Amor entre tres / Monserrat Vallemorin

#aventura, #drama, #romance

SINOPSIS:

—Ella es mi tesoro. Si un hombre despierta su interés la compartiría, para su placer y el mío.
—A mi me encantaría ser ese hombre.
Tom, un cantante tailandés, visita Latinoamérica de la mano de una agencia dirigida por Richard y Dana, un matrimonio maduro que disfruta explorando diversas fantasías sexuales. Cuando Richard nota que su esposa se siente atraída por el joven, lejos de molestarse, se excita y comienza a fomentar encuentros entre ellos. Tom, con inclinaciones bisexuales, se entrega al juego, despertando en Dana una fascinación total, mientras Richard intenta resistirse al deseo que también comienza a sentir.

“No te diré Te Amo 

Eso es más que evidente;

Te lo preguntaré en cambio

Así mi amor sabrá si lo sientes ”

MOMENTO CERO

“La vida no puede ser mejor” era algo que me repetía con frecuencia, es que siento que soy un hombre afortunado, sobre todo desde que Dana llegó a mi vida. No es que quiera ser romántico y decir que nací el día que la conocí, pero sí, mucho en mi vida tomo sentido en esos días, si bien hoy por hoy ella y mi hijo César son todo para mí, han sido los años y toda las experiencias que hemos compartido lo que me hacen sentir conforme conmigo y con mi vida ¿Saben? Esa sensación de que no nos hace falta nada más.

Nuestro matrimonio está llegando a los 17 años, más las cualidades de Dana y la complicidad que hay entre nosotros hacen que siga siendo tan divertido y gratificante como una relación en los primeros años. Y no quiero decir con esto que todo es rosado y perfecto, por supuesto que vivimos caos como cualquier matrimonio pero no por las cosas básicas que suelen tener problemas las parejas que conocemos.

Nos conocimos cuando luchaba a diario con la carrera de ingeniería civil, la cual odie por los 6 semestres que conviví con ella, para él entonces trabajaba en un club nocturno de la capital llamado GG Club, era bastante popular por lo que entre el salario y las propinas me bastaba para pagar mis gastos, lo que era muy conveniente ya que después de trabajar los tres primeros meses sin tocar un centavo de mi sueldo había tomado la ropa que cabía en un bolso, montado a mi moto y me había ido de la casa de mis padres, prometiendo volver con el título en la mano, me tomó más de un año pasar de la colchoneta a la cama, pasando por el colchón en el piso varios meses, comer mal, lavar la ropa en la ducha, y todas la facturas que la vida de adulto independiente no tardó en pasarme.

Era sábado por la noche en el club, el día más movido, me gustaba mucho porque iban mujeres de todo tipo, muy buenas en su mayoría, y con suerte alguna despechada pasada de tragos con la que terminaría pasando la madrugada, y en la mañana le daría algunos consejos para que volviera con su novio y se olvidara de mí, por supuesto prometiéndole que todo sería un secreto entre los dos.

Esa noche un tipo de saco y corbata, se acercó y me dio una tarjeta, diciendo que buscaban personal de seguridad con mi porte, que le llamara si estaba interesado. Efectivamente el día siguiente le llamé y quedamos para el martes a las 3:00p.m. Me arreglé bastante para ir la entrevista, Jeans negro, camiseta blanca de cuello “v”, saco negro, cabellos engominados y mi reloj réplica triple A casi original, como solía llamarlo a manera de chiste.

Estuve 90 minutos en la entrevista, se trataba de una empresa de conciertos y eventos grandes, que venía de una ciudad del interior a expandirse en la capital, me sentía muy entusiasmado. Los requisitos eran específicos, esta empresa,Kronos; aunque apenas estaba estableciéndose en la cuidad tenía unos estándares bastante exigentes: edad entre 20-30 años, profesionales o estudiantes universitarios, buena presencia, buena dicción, buen físico, estatura mínima: 1.75 m. Peso mínimo: 85 kl. Peso máximo 110kl, manejo del idioma ingles nivel medio.

Yo, para el entonces tenía 23 años y toda la confianza en mi prominente estatura de 1.82 m. Mi piel morena y cuerpo de gimnasio que me hacía tener tanta suerte con las chicas. Me fotografiaron de cuerpo entero, hicieron varias preguntas, todo iba bien hasta que llegó la parte de la entrevista en inglés, quedé en blanco absoluto y no por los nervios debo decir, sino por mis pésimas habilidades con el idioma. Con cara de decepción Roberto Fernández, quién estaba a cargo, concluyó la entrevista. Salí de allí derrotado, me fui directo al gimnasio y entrené hasta gastar todas mis energías, me sentía frustrado. Al llegar a la habitación miré el techo pensado en el sentido de mi vida, si acaso nunca conseguiría plenitud, estabilidad, realización personal y profesional, alrededor de la media noche por fin me venció el cansancio.

Una semana más había transcurrido en mis rutinas cuando recibí un mensaje al llegar a la residencia, me habían llamado de la empresa Kronos al teléfono de la dueña pues fue el número que coloqué en la planilla, citándome a una reunión esa tarde, por supuesto llegué puntual a la cita. Me hacieron pasar con Roberto Fernández, me explicó que mi entrevista fue sobresaliente en todos los ítems, aún así deficiente en inglés, por lo que me preguntó si estaba dispuesto a hacer un curso intensivo además de la inducción que recibiríamos todos los preseleccionados en el área de manejo de masas. Acepté sin titubear, mas me advirtió que ambos programas eran demandantes y que debía aprobarlos para ser contratado finalmente.

Sin temor y muy concentrado empecé la inducción todos los días de 1 a 4 p.m. en manejo y control de masas y de 4 a 6 intensivo de inglés. Del seminario sobre seguridad y manejo de masas, imaginada algo bastante sencillo y choque con una pared desde el primer módulo. Ese mismo día me di cuenta de que esto era algo a lo que podría dedicar mi vida sin sentir el peso de estar haciendo algo por deber, por complacencia a otros, y que podría además en un futuro dar frutos suficientes para que mis padres no lamentaran el fracaso profesional de su hijo.

En la primera clase de inglés, me enamoré a primera vista, y no precisamente del idioma. Creí ver un espejismo cuando vi a Dana por primera vez, una mujer pequeña como de 1.60 m quizá menos, tenía 19 años en ese entonces, cuerpo de reloj de arena, ojos almendrados de color café, cejas pobladas, cabello negro y lacio recogido en una cola de caballo que caía a la mitad de su espalda destellando con cada movimiento que hacía, vestía un pantalón negro con una blusa de seda azul cielo, y una delicada perla colgando en su cuello. Al verla entrar al pequeño salón donde habíamos 7 personas asumí que era otro prospecto que habían enviado a las clases de inglés, pero resultó ser la profesora, literalmente quería que la tierra me tragara, yo era tan malo en inglés, lo soy aún, y quedaría expuesto ante aquella mujer tan bella.

Pero fue justo cuando empezó la clase y la oí hablar que decidí que era la mujer de vida, con la que iba a casarme y hacer mi futuro, sólo tenía que convencerla.

Dana se presentó, preguntó nuestros nombres e inició de inmediato, me hipnotizaba con su manera de hablar, pero necesitaba prestarle atención, no quería quedar como un idiota delante de ella. La situación se volvió más desafiante cuando la visita al aula de una de las mujeres de protocolo me hizo saber que Dana era nada más y nada menos que la hija menor de Ronald Fernández, el dueño de Kronos. Lejos de retractarme de mis intenciones de conquistarla supe que debía sobresalir mucho más si realmente quería tener alguna oportunidad con ella.

Eso pensaba yo, más mi pésima dicción del inglés tenía planes más entretenidos, terminé recibiendo clases personales con Dana para corregir mi pronunciación, esas interacciones crearon entre ella y yo cierta cercanía que me permitió una vez que terminaron las inducciones invitarla a salir, ella se hacía rogar, me hizo insistir sin éxito hasta que un día llegó al GG Club casi a la hora de cerrar y para mí suerte unos clientes impertinentes iniciaron una pelea dándome la oportunidad intentar ser un héroe cuando la riña iba justo en su dirección y pude protegerla con mi espalda, me costó unos puñetazos pero bien valieron la pena. Dana se compadeció de mi queriendo llevarme a mi habitación, sin pensarlo acepté y dejé mi moto en el estacionamiento del club.

Ella se ofreció a llevarme hasta la puerta por supuesto no me negué exagerando mi malestar, al llegar a la puerta tuve que contener la respiración y tomar el valor para besarla, la delicia de sus labios, la suavidad de su lengua, la dulzura de su sabor corroboró lo que tanto me imaginaba desde que la vi por primera vez era ella. La rodeé con mis brazos, y ella se abrazó a mi cuello, la levanté como a una pluma y ella pasó sus piernas alrededor de mi cintura, abrí la puerta y la llevé directo a mi cama, verla desnuda fue el cuadro más fascinante que jamás había contemplado, sentada sobre mi, calzada en mi cuerpo, con sus cabellos destellando y sus manos clavadas en mi pecho me dejó descubrir que es una mujer de puro fuego.

Pensó que vistiéndose de prisa y yéndose sin decir una palabra se libraría de mi, esa parecía su intención, puesto que tuve que perseguirla casi dos meses para que aceptará ser mi novia. Para mí buena suerte y gracias a que estudié como nunca en mi vida, aprobé las inducciones y me contrataron en Kronos, lo que me permitía verla casi a diario. Teníamos dos años de novios y planes de boda a futuro, pero el avistamiento de César nos hizo apresurar los planes y terminamos casándonos.

Dana trabajó casi hasta tener a nuestro hijo, pero luego tardó poco más de dos años en volver a la empresa, Roberto su hermano mayor, fue delegando cada vez más funciones en mi, en cada a evento que hacía la empresa me esmeraba por demás y fui escalando posiciones laborales, Dana por su parte al reincorporarse al trabajo extendió las funciones de la empresa, anteriormente Kronos subcontrataba una empresa de protocolo para asistir a los artistas que traía, pero mientras Dana estaba en casa había hecho dos diplomados en el área y estaba lista para ocupar estas labores en la empresa.

CAPÍTULO I

Triolismo

Tengo la fortuna de haber conseguido a la cómplice perfecta, si hay una palabra para describirnos como pareja sería “pintoresca”, no hay lugar al que lleguemos en el que no hagamos a la gente voltear a vernos, ya sea por la belleza de Dana, la diferencia tan marcada en nuestras estaturas, ella de 1.56 m. y yo de 1.82 m. por lo cuidado de nuestro arreglo, y ¿Por qué no decirlo? También mi porte robusto y moreno podría resultar llamativo. Así mismo no hay círculo social en el que no despertemos simpatía, nos gusta reír, contar anécdotas divertidas y oírlas también, bailar, salir de viaje, conocer gente nueva, Dana y yo compartimos muchas de nuestras actividades, además del trabajo, la parte social siempre la experimentamos en compañía del otro. 

Con mucho esfuerzo hemos llevado a Kronos Entertainment, la empresa de su familia, a ser una de las agencias de conciertos más exitosas del país. Llegué a la empresa con 23 años, caí rendido a los pies de Dana a penas la vi, era mi profesora de inglés en el programa de formación de Kronos, aunque hizo de todo para evitarme, insistí hasta que aceptó ser mi novia. He dedicado cada día de mi vida a demostrarle mi amor desde ese entonces.  Hoy por hoy Dana es gerente de Recursos Humanos y Protocolo y yo Gerente de Seguridad, su hermano Roberto tras el retiro de su padre Ronald, asumió la Gerencia General. 

El sexo entre nosotros es chispeante y ha mantenido un buen ritmo y frecuencia, siempre que no haya algo de fuerza mayor que lo impida claro está, Dana es una mujer elegante, muy educada y comedida, no sube la voz, mide sus palabras, es astuta, misteriosa, desafiante, en las cuatro paredes de la habitación es el demonio que me lleva al infierno del placer. Además de poseer un cuerpo hermoso y genéticamente privilegiado, es su sensualidad y su mística lo que la hace ser una mujer tan deseable. Y yo, yo soy un fetichista, un hombre lleno de fantasías que Dana ha sabido complacer, voyerismo, exhibicionismo, dacrifilia, clastomanía, y desde hace unos años triolismo; lo que empezamos en una salida a un club con unos amigos, cuando sentí la mirada interesada de la bar tender. Los tatuajes en sus brazos resaltaban en la blancura de su piel, su look oscuro me sugería que era una de esas jovencitas dispuestas a vivir momentos de desenfreno.

Di varias miradas sugestivas a la chica para verificar que no estuviera engañándome mi instinto, ella respondió con sonrisas pícaras lo que me dio la determinación. Comencé a acariciar a Dana seductoramente y de inmediato tuve su atención, quería hacerle saber que un pensamiento “sexoso” me rondaba. Al sentirme, ella corrió su silla para acercarse, me miraba tratando de leer mi mente, su sonrisa se tornó sensual cuando giré la vista hacia la barra, subió su ceja como quien pide la confirmación, y yo con gestos le hice saber que si ella estaba de acuerdo, quería a esa chica. 

Dana se fue al baño, yo me quedé entretenido conversando. Habían pasado unos 10 minutos, cuando giro la vista buscándola, y la veo sentada en la barra conversando con la chica. Dana… mi cómplice, mi compañera de travesuras. 

Me sorprendieron mirándolas y mi esposa me llamó con su mano, sin dudar caminé hacia ellas que ya tenían una conversación sorprendentemente fraterna en relación a que vivíamos cerca.

—¿Con que somos vecinos? Ahora entiendo porqué me mirabas, me había emocionado —esbocé con una risa de vergüenza. 

—Si mi amor, vive en Santa Mónica —comentó Dana mirándome fijamente. 

Santa Mónica es un sector al sur de la ciudad, y nosotros vivimos al este. Entendí el plan de Dana de inmediato, conversamos un poco más con la chica y volvimos con el grupo; buscamos ocasiones para regresar a la barra, ya casi a las 4 de la madrugada nos acercamos a despedirnos con la sincera esperanza de llevarnos a la muchacha, nos ofrecimos a darle el empujón a su casa puesto que “vivíamos cerca”, pero su turno aún no terminaba. Resignados nos despedimos. 

A falta de trío un poco de exhibicionismo en el estacionamiento era buena idea, tomé a Dana del cuello y la recosté bruscamente del auto, comencé a besarla con desenfreno cuando oímos una voz femenina. 

—Esta fiesta empezó sin mí. 

Era la chica de la barra, atónitos nos compusimos mientras ella caminaba hacia nosotros.

—Tenía que alcanzarlos, es que no se ni sus nombres ¿Será que me dan ese empujón a mi casa y hablamos un rato? —preguntó mostrándonos un sixpack de cervezas. 

Nos subimos los tres y tomando las cervezas dimos unas vueltas por la ciudad, Stephanie es su nombre, la conversación con ella era fluida y agradable. Pasada una media hora Dana disparó a quema ropa. 

—¿Sabes Stephanie? Llego a un punto cuando andamos de fiesta, en el que si no nos vamos de inmediato a tener sexo lo más probable es que llegue a casa dormida.

Quedamos los tres en absoluto silencio, tomé valor para aupar el plan que Dana había echado a andar, después de todo esto era un trabajo en equipo. 

—Creo que entonces deberíamos doblar en la esquina y meternos en el hotel que está al cruzar —dije como quien no quiere la cosa. 

Dana se giró hacia ella preguntándole si estaba de acuerdo con esa idea. 

—Entregué mi turno antes de tiempo para perseguirlos ¿Y todavía preguntas? —alcanzó a decir la chica estampando un beso en los labios de Dana.

Yo sin titubear giré el volante y me metí al hotel, salí del carro para registrarnos, ellas seguían comiéndose la boca. La recepcionista se tardó una eternidad o al menos eso me hacía sentir la desesperación por volver a ver lo que hacían, de solo imaginarlo mi erección era imposible de contener. Llegamos a la habitación y tal como lo soñé me pude sentar en un sofá a ver una sesión de sexo lésbico en vivo. 

Una experiencia alucinante, tardé un rato en empezar a masturbarme sabía que ver aquello no me dejaría aguantar mucho. Dana complació todo lo que imaginaba, se comió a la chica a besos, se estrujó de ella, le hizo un delicioso sexo oral, por lo que fue imposible aguantar las ganas de tocarme, bajé mis pantalones, estaba a reventar, ver a mi esposa poseyendo a aquella chica que yacía totalmente sometida a ella definitivamente me voló los sesos y exploté en mi mano. 

Después de eso repetimos con ella un par de veces. Compartimos con otras chicas, hicimos otras cosas, unas que ya habíamos experimentado como tener sexo en la carretera, en la playa, en un balcón sabiendo que alguien nos espiaba, algo de BDSM, un poco de dominación mental, cosas que definitivamente volvieron nuestra intimidad más intensa. Sentía que la vida estaba en su mejor momento. 

Corría el año 2013, nuestra vida laboral transcurría a toda prisa sin embargo hubo un declive en cuanto a los conciertos y se fue volviendo cada vez más difícil mantener la frecuencia de los eventos, sobre todo con artistas internacionales, los problemas sociopolíticos fueron espantando el interés de las celebridades de hacer conciertos en nuestro país. Había una posibilidad de recibir un artista de Asia a mediados de año, lo que despertó en Dana un interés muy marcado, asumí que era dado a su preocupación por la empresa pero pronto descubrí que habían otros matices que llamaban su atención.

La veía muy concentrada con su laptop, dedicaba varias horas al día a estudiar tailandés, siendo su inglés perfecto, me dio curiosidad saber por qué su empeño. Me decidí a echar un vistazo; investigaba al joven de Tailandia cuyo nombre artístico era Tom Prince, se había informado perfectamente sobre su vida y todo lo que tuviera que ver con este sujeto. Laboralmente me pareció muy lógico, pero tenía más de 100 fotos de él , ya sabía yo de los gustos de Dana por los rasgos asiáticos, mas nunca había mostrado semejante interés, o se lo había sabido guardar muy bien.

El hallazgo no llegó a molestarme pero sí me causó una sensación extraña, diferente, como cierta efervescencia, hasta diría que sentí una nueva emoción; en algún momento me cuestioné que Dana terminara aburriéndose de mí, de nuestra sexualidad, de nuestro matrimonio y saber que alguien le interesaba a este punto rápidamente encendió las alarmas de mi morbo. Me encantó imaginármela deseándolo, fantaseando con él, eso desbloqueó un nuevo nivel de mi perversidad. Dejé todo como estaba y aguardé con paciencia.

CAPÍTULO II

Una Fantasía a Cumplir

Roberto nos reunió para afinar detalles, Nosy, la disquera del artista, lo ofrecía a varias empresas y luego elegía la que considerara mas apropiada. Estaba de por medio Walter Vargas Chen, un viejo amigo de Ronald, el padre de Dana, que buscaba favorecer a Kronos en nombre de su amistad, prácticamente sería el manager mientras Tom Prince estuviera aquí. 

—Este muchacho Tom, es una celebridad en Tailandia, pero en el resto del mundo apenas está agarrando popularidad.  Yo haré todo lo posible para que se queden con el contrato, pero deben hacer una buena presentación, con una propuesta que abarque los requerimientos y un poco más, no demasiado por encima, no queremos que piensen que ofrecen cosas que no podrán cumplir —explicaba el casi sexagenario de descendencia china. 

Serían 5 conciertos, en ciudades diferentes, estaría en el país 16 días, la banda sería local pero acreditada por la disquera y deben hacer la gira con él. En la presentación y como era de esperarse, Dana se lució exponiendo a Kronos Entertainment, esa misma noche la disquera declinó a nuestro favor dándonos la concesión del tour Tom Prince 2013. 

El día llegó, Kinyto Themperak mejor conocido como Tom Prince arribó al país la madrugada del jueves 19 de julio con un retraso de 4 horas. El vuelo que inicialmente sería de 26 horas Terminó siendo de poco más de 30, ocasionando que gran parte de la fanaticada de aproximadamente 250 personas abandonara el aeropuerto después de la media noche, quedándose solo un grupo de entre 20 y 30. 

Aquel hombrecito vestía un suéter negro con capucha, pantalón suelto gris, su guitarra a la espalda y un par de maletas enormes, y digo hombrecito porque en las fotos que vi de él no me pareció que fuese un hombre de una complexión tan angosta, además en la biografía que estudiamos decía que su estatura era de 1.72 m. y lo veía más pequeño, no sabría decir explícitamente la primera percepción que tuve de su físico, pero leí de inmediato su estado de ánimo estaba irritado, cansado, molesto, frustrado… 

Los fanáticos que lo esperaban aún tenían energía para gritar su nombre y alzar unos carteles con su rostro; Tom al verlos pasó un switch a sus expresiones. Se les acercó, conversó y se tomó fotos, con una sonrisa no tan amplia, pero fue realmente satisfactorio ver a un artista que en su continente es reconocido y aclamado, dedicar su humildad a ese grupo de personas que aguardaron por él hasta esa hora. 

Pero eso fue breve, al retirarse los seguidores, Tom parecía haberse transformado dejando ver a todos su faceta de ídolo excéntrico. 

—Este es el peor viaje que he hecho en mi vida —exclamó mirando a Walter—. Espero que venir hasta aquí valga realmente la pena. Estoy exhausto, acalorado, hambriento. Me parece imposible que no hayan aprobado alguien que me acompañara, he tenido problema con el idioma, para comer, con el trasbordo en Portugal, en Alemania— decía caminando hacia la salida del aeropuerto ignorando a todos a su alrededor excepto a Walter.  

Los tres guardaespaldas que le había asignado caminaron detrás de ellos y yo me mantuve distante, no quería para nada lidiar con su mal humor. Subieron a la Van se dirigieron directo al hotel, yo los seguía en mi carro.

Al llegar Tom caminó con su guitarra hacia la suite, Walter siempre a su lado, Dana les esperaba para recibirlos. Caminé detrás de ellos, al llegar al pasillo donde estaba la habitación le pedí a los guardaespaldas aguardar y los seguí sin hacer ningún ruido y ellos no advirtieron mi presencia.

Walter abrió la puerta y allí estaba Dana con su vestido de protocolo que lejos estaba de hacer deslucir su silueta, con sus cabellos lacios hasta la cintura y ese sutil maquillaje que usaba para el trabajo. El joven bajó totalmente el ritmo tosco de su lenguaje corporal al verla, ella lo recibió con formalidad dándole la bienvenida, me parecía ver desde la puerta que sus orejas se habían enrojecido como le pasaba cuando estaba nerviosa. Organizó sus maletas en el vestier y se dirigió a él nuevamente. 

—Si está hambriento el hotel tiene servicio de restaurante 24 horas, le dejaré el menú que hemos diseñado para usted —le informaba ella dándole el cuadernillo con la carta. 

Con una pequeña sonrisa en los labios él leyó la carta y lo primero que encontró fue: Pizza trufada. No leyó nada más, dándole el cuadernillo a Dana le indicó que deseaba la pizza trufada, ella asintió con la cabeza. 

—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó en un tono de voz suave. 

—Sr. Tom soy Dana. 

Walter interrumpió la conversación diciéndole. 

—Ella es la Sra. Dana Fernández es la gerente de protocolo de Kronos, e hija de Ronald, el dueño. 

—Oh, Ya veo, un gusto Dana ¿Sabes que? Soy muy malo para elegir, por favor en adelante decide tu que comeré ¿Estás al tanto de mi dieta?

—Si Sr. Tom estamos al tanto, le daré sus indicaciones a la encargada de sus comidas. 

—Ah, Pensé que sería usted —exclamó con un sutil tono de decepción. 

Walter intervino nuevamente para aclarar que dado el status de Dana delegaba estás funciones en personal altamente calificado. Dana se despidió y salió del lugar, yo continuaba parado junto a la puerta en una postura imperceptible. 

—Me hubiese gustado verla con frecuencia durante mi estancia aquí  —soltó de repente el tailandés refiriéndose a Dana—. Es espectacularmente bella. 

—Tienes 1 hora en este país y ya andas echando el ojo —comentó Walter con cierta picardía—. Está un poco mayor para ti ¿No crees?. —Le preguntó mirándome.

Yo le hice un gesto diciéndole que lo dejara pasar, en realidad no era necesario aclararle en ese momento que ella era mi esposa, podría terminar avergonzado y sería una incomodidad más. Sin embargo que Walter dirigiera su mirada hacia mí le hizo percatarse de mi presencia, por lo que nos presentó.

—Por cierto el es Richard, es […] 

Me acerqué rápidamente y terminé la frase. 

—Soy el Gerente de seguridad de Kronos. 

Tom clavó su mirada en mis ojos, no diría que me sentí intimidado pero me pareció que puso ahínco al mirarme, fue un momento bastante extraño.

—Las mujeres aquí son bellas casi todas y siendo un artista extranjero no te será difícil liarte con algunas estos días que estés aquí —consolaba Walter al joven que no me quitaba la vista de encima. 

Advertí mi retirada, informándole que a primera hora le presentaría con Palmer, su jefe de seguridad y deseándole buen provecho y feliz descanso. Abandoné la habitación, alcancé a escuchar mientras cerraba la puerta. 

—Él tampoco estará encargado de cuidarme, que mala suerte en este viaje.

Salí de allí un tanto confundido, Dana me esperaba en el pasillo. Nos fuimos a casa, al llegar le serví una copa de vino y masajeé sus pies, la felicité porque todo salió bien y su trabajo había sido impecable como siempre. Dana tenía la peculiaridad de que la primera cerveza, la primera copa, el primer trago se iba directo a su entrepierna, hinchando su clítoris haciendo que unos inmediatos roces a toda velocidad la llevaran al orgasmo rápidamente. Así que esperé a que terminara su copa de vino sentado en la alfombra frente a ella, al terminarla metí mis manos por debajo de su vestido y saqué sus pantys mientras le decía que el tailandés había dicho que era espectacularmente bella, de inmediato clavé mi boca en su sexo usando mi lengua como un tornado, solo unos minutos pasaron cuando los jugos de Dana chorreaban desde su interior, allí mismo en el sofá la penetré para saciarme, el morbo estaba a mil, las imágenes que me hacía con ese joven y mi esposa me invadían sin que pudiera evitarlo, tal parecía que Él, sería la nueva fantasía a cumplir. 

CAPÍTULO III

Ineludible Cercanía

Era el día del primer concierto, pero también el día de la graduación de bachiller de César, nuestro hijo de 16 años, por suerte sería a las 2 de la tarde, y pudimos salir de casa temprano a definir detalles, llegamos al hotel donde estaba Tom, Palmer el jefe de seguridad y Claudia la jefa de protocolo, estaban aguardando que el joven diera señales de vida, Walter se apostó en el restaurante del hotel a tomar el desayuno y leer la prensa, le acompañamos para esperar. Empecé a notar cierta ansiedad en Dana y Walter también lo notó.

—Dana, relájate que Tom tiene complejo de gato. En Bangkok me ha hecho esperarlo hasta pasado el medio día —le comentó tratando de calmarla. 

—Me preocupa su estómago Walter, comió hace más de 10 horas, además su cena fue pizza. Verifiqué en servicio a la habitación y no ha pedido nada más. Quisiera pensar que despertó comió una manzana y volvió a dormir, pero solo pienso en que despertará lleno de gases y tendremos un contratiempo —explicó Dana con una propiedad que me asombró. 

—¡Que abnegada! ¿Siempre es así? —preguntó mirándome. 

—Sí, Dana ama cuidar a las personas en general, más si son de su interés —aseveré con orgullo. 

Un ligero color rosa se apoderó de las orejas de Dana, y me hizo sentir una pequeña pulsación en mi glande. La idea se fijaba cada vez con más fuerza en mi mente. Una llamada de la profesora de César la hizo  abandonar la mesa. Seguíamos esperando cuando Walter subió la mirada y señaló detrás de mi. 

—El rey de Roma. 

Venía Tom caminando en compañía de Palmer y uno de los guardaespaldas, con los cabellos a medio recoger, y las marcas de la sábana en la cara. Después de presentarlo formalmente con Palmer me despedí para que disfrutara su desayuno. 

—¿No te quedas a desayunar? Dijo haciendo un gesto para detenerme. 

—Es muy amable Sr. Tom, ya he desayunado —Contesté.

—¿Un café entonces? —Insistió. 

Walter interrumpió, diciéndole que me dejara ir porque tenía compromisos. Con cara de inconformidad haciendo un gesto con su mano pidió que me retirara. Me disculpé y caminé hacia la salida mientras Dana se acercaba con Claudia, la esperé un par de minutos mirando por el vidrio de la puerta del restaurante, pude observar a Tom tratando de retenerla y siguiéndola con la mirada mientras se alejaba.  

Fuimos a buscar a César para llevarlo a su acto de graduación, aunque él entendía perfectamente lo demandante de nuestros trabajos no queríamos llegar tarde. El acto estuvo muy bonito, nuestro hijo recibió una mención por su excelente promedio, Dana y yo no cabíamos de orgullo, casi a las 6:00 p.m. fuimos a la recepción en el club, hacíamos llamadas cada tanto para verificar que todo fuese en orden con Tom; la presentación terminó casi a la media noche, luego de unos minutos iniciaron una entrevista con una televisora local. Íbamos llegando a casa, cuando recibo una llamada de Walter diciéndome que van en camino a una clínica con Tom intoxicado. Dejamos a César y fuimos de inmediato. 

Llegamos a la clínica a toda velocidad, la reacción alérgica no era tan grave como la emocional, el berrinche que hizo Tom era colosal. Se había intoxicado con maní, por descuido de Claudia que permitió que comiera cupcakes de zanahoria que le ofreció la televisora. Efectivamente estaba en la lista de los alimentos que podía ingerir pero con la garantía de que no contuviese lactosa ni maní.

Tom al parecer insultó a Claudia o al menos eso pensaban los guardaespaldas puesto que daba alaridos en tailandés, Walter se encontraba con él. Dana fue a interrogar al personal y yo fui a dar la cara por Kronos. 

Entré a la habitación y Tom comenzó a hablar  en tailandés, al parecer no lograba hablar en inglés cuando estaba molesto, Walter le oía y le contestaba en el mismo idioma, por su lenguaje corporal asumo que trataba de dar excusas. Sonó el teléfono de Walter y le dijo en inglés. 

—Me llaman de Nosy, voy a salir a atender. Tom, Richard no habla thai, vuelvo en seguida —luego me miró y en español suplicó—. Sé complaciente Richard, debe estar por dormirse, le están pasando antialérgico endovenoso. 

En segundos pensé «tengo que encontrar la manera de empatizar con este tipo» me acerqué a la cama, su cara estaba bastante roja, al acercarme se cruzó de brazos, y volteó la mirada hacia el lado contrario. 

—Mis excusas Sr. Tom, en nombre de Kronos Entertainment quiero expresar nuestras más sincera disculpa por el contratiempo. 

—Empieza por dejar de decirme Sr. Tom, y habla por ti mismo, pareciera que en realidad no te importa lo que me pasó —dijo mirándome de reojo.

«Es un malcriado egocéntrico» pensé.  Me las jugué todas sentándome en el borde de la cama, ya que quería interés, estaba dispuesto a dárselo con tal de que bajara la guardia. 

—De verdad lo siento Tom, por suerte sólo comiste un bocado, o eso fue lo que me dijeron. 

—Si, sólo lo mordí, pero no podía respirar, me asusté mucho —confesaba con la mirada adormilada. 

Empezó a rascarse en la frente en una gran roseta que tenia y le quité la mano para frotarlo con la yema de mis dedos, sonreía casi dormido, me tranquilizó al menos haber apaciguado su rabia, lo que menos le convenía a Kronos era un problema con el único artista internacional que habíamos logrado traer en todo el año.  Lo sobresaltó la puerta, Walter volvió con Dana, ella quería disculparse personalmente, Tom en su somnolencia le decía a Walter que yo era su amigo. Al ver a Dana abrió los ojos y celebraba que había vuelto, estaba bastante afectado por los medicamentos que le habían suministrado. 

—Hermosa Dana, esa mujer con la que me dejaste casi me mata. Tienes que alimentarme tu —balbuceaba el joven mirando a Dana embelesado. 

—¡Vamos Tom! Que por más drogado que estés Richard no te va a disculpar que cortejes a su esposa, ya duérmete —le advertía Walter. 

Salimos los tres de la habitación y conversamos en el pasillo, definitivamente la situación había sido totalmente responsabilidad de Claudia, Walter sugirió que asignaran a otra persona su puesto;  Dana le informó que la había despedido de inmediato. Aunque era lamentable había que tomar acciones contundentes.

El siguiente día en la mañana fuimos a la clínica y nos encontramos con la sorpresa de que Tom no estaba, al llamar a Walter me comentó que Tom había amanecido sumamente incómodo y molesto, que los efectos tranquilizantes que le aportaban los antialérgicos habían pasado. El médico lo había dado de alta quedando sólo con tratamientos orales y él le había pedido irse al hotel y no ver absolutamente a nadie. Ese día era de descanso para Tom, su próxima presentación sería en otra ciudad al día siguiente, por lo que no hubo más que aceptar su petición de estar solo. 

Nos reunimos con Roberto y la decisión que tomamos fue la de ocuparnos personalmente de Tom de ahora en adelante. Dana fue e hizo unas compras para él,  ya en la noche el estrés se notaba en su cara. A punto de dormir la sentí incómoda, me abracé a su espalda y le pregunté que le pasaba. 

—Esperaba no tener que estar tan cerca de él, prefería que alguien más se ocupara y yo monitorear. 

Noté mucha preocupación en su voz, la acaricié y le pregunté.

—¿Yo te amo?

—¡Si! Me amas mucho amor. 

—Y tu me amas a mi —le dije mientras seguía acariciándola—. Juntos podemos con esto, ya verás que hasta será divertido. 

CAPÍTULO IV

Manteniendo el Control

La segunda presentación sería en otra ciudad, reuní al equipo y les pedí extrema concentración en adelante, informándoles que el Señor Tom estaría exclusivamente bajo la responsabilidad de Dana y mi persona. 

Al quedarme a solas con Dana se apoyó en mi escritorio; detallé su atuendo, falda negra ceñida y blusa de seda azul cielo. 

—Sabes que me encanta la seda. 

—¿En serio? —fingió poniendo cara de picardía para tentarme.  

Pasé mi mano empezando por su rodilla, subí por la parte interna de sus muslos hasta sentir los encajes de su ropa interior, metí mis dedos hasta tocar entre sus labios, se estremeció con incomodidad, puse mis dedos en su boca para humedecerlos y volví a su entrepierna, cuando pude sentir su humedad me puse de pie frente a ella, y comencé a preguntar a la vez que la besaba a mordiscos.

—Ese Tailandés… ¿Qué pasa con él?

Ella entre la excitación y los espacios libres de mis besos trataba de responder. 

—Es un cliente importante, debemos poner toda nuestra atención en él.

 —Si, eso lo sé —Aseveré tocándola y alternando mis besos entre su boca y su cuello—. ¿Él te gusta? 

—Es un cliente, […]además es un niño.

—¿Un niño? No lo es, es un hombre de 29 años —le dije mientras seguía tocándola.

Le pedí que se imaginara sus antebrazos brotados de venas, sus manos tocándola con sus dedos de uñas redondeadas, que era su boca la que la besaba con esos labios rosa que resaltaban de su cara, el olor de su cabello, el sabor de su saliva, la suavidad de su lengua. Iba yo masajeando su clítoris cada vez más rápido, su respiración se aceleraba progresivamente.

—Acéptalo ¡Te gusta! Mira como te pones —ella gemía con los ojos cerrados. 

—¡No! No me gusta —negó. 

Seguí haciendo círculos con mis dedos hasta que la sentí agrandarse a punto de explotar.

—Me hubiese gustado verlo disfrutar de esto —le dije introduciendo mis dedos en su sexo solo unos segundos.

La solté y le mostré mi mano empapada de sus jugos.

—Disculpa por haberme equivocado y pensar que él te gusta.

Ella quedó extrañada e incómoda porque corté su orgasmo, seguía negando lo que era evidente, se compuso, arregló su falda y salió de la oficina. 

Partimos al hotel, al llegar Walter se mostró tranquilo, nos sonreía de lejos y se veía tratando de apaciguar a Tom quien con capucha negra y lentes oscuros, tenía un lenguaje corporal de inconformidad y desagrado. Caminamos hacia ellos resignados a oír sus malcriadeces; Dana luego de un formal saludo en Tailandés, preguntó por su reacción alérgica.

—Si no me intoxico en el desayuno debería estar bien para la noche  —sermoneó finalizando con una sonrisa sarcástica.

Dana ofreció una disculpa sin extenderse; les notificó que viajarían con nosotros en el vehículo particular y los músicos y el resto del equipo en la Van. 

Walter asentó satisfecho por el cambio, lo miró  solicitando que fuese más dócil con la empresa y disculpara lo que había pasado, Dana se dirigió a la recepción del hotel para firmar las cuentas. Tom pidió que buscaran su guitarra, me ofrecí a ir por ella, pero él insistió que Walter la buscara, se quejaba de que tenía calor y prefería que yo lo llevara al auto. En camino al estacionamiento preguntó quienes iríamos en el particular además de él y yo. 

—Dana y Walter —contesté. 

—¿Dana? ¿Tu esposa que no sabía que era tu esposa? 

—Sí, así es —le dije con firmeza. 

—¿Y Walter por qué? 

—Pidió ir contigo.

Nos Subimos a la camioneta, el atrás y yo en el asiento del conductor, una vez sentado bajó la capucha, y se acercó para ver sus ojos, quedando próximo a mi costado derecho.

 —¿Por qué nadie sabía que soy alérgico al maní? ¿Por qué no sabía que ustedes son esposos? 

Giré mi cuerpo y tomé del asiento del copiloto un pequeño bolso de Dana y saqué una crema antialérgica, le mostré dónde decía  sin eugenol (a lo que Tom era alérgico) tomé un poco y la apliqué en el contorno de sus ojos con pequeños toques de la yema de mis dedos. 

—Dana sabe mucho sobre ti, sabe que eres alérgico al maní y Claudia lo sabe también pero se descuidó. —saqué del bolso un antiácido—. Sabe que sufres de reflujo y acidez. —Mostrándole un analgésico con plus de cafeína—. Sabe que un calmante no te hará efecto si no contiene cafeína. —Le mostré una caja de banditas—. Hasta sabe que las banditas comunes contienen látex, si usaras una corriente tu piel se lastimaría mucho más. 

Él se mantuvo atento, entonces continué.

—Dale otra oportunidad a Dana, si hay alguien que puede cuidar de ti es ella… Y no sabías que somos esposos porque no era relevante. —Dije colocando el bolso en su lugar. 

—¿No era relevante? ¿Y Ahora lo es?

—¡Ahora es trascendental! —respondí con voz baja—. Dana y yo somos una sola persona; es el centro de mi vida, es mi amiga, mi amante, nuestros gustos y deseos están acoplados de manera casi perfecta— concluí al ver que Walter se acercaba pidiendo que abriera la maleta para guardar la guitarra. 

Walter se subió detrás del asiento del copiloto y en seguida llegó Dana. 

—Tu guitarra está segura sobre las almohadas —celebró Walter. —Parece que ya saben que necesitas tres almohadas para poder dormir por el reflujo. 

Tom extendió su brazo hasta la maleta y tomó una almohada y la sacó de la bolsa.

—Dana, gracias por la almohada ¡me gusta mucho! —mirándola con una pequeña sonrisa. 

Dana le contestó que estaba para servirle, de reojo pude verla sonreír, me hacía feliz sobre todo porque trataba de disimular, tomé su mano para besarla, quería felicitarla, estaba consiguiendo mejorar el ambiente con el “Cliente” pero también quería que Tom supiera que más allá del juego que quería jugar, ella es mía, es una mujer amada y deseada; solo que tiene un esposo lleno de fetiches.  

Tom durmió la mayor parte del camino por efectos de los antialérgicos. Llegamos a la ciudad a las 4:00 p.m. el show sería en el hotel en el que nos hospedaríamos, él llegó directo a la prueba de sonido, Dana a los protocolos y la comida; había contratado a Jen, una chica que había sido nuestra compañera de cama varias veces y que ofrecía servicio de banquetes.

Haciendo las pruebas en el escenario estaba un poco adormilado sin embargo se esforzaba, aquella faceta de niño mimado y berrinchudo se veía opacada por esta en la que mostraba su lado profesional, su interacción con los músicos era peculiar,  parecía conocer sobre casi todos los instrumentos y tenía una química increíble con todos ellos. Walter se acercó para hablarme. 

—Oye Richard, que buena decisión esta de ocuparse ustedes personalmente de él, yo sé que Tom no es fácil pero es la gallina de los huevos de oro, quizá hoy ustedes piensen que es demasiado esfuerzo y atención por un artista emergente pero lo importante es crear un vínculo con él, para que al cabo de un par de años cuando aumente su fama y vuelva, sea Kronos la empresa beneficiada, en ese momento todo esto valdrá la pena —terminó entre carcajadas de codicia. 

Me mostré casi sin expresiones a lo que decía, Walter dejó ver su visión sobre Tom, y no es que para nosotros no  fuese un negocio atenderlo de manera satisfactoria, pero en este caso particular no podía evitar sentir un poco de incomodidad al oír aquello.

—No lo veo como una persona difícil, no se puede negar que hubo un descuido. Tampoco hacemos un esfuerzo más que el que nuestro trabajo nos exige así que despreocúpate Walter, hasta lo estamos disfrutando.

Aún sin terminar esta última frase, viene Tom bajando la escalera de la tarima, resbala y casi por instinto lo sujeté para evitar su caída, él, del impulso de la gravedad quedó con los brazos abiertos sobre los míos, sus ojos se veían soñolientos.

—Sigues con sueño… ¿Cómo es posible? Dormiste todo el camino —él sonrió con sutileza componiendo su postura, Walter nos veía boquiabierto.

—Voy a necesitar un energizante, los antialérgicos realmente me hacen mal.  

—Vamos a la suite, Dana te atenderá— le dije con extrema naturalidad. 

La expresión de Walter era de desconcierto, de inmediato me cuestioné mi comportamiento, el morbo que sentía me estaba dejando expuesto y peor aún, podía terminar exponiendo a Dana. 

CAPÍTULO V

Cada Vez Más Cerca

Subimos en el ascensor Walter iría a su habitación en el piso 7, la suite estaba en el 10,  Dana y Jen nos recibieron, le tenía la tina preparada para que se diera un baño de espuma, lo que lo hizo sonreír, se metió al baño y en seguida Dana se acercó a abrazarme, sus manos estaban heladas; le dije que lo estaba haciendo muy bien, que estaba orgulloso de ella, Jen nos miraba sonriendo y no pude evitar preguntarle.

—¿Y a ustedes cómo les fue?

—Ya se todo del tailandés, no ha parado de hablar de él— susurró Jen. 

Ambos reímos, me senté en una Poltrona lateral al baño de dónde tenía una visión Perfecta de ellas, Jen me miró con picardía, mis gestos le dieron aprobación para hacer una travesura. Se acercó a Dana y la abrazó por la cintura recostándose de sus glúteos, Dana me miraba porque sabe que me mata ver su cara de excitación. Oí como Tom abrió la puerta y después de unos segundos la cerró, no interrumpí a las chicas ni a Tom que miraba aquellos roces tan divinos que se daban. Haciendo algo de ruido abrió la puerta al descuido, las chicas tuvieron tiempo de disimular, salió y se acercó al buffet.

—¿Jen, cierto? —le preguntó.

Ella asentó.

—Gracias, ya te puedes retirar.

Dana le comunicó el itinerario.

—Sr. Tom, a las 7:00 viene estilismo y maquillaje y a las 9:00 vestuarista,  su Tarima es a las 10:30. El Sr. Walter está por subir, nos retiramos también. 

—Walter que no venga aún, que suba en una hora. —dijo sin dejar de mirar la comida y Dana asentaba con la cabeza. —Ustedes quédense a cenar conmigo. 

Dana le dijo que no era necesario, que iríamos a nuestra habitación, él insistió argumentando que tampoco habíamos cenado, ella me miraba suplicando que la apoyara en la idea de irnos, a lo que Tom suspicazmente reaccionó. 

—¿Qué opinas Richard? ¿Los puedo invitar a cenar?

Solo sonreí, Dana forzó sus expresiones y aceptó.

—De acuerdo Sr. Tom le acompañaremos —masculló ella. 

—Llámame simplemente Tom— refutó.

Comenzamos a comer, me gustó lo que probé y quise que Dana lo probara también, y se lo ofrecí en la boca, él miró lo que hice con detenimiento, mas no dijo nada,  mientras comíamos nos preguntó cosas sobre nosotros, se sorprendió al saber que nos casamos hace 17 años; a Dana le gustaba mucho oír mi historia de cómo llegamos a estar juntos y eso la ayudó a soltarse y hablar un poco, en ese rato se comportó mucho como Dana la mujer divertida y segura de sí misma, continuamos comiendo y hablando, tomamos una botella de vino; pasamos a los postres, ella probó una trufa tropical y me ofreció un trozo con su mano, dándomelo en la boca, Tom nuevamente miró con atención y dijo. 

—Yo quiero eso.

Dana se ofreció a servirle, él la detuvo tomándola por la muñeca.

—Yo quiero eso que ustedes hacen, cada uno prueba y comparte con el otro, quiero probar las cosas que les parezcan sabrosas.

Dana sonreía apenada, yo la animé a qué le diera a probar, le aseguraba a Tom que le iba a encantar; ella tomó una trufa y se la ofreció, él tomó su mano para morderla.

—Esta está muy rica, es dulce por dentro y por fuera un poco ácida —le decía ella mientras él la miraba cautivado. 

Yo observaba la escena, disfrutándola de una manera real, me recosté con mi copa de vino solo mirando, sin pensar en nada, disfrutando aquella cosa bizarra, esa  situación rara, inusual, extraña para el resto del mundo pero que me  producía una sensación tan jodidamente placentera, Tom se inclinó hacia Dana y tomó el trozo de trufa que quedaba en su mano, apenas rozándole los dedos con los labios, mirándola aseveró.

—Es cierto, es un poco dura y ácida por fuera, después descubres su dulzura y te das cuenta de que es perfecta.

Dana estaba en trance, no había manera de disimular lo mucho que le gustaba Tom, casi no podía sostener la mirada, él seguía sujetándola de la mano, la maravilla de aquel momento se quebró cuando oímos la puerta, era Walter con el maquillador y la vestuarista, ella haló su mano de inmediato.

—Tom estás personas realmente están dedicadas absolutamente a ti, ya me estoy preocupando ¿Será que me quieren dejar sin trabajo? —dijo con un tono jocoso.

 —¡Ey amigo! No digas eso, es sólo que este caballero es la prioridad para nuestra empresa —exclamé tratando de suavizar la situación. 

La mirada de Tom parecía decir que no estuvo conforme con la respuesta, no supe que le pareció inapropiado, opté por guardar silencio para no agravarlo, no quería retroceder lo que habían avanzado. Jen volvió y retiró el bufé, Tom se estaba aseando en el baño, ya íbamos saliendo Dana y yo cuando la llamó. Ella se acercó y él bajó mucho la voz para hablarle y no pude oír lo que le decía. Ella lo miraba, lo oía y asentaba con la cabeza. Regresó y salimos de allí, caminamos en silencio hasta el ascensor, entramos y al cerrarse la puerta me interpeló.

—¿Qué haces Richard?

En silencio la miraba fijamente, me acerqué y tomé una de sus manos poniéndola en mi pecho.

 —¿Te amo?

—¡Sí! —respondió sollozante—. ¿Y yo? 

—Sí, y confío en tu amor. Creo que esto no es casualidad; todo es perfecto, él llena tus expectativas, te gusta, y está bastante interesado en ti. 

Mostró algo de entendimiento a mis palabras, pero seguía con esa mirada de preocupación, entonces le dije.

—Lo mejor es que él se va. 

Ella apretó sus ojos como tratando de fijar en su mente la idea de que pasara lo que pasara Tom se iría inevitablemente y las consecuencias, buenas o malas serían nuestras.

Llegamos a la habitación a alistarnos, al menos hasta terminar el show debíamos acompañar a Tom en todo momento, no podíamos permitir que hubiese otro inconveniente que pusiera entre dicho la eficiencia de la empresa, además no pensaba dejar pasar momentos para que Dana y Tom interactuaran. 

Me di cuenta de que ella estaba dispuesta y convencida de la idea al verla con un vestido negro de cuello tortuga y manga larga, que llegaba casi hasta su rodilla pegado a su cuerpo como un guante, Dana sabía que su silueta era irresistible. 

9:45 p.m. salimos directo a apostarnos en la puerta de la Suite de Tom, estando ya ahí yo de traje sin corbata, con un estilo más bien relajado y Dana despampanante con todo su estilismo, entra a mi celular una llamada de Walter. 

—Richard, Tom dice que vengan ya. 

Sin esperar ni un segundo abrí la puerta y pedí a Dana entrar primero, quería ver la reacción de Tom al mirarla. Los comentarios de Walter no se hicieron esperar 

—Oh, eso sí es eficiencia Tom, no tardaron ni 10 segundos en atender tu llamado.

Tom se miraba en el espejo, su reacción fue como esperaba, giró para verla bien, ella se paró prácticamente frente a él, dejándose contemplar, yo como buen cabrón, estaba fascinado de ver cómo él miraba con deseo a mi mujer. Tom se dio cuenta de que los observaba, mirándolo hice un gesto de aprobación, el cuál respondió de la misma manera, si hasta entonces había alguna duda, en ese instante Tom entendió a dónde iba el juego. Walter los miraba y me miraba tratando de leer en mí una explicación. Rompí el silencio para desviar su atención.

 —Walter, está a casa llena, busqué el reporte, se han vendido todas las entradas y la asistencia está a tope, el hotel está lleno de huéspedes en su mayoría asistentes al concierto, los números se ponen cada vez mejor.  

Sabía que el tema de la popularidad de Tom era en lo que estaba enfocado, rápidamente puso su atención en conversar conmigo y por unos minutos logré distraerlo, fingía oír lo que decía cuando en realidad miraba de reojo la pícara conversación entre Dana y Tom, él frente al espejo al parecer le pedía opinión, ella pasaba sus manos por la solapa de su chaqueta, se acercaba para ver sus ojos y volteaba a mirarme. Estaba decidida a complacerme. 

CAPÍTULO VI

Los Primeros Encuentros

Subimos a la terraza donde se realizaría el concierto, apenas Tom salió a la tarima Dana inquirió.

—¿No piensas preguntarme qué me dijo? 

—¿Quieres decirme?— Repliqué con argucia. 

Tom le pidió nos paráramos hacia el lado izquierdo del escenario, yo le aseguré estar dispuesto a hacer lo que ella quisiera. Subimos y a mitad de la cuarta canción, volteó hacia donde estábamos y cantó.

—“Ahógame en tus besos, el oxígeno está sobrevalorado, quiero que me lleves al cielo y al infierno” 

Continuó su show, su música tenía algunas canciones pegajosas, no fue desagradable para nada esperar a que terminara su presentación; al bajar dio un pequeño reporte para una emisora radial, se tomó fotografías con algunas personas con influencias. Era alrededor de la 1 de la madrugada, subimos con la intención de dejarlo en su suite pero cuando el ascensor se abrió en su piso una gran cantidad de chicas le esperaba, alcancé a colocarme frente a él y activar el ascensor, bajamos en el piso 6 y subimos por la escalera, nos escabullimos y nos metimos en nuestra habitación muertos de risa, a esperar que las chicas se fueran.

—Tomémonos una botella de vino — propuse con la intención de desinhibirnos un poco. 

Había un solo sofá, me senté rápidamente para obligarlos a sentarse en la cama, Tom lo hizo de inmediato mientras Dana dio vueltas un rato. Inicié una conversación preguntándole a Tom si tenía pareja o alguien esperándolo, él dijo no tener nada serio, que solo había tenido una relación y no había funcionado, de ahí en resto se había concentrado solamente en trabajar.

—Me gustan las cosas diferentes por eso me ha costado conseguir pareja, no soy una persona que le guste la rutina ni las cosas comunes, creo que por eso aún estoy solo.

—¿Qué opinas de la belleza femenina de este lado del mundo? —le pregunté.

 —Me impresiona mucho —exclamó atarugado con sus palabras—. He visto muchas mujeres bonitas pero hay una que  despierta una curiosidad intensa en mi —dijo mirando a Dana quien se hacía la desentendida. 

—¿La abordaste? —pregunté mirando a Dana. 

—No, recién me enteré que tiene pareja y no estoy seguro de poder hacer un movimiento con ella. 

Me puse de pie y me acerqué a donde estaba Dana, tomé su mano y la besé con devoción. 

—Ella es la mujer de mi vida, es mi tesoro más preciado, aunque pudiera parecer extraño si yo supiera que algún hombre despertara su interés genuino yo la compartiría un rato para su placer y el mío.

 El se puso de pie y se acercó a nosotros.

—A mí me encantaría ser ese hombre— aseguró parándose frente a ella.

Yo de inmediato volví a la poltrona, sinceramente quería disfrutar de aquello. Dana estaba enmudecida con las orejas a reventar,  Empezaron a besarse y en minutos no había manera de que pudiera disimular su excitación; Tom la apretaba con rudeza, le daba unos pequeños mordiscos, sus besos hacían un sonido tan lascivo, la desnudó acostándola en la cama con la cabeza hacia el sofá en el que estaba yo sentado y se puso frente a ella haciéndole un oral que rápidamente la llevó a su primer orgasmo.

Ella subía a la vista para mirar mis reacciones yo estaba tan embelesado que ni siquiera me estaba masturbando, esto sí que era la cúspide de mi morbo, la giró apoyándola en sus rodillas y sus antebrazos, tomándola de su cadera la embestía con un ritmo perfecto;  me decidí a bajar el cierre de mi pantalón y tocarme. La devoró en varias posiciones y luego de unos 20 minutos los gemidos de Tom me advirtieron que había eyaculado; yo seguía masturbándome, cuando a gatas, Dana vino hacia mi con su boca dispuesta a complacerme, Tom la siguió, se agachó y unió su boca a la de ella con mi miembro en medio, la mirada de Dana estaba totalmente desorbitada de morbo, fue el sexo oral más delicioso de toda mi vida, habré tardado si acaso 2 minutos en sucumbir ante semejante delicia. 

Cuando volví en mí, no creía lo que acababa de pasar, siempre me jacté de tener la mente muy abierta y estar dispuesto a experimentar todo tipo de cosas y este era el momento de hacerle frente y aceptar que el momento fue alucinante.

Dana yacía en la cama adormilada y yo lo acompañé a la puerta de su suite. Mi  erección después del encuentro era prácticamente indomable, desperté a Dana esa madrugada para hacerlo, y en la mañana seguía igual, sólo recordar aquello me excitaba en segundos. 

El día siguiente sería de descanso, iríamos a un paseo por la ciudad, salimos a eso de las 2 de la tarde, Walter y Tom con nosotros y el resto en la Van. Miradas, gestos y roces, iban y venían entre Dana y Tom, yo de lentes oscuros en todo momento lo veía mirarme haciéndome el descuidado. En un pasillo del restaurante donde cenamos, quedamos a solas los tres, Tom reposaba en la pared, tomé a Dana y la recosté de él para besarla, él la apretaba hacia su cuerpo, lo veía salivar deseoso, la giré y apoyé mi pelvis en ella dejándola sentir mi excitación mientras ellos se besaban, sentí una mano por dentro de mi chaqueta acariciando mi costado, al percatarme de que era la mano de Tom reaccioné alejándome. 

—Vamos ya, más tarde tendremos privacidad —dije sin darle importancia. 

Llegamos al hotel y al deshacernos de todos nos fuimos a la suite de Tom, aún quería solo verlos sin participar, me senté y esta vez me empecé a masturbar al tiempo que empezó la acción, me corrí primero que él. En el fondo esa era mi intención, no entendía porqué si sentir su boca era tan alucinante quería evitarlo, lo cierto fue que no tuve éxito, terminando de eyacular estaban los dos de rodillas limpiando mis fluidos con sus lenguas «…Demonios ¿Por qué tiene que sentirse tan bien?» pensaba, y es que no era la primera vez que sintiera dos bocas al mismo tiempo pero esto me llevaba a un estado de euforia. 

Terminamos los tres metidos en el jacuzzi tomando vino, era imposible no rozar con Tom, y él parecía provocarlo intencionalmente. El teléfono de Dana sonó, era César, salió a atender yéndose al balcón. Me sentía absurdamente incómodo, y más cuando Tom empezó a acariciar mis muslos con sus pies. Aunque la erección quería ganar, no lo acepté. 

—Ey, tranquilo —le dije casi suplicando. 

—Siento que no disfrutas lo suficiente, y quiero cambiar eso —susurró acercándose. 

—Para disfrutar tiene que estar ella, no confundas las cosas Tom. 

El se retrajo, su cara era de absoluta decepción, se empinó la copa y salió. 

Dana entró con la mirada confundida, él se había ido a la cama. Le propuse irnos, después de todo si se había ido a dormir ya querría descansar a solas. Dana asintió pero su mirada era dubitativa. 

En nuestra habitación, una maratón de sexo fue necesaria para quedarme dormido. 

Salimos a primera hora a la siguiente ciudad, a hacer el mismo proceso previo al concierto con la diferencia de que Tom me esquivaba tanto como podía, se dirigía a mi sin darme importancia, mientras entablaba largas charlas con Walter quien se extrañaba de su infantil actitud, incluso me interpeló y solo le respondí que el debía conocerlo mejor que yo. 

Terminó el tercer concierto, me sentía tenso por lo que me tomé varios whiskies mientras se presentaba, Dana no perdió oportunidad para decirme que quería hacerlo también esa noche. Llegamos al hotel y Walter tomó camino a su habitación en seguida. Le invité a nuestro cuarto, después de todo quería complacer a mi esposa, él aceptó de inmediato, «ya ha pasado su arrebato de malcriadez» me dije. 

Entramos y de inmediato fuimos a la cama, esta vez deseaba participar, penetré a Dana mientras ella le hacía sexo oral a él, y viceversa, pero en este encuentro Tom no buscó roces conmigo, salvo por el contacto cuando Dana se arrodilló para tenernos a ambos en su boca no nos tocamos en absoluto. Al terminar él se vistió, se despidió de ella con una abrazo cariñoso y de mí, agitando su mano. Dana miraba hacia la puerta y me miraba, yo me hice el total desentendido.

Me sentí tranquilo, extrañamente incompleto, pero tranquilo. 

CAPÍTULO VII

Deseo Incontrolable

Volvimos a la capital, el día siguiente no había concierto, y nuestro hijo tenía la última competencia de motocross  antes de irse a un campamento bilingüe dentro de 5 días, queríamos verlo, pero la idea de dejar a Tom en el hotel e irnos a casa me generaba una incomodidad que no alcanzaba a entender. 

Compartir en casa fue maravilloso, me hizo despejarme y me devolvió esa sensación de normalidad. Ya acostados Dana inició una conversación, quería verificar que me estuviese sintiendo bien por haber compartido con otro hombre, y no con una mujer como acostumbrábamos. 

Le dije la verdad, que me generaba mucho morbo, lo que era obvio puesto que en los últimos días habíamos tenido mucho sexo, dijo que no podía negarlo, pero que notaba algo extraño en mi mirada, algo que nunca había visto. Yo no entendía lo que estaba pasando por mi cabeza mucho menos podía explicárselo, decidí decirle que todo estaba en orden, por primera vez hubo algo de lo que no pude hablar con Dana. 

—Será mejor que paremos, antes que esto se salga de control —dijo para cerrar la noche. 

La competencia de César era a las afueras de la ciudad, se registró y fue a la pista de entrenamiento, Dana y yo nos quedamos en la sombra. Había pasado un rato y lo vemos venir acompañado de otro motociclista quién aún tenía su casco, se acercan  y César dice mirando a Dana.

—Mamá que sorpresa,  no me dijiste que lo traerías. 

Ambos sorprendidos no sabíamos de que hablaba, pero al detallar la silueta de aquel chico mi corazón empezó a palpitar con fuerza, se quitó el casco y pude ver que era Tom, sus mejillas estaban increíblemente rojas, sudaba a mares. Dana se exaltó y comenzó a hacer  preguntas.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo viniste? ¿Walter sabe que estás aquí?

Yo seguía mudo, la mirada desconcertada de César la hizo rectificar. 

—Señor Tom, ¿Dónde está su guardaespaldas? —preguntó ella.  

Tom la miró sonriente y me señaló.

—¿Acaso ya no soy su prioridad? —Miraba mis ojos tentando mis respuestas—. Ustedes siguen siendo responsables de mí, es lógico que si ustedes están acá yo también— explicó volteando a ver a César. —Tus padres me pidieron venir, aunque el centro de atención eres tú, así que danos un buen espectáculo.   

Tom lucía sofocado por el calor, pidió a César usar sus influencias para conseguir una carpa y poder quitarse el traje. 

César me dijo que lo llevara al Strongerteam, y le pidió a Dana lo acompañara, debía firmar los permisos para competir. Ella giró hacia mí, sus manos temblaban, hablaba muy rápido.

—No lo pierdas de vista, ten cuidado, que nadie se le acerque ¡Dios mío! Voy a llamar a Walter… ¡No! Mejor no… ¿Qué hago? 

—Amor ¡Cálmate!  Voy a hablar con él y preguntarle con quién vino y si hay que hacer alguna llamada yo me ocupo, quédate tranquila no lo perderé de vista.  

Tom trataba de abanicarse, no mostraba incomodidad más allá del calor.

—Ey, ¿Dónde queda esa tienda? —decía en tono jocoso. 

Lo llevé hasta la carpa del strongerteam, el equipo de César, me recibieron enseguida, la coach no paraba de mirarlo, le pedí un cubículo privado.

—Claro Sr. Richard ¿Desea que mandé al acondicionador físico o la masajista?

Tom hizo un gesto de aprobación a lo que exclamé tajantemente

—¡NO! No envíe a nadie, gracias. 

Caminando al cubículo, se mostraba orgulloso de verme posesivo. Se pavoneaba y sonreía a todos.  

Bajó su traje hasta la cintura, se sentó frente a la cortina de aire, su cara era un espectáculo, aunque lamentaba mucho que estuviese sufriendo por el calor, aquella imagen de sus mejillas rojas como las de una muñeca, su cabello húmedo y despeinado, su cuello mojado de sudor,  era fascinante, el respiraba aceleradamente y sonreía orgulloso. 

Tomé una banqueta y me senté frente a él.

—¿Te sientes mejor? —Pregunté.

—No podría estar mejor —respondió sin borrar su sonrisa—. La adrenalina es adictiva, esta vida del espectáculo puede ser aburrida, la osadía es una bocanada de aire. 

—Si, los deportes extremos son muy emocionantes —asenté. 

—No me refiero a las motos, me refiero a lo que está pasando entre nosotros Richard, estar cerca de ustedes es la descarga de adrenalina más intensa que he experimentado y tiene sometidas mis emociones  —dijo inclinándose cada vez más hacia mí y bajando la voz casi hasta el susurro. 

Iba acercándose más, sentí el deseo de dejar de luchar. Una voz nos interrumpió. 

—Sr. Richard, disculpe… le he traído un kit con toallas húmedas y pañuelos. 

Recibí lo que trajo la coach y permanecí de pie para controlar los impulsos. Terminó diciéndome que le mintió a Walter para llegar hasta allá. Cómo fuese éramos responsables de él, no tuve intención de desmentirlo y estaba seguro de que Dana tampoco. 

Volvimos con ella, la competencia fue un espectáculo, Tom se mantuvo siempre cerca de Dana, buscaba roses que parecieran involuntarios, le sonreía, hablaban y hacían un contacto visual como si estuvieran en un mundo aparte. Yo me aposté detrás de ellos y cuando alguno volteaba a mirarme asentaba dándoles aprobación, alcancé a leer sus labios en unas oraciones.

—Que bueno que estés más tranquila Dana, pensé que te habías molestado.

—Eres mi responsabilidad Tom, solo me preocupa tu seguridad.

—Practica más esas mentiras, hasta que tus ojos no digan algo diferente a tu boca —presumió.

Ya eran pasadas las 5 de la tarde, entregaron premiaciones, César recibió un trofeo en su categoría, permanecimos allí casi hasta las 7 de la noche, nos comentan que van todos a un restaurante de la zona a cenar, a lo que de inmediato Tom reaccionó. 

 —¡Si! Vamos que muero de hambre. 

Dana y yo nos miramos dudando, en lo que interrumpe mi  celular. Era Walter, quería saber en que hotel  nos hospedaríamos, la hora de salida en la mañana y protocolos de seguridad habituales, pedí disculpas por no informar el itinerario adecuadamente. Tom me miraba regocijado de que cubrí su mentira.

Llegamos al restaurante, el presidente del strongerteam dio unas palabras para brindar.  

—Amo esta generación del Strongerteam, tengo 30 años en el motocross, y nunca había visto tanto talento junto. Gracias a todos los que participaron hoy, y felicitaciones especiales a Máximo por darnos la victoria más importante.

Todos aplaudían y felicitaban a ese joven Máximo, quien se puso de pie para recibir su vanagloria 

 —Jefe, solo quería dar un buen espectáculo a la audiencia extranjera —dijo alzando su copa y mirando a Tom—. Salud. 

Al oír aquello mi saliva se volvió amarga, si bien en todos los lugares Tom llamaba la atención, la osadía de aquel muchacho me resultó amenazante. En 8 meses que tenía César en el Strongerteam  jamás vi en detalle a Máximo, era bastante atractivo, alto, moreno, cabello rapado, y ojos verdes. Las mejillas sonrojadas de Tom se sintieron en mi rostro como agua caliente, Dana tomó mi mano y trató de detenerme pero inevitablemente me levanté y me fui al baño. 

Tom entró, usó el urinario, cómo si yo no estuviese allí, lavó sus manos y las secó, se abrazó suavemente a mi espalda y con voz muy baja me dijo.   

—Llévame al hotel, estoy cansado.

Me giré y puso su cabeza en mi hombro, podía sentir su cuerpo totalmente posado en el mío, con su mano se prendió de mi camisa,  hizo una exhalación profunda y susurró.

—Vamos por Dana y vayamos al hotel.

Sin más palabras salió del baño, esperé unos segundos y salí también. 

Avisé a César que ya era hora de irnos, otro competidor también menor de edad y en compañía de sus padres, tenía reservación en el mismo hotel, el padre del chiquillo pidió permiso para llevarlo con ellos, acepté por la insistencia de mi hijo.

Me dirijo a dónde están Dana y Tom, veo a este chico Máximo sentado junto a ellos, me acerqué y sin mayor cortesía les pedí irnos.

Máximo trató de persuadir a Tom pidiéndole quedarse un rato más, ofreciéndose a llevarlo al hotel más tarde, le comentaba que algunos irían a un club después de allí, que podía quedarse en su departamento. Tom lo interrumpió.

—Gracias por tu invitación, quizá en otra ocasión. 

En el hotel pedí dos habitaciones, lo llevamos a la suya para instalarlo, revisé todo el espacio, después de todo seguía siendo responsabilidad nuestra.

Dana y yo nos quedamos mirándonos cómo lo hacemos cuando necesitamos respuesta, me le acerqué y tomé sus manos, estaban heladas.

—¿Nerviosa?

—Si —respondió.

Acercando sus dedos a mis labios le pregunté.

—¿Excitada? 

Susurrando afirmó, bajé su mano hasta mi pecho para que sintiera lo rápido que latía mi corazón, y continué preguntando. 

—¿Te amo?

—Si amor ¿Y yo? ¿Te amo? —Me preguntó ella. 

—Mucho —respondí. 

Tom se había acercado hasta quedar a unos pasos de Dana, miraba y oía nuestra conversación, yo seguía dando pequeños besos en su cuello mientras la apretaba contra mí, mi sangre hervía, él nos miraba con deseo, mirándolo fijamente lamí el cuello de Dana hasta llegar a su oreja. Entonces se acercó, con una mano la tomó de la cintura y la otra la deslizó por mi brazo hasta llegar a mi espalda, al instante las caricias y los besos iban y venían de un cuerpo a otro, Tom era varonil y algo rudo al besar a Dana, y se volvía pequeño y vulnerable al venir a mi, metía su cabeza en mi pecho como si quisiera habitarlo para siempre, estando de espaldas a mí, Dana empezó a quitarle su ropa, que piel tan suave, tan blanca y  aterciopelada, Dana estaba poseída por el deseo, lo besaba y lo lamía apasionadamente, yo lo sujetaba del cuello , en el frenesí me dejé llevar besando con insistencia detrás de su oreja, el gemía sin parar, Dana había bajado y estaba por desabrochar su pantalón, cuando en un momento de cordura exclamó.

 —No lo muerdas, no lo marques.

Lo solté por un segundo y al siguiente, él nos tomaba del cuello para acercarnos a su boca, y entre besos murmuraba

—No se detengan. Dana, te deseo. Richard, te deseo.

Nos haló hasta llevarnos a la cama, donde los cuerpos se perdieron entre caricias y besos, la piel de Dana era una brasa viva, tenerla en medio de los dos, sentirme dentro de ella y sentirlo a él a la vez, tan cerca, podía tocarlo y besarlo, el buscaba mi boca, su lengua pasaba del cuerpo de Dana al mío, sentirnos embistiéndola la hizo caer rendida en un orgasmo. Mientras Dana se recomponía el vino frente a mí, su cara estaba rosada, sus labios enrojecidos de tantos roces, sentí una ternura profunda, besé su frente con devoción pero el deseo podía más, lo tomé de la cadera y lo puse de espaldas a mi mientras halaba a Dana poniéndola frente a la pelvis de Tom. 

Penetrarlo por primera vez, escuchando la respiración de Dana deseosa de probarlo, fue un paseo por el paraíso; su explosión no se hizo esperar, ella lo lamía deleitada del sabor de su sexo, sus gemidos de placer y dolor provocaron que me corriera dentro de él. 

Tumbados en la cama pasamos un largo rato dándonos pequeñas caricias, miradas y sonrisas, ya dormido lo dejamos y nos fuimos a nuestra habitación. 

Apenas pudimos abrir la puerta, entrando la tomé del cuello pegándola de la pared, como salvaje arranqué su ropa, y un instante después ya había penetrado en ella con desesperación, le preguntaba si le había gustado sentirlo, si había disfrutado de su sexo, si le gustaba su cuerpo, y a cada respuesta afirmativa le propinaba una cachetada, pero ella seguía respondiendo si a todo.

—¿Te gustó su sabor? —pregunté apretando su mandíbula.

—Es muy dulce —dijo ofreciéndome su boca.

La besé y me perdí en aquel morbo, mis propios gemidos me asombraron, otro intenso orgasmo erizó mi piel y me hizo navegar en el placer. Nuestros cuerpos ya sin energía nos entregaron al letargo mientras la oscuridad de la madrugada hizo lo suyo. 

CAPÍTULO VIII

Amor Entre Tres

Cuando abrí los ojos al día siguiente Dana me daba un beso de despedida.  

—Me iré con César y los padres de su amigo, así lo dejo instalado en casa; ve a despertar a Tom, debe estar dormido aún, ya pedí desayuno para ustedes. Nos vemos para recoger a Walter y los demás. 

Adormilado, casi no podía pensar. Después de una ducha me alisté y fui a la habitación de Tom, toqué a la puerta y para mí sorpresa ya estaba despierto, abrió en bata de baño, su cabello estaba mojado y unas gotas caían por su cuello. «Que mala idea Dana» era lo que pasaba por mi mente. 

Él, me dio la espalda despreocupado mientras yo no sabía cómo comportarme, un impulso me hizo acercarme y oler su cuello, él al sentirme se alejó. 

—¿Qué haces? —preguntó altivo. 

—Discúlpame, yo […]

El me miraba esperando una explicación, yo me quedé sin palabras. 

—No veo a Dana por aquí —dijo sarcásticamente. 

Se acercó hasta quedar a centímetros, yo entre tartamudeos y balbuceos no alcancé a decir nada concreto. 

—¿Acaso cambiaste de opinión? O mejor dicho ¿Acaso ya aceptaste lo que sientes? 

—Tom por favor, no me pongas todo más difícil —le suplicaba. 

Retrocedió y abrió su bata de baño mostrándome su cuerpo totalmente desnudo. 

—Yo sólo quiero complacerte Richard. Dime qué quieres. 

Sus palabras encendieron un infierno dentro de mi, el morbo que me hacía sentir era indomable. Fundí mi boca en la suya desesperadamente, apretando su quijada le dije al oído. 

—Estoy volando Tom, no puedo controlarlo más. Abre tus piernas para mí.

Sin titubear se acostó en la cama boca arriba con sus pies casi tocando las esquinas. 

—Eres tan rosado ¡Maldición! Tom yo deseo besarlo.

—Hazlo Richard.

—No, no puedo, yo soy un hombre Tom —decía negándome a aceptar que moría por sucumbir totalmente al deseo.

—Sí, eres un hombre Richard, el hombre que me hace abrirle las piernas, el hombre que va a penetrarme; déjame sentir tu boca, hazme desearte más. 

Sus palabras me convencieron totalmente, si no era que lo estaba ya de manera inconsciente. 

Lo lamí por todas partes, metí mi lengua entre los dedos de sus pies, besé su espalda, sus piernas;  lo mordí  en sus hombros, sus labios, sus pezones, tomé su miembro y lo metí en mi boca, lo succioné a la vez que iba masturbándolo, que alucinante sensación «¿Cómo puede sentirse tan bien?» , oír sus gemidos hacía más intenso mi deseo, sus mejillas se pusieron muy rojas, y sus ojos vidriosos de euforia, entre sollozos me pidió que lo penetrara, pedido al que no pude resistirme y arrodillándome en la cama, lo puse dentro de él, no sé que diferencia había esta vez, pero se sentía distinto, fantásticamente distinto.

Llegamos a buscar a Walter casi a las 10 de la mañana, conduje de prisa asumiendo que el rato en la cama con Tom nos había retrasado, Dana nos esperaba en el estacionamiento al ver llegar la camioneta se subió en la parte de atrás, y nos haló hacia ella.

—Ahora sí, vengan aquí quiero un beso de tres. 

Son los besos más deliciosos que pueden  existir. Pero en el ensueño oí en mi mente ese “ahora si”. Fue cuando entendí que Dana sabía bien lo que hacía al dejarme solo con Tom y lo corroboré cuando vi la Van apenas llegando a recoger a los músicos. 

Los días siguientes fueron como los capítulos de un cuento, a pesar de tener que disimular frente a los demás, vivimos los días más fantásticos, al menos para mi. La noche del último concierto nos fuimos juntos a la habitación de hotel, cierta tristeza nos invadía, él debía partir al día siguiente. Esa noche no tuvimos sexo, hicimos el amor, las lágrimas de Dana provocaron las de Tom y también las mías. Abrazados nos entregamos a la madrugada con él en el medio de los dos. 

Disfruté cada minuto, pero fue imposible dormir, casi amaneciendo me senté en el sofá frente a la cama, Dana reposaba de lado como una sirena con sus cabellos destellantes y su piel de seda, Tom abrazado a su espalda con su boca semi abierta mostrando sus dientes casi perfectos, sus cabellos despeinados y la sábana apenas cubriéndolos. Ella abrió los ojos y me encontró contemplándolos, acerqué mi dedo índice a mi boca pidiéndole no lo despertara. Quería congelar ese momento. 

—¿Los Amo? —pregunté despertando a Tom accidentalmente. 

—Sí, nos amas, lo sabemos amor —dijo él sonriendo sin abrir los ojos—. Ven a la cama por favor. 

La sonrisa de Dana era inmensa, se puso en el medio de los dos apretándonos a su cuerpo, mi brazo reposaba en el costado de Tom y el suyo en el mío. 

—Pidamos un deseo —dijo ella—. Pidamos al universo amanecer así muchas veces más. Que esta no sea la última vez. 

—¡Que esta no sea la última vez! —dije. 

—¡Que esta no sea la últi[…] 

Iba a decir Tom cuando saltó de la cama.

—¡Necesito llamar a Tailandia! —exclamó con la cara de eureka más épica del mundo. 

Pedimos el servicio de llamadas internacionales a la recepción del hotel y llamó, para mí impaciencia toda la conversación fue en tailandés, Dana alcanzaba a entender algo pero me pedía hacer silencio para lograr oír, Tom caminaba de un lado a otro y ella asentaba. Colgó la llamada y casi gritando nos preguntó. 

—Iré de gira por 4 países más ¿Quieren ser mis representantes? 

Dana y yo nos miramos enmudecidos. Tom trataba de explicarnos. 

—Serían sólo un par de meses pero es algo, después pensaremos en otra cosa. 

Dana me miraba esperando que fuese yo quien diera la primera opinión. 

—César se va de campamento, no estará aquí de todas formas —expuse. 

—Hablaríamos con Roberto, sin planificación en los próximos meses no creo que diga que no —agregó Dana. 

Seguimos diciendo una cosa y otra, la mirada de Tom se iluminaba cada vez más. Tomamos la decisión de ser sus  representantes en los países que visitaría; él se iría a Tailandia y nos veríamos en una semana para empezar. Estábamos felices, fue una mañana fantástica, desayuno, jacuzzi, sexo, y amor entre tres.

Lo ayudamos a empacar, y después de un rato abrazados en la cama fuimos a almorzar con Walter, todo transcurría con normalidad. Había que partir al aeropuerto, el vuelo saldría en 5 horas. 

—Dana, que tal si acompañas a Tom a buscar sus maletas, así aprovecho de hablar con Richard de negocios —dijo Walter con un tono extraño. 

Dana y Tom me miraron esperando mi aprobación y acepté, me pareció genial que ellos también tuvieran un momento a solas, además ya sabía que a este señor solo le interesaba el dinero. Salieron y en seguida puso un celular y un sobre en la mesa. 

—Este teléfono tiene un plan para llamadas internacionales. Llama a Nosy y diles que renuncian a ser representantes de Tom, y proponme a mi como la persona más idónea para el trabajo. 

Quedé en trance al oírlo. 

—¿Por qué haría eso? No te estamos quitando nada, estaba vacante cuando nos consideró —dije confiado. 

—Somos amigos Richard, tu, Dana, Tom,  Roberto, Ronald… son mis amigos, no quiero que nada los perjudique —dijo arrimando el sobre hacia mi mano.

Lo abrí y lo que había adentro sentenció nuestro amor al olvido. 

—Llama —dijo señalando el teléfono. 

Lo tomé e hice lo que me pedía, no tenía ninguna alternativa. Agarré el sobre y lo metí en el bolsillo de mi chaqueta.

—No le dirás nada a Tom. Déjenlo que se vaya y salgan de su vida —ordenó. 

 Salimos los 4 hacia el aeropuerto, trataba de controlarme y concentrarme en la carretera pero pensaba tantas cosas « Nos dejaba solos para poder espiarnos, César no puede enterarse, la prensa destruiría a Tom, Roberto y Ronald no entenderían, Dana se morirá de tristeza ¿Por qué tres personas no pueden amarse?» 

—Richard, el semáforo está en verde —advertía Dana y una docena de bocinas pidiéndome Avanzar. 

 Llegamos al aeropuerto y lo llevamos a chequearse, Walter no se separó de él, quería asegurarse de que no le dijera nada. Un abrazo a Dana y uno a mi, para ambos con el mismo susurro al oído. 

—Tu me amas, nos vemos la próxima semana. 

Pasó a la sala de espera,  Walter se giró hacia mi y me extendió la mano. 

—Un placer Richard, Dana que estés muy bien —dijo despidiéndose. 

Durante el camino a casa sólo pensé en cómo se lo diría a Dana. 

CAPÍTULO IX

La Vida Sin Él

La tristeza más intensa que había sentido en años me mantenía sentado en el borde de la cama mientras Dana tomaba una ducha,  el aire se apretaba en mi pecho de la frustración y también de pensar que su alegría estaba por estrellarse contra una dolorosa realidad.

Saqué el sobre de mi bolsillo, tenía muchas fotos que registraban nuestras interacciones desde el día del segundo concierto, la distancia que Walter tomaba de nosotros era para que nos confiáramos. «...Hasta en el maldito pasillo del restaurante nos espiaba… ¿Cómo pude ser tan imprudente, Exponiendo a Dana de esta manera? Solo por complacer mis fetiches, la hundí y me hundí yo en este desastre, el sueño poliamoroso se desvaneció como humo, y Tom, Pobre de Tom» pensaba estrujando mi cara, «¿Qué pensará al no tener una explicación, al no saber que fue lo que pasó?», si al menos le hubiera dicho, pensar en el bien de su carrera lo hubiese convencido de dejar todo como algo pasajero.

Cuando Dana salió del baño no tuve más opciones que contarle lo que había pasado. En principio me reprochó haber accedido al chantaje de Walter, pero cuando vio las fotos se sentó en el piso rompiendo en llanto, no pude más que sentarme junto a ella y recostado a la cama ofrecerle mi pecho de consuelo. 

Los días pasaban sin tener noticias de Tom, hasta que una noche publicaron el reportaje del éxito total en el primer concierto de la gira que inició. La vi leyendo en su laptop sin intención de ocultarlo de mi, cerró la computadora bruscamente y se metió debajo de la cobija. Dejé lo que estaba haciendo y la abracé, ella no podía contener las lágrimas, me pedía perdón por estar junto a mí llorando por él. 

—No te sientas culpable, yo me siento igual de incompleto que tú, llora… y déjame consolarte, somos lo único que nos queda de él, aferrémonos el uno al otro ahora más que nunca. 

En un principio hacíamos esfuerzos supremos por ocultar nuestra tristeza sobre todo de César, pero poco a poco pudimos acorralarla en la habitación y hacerla  algo muy íntimo y nuestro. Nombrarlo mientras teníamos sexo era un detonante del placer, Dana hervía cada vez que le recreaba aquel encuentro que tuvimos a solas y de vez en cuando me pedía que se lo volviera a contar, aunque al terminar, no sentirlo en la cama era un disparador de nostalgia. Pasaron unos meses antes de que pudiera decir que volvimos a ser los mismos de antes, al menos la mayor parte del tiempo, pues siempre había momentos de frustración que sencillamente volvían la vida insoportable. Pero teníamos que continuar.

César empezó la universidad fuera del país y venía cada tanto, también fuimos en algunas ocasiones en las que sus vacaciones eran de sólo unos días. Dana seguía la carrera de Tom y me iba comentando como avanzaba, al cabo de tres años ya era una persona reconocida en todo el mundo, sin embargo Kronos Entertainment había dejado de existir, Ronald decidió cerrar antes de ir a la quiebra. 

Irónicamente las fotos del chantaje nos servían de recuerdo, esas y una que les tomé mientras dormían la última madrugada que estuvo aquí. Era mi favorita, recordaba la sensación en mi estómago en ese momento, me sentía el rey del mundo al verlos a los dos allí abrazados en absoluta paz, sabiéndolos míos, y siendo de ellos hasta el tuétano.  

Había pasado mucho tiempo, asumí  que las heridas se habrían escondido o  disfrazado de sonrisas, seguramente para Tom ya solo éramos un mal recuerdo. Teníamos que aceptar que él podía haber hecho su vida con alguien,  quizá en una relación estándar que pudiera ofrecerle la satisfacciones que aunque quisimos, no pudimos darle. Eso pensaba hasta esa tarde en la que una entrevista de televisión nos refrescó el desgarrador sentimiento de traición y culpa que nos perseguía, cuando preguntaron a Tom sobre el amor.

—Una de las sensaciones más placenteras que el ser humano puede experimentar es la de sentirse enamorado.

—¿Te has enamorado? 

—Sí, muy intensamente —contestó.

—Entonces hay alguien que te escucha decirle “te amo”. 

—No, nadie me escucha decir “te amo” me enseñaron que no se dice, se pregunta, y si te responden que si, entonces la persona sabe que la amas no porque se lo digas si no porque se lo haces sentir. 

Oír aquellas respuestas nos dejó helados de sorpresa, había pasado tanto tiempo ¿Sería posible que Tom sintiera algo por nosotros aún? ¿O simplemente somos un recuerdo interesante? ¡Quizá solo es una anécdota que quiso contar! Tratamos de restarle importancia. Ese día decidimos dejar de seguir la carrera de Tom y tratar realmente de continuar nuestras vidas sin él, quemamos las fotos que me dio Walter, todas menos una que guardé en secreto; en aquel pasillo del restaurante estábamos los tres, Dana en el medio de los dos de frente a Tom, yo con mi mano en su cuello y él con su mano por dentro de mi chaqueta, parecía la imagen para una portada de revista, era simplemente hermosa, no tuve el valor de quemarla.  

Por otro lado nuestro César ya con 20 años no dejaba de hacernos sentir orgullosos, estaba ya en octavo semestre de su carrera como abogado y trabajaba como asistente para un bufete, nos regaló dos boletos de avión a una isla popular en el Caribe y la estadía todo incluido en un hotel por tres noches. Me parecía imposible que con un sueldo de asistente pudiera costear algo como eso, Dana sugirió que quizá el hotel era más bien un hostal, modesto e incómodo pero que no rechazaría el esfuerzo de su hijo. Así que el día pautado llegamos a esa isla, nos sorprendimos al entrar al hotel y ver lo lujoso y moderno que era, al instalarnos en la habitación llamamos a César para interpelarlo. Luego de un buen sermón de su madre confesó. 

—Esta bien… les diré la verdad. Todo lo pagó Tom. Por supuesto que mi sueldo no alcanza para eso. 

—¿Quién dijiste? —preguntó Dana alterada. 

En esa conversación nos enteramos de que Tom y César habían estado en contacto todo este tiempo, él le decía a nuestro hijo que seguía hablando con nosotros con normalidad por lo que a César no le parecía extraño que le escribiese de vez en cuando. Al parecer tenían largas charlas amistosas, y Tom le había propuesto traernos a esta isla este fin de semana para encontrarse con nosotros como un regalo de agradecimiento por nuestra buena atención cuando visitó nuestro país, pero que fuese sorpresa para que no pudiéramos rechazar la oferta. 

Nos sentamos en silencio por un buen rato, yo me sentía aturdido, era demasiada información para procesarla, Dana por su parte tenía una expresión indescifrable. 

El llamado a la puerta me hizo erizar la piel, Dana se levantó sobresaltada de la cama aferrándose a mi brazo. ¿Era posible que Tom estuviera del otro lado? ¿Por fin lo veríamos? Una voz masculina nos sacó de toda duda. 

—¡Servicio a la habitación!

Oír esa voz desconocida me dio valor para ver por la mira y percatarme de que el botones traía algo. Una botella de vino, y una guarnición de dulces, entre ellos trufas tropicales. 

—No hemos ordenado nada —Acoté.

—El paquete que compraron incluye este servicio de bienvenida señor. ¿No lo recuerda? 

—Es que ha sido un regalo y no se exactamente lo que incluye. 

—Entiendo, tienen una membresía VIP para el “Sunset Festival” que incluye asientos en la tarraza para el concierto y entrada libre a la rueda de prensa —Dijo el joven dándonos un par de tarjetas con nuestros nombres. 

—¿Conciertos? ¿De quién? —preguntó Dana con el corazón casi saliendo por su boca. 

—Se presentan artistas diferentes cada tarde, hoy le toca a Tom Prince. 

Nerviosos y llenos de expectativas subimos a la terraza, que hermosa presentación, el público coreaba sus canciones, Tom se veía tan feliz, tan realizado. Dana no paró de temblar, la ansiedad la estaba consumiendo. Terminó el concierto y nos quedamos ahí sentados tomando valor para entrar a la rueda de prensa, cuando tuvimos la determinación bajamos a toda prisa, estaba ya terminando y Tom salía del salón en compañía de Walter, no se cómo se me ocurrió gritar su nombre para llamar su atención. 

Él volteó a vernos, sus ojos tenían una expresión entre asombro, alegría y tristeza, Walter lo tomó del brazo, Tom suspiró, bajó la mirada y salió del salón.  

CAPÍTULO X

De todas las cosas que imaginé que podrían pasar, que Tom se diera la vuelta y nos dejara allí no era una de ellas. El simplemente nos miró y se fue, el rostro de Dana palideció, quería darle alguna explicación,  pero me sentía tan desencajado como ella. 

Esperamos que salieran todos y en silencio caminamos hacia la habitación, su mirada triste me conmovía a la vez que mi propia tristeza me agobiaba. Lo mejor sería irnos de inmediato, si Tom tuvo alguna intención de vernos, no era si no para devolvernos un poco de lo que le dimos, una dosis de desprecio y desvalorización que nos graficara en nuestros propios sentimientos lo que debe haber sentido cuando supo que sin explicación desbaratamos nuestros planes de vivir un amor entre tres. 

Esta era una sentencia definitiva para aquel sueño de amanecer juntos, era hora de enterrar para siempre cualquier esperanza de estar con él. Nos fuimos a otro hotel necesitábamos alejarnos del sufrimiento que nos causaba tener a Tom tan cerca y no poder hablarle, besarlo, abrazarlo. Esa noche fue un tormento, Dana y yo no tuvimos más consuelo que abrazarnos y dejar correr las horas. 

Amaneció y una llamada de César me despertó. Un saludo casual y la petición de una charla de hombre a hombre me hizo espabilar el sueño. 

—¿Papá, que pasó con Tom? 

—Todo bien hijo, ayer vimos su concierto, pero no pudimos hablar con él, ya sabes ahora es mas famoso y menos accesible —contesté lo más natural posible. 

—Es decir, que si pasa algo —asentó como quien confirma su sospecha. 

Yo quedé mudo y con la mente en blanco no sabía cómo explicarle a mi hijo que soy bisexual, que su madre y yo tuvimos una relación con Tom. Entonces él reclamó. 

—¡Tengo 20 años papá!  Se más de cosas raras que tú, Tom tiene tres años hablándome, me dice que ha hablado contigo y con mamá pero no hace más que preguntar cómo están, siempre quiere que le cuente de ustedes, de su vida y de sus cosas. Luego su insistencia en regalarles un viaje para verlos, y  por último la llamada que me hizo en la madrugada. 

—¿A qué te refieres? —pregunté con el corazón queriendo salir de mi pecho. 

—Él me llamó ebrio, para despedirse de mi, diciéndome que no me molestaría más, que ya había entendido que ustedes no lo querían y que no iba a insistir […] Me atrevería a decir que estaba llorando. No sé exactamente que es lo que está pasando, pero el mundo no es tan complicado como los mayores creen.

Yo creyendo que César es un niño aún y él  aconsejándome, ambiguamente, quizá sin entender del todo la situación pero para nada escandalizado. 

Desperté a Dana, le dije lo que pasaba y después de lanzarnos la ropa encima fuimos a buscarlo, teníamos al menos que hablar con él, darle una explicación y esperar que nos creyera. 

Llegamos al hotel y tuve que sobornar al botones para que me dijera el número de habitación en la que estaba Tom. Frente a su puerta, Dana con la piel gélida y yo hirviendo de ansiedad, tocamos y abrió una mucama, la habitación se veía desocupada y ella hacía el aseo. Efectivamente Tom se había ido. 

En la recepción fue necesario otro soborno para que nos dijeran que se había ido al aeropuerto. Tomamos un taxi, después de recorrer la mitad del lugar un alboroto nos dio su pista. Pero al llegar a donde estaba él, la presencia de Walter a su lado como un perro guardián nos coaccionó, se despedía ya para pasar a la sala de embarque, la esperanza de hablar con él se desvanecía. 

—¡La foto! —pensé en voz alta. 

La foto que guardé, la que no fui capaz de quemar, y que llevaba en mi billetera, estaba doblada y vieja pero era una evidencia que podía servir de explicación.

Con un folleto turístico hice un sobre cómo pude y Dana escribió al reverso de la fotografía. “La persona a tu lado nos separó, nunca quisimos dejarte, te amamos”. La chica del fans club recogía los obsequios para Tom, Dana iba a lanzar el sobre en la caja con la esperanza puesta en que él la viera, era nuestra última carta, si la foto no llegaba a sus manos no tendríamos como demostrarle que no quisimos dejarlo,  entonces antes de que lo colocara dentro tomé el marcador y ante la mirada impaciente de la chica escribí encima del sobre: ¿Te Amamos? 

Esperamos un rato hasta que vimos su avión despegar, aunque no todo estaba perdido un aura triste nos rodeaba. Un abrazo prolongado en vez de consolar un poco a Dana provocó que rompiera en llanto, trataba de calmarla.

—¡Tom! —exclamó entre sollozos. 

Él, parado a unos metros con el rostro en blanco, y el sobre en la mano, no me dejaba entender lo que estaba pensando. ¿Habría visto la foto? Caminamos de prisa hacia él, pero al acercarnos retrocedió, sentí que me atravesaban el pecho con una estaca al ver su rechazo. 

—¿Cómo se atreven a preguntar? —cuestionaba con indomable indignación mostrando el escrito en el sobre—. Me dejaron, me hicieron creer que estaríamos juntos y me engañaron para que me fuera y sacarme de su vida, no soy para ustedes si no una aventura casual, la simple complacencia a sus deseos, sólo sexo y nada más, quisiera que sintieran lo que siento y que sufrieran lo que he sufrido estos años. 

—¿Qué podíamos hacer Tom? —escupió Dana sin moderar su tono, ni su lenguaje corporal de desgarradora desesperación—. ¡Si! Te dejamos sin explicación pero no teníamos opción, no pudimos hacer nada, si nos quedábamos juntos Él destruiría a todos, a César, y a ti. Pero hemos sufrido cada día, cada minuto, porque te amamos, ¡Yo te amo! Sé que no debo preguntártelo porque la respuesta es obvia, y es nuestra culpa. ¿Quieres vernos sufrir? Pues aquí estamos, estamos sufriendo Tom, entonces dime ¿Qué más quieres? —concluyó sin lograr contener sus lágrimas. 

—¡Quiero que me devuelvan la vida! —respondió él con la voz quebrada—. Porque los días pasan pero siento que estoy muerto desde que supe que me dejaron. Quiero que llenen ese vacío en mi alma en el que solo calzan ustedes dos, los he extrañado en cada respiro. Si me preguntan si me aman diré que no, no me aman, me han hecho a un lado, me han apartado de su vida, sólo tengo de ustedes su recuerdo y en vez de desprenderme de él, lucho por mantenerlo vivo; repasando en mi mente sus besos, sus caricias, su amor, ¡Nuestro amor! Raro, extraño, diferente, pero nuestro —concluyó con una oscura tristeza en su voz. 

—Pero Tom, si no hemos hecho más que extrañarte, consolándonos el uno al otro, pensando en ti a diario, no ha habido un instante en el que no te ame, en el que no te amemos —intervine dejando escapar mis sentimientos.

—¡¿Entonces por qué?! —dijo alzando la voz. 

—Abre el sobre —le indiqué. 

La cara de Tom se palideció al ver la foto, esa en la que estábamos los tres en el pasillo del restaurante, Dana en el medio de los dos, yo con mi mano en su cuello y él con la suya en mi costado, al girarla leyó el mensaje de Dana.

—¿Él? […] ¡Walter! —atando las ideas en su mente.  

—¡Si, Walter! Me chantajeó, publicaría las fotos, César tenía 16 años, Dana, tu carrera, los Fernández, todo quedaría destruido. Dana no lo supo hasta después que te fuiste pero te aseguro que no ha dejado de amarte un segundo, igual que yo. 

Dio unos pasos hacia nosotros lo que nos aseguró que no nos rechazaría esta vez, nos acercamos y al fin pudimos abrazarnos, necesitábamos llorar, yo lo necesitaba, entre lágrimas les pedí perdón a los dos, nunca dejé de sentirme responsable, no pude proteger nuestro amor, lo dejé expuesto a los ojos codiciosos de Walter y terminó usándolo en nuestra contra. 

Los besos de tres debieron aguardar hasta llegar a una habitación para unir nuestros labios, y la cama nos haló hacia ella haciéndonos encender una hoguera con el calor desmedido de nuestro encuentro en desnudez.

Ya en reposo, dichosamente quedé en el medio, semi recostado del copete de la cama con sus cabezas en mi pecho y sus manos sobre mi abdomen. Aunque había muchas dudas sobre lo que había pasado, la certeza de querer estar juntos aplacó la incertidumbre por muchas horas, cuando tocamos el tema y aclaramos todas las dubitaciones al respecto. 

Tom quería arremeter contra Walter, pero nada ganaríamos con eso, él ya había anunciado su jubilación por lo que decidimos simplemente esperar un par de meses hasta que se hiciera formal. Aunque nuestra relación no se volvió plenamente pública, el alivio de saber que estaríamos juntos así fuese en secreto era reconfortante. 

Nos volvimos personas sin residencia fija, a veces en Tailandia, a veces de gira con Tom, a veces en nuestra casa. Ciertamente la relación no era como otras, el mundo no está preparado para una triada en vez de una pareja, sumado a la fama de Tom que en ocasiones nos volvía las cosas un poco más complicadas de lo habitual. Tuvimos la suerte de que César naciera en esta era y salvo un par de preguntas burlistas e impertinentes sobre Alfas y Omegas no hizo mayor escándalo del asunto. Por su parte en el círculo de Tom sólo saben sus padres y su hermana, no hablan español ni inglés, pero sus gestos hasta ahora no son hostiles, Tom dice que solo le desean felicidad por sobre todas las cosas. 

Después de la graduación de nuestro hijo, vendimos nuestra casa y le heredamos en vida para que se estableciera; Y nos dedicamos a trabajar con Tom para poder estar juntos sin intervalos prolongados a causa de su trabajo. No ha sido fácil adaptar nuestras vidas a ser tres nómadas enamorados en secreto. Pero al amanecer sintiéndonos los tres en la misma cama solo nos queda agradecer al universo por tener la dicha de vivir nuestro amor entre tres. 

Se convirtió en un hábito levantarme temprano y sentarme a contemplarlos dormir, me pregunto que habré hecho para merecer está vida, para ser tan afortunado. Suelo tomarles fotografías de vez en cuando para inmortalizar esos momentos en los que siento que no quepo en mi de la felicidad. Ya a mis 50 años poco tengo que pedirle a la vida, solo le ruego al tiempo deje la prisa y me permita disfrutar muchos años de ella, de él, de nosotros. 

FIN


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Comentarios

user

Anonimo:

Demasiado entretenida, me encantó!!

Hace 12 días

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