?– Mi nariz empieza a picar, creí que no volvería a verlo.

  –No podía dejarlo ahí,– explica dándome un vistazo, –y amo a los perros.

  Coop se acerca y no demoro en sucumbir ante su ternura, haciéndole mimos por un buen rato.

  –Me sorprende que te hayan dejado tener una mascota.– Ni siquiera pude tener una tortuga cuando le propuse al encargado.

  Hunde sus hombros y camina la última gran distancia que nos separa para quedar a tan sólo medio metro. –Al dueño le caigo bien y me costó unos cuantos dólares más.

  Lo miro por unos segundos. 

  –Escuché sobre tu suspensión.– Lejos de ponerse serio o demostrar desilusión, su sonrisa no decae y una mueca de diversión cruza por su rostro. 

  –¿Escuchaste o me buscaste en internet?– Suspiro con fuerza.

  –Puede que ambas.

  Asiente palmeando la cabeza de Cooper. –No me quejo, Len.– ¿Cuánto esperé por escuchar mi nombre saliendo de sus labios? Se siente como si todo lo nuestro hubiese pasado hace muchos años. –Me lo merezco y viéndole el lado bueno a la historia, de verdad necesitaba un tiempo libre, supongo que esta es la excusa perfecta.– Sus facciones se suavizan y mi curiosidad crece aún más.

  –¿Qué haces aquí, Teo?– Pregunto sin saber muy bien cómo reaccionar a este encuentro. ¿Estoy enojada? ¿Feliz? ¿Triste? ¿Nerviosa? Probablemente todo junto. –De verdad.

  Ni siquiera lo piensa, ni siquiera pierde tiempo sólo lo dice.

  –Te quiero, Leny.– Hace una mínima pausa. –Con locura y fui un idiota al no haberte dicho antes todo esto, pero quiero que sepas que jamás quise lastimarte, no a propósito. De verdad te quiero.

  No lo cuestiono, puedo ver que lo dice en serio. No sé cómo sólo lo sé.

  –Te tardaste en dar con esa conclusión.– Mi tono no es simpático, más el intenta pasar sobre él con su encanto natural. 

  –Eres la única razón por la que crucé el océano.

  Quiero reír ante eso. –Han pasado 3 meses.

  Hace un sonido de afirmación. –Los meses que restaban para concretar el divorcio.– No escondo mi sorpresa y eso le da pie para continuar hablando. –No iba a venir aquí acarreando ese pasado. Quiero empezar una nueva historia. Contigo.– Toma mis brazos. –Si me lo permites.

  No sé en qué momento una lágrima cae por mi mejilla hasta que Teo la limpia con su mano cálida. Sorbo mi nariz y miro hacia un grupo de personas que pasa junto a nosotros.

  –¿Y si yo ya hubiera hecho la mía?– Inquiero. –¿Una vida propia, sin ti?

  Aprovecha que su mano estaba en mi rostro para apartar unos mechones de pelo que se escapan de mi gorro tejido. –Entonces te preguntaría si eres feliz con ella. ¿Lo eres?

  –Sí,– contesto de inmediato.

  Teo sonríe de una forma tan brillante que debo golpearme internamente para no caer rendida ante él. –Aun sigues sin saber mentir, pequeña pinocho,– comenta dándole un golpecito a mi nariz. 

  –O tal vez tú perdiste tu toque especial de leer a las personas,– acuso. 

  Niega y suspira. –Eres la única persona a quien puedo leer con exactitud.– Su voz ahora parece un susurro. –Cuando mientes, estás entusiasmada, enojada, triste, aburrida, de alguna forma te vuelves transparente cuando estás frente a mí.

  Tiene que dejar de decir cosas así.

  –En cambio tú estás lleno de vueltas y obstáculos como las pistas que corres.

  Sus ojos recorren todo mi rostro como si estuviera acariciándolo con ellos. –Voy a enseñarte cada una de ellas para que no te de miedo recorrerlas.

  –Solo si me dejas conducir de vez en cuando.– Esa soy yo tirando abajo mis muros.

  –Puedo darte mí auto ahora mismo.– Y ese es el dándome una nueva luz de esperanza. 

  Colocando una mano en el cuello de su camisa, atraigo a Teo hacia mí besándolo con éxtasis, como si hubiese pasado una eternidad desde que lo vi en persona. Aunque para así es como se sintió, cada minuto de cada día, no hubo un momento en el que el muchacho no fuese parte de algunos de mis pensamientos, si no los ocupaba todos.

  Pero no voy a admitirlo, al menos no en voz alta. Sé que si lo hago él me lo restregaría en cada oportunidad que tenga. Aunque no lo diga, yo también conozco a Teo a la perfección, lo que es y lo que no, lo conozco tanto que me da miedo y a la vez lo disfruto. Ambos somos complicados, como todos en este mundo, pero no hay nada mejor que ser complicados juntos. 

  Como sólo nosotros lo sabemos ser.

  Apenas nos apartamos, besa mi frente. –Tengo que llamar a Harry,– dice sacando su celular.

  –Ese comentario resulta muy extraño luego de besarme.

  Eso provoca una carcajada de su parte.

  –Tiene que saber que gané.

  Miro a Cooper un segundo antes de volver hacia él. –¿El qué?

  Apretando unos botones responde, –dijo que no lograría entrar en tu corazón de nuevo, ahora me debe cien euros.

  Sin esperar, vuelvo a besarlo. Esta vez provocando que la mente del joven vuele tanto que casi suelta su teléfono.

  –Tal vez luego,– murmura Teo sobre mis labios antes de guardar el celular en el bolsillo y tomándome por la cintura como si no quisiera volver a soltarme nunca más.

  Y puede que yo no quiera que lo haga.

Capítulo extra

Teo

  –Los papeles están listos, sólo necesito su firma aquí Sr. Guiraud,– dice la simpática mujer frente a mí. Sonrío y no dudo ni un segundo en escribir sobre la línea de puntos. –Felicidades.–

  –Gracias. Por favor, sigan trabajando así, hacen mucho por esta comunidad.– La mujer se siente complacida y volteo justo a tiempo para ver como Cooper aparece detrás de la puerta siendo llevado con una correa.

  De todas las elecciones que hice en mi vida, sé que esta ocupa uno de los primeros puestos. El animal mueve su cola con vigor mientras camina hacia mí con sus orejas rozando el piso. 

  Desde ese día cuando Callen me trajo al refugio y la vi mirando a Cooper supe lo mucho que sus ojos gritaban por él. Probablemente me equivoque y sólo fue un momento de empatía en su máximo nivel pero gracias a eso tomé el primer paso para decidirme a cumplir uno de los que parecía un sueño frustrado. Adoptar un perro.

  Y no sólo un perro, Cooper ahora es mi compañero.

  Desde que toda esta loca aventura en Dublín empezó, me di cuenta lo mucho que necesitaba el contacto honesto con otras personas o animales. Solía aislarme en mis pensamientos donde el éxito y la siguiente carrera eran lo más importante. Eso y beber una noche de sábado mientras me divertía en algún lugar con desconocidos. 

  Necesitaba con locura un tipo de familiaridad en mi vida. Callen me dio ese sentimiento y ahora lo hará Cooper. Ahora tengo una buena razón para volver a casa cada día con entusiasmo cuando antes lo que más quería era permanecer fuera. 

  Bajo hasta su nivel y le acaricio detrás de las orejas. –Hola amigo, vienes a casa conmigo, ¿te parece bien?– Sus grandes ojos me observan con detenimiento pero creo que él está más que listo para salir de aquí y tener la vida que se merece. –Gracias.

  Ayudo a Cooper a subir al auto y me aseguro que a gusto y protegido antes de encender el motor. Reviso la lista de cosas que necesito para él y la releo varias veces para asegurarme de que no me olvido de nada. Harry me ayudó pero también recibí algunos consejos por parte de quienes trabajan en el refugio. Fueron de mucha ayuda desde que decidí adoptar a mi nuevo mejor amigo.

  Mi teléfono suena cuando voy camino a mi edificio y coloco el ‘manos libres.’

  –Dime Harry,– respondo luego de mirar el nombre en la pantalla.

  –¿Terminaste con lo de Cooper?

  Harry fue el primero en saber que lo adoptaría porque he hablado con él sobre eso incluso desde antes de que Callen se fuera. Se suponía que sería una sorpresa pero las cosas no salieron como esperaba.

  –Sí, estoy yendo a casa.– Miro al animalito en el asiento del copiloto. 

  –Bien, te espero aquí.– Percibo un ruido en el fondo y una voz apenas audible.

  –¿Estás con alguien?

  Duda un poco antes de volver a hablar. –Vine con Nora.– La simple mención de ese nombre inmediatamente me lleva a pensar en Leny. 

  Ha pasado casi un mes desde que se fue y fueron unos días horrendos por el hecho de que no pude hablar con ella aún. No porque no quiera, lo deseo más que nada, tanto que he reproducido sus mensajes de voz cada día. No hablo con ella porque sé que no va a contestarme, ni tampoco sé qué decirle. ¿Lo siento? ¿Prometo ser mejor? Prefiero demostrárselo con acciones a prometerle cosas que tal vez encuentre estúpidas. 

  Quiero que sepa lo verdaderamente arrepentido que estoy, que de verdad quiero hacer bien las cosas con ella y no podré hacerlo hasta enterrar mi pasado por completo.

  Cuando entro al apartamento, veo a los dos sentados en mi sofá. Desde que Leny se fue, Nora ha pasado más tiempo aquí, probablemente porque siente que debe ayudarme a solucionar mis cosas para luego pasar al asunto de Callen. Me está vigilando de cerca. No me molesta, en realidad es una gran ayuda y sé que a Harry le gusta su presencia aunque no lo dice.

  Su relación es un tanto ambigua, creo que ni ellos mismos saben en donde están parados. Pero si hay algo de lo que estoy seguro, es que ambos sienten cariño por el otro y eso es imposible de dejar pasar. Sus miradas los delatan.

  Los ojos de la muchacha se posan en mí un segundo antes de pasar al nuevo integrante de mi pequeña familia y una sonrisa resplandeciente aparece.

  –Mira a ese hermoso amiguito,– chilla corriendo hacia él.

  Harry se acerca con una mueca de satisfacción. –¿Cómo hiciste para que lo dejen entrar?–

  –Le pedí a un vecino que entretenga al encargado para subir por el ascensor. Hay que pensar luego en cómo bajarlo.

  –Tus padres llegaron a Saint Etienne esta mañana,– informa el rubio acomodando sus gafas.

  Una ola de tranquilidad me recorre. –Me alegra que finalmente siguieran con su vida.

  Desde el accidente he estado bajo su constante supervisión. De pronto me sentí un niño siendo cuidado por unos padres sobreprotectores que apenas si me dejaban salir de este apartamento al pasillo. Mi madre más que todo. El reposo ayudó mucho a que sanara bien, me mantuvieron alejado de mi teléfono y cualquier aparato tecnológico que me mostrara cosas que pudieran estresarme. El único vínculo con el medio que tuve fue a Harry con sus noticias diarias –o más bien noticias selectivas– y Nora con su insistente balbuceo sobre los chismes más candentes de sus celebridades favoritas.

  Me decía a mí mismo que si volvía a escuchar algo más sobre Taylor Swift probablemente hubiera enloquecido. Con respecto a Callen, no tuve más actualizaciones que sólo ‘Ella está bien,’ ‘Nueva York es una gran ciudad,’ ‘le gusta su trabajo y se siente a gusto.’  

  No sé dónde se está quedando, ni si está durmiendo o comiendo bien, si sus compañeros son de su agrado o si la están saturando de trabajo. No sé si el clima de Nueva York le agrada o si se siente sola. Si ya fue al Central Park o al Times Square, o a esos musicales de Broadway que una vez me dijo que le gustaban. Tampoco sé si ya me olvidó o lo está intentando o si alguna vez querrá volver a verme.

  La última vez que la vi estaba rompiéndose y yo fui el culpable de eso. He tenido esa imagen de ella desde hace semanas y me está consumiendo.

  –A mí me alegra haberlos tenido aquí,– dice la chica, –de otra forma te hubiera empujado por las escaleras.– Aun no le caigo del todo bien a Nora, lo entiendo, prácticamente rompí el corazón de su mejor amiga, la cagué hasta el fondo, pero voy a enmendarlo.

  –¿Conseguiste todo?– Pregunta Harry mirando la jaula que dejé junto a la puerta apenas entré. Aún hay más cosas esperando en mi auto pero me encargaré de eso luego.

  –Sí, me encargaré de que esté cómodo antes de viajar.– Y tal vez deba conseguir algún té de tilo para mí.

  –¿Estás tan seguro de ese viaje?– Inquiere Nora.

  Asiento sin dudar. –Apenas tenga su firma me voy, es un hecho.

  –¿Crees que lo hará?– Harry conoce a Emily y sabe que no es una persona fácil de convencer. 

–Lo hará, así tenga que obligarla,– dice Nora con seriedad.

  Levanto una esquina de mi boca al mismo tiempo que Harry habla. –Las cosas no funcionan así.–

  –No me contradigas,– le advierte la chica y me muerdo en interior de mi mejilla para evitar reír. Ahora sabemos quién manda en esta relación.

  A menudo me encuentro mirando hacia su ventana como si fuese a aparecer en cualquier momento bailando alguna canción de ABBA, pareciendo completamente ajena al resto del mundo a su alrededor. Aun no puedo creer que lograra atravesarme como una flecha directa al corazón. 

  Desde aquella la primera vez que la vi en esa oficina no he sido el mismo. Definitivamente no fue amor a primera vista, fue algo mejor. Me enamoré de ella a medida que la conocía, me enamoré de cada pequeño detalle que descubría hasta que un día simplemente ya me había enamorado con locura de todo ella. Cuando mi madre hablaba de formar una familia, de crecer junto a alguien, de crear magia con la persona ideal nunca lo había visto como algo probable a ocurrir para mí, hasta ahora. Y ahora lo que más siento es temor pensando que podría perder todas esas posibilidades ahora que encontré a alguien con quien vale la pena intentarlo.

  Callen no sólo me devolvió a aquel chico que creía perdido entre los reflectores y locuras del mundo público, investigó sobre mi accidente y logró encontrar a los culpables involucrándose en una causa que no tenía nada que ver con ella ni tampoco era su responsabilidad. Le debo demasiado.

  Unos golpes en mi puerta me sacan de la ensoñación. 

  Miro a través de la mirilla y abro la puerta al instante.

  El padre de Callen me observa con una sonrisa desde el pasillo mientras carga un bolso de tela entre sus manos. –Hola,– aclaro la garganta. –Pase.

  El hombre asiente una vez y camina sin prisa. –¿Cómo estás, hijo?– Hay algo tan reconfortante en su forma de llamarme hijo. Supongo que tiene que ver con la idea de aun agradarle. 

  –Bien, estoy bien.– No sueno muy convincente. Ni siquiera logro convencerme a mí mismo pero no voy a caer de rodillas y ponerme a llorar.

  –¿Es tuyo?– Señala al animal sobre el sillón quien mueve la cola a la vez que muerde una pelota de plástico.

  –Lo es, lo trajo hace un par de días.– El Sr. Walsh se acerca y lo acaricia con ánimo. –Se llama Cooper.–

  –Cooper,– repite, –¿cómo estás muchacho?– Redirige su atención de vuelta a mí. –Si algún día vuelves por la granja le gustará, tiene mucho espacio para correr.– Creo que es la mejor idea que he escuchado desde que lo traje. Temía no tener el suficiente espacio para que Coop se sintiera cómodo. La última vez que tuve un animal a mi cuidado fue un gato cuando era un niño y un perro anciano que rescatamos de la calle. No recuerdo como cuidarlos, ni lo que necesitan, tengo un parque a unas calles pero ya de por sí es difícil salir de aquí sin que el encargado del edificio se dé cuenta.

  Puede que Cooper se sienta feliz si lo llevo a un prado verde. Incluso podrá ver a los animales de la granja. 

  –Me gustaría, gracias por decirlo.– Una calidez se sitúa en mi pecho. Me hace sentir aún bienvenido.

  Me mira por unos segundos antes de hablar. –Supe que tus padres volvieron a tu país, creí que te vendría bien una comida casera,– señala la bolsa con su cabeza antes de tenderla hacia mí.

  –Gracias Sr. Walsh.

  –Aún puedes llamarme Cillian.

  El Sr. Walsh ha estado al tanto de mí desde el accidente. Cada tanto viene a preguntar cómo estoy, y me cuenta algunas noticias de la granja y el hecho de que ahora tiene más tiempo libre porque finalmente le hizo caso a su hija y consiguió algo de ayuda. Incluso yo me ofrecí a buscarle a alguien de confianza. Rechazó todas las propuestas hasta que se dio cuenta que su rodilla no era la misma desde su juventud. 

  –No debería conducir tanto hasta aquí,– abrazo el contenedor dentro de la bolsa, –la próxima ves iré yo.

  Esa respuesta parece gustarle porque me da una gran sonrisa que cae un segundo después.

  –¿Cómo estás, Teo? Realmente,– insiste. 

  Dejo la comida sobre la mesa y suspiro. –Estoy un poco ansioso,– admito. –Los últimos días fueron pesados y los próximos serán aún peor.

  Desde que salí del hospital todo ha sido caos tras caos. El viaje de Callen, la traición de Charles, los problemas legales con Keane y su padre, los constantes asechos de los periodistas y el estrés que todo eso me produce es en definitiva algo que espero se acabe pronto. No sólo las heridas del accidente aún están frescas sino que el daño moral que me dejó toda esta situación es lo que todavía sigue lastimándome.

  Aún no puedo creer que Charles haya hecho eso. De Keane me esperaba algo, puede que no tan extremo como esto, pero el hecho que fuera Charles quien me clavó un puñal por la espalda es lo que lo hace más difícil. Él estuvo desde el principio, lo consideraba parte de mi familia y ahora no puedo siquiera verlo a los ojos.

  Gracias a las pruebas que Callen consiguió, el proceso de detención y posterior condena están siendo efectuadas con rapidez. También agradezco al oficial Burke quien se está encargando de todo con diligencia junto a mi abogado. Aun no puedo competir por lo que la competencia se termina aquí para mí. Lo más importantes es continuar trabajando en mi recuperación.

  –¿Sabes? Leny no me contó nada de lo que había pasado y pretendí no saberlo cuando en realidad sabía todo,– dice tomando asiento en el sofá junto a Cooper. Imito su acción sentándome en el sillón frente a él. –Puede que haya hablado con tus padres. Son buena gente, me agradaron, incluso me invitaron a Francia, por supuesto que voy a aprovecharlo.– Dice todo eso sin una pausa en el medio lo que me saca una sonrisa tímida.

  Cillian y su hija son muy parecidos, no sólo en su actitud sino también en sus gestos. Cuando sonríe se marca un hoyuelo del lado derecho de su cara, sólo uno, pero es bastante adorable. También tiene la habilidad de decir todo lo que piensa, como un niño sin filtros. Callen hace algo bastante parecido, en especial cuando está molesta.

  Coloco los antebrazos sobre mis rodillas arrimándome hacia el frente. –Lo lamento tanto, nunca quise lastimar a Callen.– Es la segunda vez que digo algo como esto, la primera vez fue cuando Cillian me visitó el día después de darme el alta. –Fui muy imprudente en todo, no quería que mis cosas la afectaran antes de que pudiera solucionarlas.

  Aplasta sus labios y luego y suelta una larga respiración.

  –Sé lo mucho que la quieres. Y sé lo mucho que ella te quiere, así que… ¿Cuál es el plan?

  Eso logra relajarme.

  –Voy a confesar lo que hice en Las Vegas, Harry confirmó la entrevista, querían que hablara sobre el accidente así que esa será una buena oportunidad para hacerlo.– Cillian está al tanto de todo. Lo supo cuando me disponía a contárselo a mis padres para evitar que se enteraran por alguien más que no fuese yo, y justamente ese día Cillian estaba por aquí y decidió pasar a saludar. En ese momento pensé que el también merecía saberlo y de esa forma me sacaría un gran peso de encima. Como lo supuse, mamá se puso como loca, mi padre permanecía en silencio lo cual fue peor porque a papá no le gusta el silencio. El Sr. Walsh fue el único que me habló con calma actuando como un intermediario perfecto. Me reprochó algunas cosas pero me agradeció por contárselo también. –Luego voy a conseguir el divorcio de Emily y me iré a Nueva York.

  El divorcio es otro tema del que tengo que ocuparme. Probablemente sea lo más importante para mí ahora. Emily está al tanto de todo, se lo dije después de que Callen se fuera a Estado Unidos. Estaba enojado por haberle contado a ella y más aún por no habérselo dicho yo mismo. Me sentí un gran cobarde cuando me gritó ese día que la encontré empacando para el viaje y tenía razón, me merecía todo eso. Confiaba en ella, aún lo hago, pero usé eso como excusa porque tuve miedo. No quería decírselo porque me sentía molesto por haber hecho esa estupidez.

  –Sabes que van sancionarte,– dice Cillian refiriéndose al asunto de esa carrera en la que no debería haber participado en mi estado. –¿Aun así lo harás? Digo, has estado guardando el secreto hasta ahora, bien puedes esperar un poco más o llevártelo a la tumba.

  Niego de inmediato.

  –Si hablo, Emily no tendrá nada con qué chantajearme y podré estar en paz conmigo mismo y los demás,– respondo convencido.

  –¿Haces todo esto por Callen?–

  Asiento. –Por ambos,– especifico, –necesito un descanso y la necesito a ella.– Más de lo que imaginé. –Voy a intentarlo aun si no quiere verme.

  El hombre sonríe con ganas.

  –Sabía que eras de los buenos,– señala, –lo dije desde el primer día.– Desvía su mirada al animal junto a él quien sigue enfocado en babear la pelota. –Puede que Cooper ablande su corazón.–

  –Él es mi arma secreta,– confieso sin dudar.

  –Hazlo bien,– ordena apuntándome con un dedo, –todavía tengo que llevarte a Killarvey y a mi bar de preferencia.

  Es un hecho.

  –Bien, todo está en orden. Pueden irse cuando quieran,– expresa el Notario luego de corroborar los papeles sobre la mesa. 

  –Gracias, Sr. Brayden.– Le doy un apretón de manos y de pronto me siento mucho mejor. Mejor que eso, me siento increíble. ¿Quién diría que un simple papel lograra eso?

  –Tienes lo que querías,– dice Emily apenas salimos de la oficina del notario. No está feliz, pero logramos convencerla al proponerle un contrato que armamos con mi abogado y Harry  donde ella sale beneficiada de todo esto en términos monetarios. A decir verdad, no me importaba vaciar mi cuenta bancaria de ser necesario, lo único que quería era su firma.

  –No quiero pelear contigo,– admito. Sus facciones decaen un poco, dejando atrás la expresión a la defensiva que tenía hace unos minutos.

  –Yo tampoco,– susurra. –Te quiero Teo, pero entendí que tú no lo haces, no de la manera que quisiera.– No sé si eso es verdad o no, tampoco planeo averiguarlo.

  Levanto la mano esperando a que la estreche, y lo hace. –Espero que tengas una buena vida, Em.–

  Una pequeña sonrisa se forma en su rostro. –Tú igual,– responde antes de caminar por el pasillo y fuera de mi vida.

  Fueron dos meses bastante largos pero este momento lo vale todo. Las fiestas llegaron y se fueron y en lo único que pude pensar fue en lo que haría luego de obtener el divorcio. ¿La respuesta? Vivir la vida que quiero, y en lo posible, junto a la persona que quiero.

  He tenido un nudo en el estómago desde que subí al avión. No he comido desde ayer por miedo a vomitar de los nervios aunque puede que todo esto sea porque Cooper está en una jaula en la parte de atrás y estoy estresado por él. Claro que el hecho de que haya aterrizado en el aeropuerto de Nueva York hace unos minutos puede que contribuya a mi estado y no lo hace más fácil. 

  Estoy igual de nervioso a cuando corrí por primera vez al lado de mis mayores ídolos, en la misma pista. La sola idea de que Callen no me perdone me carcome por dentro y siento un gran miedo por eso. Me dije a mí mismo que pase lo que pase he peleado por lo que quería pero realmente quiero que funcione. 

  Lo deseo más que nada. 

  –Cooper, bienvenido a tu nuevo hogar por un tiempo.– Acaricio al animal junto a mí y observo el edificio de al lado. Según Nora, este es el lugar donde ahora reside Callen y no puedo describir lo que siento en este momento. Es el ejemplo perfecto de tener algo tan cerca y a la vez tan lejos

  La entrevista salió al aire anoche –aun cuando la grabé hace ya una semana– y espero que ella la haya visto. Sé que Nora se lo dijo. Me sacaron del campeonato pero podré volver para la próxima fecha, tuve que pagar una gran multa y perdí muchos puntos que planeo recuperar con el tiempo pero el gran peso que cargaba ya no está y mi espalda se siente mucho más liviana.

  Me siento mucho más liviano.

  Sólo me faltaba un empujón para tomar las riendas de mi vida nuevamente y caminar por el sendero correcto, sólo necesitaba a Callen.

  Una vez que firmo el contrato de alquiler y deposito el cargo extra por tener a Cooper conmigo dejo todas mis cosas en el apartamento esperando tener algún tiempo para ordenarlo todo después. Por ahora mi única prioridad es la linda vecina que aún no sabe que estoy aquí.

  Saco a Cooper para que conozca el lugar pero no es más que una excusa para plantarme frente al edificio esperando a que Callen haga su aparición. Es decir, podría ir y preguntar por ella pero tendrían que llamarla y si lo hacen no querrá verme. No lo creo, así que decido esperarla afuera, como un perfecto acosador.

  Cooper vaga por el sitio, aclimatándose mientras disfruta del aire fresco de enero y presume su abrigo celeste con estampas de huellas perrunas en su diseño y es entonces que la escucho. 

  Una risa estruendosa, melodiosa, contagiosa. Una que no he escuchado en mucho tiempo y que anhelaba con locura. Callen camina junto a una chica un poco más baja que ella mientras hablan. Me gustaría acercarme a ellas y agradecerle a esa chica por hacerla reír de esa forma. Inconscientemente me encuentro sonriendo por rostro risueño y de inmediato todos los problemas que creía iban a aplastarme se esfuman de una vez. Todo hasta este punto valió la pena por el simple hecho de estar aquí, de poder verla sintiéndome más ligero, menos tormentoso. 

  El lugar que antes ocupaban esas preocupaciones ahora está libre para ser llenado por cosas buenas, las que creo que verdaderamente valen la pena. Leny es en definitiva la parte más importante de esta ecuación. 

  Continúo escondido hasta que se despide de su acompañante y entra a su edificio. Me toma todo el autocontrol posible para no correr detrás de ella pero no quiero asustarla así que decido esperar aquí a que salga de nuevo. Acabo de escucharla decir que irá a la oficina luego de buscar unas cosas que necesita. 

  –Escúchame amigo, te necesito como mí soporte moral. No vas a abandonarme ¿Verdad? Eso creí.

  Algunos minutos más tarde Callen sale, hablando por teléfono. Se detiene frente a la puerta de entrada y el sonido de mi corazón al latir se incrementa hasta ser más fuerte que las bocinas y el ambiente tumultuoso a nuestro alrededor.

  Respira Teo.

  Respira y que empiece el show.


+ Agregar Votar

Comentar:

Campo Requerido

Comentarios

user

Anonimo:

Hola presiosa me puedes desirme de donde eres

Hace 19 días

Sobre nosotros

Soñamos con crear una biblioteca digital que reúna las mejores historias en un solo lugar. Así nació Indream, una plataforma premium que ofrece obras de literatura clásica y contemporánea de autores de todo el mundo. En un entorno saturado de información visual, hemos optado por un diseño de portadas minimalistas, utilizando 10 colores distintos según su género principal. Todas, cuidadosamente seleccionadas y editadas por nuestro equipo editorial. Navega por nuestras categorías y elige tu próxima gran historia en Indream.

Imagen